Lección 13: Cristo en el crisol | En el crisol con Cristo | Escuela Sabática 3T 2022
Lección 13: Para el 24 de septiembre de 2022
CRISTO EN EL CRISOL
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Lucas 2:7, 22-24; Mateo 2:1-18; Juan 8:58, 59; Lucas 22:41-44; Mateo 27:51, 52; Romanos 6:23; Tito 1:2.
PARA MEMORIZAR:
“Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Mat. 27:46).
Siempre que analizamos el tema del sufrimiento, se suscita la pregunta: ¿Cómo surgieron el pecado y el sufrimiento? Por revelación divina, tenemos buenas respuestas: Surgieron porque hubo seres libres que abusaron de la libertad que Dios les había dado. Esto lleva a otra pregunta: ¿Sabía Dios de antemano que estos seres caerían? Sí, pero obviamente pensó que, como escribió C. S. Lewis, “valía la pena correr el riesgo”.
¿Vale la pena correr el riesgo? ¿Para quién? ¿Para nosotros, mientras Dios está en el cielo, sentado en su Trono? No exactamente. La libertad de todas sus criaturas inteligentes era tan sagrada que, en lugar de negarnos esa libertad, Dios decidió asumir la peor parte del sufrimiento causado por nuestro abuso de esa libertad. Y vemos este sufrimiento en la vida y la muerte de Jesús, quien, al sufrir en nuestra carne, creó vínculos entre el Cielo y la Tierra que durarán por toda la eternidad.
Un vistazo a la semana: ¿Qué sufrió Cristo por nosotros? ¿Qué podemos aprender de su sufrimiento?
Sábado
Texto
LOS PRIMEROS DÍAS
Las Escrituras nos brindan poca información sobre los primeros años de Jesús. No obstante, algunos versículos nos dan una vislumbre de esas circunstancias y la clase de mundo en el que participó el Salvador.
Lee Lucas 2:7 y 22 al 24 (ver también Lev. 12:6-8) y Mateo 2:1 al 18. ¿Qué
vemos en estos versículos que nos da un indicio de la clase de vida que
enfrentó Jesús desde el principio?
Por supuesto, Jesús no fue la primera persona que vivió en la pobreza o que se enfrentó a quienes querían matarlo, incluso desde temprana edad. Sin embargo, hay otro elemento que nos ayuda a comprender la singularidad de lo que Cristo sufrió desde los primeros tiempos.
Lee Juan 1:46. ¿Qué elemento agrega este pasaje que nos ayuda a entender los sufrimientos que tuvo que enfrentar Jesús de joven?
A excepción de Adán y de Eva antes de la Caída, Jesús fue la única persona sin pecado que vivió en la Tierra. Con su pureza, con su impecabilidad, estuvo inmerso en un mundo de pecado. Qué tortura debió haber sido, incluso de niño, que su alma pura estuviera en constante contacto con el pecado. Aun con nuestra insensibilidad debido al pecado, nosotros mismos a menudo nos alejamos de la exposición al pecado y al mal que nos resultan repulsivos. Imagínate lo que debió haber sido para Cristo, cuya alma era pura, que no estaba manchada en lo más mínimo por el pecado. Piensa en el marcado contraste entre él y los demás a su alrededor. Debió haber sido sumamente doloroso para él.
■ Pregúntate: “¿Cuán sensible soy a los pecados que existen a nuestro alrededor? ¿Me molestan o soy insensible a ellos? Si eres insensible a ellos, esto ¿podría deberse a las cosas que lees, miras o haces? Piénsalo.
Domingo
Texto
DESPRECIADO Y RECHAZADO POR LOS HOMBRES
Lee los siguientes versículos, teniendo en mente que Jesús era divino,
el Creador del cielo y de la Tierra, y que vino a ofrecerse a sí mismo como
sacrificio por los pecados de todo el mundo (Mat. 12:22-24; Luc. 4:21-30; Juan
8:58, 59). ¿Cómo nos ayudan estos versículos a comprender los sufrimientos
que Jesús enfrentó aquí, en la Tierra?
Tanto los líderes como la gente común constantemente malinterpretaban la vida, los actos y las enseñanzas de Jesús, lo que generó rechazo y odio en las mismas personas a las que vino a salvar. En cierto sentido, debe ser como un padre que ve a un hijo descarriado que necesita ayuda, y aunque el padre está dispuesto a darlo todo por ese hijo, el niño lo rechaza, y acumula desprecio sobre quizá la única persona que puede librarlo de la ruina total. Eso es lo que Jesús enfrentó mientras estuvo en la Tierra. Cuán doloroso debió haber sido para él.
