Lección de Escuela Sabática de Adultos 3er Trimestre 2020, Escuela Sabática Adultos 3er Trimestre 2020, Lección 3er Trimestre 2020,
Lección 1: Para el 4 de julio de 2020
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Santiago 5:19, 20; Lucas 15:6; Sofonías 3:17; Juan 7:37, 38; 1 Timoteo 2:3, 4; 2 Corintios 5:14, 15.
El gran anhelo de Dios es que todas las personas en todas partes respondan a su amor, acepten su gracia, sean transformadas por su Espíritu y sean salvas en su Reino. No tiene mayor deseo que nuestra salvación. Su amor no tiene límites. Su misericordia no tiene medida. Su compasión es eterna. Su perdón es inagotable. Su poder es infinito. A diferencia de los dioses paganos, que exigían sacrificios, nuestro Dios ha hecho el sacrificio supremo. No importa cuánto deseemos ser salvos, Dios anhela salvarnos más. “Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad” (1 Tim. 2:3, 4). El anhelo de su corazón es por tu salvación y la mía.
Testificar se trata de Jesús. Se trata de lo que ha hecho para salvarnos, de cómo ha cambiado nuestra vida y de las maravillosas verdades de su Palabra, que nos dicen quién es él y la belleza de su carácter. ¿Por qué testificar? Cuando entendemos quién es él y hemos experimentado las maravillas de su gracia y el poder de su amor, no podemos estar en silencio. ¿Por qué testificar? Mientras participamos con él, entramos en su gozo de ver personas redimidas por su gracia y transformadas por su amor.
PROVEER OPORTUNIDADES PARA LA SALVACIÓN
Dios brinda oportunidades diariamente para que las personas, en todas partes, lo conozcan. Él obra en los corazones a través de su Espíritu Santo. Se revela en la belleza y la complejidad del mundo natural. La inmensidad, el orden y la simetría del Universo hablan de un Dios eterno con sabiduría ilimitada y poder infinito. Él dispone circunstancias o providencias en nuestra vida para atraernos a él.
Aunque Dios se revela a través de las impresiones de su Espíritu, las glorias de la naturaleza y los actos de providencia, la revelación más clara de su amor se encuentra en la vida y el ministerio de Jesucristo. Cuando compartimos a Jesús con otros, les brindamos la mejor oportunidad para ser salvos.
Lee Lucas 19:10 y compáralo con Santiago 5:19 y 20. ¿Qué enseña el Evangelio de Lucas sobre el propósito de Cristo al venir a la Tierra? ¿Cómo cooperamos con Cristo en su obra de salvar a los perdidos?
Según Santiago, “el que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma, y cubrirá multitud de pecados” (Sant. 5:20). El libro de Romanos amplía este pensamiento. En Romanos 1 y 2, tanto los gentiles que han visto la revelación de Dios en la naturaleza como los judíos que han recibido la revelación profética de Dios en las Escrituras están perdidos sin Cristo. En Romanos 3 al 5, el apóstol revela que la salvación viene por gracia solo a través de la fe. En Romanos 6 al 8, describe cómo la gracia que justifica a cada creyente también es la gracia santificadora. En Romanos 10, declara que “todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo” (Rom. 10:13), y luego señala que nadie puede invocar si no ha creído, y nadie puede creer si no ha oído, y nadie puede oír a menos que alguien les hable. Somos los eslabones de Dios en el plan de salvación para alcanzar a las personas perdidas con la gloria del evangelio.
■ No testificamos para dar a las personas la única oportunidad de ser salvados; testificamos para darles la mejor oportunidad. ¿Cuál es nuestro papel en el plan de Dios de redimir a la raza humana? Piensa también en esto: ¿cuántas personas han escuchado el evangelio de tus propios labios?
HACER FELIZ A JESÚS
¿Alguien te ha preguntado alguna vez cómo va tu día?: “¿Está todo bien hoy?” ¿Qué sucedería si le hicieras esas preguntas a Dios? “Dios, ¿cómo va tu día?” ¿Qué tipo de respuesta crees que recibirías? Posiblemente, sería algo así como esto: “Mi día ha sido extremadamente difícil. Las lágrimas llenaron mis ojos por mil campos de refugiados llenos de niños con frío, hambrientos y llorando. Caminé por las calles de las ciudades atestadas de gente del mundo, y lloré con los indigentes y sin hogar. Mi corazón se quebranta al ver a las mujeres y los niños asustados, maltratados y vendidos como esclavos sexuales. Fui testigo de los estragos de la guerra, los efectos devastadores de los desastres naturales y la dolorosa agonía de enfermedades debilitantes y mortales”. “Pero, Dios, ¿hay algo que te haga alegrarte? ¿Hay algo que alegra tu corazón? ¿Hay algo que te haga cantar?”
Lee Lucas 15:6, 7, 9, 10, 22 al 24 y 32. ¿Cómo terminan estas historias y qué te dicen estos finales acerca de Dios?
Todo el cielo se regocija cuando se encuentra a los perdidos. En un mundo lleno de enfermedades, desastres y muerte, podemos llevar alegría al corazón de Dios al compartir las “buenas nuevas” de salvación con los demás. Una de las mayores motivaciones para compartir el amor de Cristo es el conocimiento de que el testimonio trae alegría al corazón de Dios. Cada vez que revelamos su amor, todo el cielo canta.
Lee Sofonías 3:17. ¿Cuál es la respuesta de nuestro Señor cuando aceptamos su gracia salvadora?
Imagina esta escena. Como resultado de tu testimonio, algún hombre, mujer o niño y niña acepta a Jesús como su Salvador personal. Jesús se regocija. Todo el cielo estalla en una canción entusiasta, y nuestro poderoso Salvador se regocija cantando por esa persona. ¿Qué puede ser más gratificante, más reconfortante, que saber que tu testimonio trae alegría al corazón de Dios en un mundo de tristeza?
CRECIENDO POR MEDIO DE LA GENEROSIDAD
El Mar Muerto marca el nivel más bajo de la Tierra. A 430 metros bajo el nivel del mar, se ubica como el mar más bajo del mundo. El río Jordán desemboca en el mar de Galilea y serpentea a través del valle del Jordán hasta que termina en el Mar Muerto.
El clima cálido y seco, con la intensa luz solar y las condiciones del desierto, hace que el agua se evapore con bastante rapidez. Dado que el contenido de sales y minerales del Mar Muerto es del 33,7 por ciento, poco sobrevive en sus aguas. No hay peces ni plantas; solo algunos microbios y bacterias en el fondo.
En nuestra vida cristiana, si la gracia de Dios que fluye en nuestra vida no fluye hacia los demás, nos quedaremos estancados y casi sin vida, como el Mar Muerto. Como cristianos, no es así como debemos vivir.
Lee Juan 7:37 y 38 y Lucas 6:38. En contraste con la experiencia del Mar Muerto, cuando los creyentes reciben las refrescantes corrientes de agua viva de Cristo, ¿cuál es el resultado natural?
“Dios podría haber alcanzado su objetivo de salvar a los pecadores sin nuestra ayuda; pero, para que podamos desarrollar un carácter como el de Cristo, debemos participar en su obra. Con el fin de entrar en su gozo –el gozo de ver almas redimidas por su sacrificio–, debemos participar de sus labores en favor de su redención” (DTG 116).
“Los que quieren ser más que vencedores deben salir de su encierro en sí mismos, y lo único que realizará esta gran obra es interesarse intensamente por la salvación de otros” (FEC 230).
Crecemos a medida que compartimos con otros lo que Cristo ha hecho en nuestra propia vida. Teniendo en cuenta todo lo que se nos ha dado en Cristo, ¿qué, sino solo el egoísmo más abyecto, podría evitar que compartamos con los demás lo que nos han dado? Mientras tanto, si no compartimos nuestra fe, nuestra vida espiritual se volverá tan estancada como el Mar Muerto.
■ ¿Cuáles han sido tus propias experiencias al testificar a otros, orar con otros y ministrar a las necesidades de los demás? ¿Cómo han impactado estas experiencias en tu propia fe y en tu caminar con el Señor?
FIDELIDAD AL MANDATO DE CRISTO
La lealtad a Cristo requiere un compromiso de hacer su voluntad. Re-quiere obediencia a sus mandamientos. Resulta en un corazón que late con el corazón de Cristo para salvar a los perdidos. Da prioridad a las cosas que él prioriza.
Lee 1 Timoteo 2:3 y 4, y 2 Pedro 3:9. ¿Qué nos dicen estos pasajes sobre el corazón de Dios? ¿Cuál es su prioridad?
Dios es un apasionado de salvar personas. No hay nada más importante para él. Es su ferviente deseo que “todos” se salven y “vengan al conocimiento de la verdad” (1 Tim. 2:4); “no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Ped. 3:9). La palabra griega usada para “queriendo” es boulomai, que expresa la inclinación de la mente, como “querer” o “desear”. El Comentario bíblico adventista hace esta observación perspicaz sobre la pequeña palabra “sino”. La palabra griega para “sino” es alla. Se usa aquí para destacar “el contraste entre la tergiversación de la naturaleza de Dios, a saber, que podría querer que algunos perecieran, y la verdad de que él desea que todos sean salvos” (CBA 7:634). El mandato de Cristo de que cada uno de nosotros participe en su misión como testigos de su amor, gracia y verdad es una consecuencia de su deseo de que toda la humanidad sea salva.
Lee Hechos 13:47 y compáralo con Isaías 49:6. ¿A quién se aplicó inicialmente este pasaje? ¿Cómo lo usa el apóstol Pablo?
Hay momentos en que una profecía del Antiguo Testamento tiene más de una aplicación. Aquí, el apóstol Pablo toma una profecía que se refería primero a Israel y proféticamente al Mesías (ver Isa. 41:8; 49:6; Luc. 2:32) y la aplica a la iglesia del Nuevo Testamento. Para la iglesia, descuidar o minimizar el mandato de Cristo es fallar en el propósito de su existencia y perder su llamado profético al mundo.
■ ¿Cuáles son los peligros para la iglesia, incluso en el nivel de iglesia local, si se enfoca demasiado en sí misma al punto de que olvida su propósito original?
MOTIVADOS POR EL AMOR
Esta semana nos hemos centrado en responder la pregunta “¿Por qué testificar?” Hemos descubierto que, al compartir nuestra fe, tenemos la alegría de cooperar con Dios en su misión al mundo. Nuestro testimonio de su amor brinda mayores oportunidades de salvación a las personas, ya que pueden ver más claramente la gracia y la verdad divinas.
Al mismo tiempo, testificar es también uno de los medios de Dios para hacernos crecer espiritualmente. El hecho de no compartir lo que Cristo ha hecho por nosotros y de ministrar a otros estrangula la vida espiritual genuina.
Testificar nos pone en contacto con el corazón de aquel que anhela que toda la humanidad sea salvada. Es una respuesta de obediencia a su mandato. En la lección de hoy estudiaremos la mayor motivación para testificar.
