Lección de Escuela Sabática de Adultos 2do Trimestre 2021, Escuela Sabática Adultos 2do Trimestre 2021, Lección 2do Trimestre 2021,
Lección 11: Para el 12 de junio de 2021
EL SANTUARIO DEL NUEVO PACTO
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Éxodo 25:8; Isaías 53:4–12; Hebreos 10:4; 9:14; 8:1–6; 1 Timoteo 2:5, 6.
PARA MEMORIZAR:
“Por eso Cristo es mediador de un nuevo pacto, para que los llamados reciban la herencia eterna prometida” (Heb. 9:15, NVI).
Una noche sin luna, con el cielo ennegrecido como tinta que se derrama, la penumbra cubría a Frank mientras caminaba por las calles vacías de la ciudad. Después de un rato escuchó pasos detrás de él; alguien que lo seguía en la oscuridad. A continuación, la persona lo alcanzó y le dijo:
– ¿Frank, el impresor?
– Sí, soy yo. Pero ¿cómo lo supo?
– Bueno –respondió el extraño–, yo no lo conozco. Pero conozco muy bien a su hermano, e incluso en la oscuridad sus gestos, su forma de caminar, su figura, me recordaron tanto a él que asumí que usted era su hermano, porque me dijo que tenía uno”.
Esta historia revela una verdad poderosa con respecto al servicio del Santuario israelita. La Biblia dice que era una sombra, una figura, una imagen del verdadero.
Reseña de la semana: ¿Por qué Dios quería que los israelitas construyeran un Santuario? ¿Qué nos enseña el Santuario acerca de Cristo como nuestro Sustituto? ¿Qué hace Jesús en el cielo como nuestro Representante?
Sábado
Las Escrituras contestan con claridad a la pregunta: ¿Qué es el Santuario? La palabra “santuario”, tal cual la usa la Biblia, se refiere, en primer lugar, al tabernáculo que construyó Moisés, como figura o imagen de las cosas celestiales; y, en segundo lugar, al “verdadero tabernáculo” en el cielo, hacia el cual señalaba el Santuario terrenal. Muerto Cristo, terminó el ritual típico. El “verdadero tabernáculo” en el cielo es el Santuario del nuevo pacto. Y como la profecía de Daniel 8:14 se cumple en esta dispensación, el Santuario al cual se refiere debe ser el Santuario del nuevo pacto. Cuando terminaron los 2.300 días, en 1844, hacía muchos siglos que no había Santuario en la tierra. De manera que la profecía: “Hasta dos mil y trescientas tardes y mañanas; entonces será purificado el santuario”, se refiere indudablemente al Santuario que está en el cielo (El conflicto de los siglos, p. 412).
Directamente delante del arca, pero separado por las cortina, estaba el altar de oro del incienso. El fuego que ardía en ese altar había sido encendido por Dios mismo, y se lo cuidaba reverentemente alimentándolo con tanto incienso, que llenaba el Santuario con su humo fragante de día y de noche. Su perfume se extendía por kilómetros a la redonda en torno del tabernáculo. Cuando el sacerdote ofrecía el incienso delante del Señor, miraba hacia el propiciatorio. Aunque no lo veía, sabía que estaba allí, y cuando el incienso se elevaba como una nube, la gloria del Señor descendía sobre el propiciatorio y llenaba el Lugar Santísimo y era visible también en el Lugar Santo, y esa gloria a menudo llenaba de tal modo ambos compartimientos, que el sacerdote se veía impedido de oficiar y obligado a mantenerse de pie junto a la puerta del tabernáculo.
El sacerdote que en el Lugar Santo dirigía sus plegarias por fe hacia el propiciatorio, que no podía ver, representa al pueblo de Dios que dirige sus plegarias a Cristo quien se encuentra frente al propiciatorio del Santuario celestial. No puede ver a su Mediador con sus ojos naturales, pero mediante el ojo de la fe puede ver a Cristo frente al propiciatorio, y le dirige sus oraciones, y con seguridad suplica los beneficios de su obra mediadora (La historia de la redención, p. 158).
Habiendo asumido la humanidad, Cristo llegó a ser uno con la humanidad y, al mismo tiempo reveló el Padre a los seres humanos pecaminosos. Era semejante a sus hermanos en todo. Fue hecho carne, igual que nosotros. Le daba hambre y sed y se cansaba. Se sostenía comiendo y se refrescaba durmiendo. Se hermanó con los hombres, y, sin embargo, era el inmaculado Hijo de Dios. Fue un peregrino y advenedizo en la tierra, estaba en el mundo, pero no era del mundo; tentado y probado como los hombres y mujeres son tentados y probados, pero viviendo una vida libre de pecado.
Tierno, compasivo, comprensivo, siempre amable con los demás, representaba el carácter de Dios, y estaba continuamente empeñado en el servicio hacia Dios y los hombres.
“Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros… lleno de gracia y de verdad”. Juan 1:14 (Testimonios para la iglesia, t. 8, p. 301).
RELACIONES
“Y pondré mi morada en medio de vosotros, y mi alma no os abominará; y andaré entre vosotros, y yo seré vuestro Dios, y vosotros seréis mi pueblo” (Lev. 26:11, 12).
Hay un tema que debería quedar en claro a estas alturas: tanto en el Antiguo Pacto como en el Nuevo Pacto, el Señor busca una relación cercana y amorosa con su pueblo. De hecho, los pactos básicamente ayudan a estipular, a formar (a falta de una palabra más apropiada) las “reglas” para esa relación.
