Lección 4: El Señor oye y salva | El Libro de Salmos | Escuela Sabática 1T 2024
Lección 4: Para el 27 de enero de 2024
EL SEÑOR OYE Y SALVA
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Salmos 139:1-18; 121; 17:8; Mateo 23:37; 1 Corintios 10:1-4; Hebreos 4:15, 16.
PARA MEMORIZAR:
“Claman los justos y el Señor los escucha, y los libra de todas sus angustias” (Sal. 34:17).
Una y otra vez, Salmos pone de relieve la verdad de que el Señor soberano,
quien creó y sostiene el Universo, también se revela como un Dios personal
que inicia y mantiene una relación con su pueblo.
Dios está cerca de su pueblo y de su Creación, tanto en el Cielo como en la Tierra (Sal. 73:23, 25). Aunque “estableció en el cielo su trono” (Sal. 103:19) y “cabalga sobre las nubes” (Sal. 68:4), también “está cerca de todo el que lo invoca, del que lo invoca de veras” (Sal. 145:18). Los salmos sostienen invariablemente la verdad de que el Señor es el Dios vivo, que actúa en favor de quienes lo invocan (Sal. 55:16-22). Los salmos son significativos precisamente porque están motivados y dirigidos al Dios vivo, que escucha y responde a las oraciones.
Debemos recordar que la respuesta adecuada a la cercanía del Señor consiste en una vida de fe en él y de obediencia a sus mandamientos. Nada que no sea esta fe y esta obediencia será aceptable para él, como a menudo lo reveló la historia de Israel.
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- Notas de EGW - Sábado
- Mientras repasemos … las manifestaciones de la gran misericordia y del inagotable amor de Dios, alabaremos mucho más de lo que nos quejemos. Hablaremos de la fidelidad amante del Dios que, como compasivo y tierno pastor de su rebaño, declaró que nadie arrancará de sus manos a sus ovejas. El lenguaje del corazón no será una egoísta murmuración y queja. Como raudales cristalinos, las alabanzas brotarán de los que creen verdaderamente en Dios. “Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida: y en la casa de Jehová moraré por largos días”. “Me has guiado según tu consejo, y después me recibirás en gloria. ¿A quién tengo yo en los cielos si no a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra”. Salmo 23:6; 73:24, 25 (Testimonios para la iglesia, t. 6, pp. 367, 368).
Quiero llamaros la atención a las preciosas promesas de la Palabra de Dios… Me alegro de que nuestros sentimientos no son evidencia de que no seamos hijos de Dios. El enemigo os tentará a pensar que habéis hecho cosas que os han separado de Dios, y que ya no os ama; pero nuestro Señor todavía nos ama, y esto podemos saberlo por las palabras que ha dejado escritas para casos como estos… “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”. 1 Juan 1:9
Dios os ama, y el precioso Salvador, que se entregó por vosotros, no os rechazará porque sois tentados, y habéis vencido en vuestra debilidad. Sigue amándoos (A fin de conocerle, p. 287).
Podemos mantenernos tan cerca de Dios que en cualquier prueba inesperada nuestros pensamientos se vuelvan hacia él tan naturalmente como la flor se vuelve hacia el sol.
Presentad a Dios vuestras necesidades, tristezas, gozos, cuidados y temores. No podéis agobiarle ni cansarle. El que tiene contados los cabellos de vuestra cabeza no es indiferente a las necesidades de sus hijos… Su amoroso corazón se conmueve por nuestras tristezas y aun por nuestra presentación de ellas. Llevadle todo lo que confunda vuestra mente. Ninguna cosa es demasiado grande para que él no la pueda soportar, pues sostiene los mundos y rige todos los asuntos del universo. Ninguna cosa que de alguna manera afecte nuestra paz es tan pequeña que él no la note. No hay en nuestra experiencia ningún pasaje tan obscuro que él no lo pueda leer, ni perplejidad tan grande que no la pueda desenredar. Ninguna calamidad puede acaecer al más pequeño de sus hijos, ninguna ansiedad puede asaltar el alma, ningún gozo alegrar, ninguna oración sincera escaparse de los labios, sin que el Padre celestial lo note, sin que tome en ello un interés inmediato. Él “sana a los quebrantados de corazón, y venda sus heridas”. Salmo 147:3. Las relaciones entre Dios y cada una de las almas son tan claras y plenas como si no hubiese otra alma por la cual hubiera dado a su Hijo amado (El camino a Cristo, pp. 100, 101).
NO FUERON ENCUBIERTOS DE TI MIS HUESOS
Lee Salmo 139:1 al 18. ¿Cómo describe poéticamente el poder (Sal. 139:1- 6), la presencia (Sal. 139:7-12) y la bondad (Sal. 139:13-18) de Dios? ¿Qué dice la grandeza de Dios acerca de sus promesas?
¿Alguna vez quisiste ayudar a alguien, pero no tenías medios? Del mismo modo, algunos intentaron ayudarte, pero no comprendieron tus necesidades. A diferencia incluso de las personas más afectuosas y con las mejores intenciones, Dios nos conoce perfectamente y sabe quiénes somos, cuáles son nuestras circunstancias, y también cuáles son los medios para ayudarnos. Por eso, sus promesas de ayuda y liberación no son temas superficiales, sino certezas firmes.
El conocimiento que Dios tiene del salmista es tan grande y único que ni siquiera el vientre de su madre podría ocultarlo de Dios (Sal. 139:13, 15). El conocimiento divino abarca el tiempo (Sal. 139:2), el ser interior (Sal. 139:2, 4) y el espacio (Sal. 139:3): toda la existencia del salmista. El maravilloso conocimiento de Dios proviene del hecho de que él es el Creador y de su estrecha relación con las personas, y se manifiesta en su cuidado por ellas.
