Lección 10: Templanza en el crisol | En el crisol con Cristo | Escuela Sabática 3T 2022
Lección 10: Para el 3 de septiembre de 2022
TEMPLANZA EN EL CRISOL
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Ezequiel 24:15-27; Éxodo 32:1-14; Mateo 5:43-48; 1 Pedro 2:18-25; Salmo 62:1-8.
PARA MEMORIZAR:
“Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad” (Mat. 5:5).
No escuchamos que se utilice mucho la palabra manso, excepto tal vez cuando leemos sobre Moisés o estudiamos las Bienaventuranzas. Tampoco es difícil descubrir por qué. La mansedumbre se define como “soportar el agravio con paciencia y sin resentimiento”. No es de extrañar que no escuchemos mucho al respecto; difícilmente es un rasgo respetable en la cultura actual. A veces, la Biblia traduce esta palabra como “humilde”. Nuevamente, la humildad tampoco es un rasgo de carácter que la mayoría de las culturas consideren deseable. Pero la mansedumbre, soportar los agravios con paciencia y sin resentimiento, es una de las características más poderosas de Jesús y de sus seguidores. Y, con todo, no es un fin en sí mismo: la mansedumbre de espíritu puede ser un arma poderosa en manos de quienes se encuentran en medio del dolor y el sufrimiento. De hecho, el crisol es un buen lugar para aprender la mansedumbre de corazón, porque con nuestra mansedumbre aun hechos pedazos podemos ser testigos poderosos de Dios.
Un vistazo a la semana: ¿Cuál es la relación entre el sufrimiento y la mansedumbre? ¿Cómo podemos nosotros, con nuestra mansedumbre y aun hechos pedazos, dar testimonio a los demás? La mansedumbre ¿cómo puede realmente ser una fortaleza y no una debilidad del cristiano?
Sábado
En el Sermón del Monte, Cristo declara quiénes son realmente benditos. “Bienaventurados los pobres en espíritu (los que no se exaltan a sí mismos, sino que son cándidos, humildes, no demasiado orgullosos para recibir enseñanza, no vanos y ambiciosos de los honores del mundo), porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los que lloran (los que son penitentes, sumisos y que se lamentan de sus fracasos y errores, porque entristecen al Espíritu de Dios), porque ellos recibirán consolación. Bienaventurados los mansos (los que son dóciles y perdonadores, que cuando los insultan, no responden con insultos, sino que manifiestan un espíritu enseñable, y que no se tienen en alta estima), porque ellos recibirán la tierra por heredad”. Los que poseen las cualidades enumeradas aquí, no solo serán bendecidos por Dios en esta vida, sino que serán coronados con gloria, honor e inmortalidad en su reino (Testimonios para la iglesia, t. 2, pp. 557, 558).
En el Sermón del Monte [de Cristo], las primeras oraciones provenientes de sus labios tenían el propósito de echar por tierra aquellas ambiciones. “Bienaventurados los pobres en espíritu —dijo—, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación. Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad… Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos”. Mateo 5:4-10
Este sermón completo no fue sino una exposición de la ley. Cristo presentó las abarcantes demandas de la ley de Dios. Trató de corregir las altas pretensiones de ellos exaltando los verdaderos sentimientos y proclamando una bendición sobre ciertos rasgos de carácter diametralmente opuestos a los atributos que ellos acariciaban. Delante de ellos presentó un reino en el cual no tienen cabida las ambiciones humanas ni las pasiones terrenales (Exaltad a Jesús, p. 129).
La mansedumbre es una preciosa característica cristiana. La mansedumbre y humildad de Cristo se aprenden solo llevando el yugo de Cristo… Ese yugo significa entera sumisión.
El universo celestial contempla una ausencia de humildad y mansedumbre del corazón. La exaltación propia, el sentimiento de una importancia exagerada, hacen al agente humano tan importante ante su propia estimación que le hacen sentir que no tiene necesidad de un Salvador; que no necesita llevar el yugo de Cristo. Pero la invitación a cada alma es: “Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas”. Mateo 11:29…
La sumisión que Cristo demanda… [es] realizada por obra del Espíritu Santo. Debe haber una transformación del ser entero: corazón, espíritu y carácter... Solamente en el altar del sacrificio y de la mano de Dios, puede el hombre egoísta y codicioso recibir la tea celestial que le revela su propia incompetencia y que lo conduce a someterse al yugo de Cristo, a aprender su mansedumbre y humildad (In Heavenly Places, p. 236; parcialmente en En los lugares celestiales, p. 238).
PAN PARTIDO Y VINO DERRAMADO
Oswald Chambers ha dicho que debemos convertirnos en “pan partido
y vino derramado” para los demás. ¿Qué crees que quiso decir con esto?
De principio a fin, en la Biblia hay ejemplos de personas que fueron “partidas” para servir a los demás. Moisés fue llamado a soportar olas interminables de chismes y críticas al conducir al pueblo a la Tierra Prometida. José fue llamado a una experiencia que implicó traición y cárcel cuando ocupaba un puesto de servicio en Egipto. En cada caso, Dios permitió las situaciones para que la vida de su pueblo pudiera llegar a ser un teatro de su gracia y cuidado, no solo para sí, sino también para el bien de los demás. Dios puede usarnos de la misma manera. Es fácil sentirse enojado o herido en esas situaciones. Pero, como señalamos ayer, la mansedumbre es la capacidad que Dios nos da para soportar esas cosas “con paciencia y sin resentimiento”.
