Lección 3: El contrato del diezmo | Administrar para el Señor... | Escuela Sabática 1T 2023
Lección 3: Para el 21 de enero de 2023
EL CONTRATO DEL DIEZMO
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Génesis 14:18–20; Malaquías 3:10; Deuteronomio 12:5–14; Levítico 27:30; 1 Reyes 17:9–16; 1 Corintios 4:1, 2.
PARA MEMORIZAR:
“Traigan todo el diezmo a la tesorería, y haya alimento en mi casa. Y pruébenme en esto –dice el Señor Todopoderoso–, a ver si no abro las ventanas del cielo y vacío sobre ustedes bendición hasta que sobreabunde” (Mal. 3:10).
En Génesis 14, Abram había regresado de una exitosa misión de rescate de rehenes en la que había salvado a su sobrino Lot, a la familia de Lot y a las demás personas que habían sido secuestradas en Sodoma. El rey de Sodoma estaba tan agradecido por el rescate que le ofreció a Abram todo el botín de la batalla. Abram no solo rechazó la oferta, sino además le dio el diezmo de todo lo que poseía a Melquisedec.
Inmediatamente después de que Abram diezmó, el Señor dijo: “No temas, Abram. Yo soy tu escudo, y tu recompensa será muy grande” (Gén. 15:1). En efecto, el Señor le estaba diciendo a Abram: “No te preocupes. Seré tu protector y proveedor”. Luego, mucho más adelante, Moisés indicó a Israel, cuando estaba a punto de entrar en Canaán: “Cada año apartarás puntualmente el diezmo del producto de tu campo [...] para que aprendas a reverenciar siempre al Señor tu Dios” (Deut. 14:22, 23).
Elena de White escribió: “Ya en los días de Adán, se requería de los hombres que ofrecieran a Dios donativos de índole religiosa; es decir, antes de que el sistema fuera dado a Moisés en forma definida” (TI 3:432).
¿Qué significa todo esto para nosotros hoy?
Sábado
El Señor ha dado a su pueblo un mensaje para este tiempo. Está en el tercer capítulo de Malaquías. ¿Cómo podría el Señor presentar sus requerimientos de una manera más clara y enérgica que en ese capítulo?
Todos deben recordar que lo que Dios exige de nosotros supera a cualquier otro derecho. Él nos da abundantemente, y el contrato que él ha hecho con el hombre es que una décima parte de las posesiones de este sea devuelta a Dios. Él confía misericordiosamente sus tesoros a sus mayordomos, pero dice del diezmo: Es mío. En la proporción en que Dios ha dado su propiedad al hombre, el hombre debe devolverle un diezmo fiel de toda lo que gana. Este arreglo preciso lo hizo Jesucristo mismo (Testimonios para la iglesia, t. 6, p. 384).
Todas las cosas buenas que tenemos son un préstamo de nuestro Salvador. Nos ha hecho mayordomos. Nuestras ofrendas más ínfimas, nuestros servicios más humildes, presentados con fe y amor, pueden ser dones consagrados para salvar almas en el servicio del Maestro y para promover su gloria. El interés y la prosperidad del reino de Cristo deben superar toda otra consideración. Los que hacen de sus placeres e intereses egoístas los objetos principales de su vida, no son mayordomos fieles.
Los que se nieguen personalmente con el fin de hacer bien a otros y se consagren con todo lo que tienen al servicio de Cristo, experimentarán la felicidad que en vano busca el egoísta…
Los cristianos se olvidan de que son siervos del Maestro; de que le pertenecen ellos mismos, su tiempo y todo lo que tienen (Testimonios para la iglesia, t. 3, pp. 436, 437).
Mientras que los hombres buscan bienes transitorios, Jesús les indica un galardón celestial. No lo sitúa todo en la vida venidera sino que empieza aquí mismo. El Señor se manifestó a Abraham, y le dijo: “Yo soy tu escudo, y tu galardón será sobremanera grande”. Génesis 15:1. Este es el galardón de todos los que siguen a Cristo. Verse en armonía con Jehová Emmanuel, “en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento” y en quien “habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad” (Colosenses 2:3, 9), conocerlo, poseerlo, mientras el corazón se abre más y más para recibir sus atributos, saber lo que es su amor y su poder, poseer las riquezas inescrutables de Cristo, comprender mejor “cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura”, y “conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios” (Efesios 3:18, 19), “ésta es la herencia de los siervos del Señor, esta es la justicia que deben esperar de mí, dice el Señor”. Isaías 54:17 (El discurso maestro de Jesucristo, p. 32).
Toda alma convertida ha de saber lo que Dios exige en cuanto a los diezmos y ofrendas. Todo aquello de que gozan los hombres lo reciben de la gran hacienda del Señor, y él se agrada de que sus herederos disfruten de sus bienes; pero él ha hecho un contrato especial con todos los que sé colocan bajo el estandarte ensangrentado del Príncipe Emanuel, para que muestren su dependencia de Dios y su responsabilidad ante él devolviendo a su tesorería una porción determinada como algo que le pertenece. Esto ha de invertirse en sostener la obra misionera que debe ser hecha para que ellos puedan cumplir la comisión que les fuera confiada por el Hijo de Dios precisamente antes que dejara a sus discípulos (El evangelismo, p. 185).
EL DIEZMO EQUIVALE A UN DÉCIMO
Los diccionarios definen el diezmo como “una décima parte de algo” o “diez por ciento”. Probablemente esta definición se haya tomado de la narración bíblica. El diezmo es simplemente devolver el diez por ciento de nuestros ingresos, o ganancias, a Dios. Entendemos que todo lo que tenemos pertenece a él en primer lugar. La legislación del diezmo dada a Israel en el Monte Sinaí señala que el diezmo es santo y pertenece a Dios (ver Lev. 27:30, 32). Dios pide solo su diez por ciento. Nuestras ofrendas de gratitud son distintas del diezmo, son adicionales. El diezmo es el testimonio mínimo de nuestro compromiso cristiano. En ningún lugar de la Biblia encontramos alguna indicación de que la porción de Dios sea menos de una décima parte.