Esta maravillosa verdad de que Dios nos conoce íntimamente no debe asustarnos, sino impulsarnos a los brazos de Jesús por lo que él ha logrado por nosotros en la Cruz. Porque por la fe en Jesús se nos ha dado su justicia, “la justicia de Dios” mismo (Rom. 3:5, 21).
La presencia de Dios se pone de relieve al describir que Dios llega hasta el “sepulcro” (sheol) y las “tinieblas” (Sal. 139:8, 11, 12), lugares en los que Dios no suele habitar (Sal. 56:13). Su presencia también se representa como si tomara “las alas del alba” (este) para llegar “hasta el extremo del mar” (oeste) (Sal. 139:9). Estas imágenes transmiten la verdad de que no hay lugar en el Universo donde podamos estar fuera del alcance de Dios. Aunque Dios no forma parte del Universo, como algunos creen, está presente en él, pues no solamente lo ha creado, sino también lo sostiene (ver Heb. 1:3).
Como aquel que sabe todo sobre nosotros, Dios puede ayudarnos y restaurarnos. El nuevo descubrimiento de su grandeza provoca en el salmista un estallido de alabanza y confianza renovada. Acoge el escrutinio divino como el medio que puede eliminar de su vida todo lo que perturba su relación con Dios.
■ Para algunos, el hecho de que Dios sepa tanto sobre ellos, incluso sus secretos más oscuros, puede ser un pensamiento bastante aterrador. ¿Por qué entonces el evangelio es nuestra única esperanza?
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- Notas de EGW - Domingo
- En la creación del hombre resulta manifiesta la intervención de un Dios personal. Cuando Dios hubo hecho al hombre a su imagen, el cuerpo humano quedó perfecto en su forma y organización, pero estaba aún sin vida. Después, el Dios personal existente de por sí infundió en aquella forma el soplo de vida, y el hombre vino a ser criatura viva e inteligente. Todas las partes del organismo humano fueron puestas en acción. El corazón, las arterias, las venas, la lengua, las manos, los pies, los sentidos, las facultades del espíritu, todo ello empezó a funcionar, y todo quedó sometido a una ley. El hombre fue hecho alma viviente. Por medio de Cristo el Verbo, el Dios personal creó al hombre, y lo dotó de inteligencia y de facultades.
Nuestra sustancia no le era oculta cuando fuimos hechos en el misterio; sus ojos vieron nuestra sustancia por imperfecta que fuera, y en su libro todos nuestros miembros estaban anotados, aun cuando ninguno de ellos existiera todavía.
Sobre todos los órdenes inferiores de los seres, Dios dispuso que el hombre, corona de su creación, expresara el pensamiento divino y revelara la gloria de Dios (El ministerio de curación, pp. 322, 323).
Nuestras vidas están en las manos de Dios. Él ve los riesgos que nos amenazan como nosotros no podemos verlos. Es el Dador de todas nuestras bendiciones; el Proveedor de todas nuestras misericordias; el Ordenador de todas nuestras experiencias. Percibe peligros que nosotros no podemos ver. Permite que sobrevenga a su pueblo alguna prueba que llene los corazones de sus hijos de tristeza, porque ve que necesitan enderezar su camino, no sea que el cojo se aparte del sendero. Conoce nuestra hechura y se acuerda que somos polvo. Aun los mismos cabellos de nuestra cabeza están contados. Obra a través de las causas naturales para hacernos recordar que él no nos ha olvidado, sino que desea que abandonemos el camino que, si se nos permitiera seguir en forma desenfrenada y sin reprobación, nos conduciría a un gran peligro (Alza tus ojos, p. 63).
Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo unigénito para morir, a fin de redimir al hombre del poder de Satanás. ¿No cuidará entonces del hombre, formado a su imagen?… Dios nota la caída aún de los gorriones; ni uno cae sin que él lo advierta. Por lo tanto, nuestro Padre celestial no abandonará a sus hijos que depositan su confianza en él y se aventuran en sus promesas, aunque el panorama se vea sombrío y amenazador. Él entiende cada circunstancia de nuestra vida. Mira y comprende cómo estamos situados. Él está familiarizado con todas nuestras penas y dolores. Nos conoce a cada uno por nombre, y se conmueve con el sentimiento de nuestras debilidades; porque ha sido tentado en todo como nosotros, y sabe socorrer a los que son tentados. Jesús es nuestro ayudador, y cuidará de todos los que en él confían (The Review and Herald, 25 de agosto, 1885, “The True Standard of Righteousness”).
LA SEGURIDAD DEL CUIDADO DE DIOS
Lee Salmos 40:1 al 3; 50:15; 55:22; y 121. ¿Cómo interviene Dios en nuestros asuntos cotidianos?
El Señor se revela en las Escrituras como el Dios vivo que actúa en favor de quienes lo invocan. El salmista afirma: “Al Señor he puesto siempre ante mí” (Sal. 16:8). Por eso confía en Dios y lo invoca (Sal. 7:1; 9:10). El Señor lo escuchará incluso cuando clame desde lo “profundo” (Sal. 130:1, 2), dando a entender que ninguna circunstancia de la vida escapa al dominio soberano de Dios. Así, el clamor del salmista, aunque es urgente, nunca carece de esperanza.
Salmo 121, por su parte, celebra el poder del Creador en la vida del que es
fiel. Este poder incluye:
(1) “No dejará que tu pie resbale” (Sal. 121:3). La imagen del “pie” a menudo
describe el camino de la vida (Sal. 66:9; 119:105; Prov. 3:23). La palabra hebrea
para “resbalar” describe la seguridad que Dios da al mundo (Sal. 93:1) y a Sion
(Sal. 125:1).
(2) La imagen del Señor como Guardián de Israel, que no se adormece ni
duerme, pone de relieve la constante vigilancia y disposición del Señor para
actuar en favor de sus hijos (Sal. 121:3, 4).