La relación es esencial para el pacto en cualquier momento o contexto. Sin embargo, para que exista una relación, es necesario que haya interacción, comunicación y contacto, especialmente para los seres humanos pecadores, falibles y dubitativos. Por supuesto, sabiendo esto, el Señor tomó la iniciativa para asegurarse de que él se manifestaría de tal manera que nosotros, dentro de los confines de la humanidad caída, pudiéramos relacionarnos con él de una manera eficaz.
Lee Éxodo 25:8: el mandato del Señor a Israel de construir un Santuario. ¿Qué razones da el Señor para desear que ellos hicieran esto?
La respuesta a esta pregunta, por supuesto, plantea otra interrogación, y es ¿por qué? ¿Por qué quiere el Señor morar en medio de su pueblo?
Tal vez podríamos encontrar la verdad en los dos versículos de hoy, mencionados anteriormente. Fíjate, el Señor “pondr[á su] morada” (o “habitará”) entre ellos; luego dice que no los “abominará”. Además, asegura que “andar[á]” entre ellos y será su Dios, y ellos serán su pueblo (Lev. 26:11, 12). Observa los elementos que se encuentran en estos versículos. Nuevamente, el aspecto relacional se manifiesta con mucha claridad.
■ Tómate unos minutos: desmenuza Levítico 26:11 y 12, y Éxodo 25:8. Toma nota de cómo encajan los diferentes elementos con la noción de que el Señor busca una relación con su pueblo.
■ Concéntrate específicamente en la frase en que el Señor dice: “Mi alma no os abominará”. ¿Qué tiene el Santuario en sí que brinda los medios por los que el Señor puede aceptar a la humanidad caída y pecadora, y por qué eso es tan importante para el proceso de formación de un pacto?
Domingo
Dios ordenó a Moisés respecto a Israel: “Hacerme han un santuario, y yo habitaré entre ellos” (Juan 1:14), y moraba en el santuario en medio de su pueblo. Durante todas sus penosas peregrinaciones en el desierto, estuvo con ellos el símbolo de su presencia. Así Cristo levantó su tabernáculo en medio de nuestro campamento humano. Hincó su tienda al lado de la tienda de los hombres, a fin de morar entre nosotros y familiarizarnos con su vida y carácter divinos. “Aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad”.
Desde que Jesús vino a morar con nosotros, sabemos que Dios conoce nuestras pruebas y simpatiza con nuestros pesares. Cada hijo e hija de Adán puede comprender que nuestro Creador es el amigo de los pecadores. Porque en toda doctrina de gracia, toda promesa de gozo, todo acto de amor, toda atracción divina presentada en la vida del Salvador en la tierra, vemos a “Dios con nosotros” (El Deseado de todas las gentes, p. 15).
Por medio de Cristo se había de cumplir el propósito simbolizado por el tabernáculo: ese glorioso edificio, cuyas paredes de oro brillante reflejaban en matices del arco iris las cortinas bordadas con figuras de querubines, la fragancia del incienso que siempre ardía y compenetraba todo, los sacerdotes vestidos con ropas de blancura inmaculada, y en el profundo misterio del recinto interior, sobre el propiciatorio, entre las formas de los ángeles inclinados en adoración, la gloria del Lugar Santísimo. Dios deseaba que en todo leyese su pueblo su propósito para con el alma humana (La fe por la cual vivo, p. 194).
Dios unió consigo nuestros corazones, mediante innumerables pruebas de amor en los cielos y en la tierra. Valiéndose de las cosas de la naturaleza y los más profundos y tiernos lazos que el corazón humano pueda conocer en la tierra, procuró revelársenos. Con todo, estas cosas solo representan imperfectamente su amor. Aunque se dieron todas estas pruebas evidentes, el enemigo del bien cegó el entendimiento de los hombres, para que estos mirasen a Dios con temor y le considerasen severo e implacable… A fin de disipar esta densa sombra vino el Señor Jesús a vivir entre los hombres, y manifestó al mundo el amor infinito de Dios…
Pero este gran sacrificio no fue hecho para crear amor en el corazón del Padre hacia el hombre, ni para moverle a salvarnos. ¡No! ¡No! “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito”. Juan 3:16. Si el Padre nos ama no es a causa de la gran propiciación, sino que él proveyó la propiciación porque nos ama. Cristo fue el medio por el cual el Padre pudo derramar su amor infinito sobre un mundo caído. “Dios estaba en Cristo, reconciliando consigo mismo al 14mundo”. 2 Corintios 5:19. Dios sufrió con su Hijo. En la agonía del Getsemaní, en la muerte del Calvario, el corazón del Amor infinito pagó el precio de nuestra redención (El camino a Cristo, pp. 11, 13).
PECADO, SACRIFICIO Y ACEPTACIÓN (HEB. 9:22)
La forma divinamente señalada para que el pecador del Antiguo Testamento se librara del pecado y la culpa era a través de los sacrificios de animales. Las ofrendas de sacrificio israelitas se detallan en Levítico 1 al 7. Se prestaba especial atención al uso y la disposición de la sangre en los diversos tipos de sacrificios. De hecho, el papel de la sangre en los rituales de sacrificio es una de las características unificadoras de los sacrificios israelitas.
La persona que había pecado, y por lo tanto había roto la relación del Pacto y la Ley que lo regulaba, podía ser restaurada a la comunión plena con Dios y con la humanidad llevando un sacrificio animal como sustituto. Los sacrificios, con sus ritos, eran los medios designados por Dios para lograr la purificación del pecado y la culpa. Estos se instituyeron para limpiar al pecador, ya que se transfería el pecado y la culpa individual al Santuario al rociar la sangre sacrificial, y así se restablecía la plena comunión y la alianza del pacto del penitente con el Dios personal, que es el Señor que salva.
