Lección 9: Jesús, el sacrificio perfecto | El mensaje de Hebreos | Escuela Sabática 1T 2022
Lección 9: Para el 26 de febrero de 2022
JESÚS, EL SACRIFICIO PERFECTO
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Hebreos 9:15; Génesis 15:6–21; Jeremías 34:8–22; Efesios 3:14–19; Hebreos 7:27; 10:10; 9:22–28.
PARA MEMORIZAR:
“Porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados” (Heb. 10:14).
La idea de que un hombre declarado culpable y ejecutado en una cruz debería ser adorado como Dios era ofensiva para la mentalidad antigua. Las escasas referencias a la crucifixión en la literatura romana muestran su aversión a la idea. Para los judíos, la Ley declaraba que un hombre empalado en un árbol era maldito por Dios (Deut. 21:23).
Por consiguiente, los primeros motivos que encontramos en las pinturas
cristianas de las catacumbas eran el pavo real (que supuestamente simboliza
la inmortalidad), una paloma, la palma de la victoria del atleta y el pez. Posteriormente
aparecieron otras temáticas: el arca de Noé; Abraham sacrificando
el carnero en lugar de Isaac; Daniel en el foso de los leones; Jonás escupido por
el pez; un pastor que lleva un cordero; o representaciones de milagros como
la curación del paralítico y la resurrección de Lázaro. Estos eran símbolos de
salvación, victoria y cuidado. La cruz, por otro lado, transmitía una sensación
de derrota y vergüenza. Sin embargo, fue la cruz la que se convirtió en emblema
del cristianismo. De hecho, Pablo simplemente calificó el evangelio como “la
palabra de la cruz” (1 Cor. 1:18).
Esta semana veremos la Cruz tal como aparece en el libro de Hebreos.
Sábado
Texto
¿POR QUÉ SE NECESITABAN SACRIFICIOS?
Hebreos 9:15 explica que la muerte de Jesús como sacrificio tenía el propósito
de ofrecer “redención de las transgresiones que había durante el primer pacto”,
a fin de que los elegidos de Dios “reciban la promesa de la herencia eterna”
(RVR 1977).
En el antiguo Cercano Oriente, un pacto entre dos personas o naciones era un
asunto serio. Implicaba un intercambio de promesas bajo juramento. Entrañaba
la suposición de que los dioses castigarían a quienes rompieran el juramento. A
menudo, estos pactos se ratificaban mediante el sacrificio de un animal.
Por ejemplo, cuando Dios hizo un pacto con Abraham, la ceremonia implicó
cortar animales por la mitad (Gén. 15:6-21). Los participantes caminaban entre las
partes como un reconocimiento de que esos animales representaban el destino
de la parte que rompía el pacto. Es notable que solo Dios haya caminado entre
los animales, con el propósito de comunicarle a Abraham que no rompería su
promesa.
Compara Génesis 15:6 al 21 con Jeremías 34:8 al 22. ¿Qué enseñan estos pasajes sobre el Pacto?
El Pacto con Dios le daba a Israel acceso a la Tierra Prometida como herencia.
Sin embargo, implicaba un conjunto de mandamientos y la aspersión de sangre
sobre un altar. Esta aspersión implicaba el destino de la parte que rompía el
Pacto. Por eso, Hebreos dice que “sin derramamiento de sangre no hay remisión
[de pecados]” (Heb. 9:22, traducción literal).
Cuando Israel rompió el Pacto, Dios enfrentó un doloroso dilema. El Pacto
exigía la muerte de los transgresores, pero Dios amaba a su pueblo. Si Dios
simplemente miraba para otro lado o se negaba a castigar a los transgresores,
sus mandamientos nunca serían aplicables y este mundo se hundiría en el caos.
No obstante, el Hijo de Dios se ofreció como Sustituto. Murió en nuestro
lugar para que “reciba[mos] la promesa de la herencia eterna” (Heb. 9:15, 26; Rom.
3:21-26). Es decir, iba a defender la santidad de su Ley y, al mismo tiempo, salvar
a los que quebrantaban esa Ley. Y pudo hacer esto solamente a través de la Cruz.
■ ¿Por qué la Ley es fundamental en el mensaje evangélico?
