Lección 5: Cómo cantar la canción del Señor en tierra extraña | El Libro de Salmos | Escuela Sabática 1T 2024
Lección 5: Para el 3 de febrero de 2024
CÓMO CANTAR LA CANCIÓN DEL SEÑOR EN TIERRA EXTRAÑA
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Salmos 79:5–13; 88:3–12; 69:1–3; 22:1; 77; 73:1–20; 1 Pedro 1:17.
PARA MEMORIZAR:
“¿Cómo habíamos de cantar canción del Señor en tierra extraña?” (Sal. 137:4).
No necesitamos adentrarnos en el libro de Salmos para descubrir que los
salmos se expresan en un mundo imperfecto, lleno de pecado, maldad,
sufrimiento y muerte. La Creación, estable y dirigida por el Señor soberano
y sus leyes justas, se ve constantemente amenazada por el mal. A medida que
el pecado corrompe el mundo cada vez más, la Tierra se ha convertido más en
una “tierra extraña” para el pueblo de Dios. Esta realidad le plantea un problema
al salmista: ¿Cómo vivir una vida de fe en una tierra extraña?
Como ya hemos visto, los salmistas reconocen el gobierno soberano y el poder de Dios, así como sus justos juicios. Saben que Dios es la ayuda y el refugio eternos e infalibles en tiempos de angustia. Por eso, los salmistas se sienten a veces perplejos (¿quién no?) ante la aparente ausencia de Dios y la prosperidad del mal frente al Señor soberano y bueno. La naturaleza paradójica de los salmos como oraciones se demuestra en las respuestas de los salmistas al aparente silencio de Dios. En otras palabras, los salmistas responden a la aparente ausencia de Dios, así como a su presencia.
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- Notas de EGW - Sábado
- Cuando nos rodean las dificultades y las pruebas, deberíamos acudir a Dios y esperar confiadamente en Aquel que es poderoso para salvar y fuerte para librar. Debemos pedir la bendición de Dios si es que queremos recibirla. La oración es un deber y una necesidad; ¿pero no descuidamos la alabanza? ¿No deberíamos agradecer más a menudo al Dador de todas nuestras bendiciones? Necesitamos cultivar la gratitud. Deberíamos contemplar frecuentemente y volver a contar las mercedes de Dios, y alabar y glorificar su santo nombre, aun cuando experimentemos dolor y aflicción (Mensajes selectos, p. 306).
“La paz de Dios gobierne en vuestros corazones… y sed agradecidos. La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales”. Colosenses 3:15, 16. Así procedía Cristo. Con frecuencia era asaltado por la tentación, pero en vez de rendirse o alterarse, cantaba las alabanzas de Dios. Con cánticos espirituales detenía el torrente de palabras de aquellos a quienes Satanás estaba usando para crear contienda.
Cuando son tentados los que aman a Dios, canten himnos de alabanza a su Creador antes de hablar palabras de acusación y crítica. El Señor bendecirá a quienes así procuren la paz. Confiad en Dios. Tened cuidado de no darle al enemigo ventaja mediante vuestras palabras descuidadas. Contemplad siempre a Jesús. Él es vuestra fortaleza (That I May Know Him, p. 185; parcialmente en _A fin de conocerle,_p. 187).
Cuando parece que dudamos del amor de Dios y desconfiamos de sus promesas, le deshonramos y contristamos su Espíritu Santo…
Cuando Satanás os tiente, no salga de vuestros labios una sola palabra de duda o tinieblas. Si elegís abrir la puerta a sus insinuaciones, vuestra mente se llenará de desconfianza y de rebeldes cavilaciones. Si habláis de vuestros sentimientos, cada duda que expreséis no solo reaccionará sobre vosotros mismos sino que será una semilla que germinará y dará fruto en la vida de otros, y acaso sea imposible contrarrestar la influencia de vuestras palabras. Tal vez podáis reponeros vosotros de la hora de la tentación y del lazo de Satanás; mas puede ser que otros que hayan sido dominados por vuestra influencia, no alcancen a escapar de la incredulidad que hayáis insinuado. ¡Cuánto importa que expresemos tan solo cosas que den fuerza espiritual y vida!…
Todos tenemos pruebas, aflicciones duras que sobrellevar y fuertes tentaciones que resistir. Pero no las contéis a los mortales, sino llevadlo todo a Dios, en oración. Tengamos por regla el no proferir una sola palabra de duda o desaliento. Podemos hacer mucho más para alumbrar el camino de los demás y sostener sus esfuerzos si hablamos palabras de esperanza y buen ánimo (_El camino a Cristo,_p. 118, 120).
LOS DÍAS DEL MAL
Lee Salmos 74:18 al 22 y 79:5 al 13. ¿Qué está en juego aquí?
El salmista trata de comprender el gran conflicto entre Dios y los poderes del mal, y señala la insondable paciencia de Dios, así como sus infinitas sabiduría y poder.
El problema del mal en Salmos es principalmente teológico; inevitablemente se refiere a cuestiones sobre Dios. Así, la destrucción de Jerusalén y del Templo se considera principalmente un escándalo divino, porque les dio a los paganos la oportunidad de blasfemar contra Dios. La herencia de Dios (el pueblo de Israel) es la señal de su elección divina y de su Pacto (Deut. 4:32-38; 32:8, 9), que nunca fallarán. El concepto de la herencia de Dios también contiene una dimensión del tiempo del fin, ya que un día todas las naciones se convertirán en la herencia de Dios y lo servirán. La noción de que las naciones invadieron la herencia de Dios amenaza estas promesas divinas.
Indudablemente, el salmista reconoce que los pecados del pueblo corrompieron la relación de pacto entre el pueblo y Dios y trajeron sobre el pueblo todas las consecuencias (Sal. 79:8, 9). La supervivencia del pueblo depende únicamente de la intervención misericordiosa de Dios y de la restauración del vínculo del Pacto mediante la expiación del pecado. El Señor es el “Dios de nuestra salvación”, lo que refleja la fidelidad de Dios a sus promesas del Pacto (Sal. 79:9).
