Lección 3: Comprendamos la naturaleza humana | La muerte y la esperanza futura | Escuela Sabática 4T 2022
Lección 3: Para el 15 de octubre de 2022
COMPRENDAMOS LA NATURALEZA HUMANA
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Génesis 1:24-27; 2:7, 19; Mateo 10:28; Eclesiastés 12:1-7; 1 Reyes 2:10; 22:40.
PARA MEMORIZAR:
"Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente" (Gén. 2:7).
La tensión entre la palabra de Dios: "Ciertamente morirás" (Gén. 2:16, 17) y la promesa falsa de Satanás: "Ciertamente no morirán" (Gén. 3:4, RVA-2015) no se limita al Jardín del Edén. Ha resonado a lo largo de la historia. Muchos intentan armonizar las palabras de Satanás con las de Dios. Para ellos, la advertencia "morirás" se refiere solo al cuerpo físico perecedero, mientras que la promesa "ciertamente no morirán" sería una alusión a un alma o espíritu inmortal.
Pero, este planteamiento no funciona. Por ejemplo, ¿se pueden armonizar las palabras contradictorias de Dios y de Satanás? ¿Existe un alma o espíritu inmaterial que sobrevive conscientemente a la muerte física? Hay muchos intentos filosóficos, e incluso científicos, para responder estas preguntas. Pero, como cristianos cuyo fundamento es la Biblia, debemos reconocer que solo el Dios todopoderoso, aquel que nos creó, también nos conoce perfectamente (ver Sal. 139). Por lo tanto, solo en su Palabra, las Escrituras, podemos encontrar respuestas a estas preguntas cruciales.
Esta semana consideraremos de qué manera el Antiguo Testamento define la naturaleza humana y la condición de los seres humanos al morir.
Sábado
Cuando se consideran las oportunidades que tiene el hombre para investigar, cuando se considera cuán breve es su vida, cuán limitada su esfera de acción, cuán restringida su visión, cuán frecuentes y grandes son los errores de sus conclusiones, especialmente en lo que se refiere a los sucesos que se supone precedieron a la historia bíblica, cuán a menudo se revisan o desechan las supuestas deducciones de la ciencia, con qué prontitud se añaden o quitan millones de años al supuesto período del desarrollo de la tierra y cómo se contradicen las teorías presentadas por diferentes hombres de ciencia; cuando se considera esto, ¿consentiremos nosotros, por el privilegio de rastrear nuestra ascendencia a través de gérmenes, moluscos y monos, en desechar esa declaración de la Santa Escritura, tan grandiosa en su sencillez: “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó”? ¿Desecharemos el informe genealógico —más magnífico que cualquiera atesorado en las cortes de los reyes: “Hijo de Adán, hijo de Dios”? (La educación, p. 130).
La mano que sostiene los mundos en el espacio, la mano que mantiene en su disposición ordenada y actividad incansable todas las cosas en el universo de Dios, es la mano que fue clavada en la cruz por nosotros.
La grandeza de Dios no es incomprensible. “Jehová tiene en el cielo su trono” 13; sin embargo, es omnipresente mediante su Espíritu. Tiene un íntimo conocimiento de todas las obras de su mano y un interés personal en ellas (La educación, p. 118).
Si los hombres hubiesen querido recibir la verdad tan claramente expresada en las Santas Escrituras, referente a la naturaleza del hombre y al estado de los muertos, reconocerían en las declaraciones y manifestaciones del espiritismo la operación de Satanás con poder y con prodigios mentirosos. Pero en vez de renunciar a la libertad tan cara al corazón pecaminoso y a sus pecados favoritos, la mayoría de los hombres cierra los ojos a la luz y sigue adelante sin cuidarse de las advertencias, mientras Satanás tiende sus lazos en torno de ellos y los hace presa suya. “Por cuanto no admitieron el amor de la verdad, para que fuesen salvos, […] Dios les envía la eficaz operación de error, a fin de que crean a la mentira”. 2 Tesalonicenses 2:10, 11.
Los que se oponen a las enseñanzas del espiritismo atacan no solo a los hombres, sino también a Satanás y a sus ángeles. Han emprendido la lucha contra principados, potestades y malicias espirituales en los aires. Satanás no cederá una pulgada de terreno mientras no sea rechazado por el poder de mensajeros celestiales. El pueblo de Dios debe hacerle frente como lo hizo nuestro Salvador, con las palabras: “Escrito está”. Satanás puede hoy citar las Santas Escrituras como en tiempo de Cristo, y volverá a pervertir las enseñanzas de ellas para sostener sus engaños. Los que quieran permanecer firmes en estos tiempos de peligro deben comprender por sí mismos el testimonio de las Escrituras (El conflicto de los siglos, pp. 546, 547).
“UN SER VIVIENTE”
Lee Génesis 1:24 al 27 y 2:7 y 19. ¿Qué similitudes y diferencias puedes ver entre la forma en que Dios creó a los animales y a la humanidad? ¿Qué nos dice Génesis 2:7 sobre la naturaleza humana?
El relato de Génesis declara que, en el sexto día de la semana de la Creación, Jehová Dios dio vida a los animales terrestres y a los primeros seres humanos, una pareja (Gén. 1:24-27). Se nos dice que "formó, pues, de la tierra toda bestia del campo, y toda ave de los cielos" (Gén. 2:19). También "formó al hombre del polvo de la tierra" (Gén. 2:7).
Aunque los animales y el hombre fueron hechos de "la tierra”, la formación del hombre fue distinta de la de los animales por dos razones. En primer lugar, Dios formó al hombre físicamente, y luego “sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente” (Gén. 2:7). Era una entidad física antes de convertirse en una entidad viviente. En segundo lugar, Dios creó a la humanidad, como hombre y mujer, a imagen y semejanza de la Deidad (Gén. 1:26,27).
