Lección de Escuela Sabática de Adultos 2do Trimestre 2021, Escuela Sabática Adultos 2do Trimestre 2021, Lección 2do Trimestre 2021,
Lección 1: Para el 3 de abril de 2021
¿QUÉ OCURRIÓ?
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Salmo 100:3; Hechos 17:26; Génesis 2:7, 18–25; 1:28, 29; 3:15.
PARA MEMORIZAR:
“Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza [...]. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó” (Gén. 1:26, 27).
El relato bíblico de la creación de la humanidad está lleno de esperanza, felicidad y perfección. Cada día de la Creación terminaba con el pronunciamiento divino de que era “bueno”. Desde luego, eso no incluía tifones, terremotos, hambrunas ni enfermedades. ¿Qué ocurrió?
El sexto día de la Creación terminó con el pronunciamiento divino de que era “bueno en gran manera”. Es que ese día el Señor creó seres a su propia imagen: los seres humanos. Por supuesto, estos seres eran perfectos en todo sentido. Al fin y al cabo, la humanidad fue hecha a imagen de Dios. No había asesinos, ladrones, mentirosos, estafadores ni viles en sus filas.
La lección de esta semana analiza la Creación, lo que Dios hizo originalmente y luego lo que sucedió con esa Creación perfecta. Finalmente, aborda el tema del trimestre: qué está haciendo Dios con el fin de que todo vuelva a ser como al principio.
Reseña de la semana: ¿Qué enseña la Biblia sobre los orígenes? ¿Qué clase de relación quería tener Dios con la humanidad? ¿Cuál era el propósito del árbol del conocimiento del bien y del mal? ¿Qué esperanza se les dio a Adán y a Eva inmediatamente después de la Caída?
Sábado
Después de crear la tierra y los animales que la habitaban, el Padre y el Hijo llevaron adelante su propósito, ya concebido antes de la caída de Satanás, de crear al hombre a su propia imagen. Habían actuado juntos en ocasión de la creación de la tierra y de todos los seres vivientes que había en ella. Entonces Dios dijo a su Hijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen”. Cuando Adán salió de las manos de su Creador era de noble talla y hermosamente simétrico. Era bien proporcionado y su estatura era un poco más del doble de la de los hombres que hoy habitan la tierra. Sus facciones eran perfectas y hermosas. Su tez no era blanca ni pálida, sino sonrosada, y resplandecía con el exquisito matiz de la salud. Eva no era tan alta como Adán. Su cabeza se alzaba algo más arriba de los hombros de él. También era de noble aspecto, perfecta en simetría y muy hermosa (La historia de la redención, pp. 20, 21).
Adán fue rodeado de todo lo que su corazón pudiera desear. Toda necesidad era suplida. No había pecado ni indicios de decadencia en el glorioso Edén. Los ángeles de Dios conversaban libre y amablemente con la santa pareja. Los felices cantores emitían sus gozosos trinos de alabanza a su Creador. Los animales apacibles, en su feliz inocencia, jugaban en derredor de Adán y Eva, obedientes a su palabra. En la perfección de su virilidad, Adán era la obra más noble del Creador.
Ni una sombra intervenía entre ellos y su Creador. Conocían a Dios como su Padre benéfico, y en todo se conformaba su voluntad con la de Dios. El carácter de Dios se reflejaba en el de Adán. Su gloria se revelaba en todo objeto de la naturaleza (El hogar cristiano, p. 22).
La ley de Dios, por su naturaleza misma, es inmutable. Es una revelación de la voluntad y del carácter de su Autor. Dios es amor, y su ley es amor. Sus dos grandes principios son el amor a Dios y al hombre…
Al principio el hombre fue creado a la imagen de Dios. Estaba en perfecta armonía con la naturaleza y la ley de Dios; los principios de justicia estaban grabados en su corazón. Pero el pecado le separó de su Hacedor. Ya no reflejaba más la imagen divina. Su corazón estaba en guerra con los principios de la ley de Dios. “La intención de la carne es enemistad contra Dios, porque no se sujeta a la ley de Dios, ni tampoco puede”. Romanos 8:7. Mas “de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito”, para que el hombre fuese reconciliado con Dios. Por los méritos de Cristo puede restablecerse la armonía entre el hombre y su Creador. Su corazón debe ser renovado por la gracia divina; debe recibir nueva vida de lo alto. Este cambio es el nuevo nacimiento, sin el cual, según expuso Jesús, nadie “puede ver el reino de Dios” (El conflicto de los siglos, pp. 461, 462).