No obstante, más importante que la restauración de la riqueza de Israel es la defensa del carácter de Dios en el mundo (Sal. 79:9). Si las actos malvados de las naciones quedan impunes, parecería como si Dios hubiera perdido su poder (Sal. 74:18-23; 83:16-18; 106:47). Solo cuando Dios salve a su pueblo, su nombre será justificado y enaltecido.
Al igual que hoy, el mismo principio existía en aquel entonces. Nuestros pecados, nuestras recaídas, nuestras maldades, pueden desprestigiarnos no solo a nosotros, sino también, lo que es peor, al Dios cuyo nombre profesamos. Nuestras malas acciones erróneas suelen tener efectos espirituales perjudiciales también para nuestro testimonio y nuestra misión. ¿Cuántas personas se han alejado de nuestra fe por las acciones de quienes profesan el nombre de Cristo?
■ “El honor de Dios, el honor de Cristo, están comprometidos en la perfección del carácter de su pueblo” (Elena de White, El Deseado de todas las gentes, p. 625). ¿Cómo entiendes esta importante verdad, y qué debería significar para tu vida cristiana?
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- Notas de EGW - Domingo
- Para muchos el origen del pecado y el porqué de su existencia es causa de gran perplejidad. Ven la obra del mal con sus terribles resultados de dolor y desolación, y se preguntan cómo puede existir todo eso bajo la soberanía de Aquel cuya sabiduría, poder y amor son infinitos. Es esto un misterio que no pueden explicarse. Y su incertidumbre y sus dudas los dejan ciegos ante las verdades plenamente reveladas en la Palabra de Dios y esenciales para la salvación. Hay quienes. En sus investigaciones acerca de la existencia del pecado, tratan de inquirir lo que Dios nunca reveló; de aquí que no encuentren solución a sus dificultades … y lo aducen como disculpa para rechazar las palabras de la Santa Escritura…
Nada se enseña con mayor claridad en las Sagradas Escrituras que el hecho de que Dios no fue en nada responsable de la introducción del pecado en el mundo, y de que no hubo retención arbitraria de la gracia de Dios, ni error alguno en el gobierno divino que dieran lugar a la rebelión. El pecado es un intruso, y no hay razón que pueda explicar su presencia. Es algo misterioso e inexplicable; excusarlo equivaldría a defenderlo… es la manifestación exterior de un principio en pugna con la gran ley de amor que es el fundamento del gobierno divino (El conflicto de los siglos, pp. 483, 484).
En los anales de la historia humana, el crecimiento de las naciones, el levantamiento y la caída de los imperios, parecen depender de la voluntad y proezas del hombre. Los sucesos parecen ser determinados, en gran parte, por su poder, ambición o capricho. Pero en la Palabra de Dios se descorre el velo, y contemplamos detrás, encima, y entre la trama y urdimbre de los intereses, las pasiones y el poder de los hombres, los agentes del Ser misericordioso, que ejecutan silenciosa y pacientemente los consejos de la voluntad de Dios.
Se ha permitido a toda nación que ha subido al escenario de acción, ocupar su lugar en la tierra a fin de ver si cumpliría el propósito del “Vigilante y Santo”. Daniel 4:17… Aunque las naciones rechazaron los principios de Dios y provocaron con este rechazamiento su propia ruina, quedó manifiesto que el propósito divino predominaba y obraba en todos sus movimientos (_La maravillosa gracia de Dios,_p. 50).
Es grande la misericordiosa bondad con que el Señor nos trata. Nunca dejará ni olvidará a los que confían en él. Si pensáramos y habláramos menos de nuestras pruebas, y más de la misericordia y la bondad de Dios, nos sobrepondríamos a una buena parte de nuestra tristeza y perplejidad. Hermanos míos que pensáis que estáis entrando en la senda tenebrosa, y que tal como los cautivos de Babilonia debéis colgar vuestras arpas sobre los sauces, convirtamos la prueba en un canto de gozo. Podéis decir: ¿Cómo puedo cantar con una perspectiva tan oscura delante de mí, con esta carga de aflicción y dolor sobre mi alma? ¿Pero nos han privado las aflicciones terrenales del Amigo todopoderoso que tenemos en Jesús? … La vida eterna de nuestro Salvador nos proporciona un motivo constante de gratitud y alabanza (Mensajes selectos, t. 2, p. 307).
A LAS PUERTAS DE LA MUERTE
Lee Salmos 41:1al 4; 88:3 al 12; y 102:3 al 5, 11, 23 y 24. ¿Qué experiencias describen estos pasajes? ¿Cómo te identificas con lo que aquí se dice?
Estas oraciones para salvarse de la enfermedad y la muerte demuestran que los hijos de Dios no están exentos de los sufrimientos de este mundo. Los salmos revelan las terribles aflicciones del salmista. Está sin fuerzas, marchitándose como la hierba, sin poder comer, apartado con los muertos; yace como los muertos en la tumba, es repulsivo para sus amigos, está sufriendo y desesperado. Sus huesos se le pegan a la piel.
Muchos salmos presumen que el Señor ha permitido las dificultades a causa de la desobediencia de Israel. El salmista reconoce que el pecado puede acarrear enfermedad; por eso, se refiere al perdón que precede a la curación (Sal. 41:3, 4). Sin embargo, algunos salmos, como Salmo 88 y 102, reconocen que el sufrimiento inocente del pueblo de Dios es un hecho de la vida, aunque sea difícil de entender.
En Salmo 88, Dios se encarga de llevar al salmista al borde de la muerte (Sal. 88:6-8). No obstante, fíjate que aun cuando se expresan las quejas más atrevidas, el lamento es claramente un acto de fe, pues si el Señor, en su soberanía, permitía los problemas, podía también restaurar el bienestar de su hijo.