¿Cómo nos ayudan estos conceptos expresados anteriormente a comprender las preguntas al final del estudio de ayer?
¿Qué importancia profética tenía el sacrificio de animales? (Isa. 53:4-12; Heb. 10:4).
Los sacrificios de animales del Antiguo Testamento eran el medio ordenado por Dios para librar al pecador del pecado y la culpa. Cambiaban el estatus al pecador: de culpable y digno de muerte a perdonado y restaurado en la relación de pacto entre Dios y el ser humano. Pero, había un sentido en el que los sacrificios de animales eran de naturaleza profética. Al fin y al cabo, ningún animal era un sustituto adecuado para expiar el pecado y la culpa de la humanidad. El autor de Hebreos lo dice con esta palabras: “La sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados” (Heb. 10:4). Por lo tanto, el sacrificio de un animal tenía por objeto despertar el anhelo de la venida del Siervo divino-humano de Dios, que moriría en sustitución de los pecados del mundo. Es mediante este proceso que el Señor perdona y acepta al pecador, y se establece la base de la relación del Pacto.
■ Ponte en el lugar de alguien que vivió en la época del Antiguo Testamento, cuando sacrificaban animales en el Santuario. Al recordar también cuán importante era el ganado para su economía, cultura y estilo de vida, ¿qué lección les enseñaba supuestamente sobre el costo del pecado?
Lunes
Se llega a Dios por medio de Jesucristo, el Mediador, el único camino por el cual él perdona los pecados. Dios no puede perdonar pecados a expensas de su justicia, su santidad y su verdad. Pero es seguro que perdona pecados, y los perdona plenamente. No hay pecados que no perdone en el Señor Jesucristo y por medio de él. Esta es la única esperanza del pecador, y si depende de ella con fe sincera, estará seguro del perdón, un perdón pleno y gratuito…
Estas lecciones fueron enseñadas al pueblo escogido de Dios hace miles de años, y fueron repetidas mediante diversos símbolos y representaciones para que la obra de la verdad pudiera ser afianzada en cada corazón: que sin derramamiento de sangre no hay remisión de pecados. La gran lección implícita en el sacrificio de cada víctima sangrante, impresa en cada ceremonia e inculcada por Dios mismo, era que únicamente mediante la sangre de Cristo se logra el perdón de los pecados…
La justicia exigía los sufrimientos del ser humano; pero Cristo suministró los sufrimientos de un Dios. No necesitaba hacer expiación por sí mismo mediante sufrimientos; todos sus sufrimientos fueron por nosotros. Todos sus méritos y toda su santidad quedaron a disposición del hombre caído, presentados como un regalo (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 7, pp. 924, 925).
En cada Pascua y Fiesta de las Cabañas, se mataban miles de animales, y los sacerdotes recogían la sangre y la derramaban sobre el altar. Los judíos se habían familiarizado con el ofrecimiento de la sangre hasta perder casi de vista el hecho de que era el pecado el que hacía necesario todo este derramamiento de sangre de animales. No discernían que prefiguraba la sangre del amado Hijo de Dios, que había de ser derramada para la vida del mundo, y que por el ofrecimiento de los sacrificios los hombres habían de ser dirigidos al Redentor crucificado (El Deseado de todas las gentes, p. 540).
Pablo mostró cuán estrechamente había ligado Dios el servicio de los sacrificios con las profecías relativas a Aquel que iba a ser llevado como cordero al matadero. El Mesías iba a dar su vida como “expiación por el pecado”. Mirando hacia adelante a través de los siglos las escenas de la expiación del Salvador, el profeta Isaías había testificado que el Cordero de Dios “derramó su vida hasta la muerte, y fue contado con los perversos, habiendo él llevado el pecado de muchos, y orado por los transgresores”. Isaías 53:7, 10, 12.
El Salvador profetizado había de venir, no como un rey temporal, para librar a la nación judía de opresores terrenales, sino como hombre entre los hombres, para vivir una vida de pobreza y humildad, y para ser al fin despreciado, rechazado y muerto. El Salvador predicho en las Escrituras del Antiguo Testamento había de ofrecerse a sí mismo como sacrificio en favor de la especie caída, cumpliendo así todos los requerimientos de la ley quebrantada. En él los sacrificios típicos iban a encontrar la realidad prefigurada, y su muerte de cruz iba a darle significado a toda la economía judía (Los hechos de los apóstoles, pp. 184, 185).
LA SUSTITUCIÓN
“El cual se dio a sí mismo por nuestros pecados para librarnos del presente siglo malo, conforme a la voluntad de nuestro Dios y Padre” (Gál. 1:4).
No cabe duda: uno de los temas clave (si no el tema clave) del Nuevo Testamento es que Jesucristo murió como el Sacrificio por los pecados del mundo. Esta verdad es el fundamento de todo el Plan de Salvación. Cualquier teología que niegue la expiación mediante la sangre de Cristo niega el corazón y el alma del cristianismo. Una cruz sin sangre no puede salvar a nadie.
Reflexiona en el versículo de hoy y luego responde estas preguntas:
¿Se ofreció Jesús para morir? ¿Por quién murió? ¿Qué lograría su muerte?
