Lección de Escuela Sabática de Adultos 1er Trimestre 2021, Escuela Sabática Adultos 1er Trimestre 2021, Lección 1er Trimestre 2021,
Lección 2: Para el 9 de enero de 2021
CRISIS DE LIDERAZGO
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Isaías 6:1–4; 6:5–7; 6:8; 6:9–13.
PARA MEMORIZAR:
“En el año que murió el rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el templo” (Isa. 6:1).
Cuando uno de sus discípulos le preguntó a Confucio acerca de los ingredientes de un buen gobierno, este le respondió:
“–Comida suficiente, armas suficientes y la confianza de la gente común.
“–Pero supongamos que no tiene más remedio que prescindir de uno de esos tres, ¿a cuál renunciaría? –preguntó el discípulo.
“–A las armas –dijo Confucio.
“–Supongamos que luego se ve obligado a prescindir de uno de los dos que quedan, ¿a cuál renunciaría? –persistió su discípulo.
“–A la comida –respondió Confucio–. Desde hace mucho tiempo, el hambre ha sido la suerte de todos los hombres, pero un pueblo que ya no confía en sus gobernantes está realmente perdido” (M. P. Green, ed. 1500 Illustrations for Biblical Preaching, p. 215).
De hecho, la gente quiere un liderazgo fuerte y confiable. Cuando un soldado se estaba inscribiendo para un segundo período de servicio, el reclutador del ejército le preguntó por qué quería volver a alistarse. “Intenté llevar vida de civil”, dijo, “pero nadie se hace cargo allí afuera”.
Esta semana, analizaremos la crisis de liderazgo de Judá y los tristes resultados posteriores.
Sábado
Por su apostasía y rebelión, los que debieran haberse destacado como portaluces entre las naciones estaban atrayendo sobre sí los juicios de Dios. Muchos de los males que estaban acelerando la presta destrucción del reino septentrional, y que habían sido denunciados poco antes en términos inequívocos por Oseas y Amós, estaban corrompiendo rápidamente el reino de Judá…
La opresión y la obtención de riquezas iban acompañadas de orgullo y apego a la ostentación, groseras borracheras y un espíritu de orgía. En los tiempos de Isaías, la idolatría misma ya no provocaba sorpresa. Isaías 2:8, 9, 11, 12; 3:16, 18-23; 5:11, 12, 22; 10:1, 2. Las prácticas inicuas habían llegado a prevalecer de tal manera entre todas las clases que los pocos que permanecían fieles a Dios estaban a menudo a punto de ceder al desaliento y la desesperación. Parecía que el propósito de Dios para Israel estuviese por fracasar, y que la nación rebelde hubiese de sufrir una suerte similar a la de Sodoma y Gomorra (Profetas y reyes, pp. 227, 228).
En todo su trato con los seres que creó, Dios ha mantenido los principios de la justicia mediante la revelación del pecado en su verdadero carácter, y ha demostrado que sus verdaderas consecuencias son la desgracia y la muerte. Nunca existió el perdón incondicional del pecado, ni existirá jamás. Un perdón de esta naturaleza sería el abandono de los principios de justicia que constituyen los fundamentos mismos del gobierno de Dios. Llenaría de consternación al universo inmaculado. Dios ha indicado fielmente los resultados del pecado, y si estas advertencias no fuesen la verdad, ¿cómo podríamos estar seguros de que sus promesas se cumplirán? La así llamada benevolencia que quisiera hacer a un lado la justicia, no es benevolencia, sino debilidad…
Hay en Israel un Dios que puede proporcionar liberación a todos los oprimidos. La justicia es la habitación de su trono (God’s Amazing Grace, p. 73, parcialmente en La maravillosa gracia de Dios, p. 73).
Estudien los obreros de Dios el capítulo sexto de Isaías y los primeros dos capítulos de Ezequiel.
La rueda dentro de otra rueda, la semejanza de criaturas vivientes relacionadas con ellas, todo le parecía al profeta intrincado e inexplicable. Pero la mano de la sabiduría infinita se ve entre las ruedas, y el orden perfecto es el resultado de su obra. Cada rueda trabaja en perfecta armonía con cada una de las demás.
Se me ha mostrado que los instrumentos humanos buscan demasiado poder y tratan de controlar la obra ellos mismos. Dejan a Jehová Dios, el Obrero Poderoso, demasiado fuera de sus métodos y planes y no le confían todas las cosas con respecto al progreso de la obra. Nadie debe imaginarse que está en condiciones de manejar estas cosas que pertenecen al gran YO SOY. Dios en su providencia está preparando un camino para que la obra pueda ser realizada por agentes humanos. Ocupe, pues, todo hombre su puesto del deber a fin de hacer la parte que le toca en este tiempo, sabiendo que Dios es su instructor (Testimonios para los ministros, pp. 213, 214).
EL REY ESTÁ MUERTO. ¡LARGA VIDA AL REY!
Isaías 6:1 habla de la muerte del rey Uzías. Lee 2 Crónicas 26 y luego responde esta pregunta: ¿Cuál es el significado de la muerte del rey Uzías?
Se pueden ofrecer diferentes perspectivas con respecto a la muerte de este rey.
- Aunque el reinado de Uzías fue largo y próspero, “cuando ya era fuerte, su corazón se enalteció para su ruina” (2 Crón. 26:16) e intentó ofrecer incienso en el Templo. Cuando los sacerdotes lo detuvieron con razón porque no estaba autorizado como descendiente sacerdotal de Aarón (26:18), el rey se enojó. En ese momento, cuando el rey rechazó la reprensión, el Señor lo hirió de inmediato de lepra, que tuvo “hasta el día de su muerte, y habitó leproso en una casa apartada, por lo cual fue excluido de la casa de Jehová” (26:21). ¡Qué irónico que Isaías haya tenido una visión del Rey puro, inmortal y divino en su casa/templo en el mismo año en que murió el impuro rey humano!
