Lección 10: Jacob-Israel | El Génesis | Escuela Sabática 2T 2022
Lección 10: Para el 4 de junio de 2022
JACOB-ISRAEL
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Génesis 32:22–31; Oseas 12:3, 4; Jeremías 30:5–7; Génesis 33; 34:30–35:29.
PARA MEMORIZAR:
“Y el varón le dijo: No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel; porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido” (Gén. 32:28).
La saga familiar de Jacob continúa, con sus cosas buenas y malas. Sin embargo, a pesar de todo, se revelan la mano de Dios y su fidelidad a las promesas del Pacto. Esta semana veremos más de Jacob, ahora que dejó a Labán y, al regresar a casa, tuvo que enfrentarse a Esaú, la víctima de la traición de Jacob. ¿Qué le haría ahora su hermano, tan gravemente perjudicado?
Afortunadamente para Jacob, en medio del temor de lo que ocurriría, el Señor Dios de sus padres volvió a aparecerle en un incidente que fue un precursor de lo que posteriormente se conocería como el “tiempo de angustia de Jacob” (ver Jer. 30:5–7). Y esa noche Jacob, el suplantador, se convirtió en “Israel”, un nuevo nombre para un nuevo comienzo, comienzo que finalmente conduciría a la creación de una nación que llevaría su nombre en su honor.
En otras palabras, a pesar de todo lo que sucede, las Escrituras relatan la historia de los patriarcas y su familia para mostrarnos que Dios es fiel en cumplir lo que prometió y que lo hará a pesar de que, a veces, al parecer su pueblo haga todo lo posible para impedir ese cumplimiento.
Sábado
Jacob había escogido la herencia de la fe. Había tratado de lograrla mediante la astucia, la traición y el engaño; pero Dios permitió que su pecado produjera su corrección. Sin embargo, a través de todas las experiencias amargas de sus años posteriores, Jacob no se desvió nunca de su propósito, ni renunció a su elección. Había comprendido que, al valerse de la habilidad y la astucia humanas para conseguir la bendición, había obrado contra Dios.
De aquella lucha nocturna al lado del Jaboc, Jacob salió hecho un hombre distinto. La confianza en sí mismo había desaparecido. Desde entonces en adelante ya no manifestó su astucia anterior. En vez del disimulo y el engaño, los principios de su vida fueron la sencillez y la veracidad. Había aprendido a confiar con sencillez en el brazo omnipotente; y en la prueba y la aflicción se sometió humildemente a la voluntad de Dios. Los elementos más bajos de su carácter habían sido consumidos en la hornaza, y el oro verdadero se purificó, hasta que la fe de Abrahán e Isaac apareció en Jacob con toda nitidez (Historia de los patriarcas y profetas, p. 208).
El carácter de Dios, tal como se revela en Cristo, invita nuestra fe y amor; pues tenemos un Padre cuya misericordia y compasión no fallan. En cada paso de nuestra jornada hacia el cielo estará con nosotros para guiarnos en cada perplejidad, para ayudarnos en cada tentación…
El que constantemente depende de Dios con fe sencilla y confianza acompañada de oración, estará rodeado por los ángeles del cielo. El que vive por fe en Cristo será fortalecido y elevado, podrá pelear la buena batalla de la fe y echar mano de la vida eterna (En los lugares celestiales, p. 18).
Es una maravilla para mí que Dios soporte por tanto tiempo la perversidad de los hijos de los hombres, que tolere su desobediencia y los deje vivir, mientras abusan de su misericordia, y levantan falso testimonio contra él mediante declaraciones por demás impías. Pero los caminos de Dios no son los nuestros, y no deberíamos maravillarnos por su amante paciencia, su tierna piedad y su infinita compasión, porque nos ha dado evidencias indubitables de que es tal como lo señala su carácter: Tardo para la ira, y que manifiesta misericordia para miles de los que lo aman y guardan sus mandamientos…
Las obligaciones que descansan sobre nosotros no son insignificantes. Nuestro sentido de dependencia nos debe acercar a Dios; nuestro concepto del deber que debemos llevar a cabo nos debe inducir a esforzarnos, combinando nuestros esfuerzos con ferviente oración, con obras, con fe y con oración constante. ¡Poder! ¡Poder! ¡Nuestro gran clamor consiste en solicitar poder sin medida! Nos espera. Solo tenemos que obtenerlo, confiar en la Palabra de Dios, obrar por fe, confiar firmemente en las promesas y luchar para obtener los dones de la gracia de Dios. La erudición no es esencial, el genio no es necesario, la elocuencia puede faltar, pero Dios escucha las oraciones del corazón humilde y contrito, y cuando él escucha no hay obstáculos que puedan impedir la marcha. El poder de Dios nos hará eficientes (Cada día con Dios, p. 185).
LUCHA CON DIOS
Luego de despedirse de Labán, Jacob pronto tiene otra experiencia con Dios. Al saber que su hermano Esaú está aproximándose, y “cuatrocientos hombres con él” (Gén. 32:6), Jacob ora fervientemente al Señor. Aunque reconoció: “Realmente yo, tu siervo, no soy digno de la bondad y fidelidad con que me has privilegiado” (Gén. 32:10, NVI). Jacob realmente estaba comprendiendo mejor de qué se trataba la gracia.
Y ¿cómo respondió el Señor?
Lee Génesis 32:22 al 31; y Oseas 12:3 y 4. ¿Cuál es el significado espiritual de esta asombrosa historia?
Jacob está comprensiblemente angustiado por lo que estaba sucediendo y, después de hacer todo cuanto puede para proteger a su familia, acampa por la noche. Entonces, de repente “un varón” lo ataca (Gén. 32:24). Este es un término que puede tener connotaciones especiales, ya que evoca la presencia divina (ver Isa. 53:3). Daniel lo usó para referirse al Sacerdote celestial, Miguel (Dan. 10:5); también fue la palabra que usó Josué para representar al “Príncipe del ejército de Jehová”, a quien Josué llama Señor (Jos. 5:13-15).
