Lección 5: Resurrecciones antes de la Cruz | La muerte y la esperanza futura | Escuela Sabática 4T 2022
Lección 5: Para el 29 de octubre de 2022
RESURRECCIONES ANTES DE LA CRUZ
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Judas 9; Lucas 9:28-36; l Reyes 17:8-24; Lucas 7:11-17; Marcos 5:35-43; Juan 11:1-44.
PARA MEMORIZAR:
"Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?" (Juan 11:25, 26).
TLas referencias del Antiguo Testamento a la resurrección que hemos visto hasta ahora se basan mayormente en expectativas personales (Job 19:25-27; Heb. 11:17-19; Sal. 49:15; Sal. 71:20) y en promesas futuras (Dan. 12:1, 2, 13). Sin embargo, también tenemos registros inspirados de casos en los que hubo gente que realmente resucitó de entre los muertos.
La primera resurrección fue la de Moisés (Jud. 9; Luc. 9:28-36). Luego, también resucitaron el hijo de la viuda de Sarepta (1 Rey. 17:8-24) y el hijo de la sunamita (2 Rey. 4:18-37). Cristo, cuando estuvo aquí, en la carne, resucitó al hijo de la viuda de Naín (Luc. 7:11-17), a la hija de Jairo (Luc. 8:40-56) y luego a Lázaro (Juan n). Estos casos confirman la enseñanza bíblica de la inconsciencia de los muertos (Job 3:11-13; Sal. 115:17; 146:4; Ecl. 9:5, 10). En ninguno de estos relatos, ni en ninguna otra narración bíblica de resurrección, se hace mención de una supuesta experiencia más allá de la muerte.
Esta semana reflexionaremos con más detenimiento sobre las resurrecciones que tuvieron lugar antes de la muerte y la resurrección de Cristo.
Sábado
La incondicional obediencia de Abraham fue uno de los casos más notables de fe y confianza en Dios que se encuentran en los anales sagrados. Con la sola promesa de que sus descendientes poseerían Canaán, sin la menor evidencia externa, siguió adonde Dios le llevaba, cumpliendo plena y sinceramente las condiciones de su parte y confiando en que el Señor cumpliría fielmente su palabra. El patriarca fue adonde Dios le indicó que era su deber ir; pasó por el desierto sin terror; vivió entre naciones idólatras, con el único pensamiento: “Dios habló; obedezco su voz; él me guiará y me protegerá” (Testimonios para la iglesia, t. 4, p. 516).
Todos los seres creados viven por la voluntad y el poder de Dios. Son recipientes de la vida del Hijo de Dios. No importa cuán capaces y talentosos sean, no importa cuán amplias sean sus capacidades, son provistos con la vida que procede de la Fuente de toda vida. Él es el manantial, la fuente de vida. Solo el único que tiene inmortalidad, que mora en luz y vida, podía decir: “Tengo poder para ponerla [mi vida], y tengo poder para volverla a tomar”. Juan 10:18 (Mensajes selectos, t. 1, p. 354).
El hablar de religión de una manera casual, el orar sin hambre del alma ni fe viviente, no vale nada. Una fe nominal en Cristo, que le acepta simplemente como Salvador del mundo, no puede traer sanidad al alma. La fe salvadora no es un mero asentimiento intelectual a la verdad. El que aguarda hasta tener un conocimiento completo antes de querer ejercer fe, no puede recibir bendición de Dios. No es suficiente creer acerca de Cristo; debemos creer en él. La única fe que nos beneficiará es la que le acepta a él como Salvador personal; que nos pone en posesión de sus méritos. Muchos estiman que la fe es una opinión. La fe salvadora es una transacción por la cual los que reciben a Cristo se unen con Dios mediante un pacto. La fe genuina es vida. Una fe viva significa un aumento de vigor, una confianza implícita por la cual el alma llega a ser una potencia vencedora…
Nuestra confesión de su fidelidad es el factor escogido por el Cielo para revelar a Cristo al mundo. Debemos reconocer su gracia como fue dada a conocer por los santos de antaño; pero lo que será más eficaz es el testimonio de nuestra propia experiencia. Somos testigos de Dios mientras revelamos en nosotros mismos la obra de un poder divino. Cada persona tiene una vida distinta de todas las demás y una experiencia que difiere esencialmente de la suya. Dios desea que nuestra alabanza ascienda a él señalada por nuestra propia individualidad. Estos preciosos reconocimientos para alabanza de la gloria de su gracia, cuando son apoyados por una vida semejante a la de Cristo, tienen un poder irresistible que obra para la salvación de las almas (El Deseado de todas las gentes, pp. 312, 313).
LA RESURRECCIÓN DE MOISÉS
Lee Judas 9 y Lucas 9:28 al 36. ¿Qué evidencias encuentras de la resurrección corporal de Moisés en estos pasajes?
Algunos padres de la Iglesia Griega de Alejandría argumentaron que, cuando Moisés murió, se vieron dos Moisés: uno vivo en el espíritu; otro muerto en el cuerpo. Un Moisés que ascendió al cielo con los ángeles; el otro, enterrado en la tierra (ver Orígenes, Homilías sobre Josué 2.1; Clemente de Alejandría, Stromata 6.15.) Esta distinción entre la hipótesis del alma y la sepultura del cuerpo podría tener sentido para quienes creen en el concepto griego del alma inmortal, pero esa idea no figura en la Biblia. Judas 9 confirma la enseñanza bíblica de la resurrección del cuerpo de Moisés, porque la disputa era sobre "el cuerpo de Moisés”, y no sobre ninguna presunta alma sobreviviente.