- Hay un contraste sorprendente entre Uzías e Isaías. Uzías procuró alcanzar la santidad en forma presuntuosa, por la razón equivocada (orgullo), pero se volvió ritualmente impuro, de modo que quedó privado de la santidad. Isaías, por otro lado, permitió que la santidad de Dios lo alcanzara. Admitió humildemente su debilidad, anheló la pureza moral y la recibió (Isa. 6:5–7). Al igual que el recau-dador de impuestos en la parábola de Jesús, se fue justificado: “Por-que cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido” (Luc. 18:14).
- Existe una sorprendente similitud entre el cuerpo leproso de Uzías y la condición moral de su pueblo: “No hay en él cosa sana, sino herida, hinchazón y podrida llaga” (Isa. 1:6).
- La muerte de Uzías alrededor de 740 a.C. marca una gran crisis en el liderazgo del pueblo de Dios. La muerte de cualquier gobernante absoluto hace que su país sea vulnerable durante una transición de poder. Pero el peligro de Judá era mayor, porque Tiglat-Pileser III había ascendido al trono de Asiria unos años antes, en 745 a.C., e inmediatamente se puso en pie de guerra, lo que convirtió a su nación en una superpotencia invencible que amenazaba la existencia independiente de todas las naciones del Cercano Oriente. En esta época de crisis, Dios animó a Isaías mostrándole al profeta que todavía tenía el control.
■ Lee con atención 2 Crónicas 26:16. ¿En qué medida cada uno de nosotros enfrenta esto mismo potencialmente? Meditar sobre la Cruz, ¿cómo puede protegernos de esa trampa?
Domingo
El largo reinado de Uzías [también llamado Azarías] en la tierra de Judá y de Benjamín fue caracterizado por una prosperidad mayor que la conocida bajo cualquier otro gobernante desde la muerte de Salomón, casi dos siglos antes. Durante muchos años el rey gobernó con discreción. Gracias a la bendición del Cielo, sus ejércitos recobraron parte del territorio que se había perdido en años anteriores. Se reedificaron y fortificaron ciudades, y quedó muy fortalecida la posición de la nación entre los pueblos circundantes. El comercio revivió y afluyeron a Jerusalén las riquezas de las naciones. La fama de Uzías “se extendió lejos, porque se ayudó maravillosamente, hasta hacerse fuerte”. 2 Crónicas 26:15.
Sin embargo, esta prosperidad exterior no fue acompañada por el correspondiente reavivamiento del poder espiritual. Los servicios del templo continuaban como en años anteriores y las multitudes se congregaban para adorar al Dios viviente; pero el orgullo y el formalismo reemplazaban gradualmente la humildad y la sinceridad. Acerca de Uzías mismo hallamos escrito: “Cuando fue fortificado, su corazón se enalteció hasta corromperse; porque se rebeló contra Jehová su Dios” (Profetas y reyes, p. 225).
La obediencia al Señor siempre es ventajosa, y un fiel cumplimiento de los principios correctos exhibirá las credenciales divinas; pero se deshonra al Señor cuando los que son nombrados mayordomos de la grey de Dios apoyan y sancionan una mala obra…
El caso del rey Uzías revela cómo castigará Dios el pecado de la presunción… El Señor ha puesto a hombres en ciertos cargos de su iglesia, y no quiere que salgan de los lugares que les ha asignado. Cuando el Señor les da una medida de éxito, no han de enaltecerse y considerarse capaces de hacer una obra para la cual no son idóneos y a la cual Dios no los ha llamado (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 3, p. 1150).
El Señor ha dado abundante evidencia de la veracidad de sus promesas y amenazas. Su pueblo puede confiar en su Palabra. ¿Seguirán entonces, frente a la luz y la evidencia, una conducta de su propia elección, independiente de los medios establecidos por Dios? Incluso los hombres buenos necesitan protección, no sea que se envanezcan de tal manera con las bendiciones que Dios les ha dado, que el aplauso y la alabanza de los mundanos sea para ellos un estímulo para ostentar su gran sabiduría y sus adquisiciones.
El Señor ve; el Señor sabe. Ciertamente humillará todas esas aspiraciones, porque aborrece el orgullo, el egoísmo y la codicia. Mientras más prospere la obra, menos correcto será que los hombres se exalten a sí mismos como si fueran ellos los que merecen alabanza. Nuestra confianza debe estar puesta en Dios. Le ha confiado a los hombres habilidades y talentos, para que puedan desempeñar una parte importante en su obra. Cuídense de exaltarse a sí mismos (Cada día con Dios, p. 191).
SANTO, SANTO, SANTO (ISA. 6:1–4)
Observa lo que sucede aquí en los primeros cuatro versículos de Isaías 6. El rey muere durante una gran agitación política (los asirios están en pie de guerra). Para Isaías, es posible que haya sido un momento terrible porque no estaba seguro de quién tenía el control.
Y entonces, ¿qué ocurre? Al ser llevado en visión, Isaías contempló la gloria resplandeciente de Dios en su Trono; escuchó la antífona de brillantes serafines (“encendidos”) que exclamaban las palabras “santo, santo, santo”; sintió el consiguiente temblor sísmico del suelo debajo él; y miró a través del remolino de humo que llenaba el Templo. Debió haber sido una experiencia deslumbrante para el profeta. Por supuesto, Isaías sabía ahora quién tenía el control, a pesar de los acontecimientos externos.
