Lección 10: Jesús abre el camino a través del velo | El mensaje de Hebreos | Escuela Sabática 1T 2022
Lección 10: Para el 5 de marzo de 2022
JESÚS ABRE EL CAMINO A TRAVÉS DEL VELO
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Hebreos 9:24; Éxodo 19:3, 4; Hebreos 12:18–21; Levítico 16:1, 2; Hebreos 10:19–22; Colosenses 3:1.
PARA MEMORIZAR:
“Porque no entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios” (Heb. 9:24).
Cuando los discípulos regresaron del Monte de los Olivos, justo después de que Jesús ascendió al cielo, estaban llenos de gozo y triunfo. Su Maestro y Amigo había ascendido a una posición de poder sobre el mundo y los había invitado a acercarse a Dios en su nombre con la absoluta confianza de que Dios respondería favorablemente a sus oraciones (Juan 14:13, 14). Aunque seguían en el mundo, atacados por las fuerzas del mal, su esperanza era firme. Sabían que Jesús había ascendido para prepararles un lugar (Juan 14:1-3). Sabían que Jesús era el Capitán de su salvación y que había abierto un camino a la Patria celestial mediante su sangre.
La ascensión de Jesús al cielo es fundamental para la teología de Hebreos. Marca el comienzo del reinado de Jesús y el comienzo de su ministerio sumosacerdotal en nuestro favor. Finalmente, lo más importante es que la ascensión de Jesús marca el momento en que se estableció el Nuevo Pacto, que brinda los medios necesarios para poder acercarnos a Dios con valentía mediante la fe. Es nuestro privilegio ahora acercarnos a Dios con confianza a través de Jesús y los méritos de su justicia.
Sábado
¡Qué fuente de gozo para los discípulos el saber que tenían… un Amigo que intercedía en su favor! Gracias a la ascensión visible de Cristo, cambiaron todas sus opiniones y conceptos referentes al cielo… Ahora relacionaban el cielo con el pensamiento de Jesús, a quien habían amado y reverenciado por encima de todos los demás…
Ahora lo consideraban como su futuro hogar, donde su amante Redentor les estaba preparando mansiones. La oración se revestía de un nuevo interés pues era comunión con su Salvador. Con nuevas y conmovedoras emociones y una firme confianza de que su oración sería respondida, se reunieron en el aposento alto para ofrecer sus peticiones y para demandar la promesa del Salvador, quien había dicho: “Pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido”. Oraban en el nombre de Jesús (La segunda venida y el cielo, p. 66).
Jesús está en el Lugar Santísimo para aparecer en la presencia de Dios por nosotros. Allí no cesa de presentar a su pueblo momento a momento, completo en sí mismo. Pero a causa de que estamos así representados ante el Padre, no hemos de imaginar que podemos presumir de su misericordia y volvernos descuidados, indiferentes e indulgentes. Cristo no ministra en favor del pecado. Estamos completos en él, aceptados en el Amado, solo al morar en él por fe.
Nunca podremos alcanzar la perfección por nuestras propias buenas obras. El alma que contempla a Jesús por fe repudia su propia justicia. Se da cuenta de que es incompleta, de que su arrepentimiento es insuficiente, su mayor fe es debilidad, su sacrificio más costoso es pobre, y se arroja con humildad al pie de la cruz. Pero una voz le habla desde los oráculos de la Palabra de Dios. Con asombro oye este mensaje: “Vosotros estáis completos en él”. Colosenses 2:10. Su alma descansa ahora. Ya no necesita esforzarse para encontrar algo valioso en sí misma, alguna obra meritoria con la cual ganar el favor de Dios (Reflejemos a Jesús, p. 68).
Y el amado Juan, por la inspiración del Espíritu Santo, dice con gran claridad y certeza: “Si demandáremos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él nos oye en cualquier cosa que demandáremos, sabemos que tenemos las peticiones que le hubiéremos demandado”1 Juan 5:14,15. Presentad, pues, vuestra petición ante el Padre en el nombre de Jesús. Dios honrará tal nombre.
El arco iris rodea el trono como una seguridad de que Dios es verdadero, que en él no hay mudanza ni sombra de variación. Hemos pecado contra él, y somos indignos de su favor; sin embargo… Cuando venimos a él confesando nuestra indignidad y pecado, él se ha comprometido a atender nuestro clamor. El honor de su trono está empeñado en el cumplimiento de la palabra que nos ha dado.
A semejanza de Aarón, que simbolizaba a Cristo, nuestro Salvador lleva los nombres de todos sus hijos sobre su corazón en el Lugar Santo. Nuestro gran sumo sacerdote recuerda todas las palabras por medio de las cuales nos ha animado a confiar. Nunca olvida su pacto (palabras de vida del gran maestro, pp. 113,114)
JESÚS ANTE EL PADRE
Lee Hebreos 9:24. Según este pasaje, ¿cuál era el propósito de la ascensión
de Jesús al cielo?
Dios instruyó a Israel para que los varones subieran tres veces al año a Jerusalén para “presentar[se ...] delante de Jehová el Señor” con una ofrenda. Los tiempos señalados eran la fiesta de la Pascua (panes sin levadura), la fiesta de las Semanas (Pentecostés) y la fiesta de los Tabernáculos (Éxo. 23:14-17; Deut. 16:16). La Pascua celebraba la liberación de la esclavitud en Egipto. Pentecostés celebraba la cosecha de la cebada y, en épocas del Nuevo Testamento, se lo relacionaba con la entrega de la Ley en el Sinaí. La fiesta de los Tabernáculos celebraba el cuidado de Dios respecto de Israel durante su estadía en el desierto. Hebreos 9:24 describe la ascensión de Jesús a la presencia del Padre. Llegó al Santuario celestial, el “verdadero”, para “presentarse” ante Dios con un mejor sacrificio (Heb. 9:23, 24, NVI): su propia sangre.
