Lección de Escuela Sabática de Adultos 2do Trimestre 2021, Escuela Sabática Adultos 2do Trimestre 2021, Lección 2do Trimestre 2021,
Lección 13: Para el 26 de junio de 2021
LA VIDA DEL NUEVO PACTO
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: 1 Juan 1:4; Juan 5:24; Romanos 3:24, 25; 2 Corintios 5:21; 1 Juan 4:16; Apocalipsis 2:11; 20:6, 14; 21:8.
PARA MEMORIZAR:
“Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Juan 10:10).
Este trimestre ha sido un estudio sobre el Pacto, que (para reducirlo a su forma más simple y pura) es, básicamente, Dios que te dice: Así es como te salvaré del pecado, punto.
Aunque el resultado, la gran final de la promesa del Pacto, es, por supuesto, la vida eterna en un mundo renovado, no tenemos que esperar hasta recibirla para disfrutar hoy de las bendiciones del Pacto. El Señor se preocupa por nuestra vida ahora. Quiere lo mejor para nosotros ahora. El Pacto no es un trato en el que haces esto, eso y aquello, y luego, a largo plazo, obtendrás tu recompensa. Las recompensas, los dones: estas son bendiciones que quienes por fe entablan la relación de pacto pueden disfrutar aquí y ahora.
La lección de esta semana analiza algunas de estas bendiciones inmediatas, algunas de las promesas que provienen de la gracia de Dios, derramada en nuestro corazón porque, cuando oímos que llamaba, le abrimos la puerta.
Reseña de la semana: ¿Por qué deberíamos sentir gozo? ¿Sobre qué base podemos reclamar esa promesa? ¿Qué tiene el Pacto que debería librarnos del peso de la culpa? ¿Qué significa tener un corazón nuevo?
Sábado
Para cada alma la comunión con Dios es algo personal y directo. El corazón que se coloca bajo la dirección del Espíritu Santo arderá dentro del pecho con el amor de Dios. Entonces las personas se vuelven como niños confiados. Cristo no anda en busca de méritos personales. Oh, si todos quisieran acudir a él tales como son, y permitirle que él los prepare para recibirlos como suyos. El Señor desea únicamente que lo reciban a él y aprendan a llevar su yugo y a levantar sus cargas, para que el cielo pueda observar que son colaboradores de Dios. Por qué no podrá cada alma que necesita ayuda y reposo acudir al portador de cargas, para recibir luz y vida.
Cristo no podía evitar ser una fuente de luz. Su misma obra consistía en brillar… La luz significa revelación, y la luz debe brillar en medio de la oscuridad moral. Cristo lo es todo para los que lo reciben. Es su consolador, su seguridad, su salud. No hay ninguna luz aparte de Cristo. No necesita haber una nube entre el alma y Jesús… Su gran corazón de amor está anheloso de inundar el alma con los rayos brillantes de su justiciar (Exaltad a Jesús, p. 215).
¡Cuánta plenitud se expresa en estas palabras: “Yo soy la luz del mundo”. Juan 8:12. “Yo soy el pan de vida”. Juan 6:35. “Yo soy el Camino, y la Verdad, y la Vida”. Juan 14:6. “Yo soy el Buen Pastor”. Juan 10:14. “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”. Juan 10:10. Esta es la vida que debemos tener, y debemos tenerla más abundantemente. Dios dará su vida a cada alma que muera al yo, y viva para Cristo. Pero se requiere para ello un completo renunciamiento al yo. A menos que ocurra esto, seguiremos llevando con nosotros el pecado que destruye nuestra felicidad. Pero cuando se crucifica el yo, Cristo vive en nosotros, y el poder del Espíritu asiste nuestros esfuerzos… Necesitamos consagrar diariamente nuestro ser al servicio de Dios. Debemos acudir hacia Dios con fe… Necesitamos humillarnos nosotros mismos delante de Dios. Es el yo con quien primero tenemos que tratar. Hagamos una estrecha crítica del corazón. Escudriñémoslo, para descubrir qué es lo que impide el libre acceso del Espíritu Santo. Necesitamos recibir el Espíritu Santo. Entonces tendremos poder para prevalecer con Dios (Nuestra elevada vocación, p. 23).
Todo el cielo está interesado en la felicidad del hombre. Nuestro Padre celestial no cierra las avenidas del gozo a ninguna de sus criaturas… [N]o solamente los limpiará de pecado y les concederá redención por su sangre, sino que satisfará el anhelo de todos los que consientan en llevar su yugo y su carga. Es su designio dar paz y descanso a todos los que acudan a él en busca del pan de vida. Solo nos pide que cumplamos los deberes que guíen nuestros pasos a las alturas de una felicidad que los desobedientes no pueden alcanzar. La vida verdadera y gozosa del alma consiste en que se forme en ella Cristo, esperanza de gloria (El camino a Cristo, pp. 46, 47).
GOZO
“Escribimos estas cosas para que ustedes puedan participar plenamente de nuestra alegría” (1 Juan 1:4, NTV).
Observa lo que escribió Juan aquí. En pocas palabras, él expresa lo que debería ser una de las grandes ventajas que tenemos, como pueblo del Pacto: la promesa del gozo.
Como cristianos, a menudo se nos dice que no nos dejemos llevar por los sentimientos, que la fe no es un sentimiento y que tenemos que ir más allá de nuestros sentimientos. Todo esto es cierto, pero, al mismo tiempo, no seríamos seres humanos si no fuéramos criaturas con sentimientos, emociones y estados de ánimo. No podemos negar nuestros sentimientos; lo que tenemos que hacer es entenderlos, darles el papel que les corresponde y, en la medida de lo posible, mantenerlos bajo sano control. Pero negarlos es negar lo que significa ser humano (es como si a un círculo le dijésemos que no sea redondo). De hecho, como dice este versículo, no solo debemos tener sentimientos (en este caso, gozo), sino además deberíamos tener pleno gozo. No parece que tuviésemos que negar nuestros sentimientos, ¿verdad?