Lee Ezequiel 24:15 al 27. ¿Qué estaba pasando aquí? ¿Por qué pasó Ezequiel por este crisol?
En Ezequiel 24:24, Dios dice: “Ezequiel, pues, os será por señal; según todas las cosas que él hizo, haréis; cuando esto ocurra, entonces sabréis que yo soy Jehová el Señor”. Mediante el ejemplo de Ezequiel, el pueblo de Israel llegaría a convencerse de la verdad acerca de quién era Dios, Jehová el Señor, y verían esta verdad al experimentar el cumplimiento de la profecía que la vida de Ezequiel simbolizaba y el sufrimiento que enfrentó. ¿Quién sabe cuántas personas también verán a “Jehová el Señor” en nuestros pedazos rotos?
■ Tarde o temprano, la vida misma nos quebranta a todos. ¿Cuál ha sido tu experiencia en este sentido? ¿Qué lecciones aprendiste? ¿Cómo puede el Señor usar tu alma hecha pedazos para ayudar a otros?
Domingo
Dios [honró a Moisés] en extremo, concediéndole el privilegio de hablar con él cara a cara, como un hombre habla con un amigo. Le fue permitido ver la brillante luz y la excelsa gloria que envuelve al Padre. Por medio de Moisés libró el Señor a los hijos de Israel de la esclavitud de Egipto. Fue Moisés un mediador entre Dios y su pueblo, y a menudo se interpuso entre ellos y la ira del Señor. Cuando Dios se irritó en extremo contra Israel por su incredulidad, sus murmuraciones y sus horrendos pecados, fue probado el amor de Moisés por los israelitas. Dios se propuso destruir al pueblo de Israel y hacer de la posteridad de Moisés una nación poderosa; pero el profeta demostró su amor por Israel intercediendo fervorosamente por ese pueblo. En su angustia suplicó a Dios que borrase su nombre de su libro o que aplacara su ira y perdonase a Israel (Primeros escritos, pp. 162, 163).
Por medio del sufrimiento, Jesús se preparó para el ministerio de consolación. Fue afligido por toda angustia de la humanidad, y “en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados”. Hebreos 2:18; Isaías 63:9. Quien haya participado de esta comunión de sus padecimientos tiene el privilegio de participar también de su ministerio. “Porque de la manera que abundan en nosotros las aflicciones de Cristo, así abunda también por el mismo Cristo nuestra consolación”. El Señor tiene gracia especial para los que lloran, y hay en ella poder para enternecer los corazones y ganar a las almas. Su amor se abre paso en el alma herida y afligida, y se convierte en bálsamo curativo para cuantos lloran. El “Padre de misericordias y Dios de toda consolación… nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios”. 2 Corintios 1:3, 4 (El discurso maestro de Jesucristo, pp. 16, 17).
Las dificultades que hemos de arrostrar pueden ser muy disminuidas por la mansedumbre que se oculta en Cristo. Si poseemos la humildad de nuestro Maestro, nos elevaremos por encima de los desprecios, los rechazamientos, las molestias a las que estamos diariamente expuestos; y estas cosas dejarán de oprimir nuestro ánimo. La mayor evidencia de nobleza que haya en el cristiano es el dominio propio. El que bajo un ultraje o la crueldad no conserva un espíritu confiado y sereno despoja a Dios de su derecho a revelar en él su propia perfección de carácter. La humildad de corazón es la fuerza que da la victoria a los discípulos de Cristo; es la prenda de su relación con los atrios celestiales…
Los que revelan el espíritu manso y humilde de Cristo, son considerados tiernamente por Dios. El mundo puede mirarlos con desprecio, pero son de gran valor ante los ojos de Dios… [El] pobre de espíritu que anhela la presencia permanente de Cristo, el humilde de corazón, cuya más alta ambición es hacer la voluntad de Dios, estos obtendrán abundante entrada [al cielo]. Se hallarán entre aquellos que habrán lavado sus ropas y las habrán blanqueado en la sangre del Cordero (El Deseado de todas las gentes, p. 268, 269).
INTERCEDER PIDIENDO GRACIA
Lee Éxodo 32:1 al 14. ¿Qué papel cumple Moisés aquí?
Después de que el pueblo comenzó a adorar el becerro de oro, Dios decidió que habían ido demasiado lejos y anunció que destruiría al pueblo y haría de Moisés una gran nación. Pero, en lugar de aceptar el ofrecimiento de Dios, Moisés suplicó a Dios que mostrara gracia por su pueblo, y Dios cedió.
Éxodo 32:1 al 14 plantea dos cuestiones importantes. En primer lugar, el ofrecimiento de Dios de destruir al pueblo rebelde y bendecir a Moisés fue una prueba para él. Dios quería que Moisés demostrara cuánta compasión sentía por este pueblo terriblemente desobediente. Y Moisés pasó la prueba. Al igual que Jesús, suplicó misericordia para los pecadores. Esto revela algo muy interesante: A veces Dios también puede permitir que enfrentemos oposición; que pasemos por el crisol para que él, nosotros y el universo expectante podamos ver cuánta compasión tenemos por los descarriados.