De hecho, en medio de la lucha, debió haber sido obvio para Jacob que estaba luchando con Dios mismo, como lo revelaron sus palabras: “No te dejaré, si no me bendices” (Gén. 32:26). Sin embargo, su ferviente apego a Dios, su negativa a dejarlo ir, también revela su apasionado deseo de perdón y de estar bien con su Señor.
“El error que había inducido a Jacob al pecado de alcanzar la primogenitura
por medio de un engaño, ahora le fue claramente manifestado. No había confiado
en las promesas de Dios, sino que había tratado de hacer por su propio
esfuerzo lo que Dios habría hecho a su tiempo y a su modo” (PP 197).
Y la evidencia de que había sido perdonado fue el cambio de nombre: aquel que
le recordaba su pecado por uno que conmemoraba su victoria. “No se dirá más tu
nombre Jacob [el suplantador], sino Israel; porque has luchado con Dios y con
los hombres, y has vencido”, dijo el ángel (Gén. 32:28).
■ ¿Cuál ha sido tu experiencia en lo que respecta a la lucha con Dios? ¿Qué significa hacer eso y por qué a veces es importante que tengamos este tipo de experiencia?
Domingo
La noche de la aflicción de Jacob, cuando luchó en oración para ser librado de manos de Esaú (Génesis 32:24-30), representa la prueba por la que pasará el pueblo de Dios en el tiempo de angustia. Debido al engaño practicado para asegurarse la bendición que su padre intentaba dar a Esaú, Jacob había huido para salvar su vida, atemorizado por las amenazas de muerte que profería su hermano. Después de haber permanecido muchos años en el destierro, se puso en camino por mandato de Dios para regresar a su país, con sus mujeres, sus hijos, sus rebaños y sus ganados. Al acercarse a los términos del país se llenó de terror al tener noticia de que Esaú se acercaba al frente de una compañía de guerreros, sin duda para vengarse de él. Los que acompañaban a Jacob, sin armas e indefensos, parecían destinados a caer irremisiblemente víctimas de la violencia y la matanza. A esta angustia y a este temor que lo tenían abatido se agregaba el peso abrumador de los reproches que se hacía a sí mismo; pues era su propio pecado el que le había puesto a él y a los suyos en semejante trance. Su única esperanza se cifraba en la misericordia de Dios; su único amparo debía ser la oración (El conflicto de los siglos, p. 602).
En las tinieblas y en la soledad sigue orando y humillándose ante Dios. De pronto una mano se apoya en su hombro. Se le figura que un enemigo va a matarle, y con toda la energía de la desesperación lucha con él. Cuando el día empieza a rayar, el desconocido hace uso de su poder sobrenatural; al sentir su toque, el hombre fuerte parece quedar paralizado y cae, impotente, tembloroso y suplicante, sobre el cuello de su misterioso antagonista. Jacob sabe entonces que es con el ángel de la alianza con quien ha luchado. Aunque incapacitado y presa de los más agudos dolores, no ceja en su propósito. Durante mucho tiempo ha sufrido perplejidades, remordimientos y angustia a causa de su pecado; ahora debe obtener la seguridad de que ha sido perdonado… [El] patriarca exclama: “No te soltaré hasta que me hayas bendecido”. ¡Qué confianza, qué firmeza y qué perseverancia las de Jacob!… lo que [lo] inspiraba era más bien la seguridad del que confiesa su flaqueza e indignidad, y sin embargo confía en la misericordia de un Dios que cumple su pacto…
Se aferró tembloroso a las promesas de Dios, y el Amor infinito no pudo rechazar la súplica del pecador. Como señal de su triunfo y como estímulo para que otros imitasen su ejemplo, se le cambió el nombre; en lugar del que recordaba su pecado, recibió otro que conmemoraba su victoria (El conflicto de los siglos, pp. 602, 603).
Jesús conoce las circunstancias que rodean a cada alma. Tú puedes decir: Soy pecador, muy pecador. Puedes serlo; pero cuanto peor seas, tanto más necesitas a Jesús. Él no se aparta de ninguno que llora contrito. No dice a nadie todo lo que podría revelar, pero ordena a toda alma temblorosa que cobre aliento. Perdonará libremente a todo aquel que acuda a él en busca de perdón y restauración…
A las almas que se vuelven a él en procura de refugio, Jesús las eleva por encima de las acusaciones y contiendas de las lenguas. Ningún hombre ni ángel malo puede acusar a estas almas. Cristo las une a su propia naturaleza divino-humana. Ellas están de pie junto al gran Expiador del pecado, en la luz que procede del trono de Dios (El Deseado de todas las gentes, pp. 521, 522).
LOS HERMANOS SE ENCUENTRAN
Desde Peniel, “el rostro de Dios” (ver Gén. 32:30), el lugar donde tuvo esta experiencia con Dios, Jacob avanza ahora para encontrarse con su hermano. Después de veinte años de separación, Jacob lo ve acercarse con cuatrocientos hombres (Gén. 33:1). Jacob está preocupado y, por lo tanto, se prepara él mismo y a su familia para lo que pudiera suceder.
Lee Génesis 33. ¿Qué conexión hay entre la experiencia de Jacob de ver el rostro de Dios en Peniel y la experiencia de Jacob de ver el rostro de su hermano? ¿Cuál es la implicación de esta conexión con respecto a nuestra relación con Dios y nuestra relación con nuestros “hermanos”, sean quienes fueren?
Jacob se inclina siete veces ante su hermano (Gén. 33:3) a quien llama varias veces “mi señor” (Gén. 33:8, 13, 15) y se identifica a sí mismo como su “siervo” (Gén. 33:5; comparar con Gén. 32:4, 18, 20). Perceptiblemente, las siete reverencias de Jacob reflejan las siete bendiciones de su padre (Gén. 27:27-29). Además, cuando se inclina, específicamente revierte la bendición de su padre, quien le dijo: “Naciones se inclinen a ti” (Gén. 27:29).