¿Dónde está el Señor en esta visión? (Ver Isa. 6:1.) ¿Por qué el Señor se le presentó a Isaías aquí, en vez de en cualquier otro lugar? Ver Éxodo 25:8; 40:34-38.
Ezequiel, Daniel y Juan estaban en el exilio cuando recibieron sus visiones en Ezequiel 1, Daniel 7:9 y 10 y Apocalipsis 4 y 5. Al igual que Isaías, necesitaban consuelo especial y el aliento de saber que Dios todavía estaba al mando, a pesar de que su mundo se estaba desmoronando. (Daniel y Ezequiel eran cautivos en una nación pagana que había destruido la suya, y un poder político hostil había exiliado a Juan en una isla solitaria.) Sin duda, estas visiones ayudaron a darles lo que necesitaban para mantenerse fieles, incluso durante una situación de crisis.
“Mientras Isaías contemplaba esta revelación de la gloria y la majestad de su Señor, se quedó abrumado por un sentido de la pureza y la santidad de Dios. ¡Cuán agudo contraste notaba entre la incomparable perfección de su Creador y la conducta pecaminosa de aquellos que, juntamente con él mismo, se habían contado durante mucho tiempo entre el pueblo escogido de Israel y Judá!” (PR 228). La santidad trascendente de Dios, enfatizada en la visión de Isaías, es un aspecto básico de su mensaje. Dios es un Dios santo, y exige santidad a su pueblo; una santidad que le dará solo si se arrepiente, se aparta de sus malos caminos y se somete a él con fe y obediencia.
■ Todos hemos estado en situaciones desalentadoras, en las que, desde afuera, todo parecía perdido. E incluso si no tuviste una visión de la “gloria de Jehová”, como Isaías aquí, describe las formas en que el Señor pudo sostenerte, y a tu fe, durante esta crisis. ¿Qué has aprendido de estas experiencias que podrías compartir con los demás?
Lunes
[La tarea de Isaías] le parecía casi desesperada. ¿Debía renunciar a su misión, descorazonado, y dejar a Israel en paz en su idolatría? ¿Habrían de reinar en la tierra los dioses de Nínive y desafiar al Dios del cielo?
Tales eran los pensamientos que se agolpaban en su mente mientras estaba debajo del pórtico del santo templo. De repente, la puerta y el velo interior del templo parecieron alzarse o retraerse, y se le permitió mirar adentro, al lugar santísimo, donde ni siquiera los pies del profeta podían penetrar. Se alzó delante de él una visión de Jehová sentado sobre un trono alto y exaltado, mientras que su séquito llenaba el templo. A cada lado del trono se cernían los serafines, que volaban con dos alas, mientras que con otras dos velaban su rostro en adoración, y con otras dos cubrían sus pies. Estos ministros angélicos alzaban su voz en solemne invocación: “Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos: toda la tierra está llena de su gloria” (Isaías 6:3), hasta que los postes y las columnas y las puertas de cedro parecían temblar, y la casa se llenaba de sus alabanzas (Testimonios para la iglesia, t. 5, p. 700).
El templo de Dios está abierto en el cielo, y su umbral está inundado por la gloria destinada para cada iglesia que ama a Dios y guarda sus mandamientos. Necesitamos estudiar, meditar y orar. Entonces tendremos visión espiritual para discernir las cortes interiores del templo celestial. Captaremos los temas de los cantos y las acciones de gracias del coro celestial que rodea el trono. Cuando Sion se levante y brille, su luz será más penetrante, y preciosos cantos de alabanza y agradecimiento se escucharán en las reuniones de los santos. Dejarán de escucharse las murmuraciones, las quejas y los lamentos por pequeños chascos y dificultades. Al aplicarnos el colirio celestial contemplaremos la gloria que se extiende más allá. La fe irrumpirá en la sombra infernal de Satanás, y veremos a nuestro Abogado que ofrece el incienso de sus propios méritos en nuestro favor…
Alabemos a Dios aquí en la tierra. Unámonos con la compañía celestial. Entonces representaremos la verdad tal como es: un poder para todos los que creen (That I May Know Him, p. 273; parcialmente en A fin de conocerle, p. 272).
No es una evidencia concluyente de que un hombre sea cristiano el que manifieste éxtasis espiritual en circunstancias extraordinarias. La santidad no es arrobamiento: es una entrega completa de la voluntad a Dios; es vivir de toda palabra que sale de la boca de Dios; es hacer la voluntad de nuestro Padre celestial; es confiar en Dios en las pruebas y en la obscuridad tanto como en la luz; es caminar por fe y no por vista; confiar en Dios sin vacilación y descansar en su amor (Los hechos de los apóstoles, p. 42).
NUEVA PERSONALIDAD (ISA. 6:5–7)
En el Santuario/Templo, solo el sumo sacerdote podía acercarse a la presencia de Dios en el Lugar Santísimo el Día de la Expiación, y con una cortina de humo protectora de incienso, o moriría (Lev. 16:2, 12, 13). ¡Isaías vio al Señor, aunque él no era el sumo sacerdote, y no estaba quemando incienso! El Templo se llenó de humo (Isa. 6:4), que nos recuerda la nube en la que aparecía la gloria de Dios en el Día de la Expiación (Lev. 16:2). Asombrado y pensando que había llegado su fin (comparar con Éxo. 33:20; Juec. 6:22, 23), Isaías clamó reconociendo su pecado y el pecado de su pueblo (Isa. 6:5), que nos recuerda la confesión del sumo sacerdote en el Día de la Expiación (Lev. 16:21).
“Estando, por así decirlo, en plena luz de la divina presencia en el Santuario interior, comprendió que si se lo abandonaba a su propia imperfección y deficiencia se vería por completo incapaz de cumplir la misión a la cual había sido llamado” (PR 228, 229).