Lee 2 Corintios 5:14 y 15, y 18 al 20. ¿Qué motivó a Pablo a experimentar pruebas, tribulaciones, peligros y dificultades por el bien del evangelio? ¿Cómo puede esta misma motivación impulsar nuestro servicio por Cristo?
El apóstol Pablo fue motivado por el amor. Hay cosas que harás por amor que no harías por ninguna otra razón. Cuando el apóstol declara “El amor de Cristo nos constriñe”, estaba diciendo una verdad eterna. La palabra constreñir significa “instar, impulsar, controlar o motivar mucho”. El amor de Cristo controlaba las acciones de Pablo y motivaba su testimonio. Con un propósito inquebrantable y un espíritu único, compartió el plan de salvación en todo el mundo mediterráneo.
“El amor debe residir en el corazón. Un cristiano cabal funda sus motivos de acción en el amor profundo que tiene por el Maestro. De las raíces de su amor a Cristo brota un interés abnegado por sus hermanos” (HC 368).
Cuando realmente reconocemos el inmenso sacrificio que Cristo ha hecho por nosotros, su amor nos asombra y nos impulsa a compartir con los demás lo que ha hecho por nosotros.
■ El que creó todo el Universo (las galaxias, las estrellas, la hueste angelical, todo el cosmos, otros mundos) fue el que murió en la Cruz por nosotros. ¿Cómo puede esta asombrosa verdad no crear en nosotros un amor por Dios y un deseo de compartir ese amor?
PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:
Lee Elena de White, Los hechos de los apóstoles, “El propósito de Dios para su iglesia”, pp. 9-14; y El Deseado de todas las gentes, pp. 761-768.
La iglesia del Nuevo Testamento enfrentaba el peligro de no entender el propósito de su existencia. Elena de White describe este peligro: “La persecución que sobrevino a la iglesia de Jerusalén dio gran impulso a la obra del evangelio. El éxito había acompañado la ministración de la Palabra en ese lugar, y había peligro de que los discípulos permanecieran demasiado tiempo allí, desatendiendo la comisión del Salvador de ir a todo el mundo. Olvidando que la fuerza para resistir al mal se obtiene mejor mediante el servicio agresivo, comenzaron a pensar que no tenían ninguna obra más importante que la de proteger a la iglesia de Jerusalén de los ataques del enemigo. En vez de enseñar a los nuevos conversos a llevar el evangelio a quienes no lo habían oído, corrían el peligro de adoptar una actitud que indujera a todos a sentirse satisfechos con lo que habían realizado” (HAp 87, 88).
PREGUNTAS PARA DIALOGAR:
1. Lee cuidadosamente la cita de Elena de White que aparece arriba, especialmente la última línea. ¿Por qué incluso hoy debemos tener cuidado con el mismo peligro potencial? Ante los desafíos misioneros que tenemos por delante, ¿por qué esa actitud sería tan terrible, incluso trágicamente, equivocada?
2. ¿Por qué crees que cada uno de los evangelios termina con un mandato similar? Lee Mateo 28:18 al 20, Marcos 16:15 y 16, Lucas 24:46 al 49 y Juan 20:21. ¿Qué significó esto para los creyentes del primer siglo y qué debería significar para nosotros hoy?
3. ¿Pueden el testimonio y el servicio convertirse en un sustituto de la espiritualidad genuina? Si es así, ¿de qué manera, y cómo podemos cuidarnos de esa trampa?
4. En clase, habla acerca de la respuesta a la pregunta que está al final de la lección del martes, sobre cómo ser testigo y ministrar impacta en tu propio crecimiento espiritual. ¿Cuáles son algunas cosas que has aprendido que pueden ayudar a otros? ¿Qué errores has cometido que podrías ayudar a otros a evitar?
5. Reflexiona sobre el hecho sorprendente de que Dios nos ama a cada uno de nosotros individualmente. ¿Cómo entiendes lo que esto significa? ¿Cómo debería esto, quizás la verdad más importante en todo el universo, impactar tu forma de vida?
Dios lo bendiga!!!
EL SÁBADO ENSEÑARÉ...
Texto clave: Lucas 15:1-7.
Emfoque del estudio: Sofonías 3:17; Juan 7:37; 1 Timoteo 2:3, 4; 2 Corintios 5:14, 15
Parte I: RESEÑA
En lo profundo del corazón de Dios está su deseo de que todas las personas sean salvas en su Reino. No hay nada que desee más que cada uno de nosotros experimente personalmente el gozo de la salvación y viva eternamente con él. Dios ha dispuesto todos los poderes del cielo para redimirnos. Jesús vino a la Tierra para revelar el amor sin medida del Padre a la humanidad, vivir la vida perfecta que nosotros deberíamos haber vivido, llevar la condenación de nuestros pecados en la Cruz y morir la muerte que nosotros deberíamos haber muerto.
En Cristo, vemos cómo es realmente el Padre. Jesús disipa el mito de que Dios no es amoroso. Hace milenios, Lucifer, un ser de deslumbrante brillo, tergiversó el carácter de Dios. Jesús vino a dejar las cosas en claro: Dios no es un juez vengativo ni un tirano iracundo; es un Padre amoroso que quiere que todos sus hijos estén en casa lo antes posible.
Testificar tiene todo que ver con Dios. Es participar en su misión. Es compartir su amor con los demás. Es revelar en nuestras vidas y palabras su carácter de amor. Cuando testificamos a los demás, entramos en la alegría más grande de la vida y crecemos para ser más como Jesús. El servicio mata de hambre el egoísmo. Cuanto más compartimos el amor de Dios, más aumenta nuestro amor por él.
Parte II: COMENTARIO
¿Alguna vez te has hecho la pregunta de por qué deberías compartir tu fe? ¿No está haciendo Dios todo lo que puede para salvar a las personas sin tu testimonio? El testificar ¿marca alguna diferencia en la salvación personal de un individuo?
Es cierto que Dios se revela de diversas maneras, no se limita a nuestro testimonio. David afirma: “Los cielos cuentan la gloria de Dios, Y el firmamento anuncia la obra de sus manos. Un día emite palabra a otro día, y una noche a otra noche declara sabiduría. No hay lenguaje, ni palabras, ni es oída su voz” (Sal. 19:1–3). El diseño, el orden y la simetría del Universo revelan a un Dios diseñador de inteligencia infinita.
El ministerio del Espíritu Santo en cada uno de nuestros corazones crea dentro de nosotros un deseo de conocer a Dios. Este anhelo por la eternidad dentro de cada uno de nosotros es una evidencia poderosa de la existencia de Dios. Luego, por supuesto, están esas providencias inusuales que cada uno de nosotros experimenta, que nos hacen reflexionar sobre la realidad de la presencia de Dios. Cada vez que experimentamos amor cuando no lo merecemos o un acto amable inesperado, vemos tangiblemente una revelación del carácter de Dios. Dios está constantemente buscando atraernos a él de múltiples maneras.
Si esto es cierto, ¿por qué ser testigo? ¿Por qué no dejar que Dios haga su trabajo y lo termine? ¿Por qué no dar un paso atrás, y dejar que la naturaleza, como dice David, haga el trabajo de declarar la gloria de Dios? La naturaleza nos da mensajes mixtos. Aunque revela el diseño complejo infinito de Dios, también puede revelar destrucción y devastación en huracanes, inundaciones, incendios forestales, tifones y otros desastres naturales. Miles mueren de repente. ¿Qué dice esto sobre Dios y la gran controversia entre el bien y el mal? La naturaleza presenta tanto el bien como el mal, pero no revela la razón por la que existen el bien y el mal.
Ni las providencias de la vida ni nuestros propios anhelos pueden proporcionar una explicación satisfactoria de la existencia del bien y del mal. Es cierto que hay un anhelo de Dios en cada uno de nosotros; pero también es cierto que tenemos una naturaleza pecaminosa y caída, y encontramos una batalla interna. Podemos conocer lo correcto, pero no tenemos dentro de nosotros el poder de hacer lo correcto. Del mismo modo, las providencias en nuestra vida revelan a un Dios que se preocupa, pero hay muchas cosas que suceden en nuestra vida que nos recuerdan que vivimos en un mundo de bien y de mal. Por lo tanto, la pregunta persiste: “¿Por qué existen el bien y el mal en el mundo?” ¿Cuál es su origen, y cuál es el destino de la humanidad? Ni la naturaleza, ni las providencias de la vida ni nuestros anhelos internos pueden abordar esta cuestión de manera satisfactoria como lo puede hacer el testificar a otros a través de la Palabra de Dios.
La razón por la que somos testigos no es para dar a las personas su única oportunidad de salvación; Dios puede salvarlas de múltiples maneras sin nuestra ayuda. La razón por la que somos testigos es doble.
Primero, somos testigos porque el amor de Cristo desborda de nuestros corazones hacia los demás, y queremos que tengan la mejor oportunidad posible de salvación. La revelación más clara del carácter de Dios no está en la naturaleza, las providencias de la vida o nuestros anhelos internos. Cada uno de estos son evidencia de la existencia de Dios, pero no retratan claramente su carácter amoroso. La revelación más clara del carácter de Dios se encuentra en la vida de Cristo como se revela en las Escrituras. Compartir la Palabra de Dios con otros –abrirles las Escrituras y explicar las grandes verdades de la Biblia– revela quién es él y brinda la mejor oportunidad para que cada persona conozca y comprenda su amor y su verdad. En el conflicto cósmico entre el bien y el mal, las Escrituras presentan las respuestas finales a los grandes interrogantes de la vida.
En segundo lugar, testificamos porque sabemos que testificar es uno de los medios del Cielo para llevar alegría al corazón de Dios y permitirnos crecer espiritualmente. Cuanto más lo amamos, más compartimos su amor; cuanto más compartimos su amor, más lo amamos. A medida que compartimos la Palabra de Dios con los demás, nos acercamos más a él. La Palabra que cambia la vida no solo cambia a aquellos con quienes estudiamos la Biblia, nos cambia a nosotros mismos a medida que estudiamos con ellos.
Ampliar la Palabra
El capítulo quince del Evangelio de Lucas comparte tres historias sobre el corazón de Dios. Estas historias atemporales retratan a un Dios apasionado por salvar a los perdidos. Él es el incansable Pastor que busca a su oveja perdida hasta que la encuentra. Él es la mujer triste, que registra su casa de rodillas para encontrar la preciosa moneda perdida de su dote de bodas. Él es el padre ansioso, que constantemente busca en el horizonte a su hijo perdido que vuelve a casa. En cada historia, cuando se encuentra lo perdido, hay alegría. Todo el cielo se regocija cuando hombres y mujeres aceptan la salvación que Cristo ha dado tan voluntariamente en la Cruz.