TORTUGAS HASTA EL FONDO...
“En el principio creó Dios los cielos y la tierra” (Gén. 1:1).
El tema más crucial de la existencia humana es la naturaleza del Universo mismo. ¿Qué es este mundo en el que nos encontramos sin haberlo elegido? ¿Por qué estamos aquí? ¿Cómo llegamos aquí? Y ¿hacia dónde nos dirigimos todos finalmente?
Estas son las preguntas más básicas y fundamentales que la gente podría hacerse, porque entender quiénes somos y cómo llegamos aquí afectará nuestra comprensión de cómo vivimos y cómo actuamos mientras estemos aquí.
Busca los siguientes versículos: Génesis 1:1; Salmo 100:3; Isaías 40:28; Hechos 17:26; Efesios 3:9; Hebreos 1:2, 10. ¿Cómo responde cada uno, a su manera, algunas de las preguntas anteriores? ¿Cuál es el punto en común en todos ellos?
Lo interesante de Génesis 1:1 (e incluso de los demás versículos) es que el Señor no intenta probar que él es el Creador. No hay elaboración de argumentos para demostrarlo. Él se expresa de manera simple y clara, sin ningún intento de justificarlo, explicarlo ni probarlo. O lo aceptamos por fe o no lo aceptamos. De hecho, la fe es la única forma en que podemos aceptar la idea, por una sencilla razón: ninguno de nosotros estaba allí para ver el proceso de Creación en sí. Obviamente, habría sido una imposibilidad lógica para nosotros haber estado allí, en nuestra propia creación. Incluso los secularistas, independientemente de su punto de vista sobre los orígenes, tienen que adoptar ese enfoque con fe por la misma razón que nosotros, como creacionistas: ninguno de nosotros estuvo allí para ver el evento.
■ Sin embargo, aunque Dios nos haya pedido que creamos en él como Creador, no nos pide que creamos sin darnos buenas razones para hacerlo. Sabiendo que se requiere una cierta cantidad de fe en casi todo lo que creemos, escribe las razones por las que tiene sentido confiar en que estamos aquí porque un Creador nos colocó aquí con un propósito, en vez de pensar que nuestros orígenes están enraizados en nada más que la pura casualidad o el azar.
Domingo
Los mayores intelectos humanos no pueden comprender los misterios de Jehová que se revelan en la naturaleza. La inspiración divina hace muchas preguntas que no puede contestar el erudito más profundo. Estas preguntas no fueron hechas para que las pudiésemos contestar, sino para llamar nuestra atención a los profundos misterios de Dios y enseñamos que nuestra sabiduría es limitada, que en lo que rodea nuestra vida diaria hay muchas cosas que superan la comprensión de las mentes finitas y que el juicio y el propósito de Dios son inescrutables. Su sabiduría es también insondable.
Los escépticos se niegan a creer en Dios porque sus mentes finitas no pueden comprender el poder infinito por medio del cual él se revela a los hombres. Pero se le ha de reconocer más por lo que no revela de sí mismo que por lo que está abierto a nuestra comprensión limitada. Tanto en la revelación divina como en la naturaleza, Dios nos ha dejado misterios que exigen fe. Así debe ser. Podemos escudriñar siempre, averiguar de continuo, aprender constantemente, y, sin embargo, quedará por delante lo infinito (Testimonios para la iglesia, t. 8, p. 272).