Génesis 2:7 explica que la infusión del "aliento de vida” en el cuerpo físico de Adán lo transformó en “un ser viviente” (hebreo néfesh jaiá), o literalmente un "alma viviente" (RVA). Esto significa que no tenemos un alma que pueda existir separada del cuerpo; más bien, somos un ser vivo, o alma viviente. La afirmación de que esta "alma” es una entidad consciente que puede existir separada del cuerpo humano es una idea pagana, no bíblica. Comprender la verdadera naturaleza de la humanidad nos impide aceptar la noción popular de un alma inmaterial y todos los peligrosos errores construidos sobre esa creencia.
Ninguna parte aislada del ser humano, separada de la persona en su conjunto, tiene una existencia consciente. Dios nos creó de una manera formidable y maravillosa, y no debemos especular más allá de lo que las Escrituras realmente dicen sobre este asunto específico. De hecho, no solo la naturaleza de la vida misma es un misterio (los científicos aún no pueden ponerse de acuerdo sobre qué significa exactamente que algo esté vivo); aún más misteriosa es la naturaleza de la conciencia. ¿Cómo es que los pocos gramos de tejido material (células y sustancias químicas) en nuestra cabeza, el cerebro, retienen y crean cosas inmateriales como los pensamientos y las emociones? Quienes estudian esta idea admiten que realmente no lo sabemos.
■ ¡Qué gran milagro es la vida! ¿Por qué deberíamos regocijarnos en el regalo no solo de la vida, sino también de la vida eterna, un milagro aún mayor?
Domingo
La vida física es algo que ha recibido cada individuo. No es eterna ni inmortal, pues la toma de nuevo Dios, el Dador de la vida. El hombre no tiene control sobre su vida. Pero la vida de Cristo no era prestada. Nadie puede arrebatarle esa vida. “Yo de mí mismo la pongo”, dijo. “En él estaba la vida”: original, no prestada, no derivada de otro. Esa vida no es inherente al hombre. Solo puede poseerla por medio de Cristo. No puede ganarla; le es dada como una dádiva gratuita si quiere creer en Cristo como su Salvador personal. “Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Juan 17:3). Esta es la fuente de vida abierta para el mundo (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista, t. 5, p. 1104).
En la creación del hombre resulta manifiesta la intervención de un Dios personal. Cuando Dios hubo hecho al hombre a su imagen, el cuerpo humano quedó perfecto en su forma y organización, pero estaba aún sin vida. Después, el Dios personal y existente de por sí infundió en aquella forma el soplo de vida, y el hombre vino a ser criatura viva e inteligente. Todas las partes del organismo humano fueron puestas en acción. El corazón, las arterias, las venas, la lengua, las manos, los pies, los sentidos, las facultades del espíritu, todo ello empezó a funcionar, y todo quedó sometido a una ley. El hombre fue hecho alma viviente. Por medio de Cristo el Verbo, el Dios personal creó al hombre, y lo dotó de inteligencia y de facultades (El ministerio de curación, pp. 322, 323).
Mediante el Dador de la vida, el alma es capaz de vivir por las edades eternas, y el hombre debe ejercer un cuidado especial por el alma que Cristo compró con su propia sangre… Si el valor de su alma no ha sido apreciado, si los atrios de su templo han sido [profanados] por compradores y vendedores al entregarla a la dirección y morada interior de Satanás en pensamientos o sentimientos, le ruego con profunda seriedad que no se demore en acudir a Dios en sincera oración, sin un momento de especulación ni vacilación, para decirle: “Oh Señor, le he abierto la puerta de mi corazón a tu peor enemigo, y al peor enemigo de mi alma. He actuado como si fuera capaz de salvar mi propia alma… No me atrevo a confiársela a ningún otro poder que no sea el tuyo… La deposito a tus pies. Oh Cordero de Dios, lava mi alma en la sangre del Cordero; vístela con tus ropajes de pureza y justicia (Exaltad a Jesús, p. 209).
“EL ALMA QUE PECARE, ESA MORIRÁ”
Lee Ezequiel 18:4 y 20; y Mateo 10:28. Estos versículos, ¿cómo pueden ayudarnos a comprender la naturaleza del alma humana?
La vida humana en este mundo pecaminoso es frágil y transitoria (Isa. 40:1- 8). Nada infectado por el pecado puede ser eterno por naturaleza. "Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron” (Rom. 5:12).
La muerte es la consecuencia natural del pecado, que afecta a toda la vida aquí. Sobre esta cuestión, hay dos conceptos bíblicos importantes. Uno es que tanto los seres humanos como los animales mueren. Como dijo el rey Salomón: "Porque lo que sucede a los hijos de los hombres, y lo que sucede a las bestias, un mismo suceso es: como mueren los unos, así mueren los otros, y una misma respiración tienen todos; ni tiene más el hombre que la bestia [...]. Todo va a un mismo lugar; todo es hecho del polvo, y todo volverá al mismo polvo” (Ecl. 3:19, 20).
El segundo concepto es que la muerte física de una persona implica el cese de su existencia como alma viviente (hebreo néfesh). En Génesis 2:16 y 17, Dios había advertido a Adán y a Eva que, si alguna vez pecaban al comer del árbol de la ciencia del bien y del mal, morirían.
Dios repitió esta advertencia en Ezequiel 18:4 y 20 para reforzar el concepto: "El alma que pecare, esa morirá”. Esta declaración tiene dos implicaciones principales. Una es que, dado que todos los seres humanos somos pecadores, todos estamos bajo el inevitable proceso de envejecimiento y muerte (Rom. 3:9-18, 23). Otra implicación es que este concepto bíblico anula la noción popular de una supuesta inmortalidad natural del alma. Si el alma es inmortal y está viva en otra esfera después de la muerte, entonces en realidad no morimos, al fin y al cabo, ¿verdad?
