Lección 8 de Primarios
NEHEMÍAS, CONSTRUCTOR DE DIOS
—¿Cómo es que el pastor está siempre pidiendo dinero? —preguntó Elena.
—Porque la familia de nuestra iglesia ha crecido mucho y necesitamos un nuevo templo. Se requiere dinero y mucha gente dispuesta a ayudar en la construcción. Eso me recuerda a Nehemías y la reedificación de Jerusalén —contestó el papá.
Nehemías 1-4, 6; Profetas y reyes, pp. 464-476, 483-488.
“Dios estaba actuando a mi favor” (Nehemías 2:8).
Dios me da la gracia y el poder para hacer su voluntad.
—¡Me alegro tanto de volver a verte! —exclamó Nehemías cuando abrazó a su hermano Hanani que había regresado recientemente de Judá—. ¿Cómo estás tú? ¿Cómo está el resto de los judíos que habitan en Jerusalén?
La sonrisa de Hanani desapareció de su rostro cuando contestó:
—No están muy bien. La muralla de Jerusalén ha sido derribada. Las puertas fueron quemadas.
Nehemías comprendió que eso significaba que la ciudad no estaba protegida. Los enemigos podían entrar sin dificultad y atacar al pueblo de Dios.
Nehemías se sentó muy desanimado. Las lágrimas corrieron por sus mejillas. Le costaba pensar en la amada ciudad de Jerusalén destruida.
Nehemías se lamentó durante los días siguientes. Ayunó y oró: “Oh, Señor Jehová, te ruego que escuches mi oración. Pediré al Rey un gran favor. Te ruego que lo induzcas a ser bondadoso conmigo”.
Un día Nehemías fue a realizar su trabajo como de costumbre. Llevaba la bebida del Rey a su mesa.
El Rey miró a Nehemías y le preguntó por qué estaba tan triste.
—¡Rey, para siempre vive! —contestó Nehemías—. Estoy triste porque recibí malas noticias. La ciudad donde mis antepasados están sepultados yace en ruinas. Las murallas han sido derribadas y las puertas, quemadas.
—¿Cómo puedo ayudarte? —preguntó el Rey bondadosamente.
Nehemías hizo una oración antes de contestar la pregunta del Rey.
Si estás contento conmigo, te ruego que me permitas ir a Judá para reconstruir la ciudad donde mis antepasados están sepultados.
—¿Cuánto tiempo estarás ausente? —quiso saber el Rey.
Nehemías comprendió que el Rey lo ayudaría. Pero tenía que pedir más aún.
—¡Oh, Rey! Te ruego que me des una carta para el guarda del bosque. Ordénale que me dé madera para edificar. Volveré a edificar las puertas y murallas de la ciudad. Y además, una casa para mí mismo.
El Rey escribió la carta solicitada por Jeremías. Ordenó además, que oficiales y soldados de a caballo acompañaran a Nehemías y lo protegieran durante el largo camino hasta Jerusalén.
Nehemías llegó finalmente a Jerusalén. Después de tres días, recorrió la ciudad en la noche para observar los daños. Comprobó que algunas de las puertas de entrada a la ciudad estaban obstruidas por escombros que habían formado parte de las murallas.
Después Nehemías habló con los dirigentes de la ciudad. Les habló de la conversación que había tenido con el Rey. Les informó que Dios le había ayudado. Les dijo que debían reconstruir las murallas de la ciudad y borrar la afrenta que los enemigos les habían causado.
De modo que los habitantes de Jerusalén comenzaron a trabajar. Muchos judíos acudieron a prestar ayuda. Trabajaron incansablemente.
Pero sus enemigos no estaban nada contentos. No querían que el pueblo de Dios reconstruyera la muralla protectora de la ciudad.
—¿Qué tratan de hacer estos judíos empobrecidos? Esa muralla que pretenden edificar parece miserable y se derrumbaría hasta si un zorro caminara sobre ella —decían burlonamente.
Pero los judíos continuaron trabajando. Los enemigos del pueblo de Dios estaban furiosos. Hicieron planes para atacar y matar a los judíos. Pero estos se enteraron de los planes. Oraron y pidieron a Dios que los protegiera. Entonces Nehemías les ordenó que buscaran sus armas, sus espadas, lanzas, arcos y flechas para defenderse. Protegerían la muralla con una mano mientras trabajaban con la otra. Nehemías los animó con estas palabras:
—¡No teman a los enemigos! Recuerden al Señor.
Los enemigos trataron varias veces de hacer cesar el trabajo de reconstrucción. Pero Nehemías oraba constantemente. Dios le concedió sabiduría para saber lo que debía hacer. La obra continuó. Y la muralla quedó completada en solo 52 días.
Dios bendijo esta obra de diferentes maneras y animó a Nehemías para pedir ayuda al Rey. Dio fuerzas a los obreros para que pudieran realizar el trabajo. Aunque estaban rodeados por los enemigos siguieron trabajando. Dios verdaderamente guió a Nehemías y a sus ayudantes para que hicieran su voluntad.
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Dios les bendiga!!!
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