Hay cuatro puntos importantes que Jesús despliega en la historia de la oveja perdida. Primero, el amor de Dios persigue a los perdidos; Lucas 15:4 declara que el pastor va tras la oveja perdida. Nuestro Dios es un Dios perseguidor. No dejará que sus hijos se vayan fácilmente. Los busca dondequiera que vayan. Los busca con un amor implacable. Lo segundo que notamos sobre nuestro pasaje es que el pastor persigue a la oveja perdida hasta que la encuentra. El amor de Dios persevera. No se rinde con nosotros fácilmente. No podemos cansarlo. Nunca abandonará su búsqueda. Si un pastor del Cercano Oriente en la época de Cristo perdía una de sus ovejas, era necesario regresar al rebaño con la oveja perdida o regresar con su cadáver, para demostrar que había hecho todo lo posible para encontrarla.
Cada oveja era valiosa para el pastor. Conocía tan bien al rebaño que inmediatamente se daba cuenta de que faltaba una oveja. Para Cristo, no somos una masa de humanidad sin nombre, sino individuos creados a su imagen, que él ha redimido por su gracia.
El último punto de esta historia es que, cuando se encuentra la oveja perdida, el pastor exclama de alegría: “Gozaos conmigo, porque he encontrado mi oveja que se había perdido” (Luc. 15:6). El Buen Pastor persigue a sus ovejas perdidas. El Buen Pastor persevera hasta que encuentra a sus ovejas perdidas, y el Buen Pastor se regocija cuando las encuentra. Dios no es un Dios sin emociones. Él es un Dios que se llena de alegría cuando los perdidos son hallados.
En un mundo de desilusión y tristeza, trae alegría al corazón de Cristo cuando participamos con él en ganar almas. Cuando nuestro corazón late con el corazón de Dios y nuestra mente es una con su mente, unida en el único propósito del testimonio, su corazón se llena de una alegría indescriptible.
Ilustración
¿Alguna vez has pasado horas buscando el regalo adecuado para alguien que amas? Pudo haber sido un cumpleaños, un aniversario, la Navidad u otra ocasión especial. Cuando finalmente descubriste el regalo que estabas buscando, te emocionaste. El regalo coincidió con la persona y con el evento. No podías esperar para dárselo a esta persona especial. Cuando finalmente llegó el día, y esta persona desenvolvió su regalo especial, estaba encantada. Esta persona te abrazó y dijo: “¡Muchas gracias!”
¿Quién recibió mayor alegría por el regalo? ¿Tú o la persona a la que se lo diste? Por supuesto, los dos estaban alegres, pero hay una satisfacción especial que surge cuando damos algo de valor a otra persona. El obsequio desinteresado te une a otra persona de una manera única.
Cuando compartimos el regalo más preciado de todos, Jesucristo, una alegría llena nuestros propios corazones. Hay una satisfacción interna profunda porque hemos producido una diferencia eterna. Cuando un individuo con el que compartimos a Cristo acepta las verdades de la Escritura, hacemos amigos por la eternidad. No hay mayor alegría. Elena de White lo dice bien: “El espíritu de trabajo desinteresado por otros da al carácter profundidad, estabilidad y amabilidad como las de Cristo, y trae paz y felicidad a su poseedor” (CC 68). Todavía es una verdad eterna que “más bienaventurado es dar que recibir” (Hech. 20:35).
Parte III: APLICACIÓN A LA VIDA
Piensa en alguien en tu esfera de influencia que podría estar abierto a saber más acerca de Jesús. Puede ser un hijo o una hija, un esposo o una esposa, un compañero de trabajo, un vecino o un amigo. Pide a Dios que cree una oportunidad para que puedas guiar la conversación en una dirección espiritual. No sientas que tienes que crear una oportunidad que no se presente; la misión es de Dios. No necesariamente creamos oportunidades; Dios lo hace. Somos sensibles a las oportunidades que Dios crea y cooperamos constantemente con él para caminar por las puertas que él abre.
Cuando una persona está en una transición en la vida, está más abierta a las realidades espirituales. Esta persona puede estar pasando por un momento difícil. Posiblemente le hayan diagnosticado una enfermedad grave, haya tenido una relación rota, enfrentado una crisis laboral o esté afrontando una decisión importante. Cada una de estas encrucijadas ofrece la oportunidad de dar un testimonio personal de la fidelidad de Dios, compartir una promesa de la Palabra de Dios u ofrecer una breve oración por ese amigo. Recuerda que ganamos a nuestros amigos para Cristo, no a nuestros enemigos. Primero hacemos un amigo, luego hacemos un amigo cristiano y luego hacemos un amigo cristiano adventista del séptimo día. Nuestro objetivo es hacer amigos para Dios, y dejar que él guíe a nuestros amigos en un viaje de descubrimiento hacia las verdades más profundas de su Palabra.
Dios lo bendiga!!!
¿POR QUÉ TESTIFICAR?
Sábado 27 de junio
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Santiago 5:19, 20; Lucas 15:6; Sofonías 3:17; Juan 7:37, 38; 1 Timoteo 2:3, 4; 2 Corintios 5:14, 15.
PARA MEMORIZAR:
“Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad” (1 Tim. 2:3, 4).
El gran anhelo de Dios es que todas las personas en todas partes respondan a su amor, acepten su gracia, sean transformadas por su Espíritu y sean salvas en su Reino. No tiene mayor deseo que nuestra salvación. Su amor no tiene límites. Su misericordia no tiene medida. Su compasión es eterna. Su perdón es inagotable. Su poder es infinito. A diferencia de los dioses paganos, que exigían sacrificios, nuestro Dios ha hecho el sacrificio supremo. No importa cuánto deseemos ser salvos, Dios anhela salvarnos más. “Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad” (1 Tim. 2:3, 4). El anhelo de su corazón es por tu salvación y la mía.
Testificar se trata de Jesús. Se trata de lo que ha hecho para salvarnos, de cómo ha cambiado nuestra vida y de las maravillosas verdades de su Palabra, que nos dicen quién es él y la belleza de su carácter. ¿Por qué testificar? Cuando entendemos quién es él y hemos experimentado las maravillas de su gracia y el poder de su amor, no podemos estar en silencio. ¿Por qué testificar? Mientras participamos con él, entramos en su gozo de ver personas redimidas por su gracia y transformadas por su amor.
Notas EGW
Sábado
La Divinidad se conmovió de piedad por la humanidad, y el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo se dieron a sí mismos a la obra de formar un plan de redención. Con el fin de llevar a cabo plenamente ese plan, se decidió que Cristo, el Hijo unigénito de Dios, se entregara a sí mismo como ofrenda por el pecado. ¿Con qué se podría medir la profundidad de este amor? Dios quería hacer que resultara imposible para el hombre decir que hubiera podido hacer más. Con Cristo, dio todos los recursos del cielo, para que nada faltara en el plan de la elevación de los seres humanos. Este es amor, y su contemplación debiera llenar el alma con gratitud inexpresable. ¡Oh, cuánto amor, cuánto amor incomparable! La contemplación de este amor limpiará el alma del egoísmo. Hará que el discípulo se niegue a sí mismo, tome su cruz y siga al Redentor (Consejos sobre la salud, pp. 219, 220).
La naturaleza habla a sus sentidos, declarándoles que hay un Dios viviente, Creador y supremo Soberano del universo. “Los cielos cuentan la gloria de Dios, y la expansión denuncia la obra de sus manos…”. Salmo 19:1. La belleza que cubre la tierra es una demostración del amor de Dios. La podemos contemplar en las colinas eternas, en los corpulentos árboles, en los capullos que se abren y en las delicadas flores. Todas estas cosas nos hablan de Dios. El sábado señalando siempre hacia el que lo creó todo, manda a los hombres que abran el gran libro de la naturaleza y escudriñen allí la sabiduría, el poder y el amor del Creador (Patriarcas y profetas, p. 29).
Todos los manantiales de ternura que se hayan abierto en las almas de los hombres, son tan solo como una gota del ilimitado océano, cuando se comparan con el amor infinito e inagotable de Dios. La lengua no lo puede expresar, la pluma no lo puede describir. Podéis meditar en él cada día de vuestra vida; podéis escudriñar las Escrituras diligentemente a fin de comprenderlo; podéis dedicar toda facultad y capacidad que Dios os ha dado al esfuerzo de comprender el amor y la compasión del Padre celestial; y aun queda su infinidad. Podéis estudiar este amor durante siglos, sin comprender nunca plenamente la longitud y la anchura, la profundidad y la altura del amor de Dios al dar a su Hijo para que muriese por el mundo. La eternidad misma no lo revelará nunca plenamente.
Sin embargo, cuando estudiemos la Biblia y meditemos en la vida de Cristo y el plan de redención, estos grandes temas se revelarán más y más a nuestro entendimiento (Testimonios para la iglesia, t. 5, pp. 691, 692).
Todos han de brillar, porque la luz de la verdad ha descendido sobre ellos, y no pueden dejar de iluminar en medio de las tinieblas morales del mundo…
Hay almas que necesitan ser reavivadas; muchos deben recibir el gozo de la salvación dentro de sus propias almas. Ellos han errado, no han estado edificando un carácter correcto, pero para el Señor es motivo de regocijo restituirles aun el gozo de su Ungido. Esto proveerá eficiencia, felicidad y una seguridad santificada; un testimonio vivo… Hay sanamiento y purificación para toda alma que vaya a Cristo. Hay bálsamo en Galaad, hay allí médico (Alza tus ojos, p. 285).
Sábado
La Divinidad se conmovió de piedad por la humanidad, y el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo se dieron a sí mismos a la obra de formar un plan de redención. Con el fin de llevar a cabo plenamente ese plan, se decidió que Cristo, el Hijo unigénito de Dios, se entregara a sí mismo como ofrenda por el pecado. ¿Con qué se podría medir la profundidad de este amor? Dios quería hacer que resultara imposible para el hombre decir que hubiera podido hacer más. Con Cristo, dio todos los recursos del cielo, para que nada faltara en el plan de la elevación de los seres humanos. Este es amor, y su contemplación debiera llenar el alma con gratitud inexpresable. ¡Oh, cuánto amor, cuánto amor incomparable! La contemplación de este amor limpiará el alma del egoísmo. Hará que el discípulo se niegue a sí mismo, tome su cruz y siga al Redentor (Consejos sobre la salud, pp. 219, 220).
La naturaleza habla a sus sentidos, declarándoles que hay un Dios viviente, Creador y supremo Soberano del universo. “Los cielos cuentan la gloria de Dios, y la expansión denuncia la obra de sus manos…”. Salmo 19:1. La belleza que cubre la tierra es una demostración del amor de Dios. La podemos contemplar en las colinas eternas, en los corpulentos árboles, en los capullos que se abren y en las delicadas flores. Todas estas cosas nos hablan de Dios. El sábado señalando siempre hacia el que lo creó todo, manda a los hombres que abran el gran libro de la naturaleza y escudriñen allí la sabiduría, el poder y el amor del Creador (Patriarcas y profetas, p. 29).