¿Qué razones dio Moisés para pedir al Señor que no destruyera a Israel?
En segundo lugar, este pasaje muestra que la oposición y la desobediencia son un llamado a demostrar gracia. La gracia es necesaria cuando la gente menos la merece. Pero, cuando menos la merece es también el momento en que menos nos apetece ofrecerla. Cuando María, la hermana de Moisés, lo criticó y luego enfermó, él clamó al Señor para que la sanara de la lepra (Núm. 12). Cuando Dios se enojó con Coré y sus seguidores y amenazó con destruirlos a todos, Moisés cayó sobre su rostro para suplicar por la vida de ellos. Al día siguiente, cuando Israel se quejó contra Moisés por la muerte de los rebeldes y Dios amenazó con destruirlos a todos nuevamente, Moisés cayó de rodillas y rápidamente instó a Aarón a hacer expiación por todos ellos (Núm. 16). En su mansedumbre, en su abnegación en medio de este crisol, Moisés buscó la gracia en favor de quienes evidentemente no la merecían.
■ Piensa en la gente que te rodea y que crees que son las que menos merecen la gracia. ¿Cómo puedes, con mansedumbre y humildad abnegada, ser una revelación de la gracia de Dios para ellos?
Lunes
Moisés era un hombre humilde. Dios lo llamó el hombre más manso de la tierra… Podía exhortar con éxito a su prójimo porque su vida misma era una representación viviente de lo que el hombre puede llegar a ser y realizar con Dios como su ayudador, de lo que ensenaba a otros, de lo que deseaba que fueran y de lo que Dios requería de él. Hablaba de corazón y llegaba al corazón. Era versado en conocimiento y, sin embargo, sencillo como un niño en la manifestación de sus profundas simpatías. Dotado de una inteligencia notable, podía juzgar instantáneamente acerca de las necesidades de los que lo redaban y de las cosas que andaban mal y requerían atención, y no las descuidaba…
Dios hablaba con él cara a cara así como un hombre habla con un amigo (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 1, p. 1127).
Moisés comprendía cuán terrible sería la suerte del pecador; sin embargo, si el pueblo de Israel iba a ser rechazado por el Señor, él deseaba que su nombre también fuese raído con el de ellos; no podía soportar que los juicios de Dios cayeran sobre aquellos a quienes tan bondadosamente había librado.
La intercesión de Moisés en favor de Israel ilustra la mediación de Cristo en favor de los pecadores. Pero el Señor no permitió que Moisés sobrellevara, como lo hizo Cristo, la culpa del transgresor. “Al que pecare contra mí, a este raeré yo de mi libro”, dijo (Historia de los patriarcas y profetas, p. 337).
Los hijos de Dios no deben estar sujetos a los sentimientos y las emociones. Cuando vacilan entre la esperanza y el temor, hieren el corazón de Cristo, porque les ha dado pruebas evidentes de su amor. Quiere que se afirmen, fortalezcan y cimenten en la santísima fe. Quiere que hagan la obra que les ha confiado; entonces sus corazones serán como arpas sagradas en las manos divinas, cada una de cuyas cuerdas emitirá alabanza y acción de gracias a Aquel que Dios ha enviado para quitar los pecados del mundo.
El amor de Cristo por sus hijos es a la vez tierno y firme… En él no hay mudanza ni sombra de variación: es el mismo ayer, hoy y por los siglos…
Dios ama a los ángeles impolutos que están a su servicio y obedecen sus mandatos; pero no les concede gracia: nunca la han necesitado, porque nunca pecaron. La gracia es un don otorgado a los indignos seres humanos. No la buscamos; fue enviada para que nos buscara. Dios se complace en extender su gracia a todos los que tenemos hambre y sed de ella, no porque la merezcamos, sino porque somos indignos. Nuestra necesidad es el requisito que nos da la certidumbre de que vamos a recibir el don (Testimonios para los ministros, pp. 518, 519).
AMAR A LOS QUE NOS HIEREN
Alguien dijo cierta vez: “Por ende, amar a nuestros enemigos no significa que debamos amar el polvo en el que está enterrada la perla; significa que amamos la perla que yace en el polvo. [...] Dios no nos ama porque por naturaleza seamos dignos de su amor. Llegamos a ser dignos de su amor porque él nos ama”.
Cuando miras a tus “enemigos”, ¿qué ves normalmente: la perla o el
polvo que la rodea?
Lee Mateo 5:43 al 48. Jesús nos llama a amar y a orar por nuestros enemigos. ¿Qué ejemplo de la naturaleza nos da Jesús que nos ayuda a entender por qué debemos amar a nuestros enemigos? ¿Cuál es el propósito de la enseñanza?
En Mateo 5:45, Jesús utiliza el ejemplo de su Padre celestial para ilustrar cómo debemos tratar a los que nos hieren, quienes quizá nos empujan a la peor forma de crisol. Jesús menciona que su Padre derrama la bendición de la lluvia sobre justos e injustos; si Dios da lluvia incluso a los injustos, ¿cómo deberíamos tratarlos nosotros también?