Lee Génesis 14:18 al 20 y Hebreos 7:1 al 9. ¿Cuál fue la respuesta de Abram
al encontrarse con Melquisedec? ¿Qué nos enseña esto acerca de cuánto
tiempo atrás en la historia se remonta esta práctica?
La primera mención del diezmo en la Biblia está en Génesis 14, que cuenta la historia del encuentro de Melquisedec con Abram. La última mención del diezmo en la Biblia recuerda el mismo encuentro, pero las palabras “décimo” y “diezmo” se usan indistintamente (ver Heb. 7:1–9, NTV). Observa en la historia de Hebreos que ni Melquisedec ni Cristo eran de la tribu de Leví; por ende, el diezmo es anterior y posterior a la peculiaridad de los levitas. El diezmo no es una costumbre exclusivamente judía y no se originó con los hebreos en el Sinaí.
Lee Génesis 28:13, 14 y 20 al 22. ¿Qué prometió Dios hacer por Jacob y cuál fue la respuesta de Jacob a Dios?
Cuando Jacob se fue de su casa, huyendo de su enojado hermano Esaú, una noche tuvo un sueño de una escalera que subía de la Tierra al Cielo. Los ángeles subían y bajaban por ella. Y Dios se paró en lo alto y prometió estar con Jacob y algún día traerlo de vuelta a casa. Este joven soltero tuvo una verdadera experiencia de conversión y dijo: “El Señor será mi Dios [...] y de todo lo que me des, el diezmo lo apartaré para ti” (Gén. 28:21, 22).
■ ¿Por qué es importante entender que el diezmo, al igual que el día de reposo sabático, no fue algo que se originó en el sistema legal ni religioso de los antiguos israelitas? ¿Qué mensaje debemos extraer de esta verdad los que vivimos después de la Cruz?
Domingo
El origen del sistema de los diezmos es anterior a los hebreos. Desde los primeros tiempos el Señor exigió el diezmo como cosa suya; y este requerimiento fue reconocido y cumplido. Abraham pagó diezmos a Melquisedec, sumo sacerdote del Altísimo. Génesis 14:20… Cuando los israelitas estaban por establecerse como nación, la ley del diezmo fue confirmada, como uno de los estatutos ordenados divinamente de cuya obediencia dependía su prosperidad.
El sistema de los diezmos y de las ofrendas tenía por objeto grabar en las mentes humanas una gran verdad, a saber, que Dios es la fuente de toda bendición para sus criaturas, y que se le debe gratitud por los preciosos dones de su Providencia (Historia de los patriarcas y profetas, p. 564).
Jacob se despertó de su sueño en el profundo silencio de la noche. Las relucientes figuras de su visión se habían desvanecido. Sus ojos no veían ahora más que los contornos obscuros de las colinas solitarias y sobre ellas el cielo estrellado. Pero experimentaba un solemne sentimiento de que Dios estaba con él…
Jacob erigió un monumento a la misericordia de Dios, para que siempre que pasara por aquel camino, pudiese detenerse en ese lugar sagrado para adorar al Señor. Y llamó aquel lugar Betel; o sea, “casa de Dios”. Con profunda gratitud repitió la promesa que le aseguraba que la presencia de Dios estaría con él; y luego hizo el solemne voto: “Si fuere Dios conmigo, y me guardare en este viaje que voy, y me diere pan para comer y vestido para vestir, y si tornare en paz a casa de mi padre, Jehová será mi Dios, y esta piedra que he puesto por título, será casa de Dios: y de todo lo que me dieres, el diezmo lo he de apartar para ti”. Génesis 28:20-22.
Jacob no estaba tratando de concertar condiciones con Dios. El Señor ya le había prometido prosperidad, y este voto era la expresión de un corazón lleno de gratitud por la seguridad del amor y la misericordia de Dios. Jacob comprendía que Dios tenía sobre él derechos que estaba en el deber de reconocer, y que las señales especiales de la gracia divina que se le habían concedido, le exigían reciprocidad (Historia de los patriarcas y profetas, pp. 184, 185).
Es parte de vuestra obra enseñar a los que traéis a la verdad a dar el diezmo a la tesorería, como un reconocimiento de su dependencia de Dios. Deben ser plenamente iluminados con respecto a su deber de devolver al Señor lo que le pertenece. El mandamiento de pagar el diezmo es tan sencillo que no hay sombra de excusa por desobedecerlo. Si dejáis de dar instrucción a los nuevos conversos acerca de este punto, dejáis sin realizar una parte de las más importantes de vuestra obra (El evangelismo, p. 185).
“Todas las décimas… de Jehová son”. En este pasaje se halla la misma forma de expresarse que en la ley del sábado. “El séptimo día será reposo [sábado] para Jehová tu Dios”. Éxodo 20:10. Dios reservó para sí una porción específica del tiempo y de los recursos pecuniarios del hombre, y nadie podía dedicar sin culpa cualquiera de esas cosas a sus propios intereses (Historia de los patriarcas y profetas, p. 565).
¿DÓNDE ESTÁ LA TESORERÍA?
Lee Malaquías 3:10. ¿Qué podemos aprender de este versículo acerca de a dónde debería ir nuestro diezmo?
Aunque no se dan instrucciones específicas en el texto, es evidente que el pueblo de Dios sabía lo que él quería decir con la palabra “alfolí”, o “tesorería”. Dios sí incluye en sus instrucciones: “Haya alimento en mi casa”. Su pueblo entendía que la casa de Dios inicialmente fue el Santuario, la tienda minuciosa que se erigió por instrucciones específicas dadas a Moisés en el Monte Sinaí. Más adelante, cuando Israel vivió en la Tierra Prometida, la ubicación central fue primero en Silo y luego, de manera más permanente, en el Templo de Jerusalén. Lee Deuteronomio 12:5 al 14. Estos versículos no indican que los hijos de Dios podían decidir a discreción dónde depositar su diezmo. ¿Qué principios podemos tomar de estos versículos para nosotros hoy?
