Lección de Escuela Sabática de Adultos 4to Trimestre 2020, Escuela Sabática Adultos 4to Trimestre 2020, Lección 4to Trimestre 2020,
Lección 5: Para el 31 de octubre de 2020
JESÚS COMO EL GRAN MAESTRO
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Hebreos 1:1–4; 2 Corintios 4:1–6; Juan 1:14, 18; 14:1–14; Filipenses 2:1–11; 2 Corintios 5:16–21.
PARA MEMORIZAR:
“Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo” (2 Cor. 4:6).
Billy Graham cuenta la historia de cuando visitó a soldados en un hospital de campaña en compañía de su general. Un joven soldado “estaba tan destrozado que yacía boca abajo sobre un artilugio de lona y acero”. Un médico le susurró a Graham: “Dudo que pueda volver a caminar”. El soldado le hizo una solicitud al general: “Señor [...] luché por usted, pero nunca lo he visto. ¿Puedo ver su cara?” Así que, el general se agachó, se deslizó por debajo de ese artilugio de lona y acero, y habló con el soldado. Mientras Graham observaba, una lágrima del soldado cayó sobre la mejilla del general.
Al momento del nacimiento de Jesús, la humanidad se encontraba destrozada y ensangrentada, necesitada de una mirada sanadora de Dios. Es como si la humanidad suplicara: “Oh, Dios, ¿podríamos ver tu rostro?” Al enviar a su Hijo a este planeta, el Padre envió al gran Maestro en una mi-sión: mostrar su rostro a la humanidad. Desde entonces, hemos tenido el maravilloso privilegio de contemplar el “conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo” (2 Cor. 4:6).
Sábado
Desde los días de la eternidad, el Señor Jesucristo era uno con el Padre; era “la imagen de Dios”, la imagen de su grandeza y majestad, “el resplandor de su gloria”. Vino a nuestro mundo para manifestar esta gloria. Vino a esta tierra obscurecida por el pecado para revelar la luz del amor de Dios, para ser “Dios con nosotros”. Por lo tanto, fue profetizado de él: “Y será llamado su nombre Emmanuel”.
Al venir a morar con nosotros, Jesús iba a revelar a Dios tanto a los hombres como a los ángeles. Él era la Palabra de Dios: el pensamiento de Dios hecho audible. En su oración por sus discípulos, dice: “Yo les he manifestado tu nombre” —“misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en benignidad y verdad”— “para que el amor con que me has amado, esté en ellos, y yo en ellos”. Pero no solo para sus hijos nacidos en la tierra fue dada esta revelación. Nuestro pequeño mundo es un libro de texto para el universo. El maravilloso y misericordioso propósito de Dios, el misterio del amor redentor, es el tema en el cual “desean mirar los ángeles”, y será su estudio a través de los siglos sin fin (El Deseado de todas las gentes, p. 11).
En todo lo que hacía, Cristo cooperaba con su Padre. Siempre se esmeraba por hacer evidente que no realizaba su obra independientemente; era por la fe y la oración cómo hacía sus milagros. Cristo deseaba que todos conociesen su relación con su Padre. “Padre —dijo—, gracias te doy que me has oído. Que yo sabía que siempre me oyes; mas por causa de la compañía que está alrededor, lo dije, para que crean que tú me has enviado”. En esta ocasión, los discípulos y la gente iban a recibir la evidencia más convincente de la relación que existía entre Cristo y Dios. Se les había de demostrar que el aserto de Cristo no era una mentira (El Deseado de todas las gentes, p. 493).
La obra del amado Hijo de Dios al emprender en su propia persona la unión de lo creado con lo no creado, lo finito con lo Infinito, es un tema que bien podría ocupar nuestros pensamientos durante toda la vida. Esta obra de Cristo debía confirmar en su inocencia y lealtad a los seres de otros mundos, así como salvar a los perdidos y moribundos de este mundo. Esto abrió un camino para que los desobedientes volvieran a su lealtad a Dios, mientras que por el mismo acto colocó una salvaguardia alrededor de los que ya eran puros para que no se contaminaran (Mensajes para los jóvenes, pp. 251, 252).
Habiéndose humanado, Cristo vino al mundo para ser uno con la humanidad, y al mismo tiempo revelar a nuestro Padre celestial a los hombres pecadores. Aquel que había estado en la presencia del Padre desde el principio, Aquel que era la imagen expresa del Dios invisible, era el único capaz de revelar a la humanidad el carácter de la Deidad… Tierno, compasivo, lleno de simpatía, considerado para con los demás, Cristo representó el carácter de Dios y se consagró siempre al servicio de Dios y del hombre (El ministerio de curación, pp. 329, 330).
REVELAR AL PADRE
¿Cuáles son las cuestiones más importantes que el apóstol plantea acerca de Jesús al comienzo de la Epístola a los Hebreos? (Heb. 1:1–4).
Los autores del Nuevo Testamento acentúan en repetidas ocasiones una idea importante: Jesús vino a la Tierra para mostrar a los seres humanos quién es el Padre. En épocas pasadas, la revelación de Dios llegó de manera parcial a través de los profetas. Sin embargo, en Jesús ha llegado la revela-ción definitiva y total de Dios.
Además, en su persona, Jesús es “el resplandor de la gloria de Dios” (Heb. 1:3, NVI). Como seres humanos pecaminosos, no podemos soportar tener pleno acceso a la gloria de Dios; como el Hijo encarnado, Jesús refleja esa gloria. Esta está atenuada en la humanidad de Cristo para que podamos verlo y comprender claramente el carácter de Dios.
