Lección 6 de Primarios
MÁS TIEMPO EN EL RELOJ
Kari estaba muy enferma. Pensaba que nunca más gozaría de buena salud. Se sentía mal todos los días. Pedía a Dios cada día que la sanara. Dios escuchó sus oraciones y la sanó. Kari aprendió que Dios escucha las oraciones. El rey Ezequías aprendió eso también.
Isaías 38:1-21; Profetas y reyes, pp. 252-255.
“Y ésta es la señal que te daré para confirmar lo que te he prometido” (Isaías 38:7).
Puedo confiar en que Dios siempre cumple sus promesas.
El rey Ezequías estaba afectado por una enfermedad que nadie podía curar. No le agradaba sentirse desvalido, porque siempre había manejado su vida como él quería. Pero ahora estaba muy enfermo. En nuestro mundo hay algunas reglas propias de la enfermedad. Una regla es que algunas personas enfermas mueren. Solamente Dios puede cambiar esa regla. Cuando lo hace, se dice que se produjo un milagro.
El rey Ezequías, muy afiebrado, se revolvía en su cama. Le dolía la cabeza. Tenía úlceras que le producían mucho dolor. Pensó en su vida. Había sido un buen rey. Había sido fiel y obedeció a Dios. Hizo lo que los profetas le habían pedido que hiciera. ¿Qué le sucedería ahora?
Dios sabía que el Rey era un hombre bueno. También sabía que tenía algunas preguntas que deseaba aclarar. De modo que envió al profeta Isaías para que hablara con él. Isaías tenía algunas noticias que el Rey no desearía escuchar. Dijo al Rey en la forma más suave posible: “Así dice el Señor: Ordena tu casa, porque morirás, y no vivirás” (Isaías 38:1). El profeta se marchó después de haber cumplido su misión. Ser mensajero de Dios no siempre era agradable.
El rey Ezequías volvió la cara hacia la pared y comenzó a llorar desesperadamente, a gritos. Todos sus servidores oían su clamor. Era evidente que estaba desesperado y que sentía temor. También ellos estaban asustados. Deseaban ayudar, pero no podían hacerlo. Eran incapaces de socorrerlo.
Pero el Rey, en su momento de mayor desesperación, se volvió a Dios y examinó su vida. Le dijo: “Recuerda que he andado delante de ti en verdad y con íntegro corazón, y que he hecho lo que ha sido agradable delante de tus ojos”. Volvió a llorar sin consuelo.
Dios se apiadó de Ezequías. Nuevamente envió a Isaías para que le llevara otro mensaje.
Isaías dijo que Dios lo enviaba a decirle: “He escuchado tu oración y he visto tus lágrimas; voy a darte quince años más de vida6 Y a ti y a esta ciudad los libraré de caer en manos del rey de Asiria. Yo defenderé esta ciudad. Y ésta es la señal que te daré para confirmar lo que te he prometido: Haré que en la escala de Acaz la sombra del sol retroceda las diez gradas que ya ha bajado”. La sombra retrocedería en el reloj de sol.
A continuación Isaías dijo a los servidores cómo debían atender a Ezequías. Cumplieron las instrucciones dadas por el profeta (Isaías 38:21). Ezequías continuó sirviendo a Dios y vivió otros 15 años.
Ezequías escribió acerca de este milagro. Puedes leer sus palabras en Isaías 38. Alabó a Dios porque lo había sanado y prometió contar la historia a sus hijos. Prometió alabar a Dios por su fidelidad. Dijo confiadamente: “El Señor me salvará, y en el templo del Señor todos los días de nuestra vida cantaremos con instrumentos de cuerda” (Isaías 38:20).
No todos experimentan un milagro como el rey Ezequías. Algunas personas mueren por causa de la enfermedad. Pero hay esperanza. Dios ha prometido enviar a Jesús para que nos lleve al cielo. Cuando venga, los que hayan sido fieles resucitarán. En el cielo viviremos para siempre con ellos. Nadie se enfermará ni morirá. Podemos creer esta promesa porque Dios cumple sus promesas, tal como lo hizo con Ezequías.
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Dios les bendiga!!!
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