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Intermediarios | Lección 11: Abigail ayuda a David | 1er Trimestre 2024 | Año A

Intermediarios | Lección 11: Abigail ayuda a David | 1er Trimestre 2024 | Año A

Lección 11 de Intermediarios
ABIGAIL AYUDA A DAVID


Intermediarios | Lección 11: Abigail ayuda a David | 1er Trimestre | Año A


Textos clave y referencias:
1 Samuel 25: 1-35;
Patriarcas y profetas, cap. 65, pp. 653-657.

Versículo para Memorizar:
«El Señor ya te ha dicho, oh hombre, en qué consiste lo bueno y qué es lo que espera de ti: que hagas justicia, que seas fiel y leal y que obedezcas humildemente a tu Dios»
(Miqueas 6: 8).

Mensaje:
Por el hecho de ser todos nosotros hijos de Dios, es necesario que nos tratemos con amor y justicia.



¿Has pensado alguna vez que no te estaban tratando bien, con justicia o con suficiente respeto? Puesto que todos somos hijos de Dios, nos debemos unos a otros consideración y respeto.

David y sus hombres habían elegido la región desértica de Parán para vivir, escasamente poblada. Pero había cerca de ellos mil cabras y tres mil ovejas, con sus cuidadores. David y sus hombres los protegían de las fieras y los ladrones. La vida era más llevadera para esos pastores gracias a David y sus guerreros del desierto.

Cuando llegó el tiempo de trasquilar las ovejas, los cuidadores las llevaron a los corrales de su dueño, Nabal. Este ganadero era un hombre rico, pero no era bondadoso ni agradable. Tenía una actitud muy mala y peores modales. Por si eso fuera poco, era egoísta y tacaño. Su nombre, que significa "necio" e "insensato", le quedaba muy bien.

Los alimentos de David escaseaban, como de costumbre. De modo que decidió enviar a diez jóvenes a Nabal en busca de provisiones. David enseñó a sus hombres un discurso muy cortés y respetuoso para que se lo repitieran a Nabal. Les dijo que debían desear paz a Nabal y su casa, que le explicaran que no se habían apoderado de ninguno de sus animales, y que habían protegido a sus pastores.

Pero Nabal, fiel a su naturaleza, no pensó dos veces en lo que David y sus hombres habían hecho por él.

Pensaba únicamente en sí mismo y en que no daría a nadie lo que le pertenecía.
—¿Quién es ese David? —dijo Nabal con desagrado mientras se llenaba la boca en espera de una respuesta—. ¿Cómo puedo saber si esos hombres son nada más que siervos que se han escapado de sus señores? ¿Por qué tendría que darles lo que es mío?


Los jóvenes regresaron con las manos vacías y dijeron a David lo que había sucedido. David se puso furioso.
—¡Prepárense para pelear! —ordenó a sus hombres.
Nabal no solo le había negado lo que era justo, sino que además lo había insultado.

David no estaba dispuesto a ignorar esa afrenta. Cuatrocientos hombres hambrientos se dirigieron hacia la casa de Nabal. Doscientos se quedaron para proteger su campamento.

Entretanto, uno de los trabajadores de Nabal que había conocido a los hombres de David en el desierto, fue a ver a Abigail, la hermosa e inteligente esposa de Nabal.


—Señora —le dijo muy afligido—, David envió sus mensajeros con saludos para nuestro amo, pero él los insultó. Esos hombres fueron muy bondadosos con nosotros.

 Durante todo el tiempo que nos acompañaron fueron como una gran muralla protectora para nosotros, y no se perdió ni un solo animal. Le ruego que haga algo. Temo que algo terrible le suceda a toda la casa de Nabal.

Abigail se puso de inmediato en acción. Había tenido mucha experiencia como pacificadora, porque Nabal había hecho enojar a mucha gente. Abigail tomó doscientos panes, dos cueros de vino, cinco ovejas guisadas, cinco medidas de grano tostado, cien racimos de uvas pasas y doscientos panes de higos secos, los hizo cargar en asnos y emprendió con ellos el camino al encuentro con David.
David, que descendía por la cuesta con sus hombres, iba diciendo:
—¿De qué nos sirvió proteger a esos pastores y pelear con sus enemigos? ¡No dejaré vivo a ningún hombre de la casa de Nabal! De pronto vio a varios burros cargados que se aproximaban. Una mujer hermosa cabalgaba en uno de ellos. Cuando vio a David con sus hombres, detuvo la caravana, bajó de su cabalgadura y se inclinó hasta el suelo.

David detuvo a sus hombres y avanzó hacia Abigail.
—Señor mío —dijo ella—, yo tengo la culpa de todo. Lamento no haber visto a los hombres que enviaste. Aquí traigo un regalo para ti y tus hombres. Estamos agradecidos por todo lo que hicieron por nuestros servidores y rebaños. Te ruego que aceptes esto y no hagas algo que después tendrías que lamentar. Sé que el Señor seguirá bendiciéndote. No lo arruines todo derramando sangre innecesariamente.

David observó a la mujer que tenía frente a él. Sus palabras tenían sentido. Su buen juicio y sus acciones consideradas lo convencieron de que no debía tomar la venganza en sus propias manos. Había estado a punto de obrar mal y tratar a Nabal sin el respeto ni la consideración debidos a un hijo de Dios. Decidió dejar a Nabal en manos de Dios, tal como lo había hecho con Saúl.
—Gracias —dijo David—. Gracias por estas provisiones. Regresa a tu hogar en paz. Te he escuchado y te concederé lo que me pides.

David y sus hombres aceptaron contentos los alimentos que Abigail les había llevado y regresaron con ellos a su refugio.

Abigail no le dijo nada a su esposo Nabal esa noche. El hombre estaba borracho. A la mañana siguiente se lo dijo, y Nabal sintió tanto miedo que le falló el corazón y quedó paralizado. Murió unos diez días después.

Cuando David se enteró de su fallecimiento, se alegró por haber seguido el consejo de Abigail y haber dejado las cosas en manos de Dios.

 

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Dios les bendiga!!!

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