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Intermediarios | Lección 11: Dios en el centro | 4to Trimestre 2023 | Año D

Intermediarios | Lección 11: Dios en el centro | 4to Trimestre 2023 | Año D

Lección 11:
DIOS EN EL CENTRO


Intermediarios | Lección 11: Dios en el centro | 4to Trimestre | Año D



Textos clave y referencias:
Lucas 1:39-55;
El Deseado de todas las gentes, cap. 10, p. 75.

Versículo para Memorizar:
“Señor, hazme conocer tus caminos; muéstrame tus sendas. Encamíname en tu verdad, ¡enséñame! Tú eres mi Dios y Salvador; ¡en ti pongo mi esperanza todo el día!”
(Salmo 25:4, 5).

Mensaje:
Dios quiere que yo sea humilde para que él pueda ser el centro de mi vida.


¿Has deseado alguna vez ser importante o ser el mejor en algo?

María suspiró mientras doblaba la esquina y vio la casa de Elisabet al final del polvoriento camino. Había sido un largo viaje y estaba cansada. Normalmente no se cansaba tanto al caminar por las montañas de Judea. Pero recordó que estaba embarazada y aunque no se notaba, sabía que esa era la causa de su fatiga.

Ahora la casa se encontraba a la vista. Sería muy agradable ver a Elisabet, de quien el ángel había dicho que también estaba esperando un hijo. Elisabet y Zacarías ya habían dejado de pensar en tener hijos. El hijo que Elisabet estaba esperando también tenía que ser un niño milagroso. María no podía esperar a oír todo el resto de la historia. Pero lo único que el ángel le dijo fue que Elisabet tenía seis meses de embarazo y que nada era imposible para Dios. María sonreía al pensar. Ella lo sabía por experiencia.

Ya estaba en la puerta, asomando la cabeza dentro de la humilde casa.
—¿Elisabet? —llamó—. ¿Estás en casa?


Elisabet se dio la vuelta, sobresaltada. Se detuvo rápidamente mientras se llevaba las manos instintivamente hacia el abultado vientre. Un segundo después ya se había recuperado y se puso en pie.
—¡María! —Elisabet corrió a abrazar a su prima, más joven que ella—. ¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el hijo que darás a luz! Pero, ¿cómo es esto, que la madre de mi Señor venga a verme? Te digo que tan pronto como llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de alegría la criatura que llevo en el vientre.

María sonrió con timidez al escuchar las palabras de Elisabet. Ella ya sabía lo acontecido.
—Dichosa tú que has creído, porque lo que el Señor te ha dicho se cumplirá —continuó Elisabet.

María pensó en eso por un segundo. No había tenido duda de lo que el ángel le había dicho. Dios siempre cumple su palabra, ¿no es cierto? Y sabía que algo especial estaba ocurriendo con y dentro de ella.
—Mi alma glorifica al Señor —dijo María—, y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador, porque se ha dignado fijarse en su humilde sierva. Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho grandes cosas por mí.

María se sentó y con agradecimiento tomó el agua refrescante que Elisabet le ofreció. El agua le resultaba dulce y deliciosa.
—De generación en generación se extiende su misericordia a los que le temen —continuó María—. Hizo proezas con su brazo.


Pensó en Abraham, el padre de todo Israel, quien estuvo dispuesto a dejar su hogar y su familia e ir a un país que no conocía porque Dios se lo había pedido. Dios ciertamente lo convirtió en una gran nación.

Consideró a Moisés, quien rogó al Señor para que buscara a otra persona para que sacara a los israelitas de Egipto. Pero la historia de ningún líder de Israel fue tan grande como la de Moisés; Dios habló con él cara a cara. Si alguien tuvo razón para estar orgulloso, era Moisés. Y con todo fue llamado el hombre más humilde que jamás ha vivido.


También consideró a David, quien rehusó hacer daño al rey Saúl cuando tuvo la oportunidad. Saúl estaba buscando a David para matarlo y David había sido designado para ocupar su trono algún día. Aun así, David se negó a deshonrar al hombre que Dios había escogido como rey. Fue David el que hizo de Jerusalén una gran ciudad.

También reflexionó en otros reyes de Israel y Judá, que rechazaron honrar a Dios. Adoraron obstinadamente a los ídolos de los cananeos y Dios finalmente los entregó a los babilonios. Jerusalén, su gran ciudad, había sido quemada, juntamente con el templo. Miles habían sido asesinados y los que quedaron fueron llevados prisioneros a Babilonia.

Sí, Dios hizo grandes cosas a través de los que fueron humildes y estuvieron dispuestos a ponerlo en el centro de sus vidas.

—Desbarató las intrigas de los soberbios —siguió diciendo María—. De sus tronos derrocó a los poderosos, mientras que ha exaltado a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes, y a los ricos los despidió con las manos vacías. Mostró su misericordia a Abraham y a su descendencia para siempre —y de esta manera concluyó.

Elisabet se sirvió algo para tomar, y las dos mujeres se sentaron en silencio por un minuto, unidas entre sí por los hijos especiales que llevaban en su vientre. Ambas tenían una gran tarea por delante. Sobre todas las cosas, necesitaban corazones humildes y a Dios como el centro de sus vidas.


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Dios lo bendiga!!!

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