¿Por qué el serafín usó un carbón encendido, o ardiente, del altar para limpiar los labios de Isaías? Isaías 6:6, 7.
El serafín explicó que al tocar los labios del profeta su culpa y su pecado le fueron quitados (Isa. 6:7). El pecado no se especifica, pero no tiene por qué limitarse a un lenguaje incorrecto, porque los labios representan no solo lo que se dice sino también a toda la persona que lo pronuncia. Luego de recibir la purificación moral, Isaías ahora podía ofrecer una alabanza pura a Dios.
El fuego es un agente de purificación, porque quema la impureza (ver Núm. 31:23). Pero el serafín usó un carbón del fuego especial y sagrado del altar, que Dios mismo había encendido y que ardía perpetuamente allí (Lev. 6:12). Por lo tanto, el serafín santificó y purificó a Isaías. Además, en la adoración del Santuario o Templo, la razón principal para tomar un carbón del altar era encender el incienso. Compara con Levítico 16:12 y 13, donde el sumo sacerdote debe tomar un incensario lleno de carbones del altar y usarlo para encender incienso. Pero en Isaías 6, el serafín aplica el carbón a Isaías, no al incienso. Mientras que Uzías quería ofrecer incienso, ¡Isaías se volvió como incienso! Así como el fuego santo enciende el incienso para llenar la casa de Dios con santa fragancia, así también enciende al profeta para difundir un mensaje santo. No es casualidad que en los siguientes versículos de Isaías 6 (6:8 y siguientes) Dios envíe a Isaías a su pueblo.
■ Lee con oración la respuesta de Isaías (Isa. 6:5) a la visión de Dios. ¿Vemos en ella una expresión del problema básico, el de un pueblo pecador que existe en un Universo creado por un Dios “santo, santo, santo” (6:3)? ¿Por qué Cristo en la Cruz era la única respuesta posible a este problema? ¿Qué pasó en la Cruz que resolvió este problema?
Martes
Tal como el profeta Isaías presenció la gloria del Señor, se asombró y, abrumado con el sentido de su propia debilidad e indignidad, exclamó: “¡Ay de mí!”…
“Isaías había denunciado el pecado de otros; pero ahora se veía a sí mismo expuesto a la misma condenación que había denunciado en ellos. Se había sentido satisfecho con una fría y hueca ceremonia en su culto a Dios. No se había dado cuenta de esto hasta que tuvo la visión del Señor. ¡Cuán insignificante aparecía ahora su sabiduría y sus talentos al ver la santidad y majestad del Santuario!… Cómo se vio a sí mismo está expresado en el lenguaje del apóstol Pablo: ‘¡Miserable hombre de mí! ¿quién me librará del cuerpo de esta muerte?’ Romanos 7:24…
“‘Y voló hacia mí uno de los serafines, teniendo en su mano un carbón encendido, tomado del altar con unas tenazas: Y tocando con él sobre mi boca, dijo: He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado.’ Isaías 6:6, 7 (The Faith I Live By, p. 190; parcialmente en La fe por la cual vivo, p. 192).
Nuestro Padre celestial… Tiene sus propósitos en el torbellino y la tormenta, en el fuego y el diluvio. El Señor permite que las calamidades sobrevengan a su pueblo para salvarlo de peligros mayores. Desea que todos examinen su corazón atenta y cuidadosamente, y que se acerquen a Dios a fin de que él pueda acercarse a ellos. Nuestras vidas están en las manos de Dios. Él ve los riesgos que nos amenazan como nosotros no podemos verlos. Es el Dador de todas nuestras bendiciones; el Proveedor de todas nuestras misericordias; el Ordenador de todas nuestras experiencias. Percibe peligros que nosotros no podemos ver. Permite que sobrevenga a su pueblo alguna prueba que llene los corazones de sus hijos de tristeza, porque ve que necesitan enderezar su camino, no sea que el cojo se aparte del sendero. Conoce nuestra hechura y se acuerda que somos polvo. Aun los mismos cabellos de nuestra cabeza están contados…
A todos nos sobrevendrán pruebas a fin de conducimos a investigar nuestros corazones, a fin de ver si están purificados de todo aquello que contamina. Constantemente el Señor está obrando para nuestro bien presente y eterno. Ocurren cosas que parecen inexplicables, pero si confiamos en el Señor y esperamos pacientemente en él, humillando nuestros corazones delante de él, no permitirá que el enemigo triunfe (Alza tus ojos, p. 63).
En la guerra el enemigo aprovecha los puntos débiles de la defensa de aquellos a quienes ataca. En ese punto concentra sus más fieros asaltos. El cristiano no debiera tener puntos débiles en su sistema defensivo. Debiera estar protegido por el apoyo que brinda la Escritura al que está dispuesto a hacer la voluntad de Dios. El alma tentada logrará la victoria si sigue el ejemplo del que enfrentó al tentador con las palabras “Escrito está”. Puede permanecer seguro bajo la protección de un “Así dice Jehová”…
El Señor permite que sus hijos caigan, y entonces, si se arrepienten de sus malas acciones, les ayuda a ponerse en terreno ventajoso. Así como el fuego purifica el oro, Cristo purifica a su pueblo mediante la tentación y la prueba (Cada día con Dios, p. 257).
COMISIÓN REAL (ISA. 6:8)
“Después oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí” (Isa. 6:8).
Luego de ser purificado, Isaías respondió de inmediato al llamado de Dios como representante para ser enviado en su nombre. En términos neotestamentarios, a Isaías se lo habría llamado apóstol; es decir, “uno que es enviado”.
