Lección 7: El pacto con Abraham | El Génesis | Escuela Sabática 2T 2022
Lección 7: Para el 14 de mayo de 2022
EL PACTO CON ABRAHAM
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Génesis 15–19:29; Romanos 4:3, 4, 9, 22; Gálatas 4:21–31; Romanos 4:11; 9:9; Amós 4:11.
PARA MEMORIZAR:
“Y respondió Abram: Señor Jehová, ¿qué me darás, siendo así que ando sin hijo, y el mayordomo de mi casa es ese damasceno Eliezer?” (Gén. 15:2).
Con Génesis 15, llegamos al momento decisivo en que Dios formaliza su pacto con Abraham. El pacto abrahámico es el segundo pacto, después del pacto con Noé.
Al igual que el pacto con Noé, el pacto con Abraham atañe a otras naciones también porque, en última instancia, el pacto con Abraham es parte del Pacto eterno que se ofrece a toda la humanidad (Gén. 17:7; Heb. 13:20).
Este episodio de la vida de Abraham está lleno de temor y risas. Abram tiene miedo (Gén. 15:1), al igual que Sara (Gén. 18:15) y Agar (Gén. 21:17). Abram se ríe (Gén. 17:17); Sara (Gén. 18:12) e Ismael, también (Gén. 21:9 connota risa burlona). Estos capítulos resuenan con la sensibilidad y la calidez humanas. A Abram le apasiona la salvación de los malvados sodomitas; se preocupa por Sara, Agar y Lot; y es hospitalario con los tres extranjeros (Gén. 18:6).
En ese contexto, Abram, cuyo nombre implica nobleza y respetabilidad, cambiará su nombre a Abraham, que significa “Padre de muchedumbre de gentes” (Gén. 17:5). Por lo tanto, aquí vemos más indicios de la naturaleza universal de lo que Dios planea hacer mediante su pacto con Abraham.
Sábado
En una visión nocturna, Abrahán oyó otra vez la voz divina: “No temas, Abram —fueron las palabras del Príncipe de los príncipes—; yo soy tu escudo, y tu galardón sobremanera grande”. Génesis 15:1. Pero tenía el ánimo tan deprimido por los presentimientos que no pudo esta vez aceptar la promesa con absoluta confianza como lo había hecho antes. Rogó que se le diera una evidencia tangible de que la promesa sería cumplida. ¿Cómo iba a cumplirse la promesa del pacto, mientras se le negaba la dádiva de un hijo? “¿Qué me has de dar —dijo Abrahán—, siendo así que ando sin hijo?… Y he aquí que es mi heredero uno nacido en mi casa”. Vers. 2, 3. Se proponía adoptar a su fiel siervo Eliezer como hijo y heredero. Pero se le aseguró que un hijo propio había de ser su heredero. Entonces Dios lo llevó fuera de su tienda, y le dijo que mirara las innumerables estrellas que brillaban en el firmamento; y mientras lo hacía le fueron dirigidas las siguientes palabras: “Así será tu simiente”. “Y creyó Abraham a Dios, y le fue atribuido a justicia”. Vers. 5; Romanos 4:3 (Historia de los patriarcas y profetas, p. 130).
Cuando Abrahán tenía casi cien años, se le repitió la promesa de un hijo, y se le aseguró que el futuro heredero sería hijo de Sara. Pero Abrahán todavía no comprendió la promesa. En seguida pensó en Ismael, aferrado a la creencia de que por medio de él se habían de cumplir los propósitos misericordiosos de Dios. En su afecto por su hijo exclamó: “Ojalá Ismael viva delante de ti”. Nuevamente se le dio la promesa en palabras inequívocas: “Ciertamente Sara tu mujer te parirá un hijo, y llamarás su nombre Isaac; y confirmaré mi pacto con él” (Historia de los patriarcas y profetas, p. 142).
Dios confirió un gran honor a Abrahán. Los ángeles del cielo anduvieron y hablaron con él como con un amigo. Cuando los juicios de Dios estaban por caer sobre Sodoma, este hecho no le fue ocultado y él se convirtió en intercesor de los pecadores para con Dios. Su entrevista con los ángeles presenta también un hermoso ejemplo de hospitalidad (Historia de los patriarcas y profetas, p. 132).
Las mayores victorias ganadas para la causa de Dios no son resultado de complicadas discusiones, amplias facilidades, extensa influencia o abundancia de recursos; se obtienen en la cámara de audiencia con Dios, cuando con fe ferviente y agonizante los hombres se asen de su brazo poderoso.
¡Cuán fuertes son la verdadera fe y la verdadera oración! Son como dos brazos por los cuales el suplicante humano se asiese del poder del Amor Infinito. La fe consiste en confiar en Dios, en creer que nos ama y sabe lo que es mejor para nuestro bien. Así, en vez de nuestro camino, nos induce a preferir el suyo. En vez de nuestra ignorancia, acepta su sabiduría; en vez de nuestra debilidad, su fuerza; en vez de nuestro pecado, su justicia. Nuestra vida, nosotros mismos, somos ya suyos; la fe reconoce su derecho de posesión, y acepta su bendición (Obreros evangélicos, p. 273).
LA FE DE ABRAHAM
Lee Génesis 15:1 al 21; y Romanos 4:3, 4, 9 y 22. ¿Cómo revela Abram lo que significa vivir por fe? ¿Cuál es el significado del sacrificio que Dios le pidió a Abram que realizara?
La primera respuesta de Dios a la preocupación de Abram por un heredero (Gén. 15:1-3) es que tendrá un hijo “que saldrá de [s]us entrañas” (Gén. 15:4, RVA). El profeta Natán usa el mismo lenguaje para referirse a la simiente del futuro rey mesiánico (2 Sam. 7:12). Abram se tranquilizó y “creyó a Jehová” (Gén. 15:6), porque entendió que el cumplimiento de la promesa de Dios no dependía de su propia justicia sino de la justicia de Dios (Gén. 15:6; comparar con Rom. 4:5, 6).
