Lección 11 de Primarios
¡NO PUEDO ESPERAR PARA CONTARLO!
Nadia había aprendido recientemente a amar y adorar a Dios. En algunas reuniones que se llevaban a cabo en la ciudad donde vivía había aprendido que Dios tenía un plan especial para su vida. Eso la hizo muy feliz. Sentía impaciencia por contarle a su familia y amigos acerca del amor de Dios. La historia bíblica de esta semana se refiere a una mujer que también deseaba compartir el amor de Dios.
Lucas 1:26-56; El Deseado de todas las gentes, pp. 61, 62.
“Mi alma glorifica al Señor, y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador” (Lucas 1:46, 47).
Adoro a Dios cuando hablo a otros de mi amor por él.
Los planes para la boda de María, una mujer joven, y José seguían su curso. Tal vez María pensaba en cuántos pasteles de dátiles tendría que hacer antes de la boda. O cuánto jugo de uva se necesitaría para la fiesta.
No sabemos lo que María hacía o pensaba en ese día en particular. Pero sí sabemos que repentinamente vio a un ángel en su habitación. La Biblia dice que era Gabriel, el mismo ángel que había visitado a Zacarías (Lucas 1:26). Pero Gabriel no le dijo a María su nombre. “El ángel se acercó a ella y le dijo: ¡Te saludo, tú que has recibido el favor de Dios! El Señor está contigo” (Lucas 1:28).
María quedó turbada y confusa. Se preguntó de qué estaría hablando el ángel.
Entonces el ángel le dijo: “—No tengas miedo, María; Dios te ha concedido su favor —le dijo el ángel—. Quedarás encinta y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús”. Luego siguió diciendo: “Él será un gran hombre, y lo llamarán Hijo del Altísimo. Dios el Señor le dará el trono de su padre David, y reinará sobre el pueblo de Jacob para siempre. Su reinado no tendrá fin”. Después Gabriel habló a María acerca de su prima Elisabet que también estaba esperando un bebe milagroso. El bebé de Elisabet nacería dentro de tres meses.
Antes de que el ángel desapareciera, María le dijo: “—Aquí tienes a la sierva del Señor [...]. Que él haga conmigo como me has dicho” (Lucas 1:38).
Después de la partida de Gabriel, María decidió visitar a Elisabet. Quería hablar con ella acerca de la visita del ángel. Tal vez Elisabet comprendería lo atemorizada y conmovida que estaba ella. De modo que María preparó sus cosas y fue a visitar a su prima.
Elisabet tenía el abdomen bastante abultado con el bebé que crecía en su interior. En cuanto Elisabet oyó la voz de María, la criatura saltó en su vientre. Elisabet dio una calurosa bienvenida a su prima y le dio un gran abrazo. Después le dijo: “—¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el hijo que darás a luz! Pero, ¿cómo es esto, que la madre de mi Señor venga a verme?” (Lucas 1:42, 43).
Y María dijo: “—Mi alma glorifica al Señor, y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador, porque se ha dignado fijarse en su humilde sierva. Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho grandes cosas por mí. ¡Santo es su nombre!” (Lucas 1:46-49).
Las dos mujeres se sentaron juntas. Compartieron su confianza en Dios. María debió haber manifestado sorpresa porque Elisabet estaba al tanto de quién era su bebé antes de que ella se lo dijera.
María se quedó con su prima durante tres meses. Se fue poco antes del nacimiento de su bebé Juan. María debe haber pensado que su propio bebé también era una criatura muy especial. Y ese fue un tiempo especial para ella y José.
La confianza que Elisabet manifestaba en Dios reforzó la fe de María. Eso es lo que sucede cuando le dices a otros que confías en Dios y lo amas. Como resultado, tú y la otra persona aman más aún a Dios. Adorar a Dios en voz alta ayuda a todos.
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Dios les bendiga!!!
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