Jesús también es “la imagen misma de su sustancia” (Heb. 1:3). El tér-mino que aquí se utiliza, la palabra griega charactēr, a veces se usa para la impresión que hace un sello en cera o la representación estampada en una moneda. Por lo tanto, Jesús “irradia la gloria de Dios y expresa el carácter mismo de Dios” (Heb. 1:3, NTV).
Si deseamos conocer al Padre, debemos escuchar con atención lo que el gran Maestro dice acerca de él. Y también debemos observar al gran Maestro.
Compara Hebreos 1:1 al 4 con 2 Corintios 4:1 al 6. En 2 Corintios 4:1 al 6, ¿quién es Jesús y qué aprendemos de él?
Pablo y sus colegas, al enseñar a otros acerca de Dios, buscan reflejar el ministerio de enseñanza de Jesús acerca del Padre. Al ser “la imagen de Dios” (2 Cor. 4:4), Jesús nos dio a conocer a Dios el Padre. Asimismo, Pablo evita el engaño y la distorsión de la Palabra de Dios y, en cambio, expone la verdad claramente (4:2).
Así como Dios, en la Creación, usó la luz para disipar la oscuridad, nos ha dado a su Hijo, Jesús, para disipar los conceptos falsos sobre él y para mostrarnos la verdad acerca de Dios. Es en “la faz de Jesucristo” donde obtenemos el conocimiento más claro de Dios (4:6).
■ Jesús reflejó con precisión al Padre; algo que nosotros también somos llamados a hacer, ya que estamos invitados a ser “imitadores de Dios como hijos amados” (Efe. 5:1). ¿Qué significa eso y qué podemos aprender de Jesús acerca de cómo ser “imitadores” de Dios?
Domingo
A los que le reciben [Cristo] les da potestad de ser hechos hijos de Dios, para que al fin Dios los reciba como suyos, a fin de que vivan con él por toda la eternidad. Si durante esta vida permanecen leales a Dios, al fin “verán su cara; y su nombre estará en sus frentes”. Apocalipsis 22:4. ¿Y en qué consiste la felicidad del cielo sino en ver a Dios? ¿Qué gozo mayor puede haber para el pecador salvado por la gracia de Cristo que el de contemplar la faz de Dios y conocerle como a Padre?
Las Escrituras indican con claridad la relación entre Dios y Cristo, y manifiestan con no menos claridad la personalidad y la individualidad de cada uno de ellos…
La personalidad del Padre y del Hijo, como también la unidad que existe entre ambos, aparecen en el capítulo décimo-séptimo de Juan en la oración de Cristo por sus discípulos…
La unidad que existe entre Cristo y sus discípulos no destruye la personalidad de uno ni de otros. Son uno en propósito, en espíritu, en carácter, pero no en persona. Así es como Dios y Cristo son uno (El ministerio de curación, pp. 328, 329).
“Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados”. Efesios 5:1. Los cristianos han de ser como Cristo. Deben tener el mismo espíritu, ejercer su misma influencia, y poseer la misma excelencia moral que él poseyó. Los idólatra y corrompidos de corazón tienen que arrepentirse y volver a Dios. Los que son orgullosos y que se justifican a sí mismos tienen que subyugar el yo y arrepentirse con corazón manso y humilde. Los que se inclinan hacia la mundanalidad tendrán que desprender los tentáculos de su corazón de la basura del mundo a la cual están prendidos y entrelazarse con Dios; han de convertirse en personas de pensamiento espiritual. Los deshonestos y prevaricadores tienen que hacerse justos y rectos. Los ambiciosos y codiciadores han de ocultarse en Jesús y procurar su gloria, y no la propia. Tienen que despreciar su propia santidad y acumular tesoro en el cielo. Los que no oran tendrán que sentir la necesidad tanto de la oración secreta como la de familia y elevar sus plegarias a Dios con gran fervor.
Como adoradores del Dios verdadero y viviente, debemos llevar fruto correspondiente a la luz y privilegios de que disfrutamos (Testimonios para la iglesia, t. 5 pp. 230, 231).
Las tinieblas cubren la tierra y la oscuridad a los pueblos, y cuán ardientemente deberíamos desear la presencia del Instructor divino para que nos guíe en el camino de la verdad y la justicia. Dios ha hablado a los hombres en diversas oportunidades, en distintos lugares y en varias formas, y sin embargo la ignorancia del mundo aumenta. Necesitamos hablar con más decisión acerca de la verdad, para llevar al hombre el conocimiento de Dios. La distinción entre los cristianos y los mundanos debe ser más evidente. La Biblia debe ser el libro de más prominencia entre nosotros, y el investigador atento y diligente debe buscar laboriosamente los tesoros escondidos. Las máximas de los hombres, los dogmas del error, aunque sean expuestos por los que profesan ser intérpretes de la Palabra de Dios, deben descartarse, porque han sido inventados para ocultar la verdad, y para mistificar la importancia espiritual del evangelio sagrado. Los que buscan el tesoro escondido lo hallarán (A fin de conocerle, pp. 341, 342).
REVELAR AL PADRE (CONTINUACIÓN)
En el conmovedor prólogo de su Evangelio (Juan 1:1–18), Juan presenta a Jesús como el “Verbo” eterno. Las declaraciones de Juan sobre Jesús no son tímidas ni limitadas; son audaces y de alcance cósmico. Jesús existía antes del surgimiento del mundo (desde la eternidad, en realidad). De hecho, Jesús es el agente de la Creación (Juan 1:2, 3). Él es “la luz de los hombres” (Juan 1:4) y, como la Palabra que vino al mundo, “alumbra a todo hombre” (Juan 1:9).