Todos los manantiales de ternura que se hayan abierto en las almas de los hombres, son tan solo como una gota del ilimitado océano, cuando se comparan con el amor infinito e inagotable de Dios. La lengua no lo puede expresar, la pluma no lo puede describir. Podéis meditar en él cada día de vuestra vida; podéis escudriñar las Escrituras diligentemente a fin de comprenderlo; podéis dedicar toda facultad y capacidad que Dios os ha dado al esfuerzo de comprender el amor y la compasión del Padre celestial; y aun queda su infinidad. Podéis estudiar este amor durante siglos, sin comprender nunca plenamente la longitud y la anchura, la profundidad y la altura del amor de Dios al dar a su Hijo para que muriese por el mundo. La eternidad misma no lo revelará nunca plenamente.
Sin embargo, cuando estudiemos la Biblia y meditemos en la vida de Cristo y el plan de redención, estos grandes temas se revelarán más y más a nuestro entendimiento (Testimonios para la iglesia, t. 5, pp. 691, 692).
Todos han de brillar, porque la luz de la verdad ha descendido sobre ellos, y no pueden dejar de iluminar en medio de las tinieblas morales del mundo…
Hay almas que necesitan ser reavivadas; muchos deben recibir el gozo de la salvación dentro de sus propias almas. Ellos han errado, no han estado edificando un carácter correcto, pero para el Señor es motivo de regocijo restituirles aun el gozo de su Ungido. Esto proveerá eficiencia, felicidad y una seguridad santificada; un testimonio vivo… Hay sanamiento y purificación para toda alma que vaya a Cristo. Hay bálsamo en Galaad, hay allí médico (Alza tus ojos, p. 285).
Domingo 28 de junio
PROVEER OPORTUNIDADES PARA LA SALVACIÓN
Dios brinda oportunidades diariamente para que las personas, en todas partes, lo conozcan. Él obra en los corazones a través de su Espíritu Santo. Se revela en la belleza y la complejidad del mundo natural. La inmensidad, el orden y la simetría del Universo hablan de un Dios eterno con sabiduría ilimitada y poder infinito. Él dispone circunstancias o providencias en nuestra vida para atraernos a él.
Aunque Dios se revela a través de las impresiones de su Espíritu, las glorias de la naturaleza y los actos de providencia, la revelación más clara de su amor se encuentra en la vida y el ministerio de Jesucristo. Cuando compartimos a Jesús con otros, les brindamos la mejor oportunidad para ser salvos.
Lee Lucas 19:10 y compáralo con Santiago 5:19 y 20. ¿Qué enseña el Evangelio de Lucas sobre el propósito de Cristo al venir a la Tierra? ¿Cómo cooperamos con Cristo en su obra de salvar a los perdidos?
Según Santiago, “el que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma, y cubrirá multitud de pecados” (Sant. 5:20). El libro de Romanos amplía este pensamiento. En Romanos 1 y 2, tanto los gentiles que han visto la revelación de Dios en la naturaleza como los judíos que han recibido la revelación profética de Dios en las Escrituras están perdidos sin Cristo. En Romanos 3 al 5, el apóstol revela que la salvación viene por gracia solo a través de la fe. En Romanos 6 al 8, describe cómo la gracia que justifica a cada creyente también es la gracia santificadora. En Romanos 10, declara que “todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo” (Rom. 10:13), y luego señala que nadie puede invocar si no ha creído, y nadie puede creer si no ha oído, y nadie puede oír a menos que alguien les hable. Somos los eslabones de Dios en el plan de salvación para alcanzar a las personas perdidas con la gloria del evangelio.
■ No testificamos para dar a las personas la única oportunidad de ser salvados; testificamos para darles la mejor oportunidad. ¿Cuál es nuestro papel en el plan de Dios de redimir a la raza humana? Piensa también en esto: ¿cuántas personas han escuchado el evangelio de tus propios labios?
Notas EGW
Domingo
Los siervos de Dios deben utilizar todos los medios a su alcance para engrandecer su reino. El apóstol Pablo declara que “es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad… Que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias por todos los hombres” 1 Timoteo 2:3-4, 1. Y Santiago agrega: “Sepa que el que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma y cubrirá multitud de pecados”. Santiago 5:20. Cada creyente está comprometido a unirse con sus hermanos para proclamar la invitación: “Venid, que ya todo está preparado”. Lucas 14:17. Cada uno debe animar a los demás a realizar un trabajo de todo corazón. Una iglesia viviente está llamada a llevar a la gente invitaciones conmovedoras. Las almas sedientas han de ser conducidas al agua de la vida.
Los apóstoles llevaban sobre sí la pesada responsabilidad de extender su esfera de acción para proclamar el evangelio en las regiones lejanas. De su ejemplo se desprende el hecho de que en la viña del Señor no hay lugar para gente inactiva. Sus servidores tienen el deber de agrandar constantemente el círculo de sus esfuerzos. Siempre deben realizar más, nunca menos. La obra del Señor ha de crecer y expandirse hasta circuir el mundo (Testimonios para la iglesia, t. 7, pp. 17, 18).
Hay quienes han tenido muy escasas oportunidades, y han transitado por los caminos del error porque no conocían ningún camino mejor, a los cuales les llegarán los rayos de la luz. Como vinieron a Zaqueo las palabras de Cristo: “Hoy es necesario que pose en tu casa”, así vendrá a ellos la palabra; y se descubrirá que aquellos a quienes se suponía pecadores endurecidos tienen un corazón tan tierno como el de un niño porque Cristo se ha dignado tenerlos en cuenta. Muchos se volverán de los más groseros errores y pecados, y tomarán el lugar de otros que han tenido oportunidades y privilegios pero que no los han apreciado. Serán considerados los elegidos de Dios, escogidos y preciosos; y cuando Cristo venga en su reino, estarán junto a su trono (Conflicto y valor, p. 301).
Aun a aquellos que habían caído más bajo [Cristo] los trataba con respeto. Era un dolor continuo para Cristo arrostrar la hostilidad, la depravación y la impureza; pero nunca dijo nada que denotase que su sensibilidad había sido herida u ofendido su gusto refinado. Cualesquiera que fueran los hábitos viciosos, los fuertes prejuicios o las pasiones despóticas de los seres humanos, siempre les hacía frente con ternura compasiva. Al participar de su Espíritu, miraremos a todos los hombres como a hermanos, que sufren las mismas tentaciones y pruebas que nosotros, que caen a menudo y se esfuerzan por levantarse, que luchan con desalientos y dificultades, y que anhelan simpatía y ayuda. Entonces los trataremos de tal manera que no los desalentemos ni los rechacemos, sino que despertemos esperanza en sus corazones (El ministerio de curación, pp. 122, 123).
Domingo
Los siervos de Dios deben utilizar todos los medios a su alcance para engrandecer su reino. El apóstol Pablo declara que “es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad… Que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias por todos los hombres” 1 Timoteo 2:3-4, 1. Y Santiago agrega: “Sepa que el que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma y cubrirá multitud de pecados”. Santiago 5:20. Cada creyente está comprometido a unirse con sus hermanos para proclamar la invitación: “Venid, que ya todo está preparado”. Lucas 14:17. Cada uno debe animar a los demás a realizar un trabajo de todo corazón. Una iglesia viviente está llamada a llevar a la gente invitaciones conmovedoras. Las almas sedientas han de ser conducidas al agua de la vida.
Los apóstoles llevaban sobre sí la pesada responsabilidad de extender su esfera de acción para proclamar el evangelio en las regiones lejanas. De su ejemplo se desprende el hecho de que en la viña del Señor no hay lugar para gente inactiva. Sus servidores tienen el deber de agrandar constantemente el círculo de sus esfuerzos. Siempre deben realizar más, nunca menos. La obra del Señor ha de crecer y expandirse hasta circuir el mundo (Testimonios para la iglesia, t. 7, pp. 17, 18).
Hay quienes han tenido muy escasas oportunidades, y han transitado por los caminos del error porque no conocían ningún camino mejor, a los cuales les llegarán los rayos de la luz. Como vinieron a Zaqueo las palabras de Cristo: “Hoy es necesario que pose en tu casa”, así vendrá a ellos la palabra; y se descubrirá que aquellos a quienes se suponía pecadores endurecidos tienen un corazón tan tierno como el de un niño porque Cristo se ha dignado tenerlos en cuenta. Muchos se volverán de los más groseros errores y pecados, y tomarán el lugar de otros que han tenido oportunidades y privilegios pero que no los han apreciado. Serán considerados los elegidos de Dios, escogidos y preciosos; y cuando Cristo venga en su reino, estarán junto a su trono (Conflicto y valor, p. 301).
Aun a aquellos que habían caído más bajo [Cristo] los trataba con respeto. Era un dolor continuo para Cristo arrostrar la hostilidad, la depravación y la impureza; pero nunca dijo nada que denotase que su sensibilidad había sido herida u ofendido su gusto refinado. Cualesquiera que fueran los hábitos viciosos, los fuertes prejuicios o las pasiones despóticas de los seres humanos, siempre les hacía frente con ternura compasiva. Al participar de su Espíritu, miraremos a todos los hombres como a hermanos, que sufren las mismas tentaciones y pruebas que nosotros, que caen a menudo y se esfuerzan por levantarse, que luchan con desalientos y dificultades, y que anhelan simpatía y ayuda. Entonces los trataremos de tal manera que no los desalentemos ni los rechacemos, sino que despertemos esperanza en sus corazones (El ministerio de curación, pp. 122, 123).
Lunes 29 de junio
HACER FELIZ A JESÚS
¿Alguien te ha preguntado alguna vez cómo va tu día?: “¿Está todo bien hoy?” ¿Qué sucedería si le hicieras esas preguntas a Dios? “Dios, ¿cómo va tu día?” ¿Qué tipo de respuesta crees que recibirías? Posiblemente, sería algo así como esto: “Mi día ha sido extremadamente difícil. Las lágrimas llenaron mis ojos por mil campos de refugiados llenos de niños con frío, hambrientos y llorando. Caminé por las calles de las ciudades atestadas de gente del mundo, y lloré con los indigentes y sin hogar. Mi corazón se quebranta al ver a las mujeres y los niños asustados, maltratados y vendidos como esclavos sexuales. Fui testigo de los estragos de la guerra, los efectos devastadores de los desastres naturales y la dolorosa agonía de enfermedades debilitantes y mortales”. “Pero, Dios, ¿hay algo que te haga alegrarte? ¿Hay algo que alegra tu corazón? ¿Hay algo que te haga cantar?”
Lee Lucas 15:6, 7, 9, 10, 22 al 24 y 32. ¿Cómo terminan estas historias y qué te dicen estos finales acerca de Dios?
Todo el cielo se regocija cuando se encuentra a los perdidos. En un mundo lleno de enfermedades, desastres y muerte, podemos llevar alegría al corazón de Dios al compartir las “buenas nuevas” de salvación con los demás. Una de las mayores motivaciones para compartir el amor de Cristo es el conocimiento de que el testimonio trae alegría al corazón de Dios. Cada vez que revelamos su amor, todo el cielo canta.
Lee Sofonías 3:17. ¿Cuál es la respuesta de nuestro Señor cuando aceptamos su gracia salvadora?
