Lección 6: Jesús, el sacerdote fiel | El mensaje de Hebreos | Escuela Sabática 1T 2022
Lección 6: Para el 5 de febrero de 2022
JESÚS, EL SACERDOTE FIEL
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Hebreos 5:1–10; Génesis 14:18–20; 1 Pedro 2:9; Hebreos 7:1–3; 7:11–16, 22, 26.
PARA MEMORIZAR:
“Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos” (Heb. 7:26).
El pecado causó el abismo que existía entre Dios y nosotros. El problema se agravó porque el pecado también implicaba la corrupción de nuestra naturaleza. Dios es santo, y el pecado no puede existir en su presencia. Por lo tanto, nuestra propia naturaleza corrupta nos separó de Dios, al igual que dos imanes en la orientación incorrecta se repelen entre sí. Además, nuestra naturaleza corrupta hizo imposible que como seres humanos obedezcamos la Ley de Dios. El pecado también implica malentendidos. Los seres humanos perdimos de vista el amor y la misericordia de Dios y llegamos a verlo como iracundo y exigente.
Esta semana, estudiaremos las cosas maravillosas que hicieron el Padre y Jesús para salvar ese abismo. Hebreos 5 al 7 brinda un análisis cuidadoso del sacerdocio de Jesús. El autor analiza su origen y su propósito (Heb. 5:1-10) y luego exhorta a los lectores a no ignorarlo (Heb. 5:11-6:8), sino a aferrarse a la seguridad de la esperanza que ofrece (Heb. 6:9-20). También explica las características de su sacerdocio (Heb. 7:1-10) y sus implicaciones para la relación de Dios con los creyentes (Heb. 7:11-28). Esta semana nos centraremos específicamente en Hebreos 5:1 al 10 y 7:1 al 28.
Sábado
Cristo es el Ministro del verdadero tabernáculo, el Sumo Sacerdote de todos los que creen en él como un Salvador personal; y ningún otro puede tomar su oficio. Es el Sumo Sacerdote de la iglesia…
Cristo ofreció su cuerpo quebrantado para comprar de nuevo la herencia de Dios, a fin de dar al hombre otra oportunidad. “Por lo cual puede también salvar eternamente a los que por él se allegan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos”. Hebreos 7:25. Cristo intercede por la raza perdida mediante su vida inmaculada, su obediencia y su muerte en la cruz del Calvario. Y ahora, no como un mero suplicante, intercede por nosotros el Capitán de nuestra salvación, sino como un Conquistador que reclama su victoria. Su ofrenda es completa, y como Intercesor nuestro ejecuta la obra que él mismo se señaló, sosteniendo delante de Dios el incensario que contiene sus méritos inmaculados y las oraciones, las confesiones y las ofrendas de agradecimiento de su pueblo. Ellas, perfumadas con la fragancia de la justicia de Cristo, ascienden hasta Dios en olor suave. La ofrenda se hace completamente aceptable, y el perdón cubre toda transgresión (Signs of the Times, 14 de febrero, 1900; parcialmente en A fin de conocerle, p. 75 y Palabras de vida del gran Maestro, p. 121).
Cristo es el vínculo entre Dios y el hombre. Ha prometido interceder personalmente por nosotros. Él pone toda la virtud de su justicia del lado del suplicante. Implora en favor del hombre, y el hombre, necesitado de la ayuda divina, implora en favor de sí mismo ante la presencia de Dios, valiéndose de la influencia de Aquel que dio su vida para que el mundo tenga vida. Al reconocer ante Dios nuestro aprecio por los méritos de Cristo, nuestras intercesiones reciben un toque de incienso fragante. Al allegarnos a Dios en virtud de los méritos del Redentor, Cristo nos acerca a su lado, abrazándonos con su brazo humano, mientras que con su brazo divino se ase del trono del Infinito. Vierte sus méritos, cual suave incienso, dentro del incensario que tenemos en nuestras manos, para dar estímulo a nuestras peticiones…
Sí, Cristo se ha convertido en el cauce de la oración entre el hombre y Dios (Testimonios para la iglesia, t. 8, p. 190).
Quizá tengamos que sufrir, pero los que son participantes con él en sus sufrimientos, participarán con él en su gloria. Él ha comprado el perdón y la inmortalidad para las almas pecadoras de los hombres que perecen, pero depende de nosotros el recibir esos dones por fe. Creyendo en él, tenemos esta esperanza como un ancla del alma, segura y firme. Hemos de comprender que podemos esperar confiadamente el favor de Dios no solo en este mundo, sino en el mundo celestial, puesto que Cristo ha pagado tal precio por nuestra salvación. La fe en la expiación e intercesión de Cristo nos mantendrá firmes e inconmovibles en medio de las tentaciones que [nos] oprimen…
No ganamos el cielo por nuestros méritos, sino por los méritos de Cristo… No se centralice vuestra esperanza en vosotros mismos, sino en Aquel que ha entrado dentro del velo (A fin de conocerle, pp. 79, 80).
UN SACERDOTE EN REPRESENTACIÓN DE LOS SERES HUMANOS
Lee Hebreos 5:1 al 10. ¿Cuál es el papel del sacerdocio? Y, según este
pasaje, ¿cómo cumple Jesús ese papel?
El propósito básico de un sacerdote es mediar entre los pecadores y Dios. Los sacerdotes fueron designados por Dios para ministrar en favor de los seres humanos; por lo tanto, debían ser misericordiosos y comprender las debilidades humanas.
En Hebreos 5:5 al 10, Pablo muestra que Jesús cumple perfectamente con esos propósitos: Dios lo designó (Heb. 5:5, 6) y, además, Jesús nos entiende porque él también ha sufrido (Heb. 5:7, 8).
Sin embargo, existen algunas diferencias importantes. Jesús no fue “tomado de entre los hombres” (Heb. 5:1). Jesús era de procedencia divina pero adoptó la naturaleza humana para, entre otras cosas, servir como sacerdote en nuestro favor. Jesús no ofreció sacrificios por sus pecados (Heb. 5:3), sino solo por nuestros pecados, porque él no tenía pecado (Heb. 4:15; 7:26-28).