(3) El Señor es “tu sombra” (Sal. 121:5, 6), lo que evoca la columna de nube
durante el Éxodo (Éxo. 13:21, 22). Del mismo modo, el Señor brinda refugio físico
y espiritual a su pueblo.
(4) Dios está a tu diestra (Sal. 121:5). La mano derecha suele designar la mano
más fuerte de una persona, la mano de la acción (Sal. 74:11; 89:13). Aquí transmite
la cercanía y el favor de Dios (Sal. 16:8; 109:31; 110:5).
(5) La protección de Dios a su pueblo se confirma claramente en Salmo 121:6 al 8. Dios preservará a sus hijos de todo mal. Ni “el sol” ni “la luna” los afectarán. Dios preservará su “salida” y su “entrada”. Estas figuras poéticas subrayan el cuidado integral e incesante de Dios.
En resumidas cuentas, el salmista confiaba en el amoroso cuidado de Dios. Nosotros, por supuesto, deberíamos hacer lo mismo.
■ ¿De qué manera práctica puedes experimentar mejor la realidad del cuidado de Dios? ¿Cómo puedes cooperar mejor con Dios para que él pueda obrar en ti y por ti?
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- Notas de EGW - Lunes
- Nunca abandonará Cristo a aquellos por quienes murió. Nosotros podemos dejarle y ser abrumados por la tentación; pero nunca puede Cristo desviarse de un alma por la cual dio su propia vida como rescate. Si nuestra visión espiritual pudiese despertarse, veríamos almas agobiadas por la opresión y cargadas de pesar, como un carro de gavillas, a punto de morir desalentadas. Veríamos ángeles volar prestamente en ayuda de estos seres tentados, para rechazar las huestes del mal que los rodean y colocar sus pies sobre el fundamento seguro…
El que no duerme, el que está obrando de continuo para realizar sus designios, llevará adelante su obra. Él estorbará los propósitos de los hombres impíos, confundirá los consejos de aquellos que maquinan el mal contra su pueblo. El que es el Rey, el Señor de los ejércitos, está sentado entre los querubines; y en medio de la lucha y el tumulto de las naciones, sigue guardando a sus hijos. Cuando las fortalezas de los reyes sean derribadas, cuando las saetas de la ira atraviesen los corazones de sus enemigos, su pueblo estará seguro en sus manos (Profetas y reyes, pp. 130, 131).
“Confíen siempre en el Señor, porque él es la Roca eterna”. Isaías 26:4…
¡Qué fuente esta a la cual podemos recurrir en todos los momentos de dificultad! El corazón no puede abrigar desconfianza. Los seres humanos caemos, somos tercos y rebeldes, y nos mostramos desafiantes incluso frente a Dios. El Señor, sin embargo, es benigno y paciente y de tierna compasión. Tiene el cielo y la tierra a su disposición, y “nuestro Padre, sabe lo que ustedes necesitan, aun antes de que se lo pidan” (Mateo 6:8, TLA).
Vemos apenas un corto trecho del camino que se extiende ante nosotros; pero “todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta” (Hebreos 4:13). Él jamás vacila. Él impera por encima de la confusión y las perturbaciones de la tierra, y todas las cosas están abiertas a su divina inspección; y desde su eterno solio, majestuoso y sereno, puede ordenar lo que según su providencia considere mejor (Mi vida hoy, p. 14).
La presencia de Dios es una garantía para el cristiano. Esta Roca de fe es la presencia viviente de Dios. El más débil puede depender de ella. Los que se creen más fuertes pueden convertirse en los más débiles a menos que dependan de Cristo como su eficiencia y su dignidad …
La fortaleza de toda alma reside en Dios y no en el hombre. La quietud y la confianza han de ser la fuerza de todos los que dediquen su corazón a Dios. Cristo no manifiesta un interés casual en nosotros; el suyo es más fuerte que el de una madre por su hijo… Nuestro Salvador nos ha comprado por medio de sufrimientos y penas, por insultos, reproches, abuso, burlas, rechazo y muerte. Él te está mirando, tembloroso hijo de Dios. Él te dará seguridad bajo su protección… Nuestra débil naturaleza humana no impedirá nuestro acceso al Padre celestial, porque él [Cristo] murió para interceder por nosotros (Dios nos cuida, p. 17).
EL SEÑOR ES UN REFUGIO EN LA ADVERSIDAD
Lee Salmos 17:7 al 9; 31:1 al 3; y 91:2 al 7. ¿Qué hace el salmista en tiempos difíciles?
El salmista se encuentra con diversos tipos de problemas y, en medio de ellos, se dirige al Señor, que es un refugio en toda adversidad. La confianza es la decisión deliberada de reconocer el señorío de Dios sobre nuestra vida bajo todas las circunstancias. Si la confianza no funciona en medio de la adversidad, entonces no funcionará en ninguna ocasión.
El testimonio del salmista: “Diré al Señor: ‘Tú eres mi refugio y mi fortaleza, mi Dios en quien confío’ ” (Sal. 91:2) surge de su experiencia pasada con Dios y ahora sirve para fortalecer su fe en el futuro. El salmista llama Altísimo y Todopoderoso a Dios (Sal. 91:1, 2), recordando la incomparable grandeza de su Dios.
El salmista también habla de la seguridad que podemos encontrar en Dios: el “abrigo” (o “escondite”), la “sombra” (Sal. 91:1), el “refugio”, la “fortaleza” (Sal. 91:2), las “alas”, el “escudo”, la “defensa” (Sal. 91:4) y la “habitación” (Sal. 91:9). Estas imágenes representan refugios seguros en la cultura del salmista. Basta pensar en el calor insoportable del sol en aquella parte del mundo para apreciar el abrigo (o la sombra), o recordar los tiempos de guerras en la historia de Israel para valorar la seguridad que brinda el escudo o la defensa.
