Lección 6 de Intermediarios
OSEAS, PROFETA DE LA GRACIA
¿Cuándo creyó alguien en ti sólo porque te amaba? ¿Cómo te sentiste? Veamos cómo un profeta llamado Oseas ofreció ese regalo a su esposa.
Oseas 1-3; Profetas y reyes, pp. 209-218.
“Y en el mismo lugar donde se les llamó: ‘Pueblo ajeno’, se les llamará: ‘Hijos del Dios viviente’” (Oseas 1:10).
La gracia de Dios nunca nos abandona, no importa lo que hagamos.
En la época anterior al reinado de Ezequías en Judá, Dios llamó a Oseas para profetizar en el reino de Israel.
En ese tiempo Israel estaba siendo gobernado desde Samaria por una larga sucesión de reyes malvados.
El primer libro de Reyes registra la historia de Acab y su impía esposa Jezabel. Ellos y sus hijos fueron tan malos que Dios envió a Jehú para que librara al país de su mala influencia. Jehú dio muerte a los miembros de la familia real en Jezreel y luego se nombró a sí mismo rey del país. Pero se corrompió aún más que ellos mismos.
Jeroboam II, bisnieto de Jehú, es ahora el rey. Los israelitas imitan su comportamiento corrupto. Son ricos, pero se olvidan de que su prosperidad viene de Dios.
Cuidar las apariencias y sentirse bien, ha llegado a ser para ellos más importante que hacer el bien. Cuando alguien menciona a Dios, la gente se encoge de hombros y se aleja.
Lo único que les interesa es llegar a ser tan modernos y prósperos como los habitantes de las demás naciones, como Egipto y Babilonia. Pero aunque han perdido todo interés en Dios, él rehusa abandonarlos.
De modo que esa situación de incredulidad hace que Dios busque la forma de mostrar a su pueblo lo mucho que todavía lo ama. Necesita abrirles los ojos para que vean lo monstruosamente infieles y totalmente desagradecidos que son. Por eso Dios llama a Oseas.
Oseas es una persona justa y honrada que escucha a Dios y vive para él. Imagina el asombro de Oseas cuando Dios le dice: “Ve, busca a una mujer adúltera (infiel) y cásate con ella”.
¿Estará bromeando Dios? ¿Qué pastor necesita a una mujer con minifalda que llama la atención de cada hombre que pasa, luciendo sus largas y encrespadas pestañas?
Pero Oseas se casa con Gomer y tiene con ella un hijo varón (Oseas 1:3). El joven padre, repleto de alegría, puso a su hijo el nombre de Jezreel, nombre que Dios ha elegido. Recuerda que la ciudad de Jezreel había sido el lugar donde el bisabuelo del Rey había masacrado a la familia real. Es como si ya hubiera desde el principio un escándalo relacionado con el bebé.
Después Gomer tiene una hija, Lo-ruhama, que significa: “No compadecida” o “no amada”. Esta vez Oseas no dice que Gomer le dio un hijo, porque sospecha que él no es el padre de la criatura.
—¿No te dijimos que Gomer no era mujer buena? —murmuran los vecinos.
Oseas ya lo sabe. ¡Lo-ruhama! No es hija del amor, por lo menos no del suyo.
En cuanto Lo-ruhama fue destetada, Gomer tuvo otro hijo, Lo-ammi, que significa “Ustedes no son mi pueblo y yo no soy su Dios”.
Ahora los vecinos están seguros.
—No te culparíamos, Oseas, si no amaras a este hijo, porque en realidad no es tuyo —le dijeron los vecinos—. Pero ¿no es muy horrible que Gomer te haya abandonado otra vez y te haya dejado tres niños pequeños que cuidar?
La gente no comprende la actitud de Oseas, quien ama profundamente a su esposa y a sus hijos. Posteriormente demuestra ese amor cuando compra a su esposa por la mitad del costo de un siervo varón.
La pequeña familia de Oseas es una minúscula ilustración de sus vecinos y de toda la nación. Llenos de infidelidad, corrían en pos de dioses paganos.
De manera que Oseas escribió la historia de su familia y su ministerio. Después de explicar la razón de los nombres dados por Dios a sus hijos, añadió una promesa, también hecha por Dios: “Y en el mismo lugar donde se los llamó: ‘Pueblo ajeno’, se los llamará: ‘Hijos del Dios viviente’ ” (Oseas 1:10).
—¿Acaso no lo ven? —ruega Oseas—. No importa lo que hagamos, Dios nunca nos abandona.
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Dios les bendiga!!!
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