Lección de Escuela Sabática de Adultos 4to Trimestre 2020, Escuela Sabática Adultos 4to Trimestre 2020, Lección 4to Trimestre 2020,
Lección 11: Para el 12 de diciembre de 2020
EL CRISTIANO Y EL TRABAJO
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Génesis 3:19; Deuteronomio 16:15; Éxodo 25:10–30:38; Gálatas 5:22–26; Eclesiastés 9:10; 1 Corintios 10:31.
PARA MEMORIZAR:
“Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano” (1 Cor. 15:58).
El trabajo fue idea de Dios. En el mundo ideal antes del pecado, Dios les dio a Adán y a Eva la tarea de cuidar el Jardín del Edén (Gén. 2:15). Al igual que su Creador, a cuya imagen fueron creados, debían dedicarse a un trabajo creativo y al servicio amoroso. Es decir, incluso en un mundo no caído, un mundo sin pecado, muerte ni sufrimiento, debían trabajar.
En este “ínterin” (después del mundo ideal y antes del prometido), se nos
invita a ver el trabajo como una de las bendiciones de Dios. Entre los judíos,
a cada niño se le enseñaba un oficio; de hecho, se decía que un padre que no
le enseñaba un oficio a su hijo educaba a un criminal. Mientras tanto, Jesús,
el Hijo de Dios, pasó muchos años haciendo la voluntad de su Padre en un
trabajo honesto como un hábil artesano, tal vez, proveyendo a la gente de
Nazaret los muebles y los implementos agrícolas necesarios (Mar. 6:3). Esto
también formó parte del adiestramiento con el fin de prepararlo para el
ministerio que tendría por delante. Esta semana analizaremos el tema del
trabajo y su papel en la educación cristiana.
Sábado
A Adán fue dada la obra de cuidar el jardín. El Creador sabía que Adán no podía ser feliz sin ocupación. La belleza del huerto le deleitaba, pero esto no bastaba. Debía tener trabajo que diera ejercicio a los admirables órganos de su cuerpo. Si la dicha hubiese consistido en estarse sin hacer nada, el hombre, en su estado de inocencia, habría sido dejado sin ocupación. Pero el que creó al hombre sabía qué le convenía para ser feliz; y tan pronto como lo creó le asignó su trabajo. La promesa de la gloria futura y el decreto de que el hombre debe trabajar para obtener su pan cotidiano provinieron del mismo trono…
Los ángeles se deleitan en un hogar donde Dios reina supremo, y donde se enseña a los niños a reverenciar la religión, la Biblia y al Creador. Las familias tales pueden aferrarse a la promesa: “Yo honraré a los que me honran”. 1 Samuel 2:30. Y cuando de un hogar tal sale el padre a cumplir sus deberes diarios, lo hace con un espíritu enternecido y subyugado por la conversación con Dios (El hogar cristiano, pp. 23, 24).
Enseñemos a nuestros hijitos a ayudarnos mientras sus manos son pequeñas y sus fuerzas son escasas. Impresionemos en su mente el hecho de que el trabajo ennoblece, que el cielo lo dispuso para el hombre, que le fue dado a Adán en el Edén, como una parte esencial para el desarrollo perdurable de la mente y el cuerpo. Enseñémosles que el placer inocente nunca satisface tanto como cuando sigue a un trabajo active (Conducción del niño, p. 117).
La vida de Cristo, desde sus más tempranos años, fue una vida de fervorosa actividad. Él no vivió para agradarse a sí mismo. Era el Hijo del Dios infinito; no obstante, trabajó en el oficio de carpintero con su padre José. Su oficio fue significativo. Había venido al mundo como edificador del carácter, y como tal toda su obra fue perfecta. Toda su labor material se distinguió por la misma perfección que transmitía a los caracteres que estaba transformando por su poder divino. Él es nuestro modelo.
Los padres debieran enseñar a sus hijos el valor y el debido uso del tiempo. Enséñeseles que vale la pena luchar para hacer algo que honre a Dios y beneficie a la humanidad. Aun en sus tempranos años pueden ser misioneros para Dios (Palabras de vida del gran Maestro, p. 280).
Cristo ha dado a todos la obra de ministrar. Él es el Rey de la gloria y, sin embargo, declara: “El Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir”.1 No obstante ser la Majestad del cielo, estuvo dispuesto a venir a esta tierra para hacer la obra que su Padre le había confiado. Él ennobleció el trabajo. Trabajó con sus manos como carpintero para darnos un ejemplo de laboriosidad. Desde una edad muy temprana desempeñó su parte en el sostén de la familia. Se daba cuenta de que constituía una parte en la sociedad de la familia, y voluntariamente cargó con lo que le correspondía (Mensajes para los jóvenes, p. 148).
LAS MUCHAS FACETAS DEL TRABAJO
“Yo he conocido que no hay para ellos cosa mejor que alegrarse, y hacer bien en su vida; y también que es don de Dios que todo hombre coma y beba, y goce el bien de toda su labor” (Ecl. 3:12, 13).
“Trabajo” es una palabra española sustancial y sin adornos, pero tiene muchos significados posibles. Por necesidad, trabajamos para llevar comida a nuestras mesas, pagar las cuentas y ahorrar un poco para tiempos difíciles. Perder un trabajo a menudo es peor que soportar una situación laboral deficiente.
El trabajo puede dar a una persona un sentido de dignidad. El trabajo es una forma común de responder a la pregunta “¿Qué haces?”, o incluso “¿Qué eres?” La mayoría de los jubilados siguen trabajando a tiempo parcial mientras pueden, ya sea remunerados o como voluntarios. Un trabajo ofrece una razón para levantarse a la mañana. Si le das trabajo a un adolescente, hay un candidato menos para la delincuencia.