En el umbral de la tumba, el salmista recuerda los prodigios, la bondad, la fidelidad y la justicia de Dios (Sal. 88:10-12). A pesar de sentirse golpeado por Dios, el salmista se aferra a él. Aunque sufre, no niega el amor de Dios y sabe que Dios es su única salvación. Estas apelaciones muestran que el salmista no solo conoce el sufrimiento, sino también tiene un conocimiento íntimo de la gracia de Dios y de que ambas cosas no necesariamente son mutuamente excluyentes.
En resumen, tanto el hecho de que Dios permita el sufrimiento como su liberación son demostraciones de su soberanía suprema. Saber que Dios tiene el control inspira esperanza. Cuando leemos Salmo 88 a la luz del sufrimiento de Cristo, nos sobrecoge la profundidad de su amor, porque estuvo dispuesto a atravesar las puertas de la muerte por el bien de la humanidad.
■ Piensa en Jesús en la Cruz y en lo que sufrió a causa del pecado. ¿En qué medida esa realidad, que Dios en Cristo sufrió incluso peor que cualquiera de nosotros, debería ayudarnos a mantener la fe aun en tiempos de sufrimiento y prueba?
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- Notas de EGW - Lunes
- “Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación” Mateo 5:4…
Hay también en las palabras del Salvador un mensaje de consuelo para los que sufren aflicción o la pérdida de un ser querido. Nuestras tristezas no brotan de la tierra. Dios “no aflige ni entristece voluntariamente a los hijos de los hombres”. Cuando él permite que suframos pruebas y aflicciones, es “para lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad”. Lamentaciones 3:33; Hebreos 12:10. Si la recibimos con fe, la prueba que parece tan amarga y difícil de soportar resultará una bendición. El golpe cruel que marchita los gozos terrenales nos hará dirigir los ojos al cielo. ¡Cuántos son los que nunca habrían conocido a Jesús si la tristeza no los hubiera movido a buscar consuelo en él!
Las pruebas de la vida son los instrumentos de Dios para eliminar de nuestro carácter toda impureza y tosquedad. Mientras nos labran, escuadran, cincelan, pulen y bruñen, el proceso resulta penoso, y es duro ser oprimido contra la muela de esmeril. Pero la piedra sale preparada para ocupar su lugar en el templo celestial. El Señor no ejecuta trabajo tan consumado y cuidadoso en material inútil. Únicamente sus piedras preciosas se labran a manera de las de un palacio (_El discurso maestro de Jesucristo,_pp. 14, 15).
El Señor de gloria estaba muriendo en rescate por la familia humana. Al entregar su preciosa vida, Cristo no fue sostenido por un gozo triunfante. Todo era lobreguez opresiva. No era el temor de la muerte lo que le agobiaba. No era el dolor ni la ignominia de la cruz lo que le causaba agonía inefable. Cristo era el príncipe de los dolientes. Pero su sufrimiento provenía del sentimiento de la malignidad del pecado, del conocimiento de que por la familiaridad con el mal, el hombre se había vuelto ciego a su enormidad. Cristo vio cuán terrible es el dominio del pecado sobre el corazón humano, y cuán pocos estarían dispuestos a desligarse de su poder. Sabía que sin la ayuda de Dios la humanidad tendría que perecer, y vio a las multitudes perecer teniendo a su alcance ayuda abundante.
Sobre Cristo como substituto y garante nuestro fue puesta la iniquidad de todos nosotros. Fue contado por transgresor, a fin de que pudiese redimirnos de la condenación de la ley. La culpabilidad de cada descendiente de Adán abrumó su corazón. La ira de Dios contra el pecado, la terrible manifestación de su desagrado por causa de la iniquidad, llenó de consternación el alma de su Hijo. Toda su vida, Cristo había estado proclamando a un mundo caído las buenas nuevas de la misericordia y el amor perdonador del Padre. Su tema era la salvación aun del principal de los pecadores. Pero en estos momentos, sintiendo el terrible peso de la culpabilidad que lleva, no puede ver el rostro reconciliador del Padre. Al sentir el Salvador que de él se retraía el semblante divino en esta hora de suprema angustia, atravesó su corazón un pesar que nunca podrá comprender plenamente el hombre. Tan grande fue esa agonía que apenas le dejaba sentir el dolor físico (_El Deseado de todas las gentes,_pp. 700, 701).
¿DÓNDE ESTÁ DIOS?
Lee Salmos 42:1 al 3; 63:1; 69:1 al 3; y 102:1 al 7. ¿Qué le causa tanto dolor al salmista?
No solo los sufrimientos personales y comunitarios perturban al salmista, sino también, e incluso más, la aparente falta de atención de Dios a las penurias de sus siervos. La ausencia de Dios se siente como una sed intensa en tierra seca (Sal. 42:1-3; 63:1) y una angustia mortal (Sal. 102:2-4). El salmista se siente alejado de Dios y se compara con aves solitarias: “Soy semejante al pelícano del desierto, como el búho de las soledades. Velo, y soy como el pájaro solitario sobre el tejado” (Sal. 102:6, 7).
La mención del desierto enfatiza la sensación de aislamiento de Dios. Un pájaro “solitario sobre el tejado” está fuera de su nido, de su lugar de descanso. El salmista clama a Dios “de lo profundo”, como si se viera engullido por aguas caudalosas y se hundiera en un “profundo cieno” (Sal. 69:1-3; 130:1). Estas imágenes describen una situación opresiva de la que no se puede escapar, salvo mediante intervención divina.
Lee Salmos 10:12; 22:1; 27:9; y 39:12. ¿Cómo responde el salmista a la aparente ausencia de Dios?
Es notable que los salmistas decidan no callar ante el silencio de Dios. Los salmistas creen inquebrantablemente en la oración, porque la oración se dirige al Dios vivo y misericordioso. Dios sigue estando ahí, aun cuando parece ausente. Continúa siendo el mismo Dios que los escuchó en el pasado, y por eso confían en que los escucha ahora.