Tenía el alto privilegio de relacionarse íntimamente, cara a cara, con su Hacedor. Si hubiese permanecido leal a Dios, todo esto le hubiera pertenecido para siempre. A través de los siglos eternos, hubiera seguido adquiriendo nuevos tesoros de conocimiento, descubriendo nuevos manantiales de felicidad y obteniendo conceptos cada vez más claros de la sabiduría, del poder y del amor de Dios…
Pero por su desobediencia perdió todo esto. El pecado mancilló y casi borró la semejanza divina. Las facultades físicas del hombre se debilitaron, su capacidad mental disminuyó, su visión espiritual se oscureció. Quedó sujeto a la muerte. No obstante, la especie humana no fue dejada sin esperanza. Con infinito amor y misericordia había sido trazado el plan de salvación y se le otorgaba una vida de prueba. La obra de la redención debía restaurar en el hombre la imagen de su Hacedor, hacerle volver a la perfección con que había sido creado, promover el desarrollo del cuerpo, la mente y el alma, a fin de que se llevase a cabo el propósito divino de su creación. Este es el objeto de la educación, el gran objeto de la vida.
Honrar a Cristo, asemejarse a él, es la ambición superior de la vida, y su mayor gozo (The Faith I Live By, p. 166; parcialmente en La fe por la cual vivo, p. 168).
Todos los sistemas de filosofía ideados por el hombre han conducido a la confusión y a la vergüenza cuando no se ha reconocido y honrado a Dios. Perder la fe en Dios es terrible. La prosperidad no puede ser una gran bendición para las naciones y los individuos, una vez que se pierde la fe en su Palabra. Nada es realmente grande sino solo lo que es eterno en sus tendencias…
Aquel cuya alma está llena del Espíritu de Dios aprenderá la lección de una fe confiada. Toma la Palabra escrita como su consejero y guía, y hallará en la ciencia una ayuda para comprender a Dios (Mensajes selectos, t. 3, p. 355).
A IMAGEN DEL CREADOR (GÉN. 1:27)
La Biblia declara que Dios creó a la humanidad, hombre y mujer, “a su imagen” (Gén. 1:27). Sobre esta base, responde las siguientes preguntas:
1. ¿Qué significa que Dios nos haya creado a su imagen? ¿En qué medida somos “a su imagen”?
2. Según el relato del Génesis, ¿creó el Señor algo más “a su imagen”, aparte de la humanidad? ¿Qué nos dice eso sobre nuestra condición singular, en contraste con el resto de la Creación en el planeta Tierra?
3. ¿Qué más se puede encontrar en el relato de la Creación de la humanidad que distingue a la raza humana de cualquier otra creación divina? Ver Génesis 2:7 y 18 al 25.
Todo lo que podemos decir es que en nuestra naturaleza física, mental y espiritual reflejamos de alguna manera a nuestro Creador divino; aunque todavía hay mucho de él que, al menos para nosotros, esté envuelto en misterio. Sin embargo, la Biblia enfatiza los aspectos espirituales y psíquicos de nuestra personalidad. Estos aspectos los podemos desarrollar y mejorar. Es la singularidad de la mente humana lo que hace posible una relación sustanciosa con Dios; algo que el resto de la Creación terrenal de Dios, al parecer, no puede hacer.
Observa también el relato peculiar de cómo Dios creó a la mujer. Tanto hombres como mujeres comparten el increíble privilegio de ser creados a la imagen de Dios. En su creación, no hay indicios de inferioridad de uno ni del otro. Dios mismo hizo a ambos de la misma sustancia. Dios hizo a ambos iguales desde el principio, y los puso juntos en una relación especial con él. Ambos tuvieron la misma oportunidad de desarrollar el carácter.
“Dios mismo dio a Adán una compañera. Le proveyó de una ‘ayuda idónea para él’ –alguien que realmente le correspondía–, una persona digna y apropiada para ser su compañera y que podría ser una sola cosa con él en amor y simpatía. Eva fue creada de una costilla tomada del costado de Adán, para significar que ella no debía dominarlo como cabeza, ni tampoco debía ser humillada y hollada bajo sus pies como un ser inferior, sino que más bien debía estar a su lado como su igual, para ser amada y protegida por él” (PR 26, 27).