Lee Génesis 3:19. ¿Cuál es el contexto y qué nos dice acerca de la otra
cara del trabajo, al menos para algunos?
De repente, el trabajo antes de la Caída cambia después de la Caída. Aquí hay una referencia a la otra cara del trabajo. Para algunos, el trabajo solo significa la ingrata tarea de las obligaciones diarias, que acabará con la muerte. Trabajan en tareas que desprecian, con la esperanza de jubilarse mientras todavía tengan salud. Para otros, el trabajo puede apoderarse de la vida y convertirse en el centro de la existencia, e incluso en la fuente esencial de la identidad personal. Lejos de su trabajo, estas personas se sienten deprimidas o desorientadas, inseguras de qué hacer o a dónde acudir. En la jubilación, pueden desmoronarse física y psicológicamente, y a menudo mueren prematuramente.
Los cristianos necesitan aprender a trabajar a la manera de Dios. El trabajo es más que una necesidad económica. El hombre es más que un simple empleado. Bien entendido, el trabajo en la vida es una forma de ministerio, una expresión de nuestra relación con el Señor. Parte de la tarea de un maestro es ayudar a los alumnos a encontrar un trabajo en el cual sus habilidades e intereses, dados por Dios, coincidan con las necesidades del mundo.
■ ¿Qué haces? Es decir, ¿qué haces con tu vida y cómo puedes glorificar mejor al Señor?
Domingo
He visto que los que viven con un propósito, que tratan de beneficiar y bendecir a sus semejantes, y honrar y glorificar a su Redentor, son los verdaderamente felices en la tierra, en tanto que los inquietos, los descontentos, los que tratan de probar esto y aquello con la esperanza de encontrar la felicidad, siempre se están quejando y siempre están desilusionados. Siempre anhelan algo y nunca están satisfechos porque viven solo para sí mismos. Sea tu propósito hacer el bien y hacer tu parte en la vida con fidelidad (Cada día con Dios, p. 278).
La senda del trabajo, señalada a los moradores de la tierra, puede ser dura y cansadora, pero ha sido honrada por las pisadas del Salvador, y está seguro el que sigue este camino sagrado. Por el precepto y el ejemplo, Cristo dignificó el trabajo útil. Desde sus primeros años, vivió una vida de trabajo. Pasó la mayor parte de su vida terrenal en el trabajo paciente de la carpintería de Nazaret. Vestido como trabajador común, el Señor de la vida recorrió las calles de la pequeña ciudad en la cual vivía, yendo y volviendo de su trabajo humilde; y le acompañaban ángeles ministradores mientras caminaba lado a lado con los campesinos y obreros sin que lo reconociesen y honrasen.
Cuando salía para contribuir al sostén de la familia por su trabajo diario, poseía el mismo poder que a orillas del mar de Galilea le permitió alimentar a cinco mil almas hambrientas con cinco panes y dos pececillos, pero no empleaba su poder divino para reducir sus cargas o aliviar su trabajo. Había tomado sobre sí la forma de la humanidad, con todos los males que la acompañaban, y no cejaba en sus pruebas más severas. Vivía en una casa de campesino; se vestía con ropas burdas; trataba con los humildes; trabajaba diariamente con manos pacientes. Su ejemplo nos muestra que el deber del hombre es ser laborioso y que el trabajo es honorable (Consejos para los maestros, pp. 263, 264).
Con todo, yo siempre estuve contigo: trabaste de mi mano derecha. Hasme guiado según tu consejo, y después me recibirás en gloria. Salmos 73:23, 24.
Antes de iniciar cualquier trabajo importante, recordad que Jesús es vuestro consejero, y que es vuestro privilegio contarle vuestras preocupaciones. No mantengáis a Jesús relegado, y nunca dejéis de mencionar su nombre, nunca dejéis de llamar la atención de vuestros amigos hacia Aquel que está a vuestro lado, para ser vuestro consejero. ¿Vuestros amigos no os considerarían faltos de respeto si estuvieran a vuestro lado y vosotros nunca les hablarais a ellos, o hablarais de ellos? (Nuestra elevada vocación, p. 32).
[U]na religión que no es práctica, no es genuina. La verdadera conversión nos hace estrictamente honrados en nuestro trato con nuestros semejantes. Nos hace fieles en nuestro trabajo diario. Todo seguidor sincero de Cristo mostrará que la religión de la Biblia lo capacita para usar sus talentos en el servicio del Maestro (Mensajes para los jóvenes, pp. 50, 51).
EL TRABAJO Y LA DISCIPLINA
La vocación o el trabajo tienen que ver con la “capacidad de hacer” en la
vida. Incluso los que tienen trabajos más intelectuales terminan de alguna
manera haciendo trabajo físico de algún tipo, aunque eso signifique
simplemente presionar las teclas de la computadora.
¿Qué nos enseñan los siguientes textos sobre el trabajo, usando las “manos” como símbolo?
Deuteronomio 16:15
Eclesiastés 9:10
Proverbios 21:25
Jeremías 1:16
Dios nos ha dado “la obra de [nuestras] manos” para que podamos encontrar satisfacción y gozo (ver Prov. 10:4; 12:14). En psicología, la “autoeficacia” describe la creencia de que cada persona tiene la capacidad de lograr algo significativo en la vida. La autoeficacia no aumenta al repetir: “¡Creo que puedo! ¡Creo que puedo!” Lo único que realmente aumenta la autoeficacia es hacer algo.