Jesús no quiso decir que siempre debemos tener sentimientos cálidos con todos los que nos causan problemas; aunque esto también es posible. Fundamentalmente, el amor por nuestros enemigos no pretende ser un sentimiento que tengamos por ellos, sino acciones específicas hacia ellos que revelen cuidado y consideración.
Jesús concluye este pasaje con un versículo que a menudo causa mucho debate: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mat. 5:48). Pero el significado es muy claro en el contexto: Aquellos que quieren ser perfectos como Dios es perfecto deben mostrar amor por sus enemigos como Dios muestra amor por los suyos. Ser perfecto a los ojos de Dios es amar al adversario; y esto requiere ser manso de corazón, algo que solo Dios nos puede dar.
■ Con la definición de mansedumbre en mente (“soportar el agravio con paciencia y sin resentimiento”), enumera los cambios que debes hacer para permitir que el Señor te dé la clase de mansedumbre de corazón que te ayudará a tener la actitud correcta hacia tus “enemigos”.
Martes
No permitáis que los pensamientos amargos continúen embargando vuestro ánimo… Id a vuestro hermano, y con humildad y sinceridad habladle del asunto.
Todo el cielo está interesado en la entrevista entre aquel que ha sido perjudicado y el que está en el error… El aceite del amor elimina la irritación causada por el mal. El Espíritu de Dios liga un corazón al otro; y en el cielo hay música por la unión realizada.
No es la posición mundanal, ni el nacimiento, ni la nacionalidad, ni los privilegios religiosos lo que prueba que somos miembros de la familia de Dios; es el amor, un amor que abarca a toda la humanidad. Aun los pecadores cuyos corazones no están herméticamente cerrados al Espíritu de Dios responden a la bondad. Así como pueden responder al odio con el odio, también corresponderán al amor con el amor. Solamente el Espíritu de Dios devuelve el amor por el odio. El ser bondadoso con los ingratos y los malos, el hacer lo bueno sin esperar recompensa, es la insignia de la realeza del cielo, la señal segura mediante la cual los hijos del Altísimo revelan su elevada vocación (Mente carácter y personalidad, t. 2, pp. 549).
El ideal de Dios para sus hijos es más elevado de lo que puede alcanzar el más sublime pensamiento humano. “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”. Esta orden es una promesa. El plan de redención contempla nuestro completo rescate del poder de Satanás. Cristo separa siempre del pecado al alma contrita. Vino para destruir las obras del diablo, y ha hecho provisión para que el Espíritu Santo sea impartido a toda alma arrepentida, para guardarla de pecar…
El ideal del carácter cristiano es la semejanza con Cristo… Jesús fue hecho en todo semejante a sus hermanos. Se hizo carne, como somos carne. Tuvo hambre y sed, y sintió cansancio. Fue sostenido por el alimento y refrigerado por el sueño. Participó de la suerte del hombre, aunque era el inmaculado Hijo de Dios. Era Dios en la carne. Su carácter ha de ser el nuestro. El Señor dice de aquellos que creen en él: “Habitaré y andaré en ellos; y seré el Dios de ellos, y ellos serán mi pueblo”. 2 Corintios 6:16 (El Deseado de todas las gentes, pp. 277, 278).
Todo lo que el hombre necesita o puede saber acerca de Dios ha sido revelado en la vida y carácter de su Hijo…
Tierno, compasivo, comprensivo, siempre amable con los demás, representaba el carácter de Dios, y estaba continuamente empeñado en el servicio hacia Dios y los hombres… “Amad a vuestros enemigos”, les suplicó; “bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos”; “él es benigno para los que son ingratos y malos”. “Hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos”. “Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso”. Mateo 5:44, 45; Lucas 6:35, 36 (Testimonios para la iglesia, t. 8, pp. 301, 302).
UNA BOCA CERRADA
Los ejemplos más poderosos de mansedumbre en el crisol provienen de Jesús. Cuando dijo “aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas” (Mat. 11:29), sus implicaciones son tales que probablemente ni podemos imaginarlas.
Lee 1 Pedro 2:18 al 25. Pedro da un consejo sorprendente a los esclavos. Describe cómo respondió Jesús al trato injusto y doloroso y plantea que les ha dejado “ejemplo, para que sigáis sus pisadas” (1 Ped. 2:21). ¿Qué principios de mansedumbre y humildad en medio del crisol podemos aprender del ejemplo de Jesús, como lo expresa aquí Pedro?
Es terrible ver cuando alguien trata a otro injustamente. Y es extremadamente doloroso cuando somos nosotros quienes recibimos ese trato. Debido a que normalmente tenemos un fuerte sentido de justicia, cuando ocurre una injusticia, nuestro instinto es “arreglar las cosas” mientras cargamos con lo que supuestamente es una ira justa y recta.
No es fácil vivir así. Y hasta imposible, a menos que aceptemos una verdad fundamental: que en todas las situaciones injustas debemos creer que nuestro Padre celestial tiene el control y que actuará en nuestro favor cuando sea según su voluntad. Esto también significa que debemos estar abiertos a la posibilidad de que, al igual que Jesús, no siempre nos salvaremos de la injusticia. Pero siempre debemos recordar que nuestro Padre que está en los cielos también está con nosotros y está al mando.