Jesús cumplió las fiestas de peregrinación con asombrosa precisión. Murió el día de la preparación de la Pascua a la hora novena, el momento en que se sacrificaban los corderos pascuales (Juan 19:14; Mat. 27:45–50). Jesús resucitó al tercer día y ascendió al cielo para recibir la seguridad de que su sacrificio había sido aceptado (Juan 20:17; 1 Cor. 15:20), cuando el sacerdote debía mecer la gavilla de cebada madura como primicia (Lev. 23:10-12). Luego, ascendió cuarenta días después para sentarse a la diestra de Dios y establecer el Nuevo Pacto en el día de Pentecostés (Hech. 1; 2).
El propósito de la peregrinación del antiguo Israel era “ver la faz de Dios” (Sal. 42:2, BJ). Esto significaba experimentar el favor de Dios (Sal. 17:15). De igual modo, la expresión hebrea de “buscar el rostro de Dios” significaba pedir ayuda a Dios (2 Crón. 7:14; Sal. 27:8; 105:4). Este es el sentido, en Hebreos, de la ascensión de Jesús. Jesús ascendió a Dios con el sacrificio perfecto. Jesús ascendió al cielo también como nuestro Precursor ante la presencia de Dios (Heb. 6:19, 20). Él ha hecho realidad la promesa para los creyentes que viajan “en busca de una patria”, deseando “una patria mejor” y esperando “la ciudad [...] de la cual Dios es arquitecto y constructor” (Heb. 11:10, 13–16).
■ Una vez más, ¿por qué la realidad de Cristo –no solo su Cruz sino también su mediación ahora en el cielo– debe sustentar la seguridad de nuestra salvación?
Domingo
La inmolación del cordero pascual prefiguraba la muerte de Cristo. San Pablo dice: “Nuestra pascua, que es Cristo, fue sacrificada por nosotros”. 1 Corintios 5:7. La gavilla de las primicias del trigo, que era costumbre mecer ante el Señor en tiempo de la Pascua, era figura típica de la resurrección de Cristo. San Pablo dice, hablando de la resurrección del Señor y de todo su pueblo: “Cristo las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida”. 1 Corintios 15:23. Como la gavilla de la ofrenda mecida, que era las primicias o los primeros granos maduros recogidos antes de la cosecha, así también Cristo es primicias de aquella inmortal cosecha de rescatados que en la resurrección futura serán recogidos en el granero de Dios.
Estos símbolos se cumplieron no solo en cuanto al acontecimiento sino también en cuanto al tiempo. El día 14 del primer mes de los judíos, el mismo día y el mismo mes en que quince largos siglos antes el cordero pascual había sido inmolado, Cristo, después de haber comido la pascua con sus discípulos, estableció la institución que debía conmemorar su propia muerte como “Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”. En aquella misma noche fue aprehendido por manos impías, para ser crucificado e inmolado. Y como antitipo de la gavilla mecida, nuestro Señor fue resucitado de entre los muertos al tercer día, “primicias de los que durmieron”, cual ejemplo de todos los justos (El conflicto de los siglos, p. 396).
Quedan encantados contemplando la perfección del carácter de Cristo, su misión, su amor, su gracia, su verdad. Se satisface la gran necesidad de su alma, y dirán como el salmista: “Estaré satisfecho cuando despierte a tu semejanza”. Salmo 17:15. Ven en Jesucristo el objeto divino de la fe y el amor. Para ellos ha terminado la adoración de los tesoros terrenales y el amor al mundo.
Estas almas se apoderan de la Palabra de Dios. Ven que los milagros, la abnegación, el sacrificio de Cristo, su crucifixión, fueron para ellos. El lenguaje del corazón será: “El murió por mí. Él triunfó en la muerte para que yo no perezca, sino que crea en él como mi Salvador personal, y tenga esa vida que se mide con la vida de Dios. En la riqueza de su gracia se han posesionado de mí tesoros tan perdurables como la eternidad” (A fin de conocerle, p. 216).
A veces un profundo sentimiento de nuestra indignidad estremecerá nuestra alma con una conmoción de terror; pero esto no es una evidencia de que Dios ha cambiado hacia nosotros, o nosotros hacia Dios. No debe hacerse ningún esfuerzo para hacer que el alma alcance cierta intensidad de emoción. Podemos hoy no sentir la paz y el gozo que sentimos ayer; pero por la fe debemos asirnos de la mano de Cristo, y confiar en él tan plenamente en las tinieblas como en la luz (la edificación del carácter, p. 89).
LA INVITACIÓN DE DIOS
Lee Hebreos 12:18 al 21. ¿Cuál fue la experiencia de Israel en el monte
Sinaí?
Cuando Dios llamó a Israel a salir de Egipto, su plan era crear una relación personal e íntima con ellos. Él dijo: “Vosotros visteis lo que hice a los egipcios, y cómo os tomé sobre alas de águilas, y os he traído a mí” (Éxo. 19:3, 4).
Así, a través de Moisés, Dios dio las instrucciones necesarias con el fin de preparar al pueblo para encontrarse con él. El pueblo primeramente necesitaba consagrarse (Éxo. 19:10-15). Quienes ascendieran sin preparación morirían. Sin embargo, una vez que el pueblo se preparó durante dos días, entonces “cuando [sonara] largamente la bocina”, al tercer día, Dios instruyó al pueblo: “Subirán al monte” (Éxo. 19:13). Quería que tuvieran la experiencia que Moisés y los dirigentes del pueblo tendrían cuando subieran al monte y “[vieran] a Dios, y [comieran] y [bebieran]” en su presencia (Éxo. 24:9-11). Más adelante, el pueblo reconoció que había visto la gloria de Dios y que era posible que Dios hablara “al hombre, y éste aún [viva]” (Deut. 5:24). Pero, cuando llegó el momento, les faltó fe. Moisés explicó años más tarde: “Vosotros tuvisteis temor del fuego, y no subisteis al monte” (Deut. 5:5). En lugar de eso, le pidieron a Moisés que fuera su intermediario (Deut. 5:25-27; comparar con Éxo. 20:18-21).