Lunes
En la creación del hombre resulta manifiesta la intervención de un Dios personal. Cuando Dios hubo hecho al hombre a su imagen, el cuerpo humano quedó perfecto en su forma y organización, pero estaba aún sin vida. Después, el Dios personal y existente de por sí infundió en aquella forma el soplo de vida, y el hombre vino a ser criatura viva e inteligente. Todas las partes del organismo humano fueron puestas en acción. El corazón, las arterias, las venas, la lengua, las manos, los pies, los sentidos, las facultades del espíritu, todo ello empezó a funcionar, y todo quedó sometido a una ley. El hombre fue hecho alma viviente. Por medio de Cristo el Verbo, el Dios personal creó al hombre, y lo dotó de inteligencia y de facultades…
Sobre todos los órdenes inferiores de los seres, Dios dispuso que el hombre, corona de su creación, expresara el pensamiento divino y revelara la gloria de Dios. Pero no por ello tiene el hombre que enaltecerse como Dios (El ministerio de curación, pp. 322, 323).
Adán fue coronado rey en el Edén. A él se le dio dominio sobre toda cosa viviente que Dios había creado. El Señor bendijo a Adán y a Eva con una inteligencia que no le había dado a ninguna otra criatura. Hizo de Adán el legítimo soberano sobre todas las obras de sus manos.
Creados para ser la “imagen y gloria de Dios” (1 Corintios 11:7), Adán y Eva habían recibido capacidades dignas de su elevado destino… Todas las facultades de la mente y el alma reflejaban la gloria del Creador. Adán y Eva, dotados de dones mentales y espirituales superiores, fueron creados en una condición “un poco inferior a los ángeles”. Hebreos 2:7 (La maravillosa gracia de Dios, p. 40).
Todo el mundo natural está destinado a ser intérprete de las cosas de Dios. Para Adán y Eva en su hogar del Edén, la naturaleza estaba llena del conocimiento de Dios, rebosante de instrucción divina. Para sus oídos atentos, hacía repercutir la voz de la sabiduría. La sabiduría hablaba al ojo y era recibida en el corazón; porque ellos comulgaban con Dios en sus obras creadas (Consejos para los maestros, p. 178).
En la parábola del Salvador, aunque la dracma perdida estaba en el polvo y la basura, no dejaba de ser una moneda de plata. Su dueña la buscó porque tenía valor. Así también toda alma, por degradada que esté por el pecado, es preciosa a la vista de Dios. Como la moneda llevaba la imagen y la inscripción del monarca reinante, así también el hombre cuando fue creado recibió la imagen y la inscripción de Dios. Aunque empañada y deteriorada por el pecado, el alma humana guarda aún vestigios de dicha inscripción. Dios desea recuperar esta alma, y estampar nuevamente en ella su propia imagen en justicia y santidad (El ministerio de curación, p. 120).
DIOS Y LA HUMANIDAD JUNTOS (GÉN. 1:28, 29)
Observa las primeras palabras que Dios dirigió a la humanidad, según las Escrituras. Les señala su capacidad para procrear, para reproducir más de su propia especie. También les señala la Tierra misma, la Creación, y les indica que la colmen, que la gobiernen y la dominen. También les indica las plantas que pueden comer. En resumen, según la Biblia, las primeras palabras de Dios al hombre y la mujer tratan específicamente de su interacción y su relación con el mundo físico.
¿Qué nos dice Génesis 1:28 y 29 sobre cómo ve Dios el mundo material? Este pasaje ¿sugiere que hay algo malo en las cosas materiales y en el hecho de que disfrutemos de ellas? ¿Qué lecciones podemos aprender de estas primeras escenas de la historia humana sobre cómo deberíamos relacionarnos con la Creación?
Además, con estas palabras, Dios da los primeros pasos hacia una relación con la humanidad. Él les habla, les da instrucciones, les dice qué hacer. También hay una responsabilidad implícita en las palabras. Dios les ha pedido que sean dueños de esta maravillosa Creación que él mismo produjo.
Génesis 1:28 menciona que Dios bendijo a Adán y a Eva. ¿Qué significa eso? ¿Qué tipo de relación sugiere entre ellos y su Creador?
Dios habló a Adán y a Eva como seres inteligentes, que podían responder a su bondad y entrar en comunión y compañerismo con él. Además, como criaturas e hijos suyos, Adán y Eva dependían de la bendición y el cuidado de su Padre y Creador. Les proveyó de todo lo que necesitaban. Ellos no hicieron nada para merecer lo que les dio; eran meramente receptores de algo que no merecían.