En contraste, la solución bíblica para el dilema de la muerte no es un alma incorpórea que migra al paraíso, al purgatorio o al infierno. De hecho, la solución es la resurrección final de los que murieron en Cristo. Como dijo Jesús en su sermón sobre el Pan de vida: "Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero" (Juan 6:40).
■ ¿Por qué la certeza de la Segunda Venida, que está garantizada por la primera venida de Cristo (y, a fin de cuentas, ¿de qué sirvió la primera venida de Cristo sin la segunda?), es tan decisiva para todo lo que creemos? ¿Qué esperanza tendríamos sin la promesa de su regreso?
Lunes
Cuando la voz de Dios despierte a los muertos, él saldrá del sepulcro con los mismos apetitos y pasiones, los mismos gustos y aversiones que poseía en vida. Dios no obra ningún milagro para regenerar al hombre que no quiso ser regenerado cuando se le concedió toda oportunidad y se le proveyó toda facilidad para ello. Mientras vivía no halló deleite en Dios, ni halló placer en su servicio. Su carácter no se halla en armonía con Dios y no podría ser feliz en la familia celestial (Palabras de vida del gran Maestro, p. 214).
Satanás dijo a sus ángeles que hiciesen un esfuerzo especial por difundir la mentira que le fue dicha por primera vez a Eva en el Edén: “No moriréis”. Y a medida que el error fuese recibido por la gente, y esta fuese inducida a creer que el hombre es inmortal, Satanás le haría creer que el pecador ha de vivir en tormento eterno. Entonces el camino quedó preparado para que Satanás obrase por medio de sus representantes y señalara a Dios ante la gente como un tirano vengativo, que hunde en el infierno a todos los que no le agradan, y les hace sentir su ira para siempre; y que, mientras sufren indecible angustia y se retuercen en las llamas eternas, los mira con satisfacción. Satanás sabía que si este error era recibido, Dios sería odiado por muchos, en vez de ser amado y adorado; y que muchos se verían inducidos a creer que las amenazas de la Palabra de Dios no habían de cumplirse literalmente, porque sería contrario a su carácter de benevolencia y amor hundir en tormentos eternos a los seres a quienes creó (Primeros escritos, pp. 218, 219).
La Palabra del Dios viviente debe ser nuestra guía. Cada uno debe comprender que depende de Aquel a quien pertenece por creación y por redención. Lean y estudien las declaraciones registradas en el capítulo seis de Juan. Oren para lograr una comprensión de estas verdades. Me alarma ver la debilidad espiritual de quienes han tenido una luz tan grande. Si hubieran caminado en esta luz serían fuertes en el Señor. Pero no lo han hecho, y los que toman contacto con la verdad por medio de sus esfuerzos miran a los seres humanos para recibir sabiduría, en vez de mirar a Jesucristo, la “luz verdadera, que alumbra a todo hombre”. Juan 1:9. Cuando los que pretenden creer en Cristo lo reciban por la fe, él será para ellos su santificación, su justicia y su recompensa sobremanera grande (Alza tus ojos, p. 179).
“EL ESPÍRITU VUELVA A DIOS”
Lee Génesis 2:7 y Eclesiastés 12:1 al 7. ¿Qué contraste ves entre estos dos pasajes bíblicos? ¿Cómo pueden ayudarnos a comprender mejor la condición humana después de la muerte? Ver también Génesis 7:22.
Como ya vimos, la Biblia enseña que el ser humano es un alma (Gén. 2:7), y el alma deja de existir cuando el cuerpo muere (Eze. 18:4,20).
Pero ¿qué sucede con el "espíritu’’? ¿No permanece consciente incluso después de la muerte del cuerpo? Muchos cristianos creen que sí, e incluso tratan de justificar su postura citando Eclesiastés 12:7, que dice: "Y el polvo vuelva a la tierra, como era, y el espíritu vuelva a Dios que lo dio”. Pero esta declaración no sugiere que el espíritu de los muertos permanezca consciente en la presencia de Dios.
Eclesiastés 12:1 al 7 describe en términos bastante dramáticos el proceso de envejecimiento, que culmina con la muerte. El versículo 7 se refiere a la muerte como la inversión del proceso de creación mencionado en Génesis 2:7. Como ya se ha dicho, en el sexto día de la semana de la Creación, "Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente” (Gén. 2:7). Pero ahora, Eclesiastés 12:7 nos dice que “el polvo vuelva a la tierra, como era, y el espíritu vuelva a Dios que lo dio”. Por consiguiente, el aliento de vida que Dios sopló en las fosas nasales de Adán, y que también proveyó para todos los demás seres humanos, vuelve a Dios; en otras palabras, simplemente deja de fluir en ellos y a través de ellos.
Debemos tener en cuenta que Eclesiastés 12:7 describe el proceso de muerte de todos los seres humanos y lo hace sin distinguir entre justos e injustos. Si los supuestos espíritus de todos los que mueren sobreviven como entidades conscientes en la presencia de Dios, entonces, los espíritus de los impíos, ¿están con Dios? Esta idea no armoniza con la enseñanza general de las Escrituras. Como el mismo proceso de muerte ocurre tanto con los seres humanos como con los animales (Ecl. 3:19,20), la muerte no es otra cosa que dejar de existir como seres vivos. Como dijo el salmista: “Escondes tu rostro, se turban; les quitas el hálito, dejan de ser, y vuelven al polvo” (Sal. ro4:29).
■ A menudo decimos que la muerte es solo parte de la vida. ¿Qué tiene de malo eso? Que la muerte es lo opuesto a la vida, la enemiga de la vida. Entonces, ¿qué gran esperanza se encuentra en este versículo: “El postrer enemigo que será destruido es la muerte" (1 Cor. 15:26)?