Imagina esta escena. Como resultado de tu testimonio, algún hombre, mujer o niño y niña acepta a Jesús como su Salvador personal. Jesús se regocija. Todo el cielo estalla en una canción entusiasta, y nuestro poderoso Salvador se regocija cantando por esa persona. ¿Qué puede ser más gratificante, más reconfortante, que saber que tu testimonio trae alegría al corazón de Dios en un mundo de tristeza?
Notas EGW
Lunes
Se deja a las noventa y nueve en el desierto, y se inicia la búsqueda de aquella que se extravió. Cuando se la encuentra, el pastor la pone sobre sus hombros y regresa gozoso.
Y aún se requiere una mayor demostración de gozo. Se llama a los amigos y vecinos para que se regocijen con el pastor, “porque he hallado mi oveja que se había perdido”. El haber hallado la oveja perdida constituye el motivo del regocijo: nadie se interesa más en el hecho de que se haya extraviado, porque el gozo de haberla encontrado de nuevo supera la pena de la pérdida y la preocupación, las perplejidades y los peligros que se afrontan al buscar a la oveja perdida y al traerla de nuevo a un lugar seguro. “Os digo, que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos, que no necesitan de arrepentimiento”. Lucas 15:7 (Exaltad a Jesús, p. 200).
La moneda, aunque se encuentre entre el polvo y la basura, es siempre una pieza de plata. Su dueño la busca porque es de valor. Así toda alma, aunque degradada por el pecado, es considerada preciosa a la vista de Dios. Así como la moneda lleva la imagen e inscripción de las autoridades, también el hombre, al ser creado, llevaba la imagen y la inscripción de Dios, y aunque ahora está malograda y oscurecida por la influencia del pecado, quedan aun en cada alma los rastros de esa inscripción. Dios desea recobrar esa alma, y volver a escribir en ella su propia imagen en justicia y santidad.
La mujer de la parábola busca diligentemente su moneda perdida. Enciende el candil y barre la casa. Quita todo lo que pueda obstruir su búsqueda. Aunque solo ha perdido una dracma, no cesará en sus esfuerzos hasta encontrarla. Así también en la familia, si uno de los miembros se pierde para Dios, deben usarse todos los medios para rescatarlo (Palabras de vida del gran Maestro, pp. 152, 153).
Al ser así obreros juntamente con Dios, el trabajo lleva la estampa de lo divino…
¡Con qué gozo contempla el cielo estas influencias combinadas! Todo el cielo observa esos agentes que son como la mano para llevar a cabo el propósito de Dios en la tierra, cumpliendo así la voluntad de Dios en el cielo. Tal cooperación realiza un trabajo que trae honor y gloria y majestad a Dios. ¡Oh, si todos amaran como Cristo amó, para que la gente que perece pueda ser salvada de la ruina, qué cambio se produciría en nuestro mundo!…
Jehová está en medio de ti, poderoso, él salvará; se gozará sobre ti con alegría, callará de amor, se regocijará sobre ti con cánticos”. Sofonías 3:12-17. ¡Qué cuadro es este! ¿Podemos captar su significado? (Testimonios para la iglesia, t. 6, pp. 455, 456).
Lunes
Se deja a las noventa y nueve en el desierto, y se inicia la búsqueda de aquella que se extravió. Cuando se la encuentra, el pastor la pone sobre sus hombros y regresa gozoso.
Y aún se requiere una mayor demostración de gozo. Se llama a los amigos y vecinos para que se regocijen con el pastor, “porque he hallado mi oveja que se había perdido”. El haber hallado la oveja perdida constituye el motivo del regocijo: nadie se interesa más en el hecho de que se haya extraviado, porque el gozo de haberla encontrado de nuevo supera la pena de la pérdida y la preocupación, las perplejidades y los peligros que se afrontan al buscar a la oveja perdida y al traerla de nuevo a un lugar seguro. “Os digo, que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos, que no necesitan de arrepentimiento”. Lucas 15:7 (Exaltad a Jesús, p. 200).
La moneda, aunque se encuentre entre el polvo y la basura, es siempre una pieza de plata. Su dueño la busca porque es de valor. Así toda alma, aunque degradada por el pecado, es considerada preciosa a la vista de Dios. Así como la moneda lleva la imagen e inscripción de las autoridades, también el hombre, al ser creado, llevaba la imagen y la inscripción de Dios, y aunque ahora está malograda y oscurecida por la influencia del pecado, quedan aun en cada alma los rastros de esa inscripción. Dios desea recobrar esa alma, y volver a escribir en ella su propia imagen en justicia y santidad.
La mujer de la parábola busca diligentemente su moneda perdida. Enciende el candil y barre la casa. Quita todo lo que pueda obstruir su búsqueda. Aunque solo ha perdido una dracma, no cesará en sus esfuerzos hasta encontrarla. Así también en la familia, si uno de los miembros se pierde para Dios, deben usarse todos los medios para rescatarlo (Palabras de vida del gran Maestro, pp. 152, 153).
Al ser así obreros juntamente con Dios, el trabajo lleva la estampa de lo divino…
¡Con qué gozo contempla el cielo estas influencias combinadas! Todo el cielo observa esos agentes que son como la mano para llevar a cabo el propósito de Dios en la tierra, cumpliendo así la voluntad de Dios en el cielo. Tal cooperación realiza un trabajo que trae honor y gloria y majestad a Dios. ¡Oh, si todos amaran como Cristo amó, para que la gente que perece pueda ser salvada de la ruina, qué cambio se produciría en nuestro mundo!…
Jehová está en medio de ti, poderoso, él salvará; se gozará sobre ti con alegría, callará de amor, se regocijará sobre ti con cánticos”. Sofonías 3:12-17. ¡Qué cuadro es este! ¿Podemos captar su significado? (Testimonios para la iglesia, t. 6, pp. 455, 456).
Martes 30 de junio
CRECIENDO POR MEDIO DE LA GENEROSIDAD
El Mar Muerto marca el nivel más bajo de la Tierra. A 430 metros bajo el nivel del mar, se ubica como el mar más bajo del mundo. El río Jordán desemboca en el mar de Galilea y serpentea a través del valle del Jordán hasta que termina en el Mar Muerto.
El clima cálido y seco, con la intensa luz solar y las condiciones del desierto, hace que el agua se evapore con bastante rapidez. Dado que el contenido de sales y minerales del Mar Muerto es del 33,7 por ciento, poco sobrevive en sus aguas. No hay peces ni plantas; solo algunos microbios y bacterias en el fondo.
En nuestra vida cristiana, si la gracia de Dios que fluye en nuestra vida no fluye hacia los demás, nos quedaremos estancados y casi sin vida, como el Mar Muerto. Como cristianos, no es así como debemos vivir.
Lee Juan 7:37 y 38 y Lucas 6:38. En contraste con la experiencia del Mar Muerto, cuando los creyentes reciben las refrescantes corrientes de agua viva de Cristo, ¿cuál es el resultado natural?
“Dios podría haber alcanzado su objetivo de salvar a los pecadores sin nuestra ayuda; pero, para que podamos desarrollar un carácter como el de Cristo, debemos participar en su obra. Con el fin de entrar en su gozo –el gozo de ver almas redimidas por su sacrificio–, debemos participar de sus labores en favor de su redención” (DTG 116).
“Los que quieren ser más que vencedores deben salir de su encierro en sí mismos, y lo único que realizará esta gran obra es interesarse intensamente por la salvación de otros” (FEC 230).
Crecemos a medida que compartimos con otros lo que Cristo ha hecho en nuestra propia vida. Teniendo en cuenta todo lo que se nos ha dado en Cristo, ¿qué, sino solo el egoísmo más abyecto, podría evitar que compartamos con los demás lo que nos han dado? Mientras tanto, si no compartimos nuestra fe, nuestra vida espiritual se volverá tan estancada como el Mar Muerto.
■ ¿Cuáles han sido tus propias experiencias al testificar a otros, orar con otros y ministrar a las necesidades de los demás? ¿Cómo han impactado estas experiencias en tu propia fe y en tu caminar con el Señor?
Notas EGW
Martes
El amor de Cristo es profundo y ferviente, y mana como una corriente incontenible hacia todos los que quieran aceptarlo. En este amor no hay egoísmo. Si este amor de origen celestial es un principio permanente en el corazón, se dará a conocer no solo a aquellos con quienes estamos más vinculados por amor en una relación sagrada, sino a todos con quienes nos relacionamos. Nos inducirá a prestar pequeñas atenciones, a hacer concesiones, a impartir actos de bondad, a pronunciar palabras tiernas, veraces, animadoras. Nos impulsará a simpatizar con aquellos cuyos corazones anhelan simpatía (Mente, carácter y personalidad, t. 1, p. 212).
Dijo Jesús: “El agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna”. Juan 4:14 Cuando el Espíritu Santo nos revele la verdad, atesoraremos las experiencias más preciosas y desearemos hablar a otras personas de las enseñanzas consoladoras que se nos han revelado. Al tratar con ellas, les comunicaremos un pensamiento nuevo acerca del carácter o la obra de Cristo. Tendremos nuevas revelaciones del amor compasivo de Dios, y las impartiremos a los que lo aman y a los que no lo aman.
“Dad, y se os dará”, porque la Palabra de Dios es una “fuente de huertos, pozo de aguas vivas, que corren del Líbano”. El corazón que probó el amor de Cristo, anhela incesantemente beber de él con más abundancia, y mientras lo impartimos a otros, lo recibiremos en medida más rica y copiosa. Cada revelación de Dios al alma aumenta la capacidad de saber y de amar. El clamor continuo del corazón es: “Más de ti”, y a él responde siempre el Espíritu: “Mucho más”. Dios se deleita en hacer “mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos” Efesios 3:12 (El discurso maestro de Jesucristo, p. 22).
Doquiera haya vida en los súbditos del reino de Dios, habrá aumento y crecimiento; habrá un constante intercambio: Se da, se acepta y se devuelve al Señor lo suyo. Dios obra por medio de todo verdadero creyente, y la luz y la bendición recibidas se dan de vuelta mediante la obra que realiza el creyente. Al dar de lo que ha recibido, aumenta su capacidad de recibir. Al impartir los dones celestiales, da lugar para que frescas corrientes de gracia y verdad, procedentes de la fuente viva, penetren en su alma. Dispone de más luz, de mayor conocimiento y más grandes bendiciones. Esta obra, que concierne a cada miembro de iglesia, implica la vida y el crecimiento de la iglesia.
Aquél cuya vida consiste en recibir siempre y no dar jamás, pronto pierde la bendición. Si la verdad no fluye de él en dirección de los demás, pierde la capacidad de recibir. Debemos impartir los bienes del cielo si queremos recibir bendiciones frescas… Si los hombres quieren ser canales por medio de los cuales fluyan las bendiciones de Dios en dirección de los demás, el Señor los mantendrá bien provistos (Cada día con Dios, p. 301).