Este concepto es extraordinario, especialmente en aquella cultura. En la religión de los antiguos egipcios, por ejemplo, el juicio se evaluaba sobre la base de sopesar las obras humanas de justicia de una persona contra la justicia de la diosa Maat, que representaba la justicia divina. En resumen, la gente tenía que ganarse la “salvación”.
Entonces, Dios instituye una ceremonia sacrificial que efectuará Abram. Básicamente, el sacrificio señala a la muerte de Cristo por nuestros pecados. Los seres humanos se salvan por la gracia, el don de la justicia de Dios, simbolizado por estos sacrificios. Pero esta ceremonia en particular transmite mensajes específicos para Abram. El acecho de las aves de rapiña sobre los animales del sacrificio (Gén. 15:9-11) significa que los descendientes de Abram sufrirán esclavitud por un período de “cuatrocientos años” (Gén. 15:13), o cuatro generaciones (Gén. 15:16). Luego, en la cuarta generación, los descendientes de Abram “volverán acá” (Gén. 15:16).
La última escena de la ceremonia sacrificial es dramática: “una antorcha de fuego que pasaba por entre los animales divididos” (Gén. 15:17). Esta maravilla extraordinaria representa el compromiso de Dios de cumplir la promesa del pacto de dar tierras a los descendientes de Abram (Gén. 15:18).
Los límites de esta Tierra Prometida, “desde el río de Egipto hasta el río grande, el río Éufrates” (Gén. 15:18), nos recuerdan los límites del Jardín del Edén (comparar con Gén. 2:13, 14). Por lo tanto, esta profecía abarca más que solo el Éxodo y una patria para Israel. En el horizonte lejano de esta profecía, cuando los descendientes de Abraham tomarán el país de Canaán, se vislumbra la idea de la salvación del pueblo de Dios en el tiempo del fin, que regresará al Jardín del Edén.
■ ¿Cómo podemos aprender a mantenernos centrados en Cristo y su justicia como nuestra única esperanza de salvación? ¿Qué sucede si intentamos comenzar a hacer recuento de nuestras buenas obras?
Domingo
La turba de curiosos que se apiñaban alrededor de Jesús no recibió fuerza vital alguna. Pero la enferma que le tocó con fe, quedó curada. Así también en las cosas espirituales, el contacto casual difiere del contacto de la fe. La mera creencia en Cristo como Salvador del mundo no imparte sanidad al alma. La fe salvadora no es un simple asentimiento a la verdad del evangelio. La verdadera fe es la que recibe a Cristo como un Salvador personal. Dios dio a su Hijo unigénito, para que yo, mediante la fe en él, “no perezca, mas tenga vida eterna”. Juan 3:16 (VM). Al acudir a Cristo, conforme a su palabra, he de creer que recibo su gracia salvadora. La vida que ahora vivo, la debo vivir “en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó, y se entregó a sí mismo por mí”. Gálatas 2:20.
Muchos consideran la fe como una opinión. La fe salvadora es una transacción, por la cual los que reciben a Cristo se unen en un pacto con Dios. Una fe viva entraña un aumento de vigor y una confianza implícita que, por medio de la gracia de Cristo, dan al alma un poder vencedor (El ministerio de curación, p. 40).
[El] patriarca suplicó que se le diese una señal visible para confirmar su fe, y como evidencia para las futuras generaciones de que los bondadosos propósitos que Dios tenía para con ellas se cumplirían. El Señor se dignó concertar un pacto con su siervo, empleando las formas acostumbradas entre los hombres para la ratificación de contratos solemnes. En conformidad con las indicaciones divinas, Abrahán sacrificó una novilla, una cabra y un carnero, cada uno de tres años de edad, dividió cada cuerpo en dos partes y colocó las piezas a poca distancia la una de la otra. Añadió una tórtola y un palomino, que no fueron partidos. Hecho esto, Abrahán pasó reverentemente entre las porciones del sacrificio, haciendo un solemne voto a Dios de obediencia perpetua.
Atenta y constantemente permaneció al lado de los animales partidos, hasta la puesta del sol, para que no fuesen profanados o devorados por las aves de rapiña.
Al atardecer se durmió profundamente; y “el pavor de una grande obscuridad cayó sobre él”. Génesis 15:12. Y oyó la voz de Dios diciéndole que no esperase la inmediata posesión de la tierra prometida, y anunciándole los sufrimientos que su posteridad tendría que soportar antes de tomar posesión de Canaán. Le fue revelado el plan de redención, en la muerte de Cristo, el gran sacrificio, y su venida en gloria. También vio Abrahán la tierra restaurada a su belleza edénica, que se le daría a él para siempre, como pleno y final cumplimiento de la promesa.
Como garantía de este pacto de Dios con el hombre, “dejóse ver un horno humeando, y una antorcha de fuego que pasó entre los animales divididos”, y aquellos símbolos de la presencia divina consumieron completamente las víctimas. Y otra vez oyó Abrahán una voz que confirmaba la dádiva de la tierra de Canaán a sus descendientes, “desde el río de Egipto hasta el río grande, el río Éufrates”. Vers. 18 (Historia de los patriarcas y profetas, pp. 131, 132).
LAS DUDAS DE ABRAHAM
Lee Génesis 16:1 al 16. ¿Qué relevancia tiene la decisión de Abram de llegarse a Agar, a pesar de la promesa que Dios le hiciera? Estas dos mujeres, ¿cómo representan dos actitudes con respecto a la fe (Gál. 4:21–31)?
Cuando Abram dudó (Gén. 15:2), Dios le aseguró sin ambigüedades que tendría un hijo. Ahora, diez años después, Abram todavía sigue sin hijos. Incluso después de la última poderosa profecía de Dios, Abram parece haber perdido la fe: ya no cree que le será posible tener un hijo con Sarai. Ella, desesperanzada, toma la iniciativa y lo insta a recurrir a una práctica común de esa época en el antiguo Cercano Oriente: tomar una sustituta. Agar, la sierva de Sarai, es elegida para este servicio. El sistema da resultado. Irónicamente, esta estrategia humana parecía más eficaz que la fe en las promesas de Dios.