Deuteronomio 34:5 al 7 nos dice que Moisés murió a los 120 años de edad y que el Señor lo enterró en un lugar escondido en un valle de la tierra de Moab. Pero Moisés no permaneció mucho tiempo en la tumba. “Cristo mismo, acompañado por los ángeles que enterraron a Moisés, descendió del cielo para llamar al santo que dormía. [...] Por primera vez Cristo iba a dar vida a uno de los muertos. Cuando el Príncipe de la vida y los ángeles resplandecientes se aproximaron a la tumba, Satanás temió perder su hegemonía. [...] Cristo no se rebajó a entrar en controversia con Satanás. [...] Pero Cristo confió todo a su Padre, diciendo: '¡El Señor te reprenda!' (Jud. 9). [...] La resurrección quedó asegurada para siempre. Satanás fue despojado de su presa; los justos muertos volverían a vivir" (PP 511,512).
Una clara evidencia de la resurrección de Moisés se encuentra en la Transfiguración. Allí apareció Moisés con el profeta Elías, quien había sido trasladado sin ver la muerte (2 Rey. 2:1-11). Moisés y Elías incluso dialogaron con Jesús (ver Luc. 9:28-36). “Y he aquí dos varones que hablaban con él, los cuales eran Moisés y Elías; quienes aparecieron rodeados de gloria, y hablaban de su partida, que iba Jesús a cumplir en Jerusalén” (Luc. 9:30,31). La aparición de Moisés, prueba de la futura victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte, se describe aquí en términos inequívocos. Fueron Moisés y Elias, no sus "espíritus” (a fin de cuentas, Elías no había muerto), quienes se aparecieron a Jesús allí.
■ A Moisés no se le permitió entrar en laCanaán terrenal (Deut. 34:1-4), pero fue llevado a la Canaán celestial. ¿Qué enseña esto acerca de que Dios "es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros" (Efe. 3:20)?
Domingo
Una tumba en el desierto fue el fin de aquellos años de trabajo y congoja pesada [de Moisés]. Pero “Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos”, Efesios 3:20. había contestado en esta medida la oración de su siervo. Moisés pasó bajo el dominio de la muerte, pero no permaneció en la tumba. Cristo mismo le devolvió la vida. Satanás, el tentador, había pretendido el cuerpo de Moisés por causa de su pecado; pero Cristo el Salvador lo sacó del sepulcro. Judas 9.
En el monte de la transfiguración, Moisés atestiguaba la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte. Representaba a aquellos que saldrán del sepulcro en la resurrección de los justos. Elías, que había sido trasladado al cielo sin ver la muerte, representaba a aquellos que estarán viviendo en la tierra cuando venga Cristo por segunda vez, aquellos que serán “transformados, en un momento, en un abrir de ojo, a la final trompeta”; cuando “esto mortal sea vestido de inmortalidad”, y “esto corruptible fuere vestido de incorrupción”. 1 Corintios 15:51-53 (El Deseado de todas las gentes, p. 390).
El Padre eligió a Moisés y a Elías para que fueran sus mensajeros delante de Cristo, para que lo glorificaran con la luz del cielo y hablaran con él acerca de su próxima agonía, porque ellos habían vivido en la tierra como hombres. Habían experimentado el dolor y el sufrimiento humano y podían simpatizar con las pruebas de Jesús en su vida terrenal. Elías, como profeta de Israel, había representado a Cristo y, en cierto grado, su obra había sido similar a la del Salvador. Y Moisés, como caudillo de Israel, había estado en el lugar de Cristo, había hablado con él y seguido sus instrucciones. Por lo tanto, estos dos, de entre toda la hueste que se congrega en torno al trono de Dios, eran los más aptos para servir al Hijo de Dios (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista, t. 5, p. 1071).
Cristo vino a este mundo con el exclusivo propósito de manifestar la gloria de Dios, para que el hombre pudiera ser elevado por su poder restaurador. Le fueron dados todo poder y gracia. Su corazón era un manantial de agua viviente, una fuente inagotable, siempre lista para fluir en raudales ricos y claros hasta los que la rodeaban. Empleó toda su vida en una benevolencia pura y desinteresada. Sus propósitos estuvieron llenos de amor y simpatía. Se regocijaba al poder hacer más por sus seguidores de lo que ellos podían pedir o pensar. Su constante oración por ellos fue que fueran santificados por la verdad, y oró con certeza, sabiendo que antes de que existiera el mundo se había promulgado un decreto todopoderoso. Sabía que el evangelio del reino sería predicado en todo el mundo; que la verdad, armada con la omnipotencia del Espíritu Santo, vencería en la lucha con el mal; y que el estandarte ensangrentado flamearía triunfante un día sobre sus seguidores (A fin de conocerle, p. 39).
DOS CASOS DEL ANTIGUO TESTAMENTO
Lee 1 Reyes 17:8 al 24 y 2 Reyes 4:18 al 37. ¿Qué similitudes y diferencias ves en estas dos resurrecciones?
En Hebreos n, leemos que por fe "las mujeres recibieron sus muertos mediante resurrección" (Heb. 11:35). Esto ocurrió con las dos resurrecciones descritas en los pasajes de hoy.
La primera (ver 1 Rey. 17:8-24) ocurrió durante la gran apostasía de Israel, bajo la influencia del rey Acab y de su esposa pagana Jezabel. Mientras una grave sequía estaba devastando la tierra, Dios ordenó a Elias que fuera a Sarepta, una ciudad no perteneciente a Israel. Allí conoció a una pobre viuda fenicia que estaba a punto de cocinar una última comida miserable para ella y su hijo, para luego morir. Pero salvaron su vida gracias al milagro de la harina y el aceite, que no se agotaron hasta que pasó la sequía. Poco después, su hijo se enfermó y murió. Desesperada, la madre le suplicó ayuda a Elias, quien clamó a Dios. "El Señor oyó el clamor de Elias, y el muchacho volvió a la vida” (r Rey. 17:22, NVI).
