Lección de Escuela Sabática de Adultos 3er Trimestre 2020, Escuela Sabática Adultos 3er Trimestre 2020, Lección 3er Trimestre 2020,
Lección 3: Para el 18 de julio de 2020
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Marcos 8:22–26; Juan 4:3–34; Juan 1:40, 41; Marcos 12:28–34; Lucas 23:39–43; Hechos 8:26–38.
Jesús es el Maestro ganador de almas. Al observar cómo obraba Jesús con la gente, aprendemos cómo guiar a otros al conocimiento de la salvación a través de Jesucristo. Al viajar con él por las calles atestadas de gente de Jerusalén, los caminos polvorientos de Judea y las laderas cubiertas de hierba de Galilea, descubrimos cómo reveló los principios del Reino a las almas sedientas.
Jesús veía a cada uno a través de los ojos de la compasión divina. Veía a Pedro no como un pescador rudo y ruidoso, sino como un poderoso predi-cador del evangelio. Veía a Santiago y a Juan no como radicales ardientes y de mal genio, sino como proclamadores entusiastas de su gracia. Veía el profundo anhelo de amor genuino y aceptación en los corazones de María Magdalena, la mujer samaritana y la mujer con el problema de flujo de sangre. Veía a Tomás no como un escéptico cínico, sino como alguien con preguntas sinceras. Ya sea que fueran hombres o mujeres, un ladrón en la cruz, o un loco poseído por demonios, Jesús los miraba a través de los ojos de la salvación.
EL SEGUNDO TOQUE
Solo hay un milagro en toda la Biblia que Jesús hizo en dos etapas. Es la curación del ciego en Betsaida. Esta historia ofrece lecciones eternas para la iglesia de Cristo hoy. Ilustra el plan de Dios de usar a cada creyente para traer a alguien más a Jesús. La Escritura declara: “Vino luego a Betsaida; y le trajeron un ciego, y le rogaron que le tocase” (Mar. 8:22). Las dos palabras clave aquí son “trajeron” y “rogaron”. El ciego no vino solo. Sus amigos vieron su necesidad y lo trajeron. Puede que no haya tenido mucha fe, pero ellos sí. Creían que Jesús sanaría la ceguera de este hombre.
Hay aproximadamente 25 milagros curativos distintos en el Nuevo Testamento realizados por Jesús. En más de la mitad, un pariente o un amigo lleva al individuo a Jesús para que lo sane. Muchas personas nunca vendrán a Jesús a menos que alguien que tenga fe los traiga. Nuestro papel es convertirnos en “presentadores” y acercar personas a Jesús.
La segunda palabra que es digna de nuestra consideración en Marcos 8:22 es la palabra “rogaron”. Puede significar “suplicar, implorar o exhortar”. Implica un pedido más suave, amable y gentil que una demanda ruidosa y bulliciosa. Los amigos de este hombre amablemente suplicaron a Jesús, creyendo que tenía tanto el deseo como el poder de ayudar a este hombre. Puede ser que el hombre no haya tenido fe en que Jesús podría sanarlo; pero sus amigos, sí. Algunas veces debemos llevar a otros a Jesús sobre las alas de nuestra fe.
Lee Marcos 8:22 al 26. ¿Por qué crees que sanó al ciego en dos etapas? ¿Qué lecciones tiene esta historia para nosotros hoy como testigos de Jesús?
¿Es posible que nosotros tampoco veamos a la gente con claridad? ¿Los vemos a veces más como “árboles que andan”, en forma vaga y sombría, que como candidatos para el Reino de Dios? ¿Qué crees que nos lleva a veces a no ver claramente a las personas?
■ Además de la lección obvia sobre cómo Dios nos usa para llegar a las personas, ¿qué más podemos aprender de esta historia? ¿Qué podría enseñarnos, por ejemplo, acerca de cómo los aspectos médico y espiritual pueden tener parte en la curación y en el ministerio a los perdidos?
UNA LECCIÓN SOBRE ACEPTACIÓN
Al plasmar para ellos lo que significaba ver a cada individuo desde una nueva perspectiva, Jesús les enseñó a sus discípulos cómo ver a las personas a través de los ojos del Cielo. Su visión de la gente era radical. Los veía, no como eran sino como podían llegar a ser. En todas sus interacciones con las personas, las trataba con dignidad y respeto. A menudo sorprendía a sus discípulos por la forma en que trataba a las personas. Esto es especialmente cierto en su interacción con la mujer samaritana.
La Archaeological Study Bible [Biblia de Estudio Arqueológico] hace esta observación interesante sobre la relación entre los judíos y los samaritanos: “La grieta entre los samaritanos y los judíos se remonta a un período tem-prano. Según 2 Reyes 17, los samaritanos eran descendientes de pueblos mesopotámicos que el rey de Asiria estableció por la fuerza en las tierras del norte de Israel a raíz del exilio de 722 a.C. Combinaban la adoración de Yahweh con prácticas idólatras” (The Archaeological Study Bible, Zondervan Publishing, 2005, p. 1.727). Además de estas prácticas idólatras, establecieron un sacerdocio rival y un templo rival en el monte Gerizim. Considerando tales diferencias teológicas con los samaritanos, los discípulos debieron haber quedado perplejos cuando Jesús eligió la ruta samaritana a Galilea. Se sorprendieron de que Jesús no se dejara arrastrar a un debate religioso. Apeló directamente al anhelo de la mujer samaritana de aceptación, amor y perdón.
Lee Juan 4:3 al 34. ¿Cómo se acercó Jesús a la mujer samaritana? ¿Cuál fue la respuesta de la mujer a la conversación de Cristo con ella? ¿Cuál fue la respuesta de los discípulos a esta experiencia, y cómo amplió Jesús su visión?
La eterna lección que Jesús anhelaba enseñar a sus discípulos y a cada uno de nosotros es simplemente esta: “Los que tienen el Espíritu de Cristo verán a todos los hombres a través de los ojos de la compasión divina” (Elena de White, The Signs of the Times, 20 de junio de 1892).
■ ¿Quiénes son las personas a quienes, debido a la influencia de su propia cultura y sociedad, tiendes a ver desdeñosamente o con falta de respeto? ¿Por qué debes cambiar tu actitud y cómo puede suceder ese cambio?
COMIENZA DONDE ESTÁS
Alguien ha dicho con razón: “En la vida, el único lugar para comenzar es donde estás, porque no hay otro lugar para comenzar”. Jesús enfatizó este principio en Hechos 1:8, donde declaró: “Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra”.
El mensaje de Jesús a sus discípulos era demasiado claro como para ser mal entendido: comienza donde estás. Testifica donde Dios te ha colocado. En lugar de soñar con mejores oportunidades, comienza con quienes te rodean. ¡Mira con los ojos de Dios las posibilidades más cercanas a ti!
No necesitas ser la persona más educada del mundo, la más elocuente, la más talentosa. Por útiles que puedan ser algunos de esos dones si se usan correctamente, al final todo lo que necesitas es tu propio amor por Dios y tu amor por las almas. Si estás dispuesto a testificar, Dios abrirá el camino para que lo hagas.
Lee Juan 1:40 y 41; 6:5 al 11; y 12:20 al 26. ¿Qué te dicen estos pasajes acerca de la visión espiritual de Andrés y su enfoque para testificar?
La experiencia de Andrés nos dice mucho. Él comenzó por su propia familia. Primero compartió a Cristo con su hermano Pedro. Desarrolló una relación cordial con un niño pequeño que luego le proporcionó a Jesús el material para un milagro, y Andrés sabía exactamente qué hacer con los griegos. En lugar de debatir sobre teología, percibió su necesidad y les presentó a Jesús.
El arte de ganar almas de manera efectiva es el arte de construir re-laciones positivas y afectuosas. Piensa en las personas más cercanas a ti que pueden no conocer a Jesús. ¿Sienten en su vida a alguien compasivo y afectuoso? ¿Ven en ti una paz y un propósito que anhelan? ¿Es tu vida un anuncio del evangelio? Hacemos amigos para Dios al compartir a Jesús. Se convierten en amigos cristianos y, finalmente, cuando compartimos el mensaje de Dios de la verdad bíblica del tiempo del fin, también pueden convertirse en cristianos adventistas del séptimo día.
■ ¿Por qué a veces puede ser tan difícil guiar a nuestros familiares y parientes a Cristo? ¿Has tenido éxito al compartir a Jesús con alguno de tus familiares o ami-gos cercanos? Comparte cualquier principio que pueda resultar útil a tu clase de Escuela Sabática.
LIDIAR CON PERSONAS DIFÍCILES
Jesús era un especialista en el trato con personas difíciles. Tanto por sus palabras como por sus acciones, demostraba aceptación. Escuchaba atentamente sus preocupaciones, formulaba preguntas y revelaba gradual-mente las verdades divinas. Reconocía el anhelo íntimo de los corazones más endurecidos y veía potencial en los pecadores más viles. Para Jesús, nadie estaba fuera del alcance del evangelio. Jesús ciertamente creía que “nadie ha caído tan bajo, nadie es tan vil que no pueda hallar liberación en Cristo” (DTG 224). Jesús miraba a las personas a través de un conjunto de lentes diferentes del resto de nosotros. Veía en cada ser humano un reflejo de la gloria de la Creación original. Elevaba sus pensamientos para com-prender la posibilidad de lo que podrían llegar a ser, y muchos se elevaron para cumplir las expectativas de Jesús para su vida.
Lee Mateo 4:18 y 19, Marcos 12:28 al 34 y Lucas 23:39 al 43. ¿Qué resulta similar en los llamamientos de Cristo a Pedro y a Juan, a un escriba interro-gador sin nombre y el ladrón en la cruz? Estudia el abordaje de Cristo para cada uno de estos cuidadosamente. ¿Qué es lo que se destaca?
Dondequiera que Jesús iba, veía posibilidades espirituales; veía posibles candidatos para el Reino de Dios en las circunstancias más improbables. Llamamos a esta habilidad “ojos de crecimiento de iglesia”. Los ojos de cre-cimiento de iglesia son una sensibilidad cultivada para ver a las personas como Jesús las veía, como candidatos para el Reino de Dios. Esto también implica “oídos de crecimiento de iglesia”, que tiene que ver con escuchar las necesidades no expresadas de quienes nos rodean. Tiene que ver con escuchar el anhelo de sus corazones por algo que no tienen, incluso si no lo han expresado abiertamente.
Pídele al Señor que te haga sensible al ministerio del Espíritu Santo en la vida de los demás. Ora para que Dios te dé el segundo toque y te abra los ojos a las oportunidades espirituales que te ofrece cada día para compartir tu fe con los demás. Pídele a Dios un ojo que vea, un corazón sensible que escuche, y una voluntad de compartir al Cristo que conoces y amas con los demás, y estarás en camino a un viaje emocionante de toda la vida. La vida tendrá un significado completamente nuevo. Tendrás una sensación de satisfacción y alegría que nunca antes habías experimentado. Solo aquellos que trabajan en favor de las almas pueden conocer la satisfacción que puede traer.
