Lección 13: ¡Espera en el Señor! | El Libro de Salmos | Escuela Sabática 1T 2024
Lección 13: Para el 30 de marzo de 2024
¡ESPERA EN EL SEÑOR!
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Salmo 27:14; Romanos 8:18-25; Salmo 131; Mateo 18:3; Salmos 126; 92; Marcos 16:1-8; 2 Pedro 1:19.
PARA MEMORIZAR:
“¡Espera en el Señor! ¡Esfuérzate y aliéntese tu corazón! ¡Espera en el Señor!” (Sal. 27:14).
Hemos llegado a la última semana de este trimestre, en el que estudiamos
los salmos. En este viaje espiritual, pasamos por la experiencia del sobrecogimiento
ante el majestuoso Creador, Rey y Juez; por el gozo de la
liberación divina, el perdón y la salvación; por momentos de entrega en el dolor
y el lamento; y por las gloriosas promesas de la presencia eterna de Dios y el
anhelo de la adoración perpetua y universal a Dios. Sin embargo, el viaje continúa
mientras vivamos en la esperanza de la venida del Señor, cuando nuestro
anhelo de Dios hallará su cumplimiento definitivo. Si hay una nota final que
podamos extraer de los salmos, debería ser “espera en el Señor”.
Esperar en el Señor no es una espera ociosa ni desesperada. Al contrario, esperar en el Señor es un acto lleno de confianza y fe; una confianza y una fe que se revelan en la acción. Esperar en el Señor transforma nuestras noches tenebrosas con la expectación de la mañana radiante (Sal. 30:5; 143:8). Fortalece nuestro corazón con una esperanza y una paz renovadas. Nos motiva a trabajar con más ahínco al traer las gavillas de la abundante cosecha de los campos misioneros del Señor (Sal. 126:6; Mat. 9:36-38). Esperar en el Señor nunca nos avergonzará, sino que se recompensará con creces, porque el Señor es fiel a todas sus promesas (Sal. 37:7-11, 18, 34; 71:1; 119:137, 138).
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- Notas de EGW - Sábado
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EL LLAMADO A ESPERAR
Lee Salmos 27:14; 37:7, 9 y 34; 39:7; 40:1; 69:6; Gálatas 5:5; y Romanos 8:18 al 25. Estos pasajes, ¿qué imploran que haga el pueblo de Dios?
Tal vez una de las mayores tensiones de la vida sea el estrés de la espera. No importa quiénes seamos, dónde vivamos o cuál sea nuestra posición en la vida, a veces, todos tenemos que esperar. Desde esperar en la fila de una tienda hasta esperar para oír un pronóstico médico; esperamos, y no siempre nos gusta hacerlo, ¿verdad?
¿Qué ocurre, entonces, cuando esperamos en Dios? La noción de esperar en el Señor no solamente se encuentra en Salmos, abunda en toda la Biblia. La palabra clave es perseverancia. La perseverancia es nuestro compromiso supremo de negarnos a sucumbir al miedo ante la desilusión de que, por alguna razón, Dios no vendrá por nosotros. El hijo leal de Dios espera, sabiendo con certeza que Dios es fiel; y los que esperan en él pueden confiar en que, si le entregamos nuestra situación, podemos estar seguros de que la resolverá para nuestro bien, aunque en ese momento no lo veamos necesariamente así.
Esperar en el Señor es más que simplemente aguantar. Es un profundo anhelo de Dios que se compara con la sed intensa en tierra seca (Sal. 63:1). El salmista espera muchas bendiciones de Dios, pero su anhelo de acercarse a su Dios supera cualquier otro deseo y necesidad en la vida.
Como leemos en este sorprendente pasaje de Romanos, Dios y toda la Creación
esperan la renovación del mundo y el bendito encuentro entre Dios y su
pueblo en el tiempo del fin. Pablo escribe: “La creación aguarda con profundo
anhelo que los hijos de Dios sean revelados” (Rom. 8:19).
¡Qué promesa tan increíble!