Hebreos dice que Jesús oró “al que podía salvarlo de la muerte, y fue escuchado” (Heb. 5:7, NVI). Hebreos se refiere a la Segunda Muerte, de la cual Dios liberó a Jesús cuando lo resucitó (Heb. 13:20). Hebreos también dice que Jesús “por lo que padeció aprendió la obediencia” (Heb. 5:8). La obediencia era nueva para Jesús, no porque fuera desobediente, sino porque era Dios. Como Soberano del Universo, Jesús no obedecía a nadie; todos obedecían a él.
Los sufrimientos y la muerte de Jesús en la Cruz son una parte esencial de su ministerio sacerdotal. Los sufrimientos no perfeccionaron a Jesús en el sentido de que haya mejorado moral o éticamente. Los sufrimientos no lo hicieron misericordioso. Al contrario, Jesús vino a esta Tierra porque siempre fue misericordioso, por eso tuvo compasión de nosotros (Heb. 2:17). Lo que Hebreos quiere decir es que fue a través de los sufrimientos que la realidad del amor fraternal de Jesús, la autenticidad de su naturaleza humana y la profundidad de su sumisión como representante de la humanidad a la voluntad del Padre se expresaron y se revelaron verdaderamente. Fue “perfeccionado” en el sentido de que sus sufrimientos lo calificaron para ser nuestro Sumo Sacerdote. Fue su vida de perfecta obediencia, y luego su muerte en la Cruz, lo que constituye la ofrenda de sacrificio que Jesús presentó ante el Padre como nuestro Sacerdote.
■ Primera de Pedro 2:9 dice que somos “real sacerdocio”. ¿Qué te dice la vida de Jesús en cuanto a cómo debería ser tu relación con los demás seres humanos por tener este rol sagrado?
Domingo
[L]os sacerdotes ministraban diariamente en el Lugar Santo, mientras que una vez al año el sumo sacerdote efectuaba un servicio especial de expiación en el Lugar Santísimo, para purificar el Santuario. Día tras día el pecador arrepentido llevaba su ofrenda a la puerta del tabernáculo, y poniendo la mano sobre la cabeza de la víctima, confesaba sus pecados, transfiriéndolos así figurativamente de sí mismo a la víctima inocente (El conflicto de los siglos, p. 413).
Leemos del sumo sacerdote de Israel: “Llevará Aarón los nombres de los hijos de Israel en el pectoral del juicio sobre su corazón, cuando entre en el Santuario por memorial delante de Jehová continuamente”. Éxodo 28:29. ¡Qué bella y expresiva figura es esta del amor inmutable de Dios por su iglesia! Nuestro gran Sumo Sacerdote, de quien Aarón era un símbolo, lleva a su pueblo sobre su corazón…
Cristo, como el gran Sumo Sacerdote, al hacer una perfecta expiación por el pecado, se destaca solo en divina majestad y gloria. Otros sumos sacerdotes eran solo símbolos, y cuando él apareció, se desvaneció la necesidad de los servicios de ellos…
Los seres humanos, sujetos a la tentación, recuerden que en las cortes celestiales tienen un Sumo Sacerdote que se conmueve con el sentimiento de sus debilidades, porque él mismo fue tentado así como lo son ellos (A fin de conocerle, pp. 74, 75).
En los atrios celestiales, Cristo intercede por su iglesia, intercede por aquellos para quienes pagó el precio de la redención con su sangre. Los siglos de los siglos no podrán menoscabar la eficiencia de su sacrificio expiatorio. Ni la vida ni la muerte, ni lo alto ni lo bajo, pueden separarnos del amor de Dios que es en Cristo Jesús; no porque nosotros nos asimos de él tan firmemente, sino porque él nos sostiene con seguridad. Si nuestra salvación dependiera de nuestros propios esfuerzos, no podríamos ser salvos; pero ella depende de Uno que endosa todas las promesas. Nuestro asimiento de él puede parecer débil, pero su amor es como el de un hermano mayor; mientras mantengamos nuestra unión con él, nadie podrá arrancarnos de su mano.
Leo esto vez tras vez, por estar tan lleno de seguridad: “Teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia”. Hebreos 4:14-16. ¡Oh, qué Salvador tenemos: un Salvador resucitado, uno que puede salvar a todo aquel que acude a él! (That I May Know Him, p. 80; parcialmente en A fin de conocerle, p. 81, y en Hechos de los apóstoles, p. 441).
SEGÚN EL ORDEN DE MELQUISEDEC
Lee Génesis 14:18 al 20 y 7:1 al 3. ¿Quién era Melquisedec y cómo prefiguraba
a Jesús?
Melquisedec era rey y sacerdote. También era superior a Abraham, ya que Abraham le dio el diezmo. De igual modo, Jesús es Rey y Sacerdote (Heb. 1:3). Sin embargo, a diferencia de Melquisedec, Jesús no tenía pecado (Heb. 7:26-28).
Hebreos 7:15 explica que Jesús era sacerdote “a semejanza de Melquisedec”. Esto es lo que significa la expresión anterior en Hebreos, “según el orden de Melquisedec” (Heb. 5:6). Jesús no fue sucesor de Melquisedec, pero su sacerdocio fue similar al suyo.
Por ejemplo, Pablo dice que Melquisedec no tenía padre, madre, genealogía, nacimiento ni muerte. Algunos han sugerido que Melquisedec fue una encarnación de Jesús en la época de Abraham. Pero este pensamiento no se ajusta al argumento de Hebreos. Melquisedec “es alguien semejante a” Jesús (ver RVC), lo que implica que él era una persona diferenciable de Jesús (Heb. 7:3).
También se ha sugerido que Melquisedec era un ser celestial, pero esto destruiría el argumento de Hebreos. Si Melquisedec no tuviera padre, madre, principio ni fin, sería Dios mismo. Esto plantea un problema. El sacerdocio celestial y completamente divino de Melquisedec habría precedido al ministerio de Jesús. Si este fuera el caso, como dice Hebreos, “¿qué necesidad habría aún de que se levantase otro sacerdote?” (Heb. 7:11).