El pasaje que describe la relación de Sarai con Abram se asemeja a la historia de Adán y Eva en el Jardín del Edén. Los dos textos comparten una serie de motivos en común (Sarai, como Eva, es activa; Abram, como Adán, es pasivo) y comparten verbos y frases comunes (“escuchar la voz”, “tomar” y “dar”). Este paralelismo entre las dos historias implica la desaprobación de Dios de esta manera de actuar.
El apóstol Pablo alude a esta historia para expresar su punto de vista sobre las obras y la gracia (Gál. 4:23-26). En ambos relatos, el resultado es el mismo: la recompensa inmediata del obrar humano al margen de la voluntad de Dios conduce a problemas futuros. Fíjate que Dios está ausente durante todo el curso de la acción. Sarai habla de Dios pero nunca le habla a él; ni Dios les habla a ninguno de ellos. Esta ausencia de Dios es llamativa, especialmente después de la intensa presencia de Dios en el capítulo anterior.
Entonces, Dios se aparece a Agar, pero solo después de que ella deja la casa de Abram. Esta aparición inesperada revela la presencia de Dios a pesar del esfuerzo humano de actuar sin él. La referencia al “ángel de Jehová” (Gén. 16:7) es un título que a menudo se identifica con Jehová, YHWH (ver Gén. 18:1, 13, 22). Esta vez es Dios quien toma la iniciativa y anuncia a Agar que dará a luz a un hijo, Ismael, cuyo nombre significa “Dios oye” (Gén. 16:11). Irónicamente, la historia, que termina con la idea de escuchar (shamá‘), se hace eco de la escucha del comienzo de la historia, cuando Abram “escuchó” (shamá‘) la voz de Sarai (Gén. 16:2, LBLA).
■ ¿Por qué es tan fácil que nosotros cometamos el mismo tipo de error que Abram?
Lunes
Abrahán había aceptado sin hacer pregunta alguna la promesa de un hijo, pero no esperó a que Dios cumpliese su palabra en su oportunidad y a su manera. Fue permitida una tardanza, para probar su fe en el poder de Dios, pero fracasó en la prueba. Pensando que era imposible que se le diera un hijo en su vejez, Sara sugirió como plan mediante el cual se cumpliría el propósito divino, que una de sus siervas fuese tomada por Abrahán como esposa secundaria. La poligamia se había difundido tanto que había dejado de considerarse pecado; violaba, sin embargo, la ley de Dios y destruía la santidad y la paz de las relaciones familiares.
El casamiento de Abrahán con Agar fue un mal, no solo para su propia casa, sino también para las generaciones futuras (Historia de los patriarcas y profetas, p. 141).
Dios otorga luz para guiar a los que honestamente anhelan la luz y la verdad; pero no es su intención eliminar toda causa de incertidumbre y duda. Él da la evidencia necesaria para establecer la fe, y luego requiere que los hombres acepten la evidencia y ejerciten la fe.
La persona que estudie la Biblia con espíritu humilde y dócil, encontrará en ella una guía que señala el camino de la vida con una exactitud que no falla. Pero, mis hermanos y hermanas, ¿de qué sirve el estudio de la Biblia a menos que practiquéis las verdades que ella enseña? Ese santo libro no contiene nada que no sea esencial; no se revela nada que no se aplique a nuestras vidas actuales. Mientras más profundo sea nuestro amor por Jesús, más alta será nuestra estima de la Palabra como la voz de Dios que nos habla directamente (Testimonios para la iglesia, t. 5, p. 283).
No es preciso que permanezca en la incertidumbre y la duda. Satanás está al alcance de la mano para sugerir una gran variedad de dudas, pero si abre los ojos a la fe encontrará suficientes pruebas para creer. Sin embargo, Dios nunca eliminará las causas de la duda. Quienes prefieren permanecer en un ambiente de dudas e incredulidad pueden disfrutar de un privilegio nada envidiable. Dios da suficientes pruebas para que las mentes sinceras puedan creer. Pero quien, amparándose en la existencia de ciertas cosas que esta mente finita no puede entender, no reconoce el peso de la evidencia quedará en el ambiente frío y helado de la incredulidad y la duda; su fe naufragará… Jesús jamás elogió la incredulidad, jamás planteó dudas. Sus milagros fueron prueba para su nación de que él era el Mesías; aun así, algunos consideraron que dudar de él era una virtud y, razonando según la mente humana, en todas y cada una de las buenas obras del Salvador encontraron algún aspecto digno de censura o cuestión (Testimonios para la iglesia, t. 4, p. 229).
LA SEÑAL DEL PACTO ABRAHÁMICO
Lee Génesis 17:1 al 19; y Romanos 4:11. ¿Cuál es el significado espiritual
y profético del rito de la circuncisión?
La falta de fe de Abram, como vimos en la historia anterior (Gén. 16), interrumpió el flujo de la experiencia espiritual de Abram con Dios. Durante ese tiempo, Dios guardó silencio. Por primera vez, ahora Dios le vuelve a hablar a Abram. Dios se vuelve a conectar con Abram y lo lleva de regreso al punto en el que hizo un pacto con él (Gén. 15:18).
Sin embargo, ahora Dios le da la señal de ese pacto. Durante mucho tiempo los eruditos han discutido el significado de la circuncisión, pero debido a que el rito de la circuncisión implica el derramamiento de sangre (ver Éxo. 4:25), podría entenderse en el contexto del sacrificio, lo que significa que se le imputaba la justicia (comparar con Rom. 4:11).
También es importante que este pacto, representado por la circuncisión, se describa en términos que apuntan a la primera profecía mesiánica (comparar Gén. 17:7 con 3:15). El paralelismo entre los dos textos sugiere que la promesa de Dios a Abram se refiere a más que solo el nacimiento físico de un pueblo; contiene la promesa espiritual de salvación para todos los pueblos de la Tierra. Y la promesa del “pacto perpetuo” (Gén. 17:7) se refiere a la obra de la simiente mesiánica, el sacrificio de Cristo que garantiza la vida eterna para todos los que la reclaman con fe y todo lo que la fe implica (comparar con Rom. 6:23; Tito 1:2).