La Sustitución es la clave de todo el Plan de Salvación. A causa de nuestros pecados, merecemos morir. Cristo, por su amor hacia nosotros, “se dio a sí mismo por nuestros pecados” (Gál. 1:4). Murió la muerte que merecemos nosotros. La muerte de Cristo como Sustituto de los pecadores es la gran verdad de la que fluye toda otra verdad. Nuestra esperanza, la de la restauración, la libertad, el perdón, la vida eterna en el Paraíso, se basa en la obra que hizo Jesús, la de entregarse por nuestros pecados. Sin eso, nuestra fe no tendría sentido. Bien podríamos poner nuestra esperanza y confianza en la estatua de un pez, por ejemplo. La salvación viene solo por la sangre, la sangre de Cristo.
Busca los siguientes pasajes: Mateo 26:28; Efesios 2:13; Hebreos 9:14; 1 Pedro 1:19. ¿Qué nos dicen de la sangre? Por lo tanto, ¿qué papel juega la sangre en el Plan de Salvación?
“No es la voluntad de Dios que seáis desconfiados y torturéis vuestras almas con el temor de que Dios no os aceptará porque sois pecadores e indignos. [...] Podéis decir: ‘Sé que soy pecador, y esta es justamente la razón por la cual necesito un Salvador. [...] No tengo bondad ni mérito alguno para pretender la salvación, pero presento ante Dios la sangre expiatoria del inmaculado Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Esta es mi única defensa” (FV 104).
■ Considera la cita de Elena de White mencionada anteriormente. Vuelve a escribirla en tus propias palabras. Personalízala. Pon tus propios temores y pesares allí, y luego anota lo que te brindan las promesas que contiene. ¿Qué esperanza tienes a causa de la sangre del Nuevo Pacto?
Martes
El plan de nuestra redención no fue una reflexión ulterior, formulada después de la caída de Adán. Fue una revelación “del misterio que por tiempos eternos fue guardado en silencio”. Romanos 16:25. Fue una manifestación de los principios que desde edades eternas habían sido el fundamento del trono de Dios. Desde el principio, Dios y Cristo sabían de la apostasía de Satanás y de la caída del hombre seducido por el apóstata. Dios no ordenó que el pecado existiese, sino que previó su existencia, e hizo provisión para hacer frente a la terrible emergencia. Tan grande fue su amor por el mundo, que se comprometió a dar a su Hijo unigénito “para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. Juan 3:16…
Este fue un sacrificio voluntario. Jesús podría haber permanecido al lado del Padre. Podría haber conservado la gloria del cielo, y el homenaje de los ángeles. Pero prefirió devolver el cetro a las manos del Padre, y bajar del trono del universo, a fin de traer luz a los que estaban en tinieblas, y vida a los que perecían (El Deseado de todas las gentes, pp. 13, 14).
Jesús miró las inocentes víctimas de los sacrificios, y vio cómo los judíos habían convertido estas grandes convocaciones en escenas de derramamiento de sangre y crueldad. En lugar de sentir humilde arrepentimiento del pecado, habían multiplicado los sacrificios de animales, como si Dios pudiera ser honrado por un servicio que no nacía del corazón. Los sacerdotes y gobernantes habían endurecido sus corazones con el egoísmo y la avaricia. Habían convertido en medios de ganancia los mismos símbolos que señalaban al Cordero de Dios. Así se había destruido en gran medida a los ojos del pueblo la santidad del ritual de los sacrificios. Esto despertó la indignación de Jesús; él sabía que su sangre, que pronto había de ser derramada por los pecados del mundo, no sería más apreciada por los sacerdotes y ancianos que la sangre de los animales que ellos vertían constantemente (El Deseado de todas las gentes, pp. 540, 541).
Al dar su vida por la vida del mundo, Cristo franqueó el abismo abierto por el pecado, para unir esta tierra maldita con el universo celestial. Dios escogió este mundo para que fuera el escenario de sus poderosas obras de gracia. Mientras la sentencia condenatoria pendía sobre él a causa de la rebelión de sus habitantes, mientras nubes de ira se iban acumulando debido a la transgresión de la ley de Dios, se escuchó una voz misteriosa en el cielo que decía: “He aquí, vengo… El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado”. Salmo 40:7, 8.
Nuestro sustituto y seguridad vino del cielo para declarar que había traído con él el inmenso e incalculable don de la vida eterna. Se ofrece perdón a todos los que quieran volver a ser leales a la ley de Dios…
Jesús está enviando ahora su mensaje a un mundo caído. Se complace en tomar elementos aparentemente sin esperanza que han sido instrumentos de Satanás, para someterlos a la influencia de su gracia. Se regocija al librarlos de la ira que caerá sobre los desobedientes (Cada día con Dios, p. 82).
EL SUMO SACERDOTE DEL NUEVO PACTO
El Santuario terrenal, donde Dios eligió morar con su pueblo, giraba en torno al sacrificio de los animales. Sin embargo, el servicio no terminaba con la muerte de estas criaturas. El sacerdote asperjaba la sangre en el Santuario en nombre del pecador después de ejecutar el sacrificio.
Sin embargo, todo este servicio era solo una sombra, un símbolo de lo que Cristo haría por el mundo. Por lo tanto, así como los símbolos (el servicio del Santuario) no terminaban con la muerte del animal, la obra de Cristo por nosotros tampoco terminó con su muerte en la Cruz.
Hoy estudia Hebreos 8:1 al 6. Lee los versículos con oración. Pide al Señor que te ayude a entender lo que dicen y por qué es importante que lo sepamos. Una vez que hayas terminado, escribe con tus palabras lo que crees que es el mensaje del Señor para nosotros en estos versículos. También pregúntate: ¿Cómo nos ayudan estos versículos a entender el Nuevo Pacto?