En cambio, Hebreos usa el silencio de las Escrituras con respecto al nacimiento, la muerte y la genealogía de Melquisedec para construir una tipología, un símbolo, del ministerio sacerdotal de Jesús (Gén. 14:18-20) y del hecho de que Jesús mismo era eterno. En resumen, Melquisedec fue un rey-sacerdote cananeo que sirvió como un tipo de Cristo.
“Fue Cristo quien habló mediante Melquisedec, el sacerdote del Dios Altísimo. Melquisedec no era Cristo, sino la voz de Dios en el mundo, el representante del Padre. Y Cristo habló a través de todas las generaciones del pasado. Cristo guio a su pueblo y fue la luz del mundo” (MS 1:491).
■ ¿Qué nos enseña la revelación sobre Melquisedec acerca de cómo obra Dios entre aquellos a quienes ningún misionero humano nunca les ha predicado?
Lunes
El sistema del diezmo se remonta hasta antes del tiempo de Moisés. Ya en los días de Adán, se requería de los hombres que ofrecieran a Dios donativos de índole religiosa, es decir, antes que el sistema fuera dado a Moisés en forma definida. Al cumplir lo requerido por Dios, debían manifestar, mediante sus ofrendas, aprecio por las misericordias y las bendiciones de Dios para con ellos. Esto continuó durante las generaciones sucesivas y fue practicado por Abraham, quien dio diezmos a Melquisedec, sacerdote del Altísimo… Dios no obliga a los hombres a dar. Todo lo que ellos dan debe ser voluntario. Él no quiere que afluyan a su tesorería ofrendas que no se presenten con buena voluntad (Testimonios para la iglesia, t. 3, pp. 432, 433).
Dios nunca se ha quedado sin testigos en la tierra. En un tiempo, Melquisedec representó al Señor Jesucristo en persona para revelar la verdad del cielo y perpetuar la ley de Dios.
Fue Cristo quien habló por medio de Melquisedec, el sacerdote del Dios altísimo. Melquisedec no era Cristo, sino la voz de Dios en el mundo, el representante del Padre. Y a través de todas las generaciones del pasado, Cristo ha hablado; Cristo ha guiado a su pueblo y ha sido la luz del mundo. Cuando Dios eligió a Abraham como representante de su verdad, lo sacó de su país, lo alejó de su parentela y lo apartó. Deseaba moldearlo de acuerdo con su propio modelo. Deseaba enseñarle de acuerdo con sus propios planes (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 1, pp. 1106, 1107.
En todos los países hay ahora personas sinceras de corazón, sobre las cuales brilla la luz del cielo. Si perseveran con fidelidad en lo que comprenden como deber suyo, recibirán más luz, hasta que, como Naamán antiguamente, se vean constreñidas a reconocer que “no hay Dios en toda la tierra”, excepto el Dios vivo, el Creador (Profetas y reyes, p. 189).
Entre los paganos hay quienes adoran a Dios ignorantemente, quienes no han recibido jamás la luz por un instrumento humano, y sin embargo no perecerán. Aunque ignorantes de la ley escrita de Dios, oyeron su voz hablarles en la naturaleza e hicieron las cosas que la ley requería. Sus obras son evidencia de que el Espíritu de Dios tocó su corazón, y son reconocidos como hijos de Dios.
¡Cuánto se sorprenderán y alegrarán los humildes de entre las naciones y entre los paganos, al oír de los labios del Salvador: “En cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos pequeñitos, a mí lo hicisteis”! ¡Cuán alegre se sentirá el corazón del Amor Infinito cuando sus seguidores le miren con sorpresa y gozo al oír sus palabras de aprobación! (El Deseado de todas las gentes, p. 593).
UN SACERDOTE EFICIENTE
“Si, pues, la perfección fuera por el sacerdocio levítico (porque bajo él recibió el pueblo la ley), ¿qué necesidad habría aún de que se levantase otro sacerdote, según el orden de Melquisedec, y que no fuese llamado según el orden de Aarón?” (Heb. 7:11).
Los sacerdotes son mediadores entre Dios y los seres humanos. Sin embargo, Hebreos dice que los sacerdotes levitas no podían ofrecer un acceso completo y confiado a Dios porque no podían ofrecer la perfección (Heb. 7:11, 18, 19). Al fin y al cabo, ellos no eran perfectos; por ende, ¿cómo podrían de alguna manera ofrecer la perfección a los demás?
Los sacrificios de animales tampoco podían limpiar la conciencia del pecador. Su propósito era señalar el ministerio de Jesús y su sacrificio, el único que ofrecería una verdadera purificación del pecado (Heb. 9:14; 10:1-3, 10-14). La función de los sacerdotes levitas y sus sacrificios fue temporal e ilustrativa. Mediante el ministerio de ellos, Dios quería conducir al pueblo a depositar su fe en el futuro ministerio de Jesús, “el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29).
Lee Hebreos 7:11 al 16. ¿Por qué era necesario cambiar la ley del sacerdocio?
Hebreos 7:12 explica que el cambio de sacerdocio hizo necesario un cambio en la ley. ¿Por qué? Porque había una ley muy estricta que prohibía a quien no fuera de la línea de Leví hasta Aarón servir como sacerdote (Núm. 3:10; 16:39, 40). Hebreos 7:13 y 14 explica que Jesús era del linaje de Judá, por lo que esta ley le prohibía ser sacerdote. Entonces, Pablo argumenta que la designación de Jesús como sacerdote indicaba que Dios cambió la ley del sacerdocio.
La venida de Jesús también implicó un cambio en la ley de los sacrificios. Se requería que los pecadores llevaran diferentes tipos de sacrificios para obtener la expiación (Lev. 1-7), pero ahora que Jesús vino y ofreció un sacrificio perfecto la ley de los sacrificios de animales también quedó de lado (Heb. 10:17, 18) como resultado del Nuevo Pacto y la revelación mayor del plan de salvación.