Las ocasiones de silencio de Dios hacen que los salmistas se autoexaminen y busquen a Dios, pero con confesión y peticiones humildes. Saben que Dios no callará para siempre. Los salmos demuestran que la comunicación con Dios debe continuar, independientemente de las circunstancias de la vida.
■ ¿Qué podemos aprender de las respuestas de los salmistas a la aparente ausencia de Dios? ¿Cómo respondes tú a los momentos en que Dios parece guardar silencio? ¿Qué sostiene tu fe?
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- Notas de EGW - Martes
- La senda que conduce hacia el día eterno no es la más fácil de recorrer, y algunas veces parecerá oscura y escabrosa. Pero tened la seguridad de que los brazos eternos de Dios os rodean para protegeros del pecado. Desea que ejercitéis una fe diligente en él, y que aprendáis a confiar en él tanto en las sombras como en la luz del sol…
En sus esfuerzos por alcanzar el nido, el águila es abatida con frecuencia por las tempestades en los estrechos desfiladeros de las montañas. Las nubes, en masas negras y encolerizadas, se deslizan entre ella y las asoleadas alturas en que ha fijado su nido. Por un instante parece perpleja y zigzaguea aquí y allá, batiendo sus alas poderosas como para dispersar las densas nubes. Despierta los ecos de la montaña con sus gritos salvajes en sus vanos esfuerzos para encontrar un camino para salir de su prisión.
Por último se lanza hacia arriba, en medio de la oscuridad, y emite un agudo chillido de triunfo, y un momento después surge en las alturas a la serena luz del sol. La oscuridad y la tempestad quedaron por debajo de ella, y la luz del cielo brilla a su alrededor. Alcanza su hogar amado en la altísima roca, y queda satisfecha. Pasando por en medio de la oscuridad, alcanzó la luz. Le costó esfuerzo lograrlo, pero su recompensa consiste en alcanzar el objeto que anhelaba.
Es este el único proceder que podemos seguir como cristianos. Debemos ejercer esa fe viva que penetra en las nubes que, como espeso muro, nos separan de la luz del cielo. Tenemos que alcanzar las alturas de la fe donde todo es paz y gozo en el Espíritu Santo (Sons and Daughters of God, p. 323; parcialmente en_Hijos e hijas de Dios_, p. 325).
Dios es la fuente eterna e increada de todo bien. Todos los que confíen descubrirán que efectivamente lo es. A todos los que le sirven, considerándolo su Padre celestial, les da seguridad de que cumplirá sus promesas. Su gozo estará en el corazón de ellos, y será cumplido. Es nuestro privilegio abrir el corazón y permitir que los rayos de la presencia de Cristo entren en él. Hermano mío, hermana mía, dad el rostro a la luz. Poneos en contacto verdadero y personal con Cristo, para que podáis ejercer una influencia elevadora y vivificadora. Que vuestra fe sea fuerte, pura y firme. Que la gratitud a Dios llene vuestro corazón. Cuando os levantáis en la mañana, arrodillaos junto a vuestro lecho, y pedid a Dios que os fortalezca para cumplir los deberes del día, y hacer frente a sus tentaciones. Pedidle que os ayude a poner en vuestra obra la dulzura del carácter de Cristo. Pedidle que os ayude a pronunciar palabras que inspiren esperanza y ánimo a los que os rodean, y que os acerquen al Salvador (Hijos e hijas de Dios, p. 201).
¿HA FALLADO PARA SIEMPRE SU PROMESA?
Lee Salmo 77. ¿Qué experiencia está viviendo el autor?
Salmo 77 comienza con una súplica de ayuda a Dios llena de lamentos y dolorosos recuerdos del pasado (Sal. 77:1-6). Todo el ser del salmista se dirige con luto a Dios. Se niega a dejarse consolar por cualquier alivio que no provenga de Dios.
No obstante, recordar a Dios parece intensificar su angustia: “Me acordaba de
Dios y gemía” (Sal. 77:3). La palabra hebrea hamá (‘gemir’) a menudo representa
el rugido de las aguas embravecidas (Sal. 46:3). Del mismo modo, todo el ser del
salmista se encuentra en un estado de intensa inquietud.
¿Cómo puede el recuerdo de Dios producir sentimientos tan fuertes de angustia?
Una serie de preguntas inquietantes delatan la causa de su angustia
(Sal. 77:7-9): ¿Ha cambiado Dios? ¿Es posible que Dios traicione su Pacto?
El marcado contraste entre los actos salvíficos de Dios en el pasado y su aparente ausencia en el presente hace que el salmista se sienta abandonado por Dios. Si Dios ha cambiado, entonces el salmista no tiene esperanza, una conclusión que se esfuerza por rechazar.
Mientras tanto, el salmista no puede dormir porque el Señor no lo deja dormir (Sal. 77:4). Esto nos recuerda a otros personajes bíblicos cuyo insomnio fue utilizado providencialmente por Dios para prosperar sus propósitos (Gén. 41:1-8; Est. 6:1; Dan. 2:1-3). La larga noche de insomnio hace que el salmista considere los pasados actos de liberación del Señor, pero con nueva determinación (Sal. 77:5, 10).
La seguridad que el salmista recibe de Dios no consiste en explicaciones sobre su situación personal, sino en una confirmación de la fidelidad y la confianza de Dios (como Job). Se anima al salmista a esperar en el Señor con fe, sabiendo que él es el mismo Dios que realizó milagros en el pasado de Israel (Sal. 77:11-18). El salmista también se da cuenta de que “no se vieron tus huellas” (Sal. 77:19), reconociendo la guía de Dios, incluso en situaciones en las que su presencia no es obvia a los ojos humanos. El salmista reconoce que Dios se revela y se oculta simultáneamente, y por eso ofrece alabanzas a las sendas misteriosas y soberanas del Señor.
Pregunta
Texto
■ Piensa en momentos pasados en los que el Señor actuó en tu vida. ¿Cómo puede ayudarte esa verdad a afrontar lo que se te presenta ahora?