Según Juan, ¿cuál es el resultado de que Cristo se haya vuelto humano? Como el Verbo, ¿qué luz trajo? ¿Qué cualidades posee para ello? Juan 1:14, 18.
“La luz apareció cuando la oscuridad del mundo era más intensa. [...]
“Solo había una esperanza para la especie humana [...] que se restaurase en el mundo el conocimiento de Dios.
“Cristo vino para restaurar ese conocimiento. Vino para poner a un lado la enseñanza falsa mediante la cual los que decían conocer a Dios lo habían desfigurado. Vino a manifestar la naturaleza de su Ley, a revelar en su carácter la belleza de la santidad” (Ed 76).
Todo lo que Jesús hizo en su vida en la Tierra tuvo un solo propósito: “la revelación de Dios para la elevación de la humanidad” (ibíd., p. 82).
Jesús mismo dice: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Juan 14:9). ¿Cuál era el contexto de la declaración de Jesús? ¿Por qué dijo esto? Juan 14:1–14.
Es tentador criticar la torpe declaración de Felipe (Juan 14:8). Después de años de estrecha comunión con Jesús, todavía no entiende lo esencial de la Encarnación: que Jesús vino a mostrar el carácter del Padre. ¡Quizá los maestros de hoy puedan consolarse con el hecho de que uno de los alumnos del gran Maestro tuvo tan mal desempeño! Sin embargo, la declaración de Felipe probablemente no se registre con el objeto de darnos razones para criticarlo, sino a fin de darnos la oportunidad de examinarnos a nosotros mismos. ¿Cuánto tiempo hemos caminado con Jesús? Y ¿hemos entendido a Jesús mejor que Felipe? “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre”.
Lunes
En la enseñanza de Cristo mediante parábolas, se nota el mismo principio que el que lo impulsó en su misión al mundo. A fin de que llegáramos a conocer su divino carácter y su vida, Cristo tomó nuestra naturaleza y vivió entre nosotros. La Divinidad se reveló en la humanidad; la gloria invisible en la visible forma humana. Los hombres podían aprender de lo desconocido mediante lo conocido; las cosas celestiales eran reveladas por medio de las terrenales; Dios se manifestó en la semejanza de los hombres. Tal ocurría en las enseñanzas de Cristo: lo desconocido era ilustrado por lo conocido; las verdades divinas, por las cosas terrenas con las cuales la gente se hallaba más familiarizada (Palabras de vida del gran Maestro, p. 8).
Si hubiera venido Cristo en su forma divina, la humanidad no podría haber soportado el espectáculo. El contraste hubiera sido demasiado penoso, la gloria demasiado abrumadora. La humanidad no podría haber soportado la presencia de uno de los puros y brillantes ángeles de gloria; por lo tanto, Cristo no tomó sobre sí la naturaleza de los ángeles. Vino a la semejanza de los hombres.
Contemplándolo, contemplamos al Dios invisible. … Contemplamos a Dios mediante Cristo, nuestro Creador y Redentor. Tenemos el privilegio de contemplar a Jesús por la fe y verlo de pie entre la humanidad y el trono eterno. Él es nuestro Abogado que presenta nuestras oraciones y ofrendas como un sacrificio espiritual a Dios. Jesús es la gran propiciación sin pecado y, mediante sus méritos, Dios y el hombre pueden platicar juntos (A fin de conocerle, p. 27).
Demasiado a menudo herimos el corazón de Jesús con nuestra incredulidad. Nuestra fe es miope, y permitimos que las pruebas hagan aflorar nuestras tendencias heredadas y cultivadas hacia el mal. Ante circunstancias difíciles deshonramos a Dios por la murmuración y la queja. En vez de esto, debiéramos demostrar que hemos aprendido en la escuela de Cristo, ayudando a otros que están en peor condición que la nuestra, a los que buscan la luz, pero que son incapaces de encontrarla. Estos necesitan de nuestra simpatía, y sin embargo, en vez de intentar elevarlos somos indiferentes hacia ellos, concentrándonos en nuestros propios intereses o pruebas. Si no manifestamos una marcada incredulidad, desarrollamos un espíritu de murmuración y de queja.
“¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?” Mateo 14:31. Cristo ha demostrado ser nuestro Salvador que siempre está presente. Conoce todas nuestras circunstancias, y en la hora de la prueba, ¿no podemos orar a Dios pidiéndole que nos dé el Espíritu Santo para recordar sus múltiples manifestaciones de poder en nuestro favor? ¿No podemos creer que él está tan dispuesto a ayudarnos como en ocasiones anteriores? La forma en la cual Cristo trató con sus siervos en el pasado no debe borrarse de nuestras mentes, sino que el recuerdo de su intervención debe fortalecernos y sostenernos (Reflejemos a Jesús, p. 346).
CÓMO LEER LA MENTE DEL GRAN MAESTRO
¿Qué preocupación pesa en el corazón de Pablo sobre la comunidad cris-tiana de Filipos cuando les escribe su carta? Filipenses 2:1–4; 4:2, 3.
Filipenses 2:1 al 11 es uno de los pasajes más profundos de toda la Biblia. Presenta la preexistencia de Cristo, su divinidad, su encarnación, su huma-nidad, su aceptación de la muerte en la Cruz. Describe el largo y difícil ca-mino descendente que Jesús tomó del cielo al Calvario (Fil. 2:5–8). Y describe cómo el Padre exalta a Jesús a una posición de adoración universal (2:9-11). Muchas grandes y sorprendentes verdades se plasman en esos versículos.