Curiosamente, Isaías no comienza su libro, como lo hacen otros libros proféticos, describiendo su llamado profético (comparar con Jer. 1:4–10; Eze. 1–3). En otras palabras, seguramente recibió el llamado como profeta antes de los acontecimientos del capítulo 6. De hecho, la Biblia muestra que un encuentro divino puede animar a un profeta incluso después del comienzo de su ministerio (Moisés: Éxo. 34; Elías: 1 Rey. 19). En contraste con otros ejemplos, también, donde Dios dice a las personas que han de ser profetas, en Isaías 6 el profeta se ofrece como voluntario para una misión especial. Parece que los capítulos 1 al 5 de Isaías representan las condiciones del momento en que fue llamado por primera vez, después de lo cual Dios puso en marcha su ministerio alentándolo en el Templo y reconfirmando su comisión como portavoz profético de Dios.
Dios le dio ánimo a Isaías en el Templo. ¿Hay evidencias en otra parte de la Biblia de que el Santuario de Dios es un lugar de aliento? Salmo 73 (ver Sal. 73:17); Hebreos 4:14-16; 10:19–23; Apocalipsis 5. ¿Qué nos enseñan estos pasajes?
El Santuario de Dios no solo palpita con un poder asombroso; también es un lugar donde los débiles e imperfectos como nosotros podemos encontrar refugio. Podemos reconfortarnos al saber que Dios está obrando para rescatarnos a través de Cristo, nuestro Sumo Sacerdote.
Juan también vio a Cristo representado como un cordero que acababa de ser sacrificado, degollado (Apoc. 5:6). Esto no era agradable de ver. La descripción señala que, aunque Cristo resucitó de entre los muertos y ascendió al cielo, continuamente carga consigo el suceso de la Cruz. Él todavía es levantado para atraer a todos a sí mismo en su altar.
■ ¿En qué medida te sentiste animado al entrar en el Templo celestial de Dios, por fe, en oración? Hebreos 4:16 te invita a acercarte al Trono de Dios con valentía, para “alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro”. Si alguien te preguntara cómo hallaste gracia y misericordia en tus momentos de necesidad, ¿cómo responderías?
Miércoles
Se le acercó un serafín con el fin de hacerle idóneo para su gran misión. Un carbón ardiente del altar tocó sus labios… Y cuando se oyó la voz de Dios que decía: “¿A quién enviaré, y quién nos irá?” Isaías respondió con plena confianza: “Heme aquí, envíame a mí” (Isaías 6:7, 8).
¿Qué importaba que las potencias terrenales estuviesen desplegadas contra Judá? ¿O que en su misión Isaías tuviese que hacer frente a la oposición y resistencia? Había visto al Rey, el Señor de los ejércitos; había oído el canto de los serafines: “Toda la tierra está llena de su gloria”, y el profeta había sido fortalecido para la obra que tenía delante de sí. Llevó consigo a través de toda su larga y ardua misión el recuerdo de esta visión (Testimonios para la iglesia, t. 5, p. 701).
Con gracia en el corazón los creyentes deben hacer las obras de Cristo, colocándose de su lado con alma, cuerpo y espíritu, como su mano humana, al compartir su amor con los que están fuera del redil. Los creyentes deben unirse en una comunidad cristiana, considerándose entre ellos como hermanos y hermanas en el Señor. Deben amarse mutuamente como Cristo los amó. Deben ser luces para Dios, que brillen en la iglesia y en el mundo, recibiendo gracia tras gracia al impartirla a los demás. De este modo son guardados constantemente en cercanía espiritual a Dios. Reflejan la imagen de Cristo (El ministerio médico, p. 421).
Nuestra confesión de su fidelidad es el factor escogido por el Cielo para revelar a Cristo al mundo. Debemos reconocer su gracia como fue dada a conocer por los santos de antaño; pero lo que será más eficaz es el testimonio de nuestra propia experiencia. Somos testigos de Dios mientras revelamos en nosotros mismos la obra de un poder divino. Cada persona tiene una vida distinta de todas las demás y una experiencia que difiere esencialmente de la suya. Dios desea que nuestra alabanza ascienda a él señalada por nuestra propia individualidad. Estos preciosos reconocimientos para alabanza de la gloria de su gracia, cuando son apoyados por una vida semejante a la de Cristo, tienen un poder irresistible que obra para la salvación de las almas.
Para nuestro propio beneficio, debemos refrescar en nuestra mente todo don de Dios. Así se fortalece la fe para pedir y recibir siempre más. Hay para nosotros mayor estímulo en la menor bendición que recibimos de Dios, que en todos los relatos que podamos leer acerca de la fe y experiencia ajenas. El alma que responda a la gracia de Dios será como un jardín regado. Su salud brotará raudamente; su luz nacerá en la obscuridad, y la gloria de Dios la acompañará (El ministerio de curación, pp. 67, 68).
Con la fe confiada de un niñito, hemos de acudir a nuestro Padre celestial, contándole todas nuestras necesidades. Siempre está listo para perdonarnos y ayudarnos. La fuente de sabiduría divina es inagotable, y el Señor nos anima a sacar abundantemente de ella. El anhelo que podríamos tener de bendiciones espirituales se describe en estas palabras: “Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía”. Necesitamos una profunda hambre espiritual por los ricos dones que el cielo puede concedernos. Debemos tener hambre y sed de justiciar (Hijos e hijas de Dios, p. 123).
TERRIBLE APELACIÓN (ISA. 6:9-13)
Cuando Dios volvió a enviar a Isaías, ¿por qué le dio al profeta un mensaje tan extraño para llevar a su pueblo (Isa. 6:9, 10)?