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- Notas de EGW - Miércoles
- El ánimo del salmista David pasó por muchos cambios. A veces, cuando se percataba de la voluntad y de los caminos de Dios, sentía gran euforia; después, cuando captaba una imagen del reverso de la misericordia y del inmutable amor de Dios, todo le parecía que estaba envuelto en una nube de oscuridad. Pero a través de la oscuridad obtenía una visión de los atributos de Dios, que le daban confianza y fortalecían su fe. Pero cuando meditaba en las dificultades y en los peligros de la vida, le parecían tan difíciles de sobrellevar, que se sentía abandonado de Dios debido a sus pecados. Veía su pecado en una manera tan clara, que exclamó: “¿Desechará el Señor para siempre, y no volverá más a sernos propicio?”
Pero mientras lloraba y oraba, obtuvo una visión más clara del carácter y de los atributos de Dios…
Su fe se aferró de Dios, y se animó y fortaleció. Aunque reconocía como misteriosos los caminos de Dios, sabía que eran misericordiosos y buenos, pues este fue el carácter divino tal como se reveló a Moisés…
Cuando David hizo suyas esas promesas y esos privilegios, decidió dejar de ser apresurado en sus juicios, y no desanimarse ni abatirse en inútil desesperación. Su alma se reanimó cuando contemplo el carácter de Dios tal como se manifiesta en sus enseñanzas, su paciencia, excelsa grandeza y misericordia, y vio que a las obras y maravillas de Dios no se debe dar una aplicación restringida (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista, t. 3, p. 1167).
Dios derrama sus bendiciones a lo largo de todo nuestro camino, para alegrar nuestro viaje e inducir a nuestros corazones a amarlo y alabarlo; y él desea que extraigamos agua de la fuente de la salvación para refrescar nuestros corazones. Podemos cantar los cánticos de Sión, podemos regocijar nuestros corazones, y podemos alegrar los corazones de otros; la esperanza debe fortalecerse, y la oscuridad debe tornarse en luz. Dios no nos ha dejado en un mundo tenebroso —como peregrinos y extranjeros que buscan un país mejor, el país celestial— sin darnos preciosas promesas para aliviar toda carga. Los bordes de nuestro sendero están sembrados con hermosas flores de promesa. Florecen a todo nuestro alrededor, esparciendo por el ambiente rica fragancia.
Cuántas bendiciones perdemos porque pasamos por alto las bendiciones que recibimos diariamente, mientras nos lamentamos por aquello que no tenemos… La flor que medra en la oscuridad y en los lugares humildes, responde a todos los rayos de luz que puede obtener, y extiende sus hojas. El pájaro enjaulado canta en su prisión en el cuarto sin sol, como si estuviera en una morada asoleada… . Dios ama el corazón agradecido, que confía implícitamente en sus palabras de promesa, obteniendo consuelo, esperanza y paz de ellas; y él nos revelará todavía mayores profundidades de su amor…
Apropiémonos mediante una fe viva de las ricas promesas de Dios, y seamos agradecidos desde la mañana hasta la noche (Nuestra elevada vocación, p. 12).
PARA QUE LOS JUSTOS NO SEAN TENTADOS
Lee Salmos 37:1 y 8; 49:5 al 7; 94:3 al 7; y 125:3. ¿A qué lucha se enfrenta el salmista?
Estos salmos lamentan la prosperidad actual de los impíos y el desafío que este hecho plantea a los justos. Los impíos no solo prosperan, sino a veces además desprecian abiertamente a Dios y oprimen a otros. Lo desconcertante es que, mientras que “la vara de la impiedad” (Sal. 125:3) domina al mundo, el “cetro de justicia” (Sal. 45: 6) parece fracasar. Entonces, ¿por qué no rendirse y aceptar el mal, como hacen otros?
Lee Salmo 73:1 al 20 y 27. ¿Qué ayuda al salmista a superar la crisis? ¿Cuál es el fin de los que confían en cosas vanas? (Ver también 1 Ped. 1:17).
Cuando el salmista de Salmo 73 seguía enfocado en la iniquidad actual del mundo, era incapaz de ver el panorama completo desde el punto de vista de Dios. El problema que la prosperidad del mal planteaba a su fe era abrumador; además, creía que su argumento sobre la inutilidad de la fe se basaba en la realidad.
Sin embargo, Salmo 73 muestra que “estas cosas se burlan de los que ignoran el primer versículo de este salmo, que es el resumen de todo el salmo: ‘Dios es realmente bueno con Israel, con los limpios de corazón’ ” (Johannes Bugenhagen, Reformation Commentary on Scripture [Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 2018], p. 11).
El salmista es conducido al Santuario, el lugar del gobierno soberano de Dios, y allí se le recordó que el “hoy” es solo una pieza del mosaico, y que debe considerar el “fin”, cuando los impíos enfrentarán el Juicio de Dios. El hecho de que el salmista comprendiera esta verdad en el Santuario y confesara su insensatez anterior demuestra que la realidad solo puede captarse con discernimiento espiritual y no mediante la lógica humana.
■ ¿Te consuela la promesa del juicio de Dios sobre el mundo y sobre toda su maldad, cuando hoy tanta maldad queda impune?
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- Notas de EGW - Jueves
- Muchos procuran hacerse un cielo adquiriendo riquezas y poder. “Hablan con maldad de hacer violencia; hablan con altanería” (Salmo 73:8), pisotean los derechos humanos, y desprecian la autoridad divina. Podrán los orgullosos ejercer momentáneamente gran poder y tener éxito en todas sus empresas; pero al fin solo encontrarán desilusión y miseria.
El tiempo de la investigación de Dios ha llegado. El Altísimo descenderá para ver lo que los hijos de los hombres han construido. Su poder soberano se revelará; las obras del orgullo humano serán abatidas. “Desde los cielos miró Jehová; vio a todos los hijos de los hombres: desde la morada de su asiento miró sobre todos los moradores de la tierra”. “Jehová hace nulo el consejo de las gentes, y frustra las maquinaciones de los pueblos. El consejo de Jehová permanecerá para siempre; los pensamientos de su corazón por todas las generaciones”. Salmo 33:13, 14, 10, 11 (Historia de los patriarcas y profetas, p. 116).