Martes
Dios pone delante del hombre la vida y la muerte. Él puede elegir… Los que no escogen aceptar la salvación comprada a precio tan alto, deben ser castigados. Pero vi que Dios no los encerrará en un infierno para que sufran eternamente, ni tampoco los llevará al cielo; porque introducirlos en la compañía de los puros y santos sería hacerlos excesivamente miserables. Pero él los destruirá por completo para que sean como si nunca hubiesen existido; entonces su justicia estará satisfecha. Formó al hombre con el polvo de la tierra, y los desobedientes y profanos serán consumidos por fuego y volverán a ser polvo. Vi que la benevolencia y la compasión de Dios en este asunto debieran inducir a todos a admirar su carácter y a adorar su santo nombre. Después que los impíos hayan sido raídos de la tierra, toda la hueste celestial dirá: “¡Amén!” (Primeros escritos, p. 221).
La nobleza de la tierra está constituida solo por seres humanos; mueren, y regresan al polvo; y en su alabanza y honor no hay satisfacción perdurable. Pero el honor que proviene de Dios es duradero. Ser herederos de Dios y coherederos con Cristo significa tener acceso a riquezas inconcebibles: tesoros de valor tan elevado que hunden en la insignificancia al oro y la plata, las gemas y piedras preciosas de la tierra. Mediante Cristo se nos ofrece un gozo inexpresable, un eterno peso de gloria. “Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman”. 1 Corintios 2:9.
Adolecemos de una fe sencilla; necesitamos aprender el arte de confiar en nuestro mejor Amigo. Aunque no lo vemos, Jesús cuida de nosotros con tierna compasión; y se conmueve con el sentimiento de nuestras enfermedades. Nadie acudió jamás a él con fe, en medio de su gran necesidad, y salió descorazonado de delante de él… El cristiano es… el hombre más feliz del mundo. Se siente seguro, porque confía en Jesús y se regocija en su presencia. Su “escudo está en Dios, que salva a los rectos de corazón”. Salmo 7:10. No posterguen este asunto, sino que comiencen… a fijar sus mentes más firmemente en Jesús y en las cosas celestiales, recordando que mediante la contemplación de él somos transformados a su misma imagen. Tengan confianza en Dios (Exaltad a Jesús, p. 370).
“Si la muerte es el último enemigo que ha de ser destruido en la resurrección, podemos representarnos con cuánto ardor los creyentes esperarán y orarán por la segunda venida de Cristo, cuando esta completa y definitiva victoria sea alcanzada”… “Ese es el día que todos los creyentes deberían desear con ansia por ser el día en que habrá de quedar consumada toda la obra de su redención, cumplidos todos los deseos y esfuerzos de sus almas”. “¡Apresura, oh Señor, ese día bendito!” Tal fue la esperanza de la iglesia apostólica, de la “iglesia del desierto”, y de los reformadores (¡Maranata: el Señor viene!, p. 12).
“LOS MUERTOS NADA SABEN”
Lee Job 3:11 al 13; Salmos 115:17; 146:4; y Eclesiastés 9:5 y 10. ¿Qué podemos aprender de estos pasajes sobre la condición de los seres humanos al morir?
Algunos comentaristas bíblicos argumentan que estos pasajes (Job 3:11-13; Sal. 115:17; 146:4; Ecl. 9:5, 10), escritos en lenguaje poético, no pueden usarse para definir la condición de los seres humanos al morir. Es cierto que a veces la poesía puede ser ambigua y se puede malinterpretar con facilidad, pero no es así con estos versículos. Su lenguaje es claro y sus conceptos están en total armonía con las enseñanzas generales del Antiguo Testamento sobre el tema.
En primer lugar, en Job 3, el patriarca lamenta haber nacido, debido a todo el sufrimiento. (En los momentos más terribles, ¿quién no ha deseado no haber nacido nunca?) Él reconoce que, si hubiera muerto al nacer, estaría dormido y en reposo (Job 3:11,13).
Salmo 115 define el lugar donde están los muertos como un lugar de silencio, porque "no alabarán los muertosaJAH” (Sal. 115:17). Esto difícilmente sugiera que los muertos, los muertos fieles (y agradecidos), estén en el cielo adorando a Dios.
Según Salmo 146, las actividades mentales de la persona cesan con la muerte: "Pues sale su aliento, y vuelve a la tierra; en ese mismo día perecen sus pensamientos" (Sal. 146:4). Esta es una descripción bíblica perfecta de lo que sucede al morir.
Y Eclesiastés 9 agrega que “los muertos nada saben” y que en la tumba "no hay obra, ni trabajo, ni ciencia, ni sabiduría" (Ecl. 9:5,10). Estas declaraciones confirman la enseñanza bíblica de que los muertos están inconscientes.
La enseñanza bíblica de la inconsciencia en la muerte no debería generar pánico en los cristianos. En primer lugar, a los que mueren sin ser salvos no les espera un infierno que arda eternamente ni un purgatorio temporal. En segundo lugar, a los que mueren en Cristo les espera una recompensa asombrosa. No es de extrañar que "para el creyente, la muerte es un asunto trivial. |...| Para el cristiano, la muerte es tan solo un sueño, un momento de silencio y tinieblas. La vida está oculta con Cristo en Dios, y 'cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria’ (Juan 8:51, 52; Col. 3:4)" (DTG 745).
■ Piensa en los muertos en Cristo. Ellos cierran los ojos en la muerte y, ya sea que estén en la tumba mil quinientos años o cinco meses, a ellos les da lo mismo. De repente, es el regreso de Cristo. Entonces, ¿podríamos afirmar que, en cierto sentido, los muertos están mejor que nosotros, los vivos?
Miércoles
—Pero, mamá —repuse yo—, ¿de veras crees tú que las almas duermen en el sepulcro hasta la resurrección? ¿Piensas tú que cuando un cristiano muere no va inmediatamente al cielo ni el pecador al infierno?