Lee el contexto del versículo anterior, comenzando por el versículo 1 del capítulo. ¿Qué les estaba escribiendo Juan a los primeros cristianos por lo que esperaba que se llenaran de gozo? Y ¿por qué debería darles alegría?
Juan fue uno de los Doce originales. Él estuvo allí casi desde el comienzo del ministerio de tres años y medio de Cristo; fue testigo de algunas de las cosas más asombrosas de Jesús (estuvo en la Cruz, en el Getsemaní y también en la Transfiguración). Por lo tanto, como testigo ocular, sin duda estaba sumamente capacitado para hablar sobre este tema.
Sin embargo, observa también que el énfasis no está en sí mismo, sino en lo que Jesús había hecho por los discípulos a fin de que ahora pudieran tener comunión no solo entre ellos, sino también con Dios mismo. Jesús nos ha abierto el camino para entablar esta relación cercana con el Señor; y un resultado de esta comunión, de esta relación, es el gozo. Juan quiere que sepan que lo que han oído acerca de Jesús es la verdad (él lo vio, lo tocó, lo sintió y lo escuchó), y por ende, ellos también pueden entablar una relación gozosa con su Padre celestial, quien los ama y se entregó a sí mismo, a través de su Hijo, por ellos.
■ En cierto sentido, Juan está dando su testimonio personal. ¿Cuál es tu testimonio acerca de tu relación con Jesús? ¿Qué podrías decir para ayudar a aumentar el gozo de alguien en el Señor, como Juan trató de hacerlo aquí?
Domingo
Cuando la luz del cielo resplandece sobre el instrumento humano, su rostro expresará la alegría del Señor que mora en su alma. Es la ausencia de Cristo en el alma la que hace que la gente se entristezca y albergue dudas en su mente. Es la carencia de Cristo lo que entristece el rostro y hace de la vida un peregrinaje de suspiros. La alegría es la clave de la Palabra de Dios para todos los que la reciben. ¿Por qué? Porque tienen la luz de la vida. La luz da alegría y regocijo, y este último se manifiesta en la vida y el carácter (Hijos e hijas de Dios, p. 202).
Cuando el Espíritu Santo alienta el alma, la voluntad y las facultades del hombre deben dar una respuesta a su influencia. Los que moran en Jesús serán felices, alegres y se gozarán en Dios. La amabilidad subyugada será la señal de la voz. La reverencia por las cosas espirituales y eternas se expresará en las acciones y la música. Una música alegre, resonará en los labios porque fluye del trono de Dios. Este es el misterio de la piedad, que no se explica con facilidad y, sin embargo, se siente y se disfruta. Un corazón obstinado y rebelde puede cerrar la puerta a todas las dulces influencias de la gracia de Dios y todo el gozo en el Espíritu Santo. Pero los caminos de la sabiduría son caminos de placidez y todas sus sendas son de paz. Cuanto más estrechamente unidos estemos a Cristo, más mostrarán nuestras palabras y nuestras acciones el poder subyugador y transformador de su gracia (Testimonios para la iglesia, t. 4, pp. 618, 619).
Después de sanar a la mujer, Jesús deseó que ella reconociese la bendición recibida. Los dones del evangelio no se obtienen a hurtadillas ni se disfrutan en secreto. Así también el Señor nos invita a confesar su bondad. “Vosotros pues sois mis testigos, dice Jehová, que yo soy Dios”. Isaías 43:12.
Nuestra confesión de su fidelidad es el factor escogido por el Cielo para revelar a Cristo al mundo. Debemos reconocer su gracia como fue dada a conocer por los santos de antaño; pero lo que será más eficaz es el testimonio de nuestra propia experiencia. Somos testigos de Dios mientras revelamos en nosotros mismos la obra de un poder divino. Cada persona tiene una vida distinta de todas las demás y una experiencia que difiere esencialmente de la suya. Dios desea que nuestra alabanza ascienda a él señalada por nuestra propia individualidad. Estos preciosos reconocimientos para alabanza de la gloria de su gracia, cuando son apoyados por una vida semejante a la de Cristo, tienen un poder irresistible que obra para la salvación de las almas…
El alma que responda a la gracia de Dios será como un jardín regado. Su salud brotará rápidamente; su luz saldrá en la obscuridad, y la gloria del Señor le acompañará. Recordemos, pues, la bondad del Señor, y la multitud de sus tiernas misericordias. Como el pueblo de Israel, levantemos nuestras piedras de testimonio, e inscribamos sobre ellas la preciosa historia de lo que Dios ha hecho por nosotros (El Deseado de todas las gentes, pp. 313, 314).
LIBRE DE CULPA
“Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu” (Rom. 8:1).
Una joven había sido brutalmente asesinada, y no se sabía quién era el asesino. La policía, para tenderle una trampa, colocó un micrófono oculto en la tumba. Una noche, muchos meses después de su muerte, un joven se acercó a la tumba y, arrodillado y llorando, le pidió perdón a la mujer. La policía, por supuesto, al monitorear sus palabras, lo detuvo por el crimen.
¿Qué llevó a ese hombre a la tumba? Fue la culpa, ¿qué otra cosa?Por supuesto, aunque ninguno de nosotros nunca haya hecho algo tan malo como ese joven, todos somos culpables, todos hemos hecho cosas de las que nos avergonzamos; cosas que desearíamos poder deshacer, pero que no podemos.