Es como si la intención de Jacob fuera pagar su deuda con su hermano y devolverle la bendición que le ha robado (ver Gén. 33:11). Cuando Esaú vio a su hermano, contra todo pronóstico, corrió hacia Jacob y, en lugar de matarlo, “le besó; y lloraron” (Gén. 33:4).
Más tarde, Jacob le comentó a Esaú: “He visto tu rostro, como si hubiera visto el rostro de Dios” (Gén. 33:10). La razón de la extraordinaria declaración de Jacob es saberse perdonado por Esaú. En Génesis 33:10 aparece el verbo hebreo ratsá, que se traduce como “favor” (RV60), o “bondad” (RV95). Es un término teológico que se refiere a cualquier sacrificio que sea “agradable”, “acepto” por Dios, que a su vez implica el perdón divino (Lev. 22:27; Amós 5:22).
La experiencia de Jacob de recibir el perdón de Dios en Peniel, donde vio el rostro de Dios, se repite ahora en su experiencia del perdón de su hermano, al que identifica como si viera el rostro de Dios. Jacob vive un segundo Peniel, el primero en preparación para el segundo. Jacob ha sido perdonado por Dios y por su hermano. Ciertamente ahora habrá entendido, aún más que antes, el significado de la gracia.
■ ¿Qué has aprendido acerca de la gracia por la manera en que los demás (además del Señor) te han perdonado?
Lunes
Esaú marchaba entretanto frente a un ejército contra Jacob, con el propósito de darle muerte. Pero mientras este luchaba con el ángel aquella noche, otro ángel fue enviado para tocar el corazón de Esaú mientras dormía. En su sueño vio a su hermano exiliado por veinte años de la casa de su padre, porque temía por su vida. Y notó su dolor al enterarse de que su madre había muerto. Vio la humildad de Jacob y a los ángeles de Dios que lo rodeaban. Soñó que cuando lo encontrara ya no tendría la intención de causarle daño. Cuando despertó contó su sueño a sus cuatrocientos hombres y les dijo que no le hicieran mal, pues el Dios de su padre estaba con Jacob. Y cuando se encontraran con él, ninguno de ellos debería hacerle daño (La historia de la redención, p. 98).
Apoyado en su cayado, el patriarca avanzó al encuentro de la tropa de soldados. Estaba pálido e imposibilitado por la reciente lucha, y caminaba lenta y penosamente, deteniéndose a cada paso; pero su cara estaba iluminada de alegría y paz.
Al ver a su hermano cojo y doliente, “Esaú corrió a su encuentro, y abrazóle, y echóse sobre su cuello, y le besó; y lloraron”. Génesis 33:4. Hasta los corazones de los rudos soldados de Esaú fueron conmovidos, cuando presenciaron esta escena. A pesar de que él les había relatado su sueño no podían explicarse el cambio que se había efectuado en su jefe. Aunque vieron la flaqueza del patriarca, lejos estuvieron de pensar que esa debilidad se había trocado en su fuerza (Historia de los patriarcas y profetas, p. 198).
Cuán a menudo sentimos que se nos ha tratado injustamente, y que se han dicho cosas falsas de nosotros, y que se nos ha presentado bajo una luz mentirosa ante los demás. Cuando se nos prueba de ese modo, necesitamos mantener un dominio estricto sobre nuestro espíritu y nuestras palabras. Necesitamos tener el amor de Cristo para no albergar un espíritu implacable. No pensemos que a menos que los que nos han ofendido confiesen sus errores estaremos justificados si no los perdonamos.
No debiéramos acumular agravios, manteniéndolos en el corazón hasta que el que pensamos que es culpable humille su corazón mediante el arrepentimiento y la confesión.
Por más dolorosamente que se nos haya herido, no debiéramos atesorar nuestros agravios y simpatizar con nosotros mismos por causa de las ofensas que se nos han inferido, sino que de la misma manera como esperamos que se nos perdonen nuestras ofensas a Dios, así debemos perdonar a los que nos han hecho mal…
Cuando somos vituperados, cuán fuerte es la tentación de vituperarnos en cambio, pero al hacerlo nos mostramos tan malos como el vilipendiador. Cuando tenga la tentación de insultar, envía una oración silenciosa para que Dios le dé Su gracia y mantenga la lengua en silencio (Hijos e hijas de Dios, p. 146).
LA VIOLACIÓN DE DINA
Ahora que Jacob se ha reconciliado con su hermano, quiere establecerse en la tierra de Canaán en paz. La palabra shalem, “sano y salvo” (Gén. 33:18), proveniente de la palabra shalom, “paz”, por primera vez califica su viaje.
Después de haber comprado un terreno a los habitantes (Gén. 33:19), erige un altar allí, lo que muestra su fe y su comprensión de cuán dependiente es realmente del Señor. Porque en cada uno de los sacrificios ofrecidos había un acto de adoración.
Sin embargo, por primera vez en su vida, Jacob-Israel está expuesto a los problemas de establecerse en la tierra. Al igual que Isaac en Gerar con Abimelec (Gén. 26:1-33), Jacob trata de encontrar cabida con los cananeos.
Lee Génesis 34. ¿Qué sucedió que trastornó sus planes de una existencia pacífica?
La historia de este sórdido incidente pone de relieve la ambigüedad de los personajes y de su accionar. Al sensual Siquem, que abusa de Dina, también se lo define como sincero y enamorado de Dina, y alguien que intenta hacer las paces. Incluso está dispuesto a someterse al rito del pacto de la circuncisión.
Mientras tanto, Simeón y Leví, que se presentan como los defensores de Dios y sus mandamientos y de su hermana, y que resisten los matrimonios mixtos con los cananeos (Lev. 19:29), recurren a la mentira y el engaño (Gén. 34:13) y están listos para matar y saquear (Gén. 34:25-27). Sus acciones no solo eran reprobables (¿por qué no castigar al único hombre que lo había hecho?), sino además tenían el potencial de causar muchos más problemas.