—La Biblia no contiene prueba alguna de que haya un infierno eterno —respondió ella—. Si existiese un lugar tal, el Libro sagrado lo mencionaría”…
Hasta pasados algunos meses después de esta conversación, no volví a oír nada más referente a dicha doctrina. Pero durante este tiempo reflexioné muchísimo sobre el asunto. De manera que cuando oí una predicación en que se expuso esto, creí que era la verdad. Desde que la luz acerca del sueño de los muertos alboreó en mi mente, se desvaneció el misterio que envolvía la resurrección, y este grandioso acontecimiento asumió una nueva y sublime importancia… Si al morir el hombre, su alma entraba en el gozo de la eterna felicidad o caía en la eterna desdicha, ¿de qué servía la resurrección del pobre cuerpo reducido a polvo?
Pero esta nueva y hermosa creencia me descubría la razón por la cual los inspirados autores de la Biblia insistieran tanto en la resurrección del cuerpo. Era porque todo el ser dormía en el sepulcro. Entonces me di cuenta de la falacia de nuestro primitivo criterio sobre el asunto (Notas biográficas de Elena G. de White, pp. 54, 55).
Cristo llegó a ser uno con la humanidad, para que la humanidad pudiera llegar a ser una en espíritu y en vida con él. En virtud de esa unión, en obediencia a la Palabra de Dios, la vida de Cristo llega a ser la vida de la humanidad. Él dice al penitente: “Yo soy la resurrección y la vida”. Juan 11:25. La muerte es considerada por Cristo como un sueño: silencioso y oscuro sueño. Habla de ella como si fuera de poca importancia. “Todo aquel que vive y cree en mí —dice él—, no morirá eternamente”. Juan 11:26. “El que guarda mi palabra, nunca sufrirá muerte”. Juan 8:52. “Nunca verá muerte”. Juan 8:51. Y para el creyente la muerte reviste poca importancia. Para él morir no es sino dormir. “También traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él”. 1 Tesalonicenses 4:14 (Mensajes selectos, t. 1, pp. 355, 356).
El hombre estaba dotado originalmente de facultades nobles y de un entendimiento bien equilibrado. Era perfecto y estaba en armonía con Dios. Sus pensamientos eran puros, sus designios santos. Pero por la desobediencia, sus facultades se pervirtieron y el egoísmo reemplazó el amor. Su naturaleza quedó tan debilitada por la transgresión que ya no pudo, por su propia fuerza, resistir el poder del mal. Fue hecho cautivo por Satanás, y hubiera permanecido así para siempre si Dios no hubiese intervenido de una manera especial. El tentador quería desbaratar el propósito que Dios había tenido cuando creó al hombre. Así llenaría la tierra de sufrimiento y desolación y luego señalaría todo ese mal como resultado de la obra de Dios al crear al hombre (El camino a Cristo, p. 17).
DESCANSAR CON LOS ANTEPASADOS
Lee Génesis 25:8; 2 Samuel 7:12; y 1 Reyes 2:10 y 22:40. ¿Qué añaden estos
textos a tu comprensión de la muerte?
El Antiguo Testamento expresa de diferentes formas las ideas de la muerte y la sepultura. Una de ellas es la noción de unirse a su pueblo. Por ejemplo, acerca de Abraham, se nos dice que "exhaló el espíritu, y murió [...] en buena vejez, anciano y lleno de años, y fue unido a su pueblo” (Gén. 25:8). Aarón y Moisés también se unieron a su pueblo (Deut. 32:50).
¿Qué nos enseña sobre la naturaleza de la muerte el hecho de que tanto los reyes buenos como los malos terminaran en el mismo lugar al morir? (2 Rey. 24:6; 2 Crón. 32:33).
Otra forma de describí r la muerte es mediante la declaración de que alguien durmió con los antepasados. Acerca de la muerte del rey David, la Biblia dice que "durmió David con sus padres, y fue sepultado en su ciudad” (1 Rey. 2:10). La misma expresión se utiliza también para varios reyes hebreos, tanto fieles como infieles.
Podemos identificar al menos dos aspectos significativos en el hecho de dormir con los antepasados. El primero es que tarde o temprano llegará el momento en que necesitaremos descansar de nuestras obras y sufrimientos agotadores. Otra idea es que no somos los primeros ni los únicos en seguir ese camino indeseable, porque nuestros antepasados ya se adelantaron a nosotros.
Los que mueren en Cristo pueden ser enterrados cerca de sus seres queridos, pero aun así no hay comunicación entre ellos, ya que en realidad la muerte es la no existencia. Permanecerán así hasta ese glorioso día en que por un milagro re-creador divino despertarán para reunirse con sus seres queridos que murieron en Cristo.
■ imagínate cómo sería si los muertos estuvieran realmente conscientes y pudieran ver cómo es la vida aquí, especialmente para sus seres queridos, que a menudo sufren terriblemente después de la muerte de ellos. ¿Por qué, entonces, la verdad de que los muertos duermen debería ser tan reconfortante para los que estamos vivos?
Jueves
“Y este es el testimonio: Que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida”.1 Juan 5:11, 12. Y Jesús dijo: “Yo le resucitaré en el día postrero”. Cristo se hizo carne con nosotros, a fin de que pudiésemos ser espíritu con él. En virtud de esta unión hemos de salir de la tumba, no simplemente como manifestación del poder de Cristo, sino porque, por la fe, su vida ha llegado a ser nuestra. Los que ven a Cristo en su verdadero carácter, y le reciben en el corazón, tienen vida eterna. Por el Espíritu es como Cristo mora en nosotros; y el Espíritu de Dios, recibido en el corazón por la fe, es el principio de la vida eterna (El Deseado de todas las gentes, p. 352).