Gracias a Jesús y la sangre del Nuevo Pacto, ninguno de nosotros tiene que vivir bajo el estigma de la culpa. Según el texto de hoy, no hay ninguna condena en contra de nosotros. El Juez Supremo nos considera libres de culpa; nos cuenta como si no hubiéramos hecho las cosas por las que nos sentimos culpables.
¿Cómo nos ayudan estos versículos a entender Romanos 8:1? Juan 5:24; Romanos 3:24, 25; 2 Corintios 5:21.
Una de las grandes promesas de vivir en una relación de pacto con el Señor es que ya no tenemos que vivir bajo el peso de la culpa. Gracias a la sangre del Pacto, nosotros, que elegimos entablar esa relación de pacto con Dios, que elegimos cumplir con las condiciones de la fe, el arrepentimiento y la obediencia, podemos ver que se nos quita la carga de la culpabilidad. Cuando Satanás busca susurrar en nuestros oídos que somos impíos, que somos malos, que somos demasiado pecadores como para que Dios nos acepte, podemos hacer lo que hizo Jesús cuando Satanás lo tentó en el desierto: podemos citar las Escrituras, y uno de los mejores versículos para citar en estas ocasiones es Romanos 8:1. Esto no significa negar la realidad del pecado en nuestra vida; significa que gracias a la relación de pacto que tenemos con el Señor ya no vivimos bajo la condenación de ese pecado. Jesús pagó el castigo por nosotros, y ahora está en la presencia del Padre invocando su propia sangre por nosotros, presentando su justicia en lugar de nuestros pecados.
■ ¿Qué importancia tiene en tu vida el hecho de que el Señor te haya perdonado, sean cuales fueren los pecados que cometiste? Esa realidad, ¿cómo te ayuda a tratar con quienes han pecado contra ti?
Lunes
Es la voluntad de Dios limpiarnos del pecado, hacernos hijos suyos y habilitarnos para vivir una vida santa. De modo que podemos pedir a Dios estas bendiciones, creer que las recibimos y agradecerle por haberlas recibido. Es nuestro privilegio ir a Jesús para que nos limpie, y subsistir delante de la ley sin confusión ni remordimiento. “Así que ahora, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu”. Romanos 8:1.
De modo que ya no te perteneces, porque fuiste comprado por precio. “Sabiendo que fuisteis redimidos… no con cosas corruptibles, como plata y oro, sino con preciosa sangre, la de Cristo, como de un cordero sin defecto e inmaculado”. 1 Pedro 1:18, 19. Mediante este sencillo acto de creer en Dios, el Espíritu Santo engendró nueva vida en tu corazón. Eres como un niño nacido en la familia de Dios, y él te ama como a su Hijo (El camino a Cristo, pp. 51, 52).
Las ciudades de refugio destinadas al antiguo pueblo de Dios eran un símbolo del refugio proporcionado por Cristo. El mismo Salvador misericordioso que designó esas ciudades temporales de refugio proveyó por el derramamiento de su propia sangre un asilo verdadero para los transgresores de la ley de Dios, al cual pueden huír de la segunda muerte y hallar seguridad. No hay poder que pueda arrebatar de sus manos las almas que acuden a él en busca de perdón. “Ahora pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús”. “¿Quien es el que condenará? Cristo es el que murió; más aún, el que también resucitó, quien además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros”, “para que… tengamos un fortísimo consuelo, los que nos acogemos a trabarnos de la esperanza propuesta”. Romanos 8:1, 34; Hebreos 6:18 (Historia de los patriarcas y profetas, p. 553)
Israel se había tornado a Dios con profunda tristeza por su apostasía. Había hecho su confesión con lamentos. Había reconocido la justicia con que Dios le había tratado, y en un pacto se había comprometido a obedecer su ley. Ahora debía manifestar fe en sus promesas. Dios había aceptado su arrepentimiento; ahora les tocaba a ellos regocijarse en la seguridad de que sus pecados estaban perdonados y de que habían recuperado el favor divino…
Cada verdadero retorno al Señor imparte gozo permanente a la vida. Cuando el pecador cede a la influencia del Espíritu Santo, ve su propia culpabilidad y contaminación en contraste con la santidad del gran Escudriñador de los corazones. Se ve condenado como transgresor. Pero no por esto debe ceder a la desesperación, pues ya ha sido asegurado su perdón. Puede regocijarse en el conocimiento de que sus pecados están perdonados y en el amor del Padre celestial que le perdona. Es una gloria para Dios rodear a los seres humanos pecaminosos y arrepentidos con los brazos de su amor, vendar sus heridas, limpiarlos de pecado y cubrirlos con las vestiduras de salvación (Profetas y reyes, pp. 492, 493)
NUEVO PACTO Y NUEVO CORAZÓN
“Para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios” (Efe. 3:17-19).
Como muestran las lecciones anteriores de este trimestre, mediante el Nuevo Pacto el Señor instala la Ley en nuestro corazón (Jer. 31:31-33). No solo la Ley está allí; según los textos de hoy, Cristo también está. Esto, por supuesto, tiene sentido, porque Cristo y su Ley están estrechamente relacionados. Por lo tanto, al tener la Ley de Cristo en nuestro corazón, y a Cristo morando allí también (la palabra griega traducida en el texto anterior como habitar también significa “establecerse”, lo que da la idea de permanencia), llegamos a otro de los grandes beneficios del Pacto: un corazón nuevo.
¿Por qué necesitamos un corazón nuevo? ¿Qué cambios se manifestarán en aquellos que tienen un corazón nuevo?