En cuanto a Jacob, solo le preocupa la paz. Cuando le informan sobre la violación de su hija, no dice nada (Gén. 34:5). Sin embargo, después de enterarse de lo que habían hecho sus hijos, los reprende abiertamente por las consecuencias que podría haber: “Me habéis turbado con hacerme abominable a los moradores de esta tierra, el cananeo y el ferezeo; y teniendo yo pocos hombres, se juntarán contra mí y me atacarán, y seré destruido yo y mi casa” (Gén. 34:30).
■ En estos relatos, una y otra vez vemos engaño y decepción, así como también actos de bondad y gracia. ¿Qué nos dice esto sobre la naturaleza humana?
Martes
La estada de Jacob y de sus hijos en Siquem terminó en la violencia y el derramamiento de sangre. La única hija de la familia fue deshonrada y afligida; dos hermanos de esta se hicieron reos de asesinato; una ciudad entera fue víctima de la matanza y la ruina, en represalia de lo que al margen de la ley hiciera un joven arrebatado…
La traidora crueldad de Simeón y de Leví no fue injustificada; pero su proceder hacia los siquemitas había sido un grave pecado. Habían ocultado cuidadosamente sus intenciones a Jacob, y la noticia de su venganza lo llenó de horror. Herido en lo más profundo de su corazón por el embuste y la violencia de sus hijos, se limitó a decir: “Me habéis puesto en un grave aprieto al hacerme odioso a los habitantes de esta tierra… Como tengo pocos hombres, se juntarán contra mí, me atacarán, y me destruirán a mí y a mi casa”. El dolor y la aversión con que miraba el hecho sangriento cometido por sus hijos se manifiesta en las palabras con las cuales recordó ese acto, casi cincuenta años más tarde cuando yacía en su lecho de muerte en Egipto: “Simeón y Leví, hermanos: armas de iniquidad sus armas. En su secreto no entre mi alma, ni mi honra se junte en su compañía… maldito su furor, que fue fiero; y su ira, que fue dura”. Génesis 49:5-7 (Historia de los patriarcas y profetas, pp. 203, 204).
La naturaleza humana pugna siempre por expresarse; está siempre lista para luchar. Mas el que aprende de Cristo renuncia al yo, al orgullo, al amor por la supremacía, y hay silencio en su alma. El yo se somete a la voluntad del Espíritu Santo. No ansiaremos entonces ocupar el lugar más elevado. No pretenderemos destacarnos ni abrirnos paso por la fuerza, sino que sentiremos que nuestro más alto lugar está a los pies de nuestro Salvador. Miraremos a Jesús, aguardaremos que su mano nos guíe y escucharemos su voz que nos dirige…
Cuando recibimos a Cristo como huésped permanente en el alma, la paz de Dios que sobrepuja a todo entendimiento guardará nuestro espíritu y nuestro corazón por medio de Cristo Jesús. La vida terrenal del Salvador, aunque transcurrió en medio de conflictos, era una vida de paz. Aun cuando lo acosaban constantemente enemigos airados, dijo: “El que me envió, conmigo está; no me ha dejado solo el Padre, porque yo hago siempre lo que le agrada”. Ninguna tempestad de la ira humana o satánica podía perturbar la calma de esta comunión perfecta con Dios (El discurso maestro de Jesucristo, pp. 18, 19).
El Hijo de Dios fue designado para venir a esta tierra a revestirse de la humanidad, y para ser por su propio ejemplo un gran poder educador entre los hombres. Lo que iba a experimentar en favor de ellos había de habilitarlos para resistir al poder de Satanás… Los hijos de los hombres habían tenido un conocimiento práctico del mal; Cristo vino al mundo para mostrarles lo que él había plantado para ellos: el árbol de la vida, cuyas hojas son para la sanidad de las naciones (Consejos para los maestros, p. 33).
LA IDOLATRÍA PREDOMINANTE
Lee Génesis 34:30 a 35:15. Con esto que sucedió, ¿qué lecciones podemos
aprender sobre la verdadera adoración?
Inmediatamente después de la queja de Jacob de que su paz con los cananeos se había visto afectada (Gén. 34:30), y después de reprender a sus dos hijos (Gén. 34:30), Dios insta a Jacob a dejar Siquem y regresar a Betel para renovar su pacto. De hecho, el Señor le dice que, una vez allí, deberá construir un altar.
Mientras tanto, lo primero que se registra después del mandato de Dios es que Jacob le dijo a su gente que se deshiciera de los ídolos cananeos que habían tomado en el saqueo de la ciudad de Siquem y de los ídolos familiares que Raquel había robado (Gén. 32). Todo esto también es fundamental para la idea del pacto con Dios.
Estos ídolos se habían conservado, y probablemente se los adoraba a pesar del compromiso de Jacob con Dios. No bastaba con que Jacob se fuera de Siquem para escapar de la influencia cananea. Jacob tuvo que eliminar los ídolos del campamento… y del corazón de su gente.
El proceso de arrepentimiento es más que un movimiento físico de un lugar a otro, o un movimiento de una iglesia a otra. Lo más importante es que buscamos, por la gracia de Dios, purgar la idolatría de nuestro corazón, sin importar dónde vivamos, porque podemos hacernos ídolos de casi cualquier cosa.
Cuando Jacob obedece a Dios y procede de acuerdo con el mandamiento de Dios, el Señor finalmente interviene, y “el terror de Dios” (Gén. 35:5) afecta a todos los pueblos a su alrededor; y no se atreven a atacar al patriarca. Entonces, Jacob está listo para adorar con “todo el pueblo que con él estaba” (Gén. 35:6), lo que sugiere que la unidad familiar se había restaurado. Jacob le da a este lugar el nombre de El-bet-el, un recordatorio de su sueño de la escalera, una señal de que la reconexión entre el cielo y la Tierra, que se había quebrado durante algún tiempo, ahora se ha restablecido.