¿Cómo comienza Pablo Filipenses 2:5 al 11? De los acontecimientos de la vida de Jesús que celebra, ¿cuáles crees que espera que los creyentes reflejen en su propia vida? (2:6-11).
Pablo espera que los creyentes de Filipos, que quizás eran polémicos, aprendan de Jesús y su encarnación. Si Jesús pudo adoptar la forma hu-mana, “tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres” (2:7), e incluso someterse a la crucifixión, ¿cuánto más deberían someterse unos a otros por amor?
Se nos recuerda que hay mucho que aprender del gran Maestro, Jesús. Aprendemos de los mensajes que comparte durante su ministerio terrenal. Aprendemos de los milagros que realiza y la forma en que actúa con los demás. Quizá podamos intentar, en nuestras relaciones con los demás, seguir el ejemplo de su gran condescendencia, y detenernos a pensar en su voluntad de intercambiar las glorias del cielo por un pesebre (¡qué lección para nosotros!).
En contraste, con demasiada frecuencia el mundo nos invita a exaltarnos a nosotros mismos, a presumir de nuestros logros. En un pesebre de Belén, aprendemos una lección diferente del gran Maestro: que la gran obra de educación y salvación de Dios no se logra mediante la autoexaltación sino humillándonos ante Dios y sirviendo a los demás.
■ ¿Qué situación afrontas en este momento, en la que humillarte podría darte una oportunidad poderosa para reflejar a Cristo ante los demás?
Martes
Con demasiada frecuencia, cuando se cometen faltas en forma repetida y el que las comete las confiesa, el perjudicado se cansa, y piensa que ya ha perdonado lo suficiente. Pero el Salvador nos ha dicho claramente cómo debemos tratar al que yerra: “Si pecare contra ti tu hermano, repréndele; y si se arrepintiere, perdónale”. Lucas 17:3…
Si tus hermanos yerran debes perdonarlos. Cuando vienen a ti confesando sus faltas, no debes decir: No creo que sean lo suficientemente humildes. No creo que sientan su confesión. ¿Qué derecho tienes para juzgarlos, como si pudieras leer el corazón? La Palabra de Dios dice: “Si se arrepintiere, perdónale. Y si siete veces al día pecare contra ti tu hermano, repréndele; y si se arrepintiere, perdónale”. Lucas 17:3, 4. Y no solo siete veces, sino setenta veces siete, tan frecuentemente como Dios te perdona (Palabras de vida del gran Maestro, p. 195).
Jesús explicó entonces a sus discípulos que su propia vida de abnegación era un ejemplo de lo que debía ser la de ellos. Llamando a su derredor juntamente con sus discípulos a la gente que había permanecido cerca, dijo: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz cada día, y sígame”. La cruz iba asociada con el poder de Roma. Era el instrumento del suplicio mortal más cruel y humillante… Pero Jesús ordenaba a sus discípulos que tomaran la cruz para llevarla en pos de él… El Salvador no podría haber descrito una entrega más completa. Pero todo esto él lo había aceptado por ellos. Jesús no reputó el cielo como lugar deseable mientras estábamos perdidos. Él dejó los atrios celestiales, para venir a llevar una vida de oprobios e insultos, y soportar una muerte ignominiosa. El que era rico en los inestimables tesoros del cielo se hizo pobre, a fin de que por su pobreza fuésemos enriquecidos. Hemos de seguir la senda que él pisó (El Deseado de todas las gentes, pp. 385, 386).
A fin de alcanzar el gozo que le fuera propuesto —el de llevar muchos hijos a la gloria— sufrió la cruz y menospreció la vergüenza. Y por inconcebiblemente grandes que fuesen el dolor y el oprobio, mayores aún son la dicha y la gloria. Echa una mirada hacia los redimidos, transformados a su propia imagen, y cuyos corazones llevan el sello perfecto de lo divino y cuyas caras reflejan la semejanza de su Rey. Contempla en ellos el resultado de las angustias de su alma, y está satisfecho. Luego, con voz que llega hasta las multitudes reunidas de los justos y de los impíos, exclama: “¡Contemplad el rescate de mi sangre! Por estos sufrí, por estos morí, para que pudiesen permanecer en mi presencia a través de las edades eternas”. Y de entre los revestidos con túnicas blancas en torno del trono, asciende el canto de alabanza: “¡Digno es el Cordero que ha sido inmolado, de recibir el poder, y la riqueza, y la sabiduría, y la fortaleza, y la honra, y la gloria, y la bendición!” Apocalipsis 5:12 (VM) (El conflicto de los siglos, p. 651).
EL GRAN MAESTRO Y LA RECONCILIACIÓN
Las relaciones humanas fracasan con demasiada frecuencia. Nos distanciamos unos de otros. Quien alguna vez fue nuestro amigo íntimo, con el tiempo, se convierte en alguien de quien desconfiamos. Sin embargo, una relación tan dañada se puede recomponer. Cuando eso ocurre, expe-rimentamos el milagro de la reconciliación. Pocas experiencias humanas son tan dulces como esta.
¿En qué sentido la reconciliación constituye la esencia de la encarnación de Cristo y su papel como gran Maestro? 2 Corintios 5:16-21.
Si nos sentimos bendecidos cuando recomponemos una relación con otra persona, ¿cuánto mejor debemos sentirnos cuando nos reconciliamos con Dios? En 2 Corintios 5:16 al 21, Pablo deja en claro quién es el que inicia la reconciliación: Dios el Padre ha tomado la iniciativa para recomponer nuestra relación rota con él. Y ha hecho esta obra de reconciliación “por medio de Cristo” (2 Cor. 5:18, NVI). “Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo” (5:19).