Si bien “la obra de [nuestras] manos” es una bendición de Dios para nosotros (ver Sal. 90:17) y nos permite vivir una vida significativa, el plan supremo de Dios es que “la obra de [nuestras] manos” sea una bendición para los demás. Pablo escribe que debemos trabajar, haciendo algo útil con nuestras manos, para que podamos tener algo que compartir con los demás. Pablo seguramente puso en práctica ese principio:
“Ustedes mismos saben bien que estas manos se han ocupado de mis propias necesidades y de las de mis compañeros. Con mi ejemplo les he mostrado que es preciso trabajar duro para ayudar a los necesitados, recordando las palabras del Señor Jesús: ‘Hay más dicha en dar que en recibir’ ” (Hech. 20:34, 35, NVI).
Deberíamos hacer nuestra la sencilla oración de Nehemías: “Ahora, pues, oh Dios, fortalece tú mis manos” (Neh. 6:9).
■ ¿Cuál es tu actitud hacia tu trabajo? ¿De qué maneras podrías usar tu trabajo con el fin de ser de mayor bendición para los demás?
Lunes
Algunos criticaban a Pablo porque trabajaba con las manos, declarando que era incompatible con la obra del ministro evangélico. ¿Por qué Pablo, un ministro de la más elevada categoría, vinculaba así el trabajo mecánico con la predicación de la Palabra? ¿No era el obrero digno de su salario? ¿Por qué dedicaba a hacer tiendas el tiempo que a todas luces podía dedicarse a algo mejor?
Pablo no consideraba perdido el tiempo así empleado. Mientras trabajaba con Aquila se mantenía en relación con el gran Maestro, sin perder ninguna oportunidad para testificar a favor del Salvador y ayudar a los necesitados. Su mente estaba constantemente en procura de conocimiento espiritual. Daba instrucción a sus colaboradores en las cosas espirituales, y ofrecía también un ejemplo de laboriosidad y trabajo cabal. Era un obrero rápido y hábil, diligente en los negocios, ardiente “en espíritu; sirviendo al Señor”. Romanos 12:11. Mientras trabajaba en su oficio, el apóstol tenía acceso a una clase de gente que de otra manera no hubiera podido alcanzar. Mostraba a sus asociados que la habilidad en las artes comunes es un don de Dios, quien provee tanto el don como la sabiduría para usarlo correctamente. Enseñaba que aun en el trabajo de cada día, ha de honrarse a Dios. Sus manos encallecidas por el trabajo no menoscababan en nada la fuerza de sus patéticos llamamientos como ministro cristiano (Los hechos de los apóstoles, p. 283).
“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas”. Dios desea el amor que se expresa en un servicio cordial, en un servicio del alma, en el servicio de las facultades físicas. No debemos hacernos pequeños en cualquier clase de servicio para Dios. Cualquier cosa que él nos haya prestado debe usarse inteligentemente para él. El que ejercita sus facultades seguramente las vigorizará; pero debe procurar hacer lo más que puede. Se necesita inteligencia y una habilidad educada para idear los mejores métodos de agricultura, en construcciones y en cualquier otro ramo para que el obrero no trabaje en vano…
Hay algo para aprender cada día en cuanto a cómo mejorar la manera de trabajar a fin de cumplir el trabajo y tener tiempo para algo más. El deber de cada obrero es dar no solo su vigor sino su mente e intelecto en todo lo que emprende. Algunos que se ocupan en las tareas domésticas están siempre trabajando, no porque tengan tanto que hacer, sino porque no hacen planes para ahorrar tiempo… Podéis elegir ser rutinarios en una conducta equivocada por no estar dispuestos a ocuparos de vosotros mismos para reformaros, o podéis cultivar nuestras facultades para que rindan el mejor servicio posible, y entonces series solicitados en cualquier parte y en todas partes (Fundamentals of Christian Education, pp. 315, 316; parcialmente en Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 5, p. 1087).
EL TRABAJO Y LA EXCELENCIA
Repasa Éxodo 25:10 a 30:38. ¿Cuán específico fue Dios cuando le pidió a
Moisés que construyera un Tabernáculo de adoración? ¿Qué nos dice esto sobre
el carácter de Dios?
Cuando Dios le indicó a Moisés que construyera un tabernáculo “para él”, Moisés podría haber dicho: “¡No hay problema, Señor! Estuve armando tiendas desde que me escapé de Egipto hace cuarenta años... ¡Solo dame un minuto!” Para cualquier hombre que viviera en la cultura madianita seminómade de la época, armar una carpa era algo sencillo. Podría haberlo hecho con los ojos vendados, por reflejo, con la mente en otras cosas mucho más importantes. Lo que Moisés quizá no se esperaba era un conjunto de planos muy detallados (que, por lo demás, era una estructura arquitectónica muy sencilla), más una larga lista de cómo fabricar cada mueble del interior, al igual que las prendas sacerdotales: casi 150 instrucciones punto por punto. Para construir una mesa sencilla, por ejemplo, Moisés tuvo que seguir un procedimiento de ensamblaje de siete pasos (Éxo. 25:23–30).
La atención al detalle que Dios mostró en la construcción de su Tabernáculo (como así también más adelante en las instrucciones para los rituales sacrificiales) muestra un espíritu predominante de excelencia, un deseo de producir nada menos que una obra maestra. Los materiales eran de la más alta calidad, el diseño era impecable, el trabajo tenía que ser sobresaliente: el mensaje era claro: “¡Con Dios, no se acepta el trabajo chapucero!”