Domingo
Texto
DIVERSOS TIPOS DE SACRIFICIOS
La muerte de Jesús posibilitó el perdón, o remisión, de nuestros pecados. Sin embargo, la remisión de nuestros pecados implica mucho más que la cancelación del castigo por nuestra transgresión del Pacto. Implica otros elementos de igual importancia. Por tal motivo, el sistema de sacrificios israelita tenía cinco tipos diferentes de sacrificios. Cada uno era necesario para expresar la riqueza del significado de la Cruz de Cristo.
Lee Efesios 3:14 al 19. ¿Cuál fue el pedido de oración de Pablo en favor de los creyentes?
La ofrenda para holocausto (u ofrenda encendida) requería que todo el animal
se consumiera en el Altar (Lev. 1). Representaba a Jesús, cuya vida fue consumida
por nosotros. La Expiación requirió el compromiso total de Jesús con nosotros.
Aunque era igual a Dios, Jesús “se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo”
(Fil. 2:5-8).
La ofrenda de cereal era una ofrenda de gratitud a Dios por la provisión del
sustento para su pueblo (Lev. 2). También representa a Jesús, “el pan de vida”
(Juan 6:35, 48), a través del cual tenemos vida eterna.
La ofrenda de paz, o de comunión, implicaba una comida comunitaria con
amigos y familiares para celebrar la prosperidad y el bienestar provistos por
Dios (Lev. 3). Representaba a Cristo, cuyo sacrificio nos ofreció paz (Isa. 53:5;
Rom. 5:1; Efe. 2:14). También enfatiza que debemos participar del sacrificio de
Jesús comiendo su carne y bebiendo su sangre (Juan 6:51–56).
La ofrenda por el pecado, o de purificación, ofrecía expiación por los pecados
(Lev. 4:1–5:13). Este sacrificio enfatizaba el papel de la sangre del animal, que
representaba su vida, para ofrecer redención de los pecados (Lev. 17:11), y apuntaba
a la sangre de Jesús, que nos redime de nuestros pecados (Mat. 26:28; Rom.
3:25; Heb. 9:14).
La ofrenda por la culpa, o de reparación (Lev. 5:14–6:7), brindaba perdón en los
casos en que era posible la reparación, o restitución. Nos indica que el perdón
de Dios no nos libra de la responsabilidad de ofrecer reparación, o restitución,
cuando sea posible, a quienes hemos agraviado.
Los sacrificios del Santuario nos enseñan que la experiencia de la salvación
es más que simplemente aceptar a Jesús como nuestro Sustituto. También necesitamos
“alimentarnos” de él, compartir sus beneficios con los demás y ofrecer
reparación a quienes hemos agraviado.
Lunes
Texto
EL SACRIFICIO PERFECTO DE JESÚS
Lee Hebreos 7:27 y 10:10. ¿Cómo se describe el sacrificio de Jesús en estos pasajes?
Los sacerdotes levitas, que “llegaron a ser muchos, debido a que por la muerte
no podían continuar” (Heb. 7:23), contrastan con Jesús, quien vive para siempre
y tiene un sacerdocio eterno (Heb. 7:24, 25). Los sacerdotes levitas “cada día”
(Heb. 7:27) y “cada año” (Heb. 9:25) ofrecían ofrendas y sacrificios que “no [tenían]
poder alguno para perfeccionar la conciencia de los que celebran ese culto”
(Heb. 9:9 NVI; 10:1–4).
Sin embargo, Jesús ofreció “una vez para siempre un solo sacrificio” (Heb.
10:10, 12-14) que limpia nuestra conciencia (Heb. 9:14; Heb. 10:1-10) y quita el
pecado de en medio (Heb. 9:26). El sacrificio de Jesús es superior al sacrificio
de los animales porque Jesús era el Hijo de Dios (Heb. 7:26-28), y cumplió perfectamente
la voluntad de Dios (Heb. 10:5-10).
La descripción del sacrificio de Jesús, “una vez para siempre”, tiene varias
implicaciones importantes.
En primer lugar, el sacrificio de Jesús es perfectamente eficaz y nunca podrá
ser superado. Los sacrificios de los sacerdotes levitas se repetían porque no eran
eficaces; “de otra manera, ¿no habrían dejado ya de hacerse sacrificios? Pues los
que rinden culto, purificados de una vez por todas, ya no se habrían sentido
culpables de pecado” (Heb. 10:2 NVI).