Vuelve a leer el pasaje de hoy. Fíjate que Pablo enfatiza el elemento del amor al decir que debemos estar “arraigados y cimentados” en él. Estas palabras implican estabilidad, firmeza y permanencia en el fundamento del amor. Nuestra fe no significa nada si no está arraigada en el amor por Dios y el amor por los demás (Mat. 22:37-39; 1 Cor. 13). Este amor no se da en el vacío; al contrario, se da porque vislumbramos el amor de Dios por nosotros –un amor que “sobrepasa todo entendimiento”– manifestado a través de Jesús. Como resultado, nuestra vida cambia, el corazón cambia y nos convertimos en personas nuevas, con pensamientos nuevos, deseos nuevos y metas nuevas. La reacción al amor de Dios por nosotros es lo que cambia nuestro corazón y nos infunde amor por los demás. Quizás esto sea lo que Pablo quiere decir, al menos parcialmente, cuando habla de que estamos llenos de “toda la plenitud de Dios”.
Lee 1 Juan 4:16. ¿Cómo se relaciona este versículo con lo que Pablo escribió en Efesios 3:17 al 19?
■ Repasa los textos que hemos estudiado hoy. ¿Qué puedes hacer para permitir que se cumplan en ti las promesas de estos textos? ¿Hay cosas que necesitas cambiar, cosas que quizá te impidan experimentar “toda la plenitud de Dios” (Efe. 3:19)? Haz una lista de los cambios que necesitas hacer en tu vida. Haz una para ti y, si te sientes cómodo, haz una que puedas compartir con la clase. ¿Cómo pueden ayudarse mutuamente para realizar los cambios necesarios?
Martes
El corazón que ha probado una vez el amor de Cristo, clama continuamente por una corriente más profunda; y a medida que impartáis, recibiréis una medida más rica y abundante. Cada revelación de Dios al alma aumenta la capacidad de conocer y de amar. El continuo anhelo del corazón es: más de ti; y la respuesta del Espíritu es siempre: mucho más…
La vida de Cristo fue una vida cargada del mensaje divino del amor de Dios, y él anhelaba intensamente impartir este amor a otros en forma abundante. La compasión irradiaba de su rostro, y su conducta se caracterizaba por la gracia y la humildad, el amor y la verdad. Cada miembro de su iglesia militante debe manifestar las mismas cualidades si quiere unirse a la iglesia triunfante. El amor de Cristo es tan amplio, tan pleno de gloria, que en comparación con él todo lo que el hombre estima tan grande se desvanece en la insignificancia. Cuando obtenemos una visión de él, exclamamos: ¡Oh, la profundidad de la riqueza del amor que Dios ha derramado sobre los hombres en el don de su Hijo unigénito! (Nuestra elevada vocación, p. 366).
Cuando Cristo habla del nuevo corazón, se refiere a la mente, a la vida, al ser entero. Experimentar un cambio de corazón es apartar los afectos del mundo y fijarlos en Cristo. Tener un nuevo corazón es tener una mente nueva, nuevos propósitos, nuevos motivos. ¿Cuál es la señal de un corazón nuevo? Una vida cambiada. Se produce día tras día, hora tras hora, una muerte del orgullo y el egoísmo…
Una de las más fervientes oraciones registradas en la Palabra de Dios es la de David cuando suplicó: “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio”. La respuesta de Dios frente a una oración tal es: Te daré un corazón nuevo. Esta es una obra que ningún hombre finito puede hacer. Los hombres y mujeres deben comenzar por el principio: buscar a Dios con sumo fervor en procura de una verdadera experiencia cristiana. Deben sentir el poder creador del Espíritu Santo. Deben recibir el nuevo corazón, es decir tienen que mantenerlo dócil y tierno por la gracia del cielo. Debe limpiarse el alma del espíritu egoísta. Deben trabajar fervientemente y con humildad de corazón, acudiendo cada uno a Jesús en busca de conducción y valor. Entonces el edificio, debidamente ensamblado, crecerá hasta ser un templo santo en el Señor (La oración, pp. 263, 142, 143).
No os desaniméis porque vuestro corazón parezca duro. Todo obstáculo, todo adversario interno, solamente aumenta vuestra necesidad de Cristo. Él vino para quitar el corazón de piedra y daros un corazón de carne. Mirad a él para recibir gracia especial a fin de vencer vuestras faltas peculiares… Clamad al querido Salvador por ayuda para sacrificar todo ídolo, y para apartar de vosotros todo pecado acariciado. Que el ojo de la fe vea a Jesús intercediendo ante el trono del Padre, presentando sus manos heridas mientras ruega por vosotros. Creed que el poder os viene por medio de vuestro precioso Salvador (La edificación del carácter, pp. 89, 90).
EL NUEVO PACTO Y LA VIDA ETERNA
“Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente” (Juan 11:25, 26).
Hay dos dimensiones en la vida eterna. La dimensión presente otorga al creyente la experiencia de la vida abundante ahora (Juan 10:10), que incluye las muchas promesas que se nos han dado para nuestra vida ahora.
La dimensión futura es, por supuesto, la vida eterna: la promesa de la resurrección (Juan 5:28, 29; 6:39). Aunque todavía está en el futuro, ese es el único suceso que hace que todo lo demás valga la pena, el único acontecimiento que corona todas nuestras esperanzas como cristianos.
Estudia el versículo de hoy. ¿Qué está queriendo decir Jesús aquí? ¿Dónde se encuentra la vida eterna? ¿Cómo entendemos sus palabras de que quienes viven y creen en él, incluso si mueren, nunca morirán? (Ver Apoc. 2:11; 20:6, 14; 21:8.)