■ Piensa en la innumerable cantidad de sacrificios de animales ofrecidos en la antigüedad: todos apuntaban a Jesús y, sin embargo, ninguno de ellos (ni siquiera todos juntos) realmente podía pagar el precio de nuestros pecados. ¿Por qué solo la muerte de Jesús podía pagar por ellos?
Martes
Jesús es nuestro Abogado, nuestro Sumo Sacerdote, nuestro Intercesor. Por lo tanto, nuestra posición actual es como la de los israelitas, que estaban en el atrio externo, esperando esa bendita esperanza, el glorioso aparecimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo…
Cuando el sumo sacerdote entraba en el Lugar Santo, que representa el lugar donde nuestro Sumo Sacerdote está ahora intercediendo, y ofrecía sacrificios en el altar, afuera no se ofrecían sacrificios propiciatorios. Mientras el sumo sacerdote estaba intercediendo adentro, cada corazón había de inclinarse contrito delante de Dios, rogando el perdón de las transgresiones. A la muerte de Cristo, el símbolo se encontró con la realidad, el Cordero muerto por los pecados del mundo. El gran Sumo Sacerdote ha efectuado el único sacrificio que será de valor alguno (A fin de conocerle, pp. 73, 74).
Cristo Jesús está representado como estando continuamente ante el altar, donde ofrece momento tras momento el sacrificio por los pecados del mundo. Es ministro del verdadero tabernáculo que el Señor levantó y no hombre… No debe realizarse más una expiación simbólica, diaria y anual. Pero el sacrificio expiatorio efectuado por un mediador es esencial debido a que se cometen pecados continuamente. Jesús está oficiando en la presencia de Dios, ofreciendo su sangre derramada como si hubiera sido la de un cordero sacrificado (Mensajes selectos, p. 403).
Se llega a Dios por medio de Jesucristo, el Mediador, el único camino por el cual él perdona los pecados. Dios no puede perdonar pecados a expensas de su justicia, su santidad y su verdad. Pero es seguro que perdona pecados, y los perdona plenamente. No hay pecados que no perdone en el Señor Jesucristo y por medio de él. Esta es la única esperanza del pecador, y si depende de ella con fe sincera, estará seguro del perdón, un perdón pleno y gratuito. Hay solo un camino que es accesible a todos, y mediante ese camino un perdón rico y abundante aguarda al alma arrepentida y contrita, y los pecados más tenebrosos son perdonados.
Estas lecciones fueron enseñadas al pueblo escogido de Dios hace miles de años, y fueron repetidas mediante diversos símbolos y representaciones para que la obra de la verdad pudiera ser afianzada en cada corazón: que sin derramamiento de sangre no hay remisión de pecados. La gran lección implícita en el sacrificio de cada víctima sangrante, impresa en cada ceremonia e inculcada por Dios mismo, era que únicamente mediante la sangre de Cristo se logra el perdón de los pecados; sin embargo, cuántos sufren el irritante yugo y cuán pocos sienten la fuerza de esta verdad, la tienen en cuenta personalmente y disfrutan de la bendición que podrían recibir mediante una fe perfecta en la sangre del Cordero de Dios…
La justicia exigía los sufrimientos del ser humano; pero Cristo suministró los sufrimientos de un Dios. No necesitaba hacer expiación por sí mismo mediante sufrimientos; todos sus sufrimientos fueron por nosotros. Todos sus méritos y toda su santidad quedaron a disposición del hombre caído, presentados como un regalo (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 7, pp. 924, 925).
UN SACERDOTE ETERNO
Lee Hebreos 7:16. ¿Sobre qué base Jesús se convirtió en sacerdote?
Jesús recibió el sacerdocio sobre la base de una vida indestructible y porque tiene un ministerio eterno. Las implicaciones de estos hechos son asombrosas. Significa que el ministerio de Jesús nunca será superado. Jesús salva por completo, eterna y “perpetuamente” (Heb. 7:25). La salvación que ofrece Jesús es total y definitiva. Llega a los aspectos más íntimos de la naturaleza humana (Heb. 4:12; 9:14; 10:1-4). La intercesión de Jesús ante el Padre involucra todos los beneficios otorgados bajo el Nuevo Pacto.
También incluye mucho más que el perdón de pecados. Implica poner la Ley en nuestro corazón, hacernos nuevas personas en él y guiarnos a la propagación del evangelio al mundo (Heb. 8:10-12). Al ser uno con Dios y con los seres humanos, él nos representa ante el Padre. Al ser quien ofreció su vida en sacrificio, Jesús tiene un favor inexpugnable ante Dios.
Lee Hebreos 7:22. ¿Qué es Jesús en relación con el Nuevo Pacto?
Jesús es la garantía del Nuevo Pacto porque Dios juró que Jesús sería sacerdote “para siempre” (Heb. 7:21). Es muy fácil pasar por alto la importancia de este juramento. Pablo ya se había referido a los juramentos que Dios le hizo a la generación del desierto y a Abraham (Heb. 3:7-11; 6:13-15). La diferencia entre esos juramentos y el juramento que Dios le hizo al Hijo es que aquellos juramentos fueron hechos a seres humanos mortales. Los juramentos permanecen vigentes mientras los beneficiarios están vivos. El juramento de Dios a la generación del desierto y a Abraham era vinculante mientras hubiera una generación del desierto y descendientes de Abraham (ver Gál. 3:29).
Sin embargo, en el caso del Hijo, cuya vida es “indestructible”, el juramento que Dios le hizo será obligatorio para siempre. Una persona que era garante de otra estaba sujeta a la misma penalización que la persona por la que salió en garantía, incluida la muerte. Sin embargo, el Padre estableció a Jesús como una garantía para nosotros de que él no incumplirá sus promesas. Así de seguros podemos estar de la salvación que se nos ha dado en Jesús.