La manifestación de la santidad de Dios en el monte Sinaí debía enseñarle al pueblo a “temerle”, o respetarlo. El “temor de Jehová” conduce a la vida, la sabiduría y la honra (Deut. 4:10; comparar con Sal. 111:10; Prov. 1:7; 9:10; 10:27). Allí también aprenderían que él es misericordioso y compasivo (Éxo. 34:4-8). Por lo tanto, aunque Dios quería que Israel se acercara a él, el pueblo se asustó y le pidió a Moisés que hiciera de intermediario. La descripción que hace Hebreos de los eventos en el Sinaí se desprende principalmente del recordatorio que Moisés le hace al pueblo por su falta de fe y su apostasía con el becerro de oro, y cuánto temía encontrarse con Dios debido al pecado de ellos (Deut. 9:19). La reacción de los israelitas no era el plan de Dios para ellos, sino el resultado de su falta de fe.
■ ¿Por qué no debemos tener miedo de acercarnos a un Dios santo? Sin embargo, ¿de qué manera se nos exhorta que debemos acercarnos?
Lunes
Por su gran poder, no obstante la oposición de Faraón, Dios libró a su pueblo de Egipto para que guardaran su ley que había sido dada en el Edén. Los condujo al Sinaí para que escuchasen la proclamación de su ley.
Al proclamar los Diez Mandamientos a los hijos de Israel con su propia voz, Dios demostró su importancia. En medio de una grandiosidad pavorosa, dio a conocer su majestad y autoridad como Gobernador del mundo. Lo hizo para grabar en la mente de su pueblo la santidad de su ley y la importancia de observarla. El poder y la gloria con que fue dada la ley revelan su importancia. Es la fe una vez dada a los santos por Cristo nuestro Redentor hablando desde el Sinaí (Testimonios para la iglesia, t. 8, pp. 209, 210).
Con sumo fervor [David] estudió las formas en que procede Dios, expresadas por Cristo cuando estuvo rodeado por la columna de nube, y dadas a Moisés para que fueran fielmente repetidas a todo Israel… y cuando David consideró las señales y promesas divinas para ellos —sabiendo que eran todos los que las necesitaban tanto como para Israel— las apropió para sí, diciendo: “me acordaré de las obras de JAH; sí hare memoria de tus maravillas antiguas. Meditaré en todas tus obras, y hablaré de tus hechos”.
Su fe se aferró de Dios, y se animó y fortaleció. Aunque reconocía como misteriosos los caminos de Dios, sabía que eran misericordiosos y buenos, pues este fue el carácter divino tal como se reveló a Moisés: “Jehová descendió en la nube, y estuvo allí con él, proclamando el nombre de Jehová. Y pasando Jehová por delante de él, proclamó: ¡Jehová! ¡Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad” (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 3, p. 1167).
El Capitán de nuestra salvación fortalece a sus seguidores, no con falsedades científicas, sino con genuina fe en la Palabra de un Dios personal. Esta Palabra es repetida una, otra y otra vez con más profundo poder afirmativo. Satanás recurre a todos sus poderes para el ataque en el último conflicto, y la paciencia del seguidor de Cristo es probada al máximo. A veces parece que va a ceder. Pero una palabra de oración al Señor Jesús llega como una flecha hasta el trono de Dios, y ángeles de Dios son enviados al campo de batalla. Cambia la marea… y los cautivos son libertados. Las almas creyentes acosadas son sostenidas como con alas de águilas y la victoria es ganada…
¡Qué maravillosas lecciones aprenderemos como resultado de la constante dependencia en la eficacia de Cristo! Aquel que aprende estas lecciones no necesita aprender de la experiencia ajena. Tiene el testimonio en sí mismo, y su experiencia avala su conocimiento de que Cristo es suficiente, fiel y poderoso. Conoce el cumplimiento de la promesa: “Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad”. 2 Corintios 12:9 (In Heavenly Places, p. 297; parcialmente en En los lugares celestiales, p. 299).
LA NECESIDAD DE UN VELO
Los velos tienen una doble función. El término que Hebreos utiliza para velo (katepetasma) podría referirse a la cortina de la entrada del Atrio (Éxo. 38:18), a la cortina de la entrada del Santuario (Éxo. 36:37) o al velo interior que separaba el Lugar Santo del Lugar Santísimo (Éxo. 26:31–35). Estos velos eran entradas y a la vez límites que solo algunos podían traspasar.
Lee Levítico 16:1 y 2; y 10:1 al 3. ¿Qué advertencia tenemos en estos pasajes?
El velo era una protección para los sacerdotes mientras oficiaban ante un Dios santo. Después del pecado del becerro de oro, Dios le dijo a Moisés que no los acompañaría camino a la Tierra Prometida para no consumirlos porque eran un “pueblo de dura cerviz” (Éxo. 33:3). Por lo tanto, Moisés trasladó la Tienda de Reunión y la armó lejos, fuera del campamento (Éxo. 33:7). Sin embargo, después de que Moisés intercediera, Dios aceptó ir en medio de ellos (Éxo. 33:12-20), pero estableció varias medidas para proteger al pueblo mientras él habitara entre ellos.