Como miembros de la familia de Dios, queremos entender y practicar su voluntad con respecto a qué hacer con nuestro diezmo. En el relato bíblico, aprendemos que tres veces al año –la Pascua, el Pentecostés y la Fiesta de los Tabernáculos (Éxo. 23:14–17)– el pueblo de Dios debía viajar a Jerusalén para llevar personalmente sus diezmos y ofrendas, y para alabar y adorar a Dios. Después los levitas distribuían el diezmo entre sus hermanos por toda la tierra de Israel (ver 2 Crón. 31:11–21; Neh. 12:44–47; 13:8–14). En armonía con este principio bíblico de la tesorería/alfolí, la Iglesia Adventista del Séptimo Día ha designado a las asociaciones, las misiones y las uniones de iglesias locales como tesorerías en nombre de la iglesia mundial, y de las cuales se paga el ministerio/la obra eclesiástica.
Para comodidad de los miembros de iglesia, el diezmo se lleva a la iglesia local, donde, como parte de su experiencia de adoración, los miembros depositan sus diezmos y ofrendas; aunque algunos utilizan las donaciones en línea. Los tesoreros locales luego envían el diezmo a la tesorería de la Asociación. Este sistema de administración del diezmo, delineado y ordenado por Dios, ha permitido que la Iglesia Adventista del Séptimo Día tuviera un impacto global y creciente en el mundo.
■ Imagínate si todos decidieran dar el diezmo a quien quisieran, en detrimento de la propia Iglesia Adventista. ¿Qué pasaría con nuestra iglesia? Por ende, ¿por qué esa práctica es una mala idea y es contraria a las Escrituras?
Lunes
He recibido instrucciones según las cuales hay una retención del diezmo que debiera llevarse fielmente a la tesorería del Señor para el sostén de los pastores y los misioneros que están abriendo las Escrituras a la gente y trabajan de casa en casa. La obra de evangelizar el mundo ha sido gravemente obstaculizada a causa del egoísmo personal. Algunos, aun entre los cristianos profesos, son incapaces de ver que la obra del evangelio debe ser sostenida por los recursos que Cristo les ha dado. Se necesita dinero para que la obra que se efectúa en todo el mundo pueda continuar realizándose. Miles y miles de personas perecen en el pecado, y la falta de recursos está obstaculizando la proclamación de la verdad que debe anunciarse a toda nación, tribu, lengua y pueblo. Hay hombres listos para ir como mensajeros del Señor, pero por falta de recursos en la tesorería, no pueden ser enviados a donde la gente está rogando que vaya alguien a enseñarles la verdad.
Hay muchos en nuestro mundo que anhelan escuchar la palabra de vida. ¿Pero cómo pueden oírla sin un predicador? ¿Y cómo podrían vivir sin sostén los que sean enviados a enseñarles? Dios desea que las vidas de sus obreros sean sostenidas con cuidado. Son su propiedad, y él es deshonrado cuando ellos se ven compelidos a trabajar en una forma que perjudica su salud. Él es también deshonrado cuando los obreros no pueden ser enviados a lugares necesitados por falta de recursos (Testimonios para la iglesia, t. 9, pp. 42, 43).
[C]uando los hombres pasan por alto las pretensiones de Dios establecidas claramente delante de ellos, el Señor permite que sigan sus propios caminos y cosechen el fruto de sus acciones. Quienquiera que se apodere para su propio uso de la porción que Dios se ha reservado está demostrando que es un mayordomo infiel. Perderá no solo lo que ha retenido de Dios sino también lo que se le dio como suyo (Consejos sobre mayordomía cristiana, p. 93).
El asunto de la dadivosidad no ha sido librado al impulso. Dios nos ha dado instrucciones definidas concernientes a él. Ha especificado que los diezmos y las ofrendas constituyen nuestra obligación, y desea que demos en forma regular y sistemática… Que cada uno examine periódicamente sus entradas, las que constituyen una bendición de Dios, y aparte el diezmo para que sea del Señor en forma sagrada. Este fondo en ningún caso debería dedicarse a otro uso; debe dedicarse únicamente para el sostén del ministerio evangélico. Después de apartar el diezmo hay que separar los donativos y las ofrendas, “según haya prosperado” Dios…
Este mensaje no ha perdido nada de su fuerza. Su importancia se renueva constantemente, así como los dones de Dios se renuevan continuamente. No hay dificultad para comprender cuál es nuestro deber a la luz de este mensaje dado por medio del santo profeta de Dios. No se nos ha dejado para que tropecemos en las tinieblas y la desobediencia. La verdad se declara con toda llaneza, y todos los que deseen ser honrados ante Dios pueden comprenderla. El diezmo de todos nuestros ingresos es del Señor. Él coloca su mano sobre la porción que ha especificado que le devolvamos, y dice: Permito que uséis de mi abundancia después de haber apartado la décima parte y de haberme traído donativos y ofrendas (Consejos sobre mayordomía cristiana, pp. 86, 87).
EL PROPÓSITO DEL DIEZMO
Lee Levítico 27:30 y Números 18:21 y 24. ¿Qué propone hacer Dios con
el diezmo?
Debido a que Dios es el Dueño de todo (Sal. 24:1), obviamente no necesita dinero. Pero, como el diezmo es suyo, nos dice qué hacer con él, y eso es utilizarlo para el sostén del ministerio evangélico. Y, por ende, con el diezmo de Dios se suplen las necesidades de los pastores.
A la tribu de Leví, los pastores/obreros evangélicos del Antiguo Testamento, no se le otorgaron grandes propiedades como al resto de las tribus. A Leví le dieron determinadas ciudades, incluyendo las ciudades de refugio, con suficiente tierra alrededor de ellas para huertos personales. Se mantenían con los diezmos de los demás, y ellos mismos también diezmaban sus ingresos.
Lee Hechos 20:35. ¿Cuál es el mensaje aquí, y cómo se relaciona esto con el tema del diezmo?
El diezmo es importante porque nos ayuda a establecer una relación de confianza con Dios. Tomar una décima parte de tus ingresos y “desprenderte” de ella (aunque, técnicamente, pertenece a Dios de todos modos) realmente requiere un acto de fe, y solo ejerciendo fe tu fe crecerá.