No obstante, mientras esperamos la salvación definitiva y la reunión con Dios, aunque “todas las criaturas gimen a una, y a una sufren dolores como de parto” (Rom. 8:22), el Señor habita con su pueblo ahora, por medio del Espíritu Santo.
Mientras tanto, se nos llama a dar testimonio (Hech. 1:4-8) del Plan de Salvación, que concluirá con una nueva Creación. Esa nueva Creación, en última instancia, es lo que estamos esperando: el cumplimiento final de nuestras esperanzas como cristianos adventistas. El mismo nombre, Adventista, abarca la idea de la esperanza que aguardamos. Esperamos, pero sabemos que no es en vano. La muerte y la resurrección de Cristo, en su primera venida, es nuestra garantía de su segunda venida.
■ ¿Qué cosas esperas ahora de Dios? ¿Cómo aprendemos a esperar con fe y confianza, especialmente cuando lo que pedimos aún no ha llegado?
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- Notas de EGW - Domingo
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LA PAZ DE UN NIÑO DESTETADO
Lee Salmo 131. ¿Qué nos enseña este salmo acerca de nuestra relación con Dios?
El pueblo de Dios vive en un mundo que aflige a los fieles, un mundo lleno de tentaciones y dificultades para casi todos. Una renovada convicción de que es hijo de Dios y que depende de Dios para su vida consuela al salmista y lo lleva a confesar que su orgullo no tiene valor. Lo engañoso del orgullo es que hace que los orgullosos se vuelvan egocéntricos e incapaces de ver más allá de sí mismos. Así, el orgulloso se ciega ante la realidad superior de Dios.
En cambio, los justos elevan su vista a Dios (Sal. 123:1, 2). El reconocimiento de la grandeza de Dios los hace humildes y libres del egoísmo y la vana ambición. El salmista confiesa que no busca “grandezas” ni “cosas demasiado sublimes” (Sal. 131:1). Estas expresiones describen las obras de Dios en el mundo que sobrepasan la comprensión humana. La ciencia moderna nos ha demostrado que incluso las cosas más “sencillas” pueden ser increíblemente complicadas y estar mucho más allá de nuestra comprensión, al menos por ahora. De hecho, hay una gran ironía: cuanto más aprendemos del mundo físico, mayores son los misterios que aparecen ante nosotros.
Mientras tanto, la metáfora de Salmo 131:2, “como un niño destetado se
aquieta en brazos de su madre”, es una poderosa imagen de alguien que encuentra
la calma y que se tranquiliza ante el abrazo de Dios. Señala la relación
de amor que un niño tiene con su madre en las distintas etapas de su vida.
Al “destetarnos” de las ambiciones insustanciales y del orgullo, Dios nos
presenta el alimento sólido, que consiste en “hacer la voluntad del que me
envió y acabar su obra” (Juan 4:34; también Heb. 5:12-14). La confianza infantil
descrita en Salmo 131 es una fe madura que ha sido probada por las dificultades
de la vida y que ha descubierto que Dios es fiel a su Palabra.
Al final, la atención del salmista se centra en el bienestar del pueblo de Dios. En definitiva, se nos llama a utilizar nuestra experiencia con Dios para fortalecer a su iglesia. Es decir, aquello que hemos aprendido personalmente, la fidelidad y la bondad de Dios, podemos compartirlo con otros que, por alguna razón, todavía luchan con su fe. Nuestro testimonio acerca de Cristo puede darse incluso dentro de la propia iglesia, donde muchos necesitan conocerlo personalmente.
■ “Les aseguro que si no cambian y se vuelven como niños, jamás entrarán en el reino de los cielos” (Mat. 18:3). ¿Qué nos está diciendo Jesús aquí? ¿Qué implica esta idea?
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- Notas de EGW - Lunes
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TRAYENDO SUS GAVILLAS
Lee Salmo 126. ¿Qué le da fuerza y esperanza al pueblo de Dios? ¿Qué se dice aquí, en este contexto, que podamos aplicar a nuestra vida hoy?