Cabe destacar que esta promesa de un futuro eterno está comprendida en el cambio de nombre de Abram y Sarai. Los nombres de Abram y Sarai se referían solo a su estado presente: Abram significa “padre exaltado” y Sarai significa “mi princesa” (la princesa de Abram). El cambio de nombre a “Abraham” y “Sara” se refería al futuro: Abraham significa “padre de muchas naciones” y Sara significa “la princesa” (para todos). Al mismo tiempo, con cierta ironía, el nombre de Isaac (“se reirá”) es un recordatorio de la risa de Abraham (la primera risa registrada en las Escrituras, Gén. 17:17); es una risa de escepticismo, o tal vez de asombro. De cualquier manera, aunque creía en lo que el Señor claramente le había prometido, Abraham todavía luchaba por experimentarlo con fe y confianza.
■ ¿Cómo podemos aprender a seguir creyendo incluso cuando, a veces, luchamos con esa creencia, como lo hizo Abraham? ¿Por qué es importante que no nos demos por vencidos, a pesar de los momentos de duda?
Martes
En ese tiempo el rito de la circuncisión fue dado a Abrahán “por sello de la justicia de la fe que tuvo en la incircuncisión”. Romanos 4:11. Este rito había de ser observado por el patriarca y sus descendientes como señal de que estaban dedicados al servicio de Dios, y por consiguiente separados de los idólatras y aceptados por Dios como su tesoro especial. Por este rito se comprometían a cumplir, por su parte, las condiciones del pacto hecho con Abrahán. No debían contraer matrimonio con los paganos; pues haciéndolo perderían su reverencia hacia Dios y hacia su santa ley, serían tentados a participar de las prácticas pecaminosas de otras naciones, y serían inducidos a la idolatría (Historia de los patriarcas y profetas, p. 132).
La fe que es para salvación no es una fe casual, no es el mero consentimiento del intelecto; es la creencia arraigada en el corazón que acepta a Cristo como a un Salvador personal, segura de que él puede salvar perpetuamente a todos los que acuden a Dios mediante él… Esa fe induce a su poseedor a colocar todos los afectos del alma en Cristo. Su comprensión está bajo el dominio del Espíritu Santo y su carácter se modela de acuerdo con la semejanza divina. Su fe no es muerta, sino una fe que obra por el amor y lo induce a contemplar la belleza de Cristo y a asimilarse al carácter divino. Se cita Deuteronomio 30:11-14. “Y circuncidará Jehová tu Dios tu corazón, y el corazón de tu descendencia, para que ames a Jehová tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, a fin de que vivas”. Deuteronomio 30:6.
Es Dios el que circuncida el corazón. Toda la obra es del Señor de principio a fin. El pecador que perece puede decir: “Soy un pecador perdido, pero Cristo vino a buscar y a salvar lo que se había perdido. Él dice: ‘No he venido a llamar a justos, sino a pecadores’. Marcos 2:17. Soy pecador y Cristo murió en la cruz del Calvario para salvarme. No necesito permanecer un solo momento más sin ser salvado. Él murió y resucitó para mi justificación y me salvará ahora. Acepto el perdón que ha prometido” (Mensajes selectos, t. 1, pp. 458, 459).
Cuando hacía casi veinticinco años que Abrahán estaba en Canaán, el Señor se le apareció y le dijo: “Yo soy el Dios Todopoderoso; anda delante de mí, y sé perfecto”. Véase Génesis 17:1-16. Con reverencia el patriarca se postró, y el mensaje continuó así: “Yo, he aquí mi pacto contigo: Serás padre de muchedumbre de gentes”. Como garantía del cumplimiento de este pacto, su nombre, que hasta entonces era Abram, fue cambiado en “Abraham”, que significa: “padre de muchedumbre de gentes”. El nombre de Saraí se cambió por el de Sara, “princesa;” pues, dijo la divina voz, “vendrá a ser madre de naciones; reyes de pueblos serán de ella” (Historia de los patriarcas y profetas, p. 132).
EL HIJO DE LA PROMESA
La última escena de la circuncisión abarcó a todos: no solo Ismael, sino además todos los varones de la casa de Abraham se circuncidaron (Gén. 17:23- 27). La palabra kol, “todos”, “todo”, se repite cuatro veces (Gén. 17:23, 27). En este contexto inclusivo, Dios se le aparece a Abraham para confirmar la promesa de un hijo, “Isaac”.
Lee Génesis 18:1 al 15; y Romanos 9:9. ¿Qué lecciones de hospitalidad aprendemos de la recepción de Abraham a sus visitantes? ¿Cómo explicas la respuesta de Dios a la hospitalidad de Abraham?
No está claro si Abraham sabía quiénes eran estos desconocidos (Heb. 13:2), aunque actuó con ellos como si Dios mismo estuviera entre ellos. Estaba sentado “a la puerta de su tienda en el calor del día” (Gén. 18:1), y debido a que es raro recibir visitas en el desierto, probablemente le dieron ganas de reunirse con ellos. Abraham salió corriendo en dirección a los hombres (Gén. 18:2), aunque tenía 99 años. Llamó a una de estas personas Adonai, “mi SEÑOR” (Gén. 18:3, NVI, NTV), un título que se usa a menudo para Dios (Gén. 20:4; Éxo. 15:17). Se dio prisa en la preparación de la comida (Gén. 18:6, 7). Se quedó de pie junto a ellos, atento a sus necesidades y listo para servirlos (Gén. 18:8).
El comportamiento de Abraham hacia los extraños celestiales se convertirá en un inspirador modelo de hospitalidad (Heb. 13:2). Por cierto, la actitud de reverencia de Abraham transmite una filosofía de hospitalidad. Mostrar respeto y cuidado hacia los desconocidos no es solo un bonito gesto de cortesía. La Biblia enfatiza que es un deber religioso, como si estuviera dirigido a Dios mismo (comparar con Mat. 25:35-40). Irónicamente, Dios se identifica más con el extranjero hambriento y necesitado que con el generoso que lo recibe.