No obstante, no debemos ser solo consumidores del gozo de la recon-ciliación; debemos aprender del gran Maestro. En su encarnación, Jesús participó de la obra de reconciliación. Y nosotros también estamos invitados a participar de ella. Dios nos ha reconciliado consigo mismo a través de Cristo. Y ahora a nosotros, junto con Pablo, se nos da “el ministerio de la reconciliación” (5:18).
Colosenses 1:15 al 20 es otro de los grandes pasajes del Nuevo Testamento sobre la encarnación de Cristo, que a menudo se considera un himno. La pri-mera parte del pasaje presenta el papel de Cristo en la Creación (Col. 1:15–17), mientras la última parte se centra en el papel de Cristo en la Redención (1:18–20). A través del papel de Cristo como Creador-Redentor, Dios reconcilia todas las cosas consigo mismo. La obra de reconciliación que Dios realiza a través de Cristo es de magnitud cósmica, ya que impacta en “todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz” (1:20).
Si bien nunca podríamos igualar la magnitud cósmica de la obra del gran Maestro como reconciliador, se nos invita a participar del “ministerio de la reconciliación” en nuestra propia esfera (2 Cor. 5:18). ¿Podría ser que Jesús tuviese esto en mente cuando oró: “Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo” (Juan 17:18)?
■ ¿De qué manera práctica podemos reflejar la función de Dios como reconcilia-dor? Es decir, ¿en qué situación actual (si la hubiese) puedes ayudar a la gente a reconciliarse?
Miércoles
Cristo sufrió para que mediante la fe en él nuestros pecados fuesen perdonados. Vino a ser el sustituto y la seguridad del hombre, tomando sobre sí el castigo que no merecía, para que nosotros que lo merecíamos pudiésemos ser libertados y volver a la lealtad hacia Dios en virtud de los méritos de un Salvador crucificado y resucitado. Él es nuestra única esperanza de salvación. En virtud de su sacrificio, los que ahora somos probados, somos prisioneros de esperanza. Hemos de revelar al universo —al mundo caído y a los mundos no caídos— que en Dios hay perdón y que mediante su amor podemos ser reconciliados con él. El hombre que se arrepiente, que experimenta contrición de corazón, que cree en Cristo como sacrificio expiatorio, llega a comprender que Dios se ha reconciliado con él.
Debiéramos conservar una profunda gratitud todos los días de nuestra vida porque el Señor ha dejado escritas estas palabras: “Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados”. La reconciliación de Dios con el hombre y del hombre con Dios es segura si se llenan ciertas condiciones. El Señor dice: “Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado: al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios”… Aunque es el Restaurador de la humanidad caída, sin embargo, “él cuenta el número de las estrellas; a todas ellas llama por sus nombres. Grande es el Señor nuestro, y de mucha potencia; y de su entendimiento no hay número. Jehová ensalza a los humildes: humilla los impíos hasta la tierra. Cantad a Jehová con alabanza, cantad con arpa a nuestro Dios… Complácese Jehová en los que le temen, y en los que esperan en su misericordia. Alaba a Jehová, Jerusalén; alaba a tu Dios, Sion” (La educación cristiana, pp. 58, 59).
El que mandó que la luz resplandeciera en medio de las tinieblas, arroja luz sobre la mente de todos los que quieran considerarlo como corresponde, amándolo supremamente, y manifestando una fe y una confianza inquebrantables en él. Su luz alumbra las cámaras de la mente y el templo del alma. El corazón se llena con la luz del conocimiento de la gloria que brilla en el rostro de Jesucristo. Y con esa luz viene el discernimiento espiritual…
Mientras más conozca el hombre a Jesucristo, más cuidadoso será para tratar con respeto, cortesía y corrección a sus semejantes. Ha aprendido de Cristo y sigue su ejemplo en palabra y acción. Por fe está unido con Cristo. “Nosotros somos colaboradores de Dios”. 1 Corintios 3:9 (Cada día con Dios, p. 133).
LOS PRIMEROS ALUMNOS DEL GRAN MAESTRO
En un instante, son un grupo de pastores comunes y corrientes que cuidan un rebaño de ovejas normal en las afueras de un pueblito. Al ins-tante siguiente, son los destinatarios de una sorprendente aparición de ángeles que traen noticias sorprendentes, maravillosas y estremecedoras. Motivados por esa aparición, buscan al Niño que los ángeles anunciaron.
Imagina que estás parado junto a los pastores y contemplas el pesebre. ¿Qué verías? Lucas 2:8-20.
Debemos admirar a los primeros alumnos del gran Maestro: José, María y los pastores. Las humildes condiciones del nacimiento de Jesús no dan ningún indicio del milagro de la Encarnación: que en la Persona de este Niño, Dios se haya vuelto uno con la humanidad. Sin embargo, con la ayuda de visiones, sueños y ángeles, sus primeros alumnos son capaces de vislumbrar más allá de la apariencia externa del nacimiento de Jesús. Los pastores comparten la identidad de este niño con los demás, que él es “un Salvador, que es CRISTO el Señor” (Luc. 2:11; comparar con 2:17).
¿Cómo responden los magos a las noticias del nacimiento de Jesús? ¿Cómo responde Herodes? Mateo 2:1–12.