Esta vez, el énfasis está en el Dios de Betel más que en el lugar en sí. Esta nota personal vuelve a resonar cuando Dios recuerda a Jacob su nombre “Israel” (Gén. 35:10), con la doble promesa que implica esta bendición. La bendición de Jacob, en primer lugar, significa fecundidad, la transmisión de la simiente mesiánica y la creación de muchas naciones (Gén. 35:11); y en segundo lugar, apunta a la Tierra Prometida (Gén. 35:12).
■ ¿Cuáles son las formas sutiles en que la idolatría puede llegar a nuestro corazón, y qué podemos hacer al respecto?
Miércoles
[Jacob] recomendó a todos los que estaban en su campamento: “Quitad los dioses ajenos que hay entre vosotros, y limpiaos, y mudad vuestros vestidos. Y levantémonos, y subamos a Beth-el; y haré allí altar al Dios que me respondió en el día de mi angustia, y ha sido conmigo en el camino que he andado. Así dieron a Jacob todos los dioses ajenos que había en poder de ellos, y los zarcillos que estaban en sus orejas; y Jacob los escondió debajo de una encina, que estaba junto a Sichem”. Y la familia de Jacob ya nunca los encontró…
Jacob fue humillado, y requirió que su familia se humillara y se despojara de todos sus adornos, pues él iba a hacer expiación por los pecados de ellos ofreciendo un sacrificio a Dios, para que él les concediera su favor y no quedaran abandonados para ser destruidos por otras naciones. Dios aceptó los esfuerzos de Jacob para quitar el mal de su familia, se le apareció, lo bendijo y renovó la promesa que le había hecho, porque el temor de Dios estaba delante de él (Spiritual Gifts, t. 3, pp. 136, 137; parcialmente en Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 1, p. 1110).
Pablo instó a sus hermanos a preguntar qué influencia ejercerían sus palabras y hechos sobre los demás, y a no hacer nada, por inocente que fuera en sí mismo, que pareciera sancionar la idolatría u ofender los escrúpulos de los que fueran débiles en la fe. “Si pues coméis, o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo a gloria de Dios. Sed sin ofensa a Judíos, y a Gentiles, y a la iglesia de Dios”.
Las palabras de amonestación del apóstol a la iglesia de Corinto se aplican a todo tiempo, y convienen especialmente a nuestros días. Por idolatría, él no se refería solamente a la adoración de los ídolos, sino al servicio propio, al amor a la comodidad, a la complacencia de los apetitos y pasiones. Una mera profesión de fe en Cristo, un jactancioso conocimiento de la verdad, no hace cristiano a un hombre. Una religión que trata solamente de agradar a los ojos, a los oídos o al gusto, o que sanciona la complacencia propia, no es la religión de Cristo (Los hechos de los apóstoles, p. 255).
La causa de Dios debe ocupar el primer lugar en nuestros planes y afectos. Se necesita presentar un mensaje directo concerniente a la complacencia del yo mientras la causa de Dios carece de recursos. Algunos están tan fríos y apartados que no comprenden que están fijando sus afectos sobre tesoros terrenales que pronto serán barridos para siempre. El amor al mundo los está trabando como un grueso vestido; y a menos que cambien su proceder, nunca sabrán cuán preciosa es la práctica de la abnegación por amor a Cristo. Todos nuestros ídolos, nuestro amor al mundo, deben ser expulsados del corazón.
Hay ministros y amigos fieles que ven el peligro que rodea a esas almas que se han atado a sí mismas, y que les presentan fielmente el error de su conducta; pero los que son reprochados en lugar de aceptar las amonestaciones en el espíritu en que fueron dadas, beneficiándose con ellas, se levantan contra los que tratan con ellos fielmente (Consejos sobre mayordomía, pp. 232, 233).
LA MUERTE DE RAQUEL
Lee Génesis 35:15 al 29. ¿Qué otros problemas enfrentó Jacob dentro de su
familia disfuncional?
En cuanto Jacob deja Betel, tres hechos interconectados marcan el último paso de su viaje hacia la Tierra Prometida: nació el último hijo de Jacob; Raquel murió; y Rubén, el primer hijo de Jacob con Lea, durmió con la concubina de Jacob. Aunque el pasaje no dice por qué el joven hizo algo tan malvado, podría haber sido que quería profanar de alguna manera el nacimiento del último hijo de Jacob y humillar la memoria de Raquel. Simplemente, no lo sabemos.
El nacimiento del último hijo de Jacob se relaciona con Belén (Gén. 35:19), que se encuentra dentro de los límites de la Tierra Prometida. Por ende, este nacimiento es el primer cumplimiento de la promesa de Dios para el futuro de Israel. La partera, proféticamente, se dirige a Raquel con las mismas palabras que Dios usó para tranquilizar a Abraham: “No temas” (Gén. 35:17, comparar con Gén. 15:1).
Notablemente, Jacob cambia el nombre que la moribunda Raquel le había dado a su hijo, Benoni, que significa “Hijo de mi tristeza”, que manifiesta su dolor, por Benjamín, que significa “Hijo de la mano derecha”, quizás insinuando la dirección del sur para expresar su esperanza en la Tierra Prometida y todo lo que Dios dijo que haría por su pueblo después de que se establecieran allí.
Sin embargo, durante este tiempo, Rubén tiene intimidad con Bilha, la concubina de su padre y también sierva de Raquel (Gén. 35:25; 30:3). Sencillamente, no sabemos por qué hizo este acto escandaloso, más que como otro ejemplo de depravación humana.
Increíblemente, Jacob no responde a esta horrible transgresión, a pesar de que se enteró de lo sucedido (Gén. 35:22). Quizás en este momento de su vida, Jacob confía en que Dios cumplirá su palabra a pesar del pecado y la maldad que por momentos ocurra a su alrededor.