PERCIBIR OPORTUNIDADES PROVIDENCIALES
El libro de Hechos está lleno de historias de cómo los discípulos aprove-charon las oportunidades providenciales para el avance del Reino de Dios. De un extremo al otro del libro, leemos relatos fascinantes de la iglesia pri-mitiva y cómo creció, incluso a pesar de los desafíos que enfrentaba tanto interna como externamente.
En 2 Corintios 2:12 y 13, por ejemplo, el apóstol Pablo cuenta su expe-riencia en Troas: “Cuando llegué a Troas para predicar el evangelio de Cristo, aunque se me abrió puerta en el Señor, no tuve reposo en mi espíritu, por no haber hallado a mi hermano Tito; así, despidiéndome de ellos, partí para Macedonia”. Dios abrió milagrosamente una puerta para que Pablo predi-cara el evangelio en el continente europeo, y sabía que las puertas que Dios abre hoy podrían cerrarse mañana. Aprovechando la oportunidad y viendo las posibilidades, inmediatamente navegó hacia Macedonia.
El Dios del Nuevo Testamento es el Dios de la puerta abierta, el Dios que nos brinda oportunidades providenciales para compartir nuestra fe. A lo largo del libro de los Hechos, vemos a Dios trabajando. Se abren puertas en ciudades, provincias, países y, sobre todo, en corazones individuales.
Lee Hechos 8:26 al 38. ¿Qué enseñan estos versículos sobre la disposición de Felipe a ser guiado por Dios y su capacidad de respuesta a las oportuni-dades divinas?
“Un ángel guio a Felipe a uno que anhelaba luz y estaba dispuesto a re-cibir el evangelio. Hoy también los ángeles guiarán los pasos de los obreros que consientan en que el Espíritu Santo santifique sus lenguas y refine y ennoblezca sus corazones. El ángel enviado a Felipe podría haber efectuado por sí mismo la obra en favor del etíope; pero no es tal el modo que Dios tiene de obrar. Su plan es que los hombres trabajen en beneficio de sus prójimos” (HAp 91).
Si tenemos oídos para escuchar y ojos para ver, también nosotros se-remos guiados por ángeles invisibles para alcanzar a los buscadores de la verdad con las verdades del Reino.
■ Observa cuán centrales fueron las Escrituras en esta historia. Además, observa cómo en este punto era tan importante para alguien que conocía las Escrituras exponerlas. ¿Qué lecciones hay aquí para nosotros?
PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:
Lee Elena de White, Los hechos de los apóstoles, “El evangelio en Samaria”, pp. 86-92.
A nuestro alrededor, la gente busca las cosas eternas. Como Jesús dijo tan acertadamente: “A la verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos” (Mat. 9:37). El problema no era la cosecha. Con ojos ungidos de divinidad, Jesús vio una cosecha abundante donde los discípulos solo veían oposición. ¿Cuál fue la solución de Cristo al problema? “Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies” (Mat. 9:38). La solución es orar para que Dios te envíe a su cosecha.
¿Por qué no hacer esta oración? “Señor, estoy dispuesto a ser utilizado para el avance de tu Reino. Abre mis ojos para que pueda ver las oportuni-dades providenciales que me abres cada día. Enséñame a ser sensible a las personas que me rodean. Ayúdame a decir palabras de esperanza y aliento, y a compartir tu amor y tu verdad con aquellos con quienes entro en contacto cada día”. Si haces esta oración, Dios hará cosas extraordinarias con tu vida.
PREGUNTAS PARA DIALOGAR:
1. Si has trabajado para traer almas a Jesús, una cosa ya sabes: no siempre es fácil, ¿verdad? Sí, por supuesto, solo Dios puede con-vertir corazones, pero en su sabiduría ha elegido usarnos para ser parte de ese proceso. Trabajar por una sola alma requiere tiempo, esfuerzo, paciencia y un amor nacido de lo Alto. ¿Qué elecciones puedes hacer que te ayuden a tener la muerte al yo necesaria para ser un testigo efectivo de Cristo?
2. ¿Quiénes son algunas de las personas con las que entras en contac-to y que no conocen al Señor? ¿Qué has hecho, o estás haciendo, o deberías hacer, para testificarles?
3. Piensa en Saulo de Tarso. ¡Aquí hay alguien que parecía ser un converso de lo más improbable que se pudiera imaginar! Y, sin em-bargo, sabemos lo que le pasó. ¿Qué debería decirnos esto sobre el peligro de juzgar demasiado rápido a los demás por las apariencias externas?
4. Teniendo en cuenta la historia de Saulo, ¿qué hacemos con un tex-to como Mateo 7:6: “No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen, y se vuelvan y os despedacen”?
Dios lo bendiga!!!
EL SÁBADO ENSEÑARÉ...
Texto clave: Marcos 8:22-26.
Enfoque del estudio: Juan 4:3-34; Hechos 26-28.
Parte I: RESEÑA
El tema de la lección de esta semana, “Ver a las personas a través de los ojos de Jesús”, se centra especialmente en la importancia de que una persona guíe a otra a Jesús. Jesús veía a las personas no como eran sino como podían llegar a ser. Él veía su potencial para el Reino de Dios. Percibía los anhelos, dentro de cada individuo, de conocer a Dios.
Cuando vemos a las almas a través de los ojos de Jesús, vemos a cada persona que conocemos como ganable para Cristo porque fue creada a su imagen. A pesar de las circunstancias de su vida, tiene un deseo interno de conocerlo. Esto era cierto para la mujer samaritana, el eunuco etíope, el ladrón en la cruz, el centurión romano, y muchos otros buscadores de Dios del Nuevo Testamento. Hay un vacío del alma sin Cristo.
Reconocer esta verdad eterna nos permite ver a las personas con nuevos ojos, se den cuenta o no de que tienen un vacío con forma de Dios en su vida. Aunque tienen necesidades percibidas que son obvias, también tienen un deseo eterno de conocer a Dios. Hay un hambre oculta del alma. Hombres y mujeres del siglo XXI están hambrientos de un conocimiento de Dios.
Es el plan de Dios que cada uno de nosotros vea y aproveche las oportunidades que nos rodean para guiar a nuestros amigos a Jesús. Muchas personas nunca vendrán a menos que las traigamos. Uno de los grandes mitos es que las personas no tienen interés en las cosas espirituales. Si creemos que no están interesadas, no veremos el interés que puedan tener. Jesús veía a las personas como ganables, y ellas respondían a esa fe de Jesús en ellas.
Parte II: COMENTARIO
Jesús sana al ciego de Betsaida
La curación del ciego en Betsaida, realizada por Cristo en dos etapas, tiene un significado especial para nuestra testificación hoy. Es importante tener en cuenta la ubicación geográfica de esta curación. Se cree que Betsaida se encontraba en la costa norte del mar de Galilea; los eruditos debaten su ubicación exacta. La ciudad se menciona con frecuencia en los evangelios junto con Jerusalén y Capernaum. Fue aquí donde Jesús llamó a Felipe, a Pedro y a Andrés para que se convirtieran en sus discípulos.
Además de la compasión de Jesús por este hombre ciego, es evidente que estaba enseñando una lección espiritual más profunda a sus discípulos. Quería que reconocieran que había personas necesitadas a su alrededor que estarían abiertas al evangelio si sus necesidades físicas se satisfacían primero. Tales almas necesitadas estaban presentes incluso en Betsaida.
Hay algunas razones importantes por las cuales Jesús sanó a este ciego en dos etapas. Debido a que esta sanación es la única vez en los evangelios en que uno de los milagros de curación de Jesús no fue instantáneo, debe haber algún significado en este milagro que no se ve en otros lugares de la Escritura. Primero, el milagro revela la compasión de Jesús. ¿Alguna vez has salido de una habitación oscura a la luz brillante? Por un momento estabas cegado. Los ojos tardan en adaptarse a la luz, si has estado en la oscuridad. Si fueras ciego, una luz brillante repentina te afectaría aún más. Jesús sanó al hombre en dos etapas para que sus ojos se adaptaran gradualmente a la luz. Jesús es amable. Él entiende nuestra condición y ministra amorosamente a nuestras necesidades.
Al compartir la luz de la verdad de Dios con nuestros amigos, es bueno recordar: “Mas la senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto” (Prov. 4:18). Así como la luz del Sol se eleva gradualmente disipando la oscuridad, así también la luz de la verdad de Dios ilumina gradualmente nuestras mentes hasta que caminamos a plena luz. La luz puede ser cegadora o iluminadora. Jesús entendió este principio, y dejó a sus discípulos un vívido ejemplo de cómo presentar la verdad, en la curación en dos etapas de este ciego.
También es posible que Jesús deseara revelar a sus seguidores que cada uno de nosotros necesita un segundo toque. Demasiado a menudo somos parcialmente “ciegos”. Vemos a los que nos rodean como “árboles caminando”. Cuando el Espíritu Santo haga que las escamas caigan de nuestros ojos, también veremos a los que nos rodean con mucha más claridad.
Marcos 8:25 dice: “Luego le puso otra vez las manos sobre los ojos, y le hizo que mirase; y fue restablecido, y vio de lejos y claramente a todos”. La palabra griega para “claramente” es delaugos, que se traduce mejor como “radiantemente”, o “a plena luz”. Cuando Cristo sana nuestra ceguera espiritual, vemos a los demás como Cristo los ve a la luz de su amor.
Jesús ministra a la mujer samaritana
La ruta más directa de Jerusalén a Galilea era a través de Samaria; pero, debido a su animosidad con los samaritanos, los judíos evitaban esta ruta. Normalmente, tomaban la ruta más larga y tortuosa a través del Valle del Jordán. Juan 4:4 declara que a Jesús “le era necesario pasar por Samaria”. No necesitaba pasar por Samaria geográficamente; había otras formas de llegar a Galilea. Jesús tenía una cita divina en el pozo, con una mujer samaritana, que marcaría una diferencia eterna.
Jesús deseaba derribar los muros del prejuicio entre los judíos y los samaritanos. Su objetivo resuelto era revelar a sus discípulos que los samaritanos estaban abiertos al evangelio. Jesús vio a esta mujer atribulada a través de los ojos de la compasión divina. Observó astutamente que ella llegó al pozo al mediodía, la parte más calurosa del día. Este era un momento extraño para ir a sacar agua; las mujeres del pueblo iban temprano en la mañana. Allí se reunían, socializaban y sacaban el suministro de agua para el día. Evidentemente, esta mujer quería evitar el chismorreo que se produciría debido a su estilo de vida si llegaba al mismo tiempo que el resto de las mujeres.
Ella pudo haberse sentido avergonzada. Su estilo de vida desordenado la dejaba marginada. Ella era conocida y deseaba evitar el mayor contacto posible. Su único deseo era reunir rápidamente su suministro diario de agua y regresar a casa. Se sorprendió al encontrar a este extraño judío galileo en el pozo. Se sorprendió aún más cuando él le habló. Los judíos no tenían trato con los samaritanos. Cuando Jesús le pidió un favor, ella no pudo negarse. En las tierras áridas y desérticas del Cercano Oriente y de Medio Oriente, todavía hoy se cree que el agua es un regalo de Dios. Rehusarle un vaso de agua a un viajero cansado es una ofensa contra el Todopoderoso.