La segunda resurrección (ver 2 Rey. 4:18-37) tuvo lugar en Sunem, una aldeíta al sur del monte Gilboa. Elíseo había ayudado a una viuda pobre a pagar sus deudas mediante el milagro de llenar muchas vasijas de aceite (2 Rey. 4:1-7). Más adelante, en Sunem, conoció a una destacada mujer casada sin hijos. El profeta le dijo que tendría un hijo, y sucedió según lo predicho. El niño creció y era sano, pero un día enfermó y murió. La sunamita fue al monte Carmelo y le pidió a Elíseo que la acompañara para ver a su hijo. Eliseo oró persistentemente a Dios, y finalmente el niño revivió.
Estas mujeres tenían diferentes trasfondos, pero la misma fe que salva. La viuda fenicia recibió al profeta Elías en un momento extremadamente difícil cuando no había un lugar seguro para él en Israel. La sunamita y su esposo construyeron una habitación especial donde el profeta Eliseo pudiera hospedarse cuando pasara por su región. Cuando los dos niños murieron, sus fieles madres apelaron a esos profetas de Dios y tuvieron el gozo de ver a sus hijos resucitar.
■ Estas dos historias son maravillosas, pero por cada una de ellas, ¿cuántos otros relatos desconocidos habrá que no tuvieron sucesos milagrosos? ¿Qué debería enseñarnos este triste hecho acerca de la centralidad de nuestra fe en la resurrección prometida para el tiempo del fin?
Lunes
En ese hogar azotado por la pobreza, el hambre apremiaba; y la escasa pitanza parecía a punto de agotarse. La llegada de Elías en el mismo día en que la viuda temía verse obligada a renunciar a la lucha para sustentar su vida, probó hasta lo sumo la fe de ella en el poder del Dios viviente para proveerle lo que necesitaba. Pero aun en su extrema necesidad, reveló su fe cumpliendo la petición del forastero que solicitaba compartir con ella su último bocado…
La viuda de Sarepta compartió su poco alimento con Elías; y en pago, fue preservada su vida y la de su hijo. Y a todos los que, en tiempo de prueba y escasez, dan simpatía y ayuda a otros más menesterosos, Dios ha prometido una gran bendición (Conflicto y valor, p. 206).
[L]a madre no se quedó conforme hasta que Eliseo la acompañó. Declaró: “Vive Jehová, y vive tu alma, que no te dejaré. Él entonces se levantó, y siguióla…
Cuando llegaron a la casa, Eliseo entró al aposento donde estaba el niño muerto, “cerró la puerta sobre ambos, y oró a Jehová. Después subió, y echóse sobre el niño, poniendo su boca sobre la boca de él, y sus ojos sobre sus ojos, y sus manos sobre las manos suyas; así se tendió sobre él, y calentóse la carne del joven. Volviéndose luego, paseóse por la casa a una parte y a otra, y después subió, y tendióse sobre él; y el joven estornudó siete veces, y abrió sus ojos…
Así fue recompensada la fe de esta mujer. Cristo, el gran Dador de la vida le devolvió a su hijo. Así también serán recompensados sus fieles cuando, en ocasión de su venida, la muerte pierda su aguijón, y el sepulcro sea despojado de su victoria. Entonces devolverá el Señor a sus siervos los hijos que les fueron arrebatados por la muerte. “Así ha dicho Jehová: Voz fue oída en Ramá, llanto y lloro amargo: Rachel que lamenta por sus hijos, no quiso ser consolada acerca de sus hijos, porque perecieron. Así ha dicho Jehová: Reprime tu voz del llanto, y tus ojos de las lágrimas; porque salario hay para tu obra, … y volverán de la tierra del enemigo. Esperanza también hay para tu fin, dice Jehová, y los hijos volverán a su término”. Jeremías 31:15-17 (Profetas y reyes, pp. 179, 180).
EL HIJO DE LA VIUDA DE NAÍN
La Biblia dice que Jesús “anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él" (Hech. T038). De hecho, todos los evangelios están colmados de relatos en los que Jesús sirve a muchas almas necesitadas y heridas, razón por la que más adelante muchos judíos llegaron a creer que Jesús era el Mesías prometido.
"Había aldeas enteras donde no se oía un solo gemido de dolor en ninguna casa, porque él había pasado por ellas y sanado a todos sus enfermos. Su obra demostraba su unción divina. En cada acto de su vida revelaba amor, misericordia y compasión; su corazón rebosaba de tierna consideración por todos los seres humanos. Se revistió de la naturaleza humana para poder solidarizarse con nosotros en nuestras necesidades. Los más pobres y humildes no tenían te mor de acercarse a él. Aun los niñitos se sentían atraídos hacia él” (CC17).
Lee Lucas 7:11 al 17. ¿Qué diferencia importante hay entre lo que sucedió en esta resurrección y la que vimos ayer?
Durante su ministerio en Galilea, Jesús sanó a los enfermos y expulsó demonios. En cierta ocasión, él y sus seguidores estaban aproximándose a las puertas de Naín cuando una procesión fúnebre salía por esas puertas. En el ataúd abierto estaba el único hijo de una viuda, que lloraba desconsoladamente. Lleno de compasión por la madre afligida, Jesús le dijo: "No llores”. Entonces Jesús se volvió hacia el hijo muerto en el ataúd y le ordenó: “Joven, a ti te digo, levántate". El hijo resucitó y Jesús "lo dio a su madre” (Luc. 7:13-15). La presencia de Jesús cambió completamente el escenario, y muchos que habían presenciado el milagro supieron no solo que había sucedido algo asombroso, sino además que alguien especial (lo llamaron "un gran profeta”) estaba entre ellos.