Por ejemplo, Israel acampaba en un orden estricto que dejaba un cuadrado vacío en el medio, donde se colocaba el Tabernáculo. Además, los levitas acampaban alrededor del Tabernáculo para proteger el Santuario y sus muebles de la invasión de extraños (Núm. 1:51; 3:10). En realidad, era una especie de velo humano que protegía al pueblo de Israel: “Pero los levitas acamparán alrededor del tabernáculo del testimonio, para que no haya ira sobre la congregación de los hijos de Israel; y los levitas tendrán la guarda del tabernáculo del testimonio” (Núm. 1:53).
Jesús, como nuestro Sacerdote, también ha sido nuestro Velo. Mediante su encarnación, Dios levantó su Tienda en medio de nosotros y pudimos contemplar su gloria (Juan 1:14–18). Jesús hizo posible que un Dios santo viviera en medio de un pueblo imperfecto.
■ Piensa en lo que implicaba que el Dios creador, el que hizo el Universo, viviera entre su pueblo, que en ese momento era una nación de esclavos fugitivos. ¿Qué nos enseña sobre lo cerca que puede estar Dios de nosotros?
Martes
En el Santuario del tabernáculo construido en el desierto y en el del templo, que eran símbolos terrenales de la morada de Dios, había un lugar sagrado para su presencia. El velo adornado de querubines a su entrada solo debía ser alzado por una mano. Alzar aquel velo, y entrar sin invitación en el sagrado misterio del Lugar Santísimo, acarreaba la muerte, pues sobre el propiciatorio descansaba la gloria del Santo de los santos, a la que nadie podía mirar y sobrevivir. En el único día del año señalado para el desempeño de su ministerio en el Lugar Santísimo, el sumo sacerdote penetraba en él temblando ante la presencia de Dios, mientras que nubes de incienso velaban la gloria ante sus ojos. En todos los atrios del templo se acallaba todo rumor. Ningún sacerdote actuaba en los altares. Los adoradores, inclinados en silencioso temor, dirigían sus peticiones en demanda de misericordia divina (El ministerio de curación, p. 344).
No es la obra más elevada de la educación el comunicar meramente conocimientos, sino el impartir aquella energía vivificadora que se recibe por el contacto de la mente con la mente y del alma con el alma. Únicamente la vida puede engendrar vida. ¡Qué privilegio fue el de aquellos que, durante tres años, estuvieron en contacto diario con aquella vida divina de la cual había fluído todo impulso vivificador que bendijera al mundo! Más que todos sus compañeros, Juan, el discípulo amado, cedió al poder de esa vida maravillosa. Dice: “La vida fue manifestada, y vimos, y testificamos, y os anunciamos aquella vida eterna, la cual estaba con el Padre, y nos ha aparecido”. “De su plenitud tomamos todos, y gracia por gracia. 1 Juan 1:2; Juan 1:16.
En los apóstoles de nuestro Señor no había nada que les pudiera reportar gloria. Era evidente que el éxito de sus labores se debía únicamente a Dios. La vida de estos hombres, el carácter que adquirieron y la poderosa obra que Dios realizó mediante ellos, atestiguan lo que él hará por aquellos que reciban sus enseñanzas y sean obedientes (El Deseado de todas las gentes, pp. 215, 216).
El alma que se ha entregado a Cristo es más preciosa a sus ojos que el mundo entero. El Salvador habría pasado por la agonía del Calvario para que uno solo pudiera salvarse en su reino. Nunca abandona a un alma por la cual murió. A menos que sus seguidores escojan abandonarle, él los sostendrá siempre
En todas nuestras pruebas, tenemos un Ayudador que nunca nos falta. Él no nos deja solos para que luchemos con la tentación, batallemos contra el mal, y seamos finalmente aplastados por las cargas y tristezas. Aunque ahora esté oculto para los ojos mortales, el oído de la fe puede oír su voz que dice: No temas; yo estoy contigo. Yo soy “el que vivo, y he sido muerto; y he aquí que vivo por siglos de siglos”. Apocalipsis 1:18. He soportado vuestras tristezas, experimentado vuestras luchas, y hecho frente a vuestras tentaciones. Conozco vuestras lágrimas; yo también he llorado. Conozco los pesares demasiado hondos para ser susurrados a ningún oído humano. No penséis que estáis solitarios y desamparados. Aunque en la tierra vuestro dolor no toque cuerda sensible alguna en ningún corazón, miradme a mí, y vivid (El Deseado de todas las gentes, pp. 446, 447).
EL CAMINO NUEVO Y VIVO A TRAVÉS DEL VELO
Lee Hebreos 10:19 al 22. ¿Qué invitación tenemos en este pasaje?
El libro de Hebreos sostiene que Jesús ha entrado en el Santuario celestial y
nos invita a seguir su ejemplo. Esta idea concuerda con el concepto presentado
anteriormente de que Jesús es el “capitán” y precursor de los creyentes (Heb.
2:10; 6:19, 20; 12:2). El “camino nuevo y vivo” es el Nuevo Pacto, que Jesús
estableció con su sacrificio y su ascensión. La expresión “nuevo y vivo”
contrasta con la descripción del Antiguo Pacto como “viejo y anticuado” (Heb.
8:13, RVC). Es el Nuevo Pacto, que ha provisto el perdón de los pecados y ha
puesto la Ley en nuestro corazón, lo que nos permite acercarnos a Dios con
confianza, no por nosotros mismos ni por cualquier cosa que hayamos hecho,
sino solo por lo que Jesús ha hecho por nosotros mediante el cumplimiento de
todas las obligaciones del Pacto.
Hebreos señala que la instauración del Antiguo Pacto implicaba la instauración
del Santuario y la consagración de los sacerdotes (Heb. 9:18-21; comparar con
Éxo. 40; Lev. 8, 9). El propósito del Pacto era crear una relación íntima
entre Dios y su pueblo (Éxo. 19:4-6). Cuando Israel aceptó esta relación, Dios
inmediatamente ordenó que se construyera un santuario para que él pudiera
vivir entre ellos. El establecimiento del Santuario y la presencia de Dios en
medio de su pueblo fue el momento en que se consumó el Pacto entre Dios e
Israel.