Suavemente, casi imperceptiblemente, Jesús derribó las barreras entre ellos, ganó su confianza y luego apeló directamente a sus anhelos internos por la libertad de la culpa y la vida eterna. Primero ella reconoció que era un hombre justo, luego reconoció que era más que un maestro religioso: debía ser un profeta de Dios. Cuando el Espíritu Santo despertó los impulsos divinos dentro de su alma, sintió que Jesús podría ser el Mesías (Juan 4:11, 15, 19, 26).
Emocionada, olvida la razón por la que fue al pozo, deja su cántaro de agua y corre para contar la historia de su encuentro con Cristo. Su testimonio produce un avivamiento espiritual en toda la región (4:39-41). Cuando los discípulos regresan de su viaje para comprar comida, Jesús comparte con ellos esta visión divina: los samaritanos están abiertos y receptivos al evangelio. Para los discípulos, esta realidad es casi increíble. La lección que Cristo les enseña es para todas las generaciones. Dios está trabajando en lugares inesperados. Mantén los ojos abiertos, y verás la obra providencial del Espíritu Santo en la vida de aquellos que no esperabas que recibirían el evangelio (4:35-38).
Ilustración: Recolectar arándanos y ganar almas
Una noche, Elena de White tuvo un sueño acerca de la recolección de arándanos y la ganancia de almas. Junto con un gran grupo de jóvenes, ella fue a recoger arándanos. Un carro tirado por caballos llevaba sus suministros y los llevó al lugar que estaba lleno de arbustos de arándanos. Existen varios tipos de arándanos: son azules o rojos, y bastante deliciosos. También son saludables, abundantes en antioxidantes. Elena de White notó los arbustos llenos de arándanos cerca del carro y comenzó a recogerlos. Pronto ella había llenado dos cubos. Los otros, en su grupo, se dispersaron y regresaron más tarde con cubos vacíos. Les advirtió que mientras buscaban arándanos a cierta distancia del vagón, había muchos justo delante de ellos, si tan solo abrieran los ojos para verlos.
Parte III: APLICACIÓN A LA VIDA
Jesús instó a los discípulos a comenzar a compartir el evangelio donde estaban. No hay otro lugar mejor para comenzar que el lugar donde estás. Los discípulos fueron los primeros en compartir el evangelio en Jerusalén, Judea y Samaria, y luego en las partes más remotas de la Tierra. Hay personas a nuestro alrededor que buscan la paz y el propósito que solo Cristo puede dar. Jesús nos invita a comenzar a compartir su amor en nuestra familia, nuestro vecindario, nuestro lugar de trabajo y nuestra comunidad.
Andrés comenzó con su propia familia y compartió el evangelio con su hermano Pedro. En otra ocasión, desarrolló una relación con un niño pequeño que, debido a la confianza que le generó Andrés, le dio todo su almuerzo a Jesús. Lo poco en las manos de Jesús es mucho, y lo pequeño en las manos de Jesús es grande. Jesús siempre comienza con lo que tiene. Alimentó a cinco mil en las laderas de Galilea con solo cinco panes y dos peces. Andrés no era tan extrovertido como Pedro. No tenía las mismas cualidades de liderazgo, pero fue un presentador. Cada vez que leemos sobre Andrés, lo encontramos presentando a alguien a Jesús.
Los evangelios están llenos de historias de Jesús compartiendo el amor de Dios con una persona a la vez. Un escriba judío, un recaudador de impuestos romano, una mujer cananea, un líder religioso judío y un joven ladrón experimentaron su toque amoroso. Fueron transformados por su gracia.
Piensa sobre con quién, en tu esfera de influencia, puedes compartir el amor de Dios. ¿Quién de tu familia o de tus amigos podría ser más receptivo? Comienza por ahí. Pide a Dios que te revele quién podría estar buscándolo ahora. Te sorprenderá cómo Dios abre las puertas para que compartas su amor con personas que están a tu alrededor que nunca pensaste que serían abiertas o receptivas.
Dios lo bendiga!!!
VER A LAS PERSONAS A TRAVÉS DE LOS OJOS DE JESÚS
Sábado 11 de julio
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Marcos 8:22–26; Juan 4:3–34; Juan 1:40, 41; Marcos 12:28–34; Lucas 23:39–43; Hechos 8:26–38.
PARA MEMORIZAR:
“Y les dijo: Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres” (Mat. 4:19).
Jesús es el Maestro ganador de almas. Al observar cómo obraba Jesús con la gente, aprendemos cómo guiar a otros al conocimiento de la salvación a través de Jesucristo. Al viajar con él por las calles atestadas de gente de Jerusalén, los caminos polvorientos de Judea y las laderas cubiertas de hierba de Galilea, descubrimos cómo reveló los principios del Reino a las almas sedientas.
Jesús veía a cada uno a través de los ojos de la compasión divina. Veía a Pedro no como un pescador rudo y ruidoso, sino como un poderoso predi-cador del evangelio. Veía a Santiago y a Juan no como radicales ardientes y de mal genio, sino como proclamadores entusiastas de su gracia. Veía el profundo anhelo de amor genuino y aceptación en los corazones de María Magdalena, la mujer samaritana y la mujer con el problema de flujo de sangre. Veía a Tomás no como un escéptico cínico, sino como alguien con preguntas sinceras. Ya sea que fueran hombres o mujeres, un ladrón en la cruz, o un loco poseído por demonios, Jesús los miraba a través de los ojos de la salvación.
Notas EGW
Sábado
Durante tres años y medio, los discípulos estuvieron bajo la instrucción del mayor Maestro que el mundo conoció alguna vez. Mediante el trato y la asociación personales, Cristo los preparó para su servicio. Día tras día caminaban y hablaban con él, oían sus palabras de aliento a los cansados y cargados, y veían la manifestación de su poder en favor de los enfermos y afligidos. Algunas veces les enseñaba, sentado entre ellos en la ladera de la montaña; algunas veces junto a la mar, o andando por el camino, les revelaba los misterios del reino de Dios. Dondequiera hubiese corazones abiertos a la recepción del mensaje divino, exponía las verdades del camino de la salvación. No ordenaba a los discípulos que hiciesen esto o aquello, sino que decía: “Seguidme”. En sus viajes por el campo y las ciudades, los llevaba consigo, para que pudiesen ver cómo enseñaba a la gente. Viajaban con él de lugar en lugar. Compartían sus frugales comidas, y como él, algunas veces tenían hambre y a menudo estaban cansados. En las calles atestadas, en la ribera del lago, en el desierto solitario, estaban con él. Le veían en cada fase de la vida (Los hechos de los apóstoles, pp. 15, 16).
Es necesario acercarse a la gente por medio del esfuerzo personal. Si se dedicara menos tiempo a sermonear y más al servicio personal, se conseguirían mayores resultados. Hay que aliviar a los pobres, atender a los enfermos, consolar a los afligidos y dolientes, instruir a los ignorantes y aconsejar a los inexpertos. Hemos de llorar con los que lloran y regocijarnos con los que se regocijan. Acompañada del poder de persuasión, del poder de la oración, del poder del amor de Dios, esta obra no será ni puede ser infructuosa (El ministerio de curación, p. 102).
Cuán grande es su amor para con nosotros cuando nos invita a ir a él con todas nuestras aflicciones, angustias, dolores de corazón y perplejidades, con la seguridad de que nos ayudará. Dará salud y brillo a nuestras vidas. Si ponemos nuestra mano en la suya, colocará nuestros pies sobre la roca firme, sobre un fundamento mejor que el que hayamos tenido alguna vez. Nos hará más fuertes en su fortaleza y obrará con todos nuestros esfuerzos.
Entonces, cuando nuestras almas hayan experimentado su toque sanador, seremos atraídos a un estrecho compañerismo con Jesús y seremos obreros juntamente con Dios, no solamente para restaurar a los que yerran, para sanar a los quebrantados de corazón, sino también para impartir valor, fe y confianza. Esta es la tarea de los obreros de Dios: llevar a Jesús a las almas que se han apartado de sus enseñanzas y que, aparentemente, se han estrellado contra las rocas y arrecifes del pecado. A estas vidas quebrantadas, que han estado aparentemente sin esperanza, se les promete sanidad (Alza tus ojos, p. 160).
Sábado
Durante tres años y medio, los discípulos estuvieron bajo la instrucción del mayor Maestro que el mundo conoció alguna vez. Mediante el trato y la asociación personales, Cristo los preparó para su servicio. Día tras día caminaban y hablaban con él, oían sus palabras de aliento a los cansados y cargados, y veían la manifestación de su poder en favor de los enfermos y afligidos. Algunas veces les enseñaba, sentado entre ellos en la ladera de la montaña; algunas veces junto a la mar, o andando por el camino, les revelaba los misterios del reino de Dios. Dondequiera hubiese corazones abiertos a la recepción del mensaje divino, exponía las verdades del camino de la salvación. No ordenaba a los discípulos que hiciesen esto o aquello, sino que decía: “Seguidme”. En sus viajes por el campo y las ciudades, los llevaba consigo, para que pudiesen ver cómo enseñaba a la gente. Viajaban con él de lugar en lugar. Compartían sus frugales comidas, y como él, algunas veces tenían hambre y a menudo estaban cansados. En las calles atestadas, en la ribera del lago, en el desierto solitario, estaban con él. Le veían en cada fase de la vida (Los hechos de los apóstoles, pp. 15, 16).
Es necesario acercarse a la gente por medio del esfuerzo personal. Si se dedicara menos tiempo a sermonear y más al servicio personal, se conseguirían mayores resultados. Hay que aliviar a los pobres, atender a los enfermos, consolar a los afligidos y dolientes, instruir a los ignorantes y aconsejar a los inexpertos. Hemos de llorar con los que lloran y regocijarnos con los que se regocijan. Acompañada del poder de persuasión, del poder de la oración, del poder del amor de Dios, esta obra no será ni puede ser infructuosa (El ministerio de curación, p. 102).
Cuán grande es su amor para con nosotros cuando nos invita a ir a él con todas nuestras aflicciones, angustias, dolores de corazón y perplejidades, con la seguridad de que nos ayudará. Dará salud y brillo a nuestras vidas. Si ponemos nuestra mano en la suya, colocará nuestros pies sobre la roca firme, sobre un fundamento mejor que el que hayamos tenido alguna vez. Nos hará más fuertes en su fortaleza y obrará con todos nuestros esfuerzos.
Entonces, cuando nuestras almas hayan experimentado su toque sanador, seremos atraídos a un estrecho compañerismo con Jesús y seremos obreros juntamente con Dios, no solamente para restaurar a los que yerran, para sanar a los quebrantados de corazón, sino también para impartir valor, fe y confianza. Esta es la tarea de los obreros de Dios: llevar a Jesús a las almas que se han apartado de sus enseñanzas y que, aparentemente, se han estrellado contra las rocas y arrecifes del pecado. A estas vidas quebrantadas, que han estado aparentemente sin esperanza, se les promete sanidad (Alza tus ojos, p. 160).