No le tocó a Eliseo seguir a su maestro en un carro de fuego. Dios permitió que le aquejase una enfermedad prolongada. Durante las largas horas de debilidad y sufrimiento humanos, su fe se aferró a las promesas de Dios, y contemplaba constantemente en derredor suyo a los mensajeros celestiales de consuelo y paz. Así como en las alturas de Dotán se había visto rodeado por las huestes del cielo, con los carros y los jinetes de fuego de Israel, estaba ahora consciente de la presencia de los ángeles que simpatizaban con él; y esto le sostenía. Durante toda su vida había ejercitado una fe fuerte; y mientras progresaba en el conocimiento de las providencias y la bondad misericordiosa del Señor, su fe había madurado en una confianza permanente en su Dios; y cuando la muerte le llamó, estaba listo para entrar a descansar de sus labores…
Con el salmista, Eliseo pudo decir con toda confianza: … “Yo en justicia veré tu rostro: seré saciado cuando despertare a tu semejanza”. Salmo 17:15 (Profetas y reyes, p. 197).
La Biblia enseña a las claras que los muertos no van inmediatamente al cielo. Se les representa como si estuvieran durmiendo hasta el día de la resurrección. 1 Tesalonicenses 4:14; Job 14:10-12. El día mismo en que se corta el cordón de plata y se quiebra el tazón de oro (Eclesiastés 12:6), perecen los pensamientos de los hombres. Los que bajan a la tumba permanecen en el silencio. Nada saben de lo que se hace bajo el sol. Job 14:21. ¡Descanso bendito para los exhaustos justos! Largo o corto, el tiempo no les parecerá más que un momento. Duermen hasta que la trompeta de Dios los despierte para entrar en una gloriosa inmortalidad. “Porque sonará la trompeta, y los muertos resucitarán incorruptibles […]. Porque es necesario que este cuerpo corruptible se revista de incorrupción, y que este cuerpo mortal se revista de inmortalidad. Y cuando este cuerpo corruptible se haya revestido de incorrupción, y este cuerpo mortal se haya revestido de inmortalidad, entonces será verificado el dicho que está escrito: ¡Tragada ha sido la muerte victoriosamente!” 1 Corintios 15:52-54.
En el momento en que sean despertados de su profundo sueño, reanudarán el curso de sus pensamientos interrumpidos por la muerte. La última sensación fue la angustia de la muerte. El último pensamiento era el de que caían bajo el poder del sepulcro. Cuando se levanten de la tumba, su primer alegre pensamiento se expresará en el hermoso grito de triunfo: “¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿dónde está, oh sepulcro, tu victoria?” Vers. 55 (El conflicto de los siglos, pp. 537, 538).
PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:
Lee Elena de White, El conflicto de los siglos, "El misterio de la inmortalidad”, PP. 521-539.
Si alguna vez pasaste por una cirugía y te aplicaron anestesia general, es posible que tengas una vaga idea de cómo sería estar muerto. Pero, aun así, cuando estás bajo anestesia, tu cerebro sigue funcionando. Imagínate cómo será estar muerto, cuando todas las funciones cerebrales, todo, se haya detenido por completo. La experiencia de la muerte, entonces, es cerrar los ojos y, en lo que respecta a cada persona muerta que haya vivido, lo siguiente que verá será a Jesús en su segunda venida o después del Milenio (ver Apoc. 2'0:7-15). Hasta entonces, todos los muertos, los justos y los impíos, descansan durante lo que les parecerá un instante al resucitar. Para quienes seguimos vivos, nos parece que la muerte dura mucho tiempo. Para los vivos, sí; pero para la percepción de los muertos, dura solo un instante.
"Si fuese verdad que las almas de todos los hombres van directamente al cielo en la hora de la disolución, entonces bien podríamos anhelar la muerte antes que la vida. Esta creencia ha inducido a muchas personas a poner fin a su existencia. Cuando uno está anonadado por los cuidados, las perplejidades y los desengaños, parece cosa fácil romper el delgado hilo de la vida y remontarse hacia el más allá, a la bienaventuranza del mundo eterno" (CS 528).
“En ningún lugar de las Sagradas Escrituras se encuentra declaración alguna de que los justos reciban su recompensa y los malos su castigo en el momento de la muerte. Los patriarcas y los profetas no dejaron tal seguridad. Cristo y sus apóstoles ni la mencionaron siquiera. La Biblia enseña claramente que los muertos no van inmediatamente al cielo. Se los representa como durmiendo hasta el día de la resurrección" (CS 537).
PREGUNTAS PARA DIALOGAR:
1. La noción bíblica del ser humano integral (que permanece consciente solo como una persona indivisible) ¿cómo nos ayuda a comprender mejor la naturaleza de la muerte?
2. La teoría de la inmortalidad natural del alma, con todas sus incontables ramificaciones, se ha apoderado del mundo. Entonces, ¿por qué nuestro mensaje sobre el estado de los muertos es trascendental? ¿Por qué también, incluso entre los cristianos, encontramos una oposición tan fuerte a lo que en realidad es una enseñanza maravillosa?
3. Entender correctamente el estado de los muertos ¿cómo debería protegernos de lo que pueda "aparecer” ante nuestros ojos? Es decir, ¿por qué no siempre podemos confiar en lo que vemos, especialmente si lo que vemos, o creemos ver, es el espíritu de un pariente muerto, como algunos han informado?
Viernes
El conflicto de los siglos, “Las asechanzas del enemigo”, pp. 509–520;
Mi vida hoy, “Imagen y gloria de Dios”, p. 130.
"LA VIDA ETERNA: LA MUERTE Y LA ESPERANZA FUTURA"
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Dios lo bendiga!!!
Lección 3
EL SÁBADO ENSEÑARÉ...
Parte I: RESEÑA
Texto clave: Génesis 1:27,28; 2:7; Eclesiastés 12:7; 1 Tesalonicenses 5:23.
Enfoque del estudio:
Dios creó a la humanidad a su imagen como el acto culminante de su Creación física. El lenguaje poético empleado por primera vez en la Biblia enfatiza este hecho: "Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó" (Gén. 1:27). La historia bíblica de la Creación es inequívoca en su enseñanza de que tanto el hombre como la mujer fueron creados a imagen de Dios. Fueron hechos de la misma naturaleza, con diferentes funciones biológicas, y además fueron creados totalmente dependientes de Dios. Aunque no son inmortales, porque solo Dios es inmortal (1 Tim. 6:16), podrían vivir eternamente si permanecían en una relación de confianza y amor con su Creador.
