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Intermediarios | Lección 11: Gozo para ti y para mí | 4to Trimestre 2022 | Año C

Lección 11 de Intermediarios

GOZO PARA TI Y PARA MÍ

 

Piensa en una ocasión cuando te enteraste de muy buenas noticias. ¿Pudiste guardarlas para ti solo? ¿Cómo las compartiste con tus amigos y tu familia? Sigue leyendo para saber cómo los ángeles y los pastores compartieron las buenas nuevas que escucharon. Cuando termines de leer la historia piensa en cómo podrías divulgar las mismas noticias en la actualidad.


Texto y clase de referencias:
Lucas 2:1-20; El Deseado de todas las gentes, pp. 29-33.
Versículo para memorizar:
“Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna” (Juan 3:16).
Mensaje:
Adoramos a Dios cuando aceptamos el don de su Hijo.

 

Todo el pueblo hablaba de las últimas noticias. El emperador César Augusto había promulgado un decreto que ordenaba tomar un censo de todos los países que constituían el Imperio Romano. Todos los clientes que llegaban a la carpintería de José hablaban de eso. Los clientes de más edad se quejaban; los más jóvenes pensaban que sería muy entretenido realizar un viaje al lugar de donde había venido su familia, donde se reunirían con parientes distantes y harían nuevos amigos.

Esa noche José le anunció la noticia a María. Tendrían que realizar el viaje hasta Belén, puesto que eran descendientes del rey David.

Demoraron algunos días en realizar los preparativos necesarios. Harían el viaje sin apuros y acamparían para pasar la noche. María no podía caminar los 120 kilómetros. Y aunque cabalgara sobre un asno pasaría incomodidades. El bebé especial que se formaba en ella crecía cada día. Algunos días le era difícil mantener el equilibrio sobre el asno. José hacía lo mejor posible para guiar la cabalgadura por terreno parejo, evitando las piedras y los hoyos. Muchos días después llegaron a Belén cuando anochecía.

Todas las posadas estaban llenas. Los cansados viajeros caminaron de una a otra, pero nadie tenía lugar para ellos. Algunos les cerraban la puerta en las narices, pero otros los atendían cortésmente. María sentía ganas de llorar. Estaba cansadísima. El viaje había sido muy largo.

José llamó a la puerta de una posada más. Cuando el posadero le había dicho que “no” y comenzaba a cerrar la puerta, alcanzó a ver a María. Vio su condición y sintió lástima por la cansada pareja. Les dijo que no tenía ningún cuarto en la casa, pero que podían pasar la noche en el establo.

María y José pensaron que era mejor dormir en el establo que pasar la noche en la calle. Estarían abrigados y secos. Aceptaron de buena gana la oferta.

Esa noche nació el niño Jesús. María no tenía una cuna para él, de modo que José limpió un pesebre de los animales, lo rellenó con paja y preparó una humilde cunita. María envolvió con cuidado al bebé Jesús y lo acostó en su cuna.

Afuera, en los campos cerca de la ciudad, había varios pastores sentados alrededor de una fogata. Mientras tanto conversaban tranquilamente y observaban las sombras para descubrir alguna fiera que pudiera amenazar al rebaño de ovejas. Hablaban del Mesías prometido y oraban a Dios para que lo enviara pronto. A menudo, en las noches, platicaban acerca de las Escrituras y trataban de comprender las profecías. Estaban seguros de que había llegado el tiempo cuando el Mesías debía venir.

Repentinamente el campo se iluminó con una luz deslumbrante. Los pastores se cubrieron el rostro muy atemorizados. ¿Qué había sucedido? De pronto escucharon una voz musical bellísima.

El ángel dijo: “No teman. Tengo noticias admirables para ustedes y para la gente en todas partes. El Salvador del mundo ha nacido hoy en Belén. Lo encontrarán envuelto en pañales y acostado en un pesebre”.

El cielo refulgía con más brillo aún, lleno de ángeles que cantaban alabanzas a Dios y decían:

“Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los que gozan de su buena voluntad”.

Los pastores miraban sin poder hablar. Nunca habían visto ni oído algo tan hermoso. De pronto los ángeles desaparecieron y todo quedó como antes.

Todo se veía oscuro y tranquilo. Por largo tiempo nadie se atrevió a decir nada. Ninguno quería romper el encanto del momento. De pronto todos comenzaron a hablar al mismo tiempo. “Vamos a Belén ahora mismo” era lo que decían. Dejaron sus ovejas y se encaminaron hacia el pueblo.

Al comienzo caminaron, después trotaron y finalmente corrieron falda abajo por la ladera del monte. Querían asegurarse de que no se trataba de un sueño.

Encontraron a la familia tal como el ángel les había dicho. María y José estaban sentados admirando a su bebé acostado en el pesebre. Los pastores se arrodillaron y adoraron al Niño Jesús. Alabaron a Dios por su asombroso don.

Mientras regresaban a sus rebaños, les contaban a todos la visita de los ángeles y acerca del bebé que había venido para salvar al mundo. (El canto de los ángeles está en Lucas 2:14.)

 

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Dios les bendiga!!!

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