Lo mismo ocurre con el Nuevo Pacto. El Nuevo Pacto también implica la instauración del ministerio sacerdotal de Jesús en nuestro favor (Heb. 5:1-10; 7:1-8:13).
La ascensión de Jesús ante Dios ha inaugurado una nueva era para el pueblo de Dios. Zacarías 3 menciona que Satanás estaba en la presencia de Dios para acusar al pueblo de Dios, representado por el sumo sacerdote Josué. Este acusador es el mismo que suscitó dudas sobre la lealtad de Job hacia Dios (Job 1; 2). Sin embargo, con el sacrificio de Jesús, Satanás ha sido arrojado del cielo (Apoc. 12:7–12; comparar con Juan 12:31; 16:11). ¡Ahora es Jesús quien intercede por nosotros y, mediante su sacrificio y su fidelidad, reclama la salvación para nosotros!
■ ¿Qué acusaciones podría hacer Satanás contra ti delante de Dios, si pudiera? Aunque es un mentiroso, ¿cuánto tendría que mentir sobre ti para procurar tu condenación? ¿Cuál es tu única esperanza?
Miércoles
Los que verdaderamente creen en Cristo se sientan junto a él en los lugares celestiales. Aceptemos la insignia del cristianismo. No es un distintivo externo, no es usar una cruz o una corona, sino algo que revela la unión del hombre con Dios…
“Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne, y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura. Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió. Y considerémonos unos a otros para estimulamos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca”. Hebreos 10:19-25 (Alza tus ojos, p. 231).
La intercesión de Cristo en nuestro favor presenta sus méritos divinos al ofrecerse a sí mismo al Padre como nuestro sustituto y garante; pues ascendió a lo alto para expiar nuestras transgresiones… “Por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos”. Hebreos 7:25.
De estos pasajes resulta claro que no es la voluntad de Dios que usted desconfíe y torture su alma con el temor de que Dios no lo aceptará por ser pecador e indigno… Presente su caso ante él, invocando los méritos de la sangre vertida en la cruz del Calvario en su favor. Satanás lo acusará de ser un gran pecador, y usted tendrá que admitir que lo es, pero puede decir: “Sé que soy un pecador, y por eso necesito un Salvador. Jesús vino al mundo a salvar pecadores. ‘La sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado’… No tengo méritos o bondad con que reclamar la salvación, pero presento delante de Dios la sangre plenamente expiatoria del inmaculado Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Ese es mi único argumento. El nombre de Jesús me da acceso al Padre. Sus oídos y su corazón están atentos a mi más débil súplica, y él satisface mis necesidades más profundas” (Reflejemos a Jesús, p. 67).
Cristo vino para dar al mundo un ejemplo de lo que podría ser la humanidad perfecta unida con la divinidad. Presentó al mundo una nueva fase de la grandeza cuando exhibió su misericordia, compasión y amor. Dio a los hombres una nueva interpretación de Dios. Como cabeza de la humanidad, enseñó a los hombres lecciones en la ciencia del gobierno divino, por las cuales reveló la rectitud de la reconciliación de la misericordia y la justicia (Mensajes selectos, t. 1, p. 305).
ELLOS VERÁN SU ROSTRO
Lee Hebreos 12:22 al 24. ¿En qué sentido hemos llegado a la Jerusalén celestial, ante la presencia de Dios?
Se argumenta que los creyentes se han “acercado” al monte Sion, la Jerusalén celestial, mediante la fe. En este sentido, su experiencia anticipa el futuro. Por lo tanto, la Jerusalén celestial pertenece al Reino de las cosas “que se espera[n]” y de “lo que no se ve” pero que, sin embargo, se nos garantizan mediante la fe (Heb. 11:1).
Si bien esto es cierto, no es el significado completo de este pasaje. También hemos llegado al monte Sion, a la misma presencia de Dios, a través de nuestro representante Jesús (Efe. 2:5, 6; Col. 3:1). La ascensión de Jesús no es una cuestión de fe, es un hecho. Es esta dimensión histórica de la ascensión de Jesús lo que aporta convicción a la exhortación de Hebreos de mantenernos firmes en nuestra confesión (Heb. 4:14; 10:23, RVA-2015). Pablo dice: “Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos [...] acerquémonos, pues, confiadamente” (Heb. 4:14, 16).
Por ende, ya hemos llegado a través de nuestro Representante, y debemos actuar en consecuencia. A través de él, hemos “saboreado el don celestial” y hemos “experimentado la buena palabra de Dios y los poderes del mundo venidero” (Heb. 6:4, 5, NVI). La realidad de la ascensión y el ministerio de Jesús en el Santuario celestial es una “segura y firme ancla del alma” (Heb. 6:19), la garantía de que las promesas tienen fundamento y son dignas de confianza (Heb. 7:22). Para nosotros, la fe tiene un ancla histórica.
Sin embargo, el propósito de Dios se cumplirá no solo en Jesús, sino también en nosotros. Hemos dicho que la ascensión de Jesús cumplió la tipología de las dos primeras peregrinaciones anuales de Israel, la Pascua y el Pentecostés. Según Hebreos y el libro de Apocalipsis, la última peregrinación, la fiesta de los Tabernáculos, aún no se ha cumplido. La celebraremos con Jesús, cuando estemos en la “ciudad [...] cuyo arquitecto y constructor es Dios”, en la Patria celestial (Heb. 11:10, 13-16). No construiremos tabernáculos, sino que el Tabernáculo, o Tienda, de Dios descenderá del cielo, y viviremos con él para siempre (Apoc. 7:15–17; 21:1–4; 22:1–5; Núm. 6:24-26).