El consejo de Pedro, inspirado en la vida de Jesús, es sorprendente porque parece ser que el silencio ante el sufrimiento injusto es un testimonio mayor de la gloria de Dios que “arreglar las cosas”. Cuando Caifás y Pilato lo interrogaron, Jesús podría haber dicho, y hecho, muchas cosas para corregir la situación y justificarse, pero no lo hizo. Su silencio fue un testimonio de su mansedumbre.
■ ¿Cómo afrontas situaciones en las que te han tratado injustamente? ¿Cómo puedes aprovechar mejor algunos de los principios analizados aquí y aplicarlos a tu vida?
Miércoles
No debemos permitir que nuestros sentimientos sean quisquillosos… Piensen o hagan ellos lo que quieran con respecto a nosotros, nada debe turbar nuestra unión con Cristo, nuestra comunión con el Espíritu Santo. “¿Qué gloria es, si pecando vosotros sois abofeteados, y lo sufrís? mas si haciendo bien sois afligidos, y lo sufrís, esto ciertamente es agradable delante de Dios”. 1 Pedro 2:20…
Si os dicen palabras violentas, no repliquéis jamás con el mismo espíritu. Recordad que “la blanda respuesta quita la ira”. Proverbios 15:1. Y hay un poder maravilloso en el silencio. A veces las palabras que se le dicen al que está enfadado no sirven sino para exasperarlo. Pero pronto se desvanece el enojo contestado con el silencio, con espíritu cariñoso y paciente.
Bajo la granizada de palabras punzantes de acre censura, mantened vuestro espíritu firme en la Palabra de Dios. Atesoren vuestro espíritu y vuestro corazón las promesas de Dios. Si se os trata mal o si se os censura sin motivo, en vez de replicar con enojo, repetíos las preciosas promesas (El ministerio de curación, pp. 386, 387).
La fortaleza de carácter no se revela tanto mediante los sentimientos que manifestamos a causa de la injusticia o los malos tratos, sino que el dominio propio y el firme control ejercido sobre una emoción fuerte manifiestan fortaleza de carácter y el espíritu de Jesús. El vencedor recibirá el fruto del árbol de la vida que se encuentra en medio del paraíso de Dios: Es la recompensa que se dará al vencedor, al cristiano trabajador y abnegado, que pelea la buena batalla de la fe. Deberíamos estar luchando noblemente para alcanzar la victoria. A todos los que combaten legalmente se les concederá la gracia de Cristo…
[Preocúpense] lo menos posible de lo que la gente dice. Déjenlos que digan lo que quieran, pero no [permitan] que ni en palabras ni en hechos se manifieste en ti el yo. El Señor quiere que sigas una línea de conducta que permita que te considere digno de confianza… Si das evidencia de que tienes un firme apoyo en Dios, obtendrás respeto y confianza, y entonces podrás ejercer una influencia favorable al bien. Permitirás que tu luz resplandezca con los mayores beneficios. Tratarás de representar a Jesús. Sabes que nuestro Salvador fue maltratado, pero que no tomó represalias. Fue despreciado y rechazado por los hombres; ¿cómo pueden sus seguidores esperar algo mejor en esta vida? Que nuestro misericordioso Padre celestial nos imparta a cada uno de nosotros más gracia y que podamos regocijarnos en su amor (Carta 99, 18 de junio, 1886, a Edson y Emma White; parcialmente en Cada día con Dios, p. 176).
Un cristiano cultivará un espíritu manso y pacífico; será sereno, considerado con los demás y tendrá un temperamento alegre que no se volverá irritable a causa de la enfermedad, ni cambiará con el tiempo o las circunstancias…Los hijos de Dios nunca se olvidan de hacer el bien… Las buenas obras son espontáneas en su caso, porque Dios ha transformado su carácter con su gracia (Mi vida hoy, p. 200).
NUESTRA ROCA Y REFUGIO
Con mucha frecuencia, los más orgullosos, los más arrogantes y agresivos, son los que sufren de baja autoestima. Su arrogancia y orgullo (y su total falta de mansedumbre o humildad) son como una pantalla, quizás hasta en forma inconsciente, de algo que está faltando en su interior. Lo que necesitan es algo que todos necesitamos: una sensación de seguridad, de dignidad, de aceptación, especialmente en tiempos de angustia y sufrimiento. Podemos encontrar eso solamente por intermedio del Señor. En resumen, la mansedumbre y la humildad, lejos de ser atributos de debilidad, a menudo son la manifestación más poderosa de un alma firmemente arraigada en la Roca.
Lee Salmo 62:1 al 8. ¿Cuál parece ser el trasfondo de este salmo? ¿Qué quiere destacar David? ¿Qué principios espirituales puedes aprender de lo que él dice? Más aún, ¿cómo puedes aprender a aplicar estos principios en tu vida?
“Sin causa alguna, los hombres llegarán a ser nuestros enemigos. Los motivos del pueblo de Dios serán tergiversados no solamente por el mundo, sino también por sus propios hermanos. Los siervos del Señor serán colocados en situaciones difíciles. A fin de justificar la conducta egoísta e injusta de los hombres, se hará una montaña de una insignificancia. [...] Por medio de tergiversaciones, estos hombres serán vestidos con los oscuros ropajes de la deshonestidad, debido a que circunstancias que están más allá de su control confundieron su obra. Se los señalará como hombres en quienes no se puede confiar. Y esto lo harán los miembros de la iglesia. Los siervos de Dios deben armarse con la mente de Cristo. No deben esperar que escaparán del insulto y la tergiversación. Se los tildará de excéntricos y fanáticos. Pero nadie debe desanimarse. La mano de Dios está sobre el timón de su providencia, guiando su obra para la gloria de su nombre” (ATO 175).