Por otro lado, la intrusión divina en la esfera humana denota su gracia y su amor hacia la humanidad. Esta aparición de Dios anticipa a Cristo, quien dejó su hogar celestial y se convirtió en un siervo humano para alcanzar a la humanidad (Fil. 2:7, 8). La aparición de Dios aquí es una evidencia de la certeza de su promesa (Gén. 18:10). El Señor ve a Sara, que se esconde “detrás de él” (Gén. 18:10), y conoce sus pensamientos más íntimos (Gén. 18:12). Él sabe que ella se rio, y la palabra “reír” es su última palabra. El escepticismo de ella pasa a ser el lugar donde él cumplirá su palabra.
■ Reflexiona sobre la idea de que “Dios se identifica más con el extranjero hambriento y necesitado que con el generoso que lo recibe”. ¿Por qué es tan importante que recordemos este concepto?
Miércoles
En todos los tiempos Dios se valió de santos ángeles para socorrer y librar a su pueblo. Los seres celestiales tomaron parte activa en los asuntos de los hombres. Aparecieron con vestiduras que relucían como el rayo; vinieron como hombres en traje de caminantes. Hubo casos en que aparecieron ángeles en forma humana a los siervos de Dios. Descansaron bajo los robles al mediodía como si hubiesen estado cansados. Aceptaron la hospitalidad en hogares humanos. Sirvieron de guías a viajeros extraviados. Con sus propias manos encendieron los fuegos del altar. Abrieron las puertas de las cárceles y libertaron a los siervos del Señor. Vestidos de la armadura celestial, vinieron para quitar la piedra de sepulcro del Salvador.
A menudo suele haber ángeles en forma humana en las asambleas de los justos, y visitan también las de los impíos, como lo hicieron en Sodoma para tomar nota de sus actos y para determinar si excedieron los límites de la paciencia de Dios. El Señor se complace en la misericordia; así que por causa de los pocos que le sirven verdaderamente, mitiga las calamidades y prolonga el estado de tranquilidad de las multitudes (El conflicto de los siglos, pp. 614, 615).
El privilegio concedido a Abraham y a Lot no se nos niega. Cuando mostramos hospitalidad a los hijos de Dios, también nosotros podemos recibir a seres celestiales en nuestras moradas. Aun en la actualidad los ángeles entran en forma humana en los hogares de la gente, y son agasajados. Los cristianos que viven a la luz del rostro de Dios están siempre acompañados por ángeles invisibles, y estos seres santos dejan tras sí una bendición en nuestros hogares (Testimonios para la iglesia, t. 6, p. 344).
Cristo le dice a su pueblo redimido: “Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí” (Matthew 25:34-36).
Las oraciones, la exhortación y la conversación son frutos de poco precio… pero los frutos que se manifiestan en buenas obras, en cuidar de los necesitados, los huérfanos, las viudas, son los verdaderos y los produce naturalmente un buen árbol.
Cuando los corazones simpatizan con otros corazones agobiados por el desánimo y el pesar, cuando la mano se extiende para ayudar al necesitado, cuando se viste a los desnudos, y el forastero recibe la bienvenida a vuestra casa y a vuestro corazón, los ángeles llegan muy cerca, y semejante acción halla respuesta en el cielo. Todo acto de justicia, misericordia y benevolencia, produce melodía en el cielo…
Cada acto de misericordia realizado con los necesitados, los que sufren, se considera hecho a Jesús mismo. Cuando socorréis a los pobres, simpatizáis con los afligidos y oprimidos y ayudáis a los huérfanos, os ponéis en una relación más estrecha con Jesús (That I May Know Him, p. 335; parcialmente en A fin de conocerle, p. 334 y en Servicio cristiano, p. 234).
LOT EN SODOMA
Lee Génesis 18:16 a 19:29. ¿Cómo afecta el ministerio profético de Abraham a su responsabilidad para con Lot?
Dios acaba de reconfirmar a Abraham la promesa de un hijo. Sin embargo, en vez de disfrutar de la buena noticia, introduce a Dios en una discusión apasionada sobre el destino de Lot en Sodoma. Abraham no es solo un profeta a quien Dios revela su voluntad; también es un profeta que intercede a favor de los malvados. La frase hebrea “estaba aún delante de Jehová” (Gén. 18:22) es una expresión idiomática que significa orar.
De hecho, Abraham desafía a Dios y negocia con él para salvar a Sodoma, donde reside su sobrino. Luego de descontar de cincuenta a diez, Dios responde que habría salvado al pueblo de Sodoma si solo diez sodomitas hubieran sido justos.
Por supuesto, al leer la historia de lo que sucedió cuando los dos ángeles fueron a Lot para advertirle de lo que vendría (Gén. 19:1-10), podemos ver cuán enferma y malvada se había vuelto la gente. Verdaderamente era un lugar perverso, al igual que muchas de las naciones circundantes; una de las razones por las que, finalmente, fueron expulsadas de la tierra (ver Gén. 15:16).
“Y ahora se acercaba la última noche de Sodoma. Las nubes de la venganza ya proyectaban sus sombras sobre la ciudad condenada. Pero los hombres no las percibieron. Mientras se acercaban los ángeles con su misión destructora, los hombres soñaban con prosperidad y placer. El último día fue como todos los demás que habían llegado y desaparecido. La noche se cerró sobre una escena de encanto y seguridad. Los rayos del sol poniente inundaron un panorama de incomparable belleza. La frescura del atardecer había atraído fuera de las casas a los habitantes de la ciudad, y las multitudes amantes del placer se paseaban de aquí para allá gozando de ese momento” (PP 154).
Al final, Dios solo salvó a Lot, su esposa y sus dos hijas (Gén. 19:15); ni la mitad del mínimo de diez. Los yernos, que no se tomaron en serio la advertencia de Lot, se quedaron en la ciudad (Gén. 19:14).