Piensa, por ejemplo, en el tiempo del fin, cuando los que sean fieles no puedan comprar ni vender, como se describe en Apocalipsis 13 y 14 (ver la semana 11). El hecho de haber desarrollado una confianza en Dios y en su providencia, poder y amor será de suma importancia cuando aparentemente todo el mundo esté en nuestra contra. El diezmo fiel seguramente puede ayudar a desarrollar esa confianza. Incluso antes de eso, qué crucial para todos nosotros es haber aprendido a confiar en Dios, independientemente de nuestra situación.
Una segunda gran razón para la fidelidad económica es tener acceso a las bendiciones tangibles que Dios promete. Como parte del contrato del diezmo, Dios ha prometido bendiciones tan grandes que no tendremos suficiente espacio para recibirlas. Con el excedente, podemos ayudar a los demás y apoyar la obra de Dios con nuestras ofrendas.
■ ¿Cuál es tu experiencia con la gran verdad de que realmente es “más bienaventurado dar que recibir”?
Martes
El pago del diezmo no era sino una parte del plan de Dios para el sostén de su servicio. Se especificaban divinamente numerosas dádivas y ofrendas. Bajo el sistema judío, se le enseñaba al pueblo a abrigar un espíritu de liberalidad, tanto en el sostén de la causa de Dios, como en la provisión de las necesidades de los pobres. En ocasiones especiales había ofrendas voluntarias. En ocasión de la cosecha y la vendimia, se consagraban como ofrenda para el Señor los primeros frutos del campo: el trigo, el vino y el aceite. Los rebuscos y las esquinas del campo se reservaban para los pobres. Las primicias de la lana cuando se trasquilaban las ovejas, y del grano cuando se trillaba el trigo, se apartaban para Dios. Así también se hacía con el primogénito de todos los animales. Se pagaba un rescate por el primogénito de toda familia humana. Los primeros frutos debían presentarse delante del Señor en el santuario, y se dedicaban al uso de los sacerdotes.
Por este sistema de benevolencia, el Señor trataba de enseñar a Israel que en todas las cosas él debía ser el primero. Así se les recordaba que él era el propietario de sus campos, sus rebaños y sus ganados; que era él quien enviaba la luz del sol y la lluvia que hacían crecer y madurar la sementera. Todas las cosas que ellos poseían eran de él. Ellos no eran sino sus mayordomos (Los hechos de los apóstoles, p. 271).
Dios ha hecho a los hombres administradores suyos. Las propiedades que él puso en sus manos son los medios provistos por él para la difusión del evangelio. A los que demuestren ser fieles administradores, les encomendará responsabilidades mayores. Dijo el Señor: “Yo honraré a los que me honran”. “Dios ama al dador alegre”, y cuando su pueblo le traiga sus donativos y ofrendas con corazón agradecido “no con tristeza, o por necesidad”, lo acompañará con sus bendiciones, tal como prometió: “Traed todos los diezmos al alfolí, y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y vaciaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde”. 1 Samuel 2:30; 2 Corintios 9:7; Malaquías 3:10 (Historia de los patriarcas y profetas, p. 569).
En la medida en que el amor de Cristo llene nuestros corazones y domine nuestra vida, quedarán vencidas la codicia, el egoísmo y el amor a la comodidad, y tendremos placer en cumplir la voluntad de Cristo, cuyos siervos aseveramos ser. Nuestra felicidad será entonces proporcional a nuestras obras abnegadas, impulsadas por el amor de Cristo.
La sabiduría divina ha recalcado, en el plan de salvación, la ley de la acción y la reacción, la cual hace doblemente bendita la obra de beneficencia en todas sus manifestaciones. El que da a los menesterosos beneficia a los demás, y se beneficia a sí mismo en un grado aún mayor. Dios podría haber alcanzado su objeto en la salvación de los pecadores sin la ayuda del hombre, pero él sabía que este no podría ser feliz sin desempeñar en la gran obra una parte en la cual cultivara la abnegación y la benevolencia.
Para que el hombre no perdiera los bienaventurados resultados de la benevolencia, nuestro Redentor ideó el plan de alistarlo como colaborador suyo. Por un encadenamiento de circunstancias que exige manifestaciones de caridad, concede al hombre el mejor medio de cultivar la benevolencia, y lo mantiene dando habitualmente para ayudar a los pobres y fomentar el adelanto de su causa (Testimonios para la iglesia, t. 3, pp. 421, 422).
¿DIEZMAR SOBRE EL INGRESO BRUTO O NETO?
Calculamos nuestro diezmo sobre nuestro “ingreso”. Si nos pagan por hora, tenemos un salario; y pagamos sobre nuestro “rendimiento”, o ganancia, si somos autónomos y tenemos nuestro propio negocio. En muchos países, el Gobierno deduce impuestos del salario del trabajador para cubrir el costo de los servicios prestados a la gente, como seguridad, caminos y puentes, beneficios por desempleo y otros. La cuestión de si diezmar sobre el ingreso bruto o neto implica básicamente si devolvemos el diezmo sobre nuestros ingresos antes o después de que se deduzcan esos impuestos. Quienes trabajan por cuenta propia pueden deducir legítimamente el costo de hacer negocios para determinar su ganancia real antes de que se deduzcan sus impuestos personales.
Los estudios de los hábitos de dar de los miembros revelan que la mayoría de los adventistas del séptimo día diezman sobre el ingreso bruto; es decir, antes de deducir los impuestos. “El diezmo debe calcularse sobre el ingreso bruto de un asalariado antes de las deducciones legalmente requeridas u otras deducciones autorizadas por el empleado. Esto incluye los impuestos federales y estatales que brindan servicios y otros beneficios a la ciudadanía. Se pueden restar las contribuciones a la Seguridad Social” (Asociación General, Tithing Principles and Guidelines, 111-F, p. 22).
Lee 1 Reyes 17:9 al 16. ¿Cuál era la situación de la viuda antes de que Elías acudiera a ella? ¿Qué le pidió el profeta que hiciera primero, antes de ocuparse de sí misma y de su hijo? ¿Qué podemos aprender de este relato acerca de la pregunta en cuestión?