Lee Mateo 23:37. ¿Cómo se sintió Cristo por el rechazo? Mientras lees, pregúntate también: “¿Se sentía mal por él mismo (como nos suele pasar cuando nos rechazan) o era por otra razón?” Si fue por otra razón, ¿cuál era?
Todos hemos sentido el aguijón del rechazo, y tal vez nuestro dolor era similar al de Cristo en el sentido de que era desinteresado: nos dolía, no porque nos rechazaran a nosotros, sino por lo que significaría ese rechazo para la persona que nos rechazó (quizá alguien que nos importa y que se niega a aceptar la salvación en Cristo). Imagínate, sin embargo, lo que debió haber sentido Jesús, quien era plenamente consciente de lo que tenía que afrontar con el fin de salvarlos y, al mismo tiempo, plenamente consciente de las consecuencias del rechazo de todos ellos. “Fue debido a su inocencia por lo cual [Cristo] sentía tan intensamente los asaltos de Satanás” (MS 3:151).
■ ¿Qué puedes aprender de Cristo que te ayude a sobrellevar mejor el dolor del rechazo? ¿Qué te muestra su ejemplo? ¿Cómo puedes aplicarlo a tu vida?
Lunes
Texto
JESÚS EN EL GETSEMANÍ
“Y les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí y
velad” (Mar. 14:34).
Todo lo que Jesús sufrió durante sus 33 años en la Tierra no se compara con lo
que comenzó a enfrentar en las últimas horas antes de la Cruz. Desde las edades
eternas (Efe. 1:1-4; 2 Tim. 1:8, 9; Tito 1:1, 2) se planeó el sacrificio de Jesús como
ofrenda por el pecado del mundo, y ahora estaba sucediendo precisamente eso.
¿Qué nos dicen los siguientes versículos sobre el sufrimiento de Cristo en el Getsemaní? Mateo 26:39; Marcos 14:33-36; Lucas 22:41-44.
“Fue a corta distancia de ellos –no tan lejos que no pudiesen verlo y oírlo– y cayó postrado en el suelo. Sentía que por causa del pecado estaba siendo separado de su Padre. El abismo era tan ancho, negro y profundo que su espíritu se estremecía ante él. No debía ejercer su poder divino para escapar de esa agonía. Como hombre, debía sufrir las consecuencias del pecado del hombre. Como hombre, debía soportar la ira de Dios contra la transgresión.
“Cristo asumía ahora una actitud diferente de la que jamás asumiera antes. Sus sufrimientos pueden describirse mejor en las palabras del profeta: ‘Levántate, oh espada, contra el pastor, y contra el hombre compañero mío, dice Jehová de los ejércitos’ (Zac. 13:7). Como Sustituto y Garante del hombre pecador, Cristo estaba sufriendo bajo la justicia divina. Veía lo que significaba la justicia. Hasta entonces había obrado como intercesor por otros; ahora anhelaba tener un intercesor para sí” (DTG 637).
■ Medita sobre lo que le sucedió a Jesús en el Getsemaní. Ya los pecados del mundo comenzaban a caer sobre él. Trata de imaginar cómo debió haber sido eso. Ningún ser humano ha sido llamado a pasar por algo así ni antes ni después. ¿Qué nos dice esto sobre el amor de Dios por nosotros? ¿Qué esperanza puedes encontrar en esto para ti?
Martes
Texto
EL DIOS CRUCIFICADO
La muerte por crucifixión era uno de los castigos más duros que los romanos imponían sobre una persona. Se la consideraba la peor forma de morir. Por lo tanto, ¡qué horror era que alguien muriera de esa manera, y especialmente el Hijo de Dios! Siempre debemos recordar que Jesús vino en carne humana como la nuestra. Entre los golpes, los azotes, los clavos en sus manos y sus pies y el peso abrumador de su propio cuerpo que desgarraba las heridas, el dolor físico debió haber sido insoportable. Esto era duro incluso para los peores criminales; qué injusto, entonces, que Jesús, inocente de todo, enfrentara semejante destino.
Sin embargo, como sabemos, los sufrimientos físicos de Cristo fueron leves en contraste con lo que realmente estaba sucediendo. Esto fue más que el asesinato de un hombre inocente.