La viuda fenicia (r Rey. 17:8-24), como la sunamita (2 Rey. 4:18-37), habían pedido ayuda a Elias y a Elíseo respectivamente. Pero la viuda de Naín recibió ayuda sin que ella la pidiera. Esto significa que Dios se preocupa por nosotros incluso cuando no podemos pedirle ayuda o nos sentimos indignos de hacerlo. Jesús vio el problema y lo resolvió; muy característico de Jesús a lo largo de todo su ministerio.
■ La verdadera religión implica cuidar de los huérfanos y las viudas que nos rodean (Sant. 1:27). Aunque, obviamente, no podremos hacer todos los milagros que hizo Jesús, ¿qué podemos hacer para servir a quienes sufren a nuestro alrededor?
Martes
Vuestro compasivo Redentor os observa con amor y simpatía, listo para oír vuestras oraciones y prestaros la ayuda que necesitáis. Conoce las cargas que pesan sobre el corazón de cada madre y es su mejor amigo en toda emergencia. Sus brazos eternos sostienen a la madre fiel y temerosa de Dios. Cuando estuvo en la tierra tuvo una madre que luchó con la pobreza y sufrió muchas ansiedades y perplejidades, así que él simpatiza con toda madre cristiana en sus congojas y ansiedades. Aquel Salvador que emprendió un largo viaje con el propósito de aliviar el corazón ansioso de una mujer cuya hija era poseída de un mal espíritu, oirá las oraciones de la madre y bendecirá a sus hijos.
El que devolvió a la viuda su único hijo cuando era llevado a la sepultura se conmueve hoy ante la desgracia de la madre enlutada. El que …es hoy el mejor Amigo de la mujer y está dispuesto a ayudarle en todas las relaciones de la vida (El hogar cristiano, p. 183).
El que estuvo al lado de la apesadumbrada madre cerca de la puerta de Naín, vela con toda persona que llora junto a un ataúd. Se conmueve de simpatía por nuestro pesar. Su corazón, que amó y se compadeció, es un corazón de invariable ternura. Su palabra, que resucitó a los muertos, no es menos eficaz ahora que cuando se dirigió al joven de Naín. Él dice: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra”. Mateo 28:18. Ese poder no ha sido disminuido por el transcurso de los años, ni agotado por la incesante actividad de su rebosante gracia. Para todos los que creen en él, es todavía un Salvador viviente (El Deseado de todas las gentes, p. 286).
Cuando nuestro noble hijo Enrique falleció, a la edad de 16 años; cuando nuestro dulce cantor fue llevado a la tumba y ya no pudimos escuchar más sus canciones en la mañana, nuestro hogar quedó muy solitario. Ambos padres y los dos hijos que quedaron, sentimos el golpe intensamente. Pero Dios nos consoló en medio de nuestra aflicción, y con fe y valor continuamos adelante con la obra que él nos había asignado, abrigando la luminosa esperanza de que un día, en ese mundo donde no habrá más muerte ni dolor, nos encontraremos con nuestros queridos hijos que nos fueron arrebatados por la muerte (Notas biográficas de Elena G de White, p. 183).
Debemos anticiparnos a las tristezas, las dificultades y angustias de los demás. Debemos participar de los goces y cuidados tanto de los encumbrados como de los humildes, de los ricos como de los pobres. “De gracia recibisteis —dice Cristo—, dad de gracia”. Zacarías 3:7. En nuestro derredor hay pobres almas probadas que necesitan palabras de simpatía y acciones serviciales. Hay viudas que necesitan simpatía y ayuda. Hay huérfanos a quienes Cristo ha encargado a sus servidores que los reciban como una custodia de Dios. Demasiado a menudo se los pasa por alto con negligencia. Pueden ser andrajosos, toscos, y aparentemente sin atractivo alguno; pero son propiedad de Dios. Han sido comprados con precio, y a su vista son tan preciosos como nosotros. Son miembros de la gran familia de Dios, y los cristianos como mayordomos suyos, son responsables por ellos (Palabras de vida del gran Maestro, pp. 318, 319).
LA HIJA DE JAIRO
Las resurrecciones antes de la muerte y la resurrección de Jesús no se limitaron a ningún grupo étnico específico ni a ninguna clase social en particular. Moisés fue, quizá, el mayor conductor humano del pueblo de Dios que jamás haya existido (Deut. 34:10-12). Por otro lado, la pobre viuda fenicia ni siquiera era israelita (1 Rey. 17:9). La sunamita era prominente en su comunidad (2 Rey. 4:8), aunque no era hebrea. La viuda de Naín tenía un solo hijo, del que probablemente dependía (Luc. 7:12). Por su parte, Jairo era un dirigente de la sinagoga, probablemente en Capernaum (Mar. 5:22). Más allá de sus diferentes antecedentes culturales o estatus social, el poder vivificante de Dios bendijo a todos ellos.
Lee Marcos 5:21 al 24 y 35 al 43. ¿Qué podemos aprender de la muerte a partir de las palabras de Cristo "La niña no está muerta, sino duerme”? (Mar. 5:39).
La hija de Jairo, de doce años, yacía mortalmente enferma en su casa. Por lo tanto, él buscó a Jesús y le rogó que fuese a su casa y pusiera sus manos sanadoras sobre ella. Pero, antes de que pudieran llegar allí, alguien ya llevó la triste noticia: "Tu hija ha muerto; ¿para qué molestas más al Maestro?” (Mar. 5:35). Entonces, Jesús le dijo al padre afligido: “No temas, cree solamente” (Mar. 5:36). De hecho, todo lo que el padre podía hacer era confiar totalmente en la intervención de Dios.