Por supuesto, todos morimos; pero, según Jesús, esta muerte es solo un sueño, una pausa temporal, que para quienes creen en él culminará en la resurrección de vida eterna. Cuando Cristo regrese, los muertos en Cristo resucitarán inmortales, y los seguidores vivos de Cristo serán transformados en un abrir y cerrar de ojos a la inmortalidad. Tanto los muertos como los vivos en Cristo poseerán el mismo tipo de cuerpo resucitado. La inmortalidad comienza en ese momento para el pueblo de Dios.
Qué gran alegría es saber ahora que nuestro fin no está en la tumba, sino que no hay fin, que tendremos una nueva vida que durará para siempre.
“Cristo se hizo una carne con nosotros, para que pudiésemos ser un espíritu con él. En virtud de esta unión hemos de salir de la tumba; no meramente como una manifestación del poder de Cristo, sino porque, a través de la fe, su vida ha llegado a ser nuestra. Los que ven a Cristo en su verdadero carácter y lo reciben en el corazón, tienen vida eterna. Por medio del Espíritu es como Cristo mora en nosotros; y el Espíritu de Dios, recibido en el corazón por la fe, es el principio de la vida eterna” (DTG 352).
■ ¿De qué manera podemos disfrutar ahora de los beneficios de la vida eterna? En otras palabras, esta promesa ¿qué hace en favor de nosotros en este momento? Escribe algunos de los beneficios que esta promesa de vida eterna te brinda personalmente en tu vida diaria. ¿Cómo podrías adueñarte de esta esperanza y promesa y compartirla con alguien que tal vez está luchando con el dolor por la muerte de un ser querido?
Miércoles
Para el cristiano, la muerte es tan solo un sueño, un momento de silencio y tinieblas. La vida está oculta con Cristo en Dios y “cuando Cristo, vuestra vida, se manifestare, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria”. Colosenses 3:4.
La voz que clamó desde la cruz: “Consumado es”, fue oída entre los muertos. Atravesó las paredes de los sepulcros y ordenó a los que dormían que se levantasen. Así sucederá cuando la voz de Cristo sea oída desde el cielo. Esa voz penetrará en las tumbas y abrirá los sepulcros, y los muertos en Cristo resucitarán. En ocasión de la resurrección de Cristo, unas pocas tumbas fueron abiertas; pero en su segunda venida, todos los preciosos muertos oirán su voz y surgirán a una vida gloriosa e inmortal. El mismo poder que resucitó a Cristo de los muertos resucitará a su iglesia y la glorificará con él, por encima de todos los principados y potestades, por encima de todo nombre que se nombra, no solamente en este mundo, sino también en el mundo venidero (El Deseado de todas las gentes, p. 731).
Cristo es la vida. El que pasó por la muerte para destruir a aquel que tiene el imperio de la muerte es la fuente de toda vitalidad. Hay bálsamo en Galaad, y médico allí. Cristo soportó una muerte atroz bajo las circunstancias más humillantes, a fin de que tuviésemos vida. dio su preciosa vida para vencer la muerte. Pero se levantó de la tumba, y las miríadas de los ángeles que vinieron a contemplarle mientras recuperaba la vida que había depuesto, oyeron sus palabras de gozo triunfante cuando, de pie sobre la tumba abierta de José, proclamó: “Yo soy la resurrección y la vida” (La fe por la cual vivo, p. 53).
Cuando hayamos nacido de lo alto, habrá en nosotros el mismo sentir que hubo en Jesús, el sentir que le indujo a humillarse a fin de que pudiésemos ser salvos. Entonces no buscaremos el puesto más elevado. Desearemos sentarnos a los pies de Jesús y aprender de él. Comprenderemos que el valor de nuestra obra no consiste en hacer ostentación y ruido en el mundo, ni en ser activos y celosos en nuestra propia fuerza. El valor de nuestra obra está en proporción con el impartimiento del Espíritu Santo. La confianza en Dios trae otras santas cualidades mentales, de manera que en la paciencia podemos poseer nuestras almas…
A medida que entramos por Jesús en el descanso, empezamos aquí a disfrutar del cielo. Respondemos a su invitación: Venid, aprended de mí, y al venir así comenzamos la vida eterna. El cielo consiste en acercarse incesantemente a Dios por Cristo. Cuanto más tiempo estemos en el cielo de la felicidad, tanto más de la gloria se abrirá ante nosotros; y cuanto más conozcamos a Dios, tanto más intensa será nuestra felicidad. A medida que andamos con Jesús en esta vida, podemos estar llenos de su amor, satisfechos con su presencia (El Deseado de todas las gentes, pp. 298, 299).
NUEVO PACTO Y MISIÓN
“Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mat. 28:19, 20).
En todo el mundo, la gente a menudo lucha con lo que el escritor sudafricano Laurens Van Der Post llamó “la carga del sinsentido”. La gente se encuentra con el don de la vida, pero no sabe qué hacer con él; no sabe cuál es el propósito de este don y no sabe cómo usarlo. Es como dar a alguien una biblioteca llena de libros raros, solo para que la persona, en vez de leer los libros, los use para hacer fogatas. ¡Qué terrible desperdicio de algo tan precioso!
No obstante, el cristiano del Nuevo Pacto no tiene que bregar con ese problema. Al contrario, quienes conocen (y han experimentado personalmente) la maravillosa noticia de un Salvador crucificado y resucitado, que murió por los pecados de cada ser humano en todas partes con la intención de que todos pudieran tener vida eterna, conocen el gozo. Al considerar el inequívoco llamado de Mateo 28:19 y 20, el creyente indudablemente tiene una misión y un propósito en la vida, y es difundir al mundo la maravillosa verdad que ha experimentado personalmente en Cristo Jesús. ¡Qué privilegio! Casi todo lo que hacemos en este mundo se acabará cuando este mundo termine. Pero difundir el evangelio a otros es una obra que dejará una huella en la Eternidad. ¡A propósito de sentido de misión...!