Miércoles
El sacerdote cumplió la ceremonia oficial. Tomó al niño en sus brazos, y le sostuvo delante del altar. Después de devolverlo a su madre, inscribió el nombre “Jesús” en el rollo de los primogénitos. No sospechó, al tener al niñito en sus brazos, que se trataba de la Majestad del Cielo, el Rey de Gloria. No pensó que ese niño era Aquel cuya gloria Moisés había pedido ver. Pero el que estaba en los brazos del sacerdote era mayor que Moisés; y cuando dicho sacerdote registró el nombre del niño, registró el nombre del que era el fundamento de toda la economía judaica. Este nombre había de ser su sentencia de muerte; pues el sistema de sacrificios y ofrendas envejecía; el tipo había llegado casi a su prototipo, la sombra a su substancia.
La presencia visible de Dios se había apartado del Santuario, mas en el niño de Belén estaba velada la gloria ante la cual los ángeles se postran. Este niño inconsciente era la Simiente prometida, señalada por el primer altar erigido ante la puerta del Edén… Era Aquel, que de antiguo predijeran los videntes. Era el Deseado de todas las gentes, la Raíz, la Posteridad de David, la brillante Estrella de la Mañana. El nombre de aquel niñito impotente, inscrito en el registro de Israel como Hermano nuestro, era la esperanza de la humanidad caída. El niño por quien se pagara el rescate era Aquel que había de pagar la redención de los pecados del mundo entero. Era el verdadero “gran sacerdote sobre la casa de Dios”, la cabeza de “un sacerdocio inmutable”, el intercesor “a la diestra de la Majestad en las alturas. Hebreos 10:21; 7:24; 1:3 (El Deseado de todas las gentes, p. 36).
Cuando confesáis vuestros pecados, cuando os arrepentís de vuestras iniquidades, Cristo toma vuestra culpabilidad sobre sí mismo y os imputa su propia justicia y poder. Para los contritos de espíritu, da el áureo aceite del amor y los ricos tesoros de su gracia. Entonces es cuando podéis ver que el sacrificio del yo ante Dios, mediante los méritos de Cristo, os hace de infinito valor, pues revestidos con el manto de la justicia de Cristo, os convertís en hijos e hijas de Dios. Los que se acercan al Padre, reconociendo el arco iris de la promesa, y piden perdón en el nombre de Jesús, recibirán lo que piden. Con la primera expresión de arrepentimiento. Cristo presenta la petición del humilde suplicante delante del trono como si fuera su propio deseo en favor del pecador. Dice: “Yo rogaré al Padre por vosotros”. Juan 16:26…
El Señor Jesús ama a su pueblo, y lo fortalece cuando este pone su confianza en Cristo y depende plenamente de él. Vivirá mediante su pueblo, dándole la inspiración de su Espíritu santificante, impartiendo al alma una transfusión vital de sí mismo. Cristo obra mediante las facultades de los suyos y hace que ellos elijan la voluntad de Cristo y procedan de acuerdo con el carácter de él. Entonces ellos dicen con el apóstol Pablo: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí”. Gálatas 2:20 (A fin de conocerle, p. 78, 79).
UN SACERDOTE SIN PECADO
Lee Hebreos 7:26. ¿Cuáles son las cinco características de Jesús en este
pasaje?
Jesús era “santo”. Esto significa que Jesús estaba libre de culpa en su relación con Dios (Heb. 2:18; 4:15; 5:7, 8). La traducción al griego antiguo del Antiguo Testamento utilizó el mismo término griego para designar a aquellos que guardan su relación de pacto con Dios y con los demás.
Jesús era “sin mancha”. Permaneció puro e intacto ante el mal, a pesar de haber sido tentado “en todo” (Heb. 4:15; 2:18). La impecabilidad perfecta de Jesús es importante para su sacerdocio. El Antiguo Pacto estipulaba que las víctimas de los sacrificios debían ser “sin defecto” para ser aceptables ante Dios (Lev. 1:3, 10, etc.). La perfecta obediencia de Jesús durante su vida terrenal hizo posible que se ofreciera a sí mismo como un sacrificio aceptable a Dios (Heb. 9:14).
Jesús fue “apartado de los pecadores” cuando ascendió al cielo. El tiempo del verbo griego sugiere que este es un estado presente de Jesús, que comenzó en un momento específico. Jesús soportó la hostilidad de los pecadores durante su vida terrenal, pero salió victorioso y luego se sentó a la diestra de Dios (Heb. 12:2, 3). Jesús también está “apartado de los pecadores” en el sentido de que está completamente libre de pecado (Heb. 4:15).
Jesús fue “hecho más sublime que los cielos”. Esto significa que Jesús ha sido exaltado por encima de todo lo que existe y, por lo tanto, es uno con Dios. En los Salmos, Dios es el que es “exaltado [...] sobre los cielos” (Sal. 57:5, 11; 108:5).
Jesús era plenamente humano, pero no era un ser humano pecador como nosotros (Heb. 2:14–16; 4:15). Jesús es perfecto, no solo porque nunca pecó, sino también porque no se corrompió con el pecado como nosotros.
Sin embargo, debido a que fue plenamente humano, además también es nuestro Ejemplo. Él nos muestra cómo correr la carrera de la vida (Heb. 12:1-4). Él es el Ejemplo al cual seguir (1 Ped. 2:21-23). Debido a que es “santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores” (Heb. 7:26), es nuestro Salvador, y nosotros también podemos reflejar su carácter.
■ Aunque Jesús era un ser humano como nosotros, nunca pecó. ¿Cómo abarcamos este asombroso pensamiento con nuestra mente? ¡Piensa en cuán santo debe ser él! ¿Por qué, entonces, la promesa de que su santidad es nuestra mediante la fe debería ayudarnos a no dudar de la salvación?
Jueves
Jesús ha dado a la niñez y a la juventud un ejemplo perfecto. Estudiad la norma, Cristo Jesús, y copiadla si queréis ser como él: puros, santos, sin pecado, y sin contaminación. Estudiad la infancia de Cristo. Él era el Hijo de Dios, y sin embargo la Biblia nos relata que volvió de Jerusalén y se sometió a sus padres…
Jesús, el Redentor del mundo, hacía lo que se le ordenaba aun cuando la tarea no agradara a sus sentimientos. La obediencia es un elemento de la verdadera grandeza. Nadie puede ser verdaderamente bueno y grande si no ha aprendido a obedecer con presteza…
Recordad que vuestros caracteres no están terminados; estáis edificando día a día un carácter. Tejed en él toda la bondad, la obediencia, la consideración, el esfuerzo, y el amor que podáis. Hacedlo según el modelo divino. Educaos para que podáis poseer el ornamento de un espíritu manso y tranquilo que ante la vista de Dios es de gran precio. Podéis hacer mejor el mundo viviendo en él si solamente hacéis lo mejor que podáis (Nuestra elevada vocación, p. 266).