Así como había un Santuario, un sacerdocio y un ministerio terrenales bajo el Antiguo Pacto, también hay un Santuario celestial, un sacerdocio celestial y un ministerio celestial bajo el Nuevo Pacto. Sin embargo, lo que eran solo símbolos, imágenes y una sombra (Heb. 8:5) en el Antiguo Pacto, se hicieron realidad en el Nuevo Pacto.
Además, en lugar de un animal amoral como nuestro sustituto, tenemos al Jesús inmaculado; en lugar de sangre animal, tenemos la sangre de Cristo; en lugar de un Santuario hecho por el hombre, tenemos “aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor, y no el hombre” (Heb. 8:2); y en lugar de un sacerdote humano, pecador y sujeto a error, tenemos a Jesús, quien ministra en nuestro favor como Sumo Sacerdote. Con todo esto en mente, medita sobre las palabras de Pablo: “¿Cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande?” (Heb. 2:3).
■ Piénsalo: Jesús vivió una vida sin pecado por ti, murió por ti, y ahora está en el cielo ministrando en el Santuario por ti. Todo esto lo hizo para salvarte de los terribles resultados finales del pecado. Haz planes, para mañana o en los próximos días, de hablar con alguien sobre esta maravillosa noticia, con alguien que pienses que necesite escucharlo. Practica de antemano lo que vas a decir, sobre la base del estudio de hoy.
Miércoles
Cristo es nuestro Mediador y Sumo Sacerdote en presencia del Padre. Se reveló a Juan como el Cordero inmolado, como si hubiera estado en el mismo acto de derramar su sangre en favor del pecador. Cuando al oyente se le presenta la ley de Dios, mostrándole la profundidad de sus pecados, debe señalársele el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Debe enseñársele el arrepentimiento para con el Padre y la fe para con nuestro Señor Jesucristo. Así estará la labor del representante de Jesús en armonía con la obra que nuestro Salvador realiza en el Santuario celestial (Testimonios para la iglesia, t. 4, pp. 388, 389).
Cristo tomó sobre sí mismo la humanidad, y entregó su vida en sacrificio, para que el hombre al llegar a ser participante de la naturaleza divina tuviera vida eterna. Cristo era no solo el sacrificio, sino que fue también el sacerdote que ofreció el sacrificio. “El pan que yo daré es mi carne —dijo Jesús—, la cual yo daré por la vida del mundo”. Juan 6:51. Él era inocente de toda culpa. Se dio a sí mismo a cambio del pueblo que se había vendido a sí mismo a Satanás por la transgresión de la ley de Dios: dio su vida por la vida de la familia humana, la cual de esta manera llegó a ser su posesión adquirida.
“Por eso me ama el Padre —dijo Cristo—, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre”. Juan 10:17–18 (Mensajes selectos, t. 3, pp. 159, 160).
Así como en el servicio típico el sumo sacerdote ponía a un lado sus ropas pontificias, y oficiaba con el blanco vestido de lino del sacerdote común, así Cristo puso a un lado sus ropas reales, fue vestido de humanidad, ofreció sacrificio, siendo él mismo el sacerdote y la víctima. Como el sumo sacerdote, después de realizar su servicio en el Lugar Santísimo, salía vestido con sus ropas pontificias, a la congregación que esperaba, así Cristo vendrá la segunda vez, cubierto de vestidos tan blancos “que ningún lavador en la tierra los puede hacer tan blancos”. Marcos 9:3. Él vendrá en su propia gloria, y en la gloria de su Padre, y toda la hueste angélica lo escoltará en su venida.
Así se cumplirá la promesa de Cristo a sus discípulos: “Vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo”. Juan 14:3. A aquellos que le hayan amado y esperado, los coronará con gloria, honor e inmortalidad. Los justos muertos se levantarán de sus tumbas, y los que estén vivos serán arrebatados con ellos al encuentro del Señor en el aire. Oirán la voz de Jesús, más dulce que ninguna música que hayan sentido alguna vez los oídos mortales, diciéndoles: Vuestra guerra ha terminado. “Venid, benditos de mi padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo”. Mateo 25:34 (Los hechos de los apóstoles, pp. 27, 28).
EL MINISTERIO CELESTIAL (HEB. 9:24)
Estudia Hebreos 9:24, especialmente en el contexto en el que se da: el de explicar el ministerio de Cristo en el cielo en nuestro favor después de su muerte en sacrificio por nosotros. Queremos centrarnos en un punto, la frase al final, que dice que Cristo se presenta ahora ante Dios por nosotros.
Piensa en lo que eso significa. Nosotros, la humanidad pecadora y caída; nosotros, que seríamos consumidos por el resplandor de la gloria de Dios si la viéramos ahora; nosotros, no importa cuán malos hayamos sido ni con cuánto descaro hayamos violado la santa Ley de Dios, tenemos a Alguien que se presenta ante Dios por nosotros. Tenemos un Representante ante el Padre en nuestro favor. Piensa en el amor, el perdón y la aceptación que Cristo demostró cuando estuvo aquí, en la Tierra. Esta misma Persona ¿es ahora nuestro Mediador en el cielo?
Esta es la otra parte de la buena noticia. Jesús no solo pagó el castigo por nuestros pecados al cargarlos sobre sí mismo en la Cruz (1 Ped. 2:24), sino también ahora está en la presencia de Dios como Mediador entre el Cielo y la Tierra, entre la humanidad y la Deidad.