Antes de que pronunciara su primera parábola o realizara su primer milagro, el gran Maestro es digno de nuestra adoración por ser quien es. Para apreciar completamente el posterior ministerio de enseñanza de Jesús, debemos unirnos a estos primeros alumnos, los magos, en su adoración al gran Maestro. Aquel cuyas enseñanzas admiramos es más que un educador sabio. Él es Dios, que vino a habitar con la humanidad. La educación cristiana tiene su origen en la adoración a Cristo.
Junto con los reyes magos, los pastores y los ángeles, somos llamados a adorar a Cristo, el Rey recién nacido, y a ver en el niño Jesús la realidad de Dios mismo.
■ Piensa en lo que significa la encarnación de Jesús con respecto al carácter de Dios. El Creador de todo el Universo, que es tan grande que no podemos comprenderlo, este Dios, “se humilló” al tomar la humanidad, vivir como Jesús vivió y luego morir en la Cruz, cargando sobre sí el castigo por nuestros pecados. ¿Por qué son tan buenas noticias?
Jueves
Los cielos se iluminan súbitamente con un brillo que alarma a los pastores. No saben la razón de este gran espectáculo. Al principio no disciernen las miríadas de ángeles que están congregadas en los cielos. El brillo y la gloria de la hueste celestial iluminan y llenan de gloria toda la planicie. Los pastores están aterrorizados por la gloria de Dios, pero el ángel que preside a las huestes aquieta sus temores revelándoseles y diciendo: “No temáis…”
Cuando sus temores se alejan, el gozo ocupa el lugar del asombro y del terror. Al principio no podían soportar el resplandor de la gloria que acompañaba a toda la hueste celestial, y que súbitamente irrumpió sobre ellos. Un solo ángel aparece ante la mirada de los vigilantes pastores para disipar sus temores y hacerles conocer su misión. A medida que la luz del ángel los rodea, la gloria descansa sobre ellos y son fortalecidos para soportar la luz mayor y la gloria mayor que acompañan a las miríadas de ángeles celestiales (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 5, p. 1090).
No fue solo sobre los collados de Judea, ni entre los humildes pastores, donde los ángeles encontraron a quienes velaban esperando la venida del Mesías En tierra de paganos había también quienes le esperaban; eran sabios, ricos y nobles filósofos del oriente. Observadores de la naturaleza, los magos habían visto a Dios en sus obras. Por las Escrituras hebraicas tenían conocimiento de la estrella que debía proceder de Jacob, y con ardiente deseo esperaban la venida de Aquel que sería no solo la “consolación de Israel” sino una “luz para iluminación de las naciones” y “salvación hasta los fines de la tierra”. Lucas 2:25, 32; Hechos 13:47 (VM). Buscaban luz, y la luz del trono de Dios iluminó su senda. Mientras los sacerdotes y rabinos de Jerusalén, guardianes y expositores titulados de la verdad, quedaban envueltos en tinieblas, la estrella enviada del cielo guio a los gentiles del extranjero al lugar en que el Rey acababa de nacer (El conflicto de los siglos, p. 315).
La venida del Mesías había sido anunciada primeramente en Judea. En el templo de Jerusalén, el nacimiento del precursor había sido predicho a Zacarías mientras oficiaba ante el altar. En las colinas de Belén, los ángeles habían proclamado el nacimiento de Jesús. A Jerusalén habían acudido los magos a buscarle. En el templo, Simeón y Ana habían atestiguado su divinidad…
Si los dirigentes de Israel hubiesen recibido a Cristo, los habría honrado como mensajeros suyos para llevar el evangelio al mundo. A ellos fue dada primeramente la oportunidad de ser heraldos del reino y de la gracia de Dios (El Deseado de todas las gentes, p. 198).
PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:
Lee Elena de White, La educación, “El Maestro enviado por Dios”, pp. 73-83.
“En el Maestro enviado por Dios halla su centro toda verdadera obra educativa. De la obra de hoy, lo mismo que de la que estableció hace [más de] mil ochocientos años, el Salvador dice:
“ ‘Yo soy el primero y el último’.
“ ‘Yo soy el Alfa y la Omega, el principio, y el fin’ (Apoc. 1:17, 18; 21:6).
“En presencia de semejante Maestro, de semejante oportunidad para obtener educación divina, es una necedad buscar educación fuera de él, esforzarse por ser sabio fuera de la Sabiduría; ser sincero mientras se re-chaza la Verdad; buscar iluminación aparte de la Luz y existencia sin la Vida; apartarse del Manantial de aguas vivas, y cavar cisternas rotas que no pueden contener agua.
“He aquí, él invita aún: ‘Si alguno tiene sed, venga a mí, y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva’. ‘El agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna’ (Juan 7:37, 38; 4:14)” (Ed 83).
“Como la preparación más elevada para su trabajo, les aconsejo las pa-labras, la vida y los métodos del Príncipe de los maestros. Les ruego que lo consideren. Él es su verdadero ideal. Contémplenlo, mediten en él, hasta que el Espíritu del Maestro divino tome posesión de su corazón y su vida.
“ ‘Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen’ (2 Cor. 3:18).
“Este es el secreto de la influencia que pueden ejercer sobre sus alumnos. Reflejen a Cristo” (Ed 282).
PREGUNTAS PARA DIALOGAR:
1. ¿Qué valores y acciones serían importantes para los maestros y los estudiantes cristianos que se toman en serio la idea de aprender de la encarnación del gran Maestro?
2. Los padres y los maestros cristianos tienen una norma elevada: reflejar el carácter de Dios como se revela en la encarnación de Je-sús. ¿Qué debemos hacer cuando no cumplimos con esta norma elevada?