Es esta lección concreta de fe la que está implícita en la lista de los doce hijos de Jacob, que serán los antepasados de Israel (Gén. 35:22-26). No es la gente más apetecible y amable, como veremos. No obstante, a pesar de todos los problemas, de toda la disfunción, incluso de la maldad pura, como Rubén con Bilah, la voluntad de Dios se cumpliría por intermedio de esta familia, sin importar cuán caótica fuese realmente.
■ Pese al error humano, el propósito final de Dios se cumplirá. Imagínate lo que sucedería si la gente cooperara, si obedeciera a Dios. ¿Con cuánta más facilidad, es decir, con cuánto menos sufrimiento humano, estrés y demora, podría entonces cumplirse la voluntad de Dios?
Jueves
Desde Betel no había más que dos días de viaje hasta Hebrón; pero en el trayecto Jacob experimentó un gran dolor por la muerte de Raquel. Había servido por ella dos veces siete años, y su amor le había hecho más llevadero el trabajo. La profundidad y constancia de su cariño se manifestó más tarde, cuando Jacob estaba a punto de morir en Egipto y José fue a visitarlo; en esa ocasión el anciano patriarca, recordando su propia vida, dijo: “Cuando yo venía de Padan-aram, se me murió Rachel en la tierra de Canaán, en el camino, como media legua de tierra viniendo a Ephrata; y sepultéla allí en el camino de Ephrata, que es Bethlehem”. Génesis 48:7. De toda la historia de su familia durante su larga y penosa vida, solo recordó la pérdida de Raquel (Historia de los patriarcas y profetas, pp. 205, 206).
La humanidad por sí misma no tiene luz. Aparte de Cristo somos un cirio que todavía no se ha encendido, como la luna cuando su cara no mira hacia el sol; no tenemos un solo rayo de luz para disipar la oscuridad del mundo. Pero cuando nos volvemos hacia el Sol de justicia, cuando nos relacionamos con Cristo, el alma entera fulgura con el brillo de la presencia divina.
Los seguidores de Cristo han de ser más que una luz entre los hombres. Son la luz del mundo. A todos los que han aceptado su nombre, Jesús dice: Os habéis entregado a mí, y os doy al mundo como mis representantes. Así como el Padre lo había enviado al mundo, Cristo declara: “Los he enviado al mundo”. Juan 17:18 Como Cristo era el medio de revelar al Padre, hemos de ser los medios de revelar a Cristo. Aunque el Salvador es la gran fuente de luz, no olvidéis, cristianos, que se revela mediante la humanidad. Las bendiciones de Dios se otorgan por medio de instrumentos humanos. Cristo mismo vino a la tierra como Hijo del hombre. La humanidad, unida con la naturaleza divina, debe relacionarse con la humanidad. La iglesia de Cristo, cada individuo que sea discípulo del Maestro, es un conducto designado por el cielo para que Dios sea revelado a los hombres. Los ángeles de gloria están listos para comunicar por vuestro intermedio la luz y el poder del cielo a las almas que perecen (El discurso maestro de Jesucristo, pp. 36, 37).
Fuera de la verdad no hay absolutamente ninguna salvaguardia contra el mal. Ningún hombre en cuyo corazón no more la verdad puede permanecer firme en favor de la justicia.
Solo hay un poder capaz de hacernos y mantenernos inconmovibles: el poder de Dios que se nos imparte mediante la gracia de Cristo. Relacionada con Cristo, la naturaleza humana llega a ser pura e íntegra. Cristo provee la eficiencia y el hombre se convierte en un poder para el bien. La veracidad y la integridad son atributos de Dios y el que posee estas cualidades posee un poder que es invencible (In Heavenly Places, p. 179; parcialmente en En los lugares celestiales, p. 181).o
PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:
Lee Elena de White, Patriarcas y profetas, “La noche de lucha”, pp. 194–202. “La experiencia de Jacob durante aquella noche de lucha y angustia representa la prueba que habrá de soportar el pueblo de Dios inmediatamente antes de la segunda venida de Cristo. [...]
“Tal será la experiencia del pueblo de Dios en su lucha final contra los poderes del mal. Dios probará la fe de sus seguidores, su perseverancia y su confianza en su poder para librarlos. Satanás se esforzará por aterrarlos con el pensamiento de que su situación no tiene esperanza; que sus pecados han sido demasiado grandes para recibir perdón. Tendrán un profundo sentimiento de sus faltas y, al examinar su vida, verán desvanecerse sus esperanzas. Pero, recordando la grandeza de la misericordia de Dios, y su propio arrepentimiento sincero, pedirán el cumplimiento de las promesas hechas por medio de Cristo a los pecadores desamparados y arrepentidos. Su fe no faltará porque sus oraciones no sean contestadas inmediatamente. Se asirán de la fortaleza de Dios, como Jacob se asió del Ángel, y el lenguaje de su alma será: ‘No te dejaré, si no me bendices’. [...]
“Sin embargo, la historia de Jacob es una garantía de que Dios no desechará a quienes fueron arrastrados al pecado, pero volvieron al Señor con arrepentimiento verdadero. Por la entrega de sí y por su fe confiada, Jacob logró lo que no había podido alcanzar por luchar con su propia fuerza. Así, Dios enseñó a su siervo que solo el poder y la gracia divinas podían darle las bendiciones que anhelaba. Así ocurrirá con los que vivan en los últimos días. Cuando los peligros los rodeen y la desesperación se apodere de su alma, deberán depender únicamente de los méritos de la Expiación. Nada podemos hacer por nosotros mismos” (PP 199-201).
PREGUNTAS PARA DIALOGAR:
1. ¿Por qué la debilidad de Jacob es la oportunidad para la gracia de Dios? ¿Cómo se relaciona la experiencia de Jacob con la declaración de Pablo: “[...] cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2 Cor. 12:10)?
2. ¿Por qué crees que la Biblia revela tantos detalles sórdidos de la vida de muchos de sus personajes? ¿Cuál será la intención detrás de esto? ¿Qué mensaje podemos extraer de esto?