Sin embargo, aunque la norma parecía ser elevada, fue Dios mismo quien proporcionó no solo el ímpetu sino también los recursos humanos para alcanzarla. Leemos, en Éxodo 31:1 al 6 y 35:30 al 36:1, que Dios mismo le dio al pueblo las habilidades necesarias. Estos hombres fueron llenos “del Espíritu”, lo que les dio habilidad y conocimiento en todo tipo de artesanías, para que la construcción del Tabernáculo y sus muebles avanzara como “ha mandado Jehová” (Éxo. 36:1). Además, los mismos dos maestros diseñadores también fueron dotados para “que pueda[n] enseñar” (35:34), de modo que su conocimiento y su habilidad continuaran dentro de la comunidad israelita. Aunque en la historia se señala a ambos como los líderes elegidos por Dios, hubo otros que recibieron dones similares y se sumaron a la obra (36:2).
Por lo tanto, no es una excusa válida el hecho de que seamos seres humanos y pecaminosos para encarar alguna tarea sin la máxima dedicación. Dios espera que siempre nos desempeñemos de la mejor manera, aprovechando nuestros talentos, habilidades, tiempo y educación para grandes causas.
Martes
El Señor da sabiduría a todos los que se dedican a su servicio. El tabernáculo que debía llevarse por el desierto, y el templo de Jerusalén, se construyeron de acuerdo con instrucciones especiales de Dios. Desde el mismo comienzo él fue minucioso en cuanto al diseño y la ejecución de su obra. En esta época del mundo Dios ha dado a su puebo mucho conocimiento e instrucción acerca de la forma en que debe realizarse su obra: sobre una base elevada, refinada y ennoblecedora; y se desagrada con los que no cumplen con el plan divino en su servicio. Separará a esos hombres de su causa y probará a otros que, si son autosuficientes, a su vez serán reemplazados por otros obreros (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 3, p. 1147).
Cristo fue un obrero fiel tanto en las cosas temporales como en las espirituales, y en toda su obra tenía la determinación de hacer la voluntad de su Padre. Los asuntos del cielo y de la tierra están más íntimamente relacionados y se hallan más directamente sometidos a la intervención de Cristo de lo que muchos se dan cuenta. Fue Cristo quien hizo el proyecto y el plano del primer tabernáculo terrenal. Él dio todas las indicaciones con respecto a la edificación del templo de Salomón. Aquel que en su vida terrenal trabajara como carpintero en la aldea de Nazaret, fue el Arquitecto celestial que trazó el plan del sagrado edificio en el cual había de honrarse su nombre.
Fue Cristo quien dio a los edificadores del tabernáculo sabiduría para ejecutar la mano de obra más hábil y hermosa. Él dijo: “Mira, yo he llamado por su nombre a Bezaleel, hijo de Uri, hijo de Hur, de la tribu de Judá; y lo he henchido de espíritu de Dios, en sabiduría, y en inteligencia, y en ciencia, y en todo artificio… Y he aquí que yo he puesto con él a Aholiab, hijo de Ahisamac, de la tribu de Dan: y he puesto sabiduría en el ánimo de todo sabio de corazón, para que hagan todo lo que te he mandado”. Éxodo 31:2-6 (Palabras de vida del gran Maestro, p. 283).
El Señor dará entendimiento a todos los que se quieran relacionar plenamente con su obra. No tenemos que confiar solo en la sabiduría humana. En Dios hay sabiduría, y tenemos el privilegio de acudir a él para obtener consejo…
Todos somos miembros de la familia del Altísimo, y en mayor o menor medida tenemos talentos que él nos ha confiado, por cuyo empleo nos hace responsables. Ya sea que nuestros talentos sean grandes o pequeños, tenemos que emplearlos en el servicio del Señor, y debemos reconocer el derecho de los demás de emplear los talentos que se les han confiado.
Nunca debemos despreciar el más mínimo capital físico o intelectual. Algunos solo pueden negociar con pesos y centavos y, con la bendición de Dios y gracias a una labor diligente, esos humildes siervos pueden hacer inversiones con buen éxito, y obtener ganancias proporcionadas al capital que se les confió. Nadie debiera despreciar al humilde obrero que está ocupando su lugar, y que está llevando a cabo una obra que alguien debe hacer, por pequeña que esta parezca (Cada día con Dios, p. 343).
EL TRABAJO Y LA ESPIRITUALIDAD
“Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu” (Gál. 5:25). El trabajo y la espiritualidad son inseparables. El cristianismo no es una prenda que nos podemos poner o quitar cuando cambiamos de humor o pasamos por diferentes etapas de la vida. El cristianismo crea un nuevo ser que se manifiesta en todas las dimensiones de la vida, incluyendo el trabajo.
Lee Gálatas 5:22 al 26. ¿Qué dones que describe Pablo también te describen a ti y a tu trabajo?
Un diccionario expositivo de palabras del Nuevo Testamento describe a la persona “espiritual” como “alguien que manifiesta los frutos del Espíritu a su manera”. A partir de esto, podemos concluir que, a través de nuestra conexión con Cristo, los seres humanos funcionaremos como creyentes en todos los aspectos de nuestra vida.
Un paciente estaba en su lecho de muerte en el Hospital de Florida mientras su mejor amigo velaba junto a su cama. Los enfermeros entraban y salían de la habitación, atendiendo las necesidades del paciente. Tratando de mantener una conversación fluida, el amigo preguntó a los enfermeros dónde habían estudiado. Muchos le contaron que se graduaron del Hospital Escuela Florida.
Esto causó una gran impresión en el amigo. Posteriormente realizó varias visitas al Hospital Escuela Florida para ver cómo era. ¿Por qué? Porque él le había contado a la gente que le parecía que los enfermeros graduados de esta escuela constantemente le brindaban más amor y cariño a su amigo moribundo que los enfermeros graduados en otros lugares. Es decir, pudo ver una gran diferencia entre ellos y los demás con respecto a su actitud hacia su amigo moribundo.