Al llegar a la casa, Jesús les dijo a los que estaban allí reunidos: "¿Por qué alborotáis y lloráis? La niña no está muerta, sino duerme” (Mar. 5:39). Lo ridiculizaron porque (1) sabían que ella estaba muerta y (2) no comprendieron el significado de sus palabras. "La consoladora expresión por la cual el ‘sueño’ equivale a la ‘muerte’ parece haber sido la forma favorita de Cristo para referirse a ese estado ([Mat. 9:24; Luc. 8:52] ver com. Juan 11:11-15). La muerte es un sueño, pero es un sueño profundo del cual solo el gran Dador de la vida puede despertarnos, porque solo él tiene las llaves del sepulcro (Apoc. 1:18; cf. Juan 3:26; Rom. 6:23)’’ (CBA 5:596).
Después de la resurrección de esta niña, los que la vieron "se espantaron grandemente" (Mar. 5:42). No es para menos. Por ahora la muerte es definitiva, absoluta y aparentemente irreversible. Haber visto algo como esto con sus propios ojos seguramente debió haber sido una experiencia increíble que les cambió la vida.
■ Las palabras de Jesús: "No temas, cree solamente" (Mar. 5:36) todavía son valiosas para nosotros hoy. ¿Cómo podemos aprender a hacer esto, incluso en medio de situaciones de temor, que son los momentos más importantes para seguir creyendo?
Miércoles
Mientras estaban todavía en camino, un mensajero se abrió paso a través de la multitud, trayendo a Jairo la noticia de que su hija había muerto y era inútil molestar ya al Maestro. Mas el oído de Jesús distinguió las palabras. “No temas —dijo—, cree solamente, y será salva”.
Jairo se acercó aún más al Salvador y juntos se apresuraron a llegar a la casa del príncipe. Ya las plañideras y los flautistas pagados estaban allí, llenando el aire con su clamor. La presencia de la muchedumbre y el tumulto contrariaban el espíritu de Jesús. Trató de acallarlos diciendo: “¿Por qué alborotáis y lloráis? La muchacha no es muerta, mas duerme”. Ellos se indignaron al oír las palabras del forastero. Habían visto a la niña en las garras de la muerte, y se burlaron de él…
Jesús se acercó a la cama, y tomando la mano de la niña en la suya, pronunció suavemente en el idioma familiar del hogar, las palabras: “Muchacha, a ti digo, levántate”.
Instantáneamente, un temblor pasó por el cuerpo inconsciente. El pulso de la vida volvió a latir. Los labios se entreabrieron con una sonrisa. Los ojos se abrieron como si ella despertase del sueño, y la niña miró con asombro al grupo que la rodeaba. Se levantó, y sus padres la estrecharon en sus brazos llorando de alegría (El Deseado de todas las gentes, pp. 310, 311).
Es privilegio de los cristianos saber que ciertamente Cristo mora en ellos en verdad. “Esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe”. 1 Juan 5:4. Todas las cosas son posibles para el que cree; y todo lo que deseemos cuando oramos, si creemos que lo vamos a recibir, lo tendremos. Esta fe atraviesa la nube más oscura, y derrama rayos de luz y esperanza sobre el alma doblegada y desanimada. La ausencia de esta fe y de esta confianza produce perplejidad, temores angustiosos y sospechas de males. Dios hará grandes cosas por su pueblo cuando ponga toda su confianza en él. “Gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento”. 1 Timoteo 6:6. La religión pura e incontaminada se manifestará en la vida. Cristo será una fuente de poder que nunca se agotará, una ayuda constante en momentos de tribulación (Testimonios para la iglesia, t. 2, p. 127).
Se oye su voz que dice: “Con amor eterno te he amado”. Jeremías 31:3. “Con misericordia eterna tendré compasión de ti”. Isaías 54:8. Cuán asombroso es este amor, que Dios condescienda a quitar toda causa de duda e incertidumbre del temor y la flaqueza humanos, y tome la mano temblorosa que se levanta hacia él con fe; y nos ayude a confiar mediante renovados motivos de seguridad… ¿Qué más pudiera hacer nuestro Señor para fortalecer nuestra fe en sus promesas? (That I May Know Him, p. 262; parcialmente en A fin de conocerle, p. 261).
LÁZARO
Lee Juan 11:1 al 44. ¿En qué sentido Jesús fue "glorificado” por la enfermedad y la muerte de Lázaro (Juan 11:4)?
También aquí Jesús utiliza la metáfora del sueño al hablar de la muerte. "Nuestro amigo Lázaro duerme; mas voy para despertarlo” (Juan n:n). Aunque algunos pensaron que se refería al sueño literal (Juan 11:11-13), Jesús enunció claramente lo que quiso decir: "Lázaro ha muerto” (Juan n:r2-i4). En realidad, cuando Jesús llegó a Betania, ya hacía cuatro días que Lázaro había muerto; su cadáver ya estaba en descomposición (Juan 11:17,39)- Cuando un cuerpo comienza a descomponerse al punto de heder, no cabe duda: la persona está muerta.
En este contexto, cuando Jesús dijo a Marta: "Tu hermano resucitará” (Juan 11:23), ella reafirmó su fe en la resurrección final. Pero Jesús declaró: "Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?” (Juan 11:23-26). Y Jesús agregó: "Si crees, verás la gloria de Dios” (Juan 11:40). Marta creyó, y vio la gloria de Dios en la resurrección de su hermano.
La Biblia dice que la palabra de Dios creó la vida (Sal. 33:6), y su palabra puede recrear la vida, como en el caso de Lázaro. Después de una breve oración, Jesús ordenó: “¡Lázaro, ven fuera!” (Juan 11:43). Inmediatamente, estas personas presenciaron el poder vivificante de Dios, el mismo poder que llamó a nuestro mundo a la existencia, y el mismo poder que al final de los tiempos devolverá la vida a los muertos en la resurrección final.