Domingo 12 de julio
EL SEGUNDO TOQUE
Solo hay un milagro en toda la Biblia que Jesús hizo en dos etapas. Es la curación del ciego en Betsaida. Esta historia ofrece lecciones eternas para la iglesia de Cristo hoy. Ilustra el plan de Dios de usar a cada creyente para traer a alguien más a Jesús. La Escritura declara: “Vino luego a Betsaida; y le trajeron un ciego, y le rogaron que le tocase” (Mar. 8:22). Las dos palabras clave aquí son “trajeron” y “rogaron”. El ciego no vino solo. Sus amigos vieron su necesidad y lo trajeron. Puede que no haya tenido mucha fe, pero ellos sí. Creían que Jesús sanaría la ceguera de este hombre.
Hay aproximadamente 25 milagros curativos distintos en el Nuevo Testamento realizados por Jesús. En más de la mitad, un pariente o un amigo lleva al individuo a Jesús para que lo sane. Muchas personas nunca vendrán a Jesús a menos que alguien que tenga fe los traiga. Nuestro papel es convertirnos en “presentadores” y acercar personas a Jesús.
La segunda palabra que es digna de nuestra consideración en Marcos 8:22 es la palabra “rogaron”. Puede significar “suplicar, implorar o exhortar”. Implica un pedido más suave, amable y gentil que una demanda ruidosa y bulliciosa. Los amigos de este hombre amablemente suplicaron a Jesús, creyendo que tenía tanto el deseo como el poder de ayudar a este hombre. Puede ser que el hombre no haya tenido fe en que Jesús podría sanarlo; pero sus amigos, sí. Algunas veces debemos llevar a otros a Jesús sobre las alas de nuestra fe.
Lee Marcos 8:22 al 26. ¿Por qué crees que sanó al ciego en dos etapas? ¿Qué lecciones tiene esta historia para nosotros hoy como testigos de Jesús?
¿Es posible que nosotros tampoco veamos a la gente con claridad? ¿Los vemos a veces más como “árboles que andan”, en forma vaga y sombría, que como candidatos para el Reino de Dios? ¿Qué crees que nos lleva a veces a no ver claramente a las personas?
■ Además de la lección obvia sobre cómo Dios nos usa para llegar a las personas, ¿qué más podemos aprender de esta historia? ¿Qué podría enseñarnos, por ejemplo, acerca de cómo los aspectos médico y espiritual pueden tener parte en la curación y en el ministerio a los perdidos?
Notas EGW
Domingo
Necesitamos más simpatía cristiana; y no simplemente simpatía para con aquellos que nos parecen sin tacha, sino para con los pobres y los que padecen, para con las almas que luchan y son muchas veces sorprendidas en sus faltas, para con los que van pecando y arrepintiéndose, los tentados y desalentados. Debemos allegarnos a nuestros semejantes, conmovidos, como nuestro misericordioso Sumo Sacerdote, por sus flaquezas…
Los móviles cristianos requieren que trabajemos con firme propósito, interés inapagable y empeño siempre creciente por las almas a quienes Satanás procura destruir. Nada debe entibiar la fervorosa energía con que trabajamos en pro de la salvación de los perdidos.
Nótese cómo en toda la Palabra de Dios se manifiesta el espíritu de insistencia que suplica a los hombres a que acudan a Cristo. Debemos aprovechar toda oportunidad, en privado y en público, para presentar todo argumento e insistir con razones de alcance infinito a fin de atraer a los hombres al Salvador. Con toda nuestra fuerza hemos de instarlos para que miren a Jesús y acepten su vida de abnegación y sacrificio. Debemos mostrarles que esperamos verlos alegrar el corazón de Cristo haciendo uso de cada uno de sus dones para honrar su nombre (El ministerio de curación, pp. 121, 122).
Nos dejamos desalentar con demasiada facilidad respecto de los que no corresponden en el acto a los esfuerzos que hacemos por ellos. No debemos jamás dejar de trabajar por un alma mientras quede un rayo de esperanza. Las preciosas almas costaron al Redentor demasiados sacrificios para que queden abandonadas así al poder del tentador… Sin una mano que les ayude, muchos no lograrán jamás reponerse moralmente; pero mediante esfuerzos pacientes y constantes se los puede levantar. Necesitan palabras de ternura, benevolente consideración, ayuda positiva.
Cristo puede levantar a los más pecadores, y ponerlos donde se les reconozca por hijos de Dios y coherederos con Cristo de la herencia inmortal.
Por el milagro de la gracia divina, muchos pueden prepararse para una vida provechosa (God’s Amazing Grace; parcialmente en La maravillosa gracia de Dios, p. 127).
Nuestras oraciones han de ser tan fervorosas y persistentes como lo fue la del amigo necesitado que pidió pan a media noche. Cuanto más fervorosa y constantemente oremos, tanto más íntima será nuestra unión espiritual con Cristo. Recibiremos bendiciones acrecentadas, porque tenemos una fe acrecentada.
Nuestra parte consiste en orar y creer. Velad en oración. Velad, y cooperad con el Dios que oye la oración. Recordad que “coadjutores somos de Dios”. 1 Corintios 3:9 (Palabras de vida del gran Maestro, pp. 111, 112).
Domingo
Necesitamos más simpatía cristiana; y no simplemente simpatía para con aquellos que nos parecen sin tacha, sino para con los pobres y los que padecen, para con las almas que luchan y son muchas veces sorprendidas en sus faltas, para con los que van pecando y arrepintiéndose, los tentados y desalentados. Debemos allegarnos a nuestros semejantes, conmovidos, como nuestro misericordioso Sumo Sacerdote, por sus flaquezas…
Los móviles cristianos requieren que trabajemos con firme propósito, interés inapagable y empeño siempre creciente por las almas a quienes Satanás procura destruir. Nada debe entibiar la fervorosa energía con que trabajamos en pro de la salvación de los perdidos.
Nótese cómo en toda la Palabra de Dios se manifiesta el espíritu de insistencia que suplica a los hombres a que acudan a Cristo. Debemos aprovechar toda oportunidad, en privado y en público, para presentar todo argumento e insistir con razones de alcance infinito a fin de atraer a los hombres al Salvador. Con toda nuestra fuerza hemos de instarlos para que miren a Jesús y acepten su vida de abnegación y sacrificio. Debemos mostrarles que esperamos verlos alegrar el corazón de Cristo haciendo uso de cada uno de sus dones para honrar su nombre (El ministerio de curación, pp. 121, 122).
Nos dejamos desalentar con demasiada facilidad respecto de los que no corresponden en el acto a los esfuerzos que hacemos por ellos. No debemos jamás dejar de trabajar por un alma mientras quede un rayo de esperanza. Las preciosas almas costaron al Redentor demasiados sacrificios para que queden abandonadas así al poder del tentador… Sin una mano que les ayude, muchos no lograrán jamás reponerse moralmente; pero mediante esfuerzos pacientes y constantes se los puede levantar. Necesitan palabras de ternura, benevolente consideración, ayuda positiva.
Cristo puede levantar a los más pecadores, y ponerlos donde se les reconozca por hijos de Dios y coherederos con Cristo de la herencia inmortal.
Por el milagro de la gracia divina, muchos pueden prepararse para una vida provechosa (God’s Amazing Grace; parcialmente en La maravillosa gracia de Dios, p. 127).
Nuestras oraciones han de ser tan fervorosas y persistentes como lo fue la del amigo necesitado que pidió pan a media noche. Cuanto más fervorosa y constantemente oremos, tanto más íntima será nuestra unión espiritual con Cristo. Recibiremos bendiciones acrecentadas, porque tenemos una fe acrecentada.
Nuestra parte consiste en orar y creer. Velad en oración. Velad, y cooperad con el Dios que oye la oración. Recordad que “coadjutores somos de Dios”. 1 Corintios 3:9 (Palabras de vida del gran Maestro, pp. 111, 112).
Lunes 13 de julio
UNA LECCIÓN SOBRE ACEPTACIÓN
Al plasmar para ellos lo que significaba ver a cada individuo desde una nueva perspectiva, Jesús les enseñó a sus discípulos cómo ver a las personas a través de los ojos del Cielo. Su visión de la gente era radical. Los veía, no como eran sino como podían llegar a ser. En todas sus interacciones con las personas, las trataba con dignidad y respeto. A menudo sorprendía a sus discípulos por la forma en que trataba a las personas. Esto es especialmente cierto en su interacción con la mujer samaritana.
La Archaeological Study Bible [Biblia de Estudio Arqueológico] hace esta observación interesante sobre la relación entre los judíos y los samaritanos: “La grieta entre los samaritanos y los judíos se remonta a un período tem-prano. Según 2 Reyes 17, los samaritanos eran descendientes de pueblos mesopotámicos que el rey de Asiria estableció por la fuerza en las tierras del norte de Israel a raíz del exilio de 722 a.C. Combinaban la adoración de Yahweh con prácticas idólatras” (The Archaeological Study Bible, Zondervan Publishing, 2005, p. 1.727). Además de estas prácticas idólatras, establecieron un sacerdocio rival y un templo rival en el monte Gerizim. Considerando tales diferencias teológicas con los samaritanos, los discípulos debieron haber quedado perplejos cuando Jesús eligió la ruta samaritana a Galilea. Se sorprendieron de que Jesús no se dejara arrastrar a un debate religioso. Apeló directamente al anhelo de la mujer samaritana de aceptación, amor y perdón.
Lee Juan 4:3 al 34. ¿Cómo se acercó Jesús a la mujer samaritana? ¿Cuál fue la respuesta de la mujer a la conversación de Cristo con ella? ¿Cuál fue la respuesta de los discípulos a esta experiencia, y cómo amplió Jesús su visión?
La eterna lección que Jesús anhelaba enseñar a sus discípulos y a cada uno de nosotros es simplemente esta: “Los que tienen el Espíritu de Cristo verán a todos los hombres a través de los ojos de la compasión divina” (Elena de White, The Signs of the Times, 20 de junio de 1892).
■ ¿Quiénes son las personas a quienes, debido a la influencia de su propia cultura y sociedad, tiendes a ver desdeñosamente o con falta de respeto? ¿Por qué debes cambiar tu actitud y cómo puede suceder ese cambio?
Notas EGW
Lunes
Jesús se relacionaba personalmente con los seres humanos. Él no se alejaba ni apartaba de los que necesitaban su ayuda. Entraba en las casas de los hombres, confortaba a los tristes, sanaba a los enfermos, instigaba al descuidado e iba haciendo bienes. Y si seguimos sus pasos, debemos hacer lo que él hizo. Debemos brindar a los hombres la misma ayuda que él les extendía.
El Señor desea que su palabra de gracia penetre en toda alma. En gran medida esto debe realizarse mediante un trabajo personal. Este fue el método de Cristo. Su obra se realizaba mayormente por medio de entrevistas personales. Dispensaba una fiel consideración al auditorio de una sola alma. Por medio de esa sola alma a menudo el mensaje se extendía a millares… Hay multitudes que nunca recibirán el evangelio a menos que este les sea llevado (Dios nos cuida, p. 56).