Las liberaciones milagrosas del Señor en el pasado son una fuente inagotable de inspiración para el pueblo de Dios y su fuente de esperanza para el futuro. La liberación del pasado fue tan grande que podría describirse como un sueño hecho realidad (Isa. 29:7, 8). Observa que la generación que alaba al Señor en Salmo 126 por la liberación del cautiverio de su pueblo en el pasado (Sal. 126:1) está actualmente en cautiverio (Sal. 126:4).
Sin embargo, el gozo y el alivio del pasado se reviven mediante cantos y se vuelven propios en la experiencia actual. Las nuevas generaciones mantienen viva la historia bíblica al considerarse presentes entre quienes presenciaron los acontecimientos de primera mano. Por lo tanto, una fe viva valora los grandes hechos de Dios por su pueblo en el pasado como algo que el Señor ha hecho por nosotros, y no simplemente como cosas que el Señor hizo por ellos (las generaciones pasadas de creyentes).
De hecho, el recuerdo del pasado estimula una esperanza renovada para el presente. La imagen de “los arroyos del desierto” (Sal. 126:4) es una poderosa metáfora de la acción repentina y poderosa de Dios en favor de su pueblo. El sur de Judá era una región árida y desértica. Los arroyos se formaban de repente y se llenaban de aguas caudalosas tras las fuertes lluvias de la estación lluviosa. Las lluvias tempranas y las tardías desempeñaban un papel crucial en el éxito del año agrícola (Deut. 11:14; Deut. 28:12). Del mismo modo, la imagen de sembrar con lágrimas y cosechar con regocijo (Sal. 126:5, 6) es una poderosa promesa de la conducción divina desde un presente difícil hacia un futuro feliz.
El final de la época de cosecha era el momento en que las antiguas peregrinaciones hebreas llevaban los frutos de la temporada al Templo de Dios en Jerusalén (Éxo. 34:22, 26). El motivo de la cosecha brindaba una potente lección espiritual al pueblo de aquella época. Del mismo modo que el duro trabajo de sembrar y cuidar los campos, huertos y viñedos se ve recompensado con la alegría de una cosecha abundante, las pruebas actuales del pueblo de Dios se verán coronadas por el gozo de la salvación en el tiempo del fin. La imagen de la gran cosecha apunta a la restauración del Reino de Dios en la Tierra en la segunda venida de Cristo (Amós 9:13-15; Mat. 9:37). Sin embargo, aquí también surge el tema de la espera. Al igual que con la cosecha, debemos esperar para ver el fruto y los resultados de nuestra labor.
■ Piensa en algunas ocasiones en las que hayas visto al Señor obrando clara e inequívocamente en tu vida o en la de los demás. ¿Cómo puedes renovar tu esperanza con esas experiencias para lo que quizás estés viviendo ahora?
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- Notas de EGW - Martes
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ESPERAR EN EL DESCANSO SABÁTICO DE DIOS
Lee Salmo 92. ¿Qué dos aspectos del sábado se destacan en este canto acerca del día de reposo?
La alabanza a Dios por las grandes obras de sus manos (Sal. 92:4, 5) y la descripción edénica de los justos (Sal. 92:12-14) señalan claramente a la Creación, el primer aspecto que conmemora el sábado. El salmo también ensalza al Señor por su victoria sobre los enemigos, como Dios de justicia (Sal. 92:7-15), y refuerza así la segunda faceta del sábado: la redención del mal (Deut. 5:12-15). De esta manera, Salmo 92 ensalza a Dios por su Creación en el pasado y por sostener el mundo en la actualidad, y apunta a la esperanza final de la paz y el orden divinos por toda la eternidad.
El pueblo puede disfrutar del descanso sabático porque Dios es el “Altísimo” (Sal. 92:1); su posición superior (en las alturas) le da una ventaja sin igual sobre sus enemigos.
Sin embargo, aunque es el Altísimo, el Señor no duda en descender para rescatar a quienes lo invocan. La obra de creación del Señor y, sobre todo, la redención de esa Creación, deberían inspirar a la gente a adorar a Dios y a amarlo. A fin de cuentas, vivir en una Creación caída, sin esperanza de redención, no es algo que nos entusiasme especialmente. Amamos, sufrimos, morimos... sin ninguna esperanza. Por eso, alabamos al Señor no solamente como Creador, sino también como Redentor.