Dios le dijo a la viuda de Sarepta que un hombre de Dios vendría a verla (1 Rey. 17:9). Cuando llegó Elías, ella le explicó las circunstancias terribles que estaba atravesando. Elías primero pidió un trago de agua y luego agregó: “No temas. Ve, haz como has dicho. Pero hazme a mí primero un panecillo cocido bajo la ceniza y tráemelo. Después harás para ti y para tu hijo. Porque el Señor, Dios de Israel, ha dicho: ‘La harina no escaseará de la tinaja, ni el aceite de la botija, hasta que el Señor envíe lluvia sobre la tierra’ ” (1 Rey. 17:13, 14).
¿Fue egoísta de su parte o simplemente estaba poniendo a prueba su fe (sin duda, esto le permitió ejercitar su fe)? La respuesta debería ser obvia.
En conclusión, como dijo Elena de White, “cada uno ha de ser su propio asesor, y se le deja dar según se propone en su corazón” (TI 4:460).
■ ¿Cómo le explicas a alguien que nunca devolvió el diezmo las bendiciones que provienen de esta práctica? ¿Cuáles son esas bendiciones y cómo fortalece tu fe el devolver el diezmo?
Miércoles
La fe significa confiar en Dios, creer que nos ama y sabe mejor qué es lo que nos conviene. Por eso nos induce a escoger su camino en lugar del nuestro…
Se debería explicar claramente cómo se puede ejercer fe. Toda promesa de Dios tiene ciertas condiciones. Si estamos dispuestos a hacer su voluntad, toda su fuerza nos pertenece. Cualquier don que nos prometa se encuentra en la promesa misma. “La semilla es la palabra de Dios”. Lucas 8:11. Tan ciertamente como se encuentra la semilla del roble en la bellota, se encuentra el don de Dios en su promesa. Si recibimos la promesa, recibimos el don (La educación, p. 253).
“El da a todos vida, y respiración, y todas las cosas”. Hechos 17:25. El Señor dice: “Mía es toda bestia del bosque, y los millares de animales que hay en los collados”. “Mía es la plata, y mío el oro”. “El te da el poder para hacer las riquezas”. Salmo 50:10; Hageo 2:8; Deuteronomio 8:18. En reconocimiento de que todas estas cosas procedían de él, Jehová mandó que una porción de su abundancia le fuese devuelta en donativos y ofrendas para sostener su culto (Historia de los patriarcas y profetas, p. 564).
En los días de Elías, Israel se había apartado de Dios. Se aferraba a sus pecados y rechazaba las amonestaciones del Espíritu enviadas por medio de los mensajeros del Señor. Así se había apartado del conducto por medio del cual podía recibir la bendición de Dios. El Señor pasó por alto las casas de Israel, y halló refugio para su siervo en una tierra pagana, en la casa de una mujer que no pertenecía al pueblo escogido. Pero ella fue favorecida porque seguía la luz que había recibido, y su corazón estaba abierto para recibir la mayor luz que Dios le enviaba mediante su profeta (El Deseado de todas las gentes, p. 205).
La hospitalidad que esta mujer fenicia manifestó al profeta de Dios fue admirable, y su fe y generosidad fueron recompensadas en forma asombrosa. “Y comió él, y ella, y su casa, muchos días. Y la harina de la tinaja no escaseó, ni el aceite de la vasija menguó, conforme a la palabra que Jehová había dicho por Elías. Después de estas cosas aconteció que cayó enfermo el hijo del ama de la casa, y la enfermedad fue tan grave, que no quedó en él aliento. Y ella dijo a Elías: ¿Qué tengo yo contigo, varón de Dios? ¿Has venido a mí para traer a memoria mis iniquidades, y para hacer morir a mi hijo? Y él le dijo: Dame acá tu hijo. Entonces él lo tomó de su regazo, y lo llevó al aposento donde él estaba, y lo puso sobre su cama… Y se tendió sobre el niño tres veces, y clamó a Jehová… Y Jehová oyó la voz de Elías, y el alma del niño volvió a él, y revivió. Tomando luego Elías al niño, lo trajo del aposento a la casa, y lo dio a su madre, y le dijo Elías: Mira, tu hijo vive. Entonces la mujer dijo a Elías: Ahora conozco que tú eres varón de Dios, y que la palabra de Jehová es verdad en tu boca”. 1 Reyes 17:15-24
“El que recibe a un profeta por cuanto es profeta, recompensa de profeta recibirá”. Mateo 10:41 (Testimonios para la iglesia, t. 6, p. 348).
UN DIEZMO HONESTO, O FIEL
Lee 1 Corintios 4:1 y 2. Como hijos de Dios y administradores de sus
bendiciones, ¿qué clase de personas se nos pide que seamos?
Por lo tanto, ¿qué significa ser fiel con nuestro diezmo? Esta semana hemos repasado varios de los elementos constitutivos del diezmo:
1. La cantidad, que es un décimo, o diez por ciento, de nuestro ingreso o ganancia.
2. Llevarlo a la tesorería/alfolí: el lugar desde donde se paga a los obreros evangélicos.
3. Honrar a Dios con la primera parte de nuestros ingresos.
4. Usarlo para el propósito correcto: el sostén del ministerio.
Es nuestra responsabilidad, como miembros de iglesia, preservar los primeros tres elementos; es responsabilidad de los encargados de la tesorería asegurarse de que los fondos del diezmo se utilicen correctamente.
Y, además, el diezmo no es discrecional de nuestra parte. El décimo y la tesorería son ambos parte de nuestra responsabilidad. Nosotros no establecemos los parámetros, sino Dios. Si yo no devuelvo el diez por ciento completo de mi “ganancia”, en realidad no estoy diezmando; y si no llevo ese diez por ciento a la “tesorería”, en realidad tampoco estoy diezmando.
Lee Mateo 25:19 al 21. ¿Cuándo se nos pide que rindamos cuenta de nuestra administración de los fondos de Dios? ¿Qué se les dice a los que han sido financieramente fieles?
“ ‘Traed los diezmos al alfolí’ (Mal. 3:10) es la orden de Dios. No se extiende ninguna invitación a la gratitud o generosidad. Es una cuestión de simple honradez. El diezmo pertenece al Señor, y él nos ordena que le devolvamos lo que le pertenece” (Ed 138). Administrar para Dios es un privilegio único, y también una responsabilidad. Él nos bendice y nos sostiene, y pide solo un décimo, y luego utiliza su diezmo con el fin de proveer para los obreros evangélicos, como lo hizo con la tribu de Leví durante los tiempos del antiguo Israel.