Por lo tanto, hizo muchas preguntas sobre el colegio y su misión, y finalmente dejó una donación de cien mil dólares para educar a más enfermeros como los que había visto en acción. Sí, la espiritualidad es un estilo de vida.
■ ¿Cómo manifiestas tu espiritualidad en las tareas cotidianas de la vida? ¿Qué tipo de impresión crees que dejas (porque, en definitiva, dejas huella)?
Miércoles
Los hábitos de indolencia y descuido consentidos en el trabajo común, serán llevados a la vida religiosa, e incapacitarán a uno para prestar cualquier servicio eficiente a Dios. Muchos que, mediante una labor diligente podrían haber sido una bendición para el mundo, se han visto arruinados por causa de la ociosidad. La falta de empleo y de un propósito determinado abren la puerta a un millar de tentaciones. Las malas compañías y los hábitos viciosos depravan la mente y el alma, y el resultado es la ruina para esta vida y la venidera.
Cualquiera que sea el ramo de trabajo en el cual nos ocupemos, la Palabra de Dios nos enseña a ser “en el cuidado no perezosos; ardientes en espíritu, sirviendo al Señor”. “Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas”, “sabiendo que del Señor recibiréis la compensación de la herencia: porque al Señor Cristo servís”. Romanos 12:11; Eclesiastés 9:10; Colosenses 3:24 (Palabras de vida del gran Maestro, p. 281).
La religión y los negocios no van separados; son una sola cosa. La religión de la Biblia ha de entretejerse con todo lo que hacemos o decimos. Los agentes divinos y humanos han de combinarse tanto en las realizaciones temporales como en las espirituales. Han de estar unidos en todas las actividades humanas, en las labores mecánicas y agrícolas, en las empresas comerciales y científicas. En toda actividad cristiana debe existir cooperación.
Dios ha proclamado principios que son los únicos que hacen posible esta cooperación. Su gloria debe ser el motivo de todos los que colaboren con él. Todo nuestro trabajo debe hacerse por amor a Dios y de acuerdo con su voluntad.
Es tan esencial hacer la voluntad de Dios cuando se construye un edificio como cuando se toma parte en un servicio religioso. Y si los obreros han empleado los principios correctos en la edificación de su propio carácter, entonces en la erección de cualquier edificio crecerán en gracia y conocimiento (Palabras de vida del gran Maestro, p. 284).
Me dirijo a nuestros hermanos. Si os acercáis a Jesús, y tratáis de adornar vuestra profesión con una vida bien ordenada y una conversación piadosa, vuestros pies serán guardados de extraviarse en sendas prohibidas. Si tan solo queréis velar, velar continuamente en oración, y tan solo hacéis todo como si estuvieseis en la presencia inmediata de Dios, seréis salvados de caer en la tentación, y podréis esperar llevar hasta el fin una vida pura sin mancha ni contaminación. Si mantenéis firme hasta el fin el principio de vuestra confianza, vuestros caminos serán afirmados en Dios, y lo que la gracia empezó, lo coronará la gloria en el reino de nuestro Dios. Los frutos del Espíritu son amor, gozo, paz, longanimidad, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley. Si Cristo está con nosotros crucificaremos la carne con sus afectos y concupiscencias (Testimonios para la iglesia, t. 5, p. 138).
EL TRABAJO Y LA MAYORDOMÍA
“Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas” (Ecl. 9:10). El más sabio de los hombres utiliza estas palabras de consejo con respecto a la mayordomía en todos los aspectos de la vida.
Al hablar sobre la mayordomía cristiana, muchos limitan sus pensamientos a la responsabilidad financiera de los cristianos. Aunque el dinero es sin duda un aspecto importante de la mayordomía, no lo es todo. En teoría organizacional, la mayordomía alude a la responsabilidad administrativa de adquirir y utilizar en forma adecuada todos los recursos disponibles.
En la iglesia, ¿cuáles son los recursos con los que Dios nos ha bendecido? Pedro dice claramente que el Creador dio dones a cada uno; y llama “sacerdocio santo” (1 Ped. 2:5) a esos cristianos dotados con responsabilidad ante Dios por su administración de todos los dones de Dios: dinero, tiempo, energía, talento y demás.
Lee Eclesiastés 9:10 y 1 Corintios 10:31. ¿Cuál es el mensaje para nosotros en estos versículos sobre cómo debemos trabajar y cómo debemos educar a la gente para trabajar?
Una de las trampas comunes de la vida actual es la tendencia a compartimentar los diferentes aspectos de la vida. Hay una vida laboral, una vida familiar, una vida espiritual, e incluso una vida de ocio. La tendencia a separar estos aspectos de la vida para que haya poca o ninguna superposición entre ellas es deseable en algunos casos. Por ejemplo, no es bueno llevar el trabajo a casa, de manera que interfiera con las responsabilidades familiares. La búsqueda del ocio tampoco debería reducir el tiempo que pasamos con Dios.
Sin embargo, esa restricción no debería aplicarse al papel que nuestra vida espiritual debe desempeñar en toda nuestra existencia. El trabajo del cristiano surge de la comunión y el trabajo con Dios. El trabajo es una manera en la que podemos practicar la presencia de Dios. Compartimentar nuestra vida religiosa, limitar a Dios a un día, una hora o incluso un aspecto de la vida, es rechazar la presencia de Dios en estos otros aspectos.
■ Dos preguntas: en primer lugar, pregúntate si realmente fragmentas tu vida espiritual. En segundo lugar, si tu respuesta es sí, ¿cómo puedes aprender a dejar que la espiritualidad reine en todo lo que haces?