Analiza los versículos de hoy en sus diversos elementos. ¿Cuáles son las cosas específicas que Jesús nos dice que hagamos y qué implica cada una? ¿Qué promesa tenemos que nos dé la fe y el valor para hacer lo que Cristo manda?
■ Como cristianos del Nuevo Pacto, el Señor mismo nos ha dado un mandato claro. Más allá de quiénes somos, de nuestra posición en la vida, de nuestros límites, todos podemos desempeñar un papel. ¿Has estado haciendo algo? ¿Puedes hacer más? ¿Qué pueden hacer juntos, como clase, para tener un papel más importante en esta obra?
Jueves
No puede haber cosa tal como una vida estrecha para toda alma relacionada con Cristo. Los que aman a Jesús con mente, alma y corazón, y a su prójimo como a sí mismos, tienen un amplio campo para usar su habilidad e influencia. Ningún talento debe usarse para la complacencia propia. El yo debe morir y nuestras vidas deben estar escondidas con Cristo en Dios…
El Señor quisiera que avaluáramos nuestras almas según la estimación —hasta donde lo comprendamos— que Cristo les asignó… Jesús murió para poder redimir al hombre de la ruina eterna. Debemos, pues, considerarnos como una propiedad adquirida. “No sois vuestros”. “Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios”. 1 Corintios 6:19, 20. Todas las facultades de la mente, del alma y del cuerpo son del Señor. Nuestro tiempo le pertenece. Debemos ponernos en las mejores condiciones posibles para hacer su servicio, manteniéndonos constantemente en relación con Cristo y considerando diariamente el costoso sacrificio hecho por nosotros para que fuéramos hechos justicia de Dios en él (En los lugares celestiales, p. 62).
Cada momento de nuestra vida es intensamente real. La vida no es un juego; está llena de solemne importancia, cargada de responsabilidades eternas. Cuando consideremos la vida desde este punto de vista, nos daremos cuenta de nuestra necesidad de ayuda divina. Sentiremos vigorosamente la convicción de que una vida sin Cristo será una vida de completo fracaso; pero si Jesús habita en nosotros, viviremos para un propósito. Entonces comprenderemos que sin el poder de la gracia y el Espíritu de Dios, no podemos alcanzar la elevada norma que él ha colocado delante de nosotros. Hay una divina excelencia de carácter que hemos de alcanzar; y al esforzarnos por llegar a la norma del cielo, los incentivos divinos nos impelerán hacia adelante, la mente se equilibrará y la intranquilidad del alma se desvanecerá en el reposo en Cristo (A fin de conocerle, p. 85).
Una persona verdaderamente convertida está tan llena del amor de Dios, que anhela comunicar a otros el gozo que posee. El Señor desea que su iglesia manifieste al mundo los esplendores de la santidad y que demuestre el poder de la religión cristiana. El cielo se ha de reflejar en el carácter del cristiano. El cántico de agradecimiento y alabanza debe ser oído por aquellos que están en las tinieblas. Esforzándonos por hacer bien a otros, hemos de expresar nuestra gratitud por las buenas nuevas del evangelio, por las promesas que encierra y las seguridades que nos da…
El deber y deleite de todo servicio es elevar a Cristo delante de la gente. Esta es la finalidad de todo trabajo genuino. Dejad que aparezca Cristo; dejad que el yo se oculte detrás de él. Esta es una abnegación digna que Dios acepta.
En todo nuestro derredor se abren puertas para servir. Debemos llegar a conocer a nuestros vecinos y esforzarnos por atraerlos a Cristo. Cuando obremos así, tendremos la aprobación y colaboración de él (A Call to Medical Evangelism and Health Education, pp. 26, 27; en Testimonios para la iglesia, t. 9, pp. 25, 118, 137).
PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:
Lee Elena de White, El conflicto de los siglos, “La liberación del pueblo de Dios”, pp. 693-710; El camino a Cristo, “La fuente de regocijo y felicidad”, pp. 98-108.
“El santo Hijo de Dios no tenía pecados ni pesares propios que cargar: cargaba con las aflicciones de los demás; porque sobre él recayó la iniquidad de todos nosotros. Mediante la simpatía divina él se conecta con el hombre y, como Representante de la raza, se somete a que lo traten como transgresor. Él contempla el abismo de aflicción que nuestros pecados abrieron para nosotros y propone tender un puente a través de la separación del hombre con Dios” (E. G. de White, Bible Echo and Signs of the Times, 1º de agosto de 1892).
“Hermano mío, venga tal como es, lleno de mancha y pecado. Ponga su carga de culpabilidad sobre Jesús y por fe reclame sus méritos. Acérquese ahora, mientras dura la gracia; venga confesando, venga con alma contrita, y Dios será amplio en perdonar. No se atreva a desperdiciar otra oportunidad. Escuche la voz misericordiosa que en estos momentos le ruega levantarse de los muertos para que Cristo le brinde luz. Parece ser que ahora cada instante se vincula directamente con los destinos del mundo invisible. Entonces, no permita que su orgullo e incredulidad lo hagan rechazar aún más la misericordia ofrecida. Si lo hace, lo lamentará al final diciendo: ‘Pasó la siega, terminó el verano, y nosotros no hemos sido salvos’ (Jer. 8:20)” (TI 5:332).