Lee Salmo 17:8 y Mateo 23:37. ¿Qué imagen se utiliza aquí y qué revela?
Una de las metáforas más íntimas es la que se refiere a estar “bajo la sombra de tus alas” (Sal. 17:8; 57:1; 63:7). Esta metáfora produce consuelo y seguridad al señalar la protección de un ave madre. Se compara al Señor con un águila que protege a sus crías con sus alas (Éxo. 19:4; Deut. 32:11) y con una gallina que junta a sus polluelos bajo las alas (Mat. 23:37).
■ No obstante, ¿cómo afrontamos los momentos en que la calamidad nos golpea y no podemos ver la protección del Señor? ¿Por qué estos traumas no significan que el Señor no está con nosotros?
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- Notas de EGW - Martes
- Todos se encontrarán con pruebas… Si contempláis a Jesús, si crees en él como vuestro Salvador personal, pasaréis por pruebas, y las soportaréis con paciencia, y así os fortaleceréis para soportar la prueba siguiente.
Es únicamente la estrechez de nuestra visión lo que impide que discernamos la benevolencia de Dios manifestada tanto en la disciplina a que somete a su iglesia, como en las grandes bendiciones que él provee. En todo tiempo de dificultad y confusión, Dios es un refugio seguro para su pueblo. A la sombra de su protección pueden seguir su camino con seguridad. En la aflicción asignada para purificarlos, el poder del evangelio debe ser su consuelo. Encuentran fortaleza en su palabra perdurable (Our High Calling, p. 317; parcialmente en Nuestra elevada vocación, p. 319).
“En el mundo tendréis aflicción: mas confiad, yo he vencido al mundo”. Cristo no desmayó ni se desalentó, y sus seguidores han de manifestar una fe de la misma naturaleza perdurable. Han de vivir como él vivió y obrar como él obró, porque dependen de él como el gran Artífice y Maestro. Deben poseer valor, energía y perseverancia. Aunque obstruyan su camino imposibilidades aparentes, por su gracia han de seguir adelante. En vez de deplorar las dificultades, son llamados a superarlas. No han de desesperar de nada, sino esperarlo todo. Con la áurea cadena de su amor incomparable, Cristo los ha vinculado al trono de Dios. Quiere que sea suya la más alta influencia del universo, que mana de la fuente de todo poder. Han de tener poder para resistir el mal, un poder que ni la tierra, ni la muerte ni el infierno pueden dominar, un poder que los habilitará para vencer como Cristo venció (El Deseado de todas las gentes, p. 634).
La compasión divina se leía en el semblante del Hijo de Dios mientras dirigía una última mirada al templo y luego a sus oyentes. Con voz ahogada por la profunda angustia de su corazón y amargas lágrimas, exclamó: “¡Jerusalem, Jerusalem, que matas a los profetas, y apedreas a los que son enviados a ti! ¡cuántas veces quise juntar tus hijos, como la gallina junta sus pollos debajo de las alas, y no quisiste!” …
Las gemas de verdad que cayeron de los labios de Cristo en aquel día memorable, fueron atesoradas en muchos corazones. Hicieron brotar a la vida nuevos pensamientos, despertaron nuevas aspiraciones y crearon una nueva historia. Después de la crucifixión y la resurrección de Cristo, estas personas se adelantaron y cumplieron su comisión divina con una sabiduría y un celo correspondientes a la grandeza de la obra. Dieron un mensaje que impresionaba el corazón de los hombres, debilitando las antiguas supersticiones que habían empequeñecido durante tanto tiempo la vida de millares. Ante su testimonio, las teorías y las filosofías humanas llegaron a ser como fábulas ociosas. Grandes fueron los resultados de las palabras del Salvador a esta muchedumbre llena de asombro y pavor en el templo de Jerusalén (El Deseado de todas las gentes, pp. 572, 573).
DEFENSOR Y LIBERTADOR
Lee 1 Corintios 10:1 al 4. ¿Cómo describe Pablo la historia del Éxodo? ¿Qué lección espiritual busca enseñar con ella?
Lee Salmo 114. ¿Cómo se describe poéticamente aquí la liberación divina del pueblo de Israel de Egipto?
En Salmo 114 se describe poéticamente la maravillosa liberación de los hijos de Dios de la esclavitud en Egipto. A lo largo de todo el Antiguo Testamento, e incluso en el Nuevo Testamento, la liberación de Egipto es considerada un símbolo del poder de Dios para salvar a su pueblo. Pablo, en estos versículos de Corintios, hace exactamente eso, al considerar toda la historia real como una metáfora, un símbolo de la salvación en Jesucristo.
Salmo 114 también describe la liberación divina mediante la soberanía de Dios como Creador sobre los poderes de la naturaleza, que fue la manera en que salvó a su pueblo en el Éxodo. El mar, el río Jordán, los montes y las colinas representan poéticamente los poderes naturales y los humanos que se oponían a Israel en su camino hacia la Tierra Prometida (Deut. 1:44; Jos. 3:14-17). Sin embargo, Dios es soberano sobre todos ellos.
Por cierto, para muchos de los hijos de Dios de todos los tiempos y los lugares, el camino hacia la Jerusalén celestial está plagado de peligros. Los salmos los animan a mirar más allá de las colinas, hacia el Creador del cielo y de la Tierra (Sal. 121:1).
El espíritu de Salmo 114 queda plasmado en el hecho de que Jesús calmó la tormenta del mar y proclamó que la iglesia no tiene nada que temer porque él ha vencido al mundo (Mat. 8:23-27; Juan 16:33).