Al resucitar a Lázaro, Jesús demostró que tenía el poder de vencer la muerte. Y para seres como nosotros, que inevitablemente morimos, ¿qué mayor manifestación de la gloria de Dios podría haber?
■ Lee Juan 11:25 y 26. En un renglón, Jesús habla de los creyentes que mueren, y en el siguiente dice que los creyentes nunca morirán. ¿Qué nos está enseñando Jesús aquí, y porqué es tan importante entender que la muerte es un sueño inconsciente, para comprender las palabras de Cristo? Y ¿por qué sus palabras nos ofrecen tanta esperanza, como seres destinados a la tumba?
Jueves
Cristo no tenía solamente que pensar en los amados de Betania; tenía que tomar en cuenta la preparación de sus discípulos. Habían de ser sus representantes en el mundo, para que las bendiciones del Padre abarcaran a todos. Por causa de ellos permitió que Lázaro muriera. Si lo hubiera restaurado de la enfermedad a la salud, el milagro que es la evidencia más positiva de su carácter divino no hubiera sido realizado.
Si Cristo hubiera estado en la pieza del enfermo, Lázaro no habría muerto; porque Satanás no hubiera tenido poder sobre él. En presencia del Dador de la vida, la muerte no hubiera lanzado su dardo contra Lázaro… Cristo permitió que Lázaro pasara al dominio de la muerte, y las doloridas hermanas vieron cómo su hermano yacía en la tumba. Cristo sabía que al contemplar el rostro de su querido hermano, su fe en el Redentor sería duramente probada. De este modo estaba podando las ramas, para que dieran más fruto. Sabía que debido a la lucha por la cual estaban pasando, su fe resplandecería con un mayor poder (Hijos e hijas de Dios, p. 94).
“Quitad la piedra”, dijo Cristo. Pensando que él deseaba tan solo mirar al muerto, Marta objetó diciendo que el cuerpo había estado sepultado cuatro días y que la corrupción había empezado ya su obra. Esta declaración, hecha antes de la resurrección de Lázaro, no dejó a los enemigos de Cristo lugar para decir que había subterfugio. En lo pasado, los fariseos habían hecho circular falsas declaraciones acerca de las más maravillosas manifestaciones del poder de Dios. Cuando Cristo devolvió la vida a la hija de Jairo, había dicho: “La muchacha no es muerta, mas duerme”. Marcos 5:39. Como ella había estado enferma tan solo un corto tiempo y fue resucitada inmediatamente después de su muerte, los fariseos declararon que la niña no había muerto; que Cristo mismo había dicho que estaba tan solo dormida. Habían tratado de dar la impresión de que Cristo no podía sanar a los enfermos, que había engaños en sus milagros. Pero en este caso, nadie podía negar que Lázaro había muerto (El Deseado de todas las gentes, pp. 491, 492).
Puesto que Cristo es uno con el Padre, igual a él, podía hacer expiación por la transgresión, y salvar al hombre; no en sus pecados sino de sus pecados…
[L]as palabras dirigidas a los fieles del Señor: “Venid, benditos de mi Padre”, dice Cristo, “heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo”. Entonces, la hueste de los redimidos eleva un coro triunfante: “¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?” Oh, si nuestras mentes pudieran comprender la magnitud del tema y la importancia maravillosa de esa ocasión.
“El que cree en mí nunca morirá”. “Si un hombre guarda mis dichos nunca verá la muerte”. Los escogidos del Señor pueden caer en sus puestos de guardia, pero solo han quedado dormidos, para descansar hasta que Jesús los despierte para compartir con él un eterno peso de gloria (Alza tus ojos, p. 270).
PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:
Lee Elena de White, Patriarcas y profetas, "La muerte de Moisés”, pp. 447-457; Profetas y reyes, "Una severa reprensión”, pp. 94-105, “Un profeta de paz", pp. 178-183; El Deseado de todas las gentes, “El centurión”, pp. 285-291, "El toque de la fe”, pp. 315-321, "¡Lázaro, sal fuera!”, pp. 495-507.
“En Cristo hay vida original, no prestada ni derivada de otra. ‘El que tiene al Hijo, tiene la vida' (1 Juan 5:12). La divinidad de Cristo es la garantía que el creyente tiene de la vida eterna. Jesús dijo: ‘El que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?’ Cristo [en Juan 11:25,26] miraba hacia adelante, a su segunda venida. Entonces los justos muertos serán resucitados incorruptibles, y los justos vivos serán trasladados ai cielo sin ver la muerte. El milagro que Cristo estaba por realizar, al resucitar a Lázaro de los muertos, representaría la resurrección de todos los justos muertos. Por medio de sus palabras y sus obras se declaró el Autor de la resurrección. El que pronto iba a morir en la Cruz estaba allí con las llaves de la muerte, vencedor del sepulcro, y afirmaba su derecho y su poder para dar vida eterna” (DTG 501).
PREGUNTAS PARA DIALOGAR:
1. Muchos murieron durante el ministerio profético de Elias y de Elíseo, así como también durante el ministerio terrenal de Cristo. Solo unos pocos resucitaron. (Ver Luc. 4:24-27.) Piensa también en la experiencia de todos los muertos, ya sea que su resurrección haya ocurrido en el pasado o que se efectúe en la Segunda Venida; ¿cuál es la diferencia, al menos en lo que respecta a sufrir la muerte?
2. Muchos autores a lo largo de los siglos han escrito sobre la futilidad de una vida que siempre termina en la muerte. Al igual que todas las demás criaturas vivientes del mundo animal, todos morimos. Sin embargo, para la humanidad, en cierto sentido, nuestra situación es peor que para los animales, porque sabemos que vamos a morir (ver Ecl. 9:5); ellos, no. Entonces, ¿por qué es tan importante para nosotros la promesa de la resurrección?