El futuro nos depara grandes acontecimientos, y deseamos invitar al pueblo para que abandone su indiferencia y se prepare para ese día… No tenemos que abandonar ahora nuestra confianza, sino tener una firme seguridad, más firme que nunca antes. Hasta ahora nos ha ayudado el Señor, y nos ayudará hasta el fin. Contemplaremos las monumentales columnas, recuerdos de lo que el Señor ha hecho por nosotros, para consolarnos y salvarnos de la mano del destructor. Debemos recordar con nitidez cada lágrima nuestra que el Señor ha enjugado, cada dolor que ha calmado, cada ansiedad que ha eliminado, cada temor que ha disipado, cada necesidad que ha satisfecho, cada misericordia concedida, y así fortalecernos para lo que aún nos espera delante en el peregrinaje (This Day With God, p. 58; parcialmente en Cada día con Dios, p. 56).
Desde el pesebre hasta la cruz, la vida de Jesús fue una vocación de entrega de sí mismo, y de participación en los sufrimientos. Reveló los propósitos de los hombres. Jesús vino con la verdad del cielo, y todos los que escucharon la voz del Espíritu Santo fueron atraídos a él. Los que se adoraban a sí mismos pertenecían al reino de Satanás. En su actitud hacia Cristo, todos iban a demostrar en qué lado estaban. Y así cada uno pronuncia juicio sobre sí mismo.
En el día del juicio final, cada alma perdida comprenderá la naturaleza de su propio rechazamiento de la verdad. Se presentará la cruz y toda mente que fue cegada por la transgresión verá su verdadero significado. Ante la visión del Calvario con su Víctima misteriosa, los pecadores quedarán condenados. Toda excusa mentirosa quedará anulada. La apostasía humana aparecerá en su odioso carácter. Los hombres verán lo que fue su elección. Toda cuestión de verdad y error en la larga controversia quedará entonces aclarada. A juicio del universo, Dios quedará libre de toda culpa por la existencia o continuación del mal (_El Deseado de todas las gentes,_p. 40).
PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:
Lee Salmo 56 y Elena de White, El camino a Cristo, “La fuente de la felicidad”,
pp. 171-188.
Al igual que los salmistas, el pueblo de Dios de todos los tiempos cada tanto
se pregunta cómo “cantar la canción del Señor en tierra extraña”. Nuestra fe en
el gobierno soberano del Señor se ve desafiada, a veces en extremo, y podemos
plantearnos si Dios tiene el control o si realmente es tan poderoso y bueno
como dicen las Escrituras.
La fe bíblica implica a menudo tanto incertidumbre y suspenso como confianza y afirmación. A veces, la incertidumbre y el suspenso, especialmente ante el mal y la aparente ausencia de Dios, pueden ser casi insoportables. Con todo, la incertidumbre nunca debe referirse a Dios, a su carácter amoroso y justo ni a su fidelidad. Los salmistas pueden tener dudas sobre el futuro, pero a menudo apelan al amor y la fidelidad inquebrantables de Dios (Sal. 36:5-10; 89:2, 8).
Nosotros debemos seguir el mismo ejemplo. “Reunid todas vuestras facultades para mirar hacia arriba, no hacia abajo a vuestras dificultades; entonces no desmayaréis por el camino. Pronto veréis a Jesús detrás de la nube, extendiendo su mano para ayudaros; y todo lo que tendréis que hacer será darle vuestra mano con fe sencilla y dejarle que os guíe. A medida que manifestéis confianza, tendréis esperanza por la fe en Jesús” (Elena de White, Testimonios para la iglesia, t. 5, p. 545).
Las ocasiones en que Dios “ha encubierto su rostro” no socavan la eficacia de la oración. Al contrario, estas ocasiones hacen que los salmistas reflexionen, recuerden los pasados actos salvíficos de Dios, y busquen a Dios con confesión y peticiones humildes (Sal. 77:10-12; 89:46-52). “La fe se fortalece al entrar en conflicto con dudas e influencias opositoras. La experiencia obtenida en estas pruebas es de más valor que las joyas más costosas” (Elena de White, Testimonios para la iglesia, t. 3, p. 609).
PREGUNTAS PARA DIALOGAR:
1. ¿Qué tensiones experimentaron los salmistas frente al mal? ¿A qué tensiones similares te has enfrentado tú, y cómo las has afrontado? ¿Cómo conservas la fe durante estos tiempos?
2. ¿Dónde debemos buscar respuestas cuando nuestra fe en Dios es puesta a prueba por las dificultades o por personas cuyos propios sufrimientos les hacen cuestionar la bondad y el poder de Dios?
3. ¿Cómo responder la pregunta común sobre el mal en un mundo creado y sostenido por un Dios de amor todopoderoso? ¿Cómo ayuda la temática del Gran Conflicto a responder, al menos en parte, a este desafío?
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- Notas de EGW - Viernes
- El Deseado de todas las gentes, “El divino Pastor”, pp. 442-448;
Testimonios para la iglesia, fragmento de “El sello de Dios”, t. 5, pp. 209, 210.
Dios lo bendiga!!!
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MATERIAL AUXILIAR PARA EL MAESTRO
Lección 5 -
EL SÁBADO ENSEÑARÉ...
Parte I: RESEÑA
Texto clave: Salmo 137:4
La presencia del sufrimiento y el mal entre nosotros suscita preguntas desconcertantes en la mente de muchos, relacionadas con el carácter de Dios.