Al enseñar, Cristo trató individualmente con los hombres. Educó a los doce por medio del trato y la asociación personales. Sus más preciosas instrucciones las dio en privado, y con frecuencia a un solo oyente. Reveló sus más ricos tesoros al honorable rabino en la entrevista nocturna celebrada en el Monte de los Olivos, y a la mujer despreciada, junto al pozo de Sicar, porque en esos oyentes percibió un corazón sensible, una mente abierta, un espíritu receptivo. Ni siquiera la muchedumbre que con tanta frecuencia seguía sus pasos era para Cristo una masa confusa de seres humanos. Hablaba y exhortaba en forma directa a cada mente, y se dirigía a cada corazón. Observaba los rostros de sus oyentes, veía cuando se iluminaban, notaba la mirada rápida y de comprensión que revelaba el hecho de que la verdad había llegado al alma, y su corazón vibraba en respuesta con gozosa simpatía.
Cristo se percataba de las posibilidades que había en todo ser humano. No se dejaba impresionar por una apariencia poco promisoria o un ambiente desfavorable. Llamó a Mateo cuando estaba en el banco de los tributos, y a Pedro y sus hermanos les pidió que dejaran el bote del pescador para que aprendieran de él.
En la obra educativa de hoy se necesita prestar el mismo interés personal y la misma atención al desarrollo individual (La educación, pp. 231, 232).
Nuestro Salvador experimentaba una tierna simpatía por los pobres y dolientes. Y si nosotros somos seguidores de Cristo debemos cultivar también la compasión y la simpatía. El amor por la humanidad doliente debe reemplazar a la indiferencia por la aflicción humana. La viuda, el huérfano, el enfermo y el moribundo, siempre necesitarán que se les ayude. Entre ellos existe una dorada oportunidad para proclamar el evangelio y para poner en alto el nombre de Jesús, la única esperanza y consolación del ser humano. Cuando la persona que sufre obtiene sanidad, y se ha demostrado un interés viviente por el alma afligida, entonces el corazón se abre y se puede derramar el bálsamo celestial sobre él. Si acudimos a Jesús y obtenemos de él conocimiento, fortaleza y gracia, podremos impartir su consuelo a los demás, porque el Consolador está con nosotros (Consejos sobre la salud, p. 34).
Lunes
Jesús se relacionaba personalmente con los seres humanos. Él no se alejaba ni apartaba de los que necesitaban su ayuda. Entraba en las casas de los hombres, confortaba a los tristes, sanaba a los enfermos, instigaba al descuidado e iba haciendo bienes. Y si seguimos sus pasos, debemos hacer lo que él hizo. Debemos brindar a los hombres la misma ayuda que él les extendía.
El Señor desea que su palabra de gracia penetre en toda alma. En gran medida esto debe realizarse mediante un trabajo personal. Este fue el método de Cristo. Su obra se realizaba mayormente por medio de entrevistas personales. Dispensaba una fiel consideración al auditorio de una sola alma. Por medio de esa sola alma a menudo el mensaje se extendía a millares… Hay multitudes que nunca recibirán el evangelio a menos que este les sea llevado (Dios nos cuida, p. 56).
Al enseñar, Cristo trató individualmente con los hombres. Educó a los doce por medio del trato y la asociación personales. Sus más preciosas instrucciones las dio en privado, y con frecuencia a un solo oyente. Reveló sus más ricos tesoros al honorable rabino en la entrevista nocturna celebrada en el Monte de los Olivos, y a la mujer despreciada, junto al pozo de Sicar, porque en esos oyentes percibió un corazón sensible, una mente abierta, un espíritu receptivo. Ni siquiera la muchedumbre que con tanta frecuencia seguía sus pasos era para Cristo una masa confusa de seres humanos. Hablaba y exhortaba en forma directa a cada mente, y se dirigía a cada corazón. Observaba los rostros de sus oyentes, veía cuando se iluminaban, notaba la mirada rápida y de comprensión que revelaba el hecho de que la verdad había llegado al alma, y su corazón vibraba en respuesta con gozosa simpatía.
Cristo se percataba de las posibilidades que había en todo ser humano. No se dejaba impresionar por una apariencia poco promisoria o un ambiente desfavorable. Llamó a Mateo cuando estaba en el banco de los tributos, y a Pedro y sus hermanos les pidió que dejaran el bote del pescador para que aprendieran de él.
En la obra educativa de hoy se necesita prestar el mismo interés personal y la misma atención al desarrollo individual (La educación, pp. 231, 232).
Nuestro Salvador experimentaba una tierna simpatía por los pobres y dolientes. Y si nosotros somos seguidores de Cristo debemos cultivar también la compasión y la simpatía. El amor por la humanidad doliente debe reemplazar a la indiferencia por la aflicción humana. La viuda, el huérfano, el enfermo y el moribundo, siempre necesitarán que se les ayude. Entre ellos existe una dorada oportunidad para proclamar el evangelio y para poner en alto el nombre de Jesús, la única esperanza y consolación del ser humano. Cuando la persona que sufre obtiene sanidad, y se ha demostrado un interés viviente por el alma afligida, entonces el corazón se abre y se puede derramar el bálsamo celestial sobre él. Si acudimos a Jesús y obtenemos de él conocimiento, fortaleza y gracia, podremos impartir su consuelo a los demás, porque el Consolador está con nosotros (Consejos sobre la salud, p. 34).
Martes 14 de julio
COMIENZA DONDE ESTÁS
Alguien ha dicho con razón: “En la vida, el único lugar para comenzar es donde estás, porque no hay otro lugar para comenzar”. Jesús enfatizó este principio en Hechos 1:8, donde declaró: “Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra”.
El mensaje de Jesús a sus discípulos era demasiado claro como para ser mal entendido: comienza donde estás. Testifica donde Dios te ha colocado. En lugar de soñar con mejores oportunidades, comienza con quienes te rodean. ¡Mira con los ojos de Dios las posibilidades más cercanas a ti!
No necesitas ser la persona más educada del mundo, la más elocuente, la más talentosa. Por útiles que puedan ser algunos de esos dones si se usan correctamente, al final todo lo que necesitas es tu propio amor por Dios y tu amor por las almas. Si estás dispuesto a testificar, Dios abrirá el camino para que lo hagas.
Lee Juan 1:40 y 41; 6:5 al 11; y 12:20 al 26. ¿Qué te dicen estos pasajes acerca de la visión espiritual de Andrés y su enfoque para testificar?
La experiencia de Andrés nos dice mucho. Él comenzó por su propia familia. Primero compartió a Cristo con su hermano Pedro. Desarrolló una relación cordial con un niño pequeño que luego le proporcionó a Jesús el material para un milagro, y Andrés sabía exactamente qué hacer con los griegos. En lugar de debatir sobre teología, percibió su necesidad y les presentó a Jesús.
El arte de ganar almas de manera efectiva es el arte de construir re-laciones positivas y afectuosas. Piensa en las personas más cercanas a ti que pueden no conocer a Jesús. ¿Sienten en su vida a alguien compasivo y afectuoso? ¿Ven en ti una paz y un propósito que anhelan? ¿Es tu vida un anuncio del evangelio? Hacemos amigos para Dios al compartir a Jesús. Se convierten en amigos cristianos y, finalmente, cuando compartimos el mensaje de Dios de la verdad bíblica del tiempo del fin, también pueden convertirse en cristianos adventistas del séptimo día.
■ ¿Por qué a veces puede ser tan difícil guiar a nuestros familiares y parientes a Cristo? ¿Has tenido éxito al compartir a Jesús con alguno de tus familiares o ami-gos cercanos? Comparte cualquier principio que pueda resultar útil a tu clase de Escuela Sabática.
Notas EGW
Martes
Cristo dijo a sus discípulos que ellos debían comenzar su trabajo en Jerusalén… En Jerusalén había muchos que creían secretamente que Jesús de Nazaret era el Mesías, y muchos que habían sido engañados por los sacerdotes y gobernantes. El evangelio debía ser proclamado a estos. Debían ser llamados al arrepentimiento. Debía aclararse la maravillosa verdad de que solo mediante Cristo puede obtenerse la remisión de los pecados. Y mientras Jerusalén estaba agitada por los conmovedores sucesos de pocas semanas atrás, era cuando la predicación de los discípulos haría la más profunda impresión (Hechos de los apóstoles, pp. 25, 26).
Andrés, halló a su hermano, y lo llevó al Salvador. Luego Felipe fue llamado, y buscó a Natanael. Estos ejemplos deben enseñarnos la importancia del esfuerzo personal, de dirigir llamamientos directos a nuestros parientes, amigos y vecinos. Hay quienes durante toda la vida han profesado conocer a Cristo, y sin embargo, no han hecho nunca un esfuerzo personal para traer siquiera un alma al Salvador…
Son muchos los que necesitan el ministerio de corazones cristianos amantes. Muchos han descendido a la ruina cuando podrían haber sido salvados, si sus vecinos, hombres y mujeres comunes, hubiesen hecho algún esfuerzo personal en su favor. Muchos están aguardando a que se les hable personalmente. En la familia misma, en el vecindario, en el pueblo en que vivimos, hay para nosotros trabajo que debemos hacer como misioneros de Cristo. Si somos creyentes, esta obra será nuestro deleite. Apenas se ha convertido uno cuando nace en él el deseo de dar a conocer a otros cuán precioso amigo ha hallado en Jesús. La verdad salvadora y santificadora no puede quedar encerrada en su corazón (El Deseado de todas las gentes, pp. 114, 115).
“Me seréis testigos”. Hechos 1:8. Estas palabras de Jesús no han perdido nada de su fuerza. Nuestro Salvador pide testigos fieles en estos tiempos de formalismo religioso; pero ¡cuán pocos, aun entre los que profesan ser embajadores de Cristo, están listos para dar un testimonio fiel y personal por su Maestro! Muchos son los que pueden decir lo que hicieron, osaron, sufrieron, y disfrutaron los hombres grandes… Pero al par que son tan ardorosos en cuanto a presentar a otros cristianos como testigos por Jesús, no parecen tener ninguna nueva ni oportuna experiencia propia que relatar…
¿Qué tenéis que decir por vosotros mismos? ¿Qué conflictos del alma habéis experimentado que hayan sido para vuestro bien, para el bien de otros y para gloria de Dios? Vosotros, los que profesáis estar proclamando el último solemne mensaje de misericordia al mundo, ¿cuál es vuestra experiencia en el conocimiento de la verdad, y cuál su efecto sobre vuestros corazones? ¿Testifica por Cristo vuestro carácter? ¿Podéis hablar de la influencia refinadora, ennoblecedora y santificadora de la verdad tal cual es en Jesús? ¿Qué habéis visto, qué habéis conocido, del poder de Cristo? Esta es la clase de testimonio que pide el Señor, y por cuya falta sufren las iglesias (Obreros evangélicos, p. 289).