Los cuatro primeros mandamientos presentan al hombre su deber de servir al Señor nuestro Dios con todo el corazón, y con toda el alma, y con toda la mente, y con todas las fuerzas. Esto abarca a todo el hombre. Esto requiere un amortan ferviente, tan intenso, que el hombre no pueda atesorar en su mente nada, ni ningún afecto, que rivalice con el que siente por Dios; y su obra llevará la firma del cielo…
Que los hombres adoren y sirvan al Señor nuestro Dios, y a él solamente… Todo lo que sea objeto de pensamientos y admiración indebidos, que absorba la mente, es un dios puesto por encima del Señor.
Jehová, el eterno, el que posee existencia propia, el no creado, el que es la fuente de todo y el que lo sustenta todo, es el único que tiene derecho a la veneración y adoración supremas. Se prohibe al hombre dar a cualquier otro objeto el primer lugar en sus afectos o en su servicio. Cualquier cosa que nos atraiga y que tienda a disminuir nuestro amor a Dios, o que impida que le rindamos el debido servicio es para nosotros un dios (Sons and Daughters of God, p. 56; Parcialmente en Hijos e hijas de Dios, p. 58, y en Historia de los patriarcas y profetas, p. 313).
En su intercesión como nuestro Abogado, Cristo no necesita de la virtud del hombre, de la intercesión del hombre. Cristo es el único que lleva los pecados, la única ofrenda por el pecado. La oración y la confesión han de ser ofrecidas únicamente a Aquel que ha entrado una sola vez para siempre en el Lugar Santo…
Cristo representó a su Padre ante el mundo, y ante Dios representa a los escogidos en quienes ha restaurado la imagen moral de Dios. Ellos son su herencia… Ningún sacerdote, ningún religioso por estricto que sea puede revelar al padre a cualquier hijo o hija de Adán.
Los hombres tienen un solo Abogado, un Intercesor, que puede perdonar las transgresiones. ¿No se llenarán de gratitud nuestros corazones ante Aquel que dio a Jesús para que fuera la propiciación por nuestros pecados? Pensad profundamente en el amor que el Padre ha manifestado en favor de nosotros, el amor que ha expresado para nosotros. No podemos medir ese amor. No hay medida para él. Solo podemos señalar al Calvario, al Cordero muerto desde la fundación del mundo. Es un sacrificio infinito. ¿Podemos comprender y medir lo infinito? (That I May Know Him, p. 73; parcialmente en A fin de conocerle, p. 75, y en Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 7, p. 926).
PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:
“Cristo está alerta. Conoce todas nuestras aflicciones, nuestros peligros y nuestras dificultades; y llena su boca con argumentos en nuestro favor. Adapta su intercesión a las necesidades de cada alma, como lo hizo en el caso de Pedro [...]. Nuestro Abogado llena su boca con argumentos para enseñar a los suyos, probados y tentados, a fin de que estén firmes contra las tentaciones de Satanás. Interpreta cada movimiento del Enemigo; ordena los sucesos” (Comentarios de Elena G. de White, CBA 7:943; Carta 90, 1906).
“Era el propósito de Satanás lograr una eterna separación entre Dios y el hombre; pero en Cristo llegamos a estar más íntimamente unidos a Dios que si nunca hubiésemos caído. Al tomar nuestra naturaleza, el Salvador se vinculó con la humanidad por medio de un vínculo que nunca se ha de romper. [...] Tal es la garantía de que Dios cumplirá su palabra. ‘Un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro’. Dios adoptó la naturaleza humana en la persona de su Hijo, y la ha llevado al más alto cielo. Es ‘el Hijo del Hombre’ quien comparte el Trono del Universo. Es ‘el Hijo del Hombre’ cuyo nombre será llamado ‘Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz’. El YO SOY es el Mediador entre Dios y la humanidad, quien pone su mano sobre ambos. El que es ‘santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores’ no se avergüenza de llamarnos hermanos (Heb. 7:26; 2:11). En Cristo, la familia de la Tierra y la familia del cielo están ligadas. Cristo glorificado es nuestro hermano. El cielo está guardado como reliquia en la humanidad, y la humanidad está incluida en el seno del Amor infinito” (DTG 17).
PREGUNTAS PARA DIALOGAR:
1. La primera cita de hoy dice: “[Jesús] llena su boca con argumentos en nuestro favor”. ¿Qué significa esa promesa para ti? Piensa en lo que esto nos enseña sobre el amor de Dios por nosotros. ¿Por qué esta idea es tan alentadora? ¿Por qué necesitamos a alguien que abogue en nuestro favor?
2. La segunda cita de hoy dice: “En Cristo llegamos a estar más íntimamente unidos a Dios que si nunca hubiésemos caído”. ¿Qué significa eso? ¿Cómo podemos experimentar esa cercanía y qué consuelo puedes obtener de esa experiencia? En clase, describan qué significa esta cercanía y cómo es en la práctica. ¿Cómo nos ayudan sus “argumentos en nuestro favor” a tener esta experiencia?
Viernes
A fin de conocerle, 17 de marzo, “Un Puente Sobre el Abismo”, p. 82;
Comentario bíblico adventista, “Las condiciones de nuestra elección”, t. 7, pp. 942, 943.
"EN ESTOS POSTREROS DÍAS: EL MENSAJE DE HEBREOS"
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Dios lo bendiga!!!
Lección 6
EL SÁBADO ENSEÑARÉ...
Parte I: RESEÑA
Texto clave: Hebreos 5:1–10; Génesis 14:18–20; 1 Pedro 2:9; Hebreos 7:1–3; 7:11–16, 22, 26.