¿Por qué permitió Dios que existiera el pecado? ¿Por qué permite que sufran los inocentes? ¿Por qué permite que el pecado y el sufrimiento continúen? ¿Por qué prosperan los impíos? ¿Han fallado las promesas de Dios en la Biblia? Las Escrituras, ¿son simplemente una bella obra maestra de la literatura (inspiradora, pero no divinamente inspirada) para gente con una inclinación espiritual? O peor aún, la Biblia y sus promesas, ¿son delirios de mentes piadosas, pero sin ninguna base en la realidad, porque en última instancia Dios, como alegan las mentes seculares, no existe? Lamentablemente, esta serie de preguntas es demasiado común entre muchas mentes en la actualidad. El cuestionamiento de las acciones de Dios siembra las semillas de la incredulidad y el escepticismo en el corazón de los demás, especialmente entre los jóvenes. Con demasiada frecuencia, cuando estas preguntas de incredulidad surgen en la mente de los creyentes, el resultado es que “el amor de la mayoría se enfriará” (Mat. 24:12).
Salmos es más que canciones de alabanza bonitas para Dios. Pretende ejercer un profundo impacto en nuestra comprensión de cuestiones tan complejas como la existencia del pecado y el sufrimiento. Cuando analizamos el Salterio a la luz de este desafiante tema, volvemos a maravillarnos ante la cruda honestidad de los salmistas en sus oraciones. Su franqueza nos recuerda que también nosotros podemos hacer preguntas al Señor; también podemos expresarle nuestras dudas.
Dios escuchará felizmente nuestras preocupaciones si le preguntamos con fe y humildad. Él responderá nuestras humildes preguntas y preocupaciones, dándonos luz en medio de nuestra lucha con la duda y el miedo.Parte II: COMENTARIO
¿Por qué permite Dios que existan el pecado y el sufrimiento?
Aunque el Salterio no aborda explícitamente esta pregunta concreta, Salmos 74 y 79, que abordan la destrucción de Jerusalén, se basan en estas preocupaciones. Entre estos dos salmos, vemos algunas similitudes notables en relación con el tema del pecado y el sufrimiento:
1. Cada salmo trata de la destrucción de la ciudad amada (Sal. 74:3-9; 79:1-4), que suscita las lamentaciones lastimeras del salmista.
2. En ambos salmos, Asaf desea que el Señor anule la destrucción (Sal. 74:10, 11; 79:5-7). Así, pregunta al Señor: “¿Hasta cuándo?”
3. La causa de las desgracias de Jerusalén es el pecado del pueblo (Sal. 79:8-10). Solo Salmo 79 menciona esta razón: el pueblo de Dios ha fracasado.
4. En ambos cantos, Asaf no pierde la fe en su Rey celestial (Sal. 74:12-17) ni la confianza en “la grandeza de tu brazo” (Sal. 79:11).
Como Asaf, podemos preguntarnos por qué nos enfrentamos al mal, el sufrimiento y la muerte. Estas son las preguntas universales que las mentes inquisitivas se han hecho desde los albores de la historia humana. La respuesta es siempre la misma: el pecado. El pecado es el extraño intruso en la Creación de Dios. Desde la caída de Satanás en el Cielo hasta nuestra condición caída de hoy, la iniquidad ha engendrado todo el sufrimiento y la muerte en la historia. Podríamos argumentar, justificadamente, que Dios ha dado libre albedrío a sus criaturas y, a partir de ahí, filosofar respecto de las ramificaciones del pecado y el sufrimiento. Pero los autores bíblicos se abstienen de esta táctica. Confiemos, pues, como Asaf, en el poder y la sabiduría de nuestro Creador para resolver esta cuestión a su manera y a su tiempo.¿Por qué permite Dios que sufran los inocentes?
La lección nos recuerda que el pecado puede traer enfermedad (Sal. 41:3, 4). Con esta idea en mente, consideremos la pregunta:
“¿Por qué permitió Dios que sufriera el inocente?” a la luz de cuatro salmos: Salmo 6; 41; 88; y 102.
En primer lugar, observamos que estos cuatro cantos describen el sufrimiento que experimentan los salmistas a causa de la enfermedad (Sal. 6:2, 6, 7; 41:3; 88:3-9; 102:3-7, 9-11). En segundo lugar, los salmistas suplican al Señor que los sane (Sal. 6:2, 4; 41:1, 4; 88:1, 2, 13, 14; 102:1, 2). Consideran que su sanación es una vindicación de Dios en presencia de sus enemigos (Sal. 6:8-10; 41:5-12; 102:15-19). Por último, argumentan persuasivamente que, de haber muerto, se habrían visto privados de la oportunidad de alabar el nombre de Dios (Sal. 6:5; 88:10-12).
A esta altura del análisis, debemos señalar que la mente hebrea no estaba interesada en plantearse cuestiones filosóficas acerca del dolor y el sufrimiento humanos. Más bien, su centro de atención era Dios y su gloria. Los salmistas reconocen que el Señor permite sus penas (Sal. 6:1). También reconocen que únicamente él puede dar salud. Al curarse de sus aflicciones, quieren dar testimonio de las misericordias sanadoras de Dios.
¿Hemos ejemplificado esta misma actitud cuando estamos afligidos por la enfermedad? Solemos quejarnos: “¿Por qué a mí, Señor?” ¿No sería mejor, por cierto, en ese momento difícil, confiar en Dios y esperar su vindicación para poder testificar de su gloria?¿Por qué Dios no pone fin a nuestro sufrimiento actual?
En medio del sufrimiento, a menudo nos preguntamos: “¿Dónde está Dios?” Esta pregunta suele brotar en nuestro interior desde el lugar de la más profunda angustia y desesperación. En esos momentos, nuestra tendencia, como seres humanos, no es moralizar ni abordar filosóficamente nuestro dolor y sufrimiento. Únicamente queremos respuestas y alivio. En nuestra desesperación, a menudo, como hicieron los salmistas, acudimos a Dios en busca de ayuda.
Observa que, aunque parezca que el Creador no está presente, la súplica del salmista es: “Señor, oye mi oración y escucha mi clamor. No calles ante mis lágrimas” (Sal. 39:12). El salmista sabe que Dios está allí, aunque no tenga ninguna señal externa de la presencia divina. Eso sí que es fe. El salmista no dice: “¡Renuncio! Abandono mi fe porque Dios no me responde. Por lo tanto, él no debe existir”. Al contrario, el salmista confía en Dios y espera que él actúe en su favor en el momento oportuno.