En segundo lugar, los diferentes tipos de sacrificios del Antiguo Testamento
encontraron su cumplimiento en la Cruz. Por lo tanto, Jesús no solo nos limpia
de pecado (Heb. 9:14); también ofrece santificación (Heb. 10:10-14; 9:26). Antes
de que los sacerdotes pudieran acercarse a Dios en el Santuario y ministrar en
favor de sus semejantes, tenían que purificarse y santificarse, o consagrarse
(Lev. 8, 9). El sacrificio de Jesús nos limpia y nos consagra (Heb. 10:10-14) para
que podamos acercarnos a Dios con confianza (Heb. 10:19-23) y servirlo como
“real sacerdocio” (Heb. 9:14; 1 Ped. 2:9).
Finalmente, el sacrificio de Jesús también sustenta nuestra vida espiritual.
Ofrece un ejemplo para observar y seguir. Por lo tanto, Hebreos nos invita a fijar
nuestros ojos en Jesús, especialmente en los eventos de la Cruz, y a seguir su
ejemplo (Heb. 12:1-4; 13:12, 13).
■ La Cruz es la base de todos los beneficios que Dios nos concede. Ofrece purificación del pecado, santificación para servir y alimento para crecer. ¿Cuál es la mejor forma de experimentar más de lo que recibimos en Jesús?
Martes
Texto
LA CRUZ Y EL COSTO DEL PERDÓN
Lee Hebreos 9:22 al 28. ¿Qué dice este pasaje sobre la obra de Cristo en el Santuario celestial?
La idea de que el Santuario celestial necesita ser purificado tiene sentido en
el contexto del Santuario del Antiguo Testamento. El Santuario es un símbolo
del reinado, o gobierno, de Dios (1 Sam. 4:4; 2 Sam. 6:2), y la forma en que Dios
trata con el pecado de su pueblo afecta la percepción pública de la justicia de
su Reino (Sal. 97:2). Como gobernante, Dios es el Juez de su pueblo, y se espera
que sea justo, que reivindique al inocente y condene al culpable. Por lo tanto,
cuando Dios perdona al pecador, asume la responsabilidad judicial. El Santuario,
que representa el carácter y la administración de Dios, está contaminado. Esto
explica por qué Dios carga con nuestros pecados cuando perdona (Éxo. 34:7;
Núm. 14:17-19; en el hebreo original, “perdonar” [nosé’], en estos versículos,
significa “llevar, cargar”).
El sistema sacrificial del Santuario israelita ilustra este aspecto. Cuando una
persona buscaba el perdón, llevaba un animal como sacrificio en su nombre,
confesaba los pecados y lo mataba. La sangre del animal se untaba sobre los
cuernos del altar o se rociaba delante del velo, en el primer departamento del
Santuario. Así, el pecado se transfería simbólicamente al Santuario. Dios tomaba
los pecados del pueblo y los cargaba sobre sí mismo.
En el sistema israelita, la purificación, o expiación, de los pecados se daba
en dos fases. Durante el año, los pecadores arrepentidos llevaban sacrificios al
Santuario, con lo que quedaban limpios de su pecado, pero ese pecado se trasladaba
al Santuario, a Dios mismo. Al final del año, en el Día de la Expiación,
que era el Día del Juicio, Dios purificaba el Santuario, con lo que quitaba su
responsabilidad judicial al transferir los pecados del Santuario al macho cabrío,
Azazel, que representaba a Satanás (Lev. 16:15-22).
Este sistema de dos fases, representado por los dos departamentos del Santuario
terrenal, que eran un modelo del Santuario celestial (Éxo. 25:9; Heb. 8:5),
le permitía a Dios mostrar misericordia y justicia al mismo tiempo. Los que
confesaban sus pecados durante el año demostraban lealtad a Dios al guardar
un descanso solemne y afligirse en el Día de la Expiación (Lev. 16:29–31). Toda
persona que no mostraba lealtad era “cortada” (Lev. 23:27–32).
■ Piensa en lo que experimentarías si tuvieras que afrontar el justo castigo por tus pecados. Esa verdad, ¿en qué medida debería ayudarte a comprender lo que Cristo ha hecho por ti?