Algunos argumentan que no les gusta cómo se utiliza el dinero de sus diezmos y, por lo tanto, no diezman o envían su dinero a otra parte. Sin embargo, ¿dónde dijo Dios: “Traigan todo el diezmo a la tesorería, pero solo si están seguros de que la tesorería lo está usando correctamente”?
Jueves
No es propósito de Dios que los cristianos, cuyos privilegios exceden por mucho a los de la nación judía, den menos liberalmente que los judíos. “A cualquiera que fue dado mucho —declaró el Salvador—, mucho será vuelto a demandar de él”. Lucas 12:48. La liberalidad que se requería de los hebreos era en gran parte para beneficio de su propia nación; hoy la obra de Dios abarca toda la tierra. Cristo confió los tesoros del evangelio a las manos de sus seguidores, y les impuso la responsabilidad de dar las alegres nuevas de la salvación al mundo. Nuestras obligaciones son por cierto mucho mayores que las del antiguo Israel (Los hechos de los apóstoles, p. 272).
Cada bendición que se nos concede demanda una respuesta hacia el Autor de todos los dones de la gracia. El cristiano debiera repasar muchas veces su vida pasada, y recordar con gratitud las preciosas liberaciones que Dios ha obrado en su favor, sosteniéndole en la tentación, abriéndole caminos cuando todo parecía tinieblas y obstáculos, y dándole nuevas fuerzas cuando estaba por desmayar. Debiera reconocer todo esto como pruebas de la protección de los ángeles celestiales. En vista de estas innumerables bendiciones debiera preguntarse muchas veces con corazón humilde y agradecido: “¿Qué pagaré a Jehová por todos sus beneficios para conmigo?” Salmo 116:12 (Historia de los patriarcas y profetas, p. 185).
Lo que cada mayordomo debe comprender a medida que se esfuerza por dar a conocer la gloria de Dios en nuestro mundo, ya sea que se encuentre ante infieles o príncipes, es que debe hacer de Dios lo primero, lo último y lo mejor en todas las cosas. El verdadero cristiano comprende que tiene derecho a llevar tal nombre únicamente en la medida en que eleve a Cristo con fuerza constante, perseverante y siempre creciente…
“Ahora bien, se requiere de los administradores, que cada uno sea hallado fiel”. 1 Corintios 4:2. Cuando seamos fieles en dar a conocer a Dios, nuestros impulsos estarán bajo el control divino y creceremos constantemente tanto espiritual como intelectualmente. Pero cuando los hombres se unen para exaltar a los hombres y tienen poco que decir de Dios, se debilitan. Él abandonará a los que no le reconocen en todo esfuerzo hecho para elevar a la humanidad. Solo el poder de Cristo puede restaurar la maquinaria humana descompuesta. En todo lugar, los que los rodeen vean que ustedes dan gloria a Dios. Colóquese el hombre a la sombra y permita que Dios aparezca como la única esperanza de la raza humana. Todo hombre debe afianzarse en la Roca eterna, Cristo Jesús, y entonces se mantendrá en pie en medio de la tempestad (Alza tus ojos, p. 79).
Dios prepara la mente para que pueda reconocerlo como el único que es capaz de ayudar al alma que se esfuerza y lucha. Educará a todos los que se coloquen bajo su bandera para ser fieles mayordomos de su gracia. El hombre no puede evidenciar mayor debilidad que la de pensar que encontrará más aceptación ante los hombres excluyendo a Dios. Dios debe aparecer como supremo. La sabiduría del hombre más encumbrado es locura para con Dios.
Dios ha dado al hombre principios inmortales ante los cuales todo ser humano tendrá que postrarse algún día. Tenemos verdades que nos han sido confiadas. Los rayos de esta luz no deben ocultarse debajo de un almud, sino que han de alumbrar a todos los que están en la casa (Alza tus ojos, p. 79).
PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:
Lee el documento más completo de Elena de White sobre el diezmo en Testimonios para la iglesia, t. 9, pp. 197–202. Estudia la Sección III de Consejos sobre mayordomía cristiana, pp. 69-112.
“Si todos los diezmos de nuestro pueblo fluyesen a la tesorería del Señor como debieran, se recibirían tantas bendiciones que los dones y las ofrendas para los propósitos sagrados quedarían multiplicados diez veces, y así se mantendría abierto el conducto entre Dios y el hombre” (TI 4:465). Esta es una afirmación asombrosa. Si todos diezmáramos fielmente, Dios nos bendeciría con fondos para aumentar nuestras ofrendas en un mil por ciento.
“En el tercer capítulo de Malaquías se encuentra el contrato que Dios ha hecho con el hombre. Aquí el Señor especifica la parte que desempeñará al otorgar sus grandes dones a aquellos que le devuelvan fielmente los diezmos y las ofrendas” (Elena de White, Review and Herald, 17/12/1901).
“Todos deben recordar que lo que Dios exige de nosotros supera cualquier otro derecho. Él nos da abundantemente, y el contrato que él ha hecho con el hombre es que una décima parte de las posesiones de este sea devuelta a Dios. Él confía misericordiosamente sus tesoros a sus mayordomos, pero dice del diezmo: Es mío. En la proporción en que Dios ha dado su propiedad al hombre, el hombre debe devolverle un diezmo fiel de toda lo que gana. Este arreglo preciso lo hizo Jesucristo mismo” (TI 6:384).
PREGUNTAS PARA DIALOGAR:
1. Reflexiona sobre esta idea de que la práctica del diezmo no se originó en el antiguo Israel. ¿Cómo nos ayuda este hecho a comprender la perpetuidad de esta obligación de nuestra parte ante Dios?
2. En clase, analicen la pregunta planteada al final del estudio del lunes. Piensen en lo que sucedería si la gente decidiera enviar su diezmo a otro lugar. ¿Qué pasaría con nuestra iglesia? ¿Todavía tendríamos una iglesia? ¿Qué tiene de malo la actitud que dice: Bueno, mi diezmo es tan pequeño en contraste con todo lo demás que no importa? ¿Y si todos pensaran así?