3. Si piensas que el alma es inmortal y que los muertos, especialmente los muertos justos, viven en el cielo después de haber muerto, ¿qué necesidad hay de la resurrección al final de los tiempos?
4. Si alguien llama y pregunta: "¿Está Sally allí?”, tú podrías responder: “Sí, pero está durmiendo". Sin embargo, si alguien llama y pregunta: "¿Está Sally allí?”, tú no vas a responder: "Sí, pero está muerta”. ¿Por qué no? ¿Qué nos enseña esto sobre la naturaleza de la muerte?
Viernes
Nuestra elevada vocación, 1o de abril, “Venid a mí”, p. 99;
El Deseado de todas las gentes, “Lázaro, ven fuera”, pp. 482–494.
"LA VIDA ETERNA: LA MUERTE Y LA ESPERANZA FUTURA"
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Dios lo bendiga!!!
Lección 5
EL SÁBADO ENSEÑARÉ...
Parte I: RESEÑA
Texto clave: Juan 11:11.
Enfoque del estudio:
Esta lección analiza casos específicos de personas que resucitaron antes de la crucifixión de Cristo, a saber:
1. Moisés (Mat. 17:3; Luc. 9:30; Jud. 9)
2. El hijo de la viuda de Sarepta (1 Rey. 17:21-23) y el hijo de la sunamita (2 Rey. 432-37)
3. El hijo de la viuda de Naín (Luc. 7:14,15)
4. La hija de Jairo (Mar. 5:40-42)
5. Lázaro (Juan 11:41-45)
De todas estas personas que murieron, solo Moisés fue directamente al cielo; todos los demás volvieron a vivir aquí, en la Tierra. Cada uno de estos relatos demuestra aún más que no hay vida ("alma") ni existencia después de la muerte. Curiosamente, ninguno de los que resucitaron mencionó alguna experiencia en el más allá. Una experiencia de este tipo ¿no sería lo suficientemente memorable como para documentarla o al menos mencionarla? Los hijos de las tres viudas deberían haber dicho: "¡Oh, mamá, no vas a creer lo que vi!", y la noticia de su experiencia en el cielo se habría extendido por todas partes de la Tierra. Además, como algunos han cuestionado, ¿porqué alguien querría volver a laTierra después de haber estado en el cielo?
Moisés, quien fue llevado al cielo, no era un "espíritu” o un "alma" incorpórea porque resucitó en el cuerpo, como lo indica la naturaleza de la disputa entre Cristo y Satanás, que fue "por el cuerpo de Moisés" (Jud. 9). Ni Satanás ni Jesús mencionan ningún alma viviente en la disputa. ¿Para qué se necesitaría un cuerpo si existiera un alma? El cuerpo no era necesario para albergar un alma porque el cuerpo ERA Moisés. Posteriormente, Moisés se aparece a Jesús en el Monte de la Transfiguración, junto con Elias (Luc. 9), quien fue llevado al cielo y nunca murió. Estos relatos demuestran una vez más que la mejor explicación para la muerte es el sueño, y no una existencia sin cuerpo.
Parte II: COMENTARIO
Veremos juntos la historia de Lázaro y analizaremos su resurrección con más detalle.
Antes de que Jesús y sus discípulos fueran a Betania, Jesús les describe la muerte como un sueño (Juan n:n). Los discípulos preguntan por qué van ajudea, porque los judíos intentaron apedrear a Jesús allí. Jesús responde que deben ir porque Lázaro "duerme" (Juan 11:11). Como los discípulos no logran comprender el significado de las palabras de Jesús, Jesús declara abiertamente: "Lázaro ha muerto” (Juan 11:14).
La muerte se denomina sueño tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento (Dan. 12:2; Hech. 7:60; 1 Tes. 4:13,14). Daniel 12:2 dice: "Muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua".
Este versículo habla de las dos resurrecciones: la primera, antes del Milenio, cuando resucitarán y serán llevados al cielo todos los que han entregado su vida a Jesús; y la segunda, después del Milenio, de quienes rechazaron a Jesús como su Salvador (Apoc. 20:4-6). (Los adventistas del séptimo día entienden que esta es una resurrección especial: "Una resurrección especial precede al segundo advenimiento de Cristo. ‘Todos los que hayan muerto en la fe del mensaje del tercer ángel' se levantarán en esa ocasión. Además, los que contemplaron burlonamente la crucifixión de Cristo y los que se opusieron más violentamente al pueblo de Dios serán sacados de sus tumbas para ver el cumplimiento de la promesa divina y el triunfo de la verdad' (CS 695; Apoc. 1:7)" (CBA 4:904). Además, la descripción que hace el libro de Hechos sobre Esteban cuando lo apedrearon es que "durmió" (Hech. 7:60). Es un gran consuelo saber que cuando morimos es como si estuviéramos durmiendo, porque habrá un despertar.
En cuanto al viaje para ver a Lázaro, Jesús dice a sus discípulos: "Mas voy para despertarle" (Juan 11:11). Debido a que Jesús explica que con "dormir" quiso decir "muerte", claramente está hablando de una resurrección. Y, sin embargo, al parecer nadie se tomó realmente en serio el significado de la frase de Jesús hasta que ocurrió el milagro. De hecho, Tomás está preocupado por el hecho de que los matarán a todos si van, no por el milagro que Jesús acaba de proclamar que hará. La palabra para "despertarle" es exupnizo y es el único lugar del Nuevo Testamento donde aparece. Literalmente, significa "salir del sueño". Una vez más, la conexión entre el sueño y la muerte es visible. Jesús hace referencia a la resurrección de Lázaro como el acto de despertarlo del sueño.