Jesús, como Dios y hombre (un hombre perfecto, sin pecado), es el único que puede salvar la brecha entre la humanidad y Dios, causada por el pecado. Lo esencial que debemos recordar es que ahora hay un Hombre, un Ser humano/divino, que puede entender todas nuestras pruebas, dolores y tentaciones (Heb. 4:14, 15), y que nos representa ante el Padre.
“Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, el cual se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo” (1 Tim. 2:5, 6). ¿En qué dos roles pone este texto a Jesús, y cómo se prefiguraban estos roles en el servicio del Santuario terrenal?
La gran noticia del Nuevo Pacto es que ahora, gracias a Jesús, los pecadores arrepentidos tienen a Alguien que los representa en el cielo ante el Padre, Alguien que ganó para ellos lo que nunca podrían haber obtenido por sí mismos, que es la justicia perfecta, la única justicia que puede permanecer ante la presencia de Dios. Jesús, con esa justicia perfecta, forjada en su vida a través del sufrimiento (Heb. 2:10), se presenta delante de Dios y reclama para nosotros el perdón del pecado y poder sobre el pecado, porque sin estos no tendríamos ninguna esperanza, ni ahora ni en el Juicio.
■ Ora y medita sobre la idea de un ser humano, Alguien que ha experimentado la tentación de pecar, de pie ante Dios en el cielo. ¿Qué significa eso para ti personalmente? ¿Qué clase de esperanza y aliento produce eso?
Jueves
Después de su ascensión, nuestro Salvador empezó a actuar como nuestro Sumo Sacerdote. San Pablo dice: “No entró Cristo en un Lugar Santo hecho de mano, que es una mera representación del verdadero, sino en el cielo mismo, para presentarse ahora delante de Dios por nosotros”. Hebreos 9:24 (VM).
El servicio del sacerdote durante el año en el primer departamento del Santuario, “adentro del velo” que formaba la entrada y separaba el Lugar Santo del atrio exterior, representa la obra y el servicio a que dio principio Cristo al ascender al cielo. La obra del sacerdote en el servicio diario consistía en presentar ante Dios la sangre del holocausto, como también el incienso que subía con las oraciones de Israel. Así es como Cristo ofrece su sangre ante el Padre en beneficio de los pecadores, y así es como presenta ante él, además, junto con el precioso perfume de su propia justicia, las oraciones de los creyentes arrepentidos. Tal era la obra desempeñada en el primer departamento del Santuario en el cielo (El conflicto de los siglos, p. 415).
La intercesión de Cristo en nuestro favor presenta sus méritos divinos al ofrecerse a sí mismo al Padre como nuestro sustituto y garante; pues ascendió a lo alto para expiar nuestras transgresiones… “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados”. 1 Juan 4:10. “Por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos”. Hebreos 7:25 (Reflejemos a Jesús, p. 67).
En su intercesión como nuestro Abogado, Cristo no necesita de la virtud del hombre, de la intercesión del hombre. Cristo es el único que lleva los pecados, la única ofrenda por el pecado. La oración y la confesión han de ser ofrecidas únicamente a Aquel que ha entrado una sola vez para siempre en el Lugar Santo…
Cristo representó a su Padre ante el mundo, y delante de Dios representa a los escogidos, en quienes ha restaurado la imagen moral de Dios. Son su heredad. Ningún sacerdote ni religioso puede revelar el Padre a ningún hijo o hija de Adán. Los hombres tienen únicamente un Abogado e Intercesor que puede perdonar las transgresiones. ¿No rebosarán nuestros corazones de gratitud hacia Aquel que dio a Jesús para que fuera la propiciación por nuestros pecados? Mediten profundamente acerca del amor que el Padre ha manifestado en nuestro favor, el amor que ha expresado por nosotros. Ese amor no lo podemos medir, porque para él no hay medida. ¿Acaso se puede medir lo infinito? (That I May Know Him, p. 73; parcialmente en A fin de conocerle, p. 73).
PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:
“El ángel más encumbrado del cielo no tenía poder para pagar el rescate de un alma perdida. Los querubines y los serafines tienen únicamente la gloria de que han sido dotados por el Creador como criaturas suyas, y la reconciliación del hombre con Dios solo podía ser realizada mediante un mediador que fuera igual a Dios, que poseyera los atributos que lo dignificaran y lo declararan digno de tratar con el Dios infinito en favor del hombre, y también de representar a Dios ante un mundo caído. El sustituto y garantía del hombre debía tener la naturaleza del hombre, un entronque con la familia humana a quien había de representar, y como embajador de Dios debía participar de la naturaleza divina, debía tener una unión con el Infinito con el fin de manifestar a Dios ante el mundo y ser un mediador entre Dios y el hombre” (MS 1:313).
“Y Jesús continúa: ‘Así como me confiesen ante los hombres, los confesaré ante Dios y los santos ángeles. Han de ser mis testigos en la Tierra, conductos a través de los cuales pueda fluir mi gracia para sanar al mundo. Así también seré vuestro representante en el cielo. El Padre no considera vuestro carácter deficiente, sino que los ve revestidos de mi perfección. Soy el medio a través del cual les llegarán las bendiciones del Cielo. Todo el que me confiese por compartir mi sacrificio por los perdidos será confesado como participante en la gloria y el gozo de los redimidos’ ” (DTG 323, 324).
PREGUNTAS PARA DIALOGAR:
1. Lee Romanos 5:2; y Efesios 2:18 y 3:12. ¿Qué dicen estos pasajes que nos ayudan a comprender nuestro acceso al Padre a través de Jesús?