Martes
Cristo dijo a sus discípulos que ellos debían comenzar su trabajo en Jerusalén… En Jerusalén había muchos que creían secretamente que Jesús de Nazaret era el Mesías, y muchos que habían sido engañados por los sacerdotes y gobernantes. El evangelio debía ser proclamado a estos. Debían ser llamados al arrepentimiento. Debía aclararse la maravillosa verdad de que solo mediante Cristo puede obtenerse la remisión de los pecados. Y mientras Jerusalén estaba agitada por los conmovedores sucesos de pocas semanas atrás, era cuando la predicación de los discípulos haría la más profunda impresión (Hechos de los apóstoles, pp. 25, 26).
Andrés, halló a su hermano, y lo llevó al Salvador. Luego Felipe fue llamado, y buscó a Natanael. Estos ejemplos deben enseñarnos la importancia del esfuerzo personal, de dirigir llamamientos directos a nuestros parientes, amigos y vecinos. Hay quienes durante toda la vida han profesado conocer a Cristo, y sin embargo, no han hecho nunca un esfuerzo personal para traer siquiera un alma al Salvador…
Son muchos los que necesitan el ministerio de corazones cristianos amantes. Muchos han descendido a la ruina cuando podrían haber sido salvados, si sus vecinos, hombres y mujeres comunes, hubiesen hecho algún esfuerzo personal en su favor. Muchos están aguardando a que se les hable personalmente. En la familia misma, en el vecindario, en el pueblo en que vivimos, hay para nosotros trabajo que debemos hacer como misioneros de Cristo. Si somos creyentes, esta obra será nuestro deleite. Apenas se ha convertido uno cuando nace en él el deseo de dar a conocer a otros cuán precioso amigo ha hallado en Jesús. La verdad salvadora y santificadora no puede quedar encerrada en su corazón (El Deseado de todas las gentes, pp. 114, 115).
“Me seréis testigos”. Hechos 1:8. Estas palabras de Jesús no han perdido nada de su fuerza. Nuestro Salvador pide testigos fieles en estos tiempos de formalismo religioso; pero ¡cuán pocos, aun entre los que profesan ser embajadores de Cristo, están listos para dar un testimonio fiel y personal por su Maestro! Muchos son los que pueden decir lo que hicieron, osaron, sufrieron, y disfrutaron los hombres grandes… Pero al par que son tan ardorosos en cuanto a presentar a otros cristianos como testigos por Jesús, no parecen tener ninguna nueva ni oportuna experiencia propia que relatar…
¿Qué tenéis que decir por vosotros mismos? ¿Qué conflictos del alma habéis experimentado que hayan sido para vuestro bien, para el bien de otros y para gloria de Dios? Vosotros, los que profesáis estar proclamando el último solemne mensaje de misericordia al mundo, ¿cuál es vuestra experiencia en el conocimiento de la verdad, y cuál su efecto sobre vuestros corazones? ¿Testifica por Cristo vuestro carácter? ¿Podéis hablar de la influencia refinadora, ennoblecedora y santificadora de la verdad tal cual es en Jesús? ¿Qué habéis visto, qué habéis conocido, del poder de Cristo? Esta es la clase de testimonio que pide el Señor, y por cuya falta sufren las iglesias (Obreros evangélicos, p. 289).
Miércoles 15 de julio
LIDIAR CON PERSONAS DIFÍCILES
Jesús era un especialista en el trato con personas difíciles. Tanto por sus palabras como por sus acciones, demostraba aceptación. Escuchaba atentamente sus preocupaciones, formulaba preguntas y revelaba gradual-mente las verdades divinas. Reconocía el anhelo íntimo de los corazones más endurecidos y veía potencial en los pecadores más viles. Para Jesús, nadie estaba fuera del alcance del evangelio. Jesús ciertamente creía que “nadie ha caído tan bajo, nadie es tan vil que no pueda hallar liberación en Cristo” (DTG 224). Jesús miraba a las personas a través de un conjunto de lentes diferentes del resto de nosotros. Veía en cada ser humano un reflejo de la gloria de la Creación original. Elevaba sus pensamientos para com-prender la posibilidad de lo que podrían llegar a ser, y muchos se elevaron para cumplir las expectativas de Jesús para su vida.
Lee Mateo 4:18 y 19, Marcos 12:28 al 34 y Lucas 23:39 al 43. ¿Qué resulta similar en los llamamientos de Cristo a Pedro y a Juan, a un escriba interro-gador sin nombre y el ladrón en la cruz? Estudia el abordaje de Cristo para cada uno de estos cuidadosamente. ¿Qué es lo que se destaca?
Dondequiera que Jesús iba, veía posibilidades espirituales; veía posibles candidatos para el Reino de Dios en las circunstancias más improbables. Llamamos a esta habilidad “ojos de crecimiento de iglesia”. Los ojos de cre-cimiento de iglesia son una sensibilidad cultivada para ver a las personas como Jesús las veía, como candidatos para el Reino de Dios. Esto también implica “oídos de crecimiento de iglesia”, que tiene que ver con escuchar las necesidades no expresadas de quienes nos rodean. Tiene que ver con escuchar el anhelo de sus corazones por algo que no tienen, incluso si no lo han expresado abiertamente.
Pídele al Señor que te haga sensible al ministerio del Espíritu Santo en la vida de los demás. Ora para que Dios te dé el segundo toque y te abra los ojos a las oportunidades espirituales que te ofrece cada día para compartir tu fe con los demás. Pídele a Dios un ojo que vea, un corazón sensible que escuche, y una voluntad de compartir al Cristo que conoces y amas con los demás, y estarás en camino a un viaje emocionante de toda la vida. La vida tendrá un significado completamente nuevo. Tendrás una sensación de satisfacción y alegría que nunca antes habías experimentado. Solo aquellos que trabajan en favor de las almas pueden conocer la satisfacción que puede traer.
Notas EGW
Miércoles
Estudiad la historia de José y de Daniel. El Señor no impidió las intrigas de los hombres que procuraban hacerles daño; pero hizo redundar todos aquellos ardides en beneficio de sus siervos que en medio de la prueba y del conflicto conservaron su fe y lealtad.
Mientras permanezcamos en el mundo, tendremos que arrostrar influencias adversas. Habrá provocaciones que probarán nuestro temple, y si las arrostramos con buen espíritu desarrollaremos las virtudes cristianas. Si Cristo vive en nosotros, seremos sufridos, bondadosos y prudentes, alegres en medio de los enojos e irritaciones. Día tras día y año tras año iremos venciéndonos, hasta llegar al noble heroísmo. Esta es la tarea que se nos ha señalado; pero no se puede llevar a cabo sin la ayuda de Jesús, sin ánimo resuelto, sin propósito firme, sin continua vigilancia y oración. Cada cual tiene su propia lucha. Ni siquiera Dios puede ennoblecer nuestro carácter ni hacer útiles nuestras vidas a menos que lleguemos a ser sus colaboradores. Los que huyen del combate pierden la fuerza y el gozo de la victoria (El ministerio de curación, pp. 387, 388).
El amor que debe existir entre los miembros de la iglesia es con frecuencia reemplazado por críticas y censuras; y estas se manifiestan hasta en los servicios religiosos, en reproches y severas alusiones personales. Los ministros, los ancianos o los hermanos no deben apoyar estas cosas. Los servicios de la iglesia deben llevarse a cabo con un sincero deseo de glorificar a Dios. Cuando los hombres, con sus peculiaridades, se reúnen en la iglesia, a menos que la verdad de Dios suavice y subyugue los rasgos duros del carácter, aquélla quedará afectada y su paz y armonía serán sacrificadas a causa de estos rasgos egoístas no santificados. Muchos, al tratar de descubrir las faltas de sus hermanos, descuidan la investigación de su propio corazón y la purificación de su propia vida. Esto desagrada a Dios. Cada miembro de la iglesia debe ser celoso de su propia alma y debe vigilar atentamente sus propias acciones, no sea que obre por motivos egoístas y sea una causa de tropiezo para sus hermanos débiles.
Dios toma a los hombres tal como son, con el elemento humano de su carácter, y luego los educa para su servicio si quieren dejarse disciplinar y aprender de él (Testimonios para la iglesia, t. 4, p. 480).
La vida de Cristo fundó una religión sin castas; en la que judíos y gentiles, libres y esclavos, unidos por los lazos de fraternidad, son iguales ante Dios…
Nunca despreció a nadie por inútil, sino que procuraba aplicar a toda alma su remedio curativo. Cualesquiera que fueran las personas con quienes se encontrase, siempre sabía darles alguna lección adecuada al tiempo y a las circunstancias. Cada descuido o insulto del hombre para con el hombre le hacía sentir tanto más la necesidad que la humanidad tenía de su simpatía divina y humana. Procuraba infundir esperanza en los más rudos y en los que menos prometían, presentándoles la seguridad de que podían llegar a ser sin tacha y sencillos, poseedores de un carácter que los diera a conocer como hijos de Dios (El ministerio de curación, p. 16).
Miércoles
Estudiad la historia de José y de Daniel. El Señor no impidió las intrigas de los hombres que procuraban hacerles daño; pero hizo redundar todos aquellos ardides en beneficio de sus siervos que en medio de la prueba y del conflicto conservaron su fe y lealtad.
Mientras permanezcamos en el mundo, tendremos que arrostrar influencias adversas. Habrá provocaciones que probarán nuestro temple, y si las arrostramos con buen espíritu desarrollaremos las virtudes cristianas. Si Cristo vive en nosotros, seremos sufridos, bondadosos y prudentes, alegres en medio de los enojos e irritaciones. Día tras día y año tras año iremos venciéndonos, hasta llegar al noble heroísmo. Esta es la tarea que se nos ha señalado; pero no se puede llevar a cabo sin la ayuda de Jesús, sin ánimo resuelto, sin propósito firme, sin continua vigilancia y oración. Cada cual tiene su propia lucha. Ni siquiera Dios puede ennoblecer nuestro carácter ni hacer útiles nuestras vidas a menos que lleguemos a ser sus colaboradores. Los que huyen del combate pierden la fuerza y el gozo de la victoria (El ministerio de curación, pp. 387, 388).
El amor que debe existir entre los miembros de la iglesia es con frecuencia reemplazado por críticas y censuras; y estas se manifiestan hasta en los servicios religiosos, en reproches y severas alusiones personales. Los ministros, los ancianos o los hermanos no deben apoyar estas cosas. Los servicios de la iglesia deben llevarse a cabo con un sincero deseo de glorificar a Dios. Cuando los hombres, con sus peculiaridades, se reúnen en la iglesia, a menos que la verdad de Dios suavice y subyugue los rasgos duros del carácter, aquélla quedará afectada y su paz y armonía serán sacrificadas a causa de estos rasgos egoístas no santificados. Muchos, al tratar de descubrir las faltas de sus hermanos, descuidan la investigación de su propio corazón y la purificación de su propia vida. Esto desagrada a Dios. Cada miembro de la iglesia debe ser celoso de su propia alma y debe vigilar atentamente sus propias acciones, no sea que obre por motivos egoístas y sea una causa de tropiezo para sus hermanos débiles.
Dios toma a los hombres tal como son, con el elemento humano de su carácter, y luego los educa para su servicio si quieren dejarse disciplinar y aprender de él (Testimonios para la iglesia, t. 4, p. 480).