3. Comparte con otros lo que has aprendido y experimentado al devolver el diezmo. ¿Qué puedes enseñar a los demás sobre la práctica?
Viernes
Obreros evangélicos, “Efecto de la recepción del espíritu”, pp. 304, 305;
Testimonios para la iglesia, t. 9,_“La mayordomía fiel”, pp. 197–202.
"ADMINISTRAR PARA EL SEÑOR... HASTA QUE ÉL VENGA"
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Dios lo bendiga!!!
Lección 3
EL SÁBADO ENSEÑARÉ...
Parte I: RESEÑA
Somos propiedad de Dios por partida doble, porque él nos creó y nos redimió (Juan 1:1, 18; 3:16). Perdimos todo cuando el pecado entró en el mundo (Gén. 3:17–19). Dios nos dio una oportunidad, mediante su Pacto, para recuperar lo que perdimos. Nuestra aceptación del Pacto incluye la restauración, el desarrollo y la devolución a Dios de todo lo que tenemos y somos: nuestros tiempo, cuerpo, talentos y posesiones.
Dios nos da la fuerza para hacer riquezas. Debemos recordar que el propósito de todo lo que se nos da es para confirmar su Pacto con nosotros (Deut. 8:17, 18). Como Señor y Creador, Dios tiene el derecho de pedirnos un diezmo de todas nuestras posesiones o ganancias para terminar su obra final. Al fin y al cabo, solo Dios puede abrir las ventanas de los cielos para bendecir sin medida a los que son fieles (Mal. 3:10–12).
Además, devolver el diezmo es un acto de fe que acerca al pueblo de Dios a él (Mal. 3:9, 10). Pero el Pacto divino ordena que “todos” los diezmos deben llevarse a la tesorería, la sede administrativa y financiera del pueblo de Dios (Mal. 3:10). “Todo” el diezmo también debe usarse para sostener a los pastores en la obra de Dios (2 Crón. 31:11–21; Neh. 12:44–47; 13:8–14).
Finalmente, para que sea un diezmo fiel, debe darse antes que cualquier uso personal o deducción sobre “toda” la ganancia con la que somos bendecidos (Prov. 3:9; Mat. 6:33). La fidelidad tiene significado espiritual y poder, porque sabemos que es el resultado de la gracia de Dios. Dios nos dio salvación y bendiciones mediante el Pacto que él estableció, que fue sellado con la sangre de Jesús, su Hijo (Heb. 12:24).
Parte II: COMENTARIO
En la Biblia, la palabra “diezmo” (en hebreo, maaser) significa literalmente “décimo”. Por lo tanto, no hay base bíblica para utilizar ningún otro porcentaje en relación con esta palabra, además del diez por ciento. Sin embargo, esta palabra se utiliza en otras dos prácticas bíblicas también llamadas “diezmo”: el diezmo del rey y el segundo diezmo.
Dos diezmos temporales
1. El diezmo del rey. El diezmo del rey era un impuesto establecido en los días de Saúl (1 Sam. 8:11, 15, 17). Este diezmo no formaba parte del Pacto y cesó con el final de la monarquía judía.
2. Segundo diezmo (en hebreo, maaser sheni). (Ver PP, cap. 51.) Este diezmo terminó con la destrucción del Templo y de la nación de Israel, ya que dependía del ciclo de siete años (Deut. 14:22–29, 15:1; 26:12), que comenzó solo cuando los israelitas entraron en la Tierra Prometida (Lev. 25:1–7).
El segundo diezmo lo gastaba la familia en la visita anual al Santuario. La excepción a esta práctica ocurría durante los años tercero y sexto del ciclo de siete años, cuando el segundo diezmo se guardaba en casa para ofrecer un banquete y ayuda a los que no poseían tierras (Deut. 14:28, 29). Como tal, el segundo diezmo no se llevaba a la tesorería, y no era un diezmo pastoral. (Ver F. Skolnik y Michael Berenbaum, Encyclopaedia Judaica, t. 8, pp. 254, 313, 314).
El diezmo pastoral permanente
El diezmo pastoral es diferente de los otros dos diezmos mencionados anteriormente. A diferencia del diezmo del rey y del segundo diezmo, el diezmo pastoral continúa perpetuamente, hasta que culmine la misión del evangelio. En ese momento, todas las naciones verán que el pueblo de Dios es bendecido (Mal. 3:12), y muchas de las naciones habrán aceptado las buenas nuevas de salvación (Mat. 28:19).
El diezmo pastoral es independiente del sistema levítico y forma parte del sacerdocio de Melquisedec, que es el de Jesús (Gén. 14:18–20; Heb. 7:1–12).
Además, no hay referencias bíblicas que indiquen el final del diezmo pastoral. El texto en Hebreos 7:12 no apunta al final del sistema del diezmo, sino al final de la ley “del sacerdocio levítico”, ahora reemplazada por el sacerdocio de Melquisedec (Heb. 7:12–15). Al igual que el sábado, la adoración y las relaciones con los demás, el deber de diezmar continúa siendo invariable para quienes aceptan el Pacto divino.
Veamos seis principios y prácticas del diezmo:
1. “Todo” el diezmo pastoral debe llevarse a la tesorería. El propósito del diezmo pastoral siempre ha sido apoyar exclusivamente el ministerio sacerdotal (Gén. 14:18–20; Lev. 27:30–34; Núm. 18:21–24; Mal. 3:8–10).
2. El dinero era escaso en el Medio Oriente antiguo, de allí el énfasis en los diezmos y las ofrendas que debían llevarse al Santuario en bienes y en animales.
3. La doctrina del diezmo se basa en toda la Escritura, y no solo en los textos del período levítico. En los primeros casos en que se menciona el diezmo, la Biblia instruye que el principio del diezmo incluye “todo” (Gén. 14:20; Gén. 28:22); es decir, todas las posesiones o las ganancias.
4. Si consideramos el volumen de los depósitos en el Tabernáculo o el Templo, sería poco realista imaginar que los diezmos de toda la nación de Israel, dados en bienes y animales, cabrían en ellos.