El monismo bíblico enseña que cada ser humano fue creado como una unidad y que ninguna dimensión de un ser humano puede existir después de la muerte de una persona. La expresión alma inmortal y la enseñanza de que los seres humanos nacen inmortales, o con almas o espíritus inmortales, no se encuentran en la Biblia. Los seres humanos, o almas, no son inherentemente inmortales. Los seres humanos no tienen una existencia consciente fuera del cuerpo. Después de morir, la consciencia deja de funcionar. La inmortalidad humana siempre, y únicamente, deriva de Dios.
Parte II: COMENTARIO
Creados magistralmente como almas vivientes
El relato de la Creación deja en claro que los seres humanos fueron creados por Dios. Génesis 2:7 describe dos de las acciones íntimas del Creador. El resultado de esas acciones fue la creación del primer ser humano, Adán (la primera acción): "Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y [la segunda acción] sopló en su nariz aliento de vida, y [el resultado] fue el hombre un ser viviente [néfesh jaló]" (Gén. 2:7). Ontológicamente hablando, somos una unidad (cuerpo + espíritu = alma viviente). Dios creó a Adán como una persona viviente, o un ser humano; literalmente, en hebreo, "un alma viviente". La palabra "alma", en este contexto, significa "persona", "ser", "yo". La base de la antropología bíblica es que somos un alma; no que tenemos un alma. Hans Wolff pregunta: "¿Qué significa néfesh [alma (...)] aquí [en Gén. 2:7]? Indudablemente no significa alma [en el sentido dualista tradicional]. Néfesh está asociado a la forma completa del hombre, y especialmente con su aliento; además, el hombre no tiene néfesh, es néfesh, vive como néfesh" (H. W. Wolff, Anthropology of the Oíd Testament [Filadelfia, PA: Fortress, 1974], p. 10).
Dios creó al ser humano como un cuerpo animado y vibrante, no como un alma encarnada. Por lo tanto, los seres humanos no fueron creados con un alma inmortal, como una entidad dentro de ellos, per se; como seres humanos, son almas. El uso posterior de este término en las Escrituras confirma esta doctrina. Por ejemplo, (1) el libro de Génesis cuenta cuántas "personas" se mudaron a Egipto con Jacob, y a estas personas se las llama "almas" (Gén. 46:15, 22, 25, 26, 27); (2) Lucas menciona cuántas personas se bautizaron después de la predicación de Pedro el día de Pentecostés: unas tres mil personas (Hech. 2:41; literalmente, tres mil almas).
El cuerpo, el alma y el espíritu funcionan en estrecha cooperación, lo que revela una intensa relación de simpatía entre las facultades espirituales, mentales y educativas de una persona. A estos aspectos hay que añadirles también una dimensión social, porque fuimos creados como seres sociales. Pablo profundiza en este aspecto multidimensional del comportamiento humano y explica que, como seres humanos, debemos dejar que Dios nos transforme por su gracia y su Espíritu: "Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo" (1 Tes. 5:23).
Por lo tanto, todo lo que somos y hacemos debe ser santificado por Dios. Dentro de nuestra existencia como seres humanos, experimentamos la vida en los niveles físico, emocional, mental/intélectual, espiritual y social. Estos aspectos no se pueden separar. Por ejemplo, cuando hacemos ejercicio físico (ya sea que corramos o trabajemos en el jardín), también entran en juego nuestros sentimientos, nuestros pensamientos, así como nuestra salud mental, espiritual (en el caso de que ores o recites un texto bíblico), y nuestras facultades sociales (si no estamos solos) durante el tiempo de nuestra actividad.
La muerte: inversión de la vida
La muerte provoca una inversión de la actividad creadora de Dios, de nuestra existencia como seres vivos. Lo más importante que debes saber es que nuestra identidad está en manos de Dios. Edesiastés enmarca este pensamiento en lenguaje poético: "Acuérdate de tu Creador [...] antes que la cadena de plata se quiebre, y se rompa el cuenco de oro, y el cántaro se quiebre junto a la fuente, y la rueda sea rota sobre el pozo; y el polvo vuelva a la tierra, como era, y el espíritu vuelva a Dios que lo dio" (Ecl. 12:1, 6, 7). "Espíritu" aquí significa "carácter" (Sal. 32:2), nuestra identidad. Dios no se olvida de nosotros, porque nuestros nombres están en el Libro de la Vida (Fil. 4:3; Apoc. 3:5; 13:8; 20:15; 21:27).
Contrariamente a la noción común de la inmortalidad, el espíritu humano no sobrevive a la muerte y no continúa su existencia consciente sin fin. El alma, como ser humano, es mortal. El profeta Ezequiel aclara que el "alma" es mortal cuando afirma: "El alma [hebreo, néfesh, es decir, persona humana] que pecare, esa morirá" (Eze. 18:4). Un alma, es decir, una persona, que no vive según la voluntad de Dios perecerá. Esto significa que un alma (ser humano) puede pecar y morir. Jesús lo confirma:
"Temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno" (Mat. 10:28). Fíjate que Jesús habla de que la persona en su totalidad ("el alma y el cuerpo", las dimensiones interna y externa de nuestra existencia) será destruida en el infierno (guéenna), en el lago de fuego.
El alma no existe sin el cuerpo y no sobrevive a la muerte del cuerpo. Solo Dios puede quitar la vida al alma, lo que significa que el alma no es inmortal. Alma aquí significa la vida de una persona, su existencia total y su destino (no se refiere a un alma o espíritu inmortal); mientras tanto, el cuerpo representa solo una existencia física temporal. Claude Tresmontant afirma acertadamente: "Al aplicar al hebreo néfesh [alma...] las características de la psyjé platónica [alma], [...] dejamos que se nos escape el verdadero significado de néfesh y, además, nos quedamos con innumerables pseudoproblemas" (C. Tresmontant, A Study ofHebrew Thought, trad. Michael Francis Gibson [Nueva York: Desclee Company, 1960], p. 94).