La vida de Cristo fundó una religión sin castas; en la que judíos y gentiles, libres y esclavos, unidos por los lazos de fraternidad, son iguales ante Dios…
Nunca despreció a nadie por inútil, sino que procuraba aplicar a toda alma su remedio curativo. Cualesquiera que fueran las personas con quienes se encontrase, siempre sabía darles alguna lección adecuada al tiempo y a las circunstancias. Cada descuido o insulto del hombre para con el hombre le hacía sentir tanto más la necesidad que la humanidad tenía de su simpatía divina y humana. Procuraba infundir esperanza en los más rudos y en los que menos prometían, presentándoles la seguridad de que podían llegar a ser sin tacha y sencillos, poseedores de un carácter que los diera a conocer como hijos de Dios (El ministerio de curación, p. 16).
Jueves 16 de julio
PERCIBIR OPORTUNIDADES PROVIDENCIALES
El libro de Hechos está lleno de historias de cómo los discípulos aprove-charon las oportunidades providenciales para el avance del Reino de Dios. De un extremo al otro del libro, leemos relatos fascinantes de la iglesia pri-mitiva y cómo creció, incluso a pesar de los desafíos que enfrentaba tanto interna como externamente.
En 2 Corintios 2:12 y 13, por ejemplo, el apóstol Pablo cuenta su expe-riencia en Troas: “Cuando llegué a Troas para predicar el evangelio de Cristo, aunque se me abrió puerta en el Señor, no tuve reposo en mi espíritu, por no haber hallado a mi hermano Tito; así, despidiéndome de ellos, partí para Macedonia”. Dios abrió milagrosamente una puerta para que Pablo predi-cara el evangelio en el continente europeo, y sabía que las puertas que Dios abre hoy podrían cerrarse mañana. Aprovechando la oportunidad y viendo las posibilidades, inmediatamente navegó hacia Macedonia.
El Dios del Nuevo Testamento es el Dios de la puerta abierta, el Dios que nos brinda oportunidades providenciales para compartir nuestra fe. A lo largo del libro de los Hechos, vemos a Dios trabajando. Se abren puertas en ciudades, provincias, países y, sobre todo, en corazones individuales.
Lee Hechos 8:26 al 38. ¿Qué enseñan estos versículos sobre la disposición de Felipe a ser guiado por Dios y su capacidad de respuesta a las oportuni-dades divinas?
“Un ángel guio a Felipe a uno que anhelaba luz y estaba dispuesto a re-cibir el evangelio. Hoy también los ángeles guiarán los pasos de los obreros que consientan en que el Espíritu Santo santifique sus lenguas y refine y ennoblezca sus corazones. El ángel enviado a Felipe podría haber efectuado por sí mismo la obra en favor del etíope; pero no es tal el modo que Dios tiene de obrar. Su plan es que los hombres trabajen en beneficio de sus prójimos” (HAp 91).
Si tenemos oídos para escuchar y ojos para ver, también nosotros se-remos guiados por ángeles invisibles para alcanzar a los buscadores de la verdad con las verdades del Reino.
■ Observa cuán centrales fueron las Escrituras en esta historia. Además, observa cómo en este punto era tan importante para alguien que conocía las Escrituras exponerlas. ¿Qué lecciones hay aquí para nosotros?
Notas EGW
Jueves
Si el Señor desea que llevemos un mensaje a Nínive, no le agradará que vayamos a Jope o a Capernaum. Razones tiene para enviarnos al punto hacia donde han sido encaminados nuestros pies. Allí mismo puede estar alguien que necesite la ayuda que podemos darle. El que mandó a Felipe al eunuco etíope; que envió a Pedro al centurión romano; y la pequeña israelita en auxilio de Naamán, el capitán sirio, también envía hoy, como representantes suyos, a hombres, mujeres y jóvenes, para que vayan a los que necesitan ayuda y dirección divinas (El ministerio de curación, p. 375).
Ángeles celestiales están velando sobre los que buscan luz y cooperan con los que tratan de ganar almas para Cristo. Esto se echa de ver por el incidente de Felipe y el etíope.
Fue enviado un mensajero celestial para mostrar a Felipe su obra para con el etíope… Los ángeles de Dios estaban tomando nota de este buscador de la luz… Hoy, como entonces, los ángeles están dirigiendo y guiando a los que desean ser guiados y dirigidos. El ángel enviado a Felipe podría haber hecho él la obra por el etíope, pero no era esta la manera de trabajar de Dios. Como instrumentos de Dios los hombres deben trabajar por los otros.
Cuando Dios le dio a Felipe su tarea… aprendió que cada alma es preciosa a la vista de Dios, y que los ángeles dirigen a los agentes humanos para llevar la luz a aquellos que la necesitan. Los ángeles no han sido encargados de la tarea de predicar el evangelio; pero mediante su ministerio, Dios envía luz a su pueblo; y es a través de su pueblo que la luz ha de llegar al mundo (In Heavenly Places, p. 103; parcialmente en En los lugares celestiales, p. 105).
En esta experiencia de Felipe y el etíope está presentada la obra a la cual Dios llama a su pueblo. El etíope representa a cierta clase numerosa de personas que necesitan misioneros como Felipe, misioneros que oigan la voz de Dios y vayan adonde él los mande. Hay personas en el mundo que leen las Escrituras, pero que no pueden entender su significado. Se necesitan hombres y mujeres que tengan un conocimiento de Dios para explicarles la Palabra a estas almas (Testimonios para la iglesia, t. 8, p. 66).
Aquel cuyo corazón está lleno con la gracia de Dios y con amor a sus prójimos que perecen, hallará la oportunidad, no importa dónde esté colocado, de hablar una palabra en sazón a los cansados. Los cristianos han de trabajar por su Maestro con humildad y mansedumbre, aferrándose a su integridad en medio del ruido y bullicio de la vida.
Debemos esforzarnos por entender las debilidades de los demás. Sabemos poco de las pruebas en los corazones de aquellos que han sido atados por las cadenas de la oscuridad y que carecen de resolución y poder moral (La maravillosa gracia de Dios, p. 127).
Jueves
Si el Señor desea que llevemos un mensaje a Nínive, no le agradará que vayamos a Jope o a Capernaum. Razones tiene para enviarnos al punto hacia donde han sido encaminados nuestros pies. Allí mismo puede estar alguien que necesite la ayuda que podemos darle. El que mandó a Felipe al eunuco etíope; que envió a Pedro al centurión romano; y la pequeña israelita en auxilio de Naamán, el capitán sirio, también envía hoy, como representantes suyos, a hombres, mujeres y jóvenes, para que vayan a los que necesitan ayuda y dirección divinas (El ministerio de curación, p. 375).
Ángeles celestiales están velando sobre los que buscan luz y cooperan con los que tratan de ganar almas para Cristo. Esto se echa de ver por el incidente de Felipe y el etíope.
Fue enviado un mensajero celestial para mostrar a Felipe su obra para con el etíope… Los ángeles de Dios estaban tomando nota de este buscador de la luz… Hoy, como entonces, los ángeles están dirigiendo y guiando a los que desean ser guiados y dirigidos. El ángel enviado a Felipe podría haber hecho él la obra por el etíope, pero no era esta la manera de trabajar de Dios. Como instrumentos de Dios los hombres deben trabajar por los otros.
Cuando Dios le dio a Felipe su tarea… aprendió que cada alma es preciosa a la vista de Dios, y que los ángeles dirigen a los agentes humanos para llevar la luz a aquellos que la necesitan. Los ángeles no han sido encargados de la tarea de predicar el evangelio; pero mediante su ministerio, Dios envía luz a su pueblo; y es a través de su pueblo que la luz ha de llegar al mundo (In Heavenly Places, p. 103; parcialmente en En los lugares celestiales, p. 105).
En esta experiencia de Felipe y el etíope está presentada la obra a la cual Dios llama a su pueblo. El etíope representa a cierta clase numerosa de personas que necesitan misioneros como Felipe, misioneros que oigan la voz de Dios y vayan adonde él los mande. Hay personas en el mundo que leen las Escrituras, pero que no pueden entender su significado. Se necesitan hombres y mujeres que tengan un conocimiento de Dios para explicarles la Palabra a estas almas (Testimonios para la iglesia, t. 8, p. 66).
Aquel cuyo corazón está lleno con la gracia de Dios y con amor a sus prójimos que perecen, hallará la oportunidad, no importa dónde esté colocado, de hablar una palabra en sazón a los cansados. Los cristianos han de trabajar por su Maestro con humildad y mansedumbre, aferrándose a su integridad en medio del ruido y bullicio de la vida.
Debemos esforzarnos por entender las debilidades de los demás. Sabemos poco de las pruebas en los corazones de aquellos que han sido atados por las cadenas de la oscuridad y que carecen de resolución y poder moral (La maravillosa gracia de Dios, p. 127).
Viernes 17 de julio
PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:
Lee Elena de White, Los hechos de los apóstoles, “El evangelio en Samaria”, pp. 86-92.
A nuestro alrededor, la gente busca las cosas eternas. Como Jesús dijo tan acertadamente: “A la verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos” (Mat. 9:37). El problema no era la cosecha. Con ojos ungidos de divinidad, Jesús vio una cosecha abundante donde los discípulos solo veían oposición. ¿Cuál fue la solución de Cristo al problema? “Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies” (Mat. 9:38). La solución es orar para que Dios te envíe a su cosecha.
¿Por qué no hacer esta oración? “Señor, estoy dispuesto a ser utilizado para el avance de tu Reino. Abre mis ojos para que pueda ver las oportuni-dades providenciales que me abres cada día. Enséñame a ser sensible a las personas que me rodean. Ayúdame a decir palabras de esperanza y aliento, y a compartir tu amor y tu verdad con aquellos con quienes entro en contacto cada día”. Si haces esta oración, Dios hará cosas extraordinarias con tu vida.
PREGUNTAS PARA DIALOGAR:
1. Si has trabajado para traer almas a Jesús, una cosa ya sabes: no siempre es fácil, ¿verdad? Sí, por supuesto, solo Dios puede con-vertir corazones, pero en su sabiduría ha elegido usarnos para ser parte de ese proceso. Trabajar por una sola alma requiere tiempo, esfuerzo, paciencia y un amor nacido de lo Alto. ¿Qué elecciones puedes hacer que te ayuden a tener la muerte al yo necesaria para ser un testigo efectivo de Cristo?
2. ¿Quiénes son algunas de las personas con las que entras en contac-to y que no conocen al Señor? ¿Qué has hecho, o estás haciendo, o deberías hacer, para testificarles?
3. Piensa en Saulo de Tarso. ¡Aquí hay alguien que parecía ser un converso de lo más improbable que se pudiera imaginar! Y, sin em-bargo, sabemos lo que le pasó. ¿Qué debería decirnos esto sobre el peligro de juzgar demasiado rápido a los demás por las apariencias externas?
4. Teniendo en cuenta la historia de Saulo, ¿qué hacemos con un tex-to como Mateo 7:6: “No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen, y se vuelvan y os despedacen”?