Curiosamente, cuando llega Jesús, ambas hermanas dicen lo mismo en diferentes situaciones: "Si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto" (Juan 11:21, 32). En la presencia de Cristo no hay lugar para la muerte, porque él es la Fuente de la vida. Marta y María habían visto a Jesús curar a los enfermos. Sabían que él daba vida. En otros pasajes, se nos dice que es Dios el "que da vida a todas las cosas" (1 Tim. 6:13; ver también Juan 1:3, 4; Deut. 32:39; Neh. 9:6).
En la presencia de Dios no hay muerte. La muerte no provino de Dios. Apareció en escena con el pecado y la maldad cuando Satanás decidió rebelarse contra el amante y precioso gobierno de Dios, y desafortunadamente los seres humanos siguieron su ejemplo. El pecado destruye y produce muerte: "Como el pecado entró en el mundo por un hombre [Adán], y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron" (Rom. 5:12).
Al llegar a Betania, Jesús primeramente tiene una conversación con Marta. Cuando él le dice: "Tu hermano resucitará" (Juan 11:23), ella responde: "Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero" (Juan 11:24). Ella entendía que habría vida después de la muerte, pero su declaración también deja en claro que sabía que Lázaro no resucitaría hasta "el día postrero”.
Marta habría oído hablar de las resurrecciones del hijo de la viuda y de la hija de Jairo, pero tal vez no pensó que este milagro sería algo que Jesús podría hacer en su favor. A veces, todos podemos volvernos escépticos acerca de las posibilidades de que los milagros de Dios sucedan en nuestra vida y pensamos que los milagros son solo para los demás.
Pero Jesús tenía un plan para demostrar a todos que la vida viene por medio de él porque él es "la resurrección y la vida" (Juan 11:25). Jesús agrega: "Todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente" (Juan 11:26). Él enfatiza que, en última instancia, los que creen en él no experimentarán la segunda muerte. Jesús puede resucitar a los que él decida ahora y nuevamente en el futuro, "en el día postrero".
Cuando Jesús vio a María y a los judíos llorando, "se estremeció en espíritu y. se conmovió" (Juan 11:33). La palabra para estremeció es embrimaomai, en griego. Además de estremecerse, también significa "advertir" o "reprender" y se utiliza cinco veces en el Nuevo Testamento (Mat. 9:30; Mar. 1:43; 14:5; Juan 11:33,38). Las tres veces que aparece antes de Juan 11, se traduce como "encargar rigurosamente", o como una estricta advertencia. Por lo tanto, cuando Jesús reacciona aquí con embrimaomai (sentimiento profundo), es posible que esta reacción también conlleve ira y disgusto por el pecado y sus resultados. Jesús era totalmente consciente del hecho de que el sufrimiento y la muerte que experimenta este mundo son resultados del pecado. El conocimiento de Cristo y de su experiencia con el mal y la pérdida del ser amado habrían producido una mezcla de emociones difícil de explicar, o siquiera comprender. Además de estar triste por sus amigos íntimos que acababan de sufrir una pérdida, Jesús estaba triste por toda la humanidad, por lo que nos perjudica el pecado y cómo este afecta nuestro mundo.
Cuando Jesús llama a Lázaro a salir, este sale de la tumba. Sorprendentemente, todo lo que Jesús tiene que hacer es hablar. Una vez más, al igual que en la historia de la Creación, Jesús simplemente habla y genera vida. Así como Jesús creó el Sol y la Luna, los animales y los seres humanos, aquí crea vida nuevamente. Jesús resucita y, por lo tanto, vuelve a crear. En cambio, el pecado y el mal destruyen; lo inverso de la Creación. Destruyen lo bello y lo bueno de la Creación de Dios.
No obstante, el evangelio es la gran noticia deque Jesús murió por nosotros en la Cruz para que tengamos vida eterna. Él "ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron” (1 Cor. 15:20). Es por su resurrección que todo lo demás (la resurrección de los justos a la vida eterna) es posible.
Cuando le dijeron que Lázaro estaba enfermo, Jesús respondió a sus discípulos: "Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella" (Juan 11:4). Aunque Lázaro murió, fue una muerte temporal (al menos, en ese momento). Jesús fue glorificado mediante la muerte de Lázaro porque todos fueron testigos del poder de Jesús para dar vida. Jesús venció la muerte en la Cruz. Por consiguiente, podía resucitar a otros, incluso antes de su propio sacrificio, a causa de la Cruz. La Biblia aplica el sacrificio del "Cordero" al comienzo mismo de la vida, ya que proclama al cordero "inmolado desde el principio del mundo" (Apoc. 13:8). La sangre del Cordero hizo posible las resurrecciones.
Parte III: APLICACIÓN A LA VIDA
1. ¿Cuánto has aprendido hasta ahora sobre el estado de los muertos? Escríbelo. Elige a alguien de tu familia o a un amigo a quien puedas explicarle todo lo que has aprendido hasta ahora.
2. ¿Por qué es importante saber la verdad sobre la muerte como un sueño? Si a alguien le resulta difícil imaginar que su pariente muerto no está en el cielo en este momento, ¿cómo podrías consolarlo haciéndole saber que los muertos descansan, y no saben absolutamente nada?
3. Dios es experto en re-crear. La resurrección es un acto recreador de Dios. Aunque el pecado causa en nosotros el proceso inverso a la Creación, Jesús tiene un plan para recrearnos mediante la resurrección. Unos pocos resucitaron antes de la resurrección de Jesús porque su muerte en la Cruz se aplicó prospectivamente. ¿Qué significa para ti el hecho de que Dios vuelva a crear?
"LA VIDA ETERNA: LA MUERTE Y LA ESPERANZA FUTURA"
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Dios los bendiga!!
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