¿Qué acontecimientos cercanos a la muerte de Jesús mostraron que lo
que sucedía era más de lo que la mayoría entendía en ese momento? ¿Qué
sentido podemos encontrar en cada uno de estos eventos que evidencie lo
que sucedió allí?
Mat. 27:45
Mat. 27:51, 52
Mar. 15:38
Evidentemente, lo que estaba sucediendo era mucho más que solo la muerte, por injusta que fuera, de un hombre inocente. Según las Escrituras, la ira de Dios contra el pecado, nuestro pecado, se derramó sobre Jesús. Jesús en la Cruz sufrió la justa indignación de un Dios justo contra el pecado, los pecados de todo el mundo. Como tal, Jesús sufrió algo más profundo, más tenebroso y doloroso de lo que cualquier ser humano podría conocer o experimentar alguna vez.
■ Al atravesar las luchas que enfrentas, ¿qué esperanza y consuelo puedes obtener de la realidad del sufrimiento de Cristo por ti en la Cruz?
Miércoles
Texto
EL DIOS SUFRIENTE
Podríamos irnos acostumbrando a que, mientras estemos aquí, en este mundo, vamos a sufrir. Como criaturas caídas, es nuestro destino. No hay nada en la Biblia que nos prometa algo diferente. Al contrario...
¿Qué aportan los siguientes versículos sobre el tema que nos ocupa?
Hechos 14:22; Filipenses 1:29; 2 Timoteo 3:12.
No obstante, en medio de nuestro sufrimiento, debemos tener en cuenta dos cosas.
En primer lugar, Cristo, nuestro Señor, sufrió más que cualquiera de nosotros. En la Cruz, “llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores” (Isa. 53:4); lo que conocemos solo en el ámbito personal él lo sufrió en forma colectiva por todos nosotros. Aquel que no tenía pecado, “por nosotros [se] hizo pecado” (2 Cor. 5:21) y sufrió de una manera que nosotros, como criaturas pecadoras, no podríamos ni empezar a imaginar.
En segundo lugar, mientras sufrimos, debemos recordar los resultados del sufrimiento de Cristo; es decir, lo que se nos prometió gracias a lo que Cristo ha hecho por nosotros.
Lee Juan 10:28; Romanos 6:23; Tito 1:2; y 1 Juan 2:25. ¿Qué se nos promete?
Cualesquiera que sean nuestros sufrimientos aquí, gracias a Jesús, gracias a que él llevó sobre sí el castigo de nuestro pecado, gracias a la gran provisión del evangelio (que mediante la fe podemos ser perfectos en Jesús ahora mismo), tenemos la promesa de la vida eterna. La promesa es que, gracias a lo que Cristo ha hecho, gracias a la plenitud y la integridad de su vida y su sacrificio perfectos, nuestra existencia aquí, llena de dolor, decepciones y pérdidas, no es más que un instante, un destello, que llega y se va, en contraste con la eternidad que nos espera; una eternidad en un cielo nuevo y una Tierra Nueva, sin pecado, sufrimiento ni muerte. Y todo esto que se nos ha prometido y garantizado es únicamente gracias a Cristo y el crisol que padeció con el propósito de que un día, muy pronto, pueda ver “el fruto de la aflicción de su alma, y qued[e] satisfecho” (Isa. 53:11).
Jueves
Texto
PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:
Lee Elena de White, El Deseado de todas las gentes, “Getsemaní”, pp. 636-646; y “Calvario”, pp. 690-705.
“Tres veces repitió esa oración. Tres veces rehuyó su humanidad el último y culminante sacrificio. Pero ahora surge delante del Redentor del mundo la historia de la familia humana. Ve que los transgresores de la Ley, abandonados a sí mismos, deben perecer. Ve la impotencia del hombre. Ve el poder del pecado. Los ayes y los lamentos de un mundo condenado surgen ante él. Contempla la suerte que le tocaría, y su decisión queda hecha. Salvará al hombre, sea cual fuere el costo para sí. Acepta su bautismo de sangre, para que por él los millones que perecen puedan obtener vida eterna. Había dejado los atrios celestiales, donde todo es pureza, felicidad y gloria, para salvar a la oveja perdida, al mundo que había caído por la transgresión. Y no se apartará de su misión. Se convertirá en la propiciación de una raza que quiso pecar. Su oración expresa ahora solamente sumisión: ‘Si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad’ ” (DTG 642).