■ ¿Cuán inmune eres a los reproches y las observaciones mordaces de los demás? Lo más probable es que no seas tan inmune, ¿verdad? ¿Cómo puedes aferrarte al Señor y anclar tu autoestima en Aquel que te ama tanto que murió por tus pecados, y así protegerte de quienes te desprecian?
Jueves
Nuestros enemigos pueden triunfar. Pueden hablar palabras mentirosas, y sus lenguas calumniadoras pueden idear fraudes, calumnias y estratagemas; pero no lograrán movernos. Sabemos a quien hemos creído. No hemos trabajado ni corrido en vano. Jesús nos conoce… El día del ajuste de cuentas se aproxima y todos serán juzgados de acuerdo con las obras que se han hecho en el cuerpo…
Es cierto que el mundo está en tinieblas. La oposición puede acrecentarse. Los frívolos y los escarnecedores pueden envalentonarse y endurecerse en sus iniquidades. Pero nada de esto nos conmoverá. No hemos andado en la incertidumbre. No, no. Mi corazón está determinado en su confianza en Dios. Tenemos un Salvador poderoso. Podemos regocijarnos en su rica plenitud. Anhelo ser más devota y consagrada a Dios. Este mundo es demasiado oscuro para mi. Jesús dijo que él iría a prepararnos mansiones, para que donde él esté nosotros también podamos estar. Alabado sea Dios por esto. Mi corazón salta de alegría ante la gozosa perspectiva (Reflejemos a Jesús, p. 343).
Al modo como el viajero fatigado que, hallando en el desierto la buscada fuente, apaga su sed abrasadora, el cristiano buscará y obtendrá el agua pura de la vida, cuyo manantial es Cristo…
Un elemento divino se une con lo humano cuando el alma busca a Dios y el corazón anheloso puede decir: “Alma mía, en Dios solamente reposa; porque de él es mi esperanza” Salmo 62:5.
Si en nuestra alma sentimos necesidad, si tenemos hambre y sed de justicia, ello es una indicación de que Cristo influyó en nuestro corazón para que le pidamos que haga, por intermedio del Espíritu Santo, lo que nos es imposible a nosotros. Si ascendemos un poco más en el sendero de la fe, no necesitamos apagar la sed en riachuelos superficiales; porque tan solo un poco más arriba de nosotros se encuentra el gran manantial de cuyas aguas abundantes podemos beber libremente (Discurso maestro de Jesucristo, pp. 21, 22).
Nuestro Padre celestial está esperando para derramar sobre nosotros la plenitud de sus bendiciones. Es privilegio nuestro beber abundantemente en la fuente del amor infinito. ¡Cuán extraño es que oremos tan poco!…
Las tinieblas del malo cercan a aquellos que descuidan la oración. Las tentaciones secretas del enemigo los incitan al pecado; y todo porque ellos no se valen del privilegio de orar que Dios les ha concedido. ¿Por qué los hijos e hijas de Dios han de ser tan remisos para orar, cuando la oración es la llave en la mano de la fe para abrir el almacén del cielo, donde están atesorados los recursos infinitos de la Omnipotencia? Sin oración incesante y vigilancia diligente corremos el riesgo de volvernos indiferentes y de desviarnos del sendero recto. Nuestro adversario procura constantemente obstruir el camino al propiciatorio, para que no obtengamos, mediante fervientes súplicas y fe, gracia y poder para resistir la tentación (El camino a Cristo, pp. 94, 95).
PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:
Lee Elena de White, El ministerio de curación, “Importancia del verdadero conocimiento”, pp. 358, 359; El Deseado de todas las gentes, “El Sermón del Monte”, pp. 265-281; El evangelismo, “Calificaciones esenciales del obrero”, p. 632.
“Las dificultades que hemos de arrostrar pueden ser muy disminuidas por la mansedumbre que se oculta en Cristo. Si poseemos la humildad de nuestro Maestro, nos elevaremos por encima de los desprecios, los rechazos, las molestias a las que estamos expuestos diariamente; y esas cosas dejarán de oprimir nuestro espíritu. La mayor evidencia de nobleza que haya en un cristiano es el dominio propio. El que bajo un ultraje o la crueldad no conserva un espíritu confiado y sereno despoja a Dios de su derecho a revelar en él su propia perfección de carácter. La humildad de corazón es la fuerza que da la victoria a los seguidores de Cristo; es la prenda de su conexión con los atrios celestiales” (DTG 268, 269).
PREGUNTAS PARA DIALOGAR:
1. La humildad ¿en qué medida nos permite “elevarnos por encima” de las heridas y las molestias? ¿Cuál crees que es la característica más importante de la humildad que nos permite hacer esto?
2. En tu cultura, ¿cuánto se valora la humildad y la mansedumbre? ¿Se las respeta o se las desprecia? ¿Qué tipo de presiones enfrentas en tu cultura que atentan contra el desarrollo de estas características?