3. Analicen el tema de la idolatría. ¿Cuáles son los ídolos de nuestra cultura, de nuestra civilización? ¿Cómo podemos asegurarnos de que no estamos adorando a nadie ni a nada más que al Señor?
Viernes
Hijos e hijas de Dios, 15 de abril, “De pecadores a santos”, p. 114;
Reflejemos a Jesús,16 de abril, “Poder para prevalecer con Dios y con los hombres”, p. 112.
"EL GÉNESIS"
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Dios lo bendiga!!!
Lección 10
EL SÁBADO ENSEÑARÉ...
Parte I: RESEÑA
Texto clave: Génesis 32:28.
Enfoque del estudio: Génesis 32–35; Oseas 12:3, 4; Jeremías 30:5-7.
Introducción:
Jacob ahora se liberó de Labán. Bajo la bendición de Dios, Jacob se hizo rico. Parece que por fin está feliz. Ha alcanzado su objetivo y se dirige a su hogar en Canaán. Sin embargo, Jacob está profundamente angustiado por su futuro en Canaán y la amenaza que representa su hermano. Precisamente en este momento, Dios decide acercarse a Jacob. Esta confrontación extraordinaria cambiará radicalmente el carácter de Jacob. Como resultado, recibe un nuevo nombre: Israel. El encuentro de Jacob con Dios en Peniel se corresponde con su encuentro en Betel. Los dos relatos repiten palabras, estructura y temas. Mientras que Betel comienza al atardecer, Peniel termina al amanecer, con la perspectiva de un futuro glorioso. Después de una noche de lucha, Jacob sale de su encuentro con una bendición y un nuevo nombre. Ha tenido un encuentro personal con el Dios de amor, y salió vivo. A su vez, Jacob puede mirar el rostro del enemigo, su hermano Esaú, con humildad y amor. Luego Jacob se dirige a su familia y confronta la iniquidad: la violación de Dina, los asesinatos cometidos por sus hijos y, finalmente, la idolatría en su casa.
Temática de la lección:
1. La angustia de Jacob. La angustia de Jacob antes de llegar a la Tierra Prometida contiene una lección de dependencia de Dios y prefigura la angustia escatológica del pueblo de Dios en el tiempo del fin.
2. Lucha con Dios. La confrontación de Jacob con Dios mismo lo obligó a enfrentarse a sí mismo y a cambiar. Su confrontación contiene lecciones sobre la importancia de la conversión.
3. El rostro del hermano. Como resultado de su encuentro con Dios, Jacob puede ver el rostro de Dios en el rostro de su hermano.
Parte II: COMENTARIO
La angustia de Jacob
La angustia de Jacob (tsará) inspira al profeta Jeremías con respecto a la terrible condición de Israel en el exilio (Jer. 30:7). Sin embargo, más allá de este acontecimiento concreto, el lenguaje del profeta sugiere claramente que él tiene en vista el futuro Día del Señor escatológico (comparar con Sof. 1:14-18). Daniel aplica la misma expresión en relación con la “angustia”, (tsará), al tiempo del fin (Dan. 12:1; comparar con Mat. 24:15, 21).
La angustia de Jacob deriva de dos causas. La primera es horizontal y se identifica con su hermano; la segunda es vertical y se relaciona con Dios. La primera preocupación de Jacob es su hermano, a quien envía dos grupos de mensajeros. Esta iniciativa es una operación estratégica para salvaguardar el segundo campamento: en caso de que el primer campamento sea atacado, el segundo campamento tendrá tiempo para escapar. Jacob decide enviar “dos campamentos de mensajeros” a Esaú. Jacob llama con el mismo nombre, majané, “campamentos”, a sus dos campamentos de mensajeros humanos (Gén. 32:7 [8]). Jacob entiende que para restablecer su relación con Dios, debe restaurar la relación con su hermano.
Al igual que su abuelo Abraham, Jacob ruega a Dios que lo ayude. Jacob dirige su súplica solo a Dios, porque es Dios quien le ordenó que regresara a Canaán (Gén. 32:9), el mismo Dios que prometió garantizar su posteridad (Gén. 32:12). Jacob se refiere a la maravilla de la gracia de Dios (Gén. 32:10). Las dos palabras hebreas jésed (“misericordia”) y ’emet (“verdad”) son las mismas que el siervo de Abraham usó cuando bendijo a Dios por haber escuchado su oración (Gén. 24:27). Después de orar, Jacob acampa para pasar la noche. Sin embargo, antes de retirarse, Jacob vuelve a actuar. De este modo, el texto va y viene entre la oración y la acción. Como Jacob no es ingenuo y su fe no significa que sea pasivo, este asegura su campamento. Jacob organiza una oleada tras otra de regalos para “apaciguar” a Esaú (Gén. 32:20). El verbo hebreo kiper, para “apaciguar”, significa “expiar”. La asociación con otras palabras como minjá, “presente”, una palabra que se refiere a la ofrenda (Lev. 2:1-14), y nasá’ panim, “perdonar” o “aceptar”, da fe de una perspectiva religiosa. Jacob tiene en mente su reconciliación pasada con Dios (Gén. 32:22–32) mientras intenta reconciliarse con su hermano (comparar con Mat. 5:23).
Lucha con Dios
Jacob se queda a solas porque quiere orar, en medio de su angustia de espíritu, por la intervención y la protección de Dios. Mientras ora, se le acerca “un varón” (Gén. 32:24). Como piensa que un enemigo lo ataca, comienza a luchar por su vida. El calificativo anónimo “un varón” evidencia la misteriosa identidad de esta persona. Jacob identificará al hombre como Dios (Gén. 32:30), al igual que el profeta Oseas (Ose. 12:3, 4). Isaías usará el mismo lenguaje en su descripción del Siervo sufriente (Isa. 53:3). No es inaudito que Dios asuma forma humana para relacionarse con la humanidad (ver Gén. 18:1, 17; Juec. 6:11). Daniel usa el mismo término, “un varón”, para designar al Sumo Sacerdote celestial (Dan. 10:5; comparar con Dan. 8:11) y al “príncipe del ejército” (Dan. 8:11), una expresión que designa al Señor mismo (Jos. 5:14, 15).