Dios no quiere que ninguno perezca (2 Ped. 3:9), lo que explica por qué envió a Isaías al pueblo de Judá, y a Jesús al mundo entero. El deseo de Dios no es destruir sino salvar eternamente. Pero, si bien algunos responden positivamente a sus llamados, otros se vuelven más obstinados en su resistencia. No obstante, Dios sigue llamándolos para darles más oportunidades de arrepentimiento. Sin embargo, cuanto más resisten, más se endurecen. Entonces, en ese sentido, lo que Dios hace por ellos genera el endurecimiento de su corazón, a pesar de que él preferiría que estos esfuerzos los sensibilizaran. El amor de Dios hacia nosotros es inmutable; nuestra respuesta individual a su amor es la variable decisiva.
Dios dijo a Ezequiel: “Tal vez te escuchen, tal vez no, pues son un pueblo rebelde; pero al menos sabrán que entre ellos hay un profeta” (Eze. 2:5, NVI). El papel de Dios y el de sus siervos es dar a las personas la opción de elegir, para que tengan una advertencia adecuada (comparar con Eze. 3:16–21), aunque terminen eligiendo la destrucción y el exilio (Isa. 6:11–13).
Con estas ideas en mente, ¿cómo entendemos la función de Dios en el endurecimiento del corazón de Faraón?
En Éxodo 4:21, Dios dice: “Pero yo endureceré su corazón, de modo que no dejará ir al pueblo”. Esta es la primera de nueve veces en que Dios dijo que endurecería el corazón de Faraón. Pero también hubo nueve veces en que Faraón endureció su propio corazón (p. ej., ver Éxo. 8:15, 32; 9:34).
Evidentemente, el faraón poseía algún tipo de libre albedrío, o no habría podido endurecer su corazón. Pero el hecho de que Dios también “endureciera” el corazón de Faraón indica que puso en marcha las circunstancias ante las cuales Faraón reaccionó cuando tomó sus decisiones, las decisiones de rechazar las señales que Dios le había dado. Si Faraón hubiera estado abierto a esas señales, su corazón se habría sensibilizado, no endurecido.
■ En tu experiencia con el Señor, ¿alguna vez has sentido que tu corazón se endureció a la voz del Espíritu Santo? Piensa en lo que lo causó. Si no consideraste que ese concepto era aterrador entonces (después de todo, eso forma parte de lo que implica tener un corazón duro), ¿cómo lo ves ahora? ¿Cuál es la vía de escape? Ver 1 Corintios 10:13.
Jueves
Nuestro Señor calificó a los oidores infructuosos como escépticos, superficiales o secularizados. Los tales no pueden percibir la gloria moral de la verdad, o su aplicación práctica y personal a sus propios corazones. Carecen de la fe que vence al mundo, y en consecuencia el mundo los vence a ellos…
El entendimiento se vuelve rápido y agudo solo mediante la íntima comunión con Dios. Los hombres del tiempo de Cristo se acarrearon esa ceguera que aun viendo no ve, y esa sordera voluntaria que al oír no oye ni entiende. Jesús les dijo que no tenían razón para sorprenderse de lo que había dicho con respecto a su incredulidad, porque Isaías había predicho la misma cosa. Se cita Mateo 13:13-15.
Dios había declarado tocante a Faraón: “Yo empero endureceré su corazón, de modo que no dejará ir al pueblo”. Éxodo ٤:٢١. No fue ejercido un poder sobrenatural para endurecer el corazón del rey. Dios dio a Faraón las evidencias más notables de su divino poder; pero el monarca se negó obstinadamente a aceptar la luz. Toda manifestación del poder infinito que él rechazara le empecinó más en su rebelión. El principio de rebelión que el rey sembró cuando rechazó el primer milagro, produjo su cosecha. Al mantener su terquedad y aumentarla gradualmente, su corazón se endureció más y más, hasta que fue llamado a contemplar el rostro frío de su primogénito muerto.
Dios habla a los hombres por medio de sus siervos, dándoles amonestaciones y advertencias y censurando el pecado. Da a cada uno oportunidad de corregir sus errores antes de que se arraiguen en el carácter; pero si uno se niega a corregirse, el poder divino no se interpone para contrarrestar la tendencia de su propia acción. La persona encuentra que le es más fácil repetirla. Va endureciendo su corazón contra la influencia del Espíritu Santo. Al rechazar después la luz se coloca en una posición en la cual aun una influencia mucho más fuerte será ineficaz para producir una impresión permanente (Patriarcas y profetas, p. 273).
La larga noche de pesar nos somete a prueba, pero la mañana se posterga misericordiosamente, porque si el Maestro viniera ahora, hallaría a tantos sin preparación. La actitud de Dios de no permitir que su pueblo perezca ha sido la razón de tan larga demora. Pero la venida de la mañana para los fieles, y de la noche para los infieles, está a punto de producirse. Al esperar y velar, el pueblo de Dios debe manifestar su carácter peculiar, su separación del mundo. Mediante nuestra actitud vigilante debemos demostrar que somos verdaderamente extranjeros y peregrinos sobre la tierra. La diferencia entre los que aman al mundo y los que aman a Cristo es tan clara que resulta inconfundible. Mientras los mundanos dedican todo su entusiasmo y su ambición a obtener los tesoros terrenales, el pueblo de Dios no se conforma a este mundo, sino que manifiesta, mediante su actitud fervorosa de vigilia y espera, que ha sido transformado; que su hogar no está en el mundo, sino que está buscando una patria mejor: la celestial (Testimonios para la iglesia, t. 2, pp. 175, 176).
PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:
“Las prácticas inicuas habían llegado a prevalecer de tal manera entre todas las clases que los pocos que permanecían fieles a Dios estaban a menudo a punto de ceder al desaliento y la desesperación. Parecía como que el propósito de Dios para Israel estaba por fracasar, y que la nación rebelde habría de sufrir una suerte similar a la de Sodoma y Gomorra.
