Lección 7 de Primarios

VASO DE BARRO

A Samuel le encantaba hacer cosas de arcilla y de plastilina. Era muy blanda y le agradaba sentirla entre las manos. Modelaba animales, automóviles, gente y tazas. La arcilla en las manos de Samuel se convertía en cualquier objeto que él quisiera modelar. A un personaje de la Biblia le encantaba trabajar con arcilla. Es posible que las cosas hayan sucedido como sigue.

Texto y clase de referencias:
Jeremías 18:1-6: El ministerio de curación, pp. 373, 374.

Versículo para memorizar:
“Señor, tú eres nuestro Padre; nosotros somos el barro, y tú el alfarero. Todos somos obra de tu mano” (Isaías 64:8).

Mensaje:
Dios me toma en sus manos y me modela.

El experto artista levantó la esquina del paño mojado, cortó una porción de arcilla, la puso en el torno de alfarero y se sentó. Comenzó a accionar los pedales con los pies y el torno empezó a girar.

La arcilla, manipulada por las manos del alfarero, causaba la impresión de tener vida propia. La porción de arcilla plana, ahora tenía un hueco en el centro y lados suaves y pálidos. El alfarero se mojaba las manos en una fuente con agua y continuaba con su trabajo. Aplicaba suave presión, casi con amor, y el objeto que modelaba respondía instantáneamente. Los lados redondeados comenzaban a estrecharse para formar un largo cuello. De pronto el torno disminuyó la velocidad y luego se detuvo.

El alfarero trenzó algunos trozos de arcilla, les dio forma de asa y la fijó con firmeza en un lado de la jarra que había hecho. Con una sonrisa de satisfacción sacó el objeto creado del torno y lo colocó cuidadosamente en el anaquel donde se secaría. Lo que había sido una porción de arcilla se había convertido en un hermoso cántaro.

El alfarero miró hacia afuera y vio a los curiosos que lo observaban trabajar. Algunos compraron vasijas para poner agua o harina. Pero el alfarero continuó trabajando con otra porción de arcilla, la que no le duraría mucho.

Cuando había cortado una nueva tira de arcilla y comenzado a darle forma en el torno, los lados de la vasija empezaban a tomar forma, vio a un desconocido que lo miraba atentamente. Le sonrió y en ese momento de distracción los lados de la vasija se desviaron hacia el centro. Detuvo la marcha del torno.

—Lamento lo sucedido —dijo el desconocido.

—No se preocupe —contestó el alfarero—. No es nada; repararé la vasija en un momento.

—Mi nombre es Jeremías —dijo el desconocido—. Dios me envió aquí para observar mientras trabajas.

—Lo hermoso del trabajo con arcilla —dijo el alfarero con interés—, es que cuando se produce un desperfecto, deshago el trabajo y vuelvo a comenzar. En algunos casos así obtengo una vasija más resistente. Siempre procuro convertir la arcilla en el objeto que resultará más adecuado al uso que se le dará.

—Eso quiere decir que los errores pueden corregirse —dijo Jeremías.

—Así es. Puedo formar y volver a formar la arcilla hasta convertirla en lo que debe ser. Cuando me siento conforme con eso, también los demás encontrarán hermosa y útil mi creación.

—Su trabajo es hermoso —dijo Jeremías.

Permaneció algunos minutos más observando al alfarero y los objetos expuestos en los anaqueles, donde había lámparas de aceite para el dormitorio, jarras de diversos tamaños para crema, leche o agua, fuentes y platos. También había vasijas de gran tamaño para almacenar aceitunas o cereales, o bien para mantener agua fresca. Todo esto se había hecho con el mismo material y por el mismo creador. Sin embargo, había una gran variedad de ellos. Cada uno servía para un uso diferente.

Esta era la lección que Dios deseaba que Jeremías aprendiera. Por eso lo había enviado al taller del alfarero. Ahora Jeremías podía explicar cómo Dios forma la vida de cada persona. Cómo toma los errores cometidos y los usa para formar un objeto hermoso. En las manos de Dios, cada vida puede prestar servicio a otras personas.

LECCIONES DE PRIMARIOS