La muerte es dormir o descansar, y morir es reunirse con el pueblo de Dios; es decir, ser puestos en la tumba junto con él (Gén. 25:8; 2 Sam. 7:12; 1 Rey. 2:10; 22:40; Sal. 13:3; Juan 11:11-15; Hech. 13:36; Apoc. 14:13)- Los muertos no saben nada, no alaban a Dios, no trabajan, no hacen planes ni ninguna otra actividad en la tumba (Job 3:11-13; Sal. 115:17; 146:4; Ecl. 9:5,10).
La idea de la inmortalidad del alma es de origen pagano
La creencia en la inmortalidad del alma proviene de la filosofía griega. Pitágoras basó sus enseñanzas religiosas en el principio de la metem-psicosis. La metempsicosis postula que el alma nunca muere, sino que está destinada a un ciclo de renacimientos hasta poder librarse de este ciclo mediante la pureza de su vida. Pitágoras creía en la transmigración o la reencarnación del alma vez tras vez en el cuerpo de seres humanos, animales o vegetales hasta volverse inmortal. La antigua religión griega fue la que influyó sobre las ideas de Pitágoras sobre la reencarnación.
Platón reforzó esta enseñanza helenística al lograr que la creencia de la inmortalidad del alma humana se impusiera tanto que se convirtió en una creencia popular. Durante el período intertestamentario, la enseñanza del tormento eterno (Judit 16:17) y la práctica de orar por los muertos (2 Macabeos 12:39-45) comenzó a penetrar en el judaismo (no obstante, para excepciones a estas tendencias, ver también Tobías 14:6-8; Eclesiástico 7:17; 19:2, 3; 21:9; 36:7-10; Baruc 4:32-35; 1 Macabeos 2:62-64; 2 Macabeos 7:9,14). Flaviojosefo menciona que los fariseos creían en la inmortalidad del alma (ver Flaviojosefo, La guerra de los judíos 2. 8. 14; Antigüedades de los judíos 18.1. 2, 3).
Tertuliano (c. 155-220), un apologista cristiano, fue uno de los primeros entre los cristianos en afirmar que los seres humanos tienen un alma inmortal: "Por lo tanto, puedo utilizar la opinión de Platón, cuando declara: ‘Toda alma es inmortal'" (Tertuliano, "On the Resurrection of the Flesh", Ante-Nicene Fathers, t. 3, eds. Alexander Roberts y James Donaldson [Peabody, MA: Hendrickson Publishers Inc., 2004], p. 547).
Oscar Cullmann desafía el enfoque de Tertuliano y se opone a él. Cullmann escribió un libro muy influyente, y en él argumenta que la ¡dea de la inmortalidad humana es de origen griego, y que los teólogos tienen que decidirse por una de estas opciones: la creencia en un alma inmortal o la inmortalidad recibida como regalo en el momento de la resurrección. (O. Cullmann, Immortality ofthe Soulor Resurrection of the Dead? The Witness ofthe New Testament [Nueva York: Macmillan Company, 1958].)
Brevard Childs explica: "Ya hace mucho que se señaló que, según el Antiguo Testamento, el hombre no tiene alma, sino que es un alma (Gén. 2:7). Es decir, es una entidad completa, y no un compuesto de partes: cuerpo, alma y espíritu” (B. S. Childs, Oíd Testament Theology in a Canonical Context [Filadelfia: Fortress, 1985], p. 199).
Algunos eruditos tratan de defender la ¡dea de la vida después de la muerte simplemente apelando al sentido común, porque no hay una declaración bíblica al respecto. Por ejemplo, Stewart Goetz afirma: "Las Escrituras en su conjunto no enseñan que el alma existe. Las Escrituras simplemente presuponen la existencia del alma porque su existencia está afirmada por el sentido común de la gente normal” (S. Goetz, "A Substance Dualist Response", en In Search ofthe Soul: Perspectives on the Mind-Body Problem—Four Views ofthe Mind-Body Problem, ed. Joel B. Green, 2a ed. [Eugene, OR: Wipf and Stock, 2010]. p. 139). Sin embargo, el "sentido común” puede ser muy engañoso.
El don de la vida eterna
La vida eterna es el regalo de Dios para quienes creen en Cristo Jesús como su Salvador personal (Juan 3:16; 5:24, 25; 10:27, 28; 17:3; Rom. 2:7; 6:22, 23; Gál. 6:8). La inmortalidad es condicional, y depende de nuestra respuesta positiva a la bondad de Dios y de nuestra aceptación del evangelio de salvación. Esta inmortalidad se otorga a los creyentes en la segunda venida de Cristo (1 Cor. 15:51-55; 1 Tes. 4:13-18).
Parte III: APLICACIÓN A LA VIDA
1. ¿Qué significa, relacional y ontológicamente hablando, ser creado a imagen de Dios?
2. Solo Cristo, mediante su gracia, su Espíritu y su Palabra, puede restaurar la imagen de Dios en la humanidad. ¿Cómo puedes vivir como una persona creada a imagen de Dios?
3. Si somos criaturas mortales sin un alma inmortal, explica cómo podemos tener vida eterna por toda la eternidad.
4. Dios puso en cada corazón humano el anhelo de la eternidad (Ecl. 3:11). ¿Cómo puedes ayudar a despertar este profundo deseo en un compañero de trabajo o un vecino agnóstico o ateo con tu forma de actuar y tus conversaciones con ellos?
"LA VIDA ETERNA: LA MUERTE Y LA ESPERANZA FUTURA"
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Dios los bendiga!!
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