PREGUNTAS PARA DIALOGAR:
1. Ser conscientes de que Dios mismo, en la persona de Cristo, sufrió más de lo que cualquiera de nosotros podría haber sufrido, ¿cómo nos ayuda en nuestros sufrimientos? ¿Qué deberían significar para nosotros los sufrimientos de Cristo en nuestro favor? ¿Qué consuelo podemos obtener de esta asombrosa verdad? Mientras piensas en la respuesta, recuerda la siguiente declaración de Elena de White: “Todo sufrimiento, que es resultado del pecado, se volcó en el seno del inmaculado Hijo de Dios” (MS 3:151).
2. Como clase, repasen los sufrimientos de Cristo analizados en la lección de esta semana. ¿Cuáles fueron los crisoles que enfrentó Cristo? ¿En qué se parecen a los nuestros y en qué se diferencian? ¿Qué podemos aprender de la forma en que manejó estos desafíos que pueda ayudarnos en medio de nuestros crisoles?
3. ¿Cuáles son algunas de tus promesas bíblicas favoritas a las que puedes aferrarte en medio de la tristeza y el dolor? Escríbelas, reclámalas para ti y compártelas con la clase.
4. Escribe un párrafo a modo de resumen, destacando los aspectos principales que extrajiste de las lecciones de este trimestre. ¿Qué interrogantes pudiste resolver? ¿Qué cuestiones siguen sin respuesta? ¿Cómo podemos ayudarnos unos a otros a superar esas cosas que todavía nos dejan perplejos y nos preocupan tanto?
Viernes
Texto
"EN EL CRISOL CON CRISTO"
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Lección 13
EL SÁBADO ENSEÑARÉ...
Parte I: RESEÑA
Texto clave: Mateo 27:46.
Enfoque del estudio: Mateo 2:1–18; 27:51, 52; Lucas 2:7, 22–24; 22:41–44; Juan 8:58, 59; Romanos 6:23; Tito 1:2.
Introducción:
El hecho más extraordinario de la religión bíblica es que nosotros generamos el pecado y el sufrimiento, pero nuestro Dios cargó con ellos. No hay ninguna otra divinidad en las religiones del mundo que se haya dignado a hacer ese sacrificio. Por eso al cristianismo bíblico se lo llama la religión del amor y la gracia, desde la Creación hasta la Salvación. Dios nos creó por gracia (y sin nuestra contribución) porque nos amaba, y Dios nos salva por gracia (sin nuestra contribución también) porque nos ama.
No obstante, en ambos casos (Creación y Salvación) tenemos la opción de aceptar o rechazar su intervención de gracia. Después de ser creados por gracia, Adán y Eva tomaron la decisión de rechazar el acto de creación de Dios y eligieron el camino de la rebelión, que conduce a la aniquilación, o muerte. Después de ser salvos por gracia mediante la muerte de Cristo en la Cruz, cada uno de nosotros tiene la opción de aceptar el sacrificio de Dios en nuestro lugar y regresar a su Reino de luz, gracia y amor o rechazar su gran salvación y desaparecer en la inexistencia eterna. Elige hoy. Pero elige el amor, elige la gracia, elige la vida. Elige el amor de Dios, la gracia de Dios y la vida de Dios. Esto te hará feliz, esto hará felices a tus seres queridos y a Dios.
Temática de la lección:
La lección de esta semana destaca dos temas principales:
1. El sufrimiento de Jesucristo no representa meramente el sufrimiento de otro ser. Su sufrimiento es la esencia del amor y la salvación de Dios en nuestro favor. Jesucristo sufrió por nosotros y en nuestro lugar para rescatarnos del poder del pecado, el sufrimiento y la muerte para siempre.
2. Lo que Jesús sufrió en Getsemaní y lo que significa para nosotros.
Parte II: COMENTARIO
Los primeros días del ministerio de Jesús
Sí, desde las primeras horas de vida, Jesús experimentó y estuvo rodeado de tragedias y sufrimientos humanos: negación, rechazo, pobreza y humildad (nació en un pesebre), sufrimiento físico (circuncisión), masacre, persecución y huida. Durante su niñez, Jesús continuó experimentando el sufrimiento humano. Sin embargo, el bautismo de Jesús al comienzo de su ministerio señaló su entrada al crisol para el que había venido, el tipo de ministerio que había venido a ofrecer. ¿Por qué se bautizó, si no tenía ningún pecado?