Notas EGW
Viernes
Testimonios para la iglesia, “Efecto de las discusiones”, t. 3, pp. 241, 242;
Los hechos de los apóstoles, “El evangelio en Samaria”, pp. 85-91.
Viernes
Testimonios para la iglesia, “Efecto de las discusiones”, t. 3, pp. 241, 242;
Los hechos de los apóstoles, “El evangelio en Samaria”, pp. 85-91.
LECCIONES DE ESCUELA SABÁTICA DE ADULTOS
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Dios lo bendiga!!!
- MATERIAL AUXILIAR PARA EL MAESTRO -
Lección 3
Lección 3
EL SÁBADO ENSEÑARÉ...
Texto clave: Marcos 8:22-26.
Enfoque del estudio: Juan 4:3-34; Hechos 26-28.
Parte I: RESEÑA
El tema de la lección de esta semana, “Ver a las personas a través de los ojos de Jesús”, se centra especialmente en la importancia de que una persona guíe a otra a Jesús. Jesús veía a las personas no como eran sino como podían llegar a ser. Él veía su potencial para el Reino de Dios. Percibía los anhelos, dentro de cada individuo, de conocer a Dios.
Cuando vemos a las almas a través de los ojos de Jesús, vemos a cada persona que conocemos como ganable para Cristo porque fue creada a su imagen. A pesar de las circunstancias de su vida, tiene un deseo interno de conocerlo. Esto era cierto para la mujer samaritana, el eunuco etíope, el ladrón en la cruz, el centurión romano, y muchos otros buscadores de Dios del Nuevo Testamento. Hay un vacío del alma sin Cristo.
Reconocer esta verdad eterna nos permite ver a las personas con nuevos ojos, se den cuenta o no de que tienen un vacío con forma de Dios en su vida. Aunque tienen necesidades percibidas que son obvias, también tienen un deseo eterno de conocer a Dios. Hay un hambre oculta del alma. Hombres y mujeres del siglo XXI están hambrientos de un conocimiento de Dios.
Es el plan de Dios que cada uno de nosotros vea y aproveche las oportunidades que nos rodean para guiar a nuestros amigos a Jesús. Muchas personas nunca vendrán a menos que las traigamos. Uno de los grandes mitos es que las personas no tienen interés en las cosas espirituales. Si creemos que no están interesadas, no veremos el interés que puedan tener. Jesús veía a las personas como ganables, y ellas respondían a esa fe de Jesús en ellas.
Parte II: COMENTARIO
Jesús sana al ciego de Betsaida
La curación del ciego en Betsaida, realizada por Cristo en dos etapas, tiene un significado especial para nuestra testificación hoy. Es importante tener en cuenta la ubicación geográfica de esta curación. Se cree que Betsaida se encontraba en la costa norte del mar de Galilea; los eruditos debaten su ubicación exacta. La ciudad se menciona con frecuencia en los evangelios junto con Jerusalén y Capernaum. Fue aquí donde Jesús llamó a Felipe, a Pedro y a Andrés para que se convirtieran en sus discípulos.
Además de la compasión de Jesús por este hombre ciego, es evidente que estaba enseñando una lección espiritual más profunda a sus discípulos. Quería que reconocieran que había personas necesitadas a su alrededor que estarían abiertas al evangelio si sus necesidades físicas se satisfacían primero. Tales almas necesitadas estaban presentes incluso en Betsaida.
Hay algunas razones importantes por las cuales Jesús sanó a este ciego en dos etapas. Debido a que esta sanación es la única vez en los evangelios en que uno de los milagros de curación de Jesús no fue instantáneo, debe haber algún significado en este milagro que no se ve en otros lugares de la Escritura. Primero, el milagro revela la compasión de Jesús. ¿Alguna vez has salido de una habitación oscura a la luz brillante? Por un momento estabas cegado. Los ojos tardan en adaptarse a la luz, si has estado en la oscuridad. Si fueras ciego, una luz brillante repentina te afectaría aún más. Jesús sanó al hombre en dos etapas para que sus ojos se adaptaran gradualmente a la luz. Jesús es amable. Él entiende nuestra condición y ministra amorosamente a nuestras necesidades.
Al compartir la luz de la verdad de Dios con nuestros amigos, es bueno recordar: “Mas la senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto” (Prov. 4:18). Así como la luz del Sol se eleva gradualmente disipando la oscuridad, así también la luz de la verdad de Dios ilumina gradualmente nuestras mentes hasta que caminamos a plena luz. La luz puede ser cegadora o iluminadora. Jesús entendió este principio, y dejó a sus discípulos un vívido ejemplo de cómo presentar la verdad, en la curación en dos etapas de este ciego.
También es posible que Jesús deseara revelar a sus seguidores que cada uno de nosotros necesita un segundo toque. Demasiado a menudo somos parcialmente “ciegos”. Vemos a los que nos rodean como “árboles caminando”. Cuando el Espíritu Santo haga que las escamas caigan de nuestros ojos, también veremos a los que nos rodean con mucha más claridad.
Marcos 8:25 dice: “Luego le puso otra vez las manos sobre los ojos, y le hizo que mirase; y fue restablecido, y vio de lejos y claramente a todos”. La palabra griega para “claramente” es delaugos, que se traduce mejor como “radiantemente”, o “a plena luz”. Cuando Cristo sana nuestra ceguera espiritual, vemos a los demás como Cristo los ve a la luz de su amor.
Jesús ministra a la mujer samaritana
La ruta más directa de Jerusalén a Galilea era a través de Samaria; pero, debido a su animosidad con los samaritanos, los judíos evitaban esta ruta. Normalmente, tomaban la ruta más larga y tortuosa a través del Valle del Jordán. Juan 4:4 declara que a Jesús “le era necesario pasar por Samaria”. No necesitaba pasar por Samaria geográficamente; había otras formas de llegar a Galilea. Jesús tenía una cita divina en el pozo, con una mujer samaritana, que marcaría una diferencia eterna.
Jesús deseaba derribar los muros del prejuicio entre los judíos y los samaritanos. Su objetivo resuelto era revelar a sus discípulos que los samaritanos estaban abiertos al evangelio. Jesús vio a esta mujer atribulada a través de los ojos de la compasión divina. Observó astutamente que ella llegó al pozo al mediodía, la parte más calurosa del día. Este era un momento extraño para ir a sacar agua; las mujeres del pueblo iban temprano en la mañana. Allí se reunían, socializaban y sacaban el suministro de agua para el día. Evidentemente, esta mujer quería evitar el chismorreo que se produciría debido a su estilo de vida si llegaba al mismo tiempo que el resto de las mujeres.
Ella pudo haberse sentido avergonzada. Su estilo de vida desordenado la dejaba marginada. Ella era conocida y deseaba evitar el mayor contacto posible. Su único deseo era reunir rápidamente su suministro diario de agua y regresar a casa. Se sorprendió al encontrar a este extraño judío galileo en el pozo. Se sorprendió aún más cuando él le habló. Los judíos no tenían trato con los samaritanos. Cuando Jesús le pidió un favor, ella no pudo negarse. En las tierras áridas y desérticas del Cercano Oriente y de Medio Oriente, todavía hoy se cree que el agua es un regalo de Dios. Rehusarle un vaso de agua a un viajero cansado es una ofensa contra el Todopoderoso.
Suavemente, casi imperceptiblemente, Jesús derribó las barreras entre ellos, ganó su confianza y luego apeló directamente a sus anhelos internos por la libertad de la culpa y la vida eterna. Primero ella reconoció que era un hombre justo, luego reconoció que era más que un maestro religioso: debía ser un profeta de Dios. Cuando el Espíritu Santo despertó los impulsos divinos dentro de su alma, sintió que Jesús podría ser el Mesías (Juan 4:11, 15, 19, 26).
Emocionada, olvida la razón por la que fue al pozo, deja su cántaro de agua y corre para contar la historia de su encuentro con Cristo. Su testimonio produce un avivamiento espiritual en toda la región (4:39-41). Cuando los discípulos regresan de su viaje para comprar comida, Jesús comparte con ellos esta visión divina: los samaritanos están abiertos y receptivos al evangelio. Para los discípulos, esta realidad es casi increíble. La lección que Cristo les enseña es para todas las generaciones. Dios está trabajando en lugares inesperados. Mantén los ojos abiertos, y verás la obra providencial del Espíritu Santo en la vida de aquellos que no esperabas que recibirían el evangelio (4:35-38).
Ilustración: Recolectar arándanos y ganar almas
Una noche, Elena de White tuvo un sueño acerca de la recolección de arándanos y la ganancia de almas. Junto con un gran grupo de jóvenes, ella fue a recoger arándanos. Un carro tirado por caballos llevaba sus suministros y los llevó al lugar que estaba lleno de arbustos de arándanos. Existen varios tipos de arándanos: son azules o rojos, y bastante deliciosos. También son saludables, abundantes en antioxidantes. Elena de White notó los arbustos llenos de arándanos cerca del carro y comenzó a recogerlos. Pronto ella había llenado dos cubos. Los otros, en su grupo, se dispersaron y regresaron más tarde con cubos vacíos. Les advirtió que mientras buscaban arándanos a cierta distancia del vagón, había muchos justo delante de ellos, si tan solo abrieran los ojos para verlos.
Parte III: APLICACIÓN A LA VIDA
Jesús instó a los discípulos a comenzar a compartir el evangelio donde estaban. No hay otro lugar mejor para comenzar que el lugar donde estás. Los discípulos fueron los primeros en compartir el evangelio en Jerusalén, Judea y Samaria, y luego en las partes más remotas de la Tierra. Hay personas a nuestro alrededor que buscan la paz y el propósito que solo Cristo puede dar. Jesús nos invita a comenzar a compartir su amor en nuestra familia, nuestro vecindario, nuestro lugar de trabajo y nuestra comunidad.
Andrés comenzó con su propia familia y compartió el evangelio con su hermano Pedro. En otra ocasión, desarrolló una relación con un niño pequeño que, debido a la confianza que le generó Andrés, le dio todo su almuerzo a Jesús. Lo poco en las manos de Jesús es mucho, y lo pequeño en las manos de Jesús es grande. Jesús siempre comienza con lo que tiene. Alimentó a cinco mil en las laderas de Galilea con solo cinco panes y dos peces. Andrés no era tan extrovertido como Pedro. No tenía las mismas cualidades de liderazgo, pero fue un presentador. Cada vez que leemos sobre Andrés, lo encontramos presentando a alguien a Jesús.
Los evangelios están llenos de historias de Jesús compartiendo el amor de Dios con una persona a la vez. Un escriba judío, un recaudador de impuestos romano, una mujer cananea, un líder religioso judío y un joven ladrón experimentaron su toque amoroso. Fueron transformados por su gracia.
Piensa sobre con quién, en tu esfera de influencia, puedes compartir el amor de Dios. ¿Quién de tu familia o de tus amigos podría ser más receptivo? Comienza por ahí. Pide a Dios que te revele quién podría estar buscándolo ahora. Te sorprenderá cómo Dios abre las puertas para que compartas su amor con personas que están a tu alrededor que nunca pensaste que serían abiertas o receptivas.
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Dios lo bendiga!!!
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