Miércoles
Texto
EL JUICIO Y EL CARÁCTER DE DIOS
Lee Romanos 3:21 al 26; 1:16 y 17; y 5:8. La Redención en la Cruz para perdón de nuestros pecados, ¿qué revela acerca de Dios?
El perdón de nuestros pecados implica dos fases en la mediación de Jesús
en los dos departamentos del Santuario celestial. En primer lugar, Jesús quitó
de en medio nuestros pecados y él mismo los cargó en la Cruz para ofrecer
perdón a todos los que creen en él (Hech. 2:38; 5:31). En la Cruz, Jesús obtuvo el
derecho de perdonar a todo el que crea en él porque él cargó con esos pecados.
También estableció un Nuevo Pacto, que le permite poner la Ley de Dios en el
corazón de los creyentes mediante el Espíritu Santo (Heb. 8:10-12; Eze. 36:25-27).
Una segunda fase del ministerio de Jesús consiste en un juicio, el juicio
previo al Advenimiento, que aún era futuro desde el punto de vista de los hebreos
(Heb. 2:1-4; 6:2; 9:27, 28; 10:25). Este juicio comienza con el pueblo de Dios y se
describe en Daniel 7:9 al 27, Mateo 22:1 al 14 y Apocalipsis 14:7. Su propósito es
mostrar la justicia de Dios al perdonar a su pueblo. En este juicio, los registros
de su vida estarán abiertos para que los vea el Universo. Dios mostrará lo que
sucedió en el corazón de los creyentes y cómo abrazaron a Jesús como su Salvador
y aceptaron al Espíritu en su vida.
En cuanto a este juicio, Elena de White escribió: “El hombre no puede por sí
mismo hacer frente a estas acusaciones. Con sus ropas manchadas de pecado,
confiesa su culpabilidad delante de Dios. Pero Jesús, nuestro Abogado, presenta
una súplica eficaz en favor de todos los que mediante el arrepentimiento y la
fe le han confiado la guarda de sus almas. Intercede por su causa y vence a su
acusador con los poderosos argumentos del Calvario. Su perfecta obediencia
a la Ley de Dios, aun hasta la muerte de la Cruz, le ha dado toda potestad en el
cielo y en la Tierra, y él solicita a su Padre misericordia y reconciliación para
el hombre culpable. [...] Pero, aunque debemos comprender nuestra condición
pecaminosa, debemos fiar en Cristo como nuestra justicia, nuestra santificación
y redención. No podemos contestar las acusaciones de Satanás contra nosotros.
Solo Cristo puede presentar una intercesión eficaz en nuestro favor. Él puede
hacer callar al acusador con argumentos que no se basan en nuestros méritos,
sino en los suyos” (TI 5:445, 446).
■ ¿Por qué la Cruz y el ministerio de Jesús en nuestro favor sugieren que debemos esperar el Juicio con confianza, pero con humildad y arrepentimiento?
Jueves
Texto
PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:
Lee Elena G. de White, El Deseado de todas las gentes, “Calvario”, pp. 690-705;
“ ‘Consumado es’ ”, pp. 706-713.
El profesor Jiří Moskala ha explicado la naturaleza de este juicio previo al
Advenimiento. Dios “no está ahí para mostrar mis pecados como en un escaparate.
Al contrario, apuntará en primer lugar a su asombrosa y poderosa gracia
transformadora y, frente a todo el Universo, él, como el verdadero Testigo de toda
mi vida, explicará mi actitud hacia Dios, mis motivaciones, mi pensamiento,
mis hechos, mi orientación y mi dirección en la vida. Él demostrará todo. Jesús
testificará que cometí muchos errores, que transgredí su santa Ley, pero también
que me arrepentí, que pedí perdón y que su gracia me transformó. Proclamará:
‘Mi sangre es suficiente para el pecador Moskala, su orientación de vida está
puesta en mí, su actitud hacia mí y hacia los demás es cálida y desinteresada;
es digno de confianza, es mi buen siervo y fiel’ ” (“Toward a Biblical Theology of
God’s Judgment: A Celebration of the Cross in Seven Phases of Divine Universal
Judgment”, p. 155).