■ Cuando leemos sobre la Creación del hombre y la mujer, podemos ver elementos anteriores al pecado acerca del tipo de relación que Dios quiere que tengamos con él ahora, después del pecado. Repasa el estudio de este día y fíjate qué paralelismos puedes encontrar que te ayuden a entender cómo podemos relacionarnos con él incluso en nuestra condición caída.
Martes
El que creó al hombre y comprende sus necesidades indicó a Adán cuál era su alimento. “He aquí —dijo— que os he dado toda hierba que da simiente… y todo árbol en que hay fruto de árbol que da simiente, seros ha para comer”. Génesis 1:29. Al salir del Edén para ganarse el sustento labrando la tierra bajo el peso de la maldición del pecado, el hombre recibió permiso para comer también “hierba del campo”. Génesis 3:18.
Los cereales, las frutas carnosas, las oleaginosas y las legumbres constituyen el alimento escogido para nosotros por el Creador. Preparados del modo más sencillo y natural posible, son los comestibles más sanos y nutritivos. Comunican una fuerza, una resistencia y un vigor intelectual que no pueden obtenerse de un régimen alimenticio más complejo y estimulante (El ministerio de curación, pp. 227, 228).
Si los hombres fuesen hoy sencillos en sus costumbres, y viviesen en armonía con las leyes de la naturaleza, como Adán y Eva en el principio, habría abundante provisión para las necesidades de la familia humana. Habría menos necesidades imaginarias, y más oportunidades de trabajar en las cosas de Dios. Pero el egoísmo y la complacencia del gusto antinatural han producido pecado y miseria en el mundo, por los excesos de un lado, y por la carencia del otro (El Deseado de todas las gentes, p. 334).
Cada bendición que se nos concede demanda una respuesta hacia el Autor de todos los dones de la gracia. El cristiano debiera repasar muchas veces su vida pasada, y recordar con gratitud las preciosas liberaciones que Dios ha obrado en su favor, sosteniéndole en la tentación, abriéndole caminos cuando todo parecía tinieblas y obstáculos, y dándole nuevas fuerzas cuando estaba por desmayar. Debiera reconocer todo esto como pruebas de la protección de los ángeles celestiales. En vista de estas innumerables bendiciones debiera preguntarse muchas veces con corazón humilde y agradecido: “¿Qué pagaré a Jehová por todos sus beneficios para conmigo?” Salmo 116:12.
Nuestro tiempo, nuestros talentos y nuestros bienes debieran dedicarse en forma sagrada al que nos confió estas bendiciones. Cada vez que se obra en nuestro favor una liberación especial, o recibimos nuevos e inesperados favores, debiéramos reconocer la bondad de Dios, expresando nuestra gratitud no solo en palabras, sino, como Jacob, mediante ofrendas y dones para su causa. Así como recibimos constantemente las bendiciones de Dios, también hemos de dar sin cesar (Historia de los patriarcas y profetas, p. 185).
Al trabajar, debemos ser colaboradores con Dios. Nos da la tierra y sus tesoros, pero nosotros tenemos que adaptarlos a nuestro uso y nuestra comodidad. Hace crecer los árboles, pero nosotros preparamos la madera y construimos la casa. Ha escondido en la tierra la plata y el oro, el hierro y el carbón, pero solo podemos obtenerlos mediante el trabajo perseverante…
[A]unque Dios ha creado todas las cosas y las dirige constantemente, nos ha dotado de un poder que no es enteramente diferente del suyo. Se nos ha concedido cierto dominio sobre las fuerzas de la naturaleza. Tal como Dios sacó del caos la tierra con toda su belleza, nosotros podemos extraer poder y belleza de la confusión (La educación, pp. 214, 215).
EN EL ÁRBOL
“Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás” (Gén. 2:16, 17).
Esta prueba brindó a Adán y a Eva la oportunidad de ejercer su libre albedrío. También los desafió a responder positiva o negativamente a su relación con el Creador. Muestra, además, que Dios los había hecho seres libres y morales. Después de todo, si no hubieran tenido oportunidad de desobedecer, ¿por qué el Señor se habría molestado siquiera en advertirles en contra de la desobediencia, en el principio?