PREGUNTAS PARA DIALOGAR:
1. Francisco José Moreno escribió: “Nos vemos en relación con el cosmos, y somos conscientes de nuestra ignorancia e impotencia final; de allí nuestra inseguridad. Como resultado, sentimos temor” (Between Faith and Reason: Basic Fear and the Human Condition, p. 7). Compara esta declaración con lo que estudiamos esta semana en Efesios 3:17 al 19. Analiza las diferencias entre los dos sentimientos.
2. Dios nos promete gozo como creyentes en Jesús. El gozo ¿es lo mismo que la felicidad? ¿Deberíamos estar siempre felices? Si no es así, ¿acaso tendrá algo de malo nuestra experiencia cristiana? ¿Qué puede revelar la vida de Jesús que nos ayude a entender las respuestas a estas preguntas?
3. Analiza más a fondo esta idea de estar llenos de “toda la plenitud de Dios” (Efe. 3:19). ¿Qué significa eso? ¿Cómo podemos experimentar esto en nuestra vida?
Resumen: El Pacto no es solo un concepto teológico profundo. Este define los parámetros de nuestra relación salvífica con Cristo, una relación que nos reporta maravillosos beneficios ahora y en su Venida.
Viernes
Mi vida hoy, 18 de octubre, “Vida abundante en Cristo”, p. 304;
Hijos e hijas de Dios, 3 de abril, “Dios promete un nuevo corazón”, p. 102.
"LA PROMESA: EL PACTO ETERNO CON DIOS"
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Dios lo bendiga!!!
Lección 13
EL SÁBADO ENSEÑARÉ...
Texto clave: Juan 10:10
Parte I: RESEÑA
El Pacto entre Dios y la humanidad va más allá del dogma religioso y la doctrina únicamente; más bien, define nuestra relación con el Cielo. Al aceptar el Pacto, abrimos nuestra vida al amor de Dios y su promesa de salvación.
Parte II: COMENTARIO
El pintor Willem de Kooning, que vivía en la ciudad de Nueva York, pasó un tiempo en la zona rural de Carolina del Norte, y una noche él y su esposa salieron de una fiesta a caminar afuera. El cielo estaba despejado; las estrellas titilaban. “Era un espectáculo que nunca se veía en la ciudad, donde el reflejo de las luces apagaba las estrellas y solo una porción del cielo era visible desde una ventana del altillo. ‘Volvamos a la fiesta’, dijo de repente De Kooning: ‘El universo me pone los pelos de punta’ ”.
¿Los pelos de punta?
¡Claro!, un lugar medido en años luz por seres como nosotros, que medimos en metros y pulgadas, resultaría espeluznante. Y además, inclinados durante milenios en el centro del universo (o eso pensamos), solo para ser ignominiosamente exiliados a las márgenes de una galaxia entre billones; ¡nuestro ego ha recibido un golpe!
David Hume se lamentaba: “La vida de un hombre no es de mayor importancia para el universo que la de una ostra”.
En realidad, eso depende del universo… En un mundo sin sentido, sin propósito y sin Dios, tal vez sería un argumento válido (aunque, seamos honestos, ¿una ostra?). Pero no en el universo que la Escritura describe así: “Y despertando José del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado, y recibió a su mujer. Pero no la conoció hasta que dio a luz a su hijo primogénito; y le puso por nombre JESÚS” (Mat. 1:24, 25). La humanidad es tan importante que el Dios que creó el universo se convirtió en parte misma de ella. (En comparación con lo que costó hacer el universo de la nada, llegar a ser parte de él sería fácil). Aquel cuya creación se mide en años luz, se redujo a Alguien medido en metros y pulgadas, y tiempo.
Willem de Kooning, limitado por las leyes de la naturaleza, no pudo transformarse en una de sus creaciones. Pero Dios, que no está limitado por esas leyes, pudo transformarse, y lo hizo, y así llegó a ser Jesús de Nazaret. El Creador se transformó en una persona, un ser humano, uniéndose así a nosotros con lazos que nunca se romperán.
Lo que Cristo hizo al venir y morir fue para que nosotros tengamos la promesa de la vida eterna; esta es toda la esencia de la promesa del Pacto. La vida eterna es nuestra no por obras, sino por gracia, que llega a ser nuestra por fe.
Y la fe, como la rueda de un carro, nos lleva a los portales de la gracia. Creer en Cristo significa creer que la muerte de Cristo posee la omnipotencia para erradicar todos los pecados pasados. Esto se llama justificación por la fe. Creer en Cristo también significa creer que el Paráclito (el Consolador cósmico), a través del sacerdocio de Cristo, puede impartir gracia omnipresente para superar las deficiencias de nuestro carácter. A esto se le llama santificación por la fe. Además, creer en Cristo significa confiar en su omnisciencia. Implica apoyar toda nuestra personalidad sobre la mente y el corazón impecables y transformadores de la Resurrección y la Vida. Sí, somos salvos por gracia, pero la fe es el viaje en autobús que nos transporta al sitio de la gracia.
El Nuevo Pacto y la vida eterna
“A lo largo y ancho de todo el NT estas buenas nuevas de la resurrección son algo más que datos interesantes sobre el futuro. Transforman la vida del presente al revestirla con significado y esperanza. Debido a que confían en la certeza de su destino, los cristianos ya viven una nueva clase de vida. Los que viven en la esperanza de compartir la gloria de Dios son transformados en personas diferentes. Pueden, incluso, regocijarse en el sufrimiento, porque sus vidas están motivadas por la esperanza” (J. C. Brunt, “Resurrección y glorificación”, en Tratado de teología adventista del séptimo día, t. 9, p. 396).