“Tanto los redimidos como los seres que no cayeron hallarán en la Cruz de
Cristo su ciencia y su canto. Se verá que la gloria que resplandece en el rostro
de Jesús es la gloria del amor abnegado. A la luz del Calvario se verá que la ley
del amor autorrenunciante es la ley de vida para la Tierra y el cielo; que el amor
que ‘no busca lo suyo’ tiene su fuente en el corazón de Dios; y que en el Manso y
Humilde se manifestó el carácter del que mora en la luz a la que ningún hombre
puede acceder” (DTG 11).
PREGUNTAS PARA DIALOGAR:
1. Los seres humanos siempre han tenido la tendencia a ofrecer diferentes tipos de sacrificios a Dios a cambio del perdón o la salvación. Algunos le ofrecen actos heroicos de penitencia (viajes largos y demás), otros le ofrecen una vida de servicio, o actos de privación, etc. ¿Cómo deben considerarse estos actos a la luz del sacrificio de Jesús y la afirmación de las Escrituras de que la Cruz ha puesto fin a todos los sacrificios (Dan. 9:27; Heb. 10:18)?
2. Al mismo tiempo, ¿cuál es el papel del sacrificio en la vida del creyente? ¿Qué quiso decir Jesús cuando enseñó que debemos tomar nuestra cruz y seguirlo (Mat. 16:24), o el apóstol Pablo cuando dijo que deberíamos ofrecer nuestro cuerpo “en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios” (Rom. 12:1)? ¿Cuál es la relación entre las instrucciones de Jesús y las de Pablo (Mat. 16:24; Rom. 12:1) y Hebreos 13:15 y 16?
Viernes
Texto
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Lección 9
EL SÁBADO ENSEÑARÉ...
Parte I: RESEÑA
Texto clave: Hebreos 9:15; Génesis 15:6-21; Jeremías 34:8-22; Efesios 3:14-19; Hebreos 7:27; 10:10; 9:22-28.
Temática de la lección:
Hebreos deja en claro que la muerte sustitutiva de Jesús es necesaria para salvarnos, porque “sin derramamiento de sangre, no hay perdón de pecados” (Heb. 9:22, RVR1977). La sangre representa la vida del sustituto. La exigencia de que el transgresor muriera fue cumplida por Jesús, quien murió una vez para siempre como sacrificio infinito por toda la humanidad.
El Antiguo Testamento delinea más de un tipo de ofrenda. Levítico enumera holocaustos para expiación, ofrendas de cereal en agradecimiento por la provisión de Dios, ofrendas de comunión para comidas comunitarias con familiares y amigos, ofrendas por el pecado para la redención del pecado en casos de pecados accidentales y ofrendas de reparación para casos de restitución (ver Lev. 1-6). Pero, como señala Pablo, estos sacrificios, incluyendo los ofrecidos en el Día de la Expiación, en definitiva eran ineficaces porque nunca pudieron quitar los pecados (Heb. 10:1-4). Solo la “sangre preciosa de Cristo”, a la que señalaban todos estos sacrificios, podía hacer eso (Heb. 9:14; 1 Ped. 1:19).
Parte II: COMENTARIO
Como vimos la semana pasada, Hebreos 7 habla de Melquisedec, que era superior a la línea de sacerdotes aarónicos. En consecuencia, Cristo es superior al sacerdocio levítico porque es un sacerdote según el orden de Melquisedec. Hebreos 8 habla de la superioridad del segundo Pacto, cuya eficacia se analiza con más detalle en Hebreos 9:15. El primer Pacto, establecido con los levitas, era defectuoso y no podía quitar los pecados (Heb. 7:11; 9:9).
En Hebreos 9, Pablo también habla del sacrificio superior de Cristo. ¿Por qué es superior? En primer lugar, su ofrenda no se aplica en el Santuario terrenal, sino en el celestial (Heb. 9:23, 24). En segundo lugar, la sangre que ofrece no es de un animal, sino su propia sangre (Heb. 9:25, 26). Finalmente, el sacrificio de Cristo es excepcionalmente singular (Heb. 9:12, 28, “una vez para siempre”) y eficaz (Heb. 9:14, RVA-2015, “limpiará nuestra conciencia”; Heb. 10:14, “hizo perfectos para siempre”), en contraste con los sacrificios de animales (Heb. 10:1, 4).