Jueves
Dios desea que sus obreros en todo ramo lo miren a él como el Dador de cuanto poseen. Todas las buenas invenciones y progresos tienen su fuente en el que es maravilloso en consejo y grande en sabiduría. El toque hábil de la mano del médico, su poder sobre los nervios y los músculos, su conocimiento del delicado organismo humano, no es otra cosa que la sabiduría del poder divino que ha de ser empleada en favor de los que sufren. La destreza con la cual el carpintero usa el martillo, la fuerza con que el herrero hace sonar el yunque, provienen de Dios. Él ha dotado a los hombres de talentos, y espera que acudan a él en procura de consejo. En todo cuanto hagamos, en cualquier departamento de la obra en que nos hallemos, él desea gobernar nuestras mentes a fin de que hagamos una obra perfecta (Palabras de vida del gran Maestro, pp. 283, 284).
El trabajo es una bendición, no una maldición. Un espíritu de indolencia destruye la piedad y entristece al Espíritu de Dios. Un charco estancado es repulsivo, pero la corriente de agua pura esparce salud y alegría sobre la tierra. Pablo sabía que aquellos que descuidan el trabajo físico se debilitan rápidamente. Deseaba enseñar a los ministros jóvenes que, trabajando con sus manos y poniendo en ejercicio sus músculos y tendones, se fortalecerían para soportar las faenas y privaciones que los aguardaban en el campo evangélico. Y comprendía que su propia enseñanza carecería de vitalidad y fuerza si no mantenía todas las partes de su organismo debidamente ejercitadas (Los hechos de los apóstoles, p. 284).
Pablo instó a sus hermanos a preguntar qué influencia ejercerían sus palabras y hechos sobre los demás, y a no hacer nada, por inocente que fuera en sí mismo, que pareciera sancionar la idolatría u ofender los escrúpulos de los que fueran débiles en la fe. “Si pues coméis, o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo a gloria de Dios. Sed sin ofensa a judíos, y a gentiles, y a la iglesia de Dios”.
Las palabras de amonestación del apóstol a la iglesia de Corinto se aplican a todo tiempo, y convienen especialmente a nuestros días. Por idolatría, él no se refería solamente a la adoración de los ídolos, sino al servicio propio, al amor a la comodidad, a la complacencia de los apetitos y pasiones. Una mera profesión de fe en Cristo, un jactancioso conocimiento de la verdad, no hace cristiano a un hombre. Una religión que trata solamente de agradar a los ojos, a los oídos o al gusto, o que sanciona la complacencia propia, no es la religión de Cristo (Los hechos de los apóstoles, p. 255).
Aprendemos una gran lección cuando entendemos nuestra relación con Dios, y su relación con nosotros. Las palabras: “No sois vuestros. Porque habéis sido comprados por precio” (1 Corintios 6:19, 20), deberían ser ubicadas en la sala de la memoria, para que siempre podamos reconocer el derecho de Dios a nuestros talentos, nuestros bienes, nuestra influencia, nuestra propia individualidad. Debemos aprender cómo tratar este don de Dios, en mente, alma y cuerpo, para que, como posesión adquirida de Cristo, podamos presentarle un servicio saludable y agradable (Reflejemos a Jesús, p. 130).
PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:
Lee Génesis 3; Eclesiastés 2:18 al 23; Efesios 6:6 al 8; Elena de White, Patriarcas y profetas, “La tentación y la caída”, pp. 34-47.
El trabajo: ¿una maldición o una bendición? Al parecer, vino como parte de la maldición del pecado (Gén. 3:17). Una lectura más cuidadosa revela que fue la Tierra la que fue maldecida, no el trabajo. Elena de White declara que Dios tenía la intención de que este mandato funcionara como una bendición: “La vida de afanes y cuidados, que en lo sucesivo sería el destino del hombre, le fue asignada por amor. Era una disciplina que su pecado había hecho necesaria para frenar la tendencia a ceder a los apetitos y las pasiones, y para desarrollar hábitos de dominio propio. Era parte del gran plan de Dios para rescatar al hombre de la ruina y la degradación del pecado” (PP 44). ¿Es posible que lo hayamos convertido en una maldición por la monotonía, el exceso de trabajo o la sobrevaloración de su papel en nuestra vida? Cualquiera que sea nuestra situación, debemos aprender a poner el trabajo en su perspectiva adecuada. Y la educación cristiana debe ayudar a capacitar a las personas para asimilar el valor del trabajo, y al mismo tiempo no convertirlo en un ídolo.
PREGUNTAS PARA DIALOGAR:
1. Lee Eclesiastés 2:18 al 24. ¿Cómo puede Salomón considerar que el trabajo es una bendición y una maldición, en el mismo pasaje de la Biblia? ¿Cuáles son las sugerencias del texto sobre cómo podemos marcar la diferencia en la manera de abordar nuestro trabajo?
2. Es mediante el trabajo que cuidamos (sustentamos) a nuestras familias. ¿Cómo podemos transmitir una actitud positiva sobre el trabajo a nuestra familia?
3. Hay una delgada línea entre hacer un trabajo excelente y ser un adicto al trabajo, a veces. ¿Cómo evitamos cruzar esa línea? Ver Eclesiastés 2:23.
4. Pablo dijo muy claramente: “Porque también cuando estábamos con vosotros, os ordenábamos esto: Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma” (2 Tes. 3:10). Este principio, por supuesto, tiene mucho sentido. ¿Cuáles podrían ser algunos ejemplos en los que no se aplica? Es decir, ¿por qué debemos estar seguros de no hacer de esta una regla irrefutable que nunca debe romperse?
Viernes
La fe por la cual vivo, 6 de julio “Un templo construido con sacrificio”, p. 195;
Historia de los patriarcas y profetas, “La tentación y la caída”, pp. 34-54.