“Todo lo que precede en este capítulo ha allanado el camino para este clímax [Gén. 2:16, 17]. El futuro de la raza se centra en esta única prohibición. El hombre no tiene necesidad de confundirse con una multiplicidad de cuestiones. Solo debe tener presente una ordenanza divina. Al limitar así el número de mandatos a uno, Yahvéh da muestras de su misericordia. Además, para indicar que este único mandamiento no es gravoso, el Señor lo coloca en el contexto de un amplio permiso: ‘De todo árbol del huerto podrás comer’ ” (H. C. Leupold, Exposition of Genesis, t. 1, p. 127).
Cuando Dios invitó a Adán y a Eva a obedecer su voluntad, les estaba diciendo: Yo soy su Creador y los hice a mi imagen. Yo los mantengo con vida, porque por mí viven, se mueven y son. He provisto todas las cosas para su bienestar y felicidad (sustento, hogar, compañía humana) y los he puesto como gobernantes de este mundo. Si están dispuestos a confirmar esta relación conmigo porque me aman, entonces yo seré su Dios y ustedes serán mis hijos. Y pueden confirmar esta relación y la confianza implícita en ella simplemente obedeciendo este mandato específico.
En definitiva, nuestra relación con Dios puede ser eficaz y duradera solo si elegimos libremente aceptar su voluntad. Rechazar su voluntad es, en esencia, reclamar la independencia de él; indica que creemos que no lo necesitamos. Esa es una decisión que da como resultado el conocimiento del mal; y el mal conduce a la alienación, la soledad, la frustración y la muerte.
■ La prueba que Dios les dio a Adán y a Eva fue de lealtad y fe. ¿Serían leales a su Creador, que les había dado todo lo que necesitaban, además de un mundo de delicias, o seguirían su propio camino, independientemente de la voluntad de Dios? ¿Tendrían suficiente fe en él como para creer en su palabra? Su lealtad y su fe se vieron probadas ante el árbol del conocimiento del bien y del mal. ¿En qué medida nosotros enfrentamos pruebas similares todos los días? ¿Hasta qué punto la Ley de Dios funciona en paralelo al mandamiento dado en Génesis 2:16 y 17?
Miércoles
En medio del huerto, cerca del árbol de la vida, se alzaba el árbol del conocimiento del bien y del mal, destinado especialmente por Dios para ser una prenda de la obediencia, la fe y el amor de Adán y Eva hacia él. Refiriéndose a este árbol, el Señor ordenó a nuestros primeros padres que no comieran de él, ni lo tocaran, porque si lo hacían morirían. Les dijo que podían comer libremente de todos los árboles del huerto, menos de este, porque si comían de él seguramente morirían.
Cuando Adán y Eva fueron instalados en el hermoso huerto, tenían todo cuanto podían desear para su felicidad. Pero Dios, para cumplir sus omniscientes designios, quiso probar su lealtad antes que pudieran ser considerados eternamente fuera de peligro. Habían de disfrutar de su favor, y él conversaría con ellos, y ellos con él. Sin embargo, no puso el mal fuera de su alcance. Permitió que Satanás los tentara. Si soportaban la prueba gozarían del perpetuo favor de Dios y de los ángeles del cielo (La historia de la redención, p. 24).
Cuando Dios creó al hombre lo hizo señor de toda la tierra y de cuantos seres la habitaban. Mientras Adán permaneció leal a Dios, toda la naturaleza se mantuvo bajo su señorío. Pero cuando se rebeló contra la ley divina, las criaturas inferiores se rebelaron contra su dominio. Así el Señor, en su gran misericordia, quiso enseñar al hombre la santidad de su ley e inducirle a ver por su propia experiencia el peligro de hacerla a un lado, aun en lo más mínimo…
La advertencia hecha a nuestros primeros padres: “Porque el día que de él comieres, morirás” (Génesis 2:17), no significaba que morirían el mismo día en que comiesen del fruto prohibido, sino que ese día sería dictada la irrevocable sentencia. La inmortalidad les había sido prometida bajo condición de que fueran obedientes; pero mediante la transgresión perderían su derecho a la vida eterna. El mismo día en que pecaran serían condenados a muerte (Historia de los patriarcas y profetas, pp. 43, 44).