El “aceite fresco” transmite la idea de la renovada devoción del salmista por servir a Dios como su siervo reconsagrado (Sal. 92:10). La unción con aceite se hacía para consagrar a personas elegidas como sacerdotes y reyes (Éxo. 40:15; 1 Sam. 10:1). Sin embargo, el salmista eligió una palabra hebrea inusual, balal, para describir su unción, que no representa típicamente la unción de los siervos de Dios, sino que denota la “mezcla” de aceite con otras partes del sacrificio (Éxo. 29:2; Lev. 2:4, 5). El uso exclusivo del balal por parte del salmista implica que este desea presentarse a sí mismo como sacrificio vivo ante el Señor y consagrar todo su ser a Dios (Rom. 12:1).
No es sorprendente encontrar pensamientos acerca de la consagración en un salmo dedicado al sábado, porque el sábado es la señal de que el Señor santifica a su pueblo (Éxo. 31:13). Las imágenes de palmeras y cedros del Líbano representan al pueblo de Dios que crece en la fe y en la verdadera apreciación de los maravillosos propósitos y el amor de Dios. El sábado es la señal del Pacto eterno del Señor con su pueblo (Eze. 20:20). Por lo tanto, el descanso sabático es esencial para el pueblo de Dios, porque lo capacita para esperar confiadamente en que el Señor cumplirá todas las promesas de su Pacto (Heb. 4:1-10).
■ Vuelve a leer Salmo 92. ¿Qué gran esperanza se nos ofrece allí, y cómo podemos, incluso ahora mismo, consolarnos con lo que dice?
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- Notas de EGW - Miércoles
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LA ALEGRÍA LLEGA POR LA MAÑANA
Lee Salmos 5:3; 30:5; 49:14; 59:16; 92:2; 119:147; 2 Pedro 1:19; y Apocalipsis 22:16. ¿Qué momento del día se describe simbólicamente como el momento de la redención divina, y por qué?
En los salmos, la mañana es generalmente el momento en que se anhela la redención de Dios. La mañana revela el favor de Dios, que pone fin a la larga noche de desesperación y angustia (Sal. 130:5, 6). En Salmo 143, la liberación de Dios invertirá la oscuridad presente de la muerte (Sal. 143:3) en la luz de una nueva mañana (Sal. 143:8); y el estar en la fosa (Sal. 143:7), en residir en la “tierra de rectitud” (Sal. 143:10).
Lee Marcos 16:1 al 8. ¿Qué sucedió en la mañana de la que se habla aquí, y por qué es tan importante para nosotros?
La mañana de la resurrección de Jesucristo abrió las puertas a la mañana eterna de la salvación de Dios para todos los que creen en su nombre. Los discípulos de Jesús experimentaron toda la fuerza de la promesa de Salmo 30:5: “El llanto puede durar una noche, pero a la mañana viene la alegría”, cuando se encontraron con el Señor resucitado. Únicamente por el favor y el amor incondicional de Dios, nuestro llanto se transforma en alegría (Sal. 30:5, 7).
Como la estrella de la mañana anuncia el nacimiento de un nuevo día, así la fe anuncia la nueva realidad de la vida eterna en los hijos de Dios (2 Ped. 1:19). A Jesús se lo llama la estrella resplandeciente de la mañana (Apoc. 22:16), a quien esperamos ansiosamente para que establezca su Reino, en el que ya no habrá noche, maldad ni muerte (Apoc. 21:1-8, 25). A fin de cuentas, más que ninguna otra cosa, esto es lo que esperamos cuando hablamos de esperar en el Señor. Y, por cierto, la espera merece la pena.
