Lección 9 de Intermediarios
¿NO HAY LUGAR?
Numerosos detalles se han dejado fuera de la historia del nacimiento de Jesús, como quién, además del dueño de la posada, vivía en ese lugar cuando negaron un cuarto a José y María. ¿Habrá sucedido que había una hija de la edad de María que persuadió a su padre a ubicarlos en alguna parte?Imaginemos lo que sucedió.
Lucas 2:1-7;
El Deseado de todas las gentes, cap. 4, pp. 29-33.
“Pero cuando se cumplió el plazo, Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que estaban bajo la ley, a fin de que fuéramos adoptados como hijos”
(Gálatas 4:4-5).
Adoramos a Dios cuando aceptamos el regalo de su Hijo y le damos un lugar en nuestra vida.
—Priska, ven acá —llamó el padre con el ceño fruncido.
La niña se abrió paso entre el gentío que llenaba la posada, y se apresuró a acudir junto a su padre.
—¿Qué necesitas, papá? —preguntó.
—Hay una pareja en el patio. La señora está por tener un bebé, pero no hay
lugar para ellos en la posada —dijo el padre.
—¡No podemos dejarlos ir! —protestó la niña.
—Estoy de acuerdo, pero tampoco hay habitaciones en el resto del pueblo. Este censo ha producido una situación muy molesta —reconoció el mesonero.
—Todavía nos quedan los establos, papá—dijo Priska—. Por lo menos allí estarán abrigados y secos. Tendrán un lugar para acostarse y nadie los molestará. Yo puedo llevarles todo lo que necesiten.
—Está bien, Priska. Pueden quedarse. ¡Apresúrate antes de que el bebé nazca en el patio!
Mientras la niña iba apresurada mente en busca de las frazadas iba pensando si sería el primer hijo de la joven esposa y si se sentiría sola. Debía ser terrible estar fuera del hogar en ese estado. Priska llevó las cobijas al establo.
A la entrada del establo encontró a un hombre que ayudaba a su esposa embarazada, no mucho mayor que Priska, a bajar del asno en el que había cabalgado.
Priska arregló las cobijas sobre la paja para hacer una cama para María. Cuando todo estuvo listo, José salió para descargar el burro.
—¿Así que vinieron a Belén para el censo? —preguntó Priska a María.
—Así es. Y el censo no pudo venir en un momento peor para mí —contestó María con una débil sonrisa.
—¡Lo peor de todo es hacer un viaje de 120 kilómetros a lomo de burro estando a punto de tener un bebé! —protestó Priska.
—Tuve que venir —contestó María en voz baja.
Y así continuaron conversando sobre muchas cosas. María tenía que detenerse con frecuencia para recuperar el aliento.
—¿Te sientes bien? —preguntó Priska.
—Sí. He estado así por un rato —dijo María.
En ese momento entró José, y María respiró aliviada. Le tomó la mano y le dijo que el bebé estaba por llegar en cualquier momento. José preguntó a Priska si conocía alguna partera. La niña contestó que sí y que iría a buscar a su tía.
Cuando Priska llegó a la casa de su tía le dijo lo que sucedía. La partera
tomó lo que necesitaba y fueron apresuradamente al establo. Cuando llegaban a
la puerta sintieron el llanto del bebé que acababa
de nacer.
—¡Es un niño! —anunció José muy contento—. Pasen a verlo.
Priska y su tía siguieron a José. Priska miraba al recién nacido que María tenía en los brazos envuelto en ropa limpia. Le pareció que había algo diferente en ese bebé. Priska, sin darse cuenta de lo que hacía, se puso de rodillas junto a María y dijo:
—María, él no debió nacer en un establo.
—Así es, Priska —reconoció María—. No debió haber nacido aquí.
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Dios les bendiga!!!
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