Mediante la obra del Espíritu, se renueva la relación divina entre Dios y el pecador. El Padre dice: “Yo seré Dios para ellos, y ellos serán para mí hijos. Ejerceré el amor perdonador hacia ellos, y derramaré en ellos mi gozo. Ellos serán para mí un tesoro peculiar; porque este pueblo a quien yo he formado por mí mismo manifestará mi alabanza”.
El Padre concede su amor al pueblo elegido que vive en medio de los hombres. Son el pueblo que Cristo ha redimido, mediante el precio de su propia sangre, y porque responden a la dirección de Cristo, mediante la misericordia soberana de Dios, son elegidos para ser salvados como sus hijos obedientes. La gratuita gracia de Dios se manifiesta sobre ellos, y el amor con que él los ha amado. Cualquiera que se humille como un niñito, que reciba y obedezca la Palabra de Dios con sencillez infantil, estará entre los elegidos de Dios (Nuestra elevada vocación, p. 79).
FIN DE LA RELACIÓN
Tendemos a creer en las personas que conocemos y desconfiamos instintivamente de las que no conocemos. Eva, naturalmente, habría desconfiado de Satanás. Además, cualquier ataque directo contra Dios la habría puesto a la defensiva. Por lo tanto, ¿qué medidas tomó Satanás para sortear las defensas naturales de Eva? (Gén. 3:1-6).
“Deplorable como fue la transgresión de Eva y cargada como estuvo de calamidades futuras para la familia humana, su decisión no abarcó necesariamente a la humanidad en el castigo de su transgresión. Fue la elección deliberada de Adán, en la plena comprensión de la orden expresa de Dios –más bien que la elección de ella–, lo que hizo que el pecado y la muerte fueran el destino inevitable de la humanidad. Eva fue engañada; Adán no lo fue” (CBA 1:243).
Como resultado de esta flagrante transgresión y desprecio del mandato de Dios, la relación entre Dios y la humanidad ahora se quiebra. Pasó de una comunión abierta con Dios a huir con temor de su presencia (Gén. 3:8-10). La alienación y la separación reemplazaron el compañerismo y la comunión. Apareció el pecado y todos sus horribles resultados. A menos que se hiciera algo, la humanidad se encaminaría a la ruina eterna.
En medio de esta tragedia, ¿qué palabras de esperanza y promesa pronunció Dios? (Ver Gén. 3:15.)
El sorprendente mensaje profético de esperanza por parte de Dios habla de una hostilidad divinamente ordenada entre la serpiente y la mujer y sus respectivas descendencias. Esto culmina con la aparición victoriosa de un descendiente representativo de la simiente de la mujer que le da un golpe mortal a la cabeza de Satanás, mientras que este solo podría herir el talón del Mesías.
En medio de su total impotencia, Adán y Eva reciben esperanza de esta promesa mesiánica, esperanza que transformaría su existencia, porque Dios proveyó y respaldó esta esperanza. Esta promesa del Mesías y de la victoria final, aunque vagamente expresada en ese momento, disipó la oscuridad en la que el pecado los había situado.
■ Lee Génesis 3:9, donde Dios dice a Adán y a Eva: “¿Dónde estás?” (NVI). Dios, por supuesto, sabía dónde estaban. Sus palabras, en lugar de estar cargadas de condenación, iban a atraer hacia él a la humanidad abrumada por la culpa. En resumen, las primeras palabras de Dios a la humanidad caída llegaron con la esperanza de su gracia y su misericordia. ¿Cómo notamos, incluso en la actualidad, que Dios trata de llamarnos a su misericordia y su gracia?
Jueves
Cuando Adán y Eva fueron puestos en el hermoso huerto, Satanás estaba haciendo planes para destruirlos. De ningún modo podía verse privada de su felicidad esa pareja dichosa si obedecía a Dios. Satanás no podía ejercer su poder contra ella a menos que primero desobedeciesen a Dios y perdiesen su derecho al favor divino. Había que idear algún plan para inducirlos a desobedecer a fin de que incurriesen en la desaprobación de Dios y fuesen puestos bajo la influencia más directa de Satanás y sus ángeles. Se decidió que Satanás asumiría otra forma y manifestaría interés en el hombre…
Satanás comenzó su obra con Eva, para inducirla a desobedecer. Ella erró, primero al apartarse de su esposo; luego, al demorarse cerca del árbol prohibido; y después, al escuchar la voz del tentador al punto de dudar de lo que Dios había dicho: “El día que de él comieres, ciertamente morirás”. Pensó que tal vez el Señor no quería decir precisamente lo que había dicho, y se aventuró a extender la mano, tomó del fruto, y comió. Era agradable al ojo y al paladar. Entonces sintió celos de que Dios les hubiese privado de lo que era realmente bueno para ellos, y ofreció algo de esa fruta a su esposo, y así lo tentó (Primeros escritos, pp. 146, 147).