"LA EDUCACIÓN"
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Lección 11
EL SÁBADO ENSEÑARÉ...
Parte I: RESEÑA
El trabajo es una de las tres grandes prácticas que existían antes de la Caída y que pervivieron hasta nuestra situación actual posterior a la Caída (Gén. 2:15). Las otras dos son la observancia del sábado (2:2, 3) y el matrimonio (2:21-24). Por lo tanto, el trabajo, o estar decididamente ocupado con tareas, proviene directamente de un paraíso libre de pecado. Las tres prácticas mencionadas, si se realizan bajo la dirección del Señor, son pequeñas muestras de un Edén pasado o de un Edén futuro. Sin embargo, como todo lo demás en este mundo, el trabajo puede tener su contraparte pecaminosa con la que todos podemos identificarnos. Lo bueno es que Dios se dedica a restaurar y está totalmente preparado para convertir nuestras ocupaciones actuales en plataformas para el crecimiento y el testimonio cristianos.
Pasaremos la mayor parte de nuestra vida adulta trabajando. Entonces, a menos que de alguna manera podamos integrar nuestro compromiso con Cristo en nuestro trabajo, pasaremos una cantidad excesiva de nuestra vida sin aprovechar una existencia cristocéntrica. Podemos estar agradecidos de que la advertencia de “andar […] en el Espíritu” se puede convertir en una promesa que exprese que, ya sea que andemos por una oficina, un sitio en construcción o una granja, Cristo puede estar en nuestro corazón y a nuestro lado todo el tiempo (ver Gál. 5:25).
Es un estímulo adicional saber que cualquier trabajo que realicemos, no solo un trabajo visiblemente religioso, puede ser inspirado por el Espíritu. Dios le dijo a Moisés que llenó a Bezaleel “del Espíritu de Dios” para que pudiera trabajar con metal, madera, piedra y tela, para hacer el Tabernáculo (Éxo. 35:31-35). Si Dios pudo bendecir la obra de Bezaleel con el Espíritu, también puede bendecir la nuestra.
Parte II: COMENTARIO
Texto bíblico
Es fácil tener ideas en nuestra cabeza que parecen muy bíblicas pero que no lo son. El Paraíso pasado y el futuro sirven como ejemplo. Si nos dejaran crear el Edén o la Tierra Nueva, nuestro primer intento podría ser convertirlo en un lugar placentero e inactivo. Para algunos, un lugar de adoración constante a Dios sería el único paraíso. Muchos, naturalmente, no habrían incluido el “trabajo” ni en el primer hogar para los hijos de Dios ni en el último. Pero ahí está:
“Dios el Señor tomó al hombre y lo puso en el jardín del Edén para que lo cultivara y lo cuidara” (Gén. 2:15, NVI). Isaías retrata los nuevos cielos y la nueva Tierra como un lugar donde nuestras habilidades de agricultura una vez más serán necesarias: “Plantarán viñas, y comerán el fruto de ellas” (Isa. 65:21). El “trabajo” en el mundo actual, en el mejor de los casos, a menudo sirve como una distracción; y en el peor de los casos, como un obstáculo para nuestras preciadas relaciones, incluida nuestra relación con Dios. Por lo tanto, ¿cómo puede el “trabajo” ser parte del ideal?
Para decirlo de manera sencilla, “trabajar” el Jardín, ¿no sería una causa de distracción para adorar a Dios o estar con él? Esa pregunta es similar a decir: “Si Dios es todo lo que Adán necesitaba, ¿por qué hizo a Eva? ¿No es suficiente Dios?” Resulta que el Dios creador sabe exactamente qué es lo ideal para su propia Creación. Dios dio a nuestros primeros padres bastantes cosas que atraerían su atención y su tiempo: los animales, la exquisita belleza natural, la responsabilidad de llenar la Tierra (Gén. 1:28), administrar la Creación (1:28) y finalmente cultivar y cuidar el Jardín del Edén (2:15). Estas tareas inocentes y santas son la voluntad de Dios; y obviamente él no nos las daría si pusieran en peligro nuestra cercanía con él o con los demás. Podemos tener un sentido de “comunión” con Dios a pesar de que estemos haciendo otras actividades, de la misma manera en que disfrutamos del tiempo con los seres queridos al hacer actividades juntos.
El lugar de “trabajo” en la actualidad, obviamente, no es un ambiente tan sagrado como el paraíso libre de pecado que Dios creó originalmente. Pero eso no significa que la sensación de “comunión” no sea un objetivo realista para nosotros. Quizás el simple testimonio, como lo atestiguan las Escrituras, de “caminar con Dios” (ver 5:22; 6:9; 48:15) ilustre el compañerismo constante que podemos tener con nuestro Señor, incluso mientras trabajamos.
Texto bíblico
Pensemos en este versículo clave: “Y Moisés llamó a Bezaleel y a Aholiab y a todo varón sabio de corazón, en cuyo corazón había puesto Jehová sabiduría, todo hombre a quien su corazón le movió a venir a la obra para trabajar en ella” (Éxo. 36:2). Observa los verbos adicionales incluidos en la última cláusula de este versículo: mover, venir/acercarse, trabajar. Primero veamos esta frase hebrea de “su corazón le movió” (nasa’ + lev) y permitamos que nos ponga al tanto de la naturaleza del trabajo que hicieron. La palabra “mover” es una palabra común que aparece más de 650 veces en el Antiguo Testamento, y básicamente significa levantar o cargar. Pero, cuando se liga con la palabra “corazón”, se convierte en una expresión idiomática que refleja algo que es bueno o es malo. Los versículos de “lo bueno” son los siguientes (los de “lo malo” aparecen al final del análisis):
“Y vino todo varón a quien su corazón estimuló, y todo aquel a quien su espíritu le dio voluntad, con ofrenda a Jehová para la obra del tabernáculo de reunión y para toda su obra, y para las sagradas vestiduras” (Éxo. 35:21).