3. En clase, analicen la pregunta al final del estudio del jueves. ¿Qué nos enseña el nacimiento, la vida y la muerte de Jesús acerca del carácter de Dios? ¿Por qué debería ser tan reconfortante para no-sotros, especialmente en tiempos de grandes pruebas?
Viernes
La fe por la cual vivo, 3 de febrero, “Un Dios personal”, p. 42;
El camino a Cristo, “Un poder misterioso que convence”, pp. 23-35.
"LA EDUCACIÓN"
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Dios lo bendiga!!!
Lección 5
EL SÁBADO ENSEÑARÉ...
Parte I: RESEÑA
Si no conociéramos ni una palabra proveniente de la boca de Jesús, aun así podríamos pasar toda una vida aprendiendo de él. El hecho de que haya dejado el cielo para venir a este mundo, además de sus actos mientras estuvo aquí, dicen mucho. Quizá sea por eso que todas las epístolas del Nuevo Testamento son escuetas al citar las palabras de Jesús, y en cambio se ocupan de presentar quién es él y la vida que tuvo.
Jesús es un dos por uno. Llegar a conocerlo a él implica aprender de Otro. “Felipe le dijo: Señor, muéstranos el Padre, y nos basta” (Juan 14:8). Podemos percibir el dolor y el asombro en la voz de Jesús ante la sorpresa, cuando responde: “¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros […]? (Juan 14:9). Él esperaba que sus discípulos supieran lo que sabe el autor de Hebreos: que Jesús mismo es “el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia” (Heb. 1:3).
Un tema cristológico importante en el Nuevo Testamento es que Jesús revela cómo es Dios. Su rostro revela el rostro de Dios (2 Cor. 4:6). Al enseñar la Biblia, debemos transmitir las doctrinas a la luz del carácter de Dios. Este carácter se refleja mejor en el Único que puede decir exclusivamente: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Juan 14:9). Por ende, independientemente de la experiencia personal de cada uno, de la cantidad de versículos bíblicos citados o el nivel de reverencia que mostremos por nuestras doctrinas confesionales, la vida de Cristo siempre debe servir como parámetro de nuestras descripciones de Dios.
Parte II: COMENTARIO
Ilustración
Entonces, ¿quién es Jesús de Nazaret? La respuesta a menudo depende de quién pregunte. En una reunión, un pastor de otra confesión me preguntó quién creía yo que era Jesús. Debido al contexto y a quién preguntaba, yo sabía lo que él buscaba. No quería saber si Jesús era el Mesías, la revelación del Padre o nuestro mejor Amigo. Quería saber si yo creía que Jesús era el eterno, preexistente, omnipotente, omnisciente, omni todo lo demás que afirma que Jesús verdaderamente es Dios. Los discípulos, por otro lado, dieron una respuesta diferente de la que yo di. El relato de Mateo responde con: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (Mat. 16:16). El texto se reduce a lo que dice Lucas: “El Cristo de Dios” (Luc. 9:20), y Marcos simplemente dice: “Tú eres el Cristo” (Mar. 8:29). Obviamente, Jesús como Mesías era el tema acuciante durante su ministerio. Con el paso del tiempo, a veces cambian las cuestiones y los interrogantes sobre Jesús. Aunque Jesús no cambia, puede ser ventajoso, según el contexto y nuestra audiencia, modificar nuestro énfasis en la manera de presentarlo.
Quién es Jesús se puede comunicar de varias maneras. Ten en cuenta que la audiencia ayuda a reducir las opciones. Este es un ejemplo extremo: un niño en su lecho de muerte no necesita escuchar acerca de la unión hipostática de la naturaleza divina y la humana de Jesús como lo articula el Concilio de Calcedonia; él necesita un amigo que lo reconforte. Otros espacios brindan la oportunidad de un análisis académico sobre los detalles de la persona de Cristo. Como educadores, es imperativo que reconozcamos diferentes contextos ministeriales y que conozcamos a Cristo lo suficientemente bien como para compartir el ángulo correcto de su personalidad que mejor se adapte al momento.
Texto bíblico
“Pasar la antorcha” es una expresión idiomática que nos recuerda a los corredores griegos que pasaban una antorcha en una carrera de relevos en la que el último corredor cruzaba la línea de meta con la antorcha en la mano. Las Escrituras revelan un “traspaso de la antorcha” que es emocionante y aleccionador al mismo tiempo. Según se desprende de la lección, Jesús vino a revelar cómo es el Padre. En cierto sentido, el Padre le pasó una antorcha al Hijo, para que el rostro del Hijo iluminara el carácter del Padre ante nuestra mirada. Estos son algunos fragmentos bíblicos con este fin:
- “El Hijo [Jesús] es el resplandor de la gloria de Dios ” (Heb. 1:3a, NVI).
- Jesús es “la imagen misma de su [Dios] sustancia ” (Heb. 1:3b).
- “La gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios ” (2 Cor. 4:4).
- La “iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo ” (2 Cor. 4:6).
- “El que me ha visto a mí [Jesús] , ha visto al Padre ” (Juan 14:9b).
Por lo tanto, Jesús cumple su etapa en la carrera. ¿Pasa la antorcha? Sí, así es. Por supuesto, él es y continuará siendo siempre la imagen más perfecta de su Padre, pero pasa la antorcha a sus seguidores en una expresión de responsabilidad y privilegio compartidos.
Observa la “comisión” que les da a sus discípulos; una comisión que puede ser incluso mayor que la que normalmente se identifica como la Gran Comisión (Mat. 28:18-20). Después de pronunciar dos veces la paz sobre sus discípulos, proclama:
“Como me envió el Padre, así también yo os envío” (Juan 20:19, 21). La palabrita “así” nunca tuvo tan alto honor al asumir este significado. Así como el Padre envió a Jesús para mostrar al mundo quién es él (el Padre), Jesús ahora nos envía a nosotros para mostrar al mundo quién es él (Jesús). Él nos ha pasado la antorcha.