Las grandes obras del Señor en favor de su pueblo deberían inspirar a toda la Tierra a temblar ante su presencia (Sal. 114:7). El temblor debe entenderse como reconocimiento y adoración más que como terror (Sal. 96:9; 99:1). Con Dios de su parte, los creyentes no tienen nada que temer.
■ ¿Cuáles son algunos de los peligros espirituales a los que nos enfrentamos como creyentes, y cómo podemos aprender a apoyarnos en el poder del Señor para cuidarnos de no sucumbir a estos peligros, que son tan reales para nosotros ahora como lo fueron para el salmista?
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- Notas de EGW - Miércoles
- Cuando Jesús fue despertado para hacer frente a la tempestad, se hallaba en perfecta paz. No había en sus palabras ni en su mirada el menor vestigio de temor, porque no había temor en su corazón… Jesús confiaba en el poder del Padre; descansaba en la fe —la fe en el amor y cuidado de Dios—, y el poder de aquella palabra que calmó la tempestad era el poder de Dios.
Así como Jesús reposaba por la fe en el cuidado del Padre, así también hemos de confiar nosotros en el cuidado de nuestro Salvador. Si los discípulos hubiesen confiado en él, habrían sido guardados en paz. Su temor en el tiempo de peligro reveló su incredulidad. En sus esfuerzos por salvarse a sí mismos, se olvidaron de Jesús; y únicamente cuando desesperando de lo que podían hacer, se volvieron a él, pudo ayudarles.
¡Cuán a menudo experimentamos nosotros lo que experimentaron los discípulos! Cuando las tempestades de la tentación nos rodean y fulguran los fieros rayos y las olas nos cubren, batallamos solos con la tempestad, olvidándonos de que hay Uno que puede ayudarnos. Confiamos en nuestra propia fuerza hasta que perdemos nuestra esperanza y estamos a punto de perecer. Entonces nos acordamos de Jesús, y si clamamos a él para que nos salve, no clamaremos en vano… La fe viva en el Redentor serenará el mar de la vida y de la manera que él reconoce como la mejor nos librará del peligro (El Deseado de todas las gentes, pp. 302, 303).
No os alejéis de los brazos de nuestro querido Salvador a causa de vuestras preocupaciones, sino descansad confiados y con fe. Él os ama; él os cuida. Es una bendición para vosotros, y os dará su paz y su gracia. Os dice: “Tus pecados te son perdonados”. Podéis estar deprimidos a causa de dolencias corporales, pero eso no es una evidencia de que el Señor no esté trabajando cada día por vosotros. Os perdonará con abundancia. Apropiaos de las abundantes promesas de Dios. Jesús es nuestro amigo constante y que no falla, y él quiere que confiéis en él. Apartad vuestra mirada de vosotros mismos y mirad la perfección de Cristo. Desviad la mirada de vosotros mismos y mirad la perfección de Cristo (That I May Know Him, p. 285; parcialmente en _A fin de conocerle,_p. 287).
La vida en Cristo es una vida de reposo. Tal vez no haya éxtasis de los sentimientos, pero debe haber una confianza continua y apacible. Tu esperanza no se cifra en ti mismo, sino en Cristo. Tu debilidad está unida a su fuerza, tu ignorancia a su sabiduría, tu fragilidad a su eterno poder. Así que no has de mirar a ti mismo ni depender de ti, sino mirar a Cristo. Piensa en su amor, en la belleza y perfección de su carácter. Cristo en su abnegación, Cristo en su humillación, Cristo en su pureza y santidad, Cristo en su incomparable amor: tal es el tema que debe contemplar el alma. Amándole, imitándole, dependiendo enteramente de Él, es como serás transformado a su semejanza (El camino a Cristo, pp. 70, 71).
AYUDA DESDE EL SANTUARIO
Lee Salmos 3:4; 14:7; 20:1 al 3; 27:5; 36:8; 61:4; y 68:5 y 35. ¿De dónde procede la ayuda en estos pasajes?
La figura del refugio y la ayuda espiritual y física aparece notablemente en el contexto del Santuario. El Santuario es un lugar de ayuda, de seguridad y de salvación. El Santuario da cobijo a los atribulados. Dios defiende a los huérfanos y a las viudas, y da fuerza a su pueblo desde su Santuario. Cuando “desde Sion, dechado de hermosura, resplandece Dios” (Sal. 50:2), se proclaman los justos juicios de Dios y surge la bendición del Señor (Sal. 84:4; 128:5; 134:3).
El refugio en el Santuario supera la seguridad que ofrece cualquier otro lugar del mundo, porque en el Santuario Dios habita en persona. La presencia de Dios, y no meramente el Templo como edificio firme, brinda seguridad. Del mismo modo, al ser el monte donde mora el Señor, el monte Sion supera a otros montes, aunque en sí mismo era una colina no muy grande ni elevada (Sal. 68:15, 16; Isa. 2:2).
“Porque no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (Heb. 4:15, 16). ¿En qué se parecen estos versículos a lo que describe el salmista acerca del Santuario?
La santidad del Santuario de Dios lleva al salmista a reconocer que toda la humanidad es pecadora y completamente indigna del favor de Dios, y afirma que la liberación se basa únicamente en la fidelidad y la gracia de Dios (Sal. 143:2, 9-12). No hay en nosotros nada que nos dé algún mérito delante de Dios. Únicamente cuando las personas mantienen una relación correcta con Dios mediante el arrepentimiento y la aceptación de su gracia y su perdón pueden invocar la garantía divina de liberación. El servicio del Santuario representaba la salvación que se encuentra en Jesús.