Por lo tanto, ese hermoso país fue destruido. El verbo hebreo hafaj, “destruyó”, aparece varias veces en este pasaje (Gén. 19:21, 25, 29) y caracteriza la destrucción de Sodoma (Deut. 29:23; Amós 4:11). La idea es que el país se ha “revertido”. Así como el Diluvio “revirtió” la Creación original (Gén. 6:7), la destrucción de Sodoma es una “reversión” del Jardín del Edén (Gén. 13:10). En la destrucción de Sodoma, también se nos da un precursor de la destrucción que ocurrirá durante el tiempo del fin (ver Jud. 7).
Jueves
Dos de los mensajeros celestiales se marcharon dejando a Abrahán solo con Aquel a quien reconocía ahora como el Hijo de Dios. Y el hombre de fe intercedió en favor de los habitantes de Sodoma. Una vez los había salvado mediante su espada, ahora trató de salvarlos por medio de la oración. Lot y su familia habitaban aun allí; y el amor desinteresado que movió a Abrahán a rescatarlo de los elamitas, trató ahora de salvarlo de la tempestad del juicio divino, si era la voluntad de Dios.
Con profunda reverencia y humildad rogó: “He aquí ahora que he comenzado a hablar a mi Señor, aunque soy polvo y ceniza”. En su súplica no había confianza en sí mismo, ni jactancia de su propia justicia. No pidió un favor basado en su obediencia, o en los sacrificios que había hecho en cumplimiento de la voluntad de Dios. Siendo él mismo pecador, intercedió en favor de los pecadores. Semejante espíritu debe tener todos los que se acercan a Dios. Abrahán manifestó la confianza de un niño que suplica a un padre a quien ama. Se aproximó al mensajero celestial, y fervientemente le hizo su petición (Historia de los patriarcas y profetas, p. 134).
¿Qué ocurrió con los rebeldes habitantes del mundo antediluviano? Después de rechazar el mensaje de Noé, se entregaron al pecado con mayor abandono que nunca antes, y duplicaron la enormidad de sus prácticas corruptas. Aquellos que se niegan a reformarse rehusando aceptar a Cristo, no encuentran en el pecado nada que los reforme; su mente está resuelta a seguir albergando el espíritu de rebelión, y no se ven ni nunca se verán obligadas a la sumisión. El juicio que el Señor trajo sobre el mundo antediluviano declaró su incurabilidad. La destrucción de Sodoma proclamó que los habitantes del territorio más hermoso del mundo estaban irreversiblemente entregados al pecado. El fuego y azufre del cielo consumieron todo lo que había, excepto a Lot, su esposa y dos hijas. La esposa, al mirar hacia atrás, desoyendo la orden de Dios, se volvió una estatua de sal (Testimonios para los ministros, p. 74).
Fue por misericordia para con el mundo por lo que Dios barrió los habitantes de él en tiempo de Noé. Fue también por misericordia por lo que destruyó a los habitantes corrompidos de Sodoma. Debido al poder engañador de Satanás, los obreros de iniquidad se granjean simpatía y admiración y arrastran a otros a la rebelión. Así sucedió en días de Caín y de Noé, como también en tiempo de Abraham y de Lot; y así sucede en nuestros días. Por misericordia para con el universo destruirá Dios finalmente a los que rechazan su gracia…
Como, en conformidad con su justicia y con su misericordia, Dios no puede salvar al pecador en sus pecados, le priva de la existencia misma que sus transgresiones tenían ya comprometida y de la que se ha mostrado indigno. Un escritor inspirado dice: “Pues de aquí a poco no será el malo: y contemplarás sobre su lugar, y no parecerá”. Y otro dice: “Serán como si no hubieran sido”. Salmo 37:10; Abdías 16. Cubiertos de infamia, caerán en irreparable y eterno olvido (El conflicto de los siglos, p. 532).
PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:
Lee Elena de White, Patriarcas y profetas, “La Ley y los dos Pactos”, pp. 378-390. La súplica paciente y tenaz de Abraham a Dios en nombre del pueblo de Sodoma (Gén. 18:22-33) debería animarnos a orar por los impíos, aunque parezcan estar en una condición pecaminosa sin esperanza. Además, la atenta respuesta de Dios a la insistencia de Abraham, y su disposición a perdonar por el bien de solo “diez” hombres justos, es un concepto “revolucionario”, como lo señaló Gerhard Hasel:
“De una manera extremadamente revolucionaria, el antiguo pensamiento colectivo, que castigaba al miembro inocente por complicidad, se ha traspuesto a algo nuevo: la presencia de un remanente de justos podría tener una función protectora para el conjunto. [...] Por amor al remanente justo, Yahvéh en su justicia [tsedaqá] perdonará a la ciudad impía. Esta noción se expande ampliamente en la declaración profética del Siervo de Yahvéh, que obra la salvación ‘por muchos’ ” (G. F. Hasel, The Remnant: The History and Theology of the Remnant Idea From Genesis to Isaiah, pp. 150, 151).
“En derredor de nosotros hay almas que van hacia una ruina tan desesperada
y terrible como la que sobrevino a Sodoma. Cada día termina el tiempo
de gracia para algunos. Cada hora, algunos pasan más allá del alcance de la
misericordia. Y ¿dónde están las voces de amonestación y súplica que induzcan
a los pecadores a huir de esta pavorosa condenación? ¿Dónde están las manos
extendidas para sacar a los pecadores de la muerte? ¿Dónde están los que con
humildad y fe perseverante ruegan a Dios por ellos?
“El espíritu de Abraham fue el espíritu de Cristo. El mismo Hijo de Dios es
el gran Intercesor en favor del pecador. Quien pagó el precio de su redención
conoce el valor del ser humano” (PP 135).
PREGUNTAS PARA DIALOGAR:
1. Solo el arco iris y la circuncisión se denominan “señal del Pacto”. ¿Cuáles son los puntos comunes y las diferencias entre los dos Pactos?
2. Aunque Dios lo llamó, y aunque el Nuevo Testamento a menudo lo pone como ejemplo de lo que significa vivir por fe, Abraham a veces flaqueó. ¿Qué lecciones debemos aprender de su ejemplo y cuáles no?