Temática de la lección:
El pecado nos separó de Dios. Sin embargo, Cristo vino a salvar ese abismo. Para ello, se convirtió en nuestro Sumo Sacerdote. Su papel tiene similitudes con los sacerdotes humanos, pero también diferencias. Se lo llama Sacerdote “según el orden de Melquisedec” (Heb. 5:6). Eso en realidad significa que Cristo es “semejante a Melquisedec” (Heb. 7:15, JBS). Este rey y sacerdote Melquisedec era contemporáneo de Abram. Cuando una coalición de reyes atacó Sodoma y Gomorra, no solo las conquistaron; también se llevaron cautivo a Lot, el sobrino de Abram. En respuesta, Abram lanzó un contraataque, y rescató a Lot y a los demás ciudadanos capturados de esas ciudades, junto con los bienes saqueados. Después de regresar de la batalla, Melquisedec, rey y sacerdote de Salem, bendijo a Abram y, a cambio, Abram le entregó una décima parte de todo el botín de la batalla (Gén. 14). Este Melquisedec no era Cristo encarnado, ni un ser celestial; era solo un rey y sacerdote humano, un paradigma práctico que utilizó Pablo. Melquisedec, como tipo de Cristo, encaja en el argumento de Pablo. Aunque no pertenecía a la tribu de Leví, la tribu sacerdotal del antiguo Israel, Cristo llegó a ser un sacerdote superior y eficaz porque su sacerdocio concordaba con el orden de Melquisedec, el rey-sacerdote de Salem. Ten en cuenta que Melquisedec recibió el diezmo de Abram, lo que hace que su sacerdocio fuera anterior y superior al de Leví. Por ende, el sacerdocio de Melquisedec tipifica adecuadamente el real sacerdocio de Cristo.
Parte II: COMENTARIO
Cualidades sumosacerdotales
Hebreos 5:1 al 4 comienza con un catálogo general de aptitudes sumosacerdotales. “Todo sumo sacerdote es elegido entre los hombres, y constituido a favor de los hombres ante la presencia de Dios, para presentar ofrendas y sacrificios por los pecados y para mostrarse paciente con los ignorantes y extraviados, ya que él mismo adolece de la debilidad humana. Por eso mismo debe presentar una ofrenda por sus propios pecados, así como por los del pueblo. Pero nadie puede tomar este honor por cuenta propia, sino sólo el que es llamado por Dios, como en el caso de Aarón” (Heb. 5:1-4, RVC).
En total, doce cualidades de un sumo sacerdote se enumeran en Hebreos 5:1 al 4. En primer lugar, la descripción del trabajo: cada sumo sacerdote es (1) “elegido entre los hombres”, (2) seleccionado “a favor de los hombres”, (3) está “ante la presencia de Dios” y (4) es designado “para presentar ofrendas y sacrificios” (5) “por los pecados”. Luego vienen las disposiciones personales: (6) es “paciente con los ignorantes y extraviados” y (7) “adolece de la debilidad humana”. Además, (8) “debe presentar una ofrenda por sus propios pecados”, (9) “así como por los del pueblo”. Finalmente, el tema de la vocación: (10) “nadie puede tomar este honor por cuenta propia”, (11) “sino solo el que es llamado por Dios”, (12) “como en el caso de Aarón”.
Se destacan cuatro características del sumo sacerdote. Estas son: solidaridad con el ser humano (cualidades 1-3), capacidad para moderar sus emociones (cualidad 6), sujeción a la debilidad (cualidad 7) y, finalmente, la vocación del sacerdote (cualidad 12). Trataremos cada una de estas cuatro características sobresalientes antes de dirigir nuestra atención a las aptitudes de Cristo para este ministerio.
En primer lugar, el sumo sacerdote es elegido de entre su propio pueblo. Se suponía que era israelita (Éxo. 29:9, 44; Núm. 18:1-7), de la tribu de Leví. Aarón fue nombrado sumo sacerdote primero por Dios mismo (Éxo. 28:1). Cuando ciertas personas, como Coré y su grupo, presumieron de designarse a sí mismos o a otros para el puesto de sumo sacerdote, Dios tuvo que destruirlos (Núm. 16:15-40). El sacerdocio y sus prerrogativas no eran un asunto insignificante, como lo experimentó el rey Uzías a través de un brote de lepra en su propio cuerpo cuando entró en el Templo para ministrar en el Altar del Incienso (2 Crón. 26:16-21). Curiosamente, durante el período del segundo Templo, o período intertestamentario, al final del reino asmoneo, Salomé Alexandra asumió el trono como reina (76-67 a.C.), pero no el sacerdocio. Debido a su género, no podía ser sumo sacerdotisa. Entonces, nombró a su hijo mayor, Hircano II, para el puesto. Su hermano menor, Aristóbulo II, no aceptó el nombramiento de su hermano, y rivalizó con él en el cargo.
Entonces, vemos que el sumo sacerdote terrenal siempre era varón, elegido de su propio pueblo. También necesitaba mostrar solidaridad con su gente. Así, como dijimos, era un israelita, descendiente de Aarón, de la tribu de Leví. Su trabajo era representar a otros seres humanos ante Dios, y ofrecer donativos y sacrificios en beneficio propio y de los demás. El tema de la solidaridad de Cristo con nosotros, los seres humanos, surge en Hebreos 2:17 y 18, resurge en Hebreos 4:14 al 16 y se desarrollará más en Hebreos 5.
En segundo lugar, el sumo sacerdote, como lo describe Hebreos, es una persona que es capaz de moderarse, es decir, contener sus propias emociones con quienes son ignorantes y se descarrían. “Puede tratar con paciencia a los ignorantes y extraviados” (Heb. 5:2, NVI). El sumo sacerdote ideal era una persona no demasiado dura, pero tampoco indiferente al pecado. El sumo sacerdote terrenal compartía las responsabilidades generales durante el año litúrgico (Éxo. 29:38-46); pero solamente él ofrecía los sacrificios en el Día de la Expiación (Lev. 16:1-25), y llevaba el Urim y el Tumim (Éxo. 28:30). Necesitaba hacer todas estas cosas con autocontrol emocional.