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- Notas de EGW - Jueves
- El templo de Dios está abierto en el cielo, e inunda su umbral la gloria de Dios destinada a toda iglesia que ame a Dios y guarde sus mandamientos. Necesitamos estudiar, meditar y orar, Tendremos entonces visión espiritual para discernir los atrios interiores del templo celestial. Percibiremos los temas de los himnos y agradecimientos del coro celestial que está alrededor del trono. Cuando Sión se levante y resplandezca, su luz será muy penetrante y se oirán preciosos himnos de alabanza y agradecimiento en las asambleas de los santos. Cesarán las murmuraciones y quejas por pequeñas desilusiones y dificultades. Mientras apliquemos el colirio áureo, veremos las glorias venideras. La fe penetrará las densas sombras de Satanás y veremos a nuestro Abogado ofreciendo el incienso de sus propios méritos en nuestro favor. Cuando veamos esto tal cual es, como el Señor desea que lo veamos, nos embargará un sentido de la inmensidad y diversidad del amor de Dios (Testimonios para la iglesia, t. 6, p. 368).
Jesús conoce las necesidades de sus hijos y le gusta escuchar sus oraciones. Que sus hijos se aparten del mundo y de todo lo que pudiera apartar los pensamientos de Dios, y que sientan que están solos con el Señor, que su ojo contempla lo más profundo del corazón y lee los deseos del alma, y que pueden hablar con Dios. Con fe humilde, podéis pedir el cumplimiento de sus promesas y sentir que aunque no tenéis nada en vosotros mismos que pudiera serviros para suplicar el favor de Dios, debido a los méritos y la justicia de Cristo podéis acercaros confiadamente al trono de la gracia, para hallar socorro en el momento oportuno. Nada puede fortalecer tanto al alma para resistir las tentaciones de Satanás en el gran conflicto de la vida, como buscar a Dios en humildad, y presentar delante de él vuestra alma en toda su indigencia, a la espera de que él será vuestro Ayudador y Defensor.
Con la fe confiada de un niñito, hemos de acudir a nuestro Padre celestial, contándole todas nuestras necesidades. Siempre está listo para perdonarnos y ayudarnos. La fuente de sabiduría divina es inagotable, y el Señor nos anima a sacar abundantemente de ella. El anhelo que podríamos tener de bendiciones espirituales se describe en estas palabras: “Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía”. Necesitamos una profunda hambre espiritual por los ricos dones que el cielo puede concedernos.
Oh, que podamos tener un deseo consumidor de conocer a Dios por experiencia, para llegar hasta la cámara de audiencia del Altísimo, extendiendo la mano de fe, y vaciando nuestras almas impotentes sobre Aquel poderoso para salvar. Su bondad amante es mejor que la vida (Dios nos cuida, p. 20).
PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:
Lee Elena de White, Patriarcas y profetas, “Una noche de lucha”, pp. 173-180. ¿Qué podemos aprender, de la experiencia de Jacob, acerca del poder de la oración inoportuna y la confianza plena en Dios?
Los salmos fortalecen nuestra fe en Dios, quien es el Refugio inagotable para quienes confían su vida en sus poderosas manos. “Dios hará cosas maravillosas por los que confían en él. El motivo por el que los que profesan ser sus hijos no tienen más fuerza consiste en que confían demasiado en su propia sabiduría, y no le dan al Señor ocasión de revelar su poder en favor de ellos. Él ayudará a sus hijos creyentes en toda emergencia, si ponen toda su confianza en él y lo obedecen fielmente” (Elena de White, Patriarcas y profetas, p. 467).
Sin embargo, algunos salmos pueden plantear un serio desafío cuando lo que prometen y nuestra situación actual no coinciden. En momentos así, solo tenemos que aprender a confiar en la bondad de Dios, revelada con mayor fuerza en la Cruz.
Además, a veces, algunos salmos pueden utilizarse para fomentar falsas esperanzas. La respuesta de Jesús al mal uso que Satanás hizo de Salmo 91:11 y 12 demuestra que no debemos confundir confiar en Dios con tentar a Dios (Mat. 4:5- 7), ni pedirle presuntuosamente que haga algo que es contrario a su voluntad.
“Las mayores victorias de la iglesia de Cristo o del cristiano no son las que se ganan mediante el talento o la educación, la riqueza o el favor de los hombres. Son las victorias que se alcanzan en la cámara de audiencia con Dios, cuando la fe fervorosa y agonizante se ase del poderoso brazo de la Omnipotencia” (ibíd., pp. 201, 202).
PREGUNTAS PARA DIALOGAR:
1. En clase, analicen la respuesta a la última pregunta del estudio del martes acerca de la confianza en Dios en medio de la adversidad y cuando las cosas salen terriblemente mal. ¿Cómo se entienden estas situaciones y cómo pueden sucederle a la gente, incluso con todas las maravillosas promesas de Salmos respecto de la protección de Dios? Piensa también en esto: acaso el salmista, que escribió acerca de esas maravillosas promesas, ¿no sufrió adversidades o no conoció a personas fieles que también las sufrieron?
2. ¿Cómo podemos desarrollar una confianza incondicional en Dios en todas las circunstancias (por ejemplo, Sal. 91:14; 143:8, 10; 145:18-20)? ¿Qué puede hacernos perder esta confianza? ¿Por qué la confianza en Dios en los buenos momentos es crucial para aprender a confiar en él también en los malos ratos?
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- Notas de EGW - Viernes
- A fin de conocerle, 17 de mayo, “Bajo el amparo de Dios”, p. 143;
A fin de conocerle, 19 de septiembre, “Serena confianza en Dios”, p. 270.
Dios lo bendiga!!!
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MATERIAL AUXILIAR PARA EL MAESTRO
Lección 4 -
EL SÁBADO ENSEÑARÉ...