Martes
El amor de Cristo es profundo y ferviente, y mana como una corriente incontenible hacia todos los que quieran aceptarlo. En este amor no hay egoísmo. Si este amor de origen celestial es un principio permanente en el corazón, se dará a conocer no solo a aquellos con quienes estamos más vinculados por amor en una relación sagrada, sino a todos con quienes nos relacionamos. Nos inducirá a prestar pequeñas atenciones, a hacer concesiones, a impartir actos de bondad, a pronunciar palabras tiernas, veraces, animadoras. Nos impulsará a simpatizar con aquellos cuyos corazones anhelan simpatía (Mente, carácter y personalidad, t. 1, p. 212).
Dijo Jesús: “El agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna”. Juan 4:14 Cuando el Espíritu Santo nos revele la verdad, atesoraremos las experiencias más preciosas y desearemos hablar a otras personas de las enseñanzas consoladoras que se nos han revelado. Al tratar con ellas, les comunicaremos un pensamiento nuevo acerca del carácter o la obra de Cristo. Tendremos nuevas revelaciones del amor compasivo de Dios, y las impartiremos a los que lo aman y a los que no lo aman.
“Dad, y se os dará”, porque la Palabra de Dios es una “fuente de huertos, pozo de aguas vivas, que corren del Líbano”. El corazón que probó el amor de Cristo, anhela incesantemente beber de él con más abundancia, y mientras lo impartimos a otros, lo recibiremos en medida más rica y copiosa. Cada revelación de Dios al alma aumenta la capacidad de saber y de amar. El clamor continuo del corazón es: “Más de ti”, y a él responde siempre el Espíritu: “Mucho más”. Dios se deleita en hacer “mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos” Efesios 3:12 (El discurso maestro de Jesucristo, p. 22).
Doquiera haya vida en los súbditos del reino de Dios, habrá aumento y crecimiento; habrá un constante intercambio: Se da, se acepta y se devuelve al Señor lo suyo. Dios obra por medio de todo verdadero creyente, y la luz y la bendición recibidas se dan de vuelta mediante la obra que realiza el creyente. Al dar de lo que ha recibido, aumenta su capacidad de recibir. Al impartir los dones celestiales, da lugar para que frescas corrientes de gracia y verdad, procedentes de la fuente viva, penetren en su alma. Dispone de más luz, de mayor conocimiento y más grandes bendiciones. Esta obra, que concierne a cada miembro de iglesia, implica la vida y el crecimiento de la iglesia.
Aquél cuya vida consiste en recibir siempre y no dar jamás, pronto pierde la bendición. Si la verdad no fluye de él en dirección de los demás, pierde la capacidad de recibir. Debemos impartir los bienes del cielo si queremos recibir bendiciones frescas… Si los hombres quieren ser canales por medio de los cuales fluyan las bendiciones de Dios en dirección de los demás, el Señor los mantendrá bien provistos (Cada día con Dios, p. 301).
Miércoles 1º de julio
FIDELIDAD AL MANDATO DE CRISTO
La lealtad a Cristo requiere un compromiso de hacer su voluntad. Re-quiere obediencia a sus mandamientos. Resulta en un corazón que late con el corazón de Cristo para salvar a los perdidos. Da prioridad a las cosas que él prioriza.
Lee 1 Timoteo 2:3 y 4, y 2 Pedro 3:9. ¿Qué nos dicen estos pasajes sobre el corazón de Dios? ¿Cuál es su prioridad?
Dios es un apasionado de salvar personas. No hay nada más importante para él. Es su ferviente deseo que “todos” se salven y “vengan al conocimiento de la verdad” (1 Tim. 2:4); “no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Ped. 3:9). La palabra griega usada para “queriendo” es boulomai, que expresa la inclinación de la mente, como “querer” o “desear”. El Comentario bíblico adventista hace esta observación perspicaz sobre la pequeña palabra “sino”. La palabra griega para “sino” es alla. Se usa aquí para destacar “el contraste entre la tergiversación de la naturaleza de Dios, a saber, que podría querer que algunos perecieran, y la verdad de que él desea que todos sean salvos” (CBA 7:634). El mandato de Cristo de que cada uno de nosotros participe en su misión como testigos de su amor, gracia y verdad es una consecuencia de su deseo de que toda la humanidad sea salva.
Lee Hechos 13:47 y compáralo con Isaías 49:6. ¿A quién se aplicó inicialmente este pasaje? ¿Cómo lo usa el apóstol Pablo?
Hay momentos en que una profecía del Antiguo Testamento tiene más de una aplicación. Aquí, el apóstol Pablo toma una profecía que se refería primero a Israel y proféticamente al Mesías (ver Isa. 41:8; 49:6; Luc. 2:32) y la aplica a la iglesia del Nuevo Testamento. Para la iglesia, descuidar o minimizar el mandato de Cristo es fallar en el propósito de su existencia y perder su llamado profético al mundo.
■ ¿Cuáles son los peligros para la iglesia, incluso en el nivel de iglesia local, si se enfoca demasiado en sí misma al punto de que olvida su propósito original?
Notas EGW
Miércoles
Jesús ha hecho posible que todo el mundo obtenga un conocimiento inteligente de su misión y obra divinas. Vino para representar el carácter de su Padre ante el mundo, y a medida que estudiamos la vida, las palabras y las obras de Jesucristo, en todo sentido recibimos ayuda en la educación de la obediencia a Dios; y al imitar el ejemplo que nos ha dado, nos transformamos en epístolas vivientes conocidas y leídas por todos los hombres. Nosotros somos los medios humanos vivientes llamados a representar el carácter de Jesucristo ante el mundo. Cristo no solo dio reglas explícitas para demostrarnos de qué manera podemos llegar a ser hijos obedientes, sino que con su propia vida y carácter ilustró exactamente cómo realizar aquello que es correcto y aceptable ante Dios, de modo que no hubiera excusa para que no hiciéramos lo que es agradable ante su vista (Exaltad a Jesús, p. 163).
Cada persona que considera a Cristo como su Salvador personal tiene ante Dios la obligación de ser pura y santa, de ser un obrero espiritual que se esfuerza por salvar a los perdidos, sean grandes o pequeños, ricos o pobres, siervos o libres. La obra mayor de esta tierra consiste en buscar y salvar a los perdidos por quienes Cristo pagó el infinito precio de su propia sangre. A cada uno le corresponde empeñarse en un servicio activo… La oveja que no se busca no es traída de vuelta al redil (Exaltad a Jesús, p. 352).
La larga noche de pesar nos somete a prueba, pero la mañana se posterga misericordiosamente, porque si el Maestro viniera ahora, hallaría a tantos sin preparación. La actitud de Dios de no permitir que su pueblo perezca ha sido la razón de tan larga demora. Pero la venida de la mañana para los fieles, y de la noche para los infieles, está a punto de producirse. Al esperar y velar, el pueblo de Dios debe manifestar su carácter peculiar, su separación del mundo. Mediante nuestra actitud vigilante debemos demostrar que somos verdaderamente extranjeros y peregrinos sobre la tierra. La diferencia entre los que aman al mundo y los que aman a Cristo es tan clara que resulta inconfundible. Mientras los mundanos dedican todo su entusiasmo y su ambición a obtener los tesoros terrenales, el pueblo de Dios no se conforma a este mundo, sino que manifiesta, mediante su actitud fervorosa de vigilia y espera, que ha sido transformado; que su hogar no está en el mundo, sino que está buscando una patria mejor: la celestial (Testimonios para la iglesia, t. 2, pp. 175, 176).
Miércoles
Jesús ha hecho posible que todo el mundo obtenga un conocimiento inteligente de su misión y obra divinas. Vino para representar el carácter de su Padre ante el mundo, y a medida que estudiamos la vida, las palabras y las obras de Jesucristo, en todo sentido recibimos ayuda en la educación de la obediencia a Dios; y al imitar el ejemplo que nos ha dado, nos transformamos en epístolas vivientes conocidas y leídas por todos los hombres. Nosotros somos los medios humanos vivientes llamados a representar el carácter de Jesucristo ante el mundo. Cristo no solo dio reglas explícitas para demostrarnos de qué manera podemos llegar a ser hijos obedientes, sino que con su propia vida y carácter ilustró exactamente cómo realizar aquello que es correcto y aceptable ante Dios, de modo que no hubiera excusa para que no hiciéramos lo que es agradable ante su vista (Exaltad a Jesús, p. 163).
Cada persona que considera a Cristo como su Salvador personal tiene ante Dios la obligación de ser pura y santa, de ser un obrero espiritual que se esfuerza por salvar a los perdidos, sean grandes o pequeños, ricos o pobres, siervos o libres. La obra mayor de esta tierra consiste en buscar y salvar a los perdidos por quienes Cristo pagó el infinito precio de su propia sangre. A cada uno le corresponde empeñarse en un servicio activo… La oveja que no se busca no es traída de vuelta al redil (Exaltad a Jesús, p. 352).
La larga noche de pesar nos somete a prueba, pero la mañana se posterga misericordiosamente, porque si el Maestro viniera ahora, hallaría a tantos sin preparación. La actitud de Dios de no permitir que su pueblo perezca ha sido la razón de tan larga demora. Pero la venida de la mañana para los fieles, y de la noche para los infieles, está a punto de producirse. Al esperar y velar, el pueblo de Dios debe manifestar su carácter peculiar, su separación del mundo. Mediante nuestra actitud vigilante debemos demostrar que somos verdaderamente extranjeros y peregrinos sobre la tierra. La diferencia entre los que aman al mundo y los que aman a Cristo es tan clara que resulta inconfundible. Mientras los mundanos dedican todo su entusiasmo y su ambición a obtener los tesoros terrenales, el pueblo de Dios no se conforma a este mundo, sino que manifiesta, mediante su actitud fervorosa de vigilia y espera, que ha sido transformado; que su hogar no está en el mundo, sino que está buscando una patria mejor: la celestial (Testimonios para la iglesia, t. 2, pp. 175, 176).
Jueves 2 de julio
MOTIVADOS POR EL AMOR
Esta semana nos hemos centrado en responder la pregunta “¿Por qué testificar?” Hemos descubierto que, al compartir nuestra fe, tenemos la alegría de cooperar con Dios en su misión al mundo. Nuestro testimonio de su amor brinda mayores oportunidades de salvación a las personas, ya que pueden ver más claramente la gracia y la verdad divinas.
Al mismo tiempo, testificar es también uno de los medios de Dios para hacernos crecer espiritualmente. El hecho de no compartir lo que Cristo ha hecho por nosotros y de ministrar a otros estrangula la vida espiritual genuina.
Testificar nos pone en contacto con el corazón de aquel que anhela que toda la humanidad sea salvada. Es una respuesta de obediencia a su mandato. En la lección de hoy estudiaremos la mayor motivación para testificar.
Lee 2 Corintios 5:14 y 15, y 18 al 20. ¿Qué motivó a Pablo a experimentar pruebas, tribulaciones, peligros y dificultades por el bien del evangelio? ¿Cómo puede esta misma motivación impulsar nuestro servicio por Cristo?