“Frente a tales condiciones, no es sorprendente que cuando Isaías fue llamado, durante el último año del reinado de Uzías, para que comunicase a Judá los mensajes de amonestación y reprensión que Dios le mandaba, quiso rehuir la responsabilidad. Sabía muy bien que encontraría una resistencia obstinada. Al comprender su propia incapacidad para hacer frente a la situación y al pensar en la terquedad e incredulidad del pueblo por el cual tendría que trabajar, su tarea le parecía desesperada. ¿Debía renunciar, descorazonado, a su misión y abandonar a Judá en su idolatría? ¿Habrían de gobernar la tierra los dioses de Nínive, en desafío del Rey de los cielos?” (PR 227, 228).
PREGUNTAS PARA DIALOGAR:
1. Si un escéptico o un ateo te desafiaran con la pregunta: “¿Cómo puedes demostrar que tu Dios tiene todo bajo control?”, ¿qué responderías?
2. Si Dios tiene todo bajo control, ¿por qué sufren los inocentes? Isaías 1:19 y 20 ¿significa que en la vida actual se supone que solo a los que son fieles a Dios les suceden cosas buenas y solo a los que se rebelan les pasan cosas malas? Comparar con Job 1; 2; Salmo 37; 73. ¿Podemos conciliar nuestra interpretación del carácter de Dios con las cosas malas que le suceden a la gente? ¿Deberíamos conciliarlas?
3. En Isaías 6, ¿por qué hay tantas conexiones con el Día de la Expiación? Considera el hecho de que en este día de juicio anual Dios purificaba a su pueblo limpiando el pecado de la gente leal (Lev. 16:30) y eliminando a los desleales (23:29, 30).
Resumen: En momentos de inseguridad, cuando la debilidad del liderazgo humano era lastimosamente obvia, Isaías recibió una gran visión del Líder supremo del Universo. Petrificado por su ineptitud pero purificado y fortalecido por la misericordia, Isaías estuvo dispuesto a seguir adelante como embajador de Dios ante un mundo hostil.
Viernes
La maravillosa gracia de Dios, “Protegido por serafines”, 5 de marzo, p. 72;
Cada día con Dios, “El convencimiento del perdón de los pecados”, 9 de septiembre, p. 259.
"ISAÍAS: "CONSOLAOS, PUEBLO MÍO""
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Dios lo bendiga!!!
Lección 2
EL SÁBADO ENSEÑARÉ...
Texto clave: Isaías 6.
Parte I: RESEÑA
El énfasis de nuestro estudio durante esta semana es Isaías 6, especialmente los tres primeros versículos. El primer versículo menciona que Isaías tiene una visión del “Señor sentado sobre un trono” y que la visión ocurre “en el año que murió el rey Uzías”. Por lo tanto, la visión estaría fechada aproximadamente entre 740 y 739 a.C. ¿Por qué el profeta se refiere a la muerte del rey? ¿Es una simple referencia histórica? Isaías, al aludir al famoso monarca, quiere contrastar al rey humano con el majestuoso y glorioso Rey del Universo. Entre otras, la santidad es una de las principales características de la Realeza soberana. Este estudio se divide en tres partes: (1) el esplendor humano, (2) el Rey supremo y (3) nuestro santo y glorioso Señor.
Parte II: COMENTARIO
El esplendor humano
Algunos eruditos han sugerido que la visión de Isaías en el capítulo 6 sirve como una unidad de enlace entre los capítulos anteriores (1–5) y el resto del libro. Por ejemplo, Edward J. Young apoya la idea de que el profeta, en los primeros cinco capítulos, presenta la esencia de su mensaje, y luego relata su llamado profético (E. J. Young, The Book of Isaiah: The English Text, With Introduction, Exposition, and Notes, t. 1, p. 233).
El segundo libro de Crónicas nos brinda un bosquejo del reinado del rey cuya muerte se menciona en Isaías 6. Segundo de Crónicas 26 destaca ampliamente la gloriosa carrera de Uzías durante su reinado de 52 años sobre Judá (2 Crón. 26:3). Entre otros logros notables, el currículum vítae del rey incluye: estratega militar y la consiguiente expansión de territorios (26:6, 7); la formación de un ejército bien equipado (26:11-14); la invención de tecnología militar (26:15); prosperidad material en su territorio (26:9, 10); y su gloriosa fama (26:15). Sin embargo, el mismo registro agrega un detalle sombrío y pernicioso sobre la vida del monarca: “Mas cuando ya era fuerte, su corazón se enalteció para su ruina; porque se rebeló contra Jehová su Dios, entrando en el templo de Jehová para quemar incienso en el altar del incienso” (26:16). Obviamente, los sacerdotes se opusieron a la intención del rey. Le advirtieron que no le correspondía ofrecer incienso. También le dijeron: “Salga usted ahora mismo del santuario, pues ha pecado, y así Dios el Señor no va a honrarlo” (26:18, NVI). (La NVI traduce la expresión hebrea kavod como “honra”. Una traducción común es “gloria”.) Por lo que, en lugar de gloria (kavod), el rey tendrá lepra (tsará‘at) hasta su muerte.
Elena de White comenta: “Uzías se llenó de ira porque se le reprendía así a él, que era el rey. Pero no se le permitió profanar el Santuario contra la protesta unida de los que ejercían autoridad. Mientras estaba allí de pie, en airada rebelión, se vio repentinamente herido por el juicio divino. Apareció la lepra en su frente. Huyó espantado, para nunca volver a los atrios del Templo. Hasta el día de su muerte, algunos años más tarde, permaneció leproso, como vivo ejemplo de cuán insensato es apartarse de un claro ‘Así dice Jehová’. No pudo presentar su alto cargo ni su larga vida de servicio como excusa por el pecado de presunción con que manchó los años finales de su reinado y atrajo sobre sí el juicio del Cielo” (PR 225, 226).