Parte I: RESEÑA
Texto
Parte II: COMENTARIO
Dios escucha
El salmista suplica constantemente al Señor que lo escuche. Varios salmos comienzan con un clamor para que Jehová lo escuche: Salmos 4:1; 13:3; 17:1; 27:1; 28:2; 54:2; 55:2; 60:5; 61:1; 64:1 86:1; 102:1; 108:6; 130:2; 140:6; 142:6; 143:1. En estos cantos, el salmista suplica constantemente al Señor que lo escuche. En estos cánticos, el salmista clama a Dios con el corazón lleno de dolor: “Señor, Dios Todopoderoso, oye mi oración; escucha, Dios de Jacob” (Sal. 84:8; énfasis añadido). En sus oraciones, los salmistas insisten en que se los escuche (Sal. 30:10; 38:16; 39:12; 66:16; 69:13, 16, 17; 119:145, 149). Claman con la seguridad de que “el Señor los escucha, y los libra de todas sus angustias” (Sal. 34:17).
En ocasiones, los autores de los salmos afirman que Dios ha escuchado sus quejas y sus necesidades (Sal. 22:24; 28:7; 31:22; 34:4; 40:1; 66:19; 116:1; 120:1): “Con mi voz clamé a Dios, a Dios clamé, y él me escuchará” (Sal. 77:1). Recordar las respuestas de Dios a la oración en el pasado fortalece a los salmistas en la seguridad de que él les responderá ahora y en el futuro. Con plena confianza de una respuesta divina, los salmistas afirman repetidamente que el Señor responderá sus oraciones (Sal. 4:1; 6:8, 9; 10:7; 17:6; 65:2). Nos aseguran que Dios está disponible para escuchar nuestras oraciones mañana, tarde o noche (Sal. 5:3; Sal. 55:17). La experiencia ha demostrado que, aunque la familia les falle, Dios escuchará su clamor (Sal. 106:44).
“Oír, escuchar” (del hebreo shamah) significa algo más que percibir la voz o registrar un sonido. En el contexto del Señor como oyente, la palabra oír, o escuchar, también significa actuar. Es decir, podemos confiar en que Dios actuará en favor de su pueblo en respuesta a sus oraciones. Cuando Israel estaba esclavizado en Egipto, el Señor “oyó” (Éxo. 2:24), y los liberó. El libro de Salmos es una invitación a que tengamos este mismo nivel de confianza.
En el libro de Salmos, se presenta al Señor como un Rey poderoso, dispuesto a luchar por su pueblo. Al mismo tiempo, también se lo describe como un Dios bondadoso y amoroso que cuida de los que creen en él. Se utilizan varias imágenes para retratar el tierno cuidado de Dios. Se describe a Dios como un tierno pastor que cuida de sus indefensas ovejas (Sal. 23). Como su Pastor, él les proporciona todo (Sal. 23:1): descanso, alimento y agua (Sal. 23:2); consuelo y conducción (Sal. 23:3); su presencia al pasar por el valle de sombra de muerte (Sal. 23:4); abundancia (Sal. 23:5); y bondad y misericordia (Sal. 23:6).
El salmista también utiliza la figura de un ave, que protege a sus pichones bajo sus alas, para retratar el cuidado vigilante de Dios (Sal. 91:1, 4). Dios, nuestro Guardián, está siempre atento a las necesidades de sus hijos (Sal. 121:4). Es como un padre que se compadece de sus hijos (Sal. 103:13) y también es el Protector de los huérfanos. Sin embargo, el amor y la protección de Dios trascienden incluso los lazos de amor humanos y paternos: “Aunque mi padre y mi madre me dejaran, el Señor me recibirá” (Sal. 27:10). ¡Qué tiernas descripciones de la solicitud de Dios por cada uno de nosotros! Que esas imágenes nos inspiren a apoyarnos plenamente en él y a confiar en su cuidado en todos los aspectos de nuestra vida.Dios es nuestro refugio
La Biblia no abunda en el uso de adjetivos. Para compensar esta escasez de modificadores, los poetas hebreos dependen en gran medida de las comparaciones para articular sus ideas, y utilizan una amplia gama de ricas metáforas para expresar, por ejemplo, cómo Dios protege a sus seguidores en un mundo complicado: “Porque tú eres mi refugio, torre de fortaleza ante el enemigo” (Sal. 61:3). Dediquemos un breve momento a considerar las connotaciones de las imágenes específicas de estas comparaciones:
1. Refugio (Sal. 61:3; 143:9). Esta imagen sugiere un lugar seguro en medio de la guerra, un refugio contra la tormenta y el calor.
2. Torre (Sal. 61:3). En tiempos bíblicos, las torres tenían un significado mucho más fuerte, como salvaguardia, que en la actualidad. En tiempos de guerra o persecución, el pueblo se escondía en una torre, como en los casos de Gedeón (Juec. 8:17) y Abimelec (Juec. 9:50-52). Salmo 18:1 y 2 ofrece una compilación de otras metáforas aplicadas a Jehová, extraídas del resto del salterio:
Fuerza (18:1, NTV). Este término alude a la idea de firmeza, como en aquel que es nuestro apoyo (Dios). 4. Roca. En hebreo, este término solía referirse a una gran piedra en un acantilado que protegía de los ataques. El remanente de Benjamín huyó y se escondió en la Roca de Rimón (Juec. 20:47). Así, se salvaron de la aniquilación.
5. Una fortaleza. Las fortalezas eran puestos militares pequeños y bien defendidos. Josafat construyó muchas de estas fortalezas en la tierra de Judá para proteger su reino (2 Crón. 17:12).