3. Algunos argumentan en contra de la idea de que Dios castigará a los perdidos, diciendo que este acto iría en contra del amor de Dios. Nosotros, que creemos que Dios efectivamente castigará a los perdidos, ¿cómo respondemos al argumento de que él no los castigará?
Viernes
La historia de la redención, “Vacilación ante las promesas divinas”, pp. 78, 79;
Conflicto y valor, 13 de febrero, “La hospitalidad”, p. 50.
"EL GÉNESIS"
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Dios lo bendiga!!!
Lección 7
EL SÁBADO ENSEÑARÉ...
Parte I: RESEÑA
Texto clave: Génesis 15:6; 17:5; 18:23.
Enfoque del estudio: Génesis 15-19; Romanos 4:2-11; Amós 4:11.
Introducción:
En este segmento, nos adentramos en el corazón de la experiencia religiosa de Abraham. Este es el momento en que Dios hace su pacto con Abram, que es el segundo pacto de Dios después del pacto con Noé (Gén. 6:18–9:20). El pacto de Abraham contiene los mismos requisitos que el pacto de Noé, y se confirma con una señal. Sin embargo, a diferencia del pacto con Noé, el pacto abrahámico comienza con una ceremonia sacrificial relacionada con la promesa de un hijo y una patria, y contiene nuevos elementos. Tiene dos ceremonias sacrificiales. La señal es la circuncisión y Abram recibe el nuevo nombre de Abraham. Además, la narración bíblica ofrece dos perspectivas diferentes de ese pacto. Mientras que el pacto con Noé se centra en Dios, y se atenúa la persona de Noé, el pacto con Abraham incluye la perspectiva de Abram y, como resultado, la evolución de ese pacto se desarrolla de una manera más complicada.
Temática de la lección:
1. La tensión de la fe. La fe de Abraham se compone de interrogantes y dudas; Abraham cree en Dios a pesar de sí mismo. La risa de Abraham denota ironía y asombro. La oración de Abraham a Dios contempla sumisión y desafíos.
2. Las leyes de la hospitalidad. El cuidado que Abraham brinda a sus huéspedes extranjeros contrasta con la insensibilidad y las amenazas de los sodomitas hacia los extranjeros.
3. La pasión de la intercesión. Abraham aboga por los malvados de la ciudad de Sodoma, con la esperanza de que haya suficientes justos allí como para evitar la destrucción.
Parte II: COMENTARIO
Abram cree en el Señor
La fe de Abram comienza con temor y continúa con dudas e interrogantes. Lo que más teme Abram es lo desconocido, que es su futuro, algo que no puede controlar. Por eso, Abram confía en el presente, por lo que convierte a su siervo Eliezer en su heredero (Gén. 15:2). Entonces, cuando Dios habla a Abram, utiliza una serie de expresiones que remiten al futuro. La frase “no temas” a menudo se relaciona con la promesa de descendencia. La misma promesa para el futuro también está contenida en la palabra maguén, “escudo” (Gén. 15:1), que recuerda el verbo magán, “entregar” (Gén. 14:20), que se usó en conexión con su victoria pasada. Así, vemos que el Dios que salvó a Abram en el pasado es el mismo Dios que lo salvará en el futuro. La visión de Dios como su futuro inspira en Abram la fe en el futuro: “Abram creyó”.
El verbo hebreo he’emín, “creyó”, describe más que un proceso intelectual o sentimental o la mera referencia a un credo. En hebreo, “creer” es relacional, como está implícito en la raíz ’amán, “firme”, “confiable”. Al confiar en Dios, Abram “creyó” que tendría descendencia. Es esta fe la que Dios “contó” como “justicia”. En otras palabras, Dios “aceptó” (DHH) esta fe como si tuviera el mismo valor que la justicia. Este concepto tiene sentido en contraste con las creencias del antiguo Egipto. En el antiguo Egipto, el peso de la justicia humana se evaluaba sobre la base de sopesar las obras humanas contra el peso de Maat, la justicia divina, mientras que en el caso de Abram su justicia se evalúa sobre la base de las obras divinas en su favor. Lo que hace justo a Abram no es la suma de sus obras, sino su disposición a confiar en las obras de Dios en favor de él (Rom. 4:2-4).
Abraham se ríe con el Señor
La reacción inmediata de Abraham al anuncio divino es postrarse en silencio y con reverencia (Gén. 17:17). Esta es la segunda vez que Abraham se postra en silencio (comparar con Gén. 17:3). Sin embargo, esta vez su actitud se relaciona con la risa, la primera risa que se registra en la Biblia. No está claro si esta risa indica escepticismo o expresa su asombro. El hecho de que la risa tuviese lugar en el contexto del acto de adoración de Abraham sugiere que la intención es el asombro. Sin embargo, desde el momento en que Abraham habla, predomina el escepticismo. Él propone una solución razonable. Abraham se refiere a Ismael. La recomendación escéptica de Abraham obliga a Dios a ser específico. La promesa de Dios no incumbe a Ismael. Dios se hace eco de las preguntas de Abraham y responde explícitamente con el nombre de Isaac (Gén. 17:19). Irónicamente, Isaac significa “ríe”, al son de la risa de Abram.
Pero, esta vez es Dios quien se ríe, porque el nombre Isaac implica el nombre de Dios, según sugieren los estudios lingüísticos semíticos y bíblicos de los nombres. En forma paralela al nombre de Ismael, “Dios oye”, el nombre de Isaac también debió de haber transmitido, al menos implícitamente, el nombre de Dios: “[Dios] ríe”. Por ende, la risa de Dios se hace eco de la risa de Abraham. Más adelante, Sara también se reirá. El contexto de la risa de Sara se suma al asombro implícito en las situaciones anteriores. Sara, que se esconde dentro de la tienda, se entera de la increíble noticia del nacimiento y luego se ríe de ello. Entonces sucede algo extraño: Aunque Sara se había reído “entre sí” (Gén. 18:12), el visitante conoce sus pensamientos más íntimos (Gén. 18:10-13). Esta capacidad excepcional les indica a Abraham y a Sara que están ante la presencia del Señor, lo que garantiza el portento del nacimiento milagroso. A la primera risa de Abraham, llena de temblorosa duda y asombro, Dios respondió con una risa llena de ironía y promesa.
