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Intermediarios | Lección 13: Natán confronta a David | 1er Trimestre 2024 | Año A

Intermediarios | Lección 13: Natán confronta a David | 1er Trimestre 2024 | Año A

Lección 13 de Intermediarios
NATÁN CONFRONTA A DAVID


Intermediarios | Lección 13: Natán confronta a David | 1er Trimestre | Año A


Textos clave y referencias:
2 Samuel 12;
Patriarcas y profetas, cap. 71, pp. 710-717.

Versículo para Memorizar:
«Pero te confesé sinreservas mi pecado y mi maldad; decidí confesartemis pecados, y tú, Señor, los perdonaste»
(Salmo 32: 5).

Mensaje:
Porque Dios nos ha perdona­do, también debemos per­donarnos a nosotros mismos y a los demás.



¿Has pedido a Dios que te perdone, y sin embargo has seguido sintiéndote mal? Considera la experiencia de David, que fue un adúltero y asesino. ¡Imagina cómo se habrá sentido!.

El rey David y el ejército israelita habían ganado la batalla contra los amonitas. David se había casado con Betsabé, la viuda de Urías heteo, a quien David había hecho asesinar. Iban a tener un hijo. David pensó por un tiempo que continuaba siendo el mismo dirigente sabio y poderoso que siempre había sido. Había cubierto su adulterio con un asesinato. Nadie más estaba enterado, fuera de David, Betsabé y Joab.

Cuando pasó cierto tiempo, la gente comenzó a chismear: «¿Sabías que la nueva reina Betsabé ya está embarazada? Parece tan extraño que su esposo Urías haya sido enviado al lugar más peligroso del frente de batalla».

El intento realizado por David para cubrir su pecado había deshonrado a Dios. Y él amaba demasiado a David para permitir que continuara por el mal camino. Así que envió un mensaje de reproche a David para captar su atención. Lo hizo por medio del profeta Natán. Era una misión peligrosa porque ponía al descubierto las malas acciones del rey. Pero Natán obró con sabiduría al comenzar con una historia que afectaría los sentimientos de David.

Le habló de un hombre pobre que tenía una ovejita que había criado y que era casi como una hija para él. La dejaba comer en su mesa, bebía en su plato y hasta dormía en su cama. Pero un hombre rico y tacaño que no quiso matar uno de sus corderos para alimentar a un visitante, le quitó su ovejita, la mató, la cocinó y la sirvió a la hora de la comida con el visitante.

Tal como Natán esperaba, David se enojó mucho a causa de la mala acción del hombre de la historia.
—Ese hombre rico debiera pagar con su propia vida —dijo David—. Debería pagar cuatro veces el valor de la oveja al hombre pobre. ¡No tuvo misericordia!

Natán miró a David directamente a los ojos.
—¡Tú eres ese hombre! —le dijo. Y a continuación le presentó el mensaje que venía de Dios.


David respondió en la forma que Dios suponía. El rey vio de inmediato lo mucho que sus malas acciones habían ofendido a su Padre celestial, Aquel que lo había elegido y bendecido todos esos años. Había dañado a Urías, a Betsabé, a Joab y a todo el pueblo de Israel; pero lo más importante era que había ofendido a Dios. David estaba muy arrepentido y lamentaba lo que había hecho.

David había dictado la sentencia contra el hombre de la historia. Muerte por muerte. Pero Natán le aseguró que Dios lo había perdonado y que no moriría. Sin embargo, perdería al bebé que iba a nacer, como resultado de su pecado.

David quedó desconsolado. Se afligió. Ayunó. Se quitó sus galas reales y se acostó en el suelo y pidió llorando a Dios que no hiciera morir a su hijito. Sus consejeros lo instaron repetidamente a levantarse para que comiera con ellos. Pero el rey no quiso. El bebé murió.


Los servidores temían comunicar la noticia a David. Si el rey había estado tan deprimido durante la enfermedad del bebé, podría cometer algún acto desesperado cuando descubriera que había muerto.

David notó el comportamiento extraño de sus servidores y les preguntó si el bebé había muerto. Los servidores contestaron con vacilación que el bebé había fallecido.

David pudo haber expresado su aflicción. Pudo haberse sentido culpable por lo que había hecho a tanta gente. Pero David conocía a Dios. Sabía que Dios lo había perdonado, le había salvado la vida, y también le concedería las fuerzas necesarias para hacer frente a todos y seguir adelante. David se levantó, se bañó, se vistió con su ropa real y pidió que le sirvieran comida.


El pecado de David dejaría resultados tristes que no desaparecerían. Pero Dios lo había perdonado. Los bendijo a él y a Betsabé con otro bebé, Salomón, quien fue amado por Dios y fue el rey más sabio de todos los tiempos.

 

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Dios les bendiga!!!

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