Por supuesto, se bautizó para darnos ejemplo. Elena de White observa que “Jesús no recibió el bautismo como una confesión de culpabilidad propia. Se identificó con los pecadores, dando los pasos que debemos dar y haciendo la obra que debemos hacer. Su vida de sufrimiento y paciente tolerancia después de su bautismo fue también un ejemplo para nosotros” (DTG 85). Pero el bautismo de Cristo no se reduce a un mero ejemplo.
El apóstol Pablo explica el significado del bautismo en términos de muerte y resurrección: “¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva” (Rom. 6:3, 4). En otra parte, Pablo explica que Dios, “al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2 Cor. 5:21). Jesús vino al mundo para cargar con nuestros pecados y morir en nuestro lugar, para que nosotros, en cambio, pudiéramos tomar sobre nosotros su justicia. Elena de White escribe: “Después de salir del agua, Jesús se arrodilló en oración a orillas del río. Se estaba abriendo ante él una era nueva e importante. De una manera más amplia, estaba entrando en el conflicto de su vida. Aunque era el Príncipe de Paz, su venida iba a ser como el acto de desenvainar una espada. [...] Nadie en la Tierra lo había comprendido, y durante su ministerio debía continuar andando solo. [...] Como uno de nosotros, debía llevar la carga de nuestra culpabilidad y desgracia. El Ser sin pecado debía sentir la vergüenza del pecado. [...] Debía hollar solo la senda; debía llevar solo la carga. Sobre el que había depuesto su gloria y aceptado la debilidad de la humanidad debía descansar la redención del mundo” (DTG 85, 86).
Este intercambio pudo verse figurativamente en el bautismo. Cuando Jesús se bautizó, no lo hizo para su salvación, sino que anunció que había venido a tomar nuestros pecados sobre sí mismo y morir en nuestro lugar. Cuando nos bautizamos, morimos a nuestros propios pecados junto con Jesús, recibimos su justicia y luego nos levantamos de las aguas bautismales para llevar una vida nueva.
Jesús en el Getsemaní
En La cruz de Cristo, John R. W. Stott (1921-2011), el famoso teólogo y evangelista anglicano, intenta comprender el crisol de Jesús en Getsemaní comparando a Jesús con Sócrates, que enfrentó la muerte. Sócrates (470-399 a.C.), uno de los fundadores de la filosofía y la cosmovisión occidentales, tenía unos setenta años cuando una corte ateniense lo condenó a muerte por corromper a la juventud y por impiedad (rechazar a los dioses de la ciudad). Sócrates debía morir bebiendo una taza de cicuta venenosa. Aunque Sócrates podía escapar del juicio y la condena, optó por permanecer en la ciudad y enfrentar la muerte. En el lugar de la ejecución, Sócrates estaba rodeado por los discípulos que lo apoyaban y que lloraban por su maestro. Cuando se le entregó la copa con el veneno, el padre del pensamiento occidental la tomó con toda alegría y confianza, y la bebió valientemente hasta el fondo (para el relato que hace Platón sobre esta historia, ver Platón, Phaedo, pp. 393-403).
Al contrario, Jesucristo pasó sus últimas horas en el huerto del Getsemaní. Cuando pidió a sus discípulos que se quedaran y velaran con él porque su alma estaba “muy triste, hasta la muerte” (Mar. 14:34), se durmieron. De hecho, uno de sus discípulos lo vendió por dinero, y los demás huyeron del huerto cuando la multitud llegó para arrestar a Jesús (Mar. 14:10, 11, 50). Pero Jesús, a diferencia de Sócrates, agonizaba por la copa que debía beber hasta el final. Lejos de describir a Jesús tomando la copa con alegría y valentía, el evangelista Lucas señala que “su sudor [era] como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra” (Luc. 22:44), mientras oraba: “Padre, si quieres, pasa de mí esta copa” (Luc. 22:42). Jesús, que es el Dios encarnado, ¿puede ser realmente el Salvador del mundo, si tiene tanto miedo de esa copa y de la muerte? ¿Por qué parece más débil que Sócrates?