3. ¿Existen grandes ejemplos de mansedumbre y humildad en gente que vive actualmente? Si es así, ¿quién es, cómo manifestó estos rasgos y qué puedes aprender de ella?
4. ¿Por qué muchas veces equiparamos la mansedumbre y la humildad con la debilidad?
5. Vimos que David buscó al Señor como refugio. ¿Cómo funciona esto? ¿Cómo se manifiesta siempre ese refugio? En otras palabras, ¿cómo podemos nosotros, como iglesia, ser un refugio para quienes necesitan un resguardo? ¿Qué tipo de amparo ofrece tu iglesia local? ¿Qué puedes hacer para ayudar a que sea un lugar de refugio para quienes lo necesitan?
Viernes
Reflejemos a Jesús, 23 de enero, “Cristo, el ejemplo perfecto para los niños, jóvenes y adultos”, p. 29;
El evangelismo, “Calificaciones esenciales del obrero”, pp. 456-459.
"EN EL CRISOL CON CRISTO"
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Dios lo bendiga!!!
Lección 10
EL SÁBADO ENSEÑARÉ...
Parte I: RESEÑA
Texto clave: Mateo 5:5.
Enfoque del estudio: Éxodo 32:1–14; Salmo 62:1–8; Ezequiel 24:15– 27; Mateo 5:43–48; 1 Pedro 2:18–25.
Introducción:
La religión bíblica, tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento, se caracteriza por la mansedumbre. Moisés se distingue por ser la persona más mansa de la Tierra (Núm. 12:3). David declaró que “los mansos heredarán la tierra” (Sal. 37:11). Los profetas anunciaron que Dios bendecirá a los mansos (Isa. 11:4; 29:19; 66:2; Sof. 2:3; 3:11, 12). Dios mismo se describe como manso y como promotor de la mansedumbre (Sal. 25:9; 45:4; 147:6). Jesús era manso (Mat. 11:29; 21:5; 2 Cor. 10:1), y ubicó la mansedumbre en la base del cristianismo (Mat. 5:5). Los apóstoles eran mansos (2 Cor. 10:1) e instaban a los cristianos a ser mansos (Gál. 5:23; Efe. 4:2; Col. 3:12; 1 Tim. 6:11; 2 Tim. 2:25; Tito 3:2; Sant. 1:21; 3:13; 4:6; 1 Ped. 3:14; 5:5). Mientras que los imperios y los reinos de la Tierra se construyen sobre valores como la audacia, el poder y la conquista militar, la religión de Dios se construye y conquista con mansedumbre, amor y gracia. Sin embargo, la mansedumbre de Dios no significa que él sea débil. La mansedumbre es un rasgo esencial del carácter de Dios y su manera de relacionarse con el Universo y con nosotros los pecadores.
Temática de la lección:
La lección de esta semana destaca dos temas principales:
1. La mansedumbre es esencial para el cristianismo. Sin embargo, igualmente esencial es comprender adecuadamente la mansedumbre bíblica y ponerla en práctica en nuestra vida. La mansedumbre bíblica no surge de un cálculo político; más bien, es una visión auténtica del mundo visto a través del prisma del atributo más fundamental de Dios: el amor.
2. Los cristianos no son mansos por sí mismos. Su fuente de mansedumbre está en su amoroso y misericordioso Dios Triuno: el Padre; el Hijo y Salvador, Jesucristo; y el Espíritu Santo.
Parte II: COMENTARIO
La mansedumbre ¿es esclava de la moralidad?
Uno de los ataques más fuertes al cristianismo y su concepto de humildad y mansedumbre en el período moderno provino del filósofo alemán Friedrich Nietzsche (1844-1900). El sufrimiento fue una parte constitutiva de la vida de Nietzsche, pero también un aspecto esencial de interés en su filosofía. A una edad muy temprana perdió a su padre y a muchos otros miembros de su familia. A lo largo de su vida, Nietzsche luchó con problemas de salud debilitantes, y finalmente lo aislaron por una enfermedad mental durante los últimos once años de su vida. Mientras estudiaba lenguas clásicas y filosofía, Nietzsche se interesó especialmente en la cultura griega antigua y su filosofía. Con esta lente, concluyó que Europa había perdido su antiguo vigor. ¿El culpable? ¡Nada menos que el cristianismo! Nietzsche pensaba que el cristianismo robó a Europa su cultura clásica griega y romana de heroísmo, poder y nobleza. Occidente (en realidad, toda la humanidad), según Nietzsche, necesitaba redimir esa perspectiva clásica si quería sobrevivir y prosperar.
Según Nietzsche, hay dos tipos de moralidad: la moral de los amos, de los nobles, del hombre de voluntad fuerte, y la moral de los esclavos o de los débiles. La moral del amo establece sus propios valores, decide su propio curso de acción y los evalúa a través del prisma de las consecuencias, como útiles (buenas) o dañinas (malas). Por lo tanto, la autonomía, el poder, la riqueza, la nobleza, el optimismo, la exuberancia y el coraje se consideran buenos, mientras que la debilidad y la mansedumbre se consideran malas. Al contrario, la moral del esclavo no genera valores ni acciones, sino que simplemente reacciona y se opone a los valores o acciones establecidos por la moral del amo. Mientras que la moral del amo se centra en la acción, la moral del esclavo es reaccionaria (o, como diría Nietzsche, es resentimiento); mientras que la moral del amo es opresiva, la moral del esclavo es subversiva y manipuladora; mientras que la moral del amo es más individualista, la moral del esclavo es más comunitaria.