■ ¿Cómo podemos aprender a hacer que la promesa de la vida eterna dé frutos para nosotros ahora, en medio de un mundo tan lleno de dolor y sufrimiento? ¿Qué respuesta puedes dar a quienes dicen que todo esto es solo una fantasía para ayudarnos a sentirnos mejor con nuestra vida aquí y ahora?
Jueves
“Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”. Hebreos 11:1. ¿No hemos comprobado esto en lo pasado al avanzar por fe para alcanzar las cosas que ahora vemos?… La fe no consiste solamente en mirar hacia adelante, a las cosas que no se ven; se confirma contemplando la experiencia pasada, los resultados tangibles, la verificación de la Palabra de Dios… Rogad: “Señor, aumenta mi fe”. La fe aviva los sentidos y los hace trabajar diligentemente para producir resultados. La fe eleva y ennoblece las facultades del alma, capacitándolas para aferrarse de lo invisible…
Contemplando a Jesús, no solamente como nuestro ejemplo sino como el Autor y Consumador de nuestra fe, avancemos, confiando en que él suplirá con su fortaleza todo lo que se necesita para cumplir cada deber (Alza tus ojos, p. 70).
La fe es necesaria tanto en los asuntos más pequeños como en los mayores de la vida. En todos nuestros negocios y nuestras ocupaciones diarias, la fuerza sustentadora de Dios llega a ser real para nosotros por medio de una confianza constante…
Solamente la sensación de la presencia de Dios puede desvanecer el temor que, para el niño tímido, haría de la vida una carga. Grabe él en su memoria la promesa: “El ángel de Jehová acampa alrededor de los que le temen, y los defiende” Salmo 34:7. Lea la maravillosa historia de Eliseo cuando estaba en la ciudad de la montaña y había entre él y el ejército de enemigos armados un círculo poderoso de ángeles celestiales. Lea cómo se le apareció el ángel de Dios a Pedro cuando estaba en la prisión, condenado a muerte; cómo lo libertó, pasando por entre los guardianes armados y las macizas puertas de hierro con sus cerrojos y barrotes…
Doquiera haya corazones llenos de fe que sirvan de conducto transmisor de su poder, no será menos notable su modo de obrar ahora que entonces (Reflejemos a Jesús, p. 119).
“De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna”. Por medio del amado Juan, que escuchó estas palabras, el Espíritu Santo declaró a las iglesias: “Y este es el testimonio: Que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida”.1 Juan 5:11,12 Y Jesús dijo: “Yo le resucitaré en el día postrero”. Cristo se hizo carne con nosotros, a fin de que pudiésemos ser espíritu con él. En virtud de esta unión hemos de salir de la tumba, no simplemente como manifestación del poder de Cristo, sino porque, por la fe, su vida ha llegado a ser nuestra. Los que ven a Cristo en su verdadero carácter, y le reciben en el corazón, tienen vida eterna. Por el Espíritu es como Cristo mora en nosotros; y el Espíritu de Dios, recibido en el corazón por la fe, es el principio de la vida eterna (El Deseado de todas las gentes, p. 352).
PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:
“La ascensión de Cristo al cielo fue la señal de que sus seguidores iban a recibir la bendición prometida. Habían de esperarla antes de empezar a hacer su obra. Cuando Cristo entró por los portales celestiales, fue entronizado en medio de la adoración de los ángeles. Tan pronto como esta ceremonia hubo terminado, el Espíritu Santo descendió sobre los discípulos en abundantes raudales, y Cristo fue de veras glorificado con la misma gloria que había tenido con el Padre desde toda la eternidad. El derramamiento pentecostal era la comunicación del Cielo de que el Redentor había iniciado su ministerio celestial. De acuerdo con su promesa, había enviado al Espíritu Santo del cielo a sus seguidores como prueba de que, como Sacerdote y Rey, había recibido toda autoridad en el cielo y en la Tierra, y era el Ungido sobre su pueblo. [...]
“Podían pronunciar el nombre de Jesús con seguridad; porque ¿no era él su Amigo y Hermano mayor? Puestos en comunión con Cristo, se sentaron con él en los lugares celestiales. ¡Con qué ardiente lenguaje revestían sus ideas al testificar por él! (HAp 31, 32, 38).
PREGUNTAS PARA DIALOGAR:
1. El salmista dijo: “Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo; ¿cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios?” (Sal. 42:2). ¿Cómo podemos tener la misma sed de llegar a la presencia de Dios? Si no nos regocijamos ahora en la presencia de Dios mientras lo adoramos y nos presentamos ante su presencia con fe, ¿nos regocijaremos en el futuro? ¿Cuáles son los factores que llevan al gozo delante de Dios?
2. En un libro que se burla de la fe, alguien creó un robot que supuestamente ejercía nuestra fe por nosotros. Aunque esto era una parodia, ¿cómo podemos cuidarnos de no hacer lo que hizo Israel en el desierto, que es pedir intermediarios entre nosotros y Dios? Tendemos a permitir que otros estudien la Biblia por nosotros para encontrar las gemas de la verdad en la Biblia. Algunos pueden sentirse tentados a pensar que las oraciones de otros en su favor tienen más peso ante Dios que sus propias oraciones. ¿Por qué debemos evitar esta trampa espiritual? ¿Por qué, gracias a Jesús, podemos acercarnos a Dios sin la necesidad de nadie más?
3. Hebreos trata sobre la seguridad de la salvación. Sin embargo, ¿cómo debemos cuidarnos de no confundir presunción con seguridad?
Viernes
La maravillosa gracia de Dios, 26 de mayo, “Cristo, el mediador”, p. 154;
Mensajes selectos, “Cristo, nuestro sumo sacerdote”, t. 1, pp. 305-307.
