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Intermediarios | Lección 3: Una cadena de gracia | 4to Trimestre 2022 | Año C

Lección 3 de Intermediarios

UNA CADENA DE GRACIA

 

Imagina que has iniciado un viaje para visitar a antiguos amigos. Tienes muchas ganas de verlos. Durante el viaje oyes decir que correrás peligro cuando llegues a tu destino. ¿Continuarás el viaje o bien lo interrumpirás hasta otra ocasión más propicia? Lee lo que Pablo hizo justamente en una situación como esta.


Texto y clase de referencias:
Hechos 21:1-16; Los hechos de los apóstoles, pp. 312-319.
Versículo para memorizar:
“Cada uno ponga al servicio de los demás el don que haya recibido, administrando fielmente la gracia de Dios en sus diversas formas” (1 Pedro 4:10).
Mensaje:
Nos unimos a la obra de Dios cuando usamos nuestros dones espirituales para servir a los demás.

 

Pablo se encontraba en la cubierta de un barco de vela de gran tamaño que todavía estaba amarrado en el muelle del puerto de Tiro. Él y los amigos que lo acompañaban habían pasado siete días de descanso en ese lugar, mientras los estibadores descargaban la nave. Pablo alcanzaba a ver lágrimas en los rostros de las personas que habían ido a despedirlos. El Espíritu Santo había impresionado a esos creyentes a que le dijeran a Pablo que le esperaban situaciones peligrosas en Jerusalén.

Pablo estaba comenzando la última parte de su tercer viaje misionero. Después de una última corta parada visitaría a su antiguo amigo el evangelista Felipe y a sus hijas, en Cesarea. Después viajaría a Jerusalén, porque sabía que Dios deseaba que fuera allá, aunque sus amigos le habían advertido del peligro que corría.

En los tres viajes misioneros realizados por Pablo, mucha gente había creído en Jesús, el Mesías. Pablo había sido confundido en una ocasión con Mercurio, el portavoz de los dioses griegos. En realidad él había sido el principal predicador de Jesús. Pero no era el único al que Dios estaba usando para edificar la primera iglesia cristiana. Mucha gente con diversas habilidades se estaba uniendo a Dios en su obra para predicar a todos el evangelio de la gracia y la verdad acerca de Jesús.

Por ejemplo, Felipe, el amigo que Pablo visitaría, era uno de los siete que Dios había elegido para que ayudaran a los doce apóstoles en su trabajo. Debido a que cada vez había más gente en Jerusalén que creía en Jesús, se necesitaban ayudantes que los atendieran y se aseguraran de que todos tenían algo que comer. Los apóstoles, como Pedro, Santiago y Juan estaban muy ocupados con la predicación. Felipe y otros usaban sus dones como administradores para asegurarse de que todo era bien administrado. Una vez Felipe había sido enviado por el Espíritu de Dios para que hablara con un oficial etíope que leía mientras cruzaba el desierto. Felipe le había explicado la Escritura y luego lo había bautizado. Ahora las hijas de Felipe predicaban y profetizaban y también contribuían al crecimiento de la iglesia. Era una familia dedicada a Dios.


Pablo estaba ansioso por disfrutar de su hospitalidad durante algunos días. En el hogar de Felipe, Pablo y sus acompañantes tuvieron descanso y libertad entre amigos. Un día llegó un visitante llamado Agabo. Él también estaba siendo guiado por el Espíritu de Dios. Muchas veces tenía mensajes acerca de peligros venideros. Cierta vez predijo una gran hambruna en todo el mundo romano. Gracias a las advertencias de Agabo, los creyentes de todos los lugares visitados por Pablo habían enviado ofrendas para ayudar a los creyentes de Jerusalén que padecerían de hambre.

Agabo entró en la casa de Felipe y fue directamente hasta donde Pablo estaba sentado. Tomó el cinto del apóstol y luego se sentó y envolvió sus pies y manos con el cinto, entonces miró a Pablo y le dijo:

—Este es un mensaje del Espíritu Santo. Al dueño de este cinto los judíos de Jerusalén le aprisionarán las manos y los pies en un cepo, y será entregado a los gentiles para ser juzgado y ejecutado.

Los amigos de Pablo comprendieron que esta era otra advertencia dada a Pablo acerca de lo que sucedería en Jerusalén. No querían que continuara su viaje y así se lo dijeron.

—Me hacen doler el corazón —contestó Pablo—. Pero creo que Dios me está enviando a Jerusalén. Estoy agradecido porque me ha informado anticipadamente lo que puedo esperar. Pero no puedo retroceder.

—Que se haga la voluntad de Dios —dijeron sus amigos.

Los últimos días que pasaron en casa de Felipe, trataron de relajarse o tranquilizarse y de pasarla bien todos juntos.

Finalmente llegó el día cuando Pablo y sus amigos iniciaron el viaje de Cesarea a Jerusalén. Al final del primer día de camino se detuvieron en el hogar de otro amigo llamado Mnasón en cuya casa se hospedaron. Era un creyente que se había mudado de Chipre para estar más cerca de Jerusalén. Mnasón era uno de los primeros creyentes gentiles. Su hogar amplio y cómodo era un lugar donde los creyentes gentiles podían hospedarse cuando venían de Jerusalén para realizar reuniones religiosas o solo de visita. Mnasón era uno más de tantos creyentes que formaban el cuerpo de la nueva iglesia del Mesías.

Pablo ignoraba lo que le esperaba, pero sabía que Dios había bendecido a los creyentes con muchos dones diferentes. Cada don debía usarse para administrar la gracia de Dios a otros. Cada miembro de la iglesia en crecimiento era un eslabón más en la cadena de la gracia que se había iniciado en el cielo para salvar y servir.

 

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Dios les bendiga!!!

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