Abraham cocina para el Señor
Por primera vez, Abraham recibe huéspedes celestiales sin saberlo. Sus acciones serán recordadas como un modelo de hospitalidad (comparar con Heb. 13:2). En lugar de abordar inmediatamente el tema de la promesa del Pacto, que es el motivo de su visita, Dios entra en la esfera humana. Abraham lo ve, sale a su encuentro y le da de comer. Esta es la hora de la siesta. Abraham está sentado frente a la tienda, como si estuviera esperando que alguien viniera. En el desierto no pasa mucha gente. Entonces, cuando Abraham ve a alguien a la distancia, corre, lo cual es extraordinario al considerar su avanzada edad (tiene 99 años), y que acaba de circuncidarse (Gén. 17:24). En cuanto Abraham se reúne con los invitados, los atiende afanosamente y les prepara comida. Después de pedir que trajeran agua para lavar los pies de sus invitados (Gén. 18:4), Abraham escoge el mejor alimento para ofrecerles (Gén. 18:6, 7). Abraham hace participar a toda su familia en este trabajo. Sara prepara el pan (Gén. 18:6), y el joven, probablemente Ismael, prepara el becerro (Gén. 18:8, JBS, RVA-2015). Sin embargo, Abraham describe humildemente la fiesta como “un bocado de pan” (Gén. 18:5). Obviamente, la pasión y el celo de Abraham por los tres visitantes derivan de su intuición de que tienen un estatus especial. La forma en que se dirige a uno de los visitantes como Adonai, “mi Señor” (Gén. 18:2, 3, NVI), sugiere esa percepción. El hecho de que Abraham ofreciera comida y agua al Visitante no excluye necesariamente su reconocimiento de la identidad divina. La expresión “humana” de los visitantes, que físicamente están parados (Gén. 18:2), comen (Gén. 18:8) y tienen conversaciones claras (Gén. 18:9), es parte de la estrategia divina de la encarnación de Dios, que desciende hasta los seres humanos. Entonces Abraham se quedó de pie junto a ellos (Gén. 18:8), atento a sus necesidades y listo para servirlos.
Abraham regatea con el Señor
El verbo “quedarse de pie” utilizado para describir a Abraham mientras sirve a sus invitados (Gén. 18:8, NVI) reaparece ahora para caracterizar la actitud de Abraham ante Dios (Gén. 18:22, NVI). En realidad, la palabra “frente” luego de “se quedó de pie”, se utiliza normalmente para representar reverencia ante Dios y orar a él (Deut. 10:8; 1 Rey. 17:1; Zac. 3:1). Este caso es la primera vez en la Biblia que el hombre ora por otra persona. Incluso Noé había guardado silencio en circunstancias similares (Gén. 6:13-22). El verbo hebreo vaiigash, “se acercó”, sugiere vacilación y un acercamiento lento de Abraham a Dios (Gén. 18:22, 23). Abraham es valiente, pero respetuosamente consciente de la distancia de Dios. Con tacto, se dirige a Dios con un total de siete preguntas. Abraham hace participar a Dios de un regateo, que va de cincuenta a diez. Se ha sugerido, sobre la base de Amós 5:3, que cincuenta representa la mitad de una ciudad pequeña, que consta de un mínimo de cien hombres (comparar con Juec. 20:10). Abraham comienza su desafío suponiendo que haya igual cantidad de justos e injustos en la ciudad. Cuando Abraham llega al número diez (Gén. 18:32), entiende que ahora ha llegado al límite, y por lo tanto decide que no seguirá más allá de este número. El número diez simboliza la idea de mínimo. Evidentemente, el número diez está representado por la iod, la letra más pequeña del alfabeto hebreo (ver Mat. 5:18). Posteriormente, el número diez llegará a ser, para el judaísmo, el mínimo requerido para la comunidad de adoradores (minián). El hecho de que este mínimo de diez justos sea suficiente para salvar a la comunidad en su conjunto es un concepto que prefigura el ministerio del Siervo Sufriente, que “justificará [...] a muchos” (Isa. 53:11). Después de seis respuestas, Dios termina abruptamente su conversación con Abraham. Aunque Dios consintió en deliberar con los seres humanos, continúa siendo soberano en su juicio.
Parte III: APLICACIÓN A LA VIDA
Abraham cree en el Señor. ¿Cómo podemos capacitar a las personas para que tengan fe? ¿Por qué la fe bíblica atañe esencialmente al futuro? ¿Cómo aconsejarían a alguien que acaba de perder a un ser querido para que tenga fe? ¿Cómo pueden vincular la fe personal con la esperanza?
Abraham se ríe con el Señor. Analicen el argumento que a veces se ha presentado de que la risa es del diablo. Busquen en la Biblia (Antiguo Testamento y Nuevo Testamento) ejemplos de risa y humor. ¿Por qué la risa y el humor son compatibles con la religión verdadera? ¿Por qué a menudo los pueblos religiosos rechazan la risa?
Abraham cocina para el Señor. El celo de Abraham por preparar buena comida, ¿cómo incentiva la misión y la adoración? Busquen en la Biblia (Antiguo Testamento y Nuevo Testamento) momentos en los que la comida jugó un papel fundamental en los ritos ceremoniales de un pacto con Dios. ¿Por qué la comida es tan importante en la Biblia? ¿Por qué el ascetismo es incompatible con los valores bíblicos?
Abraham regatea con el Señor. ¿Por qué la valentía de Abraham en desafiar la voluntad de Dios fue un acto de fe? ¿Cómo aplicarían este ejemplo a su experiencia de oración? Busquen casos en la Biblia y en la historia en los que una persona religiosa regateó e hizo un trato con Dios.
"EL GÉNESIS"
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Dios los bendiga!!
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