El apóstol Pablo fue motivado por el amor. Hay cosas que harás por amor que no harías por ninguna otra razón. Cuando el apóstol declara “El amor de Cristo nos constriñe”, estaba diciendo una verdad eterna. La palabra constreñir significa “instar, impulsar, controlar o motivar mucho”. El amor de Cristo controlaba las acciones de Pablo y motivaba su testimonio. Con un propósito inquebrantable y un espíritu único, compartió el plan de salvación en todo el mundo mediterráneo.
“El amor debe residir en el corazón. Un cristiano cabal funda sus motivos de acción en el amor profundo que tiene por el Maestro. De las raíces de su amor a Cristo brota un interés abnegado por sus hermanos” (HC 368).
Cuando realmente reconocemos el inmenso sacrificio que Cristo ha hecho por nosotros, su amor nos asombra y nos impulsa a compartir con los demás lo que ha hecho por nosotros.
■ El que creó todo el Universo (las galaxias, las estrellas, la hueste angelical, todo el cosmos, otros mundos) fue el que murió en la Cruz por nosotros. ¿Cómo puede esta asombrosa verdad no crear en nosotros un amor por Dios y un deseo de compartir ese amor?
Notas EGW
Jueves
Pablo… estaba convencido de que, con tal que se lograse que los hombres considerasen el asombroso sacrificio realizado por la Majestad del cielo, el egoísmo sería desterrado de sus corazones. El apóstol se detiene en un detalle tras otro para que de algún modo alcancemos a darnos cuenta de la admirable condescendencia del Salvador para con los pecadores. Dirige primero el pensamiento a la contemplación del puesto que Cristo ocupaba en el cielo, en el seno de su Padre. Después lo presenta abdicando de su gloria, sometiéndose voluntariamente a las humillantes condiciones de la vida humana, asumiendo las responsabilidades de un siervo, y haciéndose obediente hasta la muerte más ignominiosa, repulsiva y dolorosa: la muerte en la cruz. ¿Podemos contemplar tan admirable manifestación del amor de Dios sin agradecimiento ni amor, y sin un sentimiento profundo de que ya no somos nuestros? (El ministerio de curación, p. 401).
Los que aman a Dios no pueden abrigar odio o envidia. Mientras que el principio celestial del amor eterno llena el corazón, fluirá a los demás, no simplemente porque se reciban favores de ellos, sino porque el amor es el principio de acción y modifica el carácter, gobierna los impulsos, domina las pasiones, subyuga la enemistad y eleva y ennoblece los afectos. Este amor no se reduce a incluir solamente “a mí y a los míos”, sino que es tan amplio como el mundo y tan alto como el cielo, y está en armonía con el de los activos ángeles. Este amor, albergado en el alma, suaviza la vida entera, y hace sentir su influencia en todo su alrededor. Poseyéndolo, no podemos sino ser felices, sea que la fortuna nos favorezca o nos sea contraria. Si amamos a Dios de todo nuestro corazón, debemos amar también a sus hijos. Este amor es el Espíritu de Dios… [S]i el alma no está bautizada con la gracia celestial del amor hacia Dios y hacia nuestros semejantes, nos falta verdadera bondad y no estamos listos para el cielo, donde todo es amor y unidad (Testimonios para la iglesia, t. 4, p. 221).
Una de las mayores evidencias de la verdadera conversión es el amor a Dios y al hombre. Los que aceptan a Jesús como su Redentor tienen un profundo y sincero amor por otros de la misma preciosa fe. Eso pasaba con los creyentes de Tesalónica. “Mas acerca de la caridad fraterna —escribió el apóstol— no habéis menester que os escriba: porque vosotros mismos habéis aprendido de Dios que os améis los unos a los otros; y también lo hacéis así con todos los hermanos que están por toda Macedonia. Empero os rogamos, hermanos, que abundéis más; y que procuréis tener quietud, y hacer vuestros negocios, y obréis de vuestras manos de la manera que os hemos mandado; a fin de que andéis honestamente para con los extraños, y no necesitéis de nada” (Los hechos de los apóstoles, p. 213).
Jueves
Pablo… estaba convencido de que, con tal que se lograse que los hombres considerasen el asombroso sacrificio realizado por la Majestad del cielo, el egoísmo sería desterrado de sus corazones. El apóstol se detiene en un detalle tras otro para que de algún modo alcancemos a darnos cuenta de la admirable condescendencia del Salvador para con los pecadores. Dirige primero el pensamiento a la contemplación del puesto que Cristo ocupaba en el cielo, en el seno de su Padre. Después lo presenta abdicando de su gloria, sometiéndose voluntariamente a las humillantes condiciones de la vida humana, asumiendo las responsabilidades de un siervo, y haciéndose obediente hasta la muerte más ignominiosa, repulsiva y dolorosa: la muerte en la cruz. ¿Podemos contemplar tan admirable manifestación del amor de Dios sin agradecimiento ni amor, y sin un sentimiento profundo de que ya no somos nuestros? (El ministerio de curación, p. 401).
Los que aman a Dios no pueden abrigar odio o envidia. Mientras que el principio celestial del amor eterno llena el corazón, fluirá a los demás, no simplemente porque se reciban favores de ellos, sino porque el amor es el principio de acción y modifica el carácter, gobierna los impulsos, domina las pasiones, subyuga la enemistad y eleva y ennoblece los afectos. Este amor no se reduce a incluir solamente “a mí y a los míos”, sino que es tan amplio como el mundo y tan alto como el cielo, y está en armonía con el de los activos ángeles. Este amor, albergado en el alma, suaviza la vida entera, y hace sentir su influencia en todo su alrededor. Poseyéndolo, no podemos sino ser felices, sea que la fortuna nos favorezca o nos sea contraria. Si amamos a Dios de todo nuestro corazón, debemos amar también a sus hijos. Este amor es el Espíritu de Dios… [S]i el alma no está bautizada con la gracia celestial del amor hacia Dios y hacia nuestros semejantes, nos falta verdadera bondad y no estamos listos para el cielo, donde todo es amor y unidad (Testimonios para la iglesia, t. 4, p. 221).
Una de las mayores evidencias de la verdadera conversión es el amor a Dios y al hombre. Los que aceptan a Jesús como su Redentor tienen un profundo y sincero amor por otros de la misma preciosa fe. Eso pasaba con los creyentes de Tesalónica. “Mas acerca de la caridad fraterna —escribió el apóstol— no habéis menester que os escriba: porque vosotros mismos habéis aprendido de Dios que os améis los unos a los otros; y también lo hacéis así con todos los hermanos que están por toda Macedonia. Empero os rogamos, hermanos, que abundéis más; y que procuréis tener quietud, y hacer vuestros negocios, y obréis de vuestras manos de la manera que os hemos mandado; a fin de que andéis honestamente para con los extraños, y no necesitéis de nada” (Los hechos de los apóstoles, p. 213).
Viernes 3 de julio
PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:
Lee Elena de White, Los hechos de los apóstoles, “El propósito de Dios para su iglesia”, pp. 9-14; y El Deseado de todas las gentes, pp. 761-768.
La iglesia del Nuevo Testamento enfrentaba el peligro de no entender el propósito de su existencia. Elena de White describe este peligro: “La persecución que sobrevino a la iglesia de Jerusalén dio gran impulso a la obra del evangelio. El éxito había acompañado la ministración de la Palabra en ese lugar, y había peligro de que los discípulos permanecieran demasiado tiempo allí, desatendiendo la comisión del Salvador de ir a todo el mundo. Olvidando que la fuerza para resistir al mal se obtiene mejor mediante el servicio agresivo, comenzaron a pensar que no tenían ninguna obra más importante que la de proteger a la iglesia de Jerusalén de los ataques del enemigo. En vez de enseñar a los nuevos conversos a llevar el evangelio a quienes no lo habían oído, corrían el peligro de adoptar una actitud que indujera a todos a sentirse satisfechos con lo que habían realizado” (HAp 87, 88).
PREGUNTAS PARA DIALOGAR:
1. Lee cuidadosamente la cita de Elena de White que aparece arriba, especialmente la última línea. ¿Por qué incluso hoy debemos tener cuidado con el mismo peligro potencial? Ante los desafíos misioneros que tenemos por delante, ¿por qué esa actitud sería tan terrible, incluso trágicamente, equivocada?
2. ¿Por qué crees que cada uno de los evangelios termina con un mandato similar? Lee Mateo 28:18 al 20, Marcos 16:15 y 16, Lucas 24:46 al 49 y Juan 20:21. ¿Qué significó esto para los creyentes del primer siglo y qué debería significar para nosotros hoy?
3. ¿Pueden el testimonio y el servicio convertirse en un sustituto de la espiritualidad genuina? Si es así, ¿de qué manera, y cómo podemos cuidarnos de esa trampa?
4. En clase, habla acerca de la respuesta a la pregunta que está al final de la lección del martes, sobre cómo ser testigo y ministrar impacta en tu propio crecimiento espiritual. ¿Cuáles son algunas cosas que has aprendido que pueden ayudar a otros? ¿Qué errores has cometido que podrías ayudar a otros a evitar?
5. Reflexiona sobre el hecho sorprendente de que Dios nos ama a cada uno de nosotros individualmente. ¿Cómo entiendes lo que esto significa? ¿Cómo debería esto, quizás la verdad más importante en todo el universo, impactar tu forma de vida?
Notas EGW
Viernes
Exaltad a Jesús, 10 de diciembre, “Esforcémonos para salvar a los perdidos”, p. 352;
El Deseado de todas las gentes, “Id, doctrinad a todas las naciones”, pp. 757-768.
Viernes
Exaltad a Jesús, 10 de diciembre, “Esforcémonos para salvar a los perdidos”, p. 352;
El Deseado de todas las gentes, “Id, doctrinad a todas las naciones”, pp. 757-768.
LECCIONES DE ESCUELA SABÁTICA DE ADULTOS
📖 | L1 | L2 | L3 | L4 | L5 | L6 |
L7 | L8 | L9 | L10 | L11 | L12 | L13 |
Dios lo bendiga!!!
- MATERIAL AUXILIAR PARA EL MAESTRO -
Lección 1
Lección 1
EL SÁBADO ENSEÑARÉ...
Texto clave: Lucas 15:1-7.
Emfoque del estudio: Sofonías 3:17; Juan 7:37; 1 Timoteo 2:3, 4; 2 Corintios 5:14, 15
Parte I: RESEÑA
En lo profundo del corazón de Dios está su deseo de que todas las personas sean salvas en su Reino. No hay nada que desee más que cada uno de nosotros experimente personalmente el gozo de la salvación y viva eternamente con él. Dios ha dispuesto todos los poderes del cielo para redimirnos. Jesús vino a la Tierra para revelar el amor sin medida del Padre a la humanidad, vivir la vida perfecta que nosotros deberíamos haber vivido, llevar la condenación de nuestros pecados en la Cruz y morir la muerte que nosotros deberíamos haber muerto.