5. Además, la referencia bíblica a productos agrícolas y animales es solo una alusión a los productos más comunes. Sin embargo, el diezmo podía convertirse en dinero cuando era conveniente (Gén. 14:20; 28:22). (Ver F. Skolnik y M. Berenbaum, Encyclopaedia Judaica, t. 19, pp. 736, 737; ver también t. 1, pp. 47, 48, 83, 139; t. 8, pp. 254, 313, 314 de esta misma serie.)
6. Por otro lado, la sección bíblica que trata sobre el diezmo de los productos agrícolas establece que este diezmo podía cambiarse por dinero, según la ley de la redención de las cosas santas (Lev. 27:31). En este caso, se debía pagar el monto correspondiente al diezmo por redimir, más una multa de un quinto en siclos (barra de plata de 571 gramos), que era la moneda del Santuario (Lev. 27:8–12, 19, 25, 31). Todas las estimaciones de las cosas santas, incluyendo el diezmo, las realizaba el sacerdote (Lev. 27:8, 12) antes de que se pudiera redimir el diezmo (Lev. 27:31).
Bruto y neto
Según la Biblia, el diezmo se paga sobre cada “bendición” que genere una ganancia, sin ninguna referencia específica a la cantidad bruta o neta relacionada con el diezmo. La palabra “bendición” puede incluir los conceptos de “prosperidad” y “don”, porque todo lo que tenemos son dones recibidos de Dios (Deut. 16:17; 28:8). En consecuencia, el diezmo debe calcularse sobre todo lo que él da.
“Ganancia” y “prosperidad” son palabras que implican un “incremento” en el monto o la cantidad de bienes y, en consecuencia, se diezmará, ya sea donación, herencia, salario, inversión o cualquier cosa que se consiga. Sin embargo, recibimos muchas otras bendiciones que no son recursos materiales pero que deberían despertar nuestra gratitud por la bondad del Señor.
En hebreo, la palabra para los “bienes” que diezmó Abraham (Gén. 14:16, 20, 21) es rekush. Esta palabra se aplica a los animales, la comida y a artículos tan valiosos como el oro, la plata y la ropa, que eran bienes transferibles. Estos eran bienes que el patriarca no poseía antes, lo que indica una ganancia. Por lo tanto, el diezmo debe calcularse sobre todas las ganancias financieras y de activos.
“El diezmo de todo lo que poseemos es del Señor. Él se lo ha reservado para que sea empleado con propósitos religiosos. Es santo. En ninguna dispensación él ha aceptado menos que esto” (CMC 71).
Tesorería
Tesorería significa más que un mero lugar de depósito. La tesorería era un sistema administrativo y financiero de gestión del Santuario, que se restableció en la época del rey Ezequías, después de la apostasía de sus predecesores (2 Crón. 31). Nehemías restauró este mismo sistema posteriormente (Neh. 10:38, 39; 12:44; 13:5, 12, 13).
En ese sistema de organización del Santuario, había un grupo de tesoreros que administraban algunas ofrendas especiales (terumah), cosas dedicadas y diezmos, que estaban destinados a los levitas y los sacerdotes (2 Crón. 31:12, 13). Había otro equipo encargado de otro tipo de ofrendas, las ofrendas voluntarias (nedabah), y las cosas santísimas (2 Crón. 31:14).
El propósito exclusivo de los diezmos era sostener a los obreros pastorales: levitas y sacerdotes (Núm. 18:21–28; Neh. 10:37–39; Mal. 3:10). Este sistema, sancionado por Dios, fue diseñado originalmente según su voluntad (2 Crón. 31:21; Mal. 3:10) y se usó en el Antiguo Testamento durante aproximadamente 1.400 años.
Aunque muchos de nosotros hoy vivimos en una sociedad industrializada (y no una agrícola), el principio de la tesorería establecido por Dios continúa siendo válido, lo que permite la unidad institucional y la distribución equitativa de los recursos para que el evangelio se predique localmente y en todo el mundo.
Había una separación de los almacenes en la tesorería, con cámaras específicas para almacenar los diezmos y otras cámaras para las ofrendas. Este sistema se estableció para evitar el uso indebido del diezmo pastoral en los gastos generales de la iglesia.
Hoy, al igual que en el pasado, es fundamental que el adorador identifique su ofrenda monetaria, indicando si es diezmo u ofrenda. Esta identificación permite que los tesoreros calculen correctamente, y utilicen los diezmos para pagar a los pastores y asignen las ofrendas para otros gastos, según principios bíblicos.
Parte III: APLICACIÓN A LA VIDA
La Biblia muestra que el diezmo es una parte importante de la adoración a Dios y de nuestra relación con él (Mal. 3:7, 8). Por lo tanto, los miembros de la clase no deben sorprenderse de que en el Juicio se examine la fidelidad en los diezmos, dando lugar a una bendición o una maldición (Mal. 3:9–11). El hecho de diezmar fielmente abre las “ventanas” de los cielos para una bendición, cuyas generosidad y magnitud llamarán la atención de las naciones (Mal. 3:12).
1. ¿De qué manera el diezmo fortalece la comunión de tus alumnos con Dios y fomenta el cumplimiento de la comisión de predicar el evangelio al mundo?
2. Invita a los alumnos a pensar en la experiencia del antiguo Israel. ¿Qué pérdidas o bendiciones espirituales y materiales pueden traer la infidelidad o la fidelidad en los diezmos y las ofrendas a los miembros de iglesia individuales y a la iglesia en su conjunto, hoy?
Dios “nos pide que lo reconozcamos como el Dador de todas las cosas [...]. Esto constituye la prueba de la provisión que Dios ha hecho para promover la obra del evangelio” (CMC 69).
3. Abraham devolvió el diezmo después de declarar que Dios es el “Dios Altísimo, Creador del cielo y de la tierra” (Gén. 14:19). ¿Qué razón importante para diezmar inculca esta declaración a tus alumnos?
4. Dios consideró que el diezmo tiene tanta importancia que lo incluyó en la historia de Abraham, en el voto de Jacob, en la vida del pueblo de Dios y en la descripción del ministerio de Jesús, representado por Melquisedec y el Pacto divino. Pregunta a los alumnos por qué creen que esto es así. Guía a la clase en un análisis sobre este tema.
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