Nuevo Pacto y misión
“El enfoque final de toda la profecía bíblica y de la historia de la salvación es el establecimiento del Reino de Dios en la Tierra. Las Escrituras comienzan con el paraíso creado por Dios y perdido (Gén. 1-3), y termina en el NT con el paraíso restaurado (Apoc. 21; 22). La elección de Israel como el elegido pueblo de Dios del Pacto no fue un fin en sí misma, sino el camino señalado por Dios para establecer una señal visible ante las naciones de la justicia y la paz del venidero Reino de Dios.
“Jesucristo enseñó al pueblo del Nuevo Pacto, su iglesia, a orar: ‘Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra’ (Mat. 6:10). De esa manera el mensaje del evangelio apostólico recibió su perspectiva apocalíptica en continuidad fundamental con el Pacto de Dios con el antiguo Israel” (H. K. LaRondelle, “Remanente y mensajes de los tres ángeles”, en Tratado de teología adventista del séptimo día, t. 9, p. 964).
Parte III: APLICACIÓN A LA VIDA
Para reflexionar: Al hojear un libro de frases, quizá notes que las citas más fascinantes muchas veces son las que formula la gente en su lecho de muerte. Las últimas palabras de un famoso ateo fueron: “¡A punto de dar un terrible salto hacia la oscuridad!” Todos los pactos de Dios, todas sus promesas, están vinculadas a un simple deseo: él quiere salvarnos del pecado. Con el final de la vida llega el veredicto de nuestra relación de pacto.
- Un pastor dijo: “Creo en las confesiones en el lecho de muerte. Sé que Dios las acepta, pero debo admitir que me ponen un poco nervioso. No puedo evitar preguntarme si la confesión es totalmente auténtica”. Es natural especular sobre los motivos de los demás. ¿Cómo ve Dios al pecador que se acerca pidiendo salvación? El hecho de que Dios conozca el futuro ¿cómo afecta su respuesta?
- Entablar una relación de pacto con Dios nos limpia de culpa y remordimiento. También nos llena de gozo. Imagínate lo que sucederá en las cortes celestiales cuando des el primer paso hacia la eternidad en el cielo. ¿Qué crees que podría decir tu ángel de la guarda? En el esquema celestial de las cosas, el hecho de entablar una relación de pacto con Dios ¿cómo afecta tu acceso a la vida eterna?
- Dos ladrones pendían a cada lado de Jesús en la cruz. Uno se burló de él; el otro pidió salvación. ¿Con qué confianza puede una persona reclamar la promesa de Dios después de años de haberse apartado de él? Observa que Jesús no se dirigió al ladrón hasta que el ladrón le habló. ¿Qué dice esto sobre el papel del Espíritu Santo? ¿Cómo nos ayuda esto a comprender que podemos pedir la salvación sin importar cuán desesperados pensamos que podemos estar? El ladrón vivió poco tiempo después de aceptar a Cristo. Sin embargo, ¿qué impacto puede tener su vida como cristiano en los demás? Entablar una relación de pacto con Dios ¿cómo afecta nuestra respuesta a las misiones y la evangelización?
- Alguien describió la salvación del ladrón en la undécima hora como “literalmente una irrupción en el Paraíso”. ¿Hay algunos que tratan de sacar ventaja de la gracia de Dios esperando aceptar a Cristo después de haber vivido como les dio la gana, como lo hizo el ladrón? Explica. ¿Cómo convencerías a una persona de la importancia de aceptar a Cristo ahora, en lugar de esperar hasta la hora undécima?
- Ambrosio, uno de los primeros predicadores cristianos, dijo: “¡Cuánto más rica fue la gracia de Cristo que la oración del malhechor!” ¿Por qué a veces cuestionamos nuestro cristianismo cuando hay más que suficiente de la gracia de Dios para compensar todos nuestros pecados? ¿Por qué ser cristiano es más que reclamar el título? Ser cristiano ¿significa que serás salvo? Explica. ¿Qué versículos podrías citar para confirmar tu salvación?
- Muchos se pasan la vida buscando la felicidad, que suele ser bastante difícil de alcanzar. El gozo, fruto del Espíritu, es algo que debemos anhelar. ¿Cuál es la diferencia entre la felicidad y el gozo? El gozo, como la felicidad, ¿es algo que presumiblemente podemos lograr? ¿O es algo que recibimos, como la salvación? Explica.
- Somos capaces de hacer muchas cosas que merecen sentimientos de culpa. Dios, a través de Cristo, nos ofrece una manera de escapar de esa culpa. Esto ¿necesariamente significa que podemos, o debemos, dejar de sentirnos culpables? ¿Es una irresponsabilidad dejar de sentirnos culpables? Explica.
- A menudo escuchamos la expresión: “Deja que la conciencia sea tu guía”. Tu conciencia ¿es idéntica al corazón nuevo que Dios promete en varios lugares de la Biblia? ¿Es realmente una guía tan confiable?
- Jesús nos promete vida eterna mediante la fe en él. ¿Por qué es deseable la vida eterna? ¿Significa algo más que simplemente vivir un día tras otro, sin un final a la vista? ¿Cuán cualitativamente diferente de nuestra existencia actual crees que será la vida eterna con Cristo?
- Nuestra tarea actual como cristianos es difundir las buenas nuevas de Cristo al mundo. ¿Significa esto que todos los cristianos deben tener la personalidad de vendedores persuasivos? ¿Por qué? ¿Cómo puede Cristo usar todo el espectro de personalidades y talentos para llevar su mensaje a quienes lo necesitan?
"LA PROMESA: EL PACTO ETERNO CON DIOS"
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