6. Un escudo. Esta pieza de armadura era la mayor defensa del soldado en el campo de batalla (ver también Sal. 114:2).
7. Alto refugio. Símbolos de seguridad, las fortalezas eran estructuras defensivas construidas en las montañas (Juec. 6:2) o en el desierto (1 Sam. 23:14, 19). Imaginemos cómo se podrían reinventar estas imágenes en términos modernos para ayudarnos a comprender el cuidado y la protección que Dios nos brinda en la actualidad. Sin duda, el Señor nos ofrece su protección, día a día, en medio de los peligros de este mundo.Dios es nuestro Defensor
Dios es nuestro Vindicador, Abogado y Paladín. Esta imagen procede obviamente del ámbito jurídico (Job 5:4) y se emplea principalmente en el contexto de la viuda y el huérfano. El libro de Job y Salmos describen al Señor como el Defensor de las viudas y los huérfanos (Sal. 68:5; del hebreo dayin, que significa “juez”). Dayin está emparejado con “mi derecho y mi causa” (Sal. 9:4), o en paralelo con el juicio, como en Salmo 76:8, donde se describe a Dios como el Defensor de los necesitados y los oprimidos (Sal. 10:17, 18; comparar con Deut. 10:18; Sal. 10:14). Dios es alabado por los pobres (Sal. 74:21), porque “no menosprecia ni desdeña la aflicción del angustiado, ni de él esconde su rostro. Cuando clama a él, lo escucha” (Sal. 22:24). Jehová siempre defiende al oprimido (Sal. 72:4; 103:6; 146:7).
Dios, nuestro Libertador
Todos los términos y las metáforas que hemos considerado describen diversos aspectos de la protección y el cuidado que tiene Dios sobre sus seguidores. De allí que el Señor sea llamado nuestro Libertador. Cuatro veces se lo llama Libertador en el libro de Salmos:
1. Salmo 18:2 menciona a Dios como Libertador en el contexto de las luchas del salmista contra sus enemigos. Como hemos visto, este cántico describe al Señor como un poderoso Guerrero.
2. Salmo 40:17 habla de la liberación del pecado. David reconoce la aplastante realidad de que “me han rodeado males sin número. Me han alcanzado maldades” (Sal. 40:12).
3. El salmista invoca a su Libertador (Sal. 70:5) cuando es atacado por quienes buscan su vida y desean hacerle daño.
4. En Salmo 144, el salmista pide a su Libertador (Sal. 144:2) que lo rescate de aquel “cuya boca habla vanidad y cuya diestra es diestra de mentira” (Sal. 144:8). Como muestran los salmos, Dios quiere librarnos de nuestros pecados, ansiedades y problemas con otras personas. Por eso, en el sentido más amplio de la palabra, Jesús es nuestro Salvador.Ayuda desde el Santuario
El propósito de nuestro estudio de esta semana no es simplemente admirar las proezas literarias y el arte de los salmistas. Más que el placer que nos brindan esas imágenes tan ingeniosas, las figuras y las metáforas de los salmos nos ofrecen una visión profunda de la obra de Dios en la redención de la humanidad. David dice: “Con mi voz clamo al Señor, y él me responde desde su santo monte [su Santuario]” (Sal. 3:4); y “él oyó mi voz desde su templo” (Sal. 18:6). De esta manera, la obra de liberación de Dios y su tierno cuidado vigilante comienzan con su obra por nosotros en el Santuario celestial. Varios momentos clave del libro de Salmos nos enseñan que el Señor obra en favor de los seres humanos en su centro celestial de operaciones (ver Sal. 11:5, 6; 20:2; 29:9; 33:13, 14; 60:6; 68:35; 96:1-13; 102:20, 21; 150:1-6). Tras un estudio de estos pasajes, junto con otros textos del Antiguo Testamento relacionados con el Santuario, Elias Brasil de Souza afirma: “El Santuario celestial también se describe como un lugar de culto donde los seres celestiales adoran a Jehová, fuente de ayuda, y lugar de expiación, donde se conceden la purificación y el perdón” (“The Heavenly Sanctuary/Temple Motif in the Hebrew Bible: Function and Relationship to the Earthly Counterparts” [Tesis doctoral, Universidad Andrews, 2005], p. 358).
Nuestro Defensor y Libertador escucha desde su santo monte y obra en nuestro favor. Mayormente, como adventistas del séptimo día, cuando oímos la expresión “Santuario celestial” solemos pensar en el Día de la Expiación y en el Juicio Preadvenimiento. Por supuesto, eso es fundamental para la “verdad presente”. Al mismo tiempo, debemos esforzarnos por centrarnos en la obra del perdón, la defensa, el cuidado y la protección que nuestro Señor nos ofrece desde el Lugar Santísimo del Santuario celestial, incluso antes de que finalice su obra en el Día de la Expiación. La obra de intercesión sacerdotal de Cristo en nuestro favor es esencial. Todo el Cielo está comprometido con nuestra redención como pecadores.Parte III: APLICACIÓN A LA VIDA
Salmos es un libro de emociones fuertes, que van desde el éxtasis a la elegía, y de lo complejo a lo sencillo. Pero Salmos es también un libro de profundos conceptos teológicos. Las verdades bíblicas estudiadas esta semana, ricas en imágenes y metáforas, contienen maravillosas promesas que podemos reclamar en nuestras luchas cotidianas. Al leer las imágenes y las figuras de los salmos, deberíamos dedicar tiempo a meditar en ellas, utilizando nuestra imaginación para comprender mejor las verdades que encierran estas profundas imágenes en palabras.
Esta semana nos hemos centrado en comprender que el Señor del Cielo es nuestro Defensor y Libertador. Él escucha nuestras oraciones y peticiones. Él cuida de nosotros. “Desde el cielo mira el Señor y ve a todos los hombres” (Sal. 33:13). Con corazón compasivo y tierno, el Señor nos escudriña a nosotros y a nuestras familias; desde el Santuario celestial pesa nuestras obras, con infinitos amor y justicia
LECCIONES DE ESCUELA SABÁTICA DE ADULTOS - EL LIBRO DE SALMOS
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Dios lo bendiga!!!
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