El dilema del Altar del Incienso en el Lugar Santísimo
Hebreos 9 plantea lo que parece ser una discrepancia. En los versículos 3 y 4 dice: “Tras el segundo velo estaba la parte del Tabernáculo llamada el Lugar Santísimo, el cual tenía un incensario de oro y el arca del pacto cubierta de oro por todas partes”. Este texto parece estar en desacuerdo con Éxodo 30:6: “Lo pondrás [al Altar del Incienso] delante del velo”, que indica que el Altar del Incienso no estaba en el Lugar Santísimo, sino en el Lugar Santo, junto con el candelabro y la mesa con el pan consagrado. En el Altar del Incienso se suponía que Aarón quemaba incienso “cada mañana” (Éxo. 30:7). Asimismo, otros pasajes del Pentateuco colocan el Altar del Incienso en el Lugar Santo, no en el Lugar Santísimo (Éxo. 40:5, 26). Entonces, ¿por qué Pablo coloca el Altar del Incienso en el Lugar Santísimo? ¿Cómo explicamos esta aparente anomalía?
Pablo podría haber estado pensando de esta manera: “Aunque ubicado en el salón principal (es decir, el Lugar Santo), el Altar del Incienso (comparar con Éxo. 30:1-10; 1 Crón. 28:18) ‘pertenecía al debir’ (el Lugar Santísimo). Al parecer, el ritual de quemar incienso realizado sobre este altar tenía un efecto directo en el Lugar Santísimo, donde Dios manifestaba su presencia entre los querubines. A fin de cuentas, lo más probable era que el humo del incienso inundara el compartimiento interior. Esto puede explicar por qué Hebreos coloca el Altar del Incienso en el Lugar Santísimo (Heb. 9:4)” (F. H. Cortez, “The Letter to the Hebrews”, Seventh-day Adventist International Bible Commentary, entrada sobre Hebreos 9:4).
También es importante notar que, en griego, el autor de Hebreos en realidad no dice que el Altar del Incienso estaba dentro del segundo compartimento; solo dice que el Lugar Santísimo “tenía” el Altar. La palabra traducida como “tenía” puede traducirse como “contenía”, pero este no necesariamente es su único significado.
“La relación entre el Altar y el Lugar Santísimo que aquí se indica podría ser que su función estaba íntimamente relacionada con el Lugar Santísimo. El incienso que se ofrecía diariamente sobre ese altar en el Lugar Santo era dirigido al Propiciatorio, del Lugar Santísimo. Dios manifestaba allí su presencia entre los querubines y, a medida que el incienso ascendía con las oraciones de los que rendían culto, llenaba tanto el Lugar Santísimo como el Santo. El velo que separaba a ambos compartimentos no llegaba hasta el techo, y el incienso que se ofrecía en el Lugar Santo –el único lugar donde podían entrar los sacerdotes– llegaba hasta el segundo compartimento, el lugar hacia donde era dirigido” (CBA 7:465).
En segundo lugar, la palabra usada por Pablo para el “altar” (thymiatērion) llegó a usarse en la traducción griega de la Septuaginta del Antiguo Testamento para referirse al incensario en sí (2 Crón. 26:19; Eze. 8:11). El sumo sacerdote llevaba este incensario con él al Lugar Santísimo en el Día de la Expiación (Lev. 16:12).
De todos modos, el enfoque de Pablo no parece estar tanto en los compartimentos ni en los muebles, ya que el versículo 5 dice: “de las cuales cosas no se puede ahora hablar en detalle”. Este versículo implica que más importante que los muebles y su ubicación es el comentario que hace Pablo al referirse a ellos, a saber, la superioridad del sacrificio de Cristo.
“El incienso, que ascendía con las oraciones de Israel, representaba los méritos y la intercesión de Cristo, su perfecta justicia, la cual, por medio de la fe, es acreditada a su pueblo, y es lo único que puede hacer el culto de los seres humanos aceptable a Dios. Delante del velo del Lugar Santísimo había un altar de intercesión perpetua; y delante del Lugar Santo, un altar de expiación continua. Había que acercarse a Dios mediante la sangre y el incienso, símbolos que señalaban al gran Mediador, a través del cual los pecadores pueden acercarse a Jehová, y a través del cual únicamente puede otorgarse misericordia y salvación al alma arrepentida y creyente” (PP 366).