"EN ESTOS POSTREROS DÍAS: EL MENSAJE DE HEBREOS"
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Dios lo bendiga!!!
Lección 10
EL SÁBADO ENSEÑARÉ...
Parte I: RESEÑA
Texto clave: Hebreos 9:24; Éxodo 19:3, 4; Hebreos 12:18-21; Levítico 16:1, 2; Hebreos 10:19-24; Colosenses 3:1.
Temática de la lección:
En Hebreos, la ascensión de Cristo marca el comienzo de su reinado y el comienzo de su ministerio sumosacerdotal en el cielo. Cuando Cristo ascendió al cielo, se presentó ante Dios en nuestro favor (Heb. 9:24). En tiempos del Antiguo Testamento, se requería que todo varón se presentara delante de Dios tres veces al año. Las fiestas de peregrinación eran la Pascua, la Fiesta de las Semanas y la Fiesta de los Tabernáculos (Éxo. 23:14-17). Su propósito era presentarse ante Dios (Sal. 42:2).
Cristo se presentó ante Dios en el cielo en nuestro favor. De acuerdo con las fiestas del Antiguo Testamento, Cristo murió en la Pascua. Luego, después de su resurrección, ascendió inicialmente al Padre en el momento en que los sacerdotes agitaban su gavilla de cebada (ver Juan 20:17; Efe. 4:8). Cristo ascendió de nuevo por última vez después de cuarenta días, para sentarse a la diestra de Dios. Cuando la investidura de Cristo como nuestro Sumo Sacerdote tuvo lugar en el cielo, el Espíritu Santo se derramó durante Pentecostés sobre los seguidores de Cristo en la Tierra.
Cuando Dios apareció a los israelitas en el Monte Sinaí, estos temieron la presencia de Dios. Moisés se convirtió en su intermediario. A lo largo de la historia de Israel, los sacerdotes fueron los mediadores. Pero incluso a ellos se les prohibía entrar cuando quisieran en el Lugar Santísimo del Tabernáculo. Los velos funcionaban como límites y como protección para los sacerdotes cuando ministraban en el Santuario. Hebreos invita a su audiencia, e implícitamente a nosotros, a acercarnos al Santuario a través del velo, es decir, a través de la carne de Cristo (Heb. 10:20).
Parte II: COMENTARIO
Los espíritus de los justos hechos perfectos
En Hebreos 12:22 y 23, Pablo se dirige a su audiencia con estas palabras: “Os habéis acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles, a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos, a Dios el Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos”. El aspecto que profundizaremos en relación con este pasaje es: ¿Quiénes son “los espíritus de los justos hechos perfectos”? Es decir, ¿qué tipo de seres son?
Al prepararnos para responder esta pregunta, veamos el contexto de Hebreos 12:22 y 23, que es Hebreos 11. En Hebreos 11, Pablo ofrece alabanzas en honor a los héroes de la fe, seguidas de una fuerte exhortación, al comienzo de Hebreos 12, a fijar nuestra mirada en “Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios” (Heb. 12:2). Luego, la parte que sigue en Hebreos 12 trata de la disciplina de Dios en la vida cristiana. El hecho de que los justos sufran no es una señal de desagrado divino, sino del afecto paternal de Dios. Por eso, Pablo declara: “Porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo” (Heb. 12:6).
Luego viene una doble exhortación a la paz y a la santidad: “Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor” (Heb. 12:14). Para reforzar la advertencia, Pablo presenta la ilustración de Esaú, descrito como “inmoral” y “profano”, la antítesis misma de los ejemplos de fe en Hebreos 11, que cambió sus derechos de herencia como primogénito por la gratificación inmediata de una comida (Heb. 12:16). Finalmente, Pablo compara a la generación del Éxodo con su audiencia. La generación del Éxodo se enfrentó a una teofanía en el Monte Sinaí. Moisés recordó la escena y declaró: “Estoy espantado y temblando” (Heb. 12:21). En contraste, la audiencia de Hebreos no se acercó a este monte aterrador, sino a la morada celestial de Dios, “Jerusalén la celestial” (Heb. 12:22). Tiene acceso a “Dios el Juez de todos”, a “la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos” y a los “espíritus de los justos hechos perfectos” (Heb. 12:23).
¿Quiénes son los “espíritus de los justos hechos perfectos”? La mayoría de los eruditos del libro de Hebreos emplea literatura apocalíptica judía (p. ej., Jub. 23:30, 31; 1 Enoc 22:9; 102:4; 103:3, 4; 2 Apoc. Bar. 30:2) para entender la frase “los espíritus de los justos hechos perfectos”. Sobre esta base, concluyen que estos espíritus deben ser almas inmateriales, desprovistas de cuerpo, que moran en el cielo. Esa conclusión debe confrontarse con los datos presentados en el mismo libro de Hebreos. Con ese fin, analizaremos el sustantivo “espíritus”, el adjetivo “justos” y el verbo adjetivado (participio) “hechos perfectos”.
El sustantivo “espíritus”, o “espíritu”, tiene tres usos diferentes en la carta a los Hebreos. En primer lugar, “espíritus” se utiliza para designar a los ángeles, que son espíritus ministradores (Heb. 1:7, 14). En segundo lugar, “espíritu” designa al Espíritu Santo, que da dones, habla acerca del Nuevo Pacto y da testimonio de este (Heb. 2:4; 3:7; 6:4; 9:8; 10:15). A veces, al parecer se describe al Espíritu Santo como el “Espíritu de gracia” (Heb. 10:29) o el “Espíritu eterno” (Heb. 9:14). En tercer lugar, “espíritus” se refiere a seres humanos vivos sujetos a la penetración viva de la Palabra de Dios (Heb. 4:12). Asimismo, cuando Pablo habla de que Dios disciplina a sus hijos, dice: “Tuvimos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban, y los venerábamos. ¿Por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos?” (Heb. 12:9). Por lo tanto, podemos concluir que los “espíritus”, en la frase “los espíritus de los justos hechos perfectos” (Heb. 12:23), no son ángeles ni el Espíritu Santo, sino seres humanos que, por la fe, se han acercado al Monte Sion, la ciudad del Dios viviente, la Jerusalén celestial (Heb. 12:22).