En tercer lugar, aunque por lo menos en algunos casos el sumo sacerdote debió de haberse sentido frustrado por los pecados cometidos por el pueblo (tan solo piensa en el sumo sacerdote Elí, cuando acusó erróneamente a Ana de estar ebria [1 Sam. 1:13, 14]), él mismo estaba sujeto a la debilidad. Hebreos 5:2 dice literalmente que el sumo sacerdote estaba “sujeto a” o “rodeado de” debilidad debajo de su elaborado atuendo exterior (Éxo. 28). Esta distinción es importante, porque su debilidad le permitía tratar con amabilidad a los malhechores. Como sumo sacerdote, mostraba solidaridad con su pueblo, refrenaba sus emociones cuando se sentía frustrado y también era consciente de que estaba sujeto al pecado. Esto lo convertía en una persona accesible.
En cuarto lugar, una persona no podía alistarse o postularse para el oficio de sumo sacerdote. El primer designado, Aarón, fue elegido por Dios, y a nadie se le permitió concederse este honor para sí. La persona lo aceptaba solo cuando Dios la convocaba.
En síntesis, un sumo sacerdote mostraba solidaridad con su pueblo, controlaba sus emociones, era consciente de su debilidad y solo asumía el cargo cuando lo convocaba Dios.
Pregunta para reflexionar: Cuando la iglesia aplica disciplina correctiva a una persona que yerra, ¿por qué es importante mostrar solidaridad, tener autocontrol emocional y ser consciente de la debilidad propia?
Las aptitudes de Cristo
Con Hebreos 5:5 y 6, Pablo dirige el análisis hacia Jesús. Pablo considera a Jesús en el contexto de dos de las cualidades de sumo sacerdote, delineadas en la sección anterior, a saber, su designación divina y su solidaridad con los seres humanos.
En primer lugar, Cristo como Sumo Sacerdote no se autoadjudicó el honor, sino que Dios lo designó para el puesto. ¿Cómo lo expresa Pablo? Uniendo dos salmos. Ambos ya se han utilizado en Hebreos, en Hebreos 1:5 y 1:14, al principio y al final de una serie de citas en Hebreos 1:5 al 14. La primera referencia es del Salmo 2:7. El Salmo 2 es el salmo mesiánico que habla del nombramiento de Cristo como el Hijo de David profetizado. La segunda referencia proviene del Salmo 110:4 y muestra que Dios llama a Cristo para ser Sacerdote. Sus logros sacerdotales ya se mencionaron en Hebreos 1:3: “Habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó”. Aquí Pablo combina la temática de la filiación de Cristo con la temática de Cristo como Sumo Sacerdote. Cristo es el Hijo designado de Dios y el Sumo Sacerdote perfecto para la humanidad, “según el orden de Melquisedec” (Heb. 5:6) o, como dice Hebreos 7:15, “a semejanza de Melquisedec”. A semejanza de Melquisedec, Cristo es Rey y Sacerdote. En comparación con los sumo sacerdotes levíticos humanos, Cristo es mejor que ellos en el sentido de que puede tratar con benignidad a los ignorantes y descarriados. Asimismo, él puede “compadecerse de nuestras debilidades” (Heb. 4:15) y “socorrer a los que son tentados” (Heb. 2:18). Él puede “salvar perpetuamente” (Heb. 7:25), y perfeccionar “para siempre a los santificados” (Heb. 10:14).
La segunda aptitud de Cristo, a saber, mostrar solidaridad con los seres humanos, queda de manifiesto por su sufrimiento, su aprendizaje de la obediencia y su perfección (Heb. 5:7-10).
Pregunta para reflexionar: Lee Hebreos 7:23 al 25. ¿Por qué era necesario tener un sumo sacerdote mejor que los de la tribu de Leví?
Parte III: APLICACIÓN A LA VIDA
Hasta ahora, Pablo describe a Jesús como superior a los ángeles en su capacidad de Hijo de Dios entronizado (Heb. 1); sin embargo, por un tiempo, Jesús se vuelve inferior a los ángeles. Por otra parte, lo representa como quien, mediante su muerte, destruyó el poder de muerte de Satanás (Heb. 2). Jesús también se describe como quien no puede ofrecerle descanso a la generación del Éxodo debido a la incredulidad de ellos (Heb. 3), pero puede ofrecer descanso al pueblo de Dios posmesiánico (Heb. 4). Además, Jesús es un sacerdote que es similar, pero muy diferente, de los sacerdotes del sacerdocio levítico (Heb. 5). A la luz de esta información, ¿cuál es el próximo paso al que Pablo quiere llevar a su audiencia?
Pablo quiere que sus lectores avancen en su comprensión del ministerio sumosacerdotal de Cristo al ver su semejanza con Melquisedec como Sumo Sacerdote. Sin embargo, existen algunos obstáculos. Los obstáculos incluyen la pereza de los lectores para escuchar la Palabra; la necesidad de leche como cristianos inmaduros, en lugar de comida sólida; y la falta de experiencia en la Palabra de justicia (Heb. 5:11-14). Aunque Pablo habla en términos muy fuertes, equilibra su reproche exhortativo con una afirmación positiva sobre su condición espiritual, al decir: “En cuanto a ustedes, queridos hermanos, aunque nos expresamos así, estamos seguros de que les espera lo mejor, es decir, lo que atañe a la salvación” (Heb. 6:9).
Preguntas de aplicación:
1. ¿Hay algún lugar en nuestra experiencia espiritual personal en el que debamos rendir cuentas a un tercero, además de a Dios, por nuestro progreso o retroceso? Analicen.
2. ¿Cabe que una autoridad espiritual nos haga responsables corporativamente, así como Pablo hace responsable a su audiencia? ¿Por qué?
3. ¿Existe algo así como cristianos estáticos, o ese estatus es una contradicción de términos? Expliquen.
"EN ESTOS POSTREROS DÍAS: EL MENSAJE DE HEBREOS"
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Dios los bendiga!!
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