2. Repasa la segunda cita de Elena de White que se menciona arriba. Observa cómo explica el rol del Mediador. Cuando el Padre nos ve, no ve nuestro carácter defectuoso, sino la perfección de Cristo. Reflexionen sobre lo que eso significa y analicen con la clase.
3. Al considerar lo que hemos estudiado esta semana, pregúntate cómo responderías esta pregunta: “Bueno, Cristo está en el Santuario celestial. ¿Y entonces qué? ¿Qué significa eso en un nivel práctico y diario?”
Resumen: El antiguo sistema de sacrificios del Pacto fue reemplazado por el nuevo; en vez de que los sacerdotes pecadores sacrifiquen animales en un santuario terrenal, ahora tenemos a Jesús, nuestro Sacrificio perfecto. Él nos representa ante el Padre en el Santuario celestial, que forma la base del Nuevo Pacto y sus promesas.
Viernes
Alza tus ojos, 1o de marzo, “Quién es rey?” p. 72;
Nuestra elevada vocación, 6 de febrero, “Cuidad de la propiedad de Dios”, p. 45.
"LA PROMESA: EL PACTO ETERNO CON DIOS"
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Dios lo bendiga!!!
Lección 11
EL SÁBADO ENSEÑARÉ...
Texto clave: Hebreos 9:15
Parte I: RESEÑA
El santuario terrenal simboliza la obra de salvación que aún está en marcha hoy. Cristo ocupa el rol de nuestro Sumo Sacerdote, mediando ante Dios en el Lugar Santísimo. Su pureza es digna ante Dios, en lugar de nuestra indigna naturaleza pecaminosa.
Parte II: COMENTARIO
Mediante el sistema del santuario, la nueva relación de Israel con Yahvéh era una muestra de cómo el Calvario se convertiría en un colchón carmesí de gracia que contrarrestaría la intrusión sigilosa del pecado humano. Esta nueva relación se centraría en rituales ceremoniales salpicados de sangre, que llegaron a ser el portal redentor por el cual el “yo” podría ser arrebatado de su trono y crucificado. Este es el plan de salvación.
Relaciones
Cuando Cristo murió en la cruz, conquistó al pecado en nuestro favor. Por lo tanto, para que nosotros podamos vivir esa victoria, en cierto sentido debemos morir también. Muertos al yo y vivos para Dios. Cuando Dios nos llama hacia Cristo, realmente somos llamados a “ir a morir”.
Por supuesto, morir se ve como algo malo, pero en este caso es la muerte de todo lo que es malo en nuestra alma y carácter, de todo lo que nos impediría tener una relación íntima de pacto con Jesús.
En consecuencia, podríamos decir que todo sacrificio ofrecido en el servicio del santuario apuntaba a la muerte. Sí, por supuesto, era la muerte de Cristo por nosotros. Pero al participar de ese ritual, el pecador arrepentido aceptaba el sacrificio en su favor, y eso estaba implícito en la aceptación de las promesas del Pacto ofrecidas por Dios a su pueblo. Y esa promesa del Pacto también incluía la necesaria muerte al yo que implicaba el arrepentimiento y el dolor por el pecado. Todo esto se revela, o al menos se refleja, en el servicio del santuario, cuyo significado más pleno se vio en el Nuevo Testamento y en el Nuevo Pacto.
Pecado, sacrificio y aceptación
“El pecador luego ataba las patas delanteras del animal y, colocando un nudo corredizo alrededor de las patas traseras, juntaba las cuatro. Así asegurada, la criatura caía de costado y su cara se volvía hacia el Lugar Santísimo.
“El adorador luego ‘ponía’ ‘ambas’ manos […] sobre su cabeza para señalar la transferencia de los pecados a su representante. El verbo lo describe apoyando todo su peso sobre la criatura. […]
“Con las manos que presionaban su culpa sobre la cabeza de la víctima, cuya cara apuntaba hacia el Lugar Santísimo, el penitente confesaba en silencio sus pecados a Dios y prometía enmendar la antigua oración hebrea que concluía con las palabras: ‘Vuelvo arrepentido y esto sea para mi expiación [literalmente, cobertura]’. […]
“El pecador entonces agarraba el cuchillo y degollaba deliberadamente a la víctima (Lev. 1:5, 11). Con este acto personal reconocía que su pecado era la causa de la muerte de su sustituto. […] Su observancia del rito demostraba que había aceptado el argumento de la ley inmutable de Dios, que estaba de acuerdo con que la muerte era el resultado de su transgresión y confirmaba que su único escape era a través de la muerte vicaria de Aquel que ocuparía su lugar” (L. Hardinge, With Jesus in His Sanctuary: A Walk Through the Tabernacle Along His Way, pp. 371, 372).
La sustitución
“Cristo es nuestro justo sustituto.
“El plan de enviar a un segundo Adán, un sustituto, no se formuló al momento de la primera transgresión. Fue una provisión ‘ya destinad[a] desde antes de la fundación del mundo’ (1 Ped. 1:20).
“El Sustituto triunfaría donde Adán había fallado. Tenía que demostrar que Adán no tenía que pecar, que Adán podría haber prevalecido sobre la tentación, que los Mandamientos son posibles de obedecer y provechosos para la raza humana. […]
“Adán cayó en un Edén perfecto, Jesús triunfó en una inicua Nazaret. Al llevar las cargas del honor de su Padre y la redención de su pueblo, Cristo peleó la batalla del pecado con nuestra inadecuada armadura, este débil cuerpo humano.
“¡Y ganó! ¡El Cordero prevaleció!” (C. Rock, Seeing Christ: Windows on His Saving Grace, pp. 65-67).