En Hebreos, el adjetivo “justo” aparece solo dos veces fuera del pasaje en cuestión. La primera vez que aparece, se utiliza en el contexto de la perseverancia: “Mas el justo vivirá por fe” (Heb. 10:38). Dios no se complace en aquellos que retroceden ante la duda o la incredulidad. La segunda vez, el adjetivo se usa en el contexto de Abel al ofrecer un mejor sacrificio que el que ofreció Caín. A causa de ese mejor sacrificio, Abel recibe el testimonio de que es “justo” (Heb. 11:4). Ambos casos se refieren a personas cuando estaban vivas, no muertas o en un estado incorpóreo. Por lo tanto, estas personas no se describen como almas inmateriales. Entonces, podemos concluir que los “justos” son aquellas personas que viven por la fe y expresan su fe mediante los sacrificios que ofrecen. La expresión “hechos perfectos”, o “perfeccionados”, aparece varias veces en Hebreos, y se la utiliza de tres maneras diferentes. En primer lugar, Cristo fue perfeccionado a través de los sufrimientos y llega a ser la Fuente de la salvación eterna (Heb. 2:10; 5:9; 7:28). En segundo lugar, la Ley no puede perfeccionar la conciencia del adorador (Heb. 7:19; 9:9; 10:1). En tercer lugar, los seres humanos son hechos perfectos. En Hebreos 10:14, Pablo declara: “Porque con una sola ofrenda [Cristo] hizo perfectos para siempre a los santificados”; y en Hebreos 12:23 los “espíritus de los justos” se perfeccionan. Por consiguiente, los objetos de la perfección son Cristo y los seres humanos, no seres incorpóreos en una esfera metafísica.
Finalmente, la frase “congregación de los primogénitos” parece ser parte de un paralelismo, sinónimo de la frase que le sigue: “que están inscritos en los cielos” (Heb. 12:23). La imagen de personas justas inscritas en los libros celestiales es común en las Escrituras (Éxo. 32:32; Sal. 69:28; Dan. 12:1; Luc. 10:20; Apoc. 13:8; 17:8; comparar con Fil. 3:20). Moisés contendió con Dios con el propósito de que perdonara el pecado de Israel o de lo contrario borrara su propio nombre del Libro de la Vida. En consecuencia, la expresión “los espíritus de los justos hechos perfectos” debe interpretarse como seres humanos, no como almas incorpóreas de personas que murieron.
En síntesis, la evidencia textual apunta al hecho de que el sustantivo “espíritus” se utiliza para los ángeles, el Espíritu Santo y los seres humanos. El adjetivo “justo” se usa para personas fieles como Abel y la audiencia de Hebreos. La expresión “hechos perfectos” se emplea para describir a Jesús, que es perfeccionado; a la incapacidad de la Ley para hacer que algo sea perfecto; y a los seres humanos que han sido perfeccionados por el sacrificio de Cristo. Por lo tanto, podemos concluir con seguridad que los “espíritus de los justos hechos perfectos” no son almas inmateriales, desprovistas de forma corporal, que moran en el cielo después de su estancia terrenal y posterior muerte, y que ahora disfrutan de la paz celestial. Los “espíritus de los justos hechos perfectos” son seres humanos cuyos nombres han sido registrados en el cielo. Mediante la fe, los destinatarios de Hebreos se acercan a Dios; a Jesús, el Mediador de un nuevo pacto; a la Jerusalén celestial; a los innumerables ángeles; y a estos seres humanos que han sido perfeccionados por la fe y cuyos nombres están registrados en el cielo. Este pasaje debe entenderse como una exhortación a los creyentes, similar a la exhortación del autor a su audiencia cuando dice: “Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (Heb. 4:16).
Parte III: APLICACIÓN A LA VIDA
Como Adventistas del Séptimo Día, tenemos muchas creencias en común con otras confesiones cristianas, como la oración, la justificación por la fe, la santificación, la Deidad, el diezmo, y otras. Además de las creencias adventistas distintivas, como las relacionadas con la doctrina del Santuario y nuestra interpretación propia como el Remanente del tiempo del fin de Apocalipsis, dentro del cristianismo se pueden encontrar algunas confesiones que comparten nuestras creencias sobre el sábado, la Segunda Venida, el don de profecía y el estado de los muertos. Durante la lección de esta semana, analizamos el estado de los muertos a través del pasaje de Hebreos 12:22 y 23. Como Adventistas del Séptimo Día, nos distinguimos de otros grupos cristianos, aunque no exclusivamente, por creer que el alma no es inmortal. Creemos que Dios creó a Adán “del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente” (Gén. 2:7). Otras traducciones traducen la frase “ser viviente” como “alma viviente”. Con la muerte, el ser viviente deja de existir. A través de la influencia de la filosofía griega, la mayoría de los cristianos a lo largo de la historia ha creído que los seres humanos nacen inmortales, y que cuando mueren el espíritu va al cielo o al infierno para vivir con Dios o para arder eternamente.
Preguntas para reflexionar:
1. ¿Qué peligros surgen cuando anteponemos nuestras presuposiciones al texto bíblico, en lugar de permitir que la Biblia hable por sí misma?
2. ¿Podemos ser completamente objetivos y libres de presuposiciones? ¿Por qué?
"EN ESTOS POSTREROS DÍAS: EL MENSAJE DE HEBREOS"
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Dios los bendiga!!
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