En Cristo, vemos cómo es realmente el Padre. Jesús disipa el mito de que Dios no es amoroso. Hace milenios, Lucifer, un ser de deslumbrante brillo, tergiversó el carácter de Dios. Jesús vino a dejar las cosas en claro: Dios no es un juez vengativo ni un tirano iracundo; es un Padre amoroso que quiere que todos sus hijos estén en casa lo antes posible.
Testificar tiene todo que ver con Dios. Es participar en su misión. Es compartir su amor con los demás. Es revelar en nuestras vidas y palabras su carácter de amor. Cuando testificamos a los demás, entramos en la alegría más grande de la vida y crecemos para ser más como Jesús. El servicio mata de hambre el egoísmo. Cuanto más compartimos el amor de Dios, más aumenta nuestro amor por él.
Parte II: COMENTARIO
¿Alguna vez te has hecho la pregunta de por qué deberías compartir tu fe? ¿No está haciendo Dios todo lo que puede para salvar a las personas sin tu testimonio? El testificar ¿marca alguna diferencia en la salvación personal de un individuo?
Es cierto que Dios se revela de diversas maneras, no se limita a nuestro testimonio. David afirma: “Los cielos cuentan la gloria de Dios, Y el firmamento anuncia la obra de sus manos. Un día emite palabra a otro día, y una noche a otra noche declara sabiduría. No hay lenguaje, ni palabras, ni es oída su voz” (Sal. 19:1–3). El diseño, el orden y la simetría del Universo revelan a un Dios diseñador de inteligencia infinita.
El ministerio del Espíritu Santo en cada uno de nuestros corazones crea dentro de nosotros un deseo de conocer a Dios. Este anhelo por la eternidad dentro de cada uno de nosotros es una evidencia poderosa de la existencia de Dios. Luego, por supuesto, están esas providencias inusuales que cada uno de nosotros experimenta, que nos hacen reflexionar sobre la realidad de la presencia de Dios. Cada vez que experimentamos amor cuando no lo merecemos o un acto amable inesperado, vemos tangiblemente una revelación del carácter de Dios. Dios está constantemente buscando atraernos a él de múltiples maneras.
Si esto es cierto, ¿por qué ser testigo? ¿Por qué no dejar que Dios haga su trabajo y lo termine? ¿Por qué no dar un paso atrás, y dejar que la naturaleza, como dice David, haga el trabajo de declarar la gloria de Dios? La naturaleza nos da mensajes mixtos. Aunque revela el diseño complejo infinito de Dios, también puede revelar destrucción y devastación en huracanes, inundaciones, incendios forestales, tifones y otros desastres naturales. Miles mueren de repente. ¿Qué dice esto sobre Dios y la gran controversia entre el bien y el mal? La naturaleza presenta tanto el bien como el mal, pero no revela la razón por la que existen el bien y el mal.
Ni las providencias de la vida ni nuestros propios anhelos pueden proporcionar una explicación satisfactoria de la existencia del bien y del mal. Es cierto que hay un anhelo de Dios en cada uno de nosotros; pero también es cierto que tenemos una naturaleza pecaminosa y caída, y encontramos una batalla interna. Podemos conocer lo correcto, pero no tenemos dentro de nosotros el poder de hacer lo correcto. Del mismo modo, las providencias en nuestra vida revelan a un Dios que se preocupa, pero hay muchas cosas que suceden en nuestra vida que nos recuerdan que vivimos en un mundo de bien y de mal. Por lo tanto, la pregunta persiste: “¿Por qué existen el bien y el mal en el mundo?” ¿Cuál es su origen, y cuál es el destino de la humanidad? Ni la naturaleza, ni las providencias de la vida ni nuestros anhelos internos pueden abordar esta cuestión de manera satisfactoria como lo puede hacer el testificar a otros a través de la Palabra de Dios.
La razón por la que somos testigos no es para dar a las personas su única oportunidad de salvación; Dios puede salvarlas de múltiples maneras sin nuestra ayuda. La razón por la que somos testigos es doble.
Primero, somos testigos porque el amor de Cristo desborda de nuestros corazones hacia los demás, y queremos que tengan la mejor oportunidad posible de salvación. La revelación más clara del carácter de Dios no está en la naturaleza, las providencias de la vida o nuestros anhelos internos. Cada uno de estos son evidencia de la existencia de Dios, pero no retratan claramente su carácter amoroso. La revelación más clara del carácter de Dios se encuentra en la vida de Cristo como se revela en las Escrituras. Compartir la Palabra de Dios con otros –abrirles las Escrituras y explicar las grandes verdades de la Biblia– revela quién es él y brinda la mejor oportunidad para que cada persona conozca y comprenda su amor y su verdad. En el conflicto cósmico entre el bien y el mal, las Escrituras presentan las respuestas finales a los grandes interrogantes de la vida.
En segundo lugar, testificamos porque sabemos que testificar es uno de los medios del Cielo para llevar alegría al corazón de Dios y permitirnos crecer espiritualmente. Cuanto más lo amamos, más compartimos su amor; cuanto más compartimos su amor, más lo amamos. A medida que compartimos la Palabra de Dios con los demás, nos acercamos más a él. La Palabra que cambia la vida no solo cambia a aquellos con quienes estudiamos la Biblia, nos cambia a nosotros mismos a medida que estudiamos con ellos.
Ampliar la Palabra
El capítulo quince del Evangelio de Lucas comparte tres historias sobre el corazón de Dios. Estas historias atemporales retratan a un Dios apasionado por salvar a los perdidos. Él es el incansable Pastor que busca a su oveja perdida hasta que la encuentra. Él es la mujer triste, que registra su casa de rodillas para encontrar la preciosa moneda perdida de su dote de bodas. Él es el padre ansioso, que constantemente busca en el horizonte a su hijo perdido que vuelve a casa. En cada historia, cuando se encuentra lo perdido, hay alegría. Todo el cielo se regocija cuando hombres y mujeres aceptan la salvación que Cristo ha dado tan voluntariamente en la Cruz.
Hay cuatro puntos importantes que Jesús despliega en la historia de la oveja perdida. Primero, el amor de Dios persigue a los perdidos; Lucas 15:4 declara que el pastor va tras la oveja perdida. Nuestro Dios es un Dios perseguidor. No dejará que sus hijos se vayan fácilmente. Los busca dondequiera que vayan. Los busca con un amor implacable. Lo segundo que notamos sobre nuestro pasaje es que el pastor persigue a la oveja perdida hasta que la encuentra. El amor de Dios persevera. No se rinde con nosotros fácilmente. No podemos cansarlo. Nunca abandonará su búsqueda. Si un pastor del Cercano Oriente en la época de Cristo perdía una de sus ovejas, era necesario regresar al rebaño con la oveja perdida o regresar con su cadáver, para demostrar que había hecho todo lo posible para encontrarla.
Cada oveja era valiosa para el pastor. Conocía tan bien al rebaño que inmediatamente se daba cuenta de que faltaba una oveja. Para Cristo, no somos una masa de humanidad sin nombre, sino individuos creados a su imagen, que él ha redimido por su gracia.
El último punto de esta historia es que, cuando se encuentra la oveja perdida, el pastor exclama de alegría: “Gozaos conmigo, porque he encontrado mi oveja que se había perdido” (Luc. 15:6). El Buen Pastor persigue a sus ovejas perdidas. El Buen Pastor persevera hasta que encuentra a sus ovejas perdidas, y el Buen Pastor se regocija cuando las encuentra. Dios no es un Dios sin emociones. Él es un Dios que se llena de alegría cuando los perdidos son hallados.
En un mundo de desilusión y tristeza, trae alegría al corazón de Cristo cuando participamos con él en ganar almas. Cuando nuestro corazón late con el corazón de Dios y nuestra mente es una con su mente, unida en el único propósito del testimonio, su corazón se llena de una alegría indescriptible.
Ilustración
¿Alguna vez has pasado horas buscando el regalo adecuado para alguien que amas? Pudo haber sido un cumpleaños, un aniversario, la Navidad u otra ocasión especial. Cuando finalmente descubriste el regalo que estabas buscando, te emocionaste. El regalo coincidió con la persona y con el evento. No podías esperar para dárselo a esta persona especial. Cuando finalmente llegó el día, y esta persona desenvolvió su regalo especial, estaba encantada. Esta persona te abrazó y dijo: “¡Muchas gracias!”
¿Quién recibió mayor alegría por el regalo? ¿Tú o la persona a la que se lo diste? Por supuesto, los dos estaban alegres, pero hay una satisfacción especial que surge cuando damos algo de valor a otra persona. El obsequio desinteresado te une a otra persona de una manera única.
Cuando compartimos el regalo más preciado de todos, Jesucristo, una alegría llena nuestros propios corazones. Hay una satisfacción interna profunda porque hemos producido una diferencia eterna. Cuando un individuo con el que compartimos a Cristo acepta las verdades de la Escritura, hacemos amigos por la eternidad. No hay mayor alegría. Elena de White lo dice bien: “El espíritu de trabajo desinteresado por otros da al carácter profundidad, estabilidad y amabilidad como las de Cristo, y trae paz y felicidad a su poseedor” (CC 68). Todavía es una verdad eterna que “más bienaventurado es dar que recibir” (Hech. 20:35).
Parte III: APLICACIÓN A LA VIDA
Piensa en alguien en tu esfera de influencia que podría estar abierto a saber más acerca de Jesús. Puede ser un hijo o una hija, un esposo o una esposa, un compañero de trabajo, un vecino o un amigo. Pide a Dios que cree una oportunidad para que puedas guiar la conversación en una dirección espiritual. No sientas que tienes que crear una oportunidad que no se presente; la misión es de Dios. No necesariamente creamos oportunidades; Dios lo hace. Somos sensibles a las oportunidades que Dios crea y cooperamos constantemente con él para caminar por las puertas que él abre.
Cuando una persona está en una transición en la vida, está más abierta a las realidades espirituales. Esta persona puede estar pasando por un momento difícil. Posiblemente le hayan diagnosticado una enfermedad grave, haya tenido una relación rota, enfrentado una crisis laboral o esté afrontando una decisión importante. Cada una de estas encrucijadas ofrece la oportunidad de dar un testimonio personal de la fidelidad de Dios, compartir una promesa de la Palabra de Dios u ofrecer una breve oración por ese amigo. Recuerda que ganamos a nuestros amigos para Cristo, no a nuestros enemigos. Primero hacemos un amigo, luego hacemos un amigo cristiano y luego hacemos un amigo cristiano adventista del séptimo día. Nuestro objetivo es hacer amigos para Dios, y dejar que él guíe a nuestros amigos en un viaje de descubrimiento hacia las verdades más profundas de su Palabra.
LECCIONES DE ESCUELA SABÁTICA DE ADULTOS
📖 | L1 | L2 | L3 | L4 | L5 | L6 |
L7 | L8 | L9 | L10 | L11 | L12 | L13 |
Dios lo bendiga!!!
COMENTARIOS