Stott se plantea preguntas similares y luego sugiere una respuesta: “¿Qué es esa copa? ¿Será el sufrimiento físico al que teme, la tortura de los azotes y la cruz? ¿Se sumará, tal vez, la angustia mental de la traición, la negación y la deserción de sus amigos, como también la burla y el injurio de sus enemigos? Jamás pude aceptar que la copa a la cual temía Jesús fuera alguna de estas cosas (a pesar de que eran realmente graves), como tampoco todas ellas juntas. Su valor físico y moral resultó invencible durante todo su ministerio público. Me resulta ridículo suponer que ahora les tenía miedo al dolor, los insultos y la muerte. Sócrates, en la celda de la cárcel en Atenas, según el relato de Platón, tomó su copa de cicuta ‘sin temblar y sin cambio de color o de expresión. Levantó la copa hasta sus labios, y con alegría y serenidad bebió hasta la última gota’. Cuando sus amigos echaron a llorar, les reconvino por su comportamiento ‘absurdo’ y los instó a ‘mantener la calma y tener valor’. Murió sin temor alguno, sin pena ni protesta. ¿Fue Sócrates más valiente que Jesús? ¿O es que sus copas estaban llenas de venenos diferentes?” (J. R. W. Stott, La cruz de Cristo, p. 85). Stott concluye que “la copa que quería evitar [Je
sús] era alguna otra cosa. No simbolizaba el dolor físico de ser azotado y crucificado ni la aflicción mental de ser despreciado y rechazado incluso por su propio pueblo. Era la agonía espiritual de cargar con los pecados del mundo; en otras palabras, de enfrentar el juicio divino que dichos pecados merecían” (La cruz de Cristo, p. 87). De hecho, Sócrates murió la muerte del pecador común. Y, como señala Stott, los mártires cristianos tuvieron una muerte aparentemente mucho más heroica que la de Jesús cuando murieron en la pira. La muerte de Jesús, al igual que su bautismo, fue única. Mientras que todos los seres humanos que mueren experimentarán la muerte como seres humanos pecadores, Jesús, el Hijo de Dios sin pecado, murió la muerte que representa el juicio de Dios sobre el pecado. Por eso la resurrección de Jesús es el acontecimiento más singular y extraordinario de la historia del Universo. Ningún ser humano, incluyendo a Sócrates, podría morir esa muerte, y volver a vivir. Ningún ser humano podría morir esa muerte, y llegar a ser el Salvador del mundo.
Elena de White también describe el contenido de la copa: “Al acercarse [Jesús] a Getsemaní, se fue sumiendo en un extraño silencio. Con frecuencia había visitado ese lugar para meditar y orar; pero nunca con un corazón tan lleno de tristeza como esta noche de su última agonía. A lo largo de toda su vida en la Tierra, había caminado a la luz de la presencia de Dios. Mientras se hallaba en conflicto contra hombres inspirados por el mismo espíritu de Satanás, pudo decir: ‘El que me envió, conmigo está; no me ha dejado solo el Padre, porque yo hago siempre lo que le agrada’ (Juan 8:29). Pero ahora le parecía estar excluido de la luz de la presencia sostenedora de Dios. Ahora se contaba con los transgresores. Debía llevar la culpabilidad de la humanidad caída. Sobre el que no conoció pecado debía ponerse la iniquidad de todos nosotros. Tan espantoso le parece el pecado, tan grande el peso de la culpabilidad que debe llevar, que está tentado a temer que quedará privado para siempre del amor de su Padre. Sintiendo cuán terrible es la ira de Dios contra la transgresión, exclama: ‘Mi alma está muy triste hasta la muerte’ ” (DTG 636).
Parte III: APLICACIÓN A LA VIDA
1. Recuerda la experiencia de tu bautismo. ¿Cómo percibes tu bautismo a la luz del bautismo de Jesús? Tu percepción ¿cuánto te ayuda a enriquecer tu experiencia de morir al pecado y vivir para el Reino de Dios? Este entendimiento ¿cómo profundiza tu pacto con Dios y tu compromiso con la causa de Dios, a toda costa?
2. La sección del sábado de tarde en la lección de esta semana ofrece una explicación asombrosamente hermosa de por qué Dios creó el Universo y a los seres inteligentes, aunque sabía que el mal surgiría de su Creación: ¡valía la pena! Valía la pena para él, pero también valía la pena para nosotros. De lo contrario, nunca hubiéramos existido. Pero hay más: Dios podía permitirse decidir que valió la pena porque no solo tenía el poder de la Creación, sino además, en el caso de la Caída, tenía la solución (tomar nuestro pecado sobre sí mismo), ¡que es el poder de la salvación y el poder de la resurrección! Esta noción ¿cómo cambia tu perspectiva de Dios, de tu creación y salvación?
"EN EL CRISOL CON CRISTO"
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