La información de que este Varón (Dios) no prevaleció contiene una importante lección teológica acerca de Dios en su relación con los seres humanos. La “debilidad” de Dios al confrontar con los seres humanos es una expresión de su gracia y amor, y del misterio de su encarnación para salvar a la humanidad. El siguiente movimiento del Varón contradice inmediatamente esta impresión de debilidad. Un simple toque es suficiente para producir la dislocación de cadera, lo que sugiere un poder sobrehumano. El lugar del golpe, “en el sitio del encaje de su muslo” (Gén. 32:25), que se refiere al lomo o el muslo, es un eufemismo para el lugar vinculado con la procreación. Por ende, el toque divino es una bendición implícita que apunta a los descendientes de Jacob (Gén. 46:26; Éxo. 1:5). El hecho de que Jacob haya recibido un golpe en el órgano que genera vida también está vinculado a la prohibición alimentaria de comer sangre. Porque la vida está en la sangre (Gén. 9:4). Por consiguiente, esta práctica es más que un mero recordatorio de la historia de Jacob; también recuerda ese episodio bíblico y, con él, sus lecciones teológicas. También llama la atención de los consumidores de carne sobre el principio fundamental del carácter sagrado de la vida.
El profeta Oseas interpreta la lucha de Jacob con Dios como una experiencia de oración (Ose. 12:4). Es la fe de Jacob lo que explica su tenaz insistencia (Luc. 11:5-8). Por lo tanto, el nuevo nombre de Jacob es “Israel”. La explicación del “varón” introduce una serie de paradojas: (1) Jacob luchó con Dios y, no obstante, el “varón” explica que Jacob también luchó con los hombres; (2) el nombre Israel significa literalmente “Dios lucha”, aunque esta explicación afirma que es Jacob quien lucha; (3) el “varón” acaba de golpear a Jacob, que se dislocó la cadera, y sin embargo, el relato explica que fue Jacob quien prevaleció.
Todas estas paradojas transmiten lecciones teológicas importantes: (1) la calidad de la relación de Jacob con Dios depende de la calidad de su relación con los hombres (en este caso, Esaú) y viceversa; (2) el nombre Israel, “Dios lucha”, recuerda a Jacob que debe aprender a dejar que Dios pelee por él (ver Éxo. 14:13, 14). Jacob prevalecerá en la medida en que permita que Dios prevalezca sobre él, un principio que enunció Pablo: “Cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2 Cor. 12:10). Jacob llama “Peniel” al lugar donde Dios se le apareció, que significa “el rostro de Dios”. Este nombre representa la experiencia personal de Jacob, es decir, que Dios lo confrontó y él sobrevivió. El uso de la expresión hebrea “cara a cara” no significa que Jacob realmente hubiese visto el rostro físico de Dios. Esta expresión equivale a ver “la apariencia de Jehová” (Núm. 12:8), y básicamente describe la experiencia de un encuentro directo con Dios (Deut. 5:4).
El rostro del hermano
Ante la renuencia de Esaú a aceptar el regalo de pacificación de su hermano (Gén. 33:9), Jacob responde conectando explícitamente su relación con él a su relación con Dios: “He visto tu rostro, como si hubiera visto el rostro de Dios” (Gén. 33:10). Jacob ha visto el “rostro de Dios” (Peniel) en el rostro de Esaú. La experiencia de Jacob con Esaú es un segundo Peniel: el primer Peniel en preparación para el segundo Peniel. El encuentro de Jacob con Dios lo ha ayudado en su encuentro con su hermano, y la reconciliación con su hermano afectará su relación con Dios. Jacob logró entender que el amor por Dios y el amor por su hermano dependen uno del otro.
Jesús infiere de las Escrituras esta singular lección teológica: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas” (Mat. 22:37-40).
Parte III: APLICACIÓN A LA VIDA
La angustia de Jacob. “Así como el patriarca luchó toda la noche pidiendo ser liberado de la mano de Esaú, así clamarán los justos a Dios día y noche que los libre de los enemigos que los rodean” (PP 199). La experiencia de angustia de Jacob ¿en qué medida funciona como una profecía de esperanza para el tiempo del fin? ¿Qué advertencia y aliento podemos obtener de la angustia de Jacob que nos pueda ayudar en el tiempo de angustia? ¿Alguna vez tuvieron una experiencia personal similar a un tiempo de angustia, un período en el que oraban con angustia y, al parecer, solo obtuvieron silencio de parte de Dios? ¿Cómo sobrellevaron esa angustia?
Lucha con Dios. Recuerden momentos de su vida en los que lucharon con tentaciones y dudas. ¿Cómo los acercaron más a Dios estas luchas? Compartan su testimonio con la clase. La audaz declaración de Jacob: “No te dejaré, si no me bendices” (Gén. 32:26) ¿cómo se aplica a la oración? ¿Por qué “perder” la lucha con Dios significa ganar la pelea? Luchar con Dios ¿cómo puede cambiarnos para siempre? Lean y comenten Romanos 7:23 al 25. ¿Por qué debemos “luchar” y por qué es tan difícil luchar con Dios? ¿Por qué es imposible prevalecer por nuestros propios medios? Lean Efesios 6:12.
El rostro del hermano. Nuestra experiencia con el perdón de Dios ¿por qué nos ayuda a perdonar, y cómo? ¿Por qué amar, respetar y disfrutar las diferencias de alguien de otra raza, cultura o religión se basa en nuestra experiencia de ver a Dios mismo? ¿Qué actos hacia nuestro hermano o hermana pueden generar en él la experiencia de ver el rostro de Dios?
"EL GÉNESIS"
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