Por lo tanto, referirse a la muerte de Uzías, como lo hace Isaías en el capítulo 6, es evocar a un rey próspero y glorioso, tal vez solo superado por los dos últimos reyes de la monarquía unida. Sin embargo, la gloria de Uzías termina en lepra y, por lo tanto, en muerte. Ahora otro rey se sienta en lo que alguna vez fue el estrado de su gloria.
El Rey supremo
En contraste con la experiencia del famoso (pero deshonroso) rey Uzías, el profeta expresa la gloria del Señor en Isaías 6:1: “Vi yo al Señor sentado sobre un trono”. Vale la pena señalar que todas las palabras que siguen al sujeto, “Señor”, apuntan a la posición exaltada de YHWH, el Rey del Universo.
Aquí Isaías utiliza la expresión “Señor” (’adonai), dejando en claro que se refiere al Gobernante soberano. Este detalle ayuda a aumentar el contraste entre el Señor y el gobernante terrenal de Judá. El Señor (todavía) está sentado en su Trono; en otras palabras, permanece en su Trono. Otros reyes han pasado y pasarán, pero el dominio del Rey del Universo “es dominio eterno, que nunca pasará” (Dan. 7:14). El autor enfatiza que el Señor está sentado, y “las orlas de su manto llenaban el templo” (Isa. 6:1, u.p., NVI), lo que significa que la presencia del Señor satura el Templo. Además, los seres celestiales adoran delante de él. Se puede ver una imagen similar en Apocalipsis 4:8: “Y los cuatro seres vivientes tenían cada uno seis alas, y alrededor y por dentro estaban llenos de ojos; y no cesaban día y noche de decir: Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso”.
Nuestro santo y glorioso Señor
Isaías 6:3 registra que los serafines se decían el uno al otro, “Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria”. Parece que la santidad es la expresión que los seres celestiales prefieren usar para referirse al Señor. ¿Qué implica la santidad de Dios?
Para algunos eruditos, la santidad de YHWH significa la esencia oculta de su ser, su trascendencia absoluta, la perfección divina, que lo separa de su Creación: una distinción en esencia y en carácter; y su majestad moral.
Por otro lado, algunos piensan que, en este caso, la santidad se refiere a la exclusividad de YHWH para Israel (T. Correa, La gloria del Señor en Isaías, p.123). Aunque el elemento de distinción, o separación, de la santidad de Dios es una característica que no se puede negar, se puede alegar que la palabra en hebreo expresa más que una mera distinción.
En este sentido, tenemos el testimonio de idiomas antiguos. El término equivalente para la palabra hebrea qadosh (santo) en el idioma acadio es qadashu, que significa “ser puro, brillar”, entre otros significados (J. Black, A. George y N. Postgate, eds., “qadāšu(m)”, A Concise Dictionary of Akkadian, p. 282). A la luz de esta perspectiva del testimonio extrabíblico, se puede inferir un elemento de incomparabilidad debido a la esencia de la naturaleza de Dios. Por lo tanto, la expresión hebrea qadosh, en este caso, puede referirse a la pureza, la perfección y la gloria ocultas de YHWH. En otras palabras, la santidad es la esencia del ser de Dios; pero esa esencia no está completamente oculta porque se revela, en parte, en su gloria, que llena toda la Tierra. Qadosh es paralela a kavod. Mientras la primera es la esencia del ser de Dios, la segunda es la manifestación de él. Del mismo modo, podemos inferir que, a medida que su presencia llena el Templo, es su gloria la que llena la Tierra. El impacto de la santidad del Señor es tal que Isaías se considera “arruinado”, porque, según él, es inmundo. El contraste es claro entre él (inmundo) y el Dios limpio, o puro (santo).
Parte III: APLICACIÓN A LA VIDA
Para reflexionar: La fama y el esplendor son grandes atractivos para muchas personas. El rey Uzías es un ejemplo perfecto de alguien que codicia ambas cosas. Su intrusión en el Templo puede considerarse una actuación audaz, pero su accionar va en contra de la voluntad revelada por Dios. Su comportamiento es un insulto a Dios y una blasfemia a su santo servicio. Elena de White declara que “el pecado que tuvo resultados tan desastrosos para Uzías fue un acto de presunción. Violando una clara orden de Jehová, de que ninguno sino los descendientes de Aarón debía oficiar como sacerdote, el rey entró en el Santuario ‘para quemar incienso en el altar’ ” (PR 225).
1. Si ocupas un puesto de liderazgo en tu iglesia, piensa en todo lo que implica. ¿Con cuánta fidelidad atiendes las cosas sagradas del Señor?
2. Los reyes de los tiempos de Isaías no siempre anduvieron a la luz del Se-ñor. Isaías 1:23 describe a los gobernantes de Israel así: “Tus gobernantes son rebeldes” (NVI). Recuerda: los seres humanos, tarde o temprano, mo-rirán y desaparecerán. El Señor que gobierna para siempre está sentado en su Trono y tiene el control. ¿Qué significa que Dios es soberano? ¿Por qué debemos confiar en su dominio?
3. Al comienzo de su ministerio profético, Isaías recibe una visión de la san-tidad del Señor. Una experiencia similar tuvo Moisés cuando fue llamado en Horeb (Éxo. 3:5, 6). ¿Por qué la santidad no es solo una característica importante de la esencia del Señor sino también el sello de su obra y la marca de sus mensajeros?
"ISAÍAS: “CONSOLAOS, PUEBLO MÍO"
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Dios los bendiga!!
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