“Sobre la tumba abierta de José, Cristo había proclamado triunfante: ‘Yo soy la resurrección y la vida’. Únicamente la Deidad podía pronunciar esas palabras. Todos los seres creados viven por la voluntad y el poder de Dios. Son receptores dependientes de la vida de Dios. Desde el más sublime serafín hasta el ser animado más insignificante, todos son abastecidos por la Fuente de vida. Solo el que es uno con Dios podía decir: ‘Tengo poder para poner mi vida, y tengo poder para tomarla de nuevo’. En su divinidad, Cristo poseía el poder para romper las ligaduras de la muerte” (Elena de White, El Deseado de todas las gentes, p. 743).
■ Se ha dicho que la muerte está grabada en nuestras células desde el nacimiento. Aunque sea cierto, al menos para nosotros, seres caídos, ¿qué nos ha prometido la resurrección de Jesús acerca de la temporalidad de la muerte? ¿Por qué no debemos olvidar nunca lo temporal que es la muerte para nosotros?
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- Notas de EGW - Jueves
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PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:
Lee Elena de White, El camino a Cristo, “El secreto del crecimiento”, pp. 99-112.
Los salmos hacen fervientes llamados a esperar en el Señor. “Descansa en el Señor, y espera tranquilo en él” (Sal. 37:7). Cuando la espera nos parezca agobiante, incierta y solitaria, recordemos a los discípulos el día de la ascensión de Jesús al Cielo (Hech. 1:4-11). Jesús fue llevado al Cielo ante sus ojos, mientras que ellos quedaron esperando a que regresara en algún día futuro y desconocido. ¿Habrá alguien que haya experimentado un anhelo más intenso de recibir la bendición de Dios que los discípulos en aquel día? Seguramente anhelaban: “Señor, llévanos contigo ahora”. Sin embargo, se les ordenó esperar la promesa del Padre y el regreso de Jesús. Si pensamos que los discípulos estaban llenos de desesperación y decepción, nos sorprenderemos. Regresaron a Jerusalén e hicieron exactamente lo que Jesús les dijo: esperaron el don del Espíritu Santo y luego predicaron el evangelio al mundo con poder (Hech. 1:12-14; 2).
El mandato de nuestro Señor de esperar en él es imposible de cumplir a menos que él haya hecho su obra en nosotros mediante el Espíritu Santo. Ningún entusiasmo humano podrá soportar la tensión que la espera impondrá a nuestro frágil ser. Únicamente una cosa soportará la tensión, y es permanecer en Jesucristo; es decir, cultivar una relación personal con él. “Si Cristo está en nuestro corazón, inducirá en nosotros ‘el querer como el hacer para que se cumpla su buena voluntad’. Entonces actuaremos como él actuaba y manifestaremos el mismo espíritu. Amán do lo y mo rando en él, ‘creceremos hasta ser en todo como aquel que es la cabeza, es decir, Cristo’. (Elena de White, El camino a Cristo, p. 112). Al seguir esperando en el Señor, encontraremos paz y satisfacción en los salmos. Nuestras oraciones y cánticos son el lugar donde el corazón de Dios y el nuestro se encuentran diariamente.
PREGUNTAS PARA DIALOGAR:
1. ¿Por qué es importante la espera en nuestra vida espiritual? Analiza las experiencias de espera de algunos héroes bíblicos de la fe. ¿De qué manera la espera purificó y fortaleció su fe? (Rom. 4:19-22; Heb. 11).
2. ¿Cuál es el fin de nuestra espera? (Sal. 37:34-40). Es decir, ¿qué se nos promete cuando todo esté finalmente resuelto? ¿Qué esperanza encontramos en estos pasajes, por ejemplo, acerca de la justicia, que hace tanto tiempo que falta en esta vida?
3. En cuanto a la condición de los muertos según la Biblia (Ecl. 9:5), ¿por qué falta poco para que vuelvan a la vida? ¿Qué esperanza podemos extraer de la respuesta?
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- Notas de EGW - Viernes
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Parte I: RESEÑA
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Parte II: COMENTARIO
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Parte III: APLICACIÓN A LA VIDA
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LECCIONES DE ESCUELA SABÁTICA DE ADULTOS - EL LIBRO DE SALMOS
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