“Además todas las mujeres sabias de corazón hilaban con sus manos, y traían lo que habían hilado: azul, púrpura, carmesí o lino fino. Y todas las mujeres cuyo corazón las impulsó en sabiduría hilaron pelo de cabra” (35:25, 26).
Agrega a estos el versículo de Bezaleel, y esos son todos los textos positivos del Antiguo Testamento. Otras versiones unen “mover” con los conceptos de “ofrecerce voluntariamente, buena voluntad, sentirse movidas, levantarse” (BLP, NTV, NVI, RVA). Observa lo que estos versículos tienen en común: todos tienen que ver con el Santuario, todos incluyen sabiduría o habilidad y todos involucran la voluntad sin coerción. Estos factores nos instruyen en el arte de maximizar nuestra alegría en cualquier trabajo que realicemos. En primer lugar, ser habilidosos y mejorar en cualquier profesión en la que estemos se convierte en una bendición personal para nosotros a medida que crecen nuestras habilidades y nuestra “sabiduría”. En segundo lugar, hacer nuestro trabajo para agradar al Señor, como las mujeres que tuercen el pelo de cabra para el Tabernáculo de Dios, reorienta nuestro pensamiento y evita que quedemos atrapados en el conflicto de nuestros trabajos; y, en cambio, nos recuerda que el trabajo que hacemos (y la manera de hacerlo) es nuestra ofrenda al Señor. “Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres” (Col. 3:23). En tercer lugar, a la luz de los primeros dos factores, no deberíamos sentir que nuestro trabajo es una trampa de la que estamos tratando de escapar, sino algo que podemos hacer apasionadamente con el corazón: el corazón que estimula. Entonces, cuando trabajamos, (1) debemos trabajar para la gloria y la honra de Dios; (2) debemos ejercer las habilidades que él nos ha dado y reforzarlas; y (3) debemos hacer todo nuestro trabajo con un espíritu dispuesto y un corazón apasionado.
Veamos nuevamente la última cláusula de nuestro texto clave, “todo hombre a quien su corazón le movió a venir a la obra para trabajar en ella”. El otro término que vale la pena mencionar es la palabra “venir”. Esta palabra, qarav, significa acercarse/aproximarse y se usa en el sentido de acercarse al altar para ofrecer nuestro sacrificio (Lev. 9:8). También comparte la misma raíz con la palabra ofrenda; por ejemplo, una ofrenda de cordero (Lev.3:7). Pero ¿cuál es la ofrenda de Bezaleel y las mujeres? Ofrendan su trabajo, su tiempo, sus habilidades. Básicamente, ellos mismos son la ofrenda. ¿No es esto lo que expresa Romanos 12:1? “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional” (Rom. 12:1). Surge una imagen que conecta nuestro trabajo, nuestra adoración y a nosotros mismos en una profunda unidad.
Por cierto, en la Septuaginta (traducción griega del Antiguo Testamento), la palabra hebrea qarav (acercarse) se traduce prosporeuomai. Curiosamente, esta palabra aparece una sola vez en el Nuevo Testamento, y comprende a dos hombres que se acercan a Jesús (Mar. 10:35). Desgraciadamente, no se acercan para adorar ni para servir, sino para ser servidos. Son Santiago y Juan, y se acercan a Jesús para pedir los puestos más honrosos posibles (Mar. 10:37). Y así, con este versículo, concluimos nuestra reflexión considerando el uso negativo o “malo” de un “corazón movido”. Recuerda, esto literalmente significa “levantar el corazón”, y como podrás imaginar, un corazón levantado puede ser un corazón arrogante y egoísta (2 Rey. 14:10). Santiago y Juan se acercaron a Dios no para adorar sino para ser adorados, no para servir sino para ser servidos. En este caso particular, Santiago y Juan son la antítesis de las mujeres que tuercen el pelo de cabra.
Parte III: APLICACIÓN A LA VIDA
Para reflexionar y analizar:
1. ¿Qué pasaría si cambiamos la palabra trabajo de nuestro vocabulario y en su lugar insertamos las palabras servicio para Dios cada vez que hablamos de nuestros trabajos? ¿Cómo cambiarían nuestras actitudes?
2. Alcanzar la excelencia (sabiduría/habilidad), servir voluntariamente y poner a Dios delante de nosotros mientras realizamos nuestro trabajo diario son colectivamente una causa noble. ¿Qué podemos hacer para convertir algunos de estos ideales en una realidad tangible en la que el trabajo se convierta en una mejor experiencia?
3. ¿Alguna vez has disfrutado de una tarea en particular que para todos los demás parecía trabajo pero que para ti fue un placer sin esfuerzo? ¿Cómo es eso posible?
4. ¿Cómo puede la educación adventista promover una visión más bíblica de la vocación que contrasta con las nociones seculares de una carrera impulsada exclusivamente por incentivos financieros?
5. ¿Anhelas con ansias el cielo nuevo y la Tierra Nueva, sabiendo que el “trabajo” formará parte de nuestra existencia eterna? ¿Por qué?
6. El hecho de saber que el “trabajo” será parte de nuestro futuro por mucho tiempo, ¿en qué medida añade significado al hecho de que el sábado también será un elemento permanente en nuestra vida eterna (Isa. 66:23)?
"LA EDUCACIÓN"
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Dios los bendiga!!
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