Muerte sustitutiva de Cristo
Sustitución y satisfacción son términos que han despertado muchas críticas. ¿Por qué Dios necesitaría algún tipo de sustitución por el castigo de los pecados de la humanidad? ¿Qué significa sustitución? Sustitución, en este contexto, significa que alguien toma el lugar de otro para soportar el castigo de esa persona, con el propósito de salvarla.
En cuanto al segundo término, satisfacción, debemos preguntarnos: ¿Qué se necesitaba para ser satisfecho? La Biblia ¿apoya el concepto de muerte sustitutiva? La sustitución se da en el caso de Abraham. Cuando estaba en el monte Moria para sacrificar a su hijo Isaac, “fue Abraham y tomó el carnero, y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo” (Gén. 22:13, énfasis añadido). En el relato de la Pascua, la vida se salvaba por sustitución. Pero los únicos varones primogénitos que se salvaron fueron aquellos cuyas familias sacrificaron un cordero y pusieron su sangre en los postes de las puertas (Éxo. 12:7, 13). Todo el sistema sacrificial se basaba en la sustitución. Como la pena del pecado es la muerte, el animal sustituto era sacrificado, y así se salvaba la vida del pecador (Lev. 17:11).
Volviendo al Nuevo Testamento, encontramos que Juan el Bautista identifica a Jesús como “el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29, énfasis añadido). Pablo declaró: “Porque Cristo, nuestro Cordero pascual, ya ha sido sacrificado” (1 Cor. 5:7, NVI). En la carta a los Efesios, este mismo Pablo es inequívoco: “Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante” (Efe. 5:2, énfasis añadido). En Romanos, Pablo dice: “Siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Rom. 5:8, énfasis añadido). La Biblia está llena de expresiones relacionadas con la sustitución y la carga del pecado. (Para más ejemplos, ver Isa. 53:12; Mar. 10:45; 2 Cor. 5:14; 1 Tim. 2:6; Heb. 9:28; 1 Ped. 2:24.) Hebreos corona este tema con una declaración indiscutible, aunque a menudo ignorada, de que “sin derramamiento de sangre no se hace remisión” (Heb. 9:22). ¿Qué sangre? No puede ser sangre de animales, porque “la sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados” (Heb. 10:4). Por lo tanto, tiene que ser la sangre, la vida, de Cristo.
Jesús cargó con nuestros pecados y murió por nosotros. Por lo tanto, no debemos ver a Cristo meramente como un tercero, como una persona separada de Dios y de la humanidad. Ese concepto distorsionaría cruelmente la comprensión de la Expiación. Así se retrataría a Cristo como Alguien que simplemente pacifica al Padre. Dios, a su vez, se mostraría castigando al inocente Jesús, solo para que nosotros, los culpables, pudiéramos sobrevivir. La unidad rota entre el Padre y el Hijo se manifiesta plenamente en la gran declaración de reconciliación de Pablo en la que el Padre actúa a través del Hijo: “Todo esto [la nueva creación en Cristo] proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo” (2 Cor. 5:18).
Nuestro Sustituto no fue solo Cristo, ni solo el Padre, sino Dios en Cristo, quien era plenamente Dios y plenamente Hombre. Dios en Cristo se ofreció a sí mismo como Sustituto por nosotros. Por ende, desaparecen las objeciones a una Expiación sustitutiva. No hay nada inmoral (transgresión) aquí, porque el Sustituto para los transgresores es el Legislador, el único que podía hacer expiación por la transgresión. La Cruz no es una transacción con el diablo. Pero, como Dios, Cristo nos reconcilió consigo mismo para “satisface[r] las demandas de la Ley violada y así salva[r] el abismo que ha hecho el pecado” (MS 1:411).
Parte III: APLICACIÓN A LA VIDA
Preguntas para reflexionar:
1. En el contexto de la sustitución de Cristo, medita en el coro de un himno: “¡Asombroso amor! ¿Cómo es posible que tú, mi Dios, tuvieras que morir por mí?” (The SDA Hymnal, Nº 198). ¿Qué significa este sentimiento para ti personalmente?
2. ¿Por qué la Sustitución es tan fundamental para todo el plan de salvación? ¿Qué nos dice acerca de cuán malo es el pecado, que requirió el sacrificio personal de “Dios en Cristo” para resolver el problema y ofrecernos la esperanza de la vida eterna?
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