Para Nietzsche, el cristianismo es otra reacción de los pobres y los débiles, diseñada para derrocar y controlar a los poderosos mediante la manipulación. Los cristianos se han resignado a su destino de esclavitud, y no tienen la voluntad de convertirse en dueños de su propio destino.
Obviamente, la crítica de Nietzsche a la moral cristiana y su concepto fundamental de mansedumbre es una interpretación lamentablemente errónea del cristianismo. La virtud cristiana de la mansedumbre no surge de la impotencia, sino del poder, la justicia y el amor de Dios. Cuando llevaron a Jesús ante la corte judía y un funcionario lo abofeteó, Jesús exigió una respuesta por ese acto injusto (Juan 18:23). Los evangelios dejan en claro que Jesús murió en la Cruz no porque no tuviera forma de escapar (Mat. 26:53), sino porque en forma voluntaria y amante entregó su vida por nuestra salvación (Juan 10:17, 18; 18:4-11; 19:11; Fil. 2:6-9). La mansedumbre cristiana no es el resultado del miedo o la impotencia, sino del amor.
Pablo enseña a los cristianos a vivir “con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor” (Efe. 4:2). Pablo explica que nos regocijamos en nuestro sufrimiento y sabemos que “el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones” (Rom. 5:5). Además, Pablo aclara que Dios nos manifestó su amor cuando éramos impotentes y rebeldes (Rom. 5:6-8). Juan afirma esta verdad bíblica cuando declara: “Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero” (1 Juan 4:17-21).
Al describir a los seres humanos como impotentes, Pablo no denigra a la humanidad, sino que describe la realidad de la condición humana (ver también Rom. 3:26; 7). La Biblia no considera la impotencia humana en términos de una lucha de clases, sino que describe a toda la humanidad como impotente frente al pecado y la muerte. Además, el cristianismo bíblico no denigra falsamente a la humanidad para engañarla y hacer que la gente clame a Dios por gracia. Al contrario, la Biblia describe de manera realista la condición pecaminosa de los seres humanos, y retrata a un Dios que en forma voluntaria y amante se humilla a sí mismo para salvar a una humanidad arrogante y rebelde (Juan 1:11, 12; 3:16).
Como alguien dijo, ¡se necesita fuerza para ser manso! ¡Y se necesita poder divino para amar a la gente pecadora, arrogante y rebelde! Quizás uno de los ejemplos más memorables de la mansedumbre de Jesús sea su oración en la Cruz por los que lo crucificaron y ahora se burlaban de él: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Luc. 23:34; ver también Mat. 12:15-20; Hech. 8:32; 1 Ped. 2:21-23). La mansedumbre forma parte del fruto del Espíritu; Dios nos da poder para superar los crisoles de este mundo.
La mansedumbre de Moisés y la ira de Dios
¿Cómo es que a Moisés, el siervo de Dios, se lo designa la persona más mansa que jamás haya andado sobre la Tierra, mientras que, al mismo tiempo, la Biblia presenta a Dios lleno de ira? Necesitamos entender que la ira de Dios no es lo opuesto a la mansedumbre; la ira divina es la reacción de Dios y su repulsión hacia el pecado. Pero Dios ama sinceramente al pecador. Si Dios fuera arrogante, no habría esperado unos 1.600 años a que los antediluvianos se volvieran a él. Tampoco habría esperado más de 400 años a que los cananeos llenaran la copa de su iniquidad. Tampoco habría esperado unos 1.500 años a que los israelitas le fueran fieles. Asimismo, Dios no habría esperado unos 2.000 años para que los cristianos cumplieran su misión. Un Dios arrogante habría exterminado a cada una de estas sociedades de inmediato. Pero Dios se dirige a cada una de ellas con amor y esperanza, llamándolas a regresar a una relación con él.
Parte III: APLICACIÓN A LA VIDA
1. Nuestro Dios es un comunicador perfecto. Él le dice a la gente en forma abierta y comprensible lo que le gusta y lo que no le gusta. Por lo tanto, Dios no deja lugar a dudas con respecto a sus sentimientos sobre el pecado: lo rechaza. Al mismo tiempo, Dios no humilla al pecador con el propósito de subyugarlo. Dios habla de la situación generada por el pecado; al mismo tiempo, ofrece soluciones. Sí, su reacción contra el pecado es inequívoca, pero también lo es su invitación a los pecadores a que se reconcilien con él. Piensa en cómo puedes ser manso y, a la vez, denunciar el pecado en tu vida, en la vida de tu familia y en los miembros de la comunidad.
2. Medita sobre la idea de que nuestra vida es un teatro para que los otros mundos vean y aprendan. Comparte tus sentimientos con el grupo de Escuela Sabática al reflexionar sobre esta idea. ¿Cómo cambia tu vida cuando eres consciente de esta perspectiva más amplia?
"EN EL CRISOL CON CRISTO"
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Dios los bendiga!!
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