El Sumo Sacerdote del Nuevo Pacto
“Al hablar de Cristo como […] Sumo Sacerdote, no es inapropiado agregar que es nuestro único Sacerdote. Él tiene una relación exclusiva con Dios: nadie más que él puede representarnos. Los sacerdotes de los tiempos del Antiguo Testamento sirvieron como tipos del verdadero Sacerdote venidero. A los apóstoles y pastores de los tiempos del NT nunca se los llama sacerdotes, ni realizan las funciones de sacerdotes. Hay un solo Mediador entre Dios y los hombres.
“La primera función importante de un sacerdote era ofrecer sacrificios, ‘para expiar los pecados del pueblo’ (Heb 2:17). […] El único Sacrificio perfecto que [Dios] ofreció fue él mismo.
“Su ofrenda de sí mismo fue un acto voluntario. Él puso su vida por voluntad propia. […] (Juan 10:18). Llegó a ser ‘el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo’ (1:29), un cordero ‘sin mancha y sin contaminación’ (1 Ped. 1:19). Hizo de sí mismo la ‘expiación por el pecado’ (Isa. 53:10). […]
“Por lo tanto, Cristo ocupó el doble papel de oferente y ofrenda, de sacerdote y oblación. Esta ofrenda de sacrificio de sí mismo como víctima sobre el altar fue un acto único y de ‘una vez para siempre’ (Heb. 10:10, 12; 9:26)” (W. F. Specht, “Christ’s Session, Enthronement, and Mediatorial and Intercessory Ministry”, en The Sanctuary and the Atonement: Biblical, Historical, and Theological Studies, pp. 344, 345).
El ministerio celestial
“En la Epístola a los Hebreos, en particular, el autor está tratando de desviar la mirada de los cristianos judíos del ministerio del santuario/templo terrenal hacia un Santuario celestial, con un ministerio más perfecto a cargo del mismo Señor y Salvador que resucitó y ascendió” (A. V. Wallenkampf, “A Brief Review of Some of the Internal and External Challengers to the Seventh-day Adventist Teachings on the Sanctuary and the Atonement”, en The Sanctuary and the Atonement, p. 582).
Parte III: APLICACIÓN A LA VIDA
Para reflexionar: Es asombroso cuán gráfica e inequívocamente el Nuevo Testamento, en especial el libro de Hebreos (e incluso el Apocalipsis), enseña sobre el Santuario celestial y su función central en el plan de salvación. En cierto sentido, es el plan de salvación, el evangelio y el Pacto a escala mayor. No podemos entender verdaderamente de qué se trata el Pacto, aparte de algún conocimiento del servicio del santuario y lo que significa.
- Sobre la base de Hebreos 8, anima a la clase a descubrir los siguientes puntos con respecto al Mediador. Para cada punto, pídeles que identifiquen la diferencia entre el Antiguo y el Nuevo Pactos:
- Posición del Mediador (Heb. 8:1, 2).
- Desempeño del Mediador (Heb. 8:3-6).
- Promesa del Mediador (Heb. 8:6-9).
- Producciones del Mediador (Heb. 8:10-12).
- Específicamente, ¿de qué manera Cristo hace que el Nuevo Pacto sea más realista en tu vida? ¿Cuán diferente sería tu vida si el Nuevo Pacto no existiera?
- Una promesa es tan buena como la persona que la pronuncia. Cuando Dios hace una promesa, es incluso más sólida que los hechos históricos. Entonces, ¿por qué es más fácil cuestionar la voluntad de Dios que ir a ciegas a donde él nos guíe? ¿Qué lecciones podemos aprender de los personajes bíblicos que optaron por cuestionar en lugar de obedecer?
- Hebreos 8:10 dice que Cristo, el Mediador, pone la Ley de Dios en nuestro corazón. Este acto, ¿de qué manera forma parte de nuestra experiencia espiritual? Explica cómo el hecho de tener la Ley de Dios en nuestro corazón nos permite conocerlo más íntimamente.
- A través de Cristo, el Nuevo Pacto reemplaza el Antiguo Pacto. A través de Cristo, la Ley de Dios está revestida de gracia y amor. ¿Por qué, entonces, dejamos que el legalismo se interponga en el camino de nuestro crecimiento espiritual? Sobre la base del Nuevo Pacto, ¿qué cosas específicas puedes hacer para desarrollar o fortalecer tu relación con Dios, pero sin la opresión del legalismo?
- Aunque el Nuevo Testamento nos informa que los sacrificios de animales y otros del período del Antiguo Testamento no eran efectivos para borrar el pecado, está claro que eran efectivos para permitir que una persona continuara en comunión con el pueblo de Dios. ¿Por qué será que eran eficaces en este sentido, aunque no poseían ningún poder intrínseco? ¿Qué nos enseña esto sobre el poder y la importancia de los rituales?
- La idea de una expiación es fundamental en el Nuevo Testamento. ¿Por qué sería necesario que un ser inocente muriera para que uno culpable fuera rescatado de las consecuencias? ¿Cómo podría la muerte de esta persona inocente lograr esta expiación? ¿Es estrictamente una transacción legal? Explica.
- En la actualidad, Jesús nos representa ante Dios porque no somos capaces de enfrentarnos a Dios, y mucho menos de defendernos frente a él. ¿Sugiere esto que en algún momento futuro podremos comparecer ante Dios sin un Mediador? ¿Por qué? ¿Cuáles son las distintas posturas sobre esta idea? ¿Qué significaría estar ante Dios sin un Mediador?
"LA PROMESA: EL PACTO ETERNO CON DIOS"
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