Lección 4 de Primarios
TRAE LA CAPA
¿Has hecho un viaje lejos de tu hogar? Tal vez para visitar a tus parientes o para acampar. ¿Cómo te sentías al tener que dormir en un lugar extraño? ¿Recibiste una carta o encomienda mientras estabas allí? ¿Cómo te habrías sentido si hubieras recibido una carta de tus padres? Pablo sabía lo que significaba estar lejos del hogar y los amigos.
2 Timoteo; Los hechos de los apóstoles, pp. 397-405.
“Dios no es injusto como para olvidarse de las obras y del amor que, para su gloria, ustedes han mostrado sirviendo a los santos, como lo siguen haciendo” (Hebreos 6:10).
Cuando ayudamos a alguien que sirve a Dios, también nosotros lo servimos.
Pablo estaba encerrado en una celda con cuatro muros de piedra. Cerca del techo había una ventanita que dejaba pasar escasa luz. El frío suelo de piedra en que estaba sentado parecía formar parte de su propio cuerpo. Tenía cadenas aseguradas en los tobillos y fijadas en el suelo, como si fuera un animal peligroso. Pero no era peligroso, sino Pablo, siervo de Dios.
Temprano en su vida Pablo había tratado con crueldad a la gente que creía en Jesús como Hijo de Dios. Hasta había ordenado dar muerte a algunos por apedreamiento. Pero Dios había cambiado su vida, y Pablo llegó a ser uno de los principales defensores de Jesús.
Nerón, emperador del Imperio Romano, aborrecía a los cristianos. Muchos de ellos fueron crucificados, quemados o atacados por los perros del emperador porque adoraban a Jesús. Pablo tenía la seguridad de que también él correría la misma suerte.
Pablo pensaba en su joven amigo Timoteo, quien era como un hijo para él. El joven había llorado la última vez que se despidieron. Desde su infancia le habían enseñado acerca de Jesús. Su familia había invitado a Pablo varias veces a su hogar.
Ahora Timoteo era un joven y viajaba con frecuencia con Pablo. Habían predicado juntos y animado a otros cristianos.
Pablo había sido encarcelado varias veces por predicar las buenas nuevas. Pero ahora creía que esta vez no sobreviviría. Tenía más edad. Cada vez hacía más frío en su celda a medida que se acercaba el invierno. Y si el frío no lo mataba, era probable que el emperador lo haría.
Pablo tomó una hoja de pergamino y una pluma. Comenzó a escribir su última carta a Timoteo.
“A mi querido hijo Timoteo –comenzó– al recordarte de día y de noche en mis oraciones, y al acordarme de tus lágrimas, anhelo verte para llenarme de alegría” (2 Timoteo 1:2, 3). Le recordó a Timoteo que Jesús había destruido la muerte. Esa era la buena noticia que todos necesitaban escuchar para sentir gozo. Pablo no se avergonzaba de sufrir por compartir esta buena noticia con la gente. Estaba deseoso de compartirla con todos.
Pablo se sentía tan solo que tenía la impresión de que todos los cristianos de Asia lo habían abandonado. Nadie se había presentado para defenderlo durante su juicio. Sentía mucho aprecio por las pocas personas que lo habían animado. Pablo escribió el nombre de un amigo que lo había buscado por toda la ciudad de Roma para encontrarlo y visitarlo. Pidió a Timoteo que diera sus saludos a varias personas que lo habían servido y se habían preocupado por sus necesidades personales. Y finalmente, pidió a Timoteo que viniera a visitarlo y le llevara su capa o manto porque hacía mucho frío en la prisión de piedra.
También los pastores de nuestra época se sienten solos en ocasiones. Dedican mucho tiempo a pensar acerca de las necesidades de los demás. ¿No crees que sería una gran sorpresa para tu pastor si idearas la forma de ayudarle? No cuesta mucho prestar servicio a otra persona. Una sonrisa, regalarle un ramillete de flores después del servicio de adoración, y hasta ofrecerle un vaso de agua llenarán de gozo a tu pastor. Y también tú te sentirás bien. ¿Por qué no haces la prueba?
📖 | L1 | L2 | L3 | L4 | L5 | L6 |
L7 | L8 | L9 | L10 | L11 | L12 | L13 |
L14 |
Dios les bendiga!!!
Post A Comment:
0 comments:
Escribe tu comentario.