No es de extrañar que la imposición de esta responsabilidad sagrada sobre los hombros de los discípulos esté inserta entre dos actos de empoderamiento por parte de Cristo. En primer lugar, pronuncia “paz” sobre ellos al tiempo que les permite observar sus cicatrices. Lentamente se desabrocha la túnica para que puedan ver y tocar su costado perforado con la lanza y sostener sus manos con cicatrices. “Tóquenme y vean” (Luc. 24:39, NVI). Y, mientras se amontonan alrededor de su Salvador resucitado, les vuelve a decir: “Paz a vosotros”, como para establecer una conexión entre sus heridas y la paz con la que los está bendiciendo (Juan 20:19–21). Ahora tienen paz, un shalom, que verdaderamente sobrepasa todo entendimiento y los conduce a la reconciliación con Dios (Fil. 4:7; Rom. 5:1). Luego les dice que los envía a ellos así como el Padre lo envió a él. Pero, no antes de hacer un acto final: sopló sobre ellos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo” (Juan 20:22). Este será el secreto de su éxito. La influencia renovadora y fortalecedora del Espíritu de Dios les permitirá reflejar a su Salvador.
Al meditar sobre el hecho de que Jesús le pasó la antorcha de la Revelación a su pueblo, vienen a nuestra mente varios versículos que refuerzan la idea de que fuimos creados y redimidos con ese propósito.
1. Jesús es la imagen expresa de Dios (Heb. 1:3), y la humanidad fue hecha a imagen de Dios, según leemos: “Hagamos al hombre a nuestra imagen” (Gén. 1:26).
2. Jesús es la imagen de Dios, pero nosotros seremos restaurados a la imagen de Jesús: “Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo” (Rom. 8:29). “Nosotros todos, mirando […] la gloria del Señor, somos transformados […] en la misma imagen” (2 Cor. 3:18).
3. Jesús es la Luz del mundo (Juan 8:12), pero también lo somos nosotros: “Vosotros sois la luz del mundo” (Mat. 5:14).
4. Jesús es el Verbo hecho carne (Juan 1:14), en quien “habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad” (Col. 2:9); por extensión, al pueblo de Dios se lo llama “el cuerpo de Cristo” (1 Cor. 12:27).
La lista de paralelismos continúa entre la misión de Jesús de revelar la verdad acerca de Dios a este mundo y su forma de capacitar a su pueblo para continuar con esa misma misión. Dios quiera que llevemos hasta el final la antorcha que nos entregó Cristo, para iluminar al mundo con el conocimiento de su carácter.
Ilustración
Cierta vez un evangelista ofreció algunos pensamientos acerca de ser portadores de la imagen de Dios. Como se menciona en la lección, Hebreos 1:3 habla de Cristo como el carácter del Padre. El carácter griego primeramente denotaba la herramienta de grabado utilizada por un grabador. Finalmente, denotaba la marca o la impresión realizada por la herramienta, una impresión similar a la que vemos en una moneda. El propósito era hacer una reproducción exacta de la imagen del rey en esas monedas. En una ocasión le preguntaron a Jesús si era lícito pagar impuestos al César. Él pidió ver una moneda y preguntó a su audiencia qué imagen había en ella. Ellos respondieron: “De César”, después de lo cual Jesús pronunció su famosa frase: “Dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios” (Mat. 22:21). De la misma manera, algún día Jesús regresará a esta Tierra para buscar a sus propias “monedas”. Para ello, solo necesitará plantear la misma pregunta que hace dos mil años: ¿De quién es la imagen que se ve en estas monedas? Si llevamos la imagen de Cristo y tenemos el nombre del Padre impreso en nuestras frentes (Apoc. 22:4), entonces será bueno escuchar: “Dad […] a Dios lo que es de Dios” (Mat. 22:21). Dios juntará sus monedas y finalmente podremos irnos a casa.
Parte III: APLICACIÓN A LA VIDA
Hablar como un cristiano, asistir a la iglesia como un cristiano, explicar doctrinas como un cristiano y llamarse cristiano nunca reemplaza el hecho de ser cristiano. No hay expectadores que comprendan esta diferencia mejor que nuestros hijos, que observan cada movimiento que hacen sus padres, sus maestros y sus dirigentes religiosos. Es posible que no puedan articularlo, pero están evaluando consciente o inconscientemente la educación adventista en función de cómo viven los adventistas. Esta es la clave. Por eso, llevar la imagen de Dios en nuestra vida diaria es innegociable, si queremos que la educación adventista tenga éxito.
Preguntas para analizar:
1. ¿Cómo saber si una persona es un cristiano auténtico?
2. ¿Qué rol debe desempeñar la obligación de rendir cuentas para los empleados confesionales, donde un maestro o un líder puede influir en cientos o quizá miles de niños?
3. ¿Cuánto deberíamos confiar de los comentarios de los alumnos para determinar si un maestro es piadoso y debería seguir trabajando para la iglesia?
4. El título de esta lección es “Jesús como el gran Maestro”. ¿Crees que esta idea resuena claramente en nuestras familias y escuelas? Si no, ¿cómo podríamos enseñar a nuestros hijos de modo que puedan decir: “Jesús me enseñó hoy”?
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Dios los bendiga!!
Excelente trabajo, continuen así.
ResponderBorrarExcelente material!!!!
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