“Descansa en el Señor, y espera tranquilo en él” (Sal. 37:7). Si Dios guarda silencio, es hora de que nosotros también guardemos silencio y esperemos. La pregunta no es:
“¿Dónde está Dios?” Dios está allí y se preocupa por nosotros. La pregunta es: “Nosotros, ¿estaremos también allí, esperando con fe a que él actúe en nuestro favor?” ¿Han fallado sus promesas en las Escrituras? Salmo 77 expresa bien los sentimientos de duda y desánimo que a menudo nos oprimen en tiempos de angustia: “¿Desecha el Señor para siempre? ¿No volverá a sernos propicio? ¿Cesó para siempre su invariable amor? ¿Se acabó su promesa hecha para todas las generaciones? ¿Se olvidó Dios de su bondad? ¿Ha retenido con ira sus piedades?” (Sal. 77:7-9).
La respuesta que da el propio autor es sencilla, pero crucial: recuerda en el presente los milagros que Dios ha hecho por ti en el pasado (Sal. 77:11-20). “Recordaré las obras del Señor” (Sal. 77:11). A continuación, el salmista describe el momento más paradigmático de la intervención de Dios en la historia de Israel: el Éxodo de Egipto. El salmista recuerda las maravillas que Jehová realizó cuando liberó a su pueblo de la esclavitud en ese país (Sal. 77:14, 15). Presta especial atención a la milagrosa separación del Mar Rojo (Sal. 77:16-19): “A través del mar fue tu camino” (Sal. 77:19). El salmista también recuerda la manera en que Dios guio el ministerio de Moisés y de Aarón (Sal. 77:20).
Como advierte tan acertadamente el Espíritu de Profecía: “No tenemos nada que temer del futuro, a menos que olvidemos la manera en que el Señor nos ha conducido, y lo que nos ha enseñado en nuestra historia pasada” (Elena de White, Notas biográficas, p. 193).
Cuando estemos enfermos o acosados por la tribulación, haríamos bien en realizar el siguiente ejercicio de fortalecimiento de la fe: destacar en un diario las bendiciones más preciosas que el Señor nos ha concedido en nuestra vida, desde las más sencillas hasta las más impactantes. Al fin y al cabo, ¿no fue este ejercicio de recordar lo que hizo el salmista?¿Por qué prosperan los impíos?
David introduce el tema que nos ocupa con el siguiente consejo: “No te impacientes a causa de los malignos” (Sal. 37:1). Resume el fundamento de su consejo (los malhechores perecerán [Sal. 37:2]) antes de pasar a su principal preocupación, que es el creyente. David lo anima con varios principios para vivir piadosamente (Sal. 37:3-9).
Estos imperativos morales son la base para mantener la salud y la aptitud mental en un mundo injusto. David incorpora promesas en medio de sus imperativos, como sigue:
1. “Confía en el Señor”.
2. “Haz lo bueno”. Promesa: “Habita en la tierra y cultiva la fidelidad” (Sal. 37:3).
3. “Deléitate en el Señor”. Promesa: “Y él te dará los deseos de tu corazón” (Sal. 37:4).
4. “Encomienda al Señor tu camino”.
5. “Confía en él”. Promesa: “Y él hará” (Sal. 37:5). “Exhibirá tu justicia como la luz, y tu derecho como el mediodía” (Sal. 37:6).
6. “Descansa en el Señor”.
7. “Espera tranquilo en él”.
8. “No te impacientes por el hombre que hace el mal y prospera en su camino” (Sal. 37:7).
9. “Deja la ira”.
10. “Abandona el enojo”.
11. “No te impacientes, que eso solo conduce al mal” (Sal. 37:8). Promesa: “Porque los malhechores serán exterminados, pero los que esperan en el Señor heredarán la tierra” (Sal. 37:9).
Este salmo es una obra maestra literaria, tanto en su forma como en su contenido. Si nos esforzáramos ardientemente por poner en práctica las directrices que contiene, evitaríamos muchos desengaños y amarguras. Además, el texto del salmo nos ofrece promesas alentadoras que nos motivan a poner en práctica sus preceptos. El salmista repasa los mismos conceptos en el resto de su canto:
(a) La prosperidad de los impíos (Sal. 37:12, 14);
(b) el mandato de confiar en el Señor (Sal. 37:27, 34, 37);
(c) el comportamiento de los justos (Sal. 37:21, 26, 30, 31);
(d) la destrucción de los malhechores (Sal. 37:10, 13, 15, 22, 35, 36, 38); y
(e) las promesas para los fieles (Sal. 37:11, 16-20, 22-25, 28, 29, 32, 33, 39, 40). Los conceptos expresados en este salmo lo hacen merecedor de nuestro más profundo estudio.Parte III: APLICACIÓN A LA VIDA
El salmista nos invita a confiar en Dios en medio del sufrimiento y las pruebas.
La mayoría de las veces, probablemente no obtengamos respuestas claras a nuestras preguntas más desconcertantes de este lado de la Eternidad. A veces, quizá no sintamos la presencia de nuestro Protector celestial a nuestro lado. O podemos sentir que las promesas de Dios fallan. Pero debemos recordar los imperativos morales de los salmistas: confía en Dios, independientemente de las circunstancias; recuerda sus maravillas en tu vida; estudia más a fondo la Palabra de Dios; aférrate a las promesas de Dios; ¡y sujétate fuertemente al Señor! “La salvación de los justos viene del Señor. Él es su refugio en el tiempo de angustia. El Señor los ayudará y los librará.
Los libertará de los impíos, y los salvará, porque en él esperaron” (Sal. 37:39, 40).
LECCIONES DE ESCUELA SABÁTICA DE ADULTOS - EL LIBRO DE SALMOS
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