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Primarios | Lección 12: Cantos a medianoche | 3er Trimestre 2023 | Año D

Primarios | Lección 12: Cantos a medianoche | 3er Trimestre 2023 | Año D

Lección 12:
Cantos a medianoche

Primarios | Lección 12: Cantos a medianoche | 3er Trimestre | Año D



Textos clave y referencias:
Hechos 16:16-40
Los hechos de los apóstoles, cap. 21.
Versículo para Memorizar:
“A eso de medianoche, Pablo y Silas se pusieron a orar y a cantar himnos a Dios”. (Hechos 16:25).
Mensaje:
Adoro a Dios cuando lo alabo sin importar lo que suceda.

¿Te han echado alguna vez la culpa por algo que no hiciste? Pablo y Silas fueron azotados y puestos en la cárcel porque algunos hombres mintieron en contra de ellos, pero aun así Pablo y Silas alabaron y adoraron a Dios..

— Estos hombres son siervos del Dios Altísimo —continuaba diciendo tras Pablo y Silas la joven esclava que los seguía por todas las calles.

Los había estado siguiendo por varios días, gritando las mismas palabras una y otra vez: “Estos hombres son siervos del Dios Altísimo”.

De pronto, Pablo se volvió y le ordenó:

—¡En el nombre de Jesús, te ordeno que salgas de ella!

Inmediatamente el mal espíritu dejó a la muchacha y ella quedó en silencio. Sus amos quedaron asombrados. Pero pronto su asombro se convirtió en un gran enojo al darse cuenta lo que Pablo había hecho. Esta joven esclava los había hecho ricos adivinando la suerte de la gente. ¡Y ahora el mal espíritu la había dejado! ¡Ya no podría adivinar la suerte de las personas!Ya no iba a ganar dinero para ellos.

Sus amos tomaron a Pablo y Silas, los llevaron arrastrando hasta la plaza y los entregaron a los jueces locales. Entonces los acusaron diciendo:

—Estos hombres son judíos. Están alborotando a la ciudad y animando a la gente a rebelarse contra las prácticas romanas y enseñando costumbres prohibidas para nosotros.

Pronto se reunió una multitud contra ellos. El juez ordenó que Pablo y Silas fueran azotados y que los echaran en la cárcel.


El carcelero los puso en el calabozo más lejano. Les sujetó los pies en el cepo y cerró con llave la puerta, dejando a Pablo y Silas en la oscuridad. El calabozo estaba frío y húmedo. Ambos tenían la espalda dolorida y sangrante. El cepo les lastimaba los tobillos. No se podían mover.

Sentados allí en la oscuridad del calabozo, Pablo comenzó a cantar. Silas se le unió entonces. Cuanto más cantaban, mejor se sentían, se olvidaron de su espalda y tobillos adoloridos. Adoraron a Dios por mantenerlos aún con vida. Adoraron a Dios por haber estado con ellos y haberlos librado, aun cuando estuvieran en la cárcel. Los otros prisioneros escuchaban con asombro. ¿Cómo podían estos hombres cantar después de haber sido azotados?

Cerca de medianoche un terremoto hizo temblar la prisión. Se les cayeron las cadenas a los prisioneros y las puertas de la cárcel se abrieron de par en par. ¡Podían escaparse de la prisión!

El carcelero salió apresuradamente de su casa. Vio abiertas las puertas de la prisión y pensó que seguramente todos los prisioneros habían escapado. Inmediatamente tomó su espada para matarse. El carcelero sabía que el castigo por dejar escapar a los prisioneros era una muerte muy dolorosa. Prefería matarse él mismo.

Pero Pablo le gritó:
—¡No te hagas ningún daño! ¡Todos estamos aquí!

El carcelero pidió que le trajeran luces y se apresuró a entrar a la cárcel.

—¡Sí! —gritó entusiasmado—. ¡Todos están aquí!

El carcelero se llevó a su casa a Pablo y Silas. Había escuchado a Pablo y Silas cantar y adorar a Dios en su celda. Mientras les lavaba las cortadas y heridas, les pidió que le hablaran más acerca del Dios a quien adoraban.

Los dos hombres le contaron la maravillosa historia de Jesús. Le dijeron cómo había enviado Dios a su Hijo a morir por sus pecados. El carcelero y su familia escucharon atentamente y decidieron que ellos también querían seguir a Jesús. Inmediatamente se unieron a Pablo y Silas en adoración a Dios.


Muy temprano al día siguiente, Pablo y Silas fueron liberados. El juez se enteró de que eran ciudadanos romanos. Sabía que la ley ordenaba que no se pusiera en la cárcel a ningún ciudadano romano antes de ser juzgado en un tribunal. El juez les pidió disculpas por haberlos arrestado.

Al dejar esa ciudad, Pablo y Silas le dieron gracias a Dios por haberles dado la oportunidad de dar su testimonio ante el carcelero y su familia. Los dos continuaron alabando a Dios al seguir su viaje para hablarles a otros de Jesús.

No importa en dónde estemos o qué suceda, nosotros también podemos siempre alabar a Dios.


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