Después que Adán y Eva habían participado del fruto prohibido, se llenaron de vergüenza y terror. Al principio, su único pensamiento era cómo excusar su pecado ante Dios y escapar la temible sentencia de muerte. Cuando el Señor le preguntó en cuanto a su pecado, Adán respondía atribuyéndole la culpa en parte a Dios y en parte a su compañera: “La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí”. La mujer le echó la culpa a la serpiente declarando: “La serpiente me engañó, y yo comí. Génesis 3:12, 13… El espíritu de la justificación propia se originó en el padre de las mentiras y se ha manifestado en todos los hijos e hijas de Adán. Esta clase de confesiones no son inspiradas por el divino Espíritu y no serán aceptables ante Dios. El verdadero arrepentimiento hará que el hombre sobrelleve su propia culpa y que la reconozca sin disimulo e hipocresía…
El corazón humillado y contrito, doblegado por el arrepentimiento genuino, podrá apreciar un poco el amor de Dios y el costo del Calvario; y de la misma manera como un hijo confiesa ante un padre amoroso, el que está verdaderamente arrepentido presentará todos sus pecados ante Dios. Y escrito está: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”. 1 Juan 1:9 (Testimonios para la iglesia, t. 5, pp. 599–603).
Las mercedes de Dios os rodean a cada momento; y os sería provechoso considerar cómo y de dónde os vienen las bendiciones cada día. Permitid que las preciosas bendiciones de Dios despierten gratitud en vosotros. No podéis enumerar las bendiciones de Dios, la constante bondad amorosa de que os hace objeto, porque son tan abundantes como las refrescantes gotas de la lluvia. Hay nubes de gracia suspendidas, listas para derramarse sobre vosotros. Si apreciarais el valioso don de la salvación, seríais sensibles a la diaria vivificación de la protección y el amor de Jesús; seríais guiados por los caminos de la paz (Hijos e hijas de Dios, p. 342).
PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:
La Biblia rebosa de llamados a los pecadores y descarriados. Compara los siguientes pasajes: Salmo 95:7, 8; Isaías 55:1, 2, 6, 7; Lucas 15:3-7; 19:10. ¿Qué otros pasajes puedes encontrar?
Lee Elena de White, Patriarcas y profetas, “La Creación”, pp. 24-33; “La tentación y la caída”, pp. 33-47; “El plan de la redención”, pp. 48-57.
“Creo que había un sermón evangélico en esas dos palabras divinas cuando penetraron la espesura del bosque y llegaron a los oídos hormigueantes de los fugitivos: ‘¿Dónde estás?’ Tu Dios no está dispuesto a perderte; él ha venido a buscarte, así como pronto pretende venir en la persona de su Hijo, no solo a buscar sino a salvar lo que ahora está perdido” (C. H. Spurgeon, The Treasury of the Bible, t. 1, p. 11).
PREGUNTAS PARA DIALOGAR:
1. Debido a que el Dios bondadoso y compasivo es quien busca a la humanidad, ¿cómo podemos responder a esta expresión de amor del Padre y de Jesucristo en este mismo momento? ¿Cómo espera el Señor que respondamos?
2. Compara la perspectiva bíblica de la humanidad caída desde un lugar elevado en la Creación de Dios, y ahora necesitada de redención, con la Teoría de la Evolución. ¿Cuál ofrece más esperanza y por qué?
3. ¿Cuán esenciales son las relaciones cariñosas para la felicidad humana? ¿Por qué es necesaria una conexión próspera con Dios para esas relaciones? Analicen la influencia de las relaciones humanas saludables sobre las personas que participan de esas relaciones (padre-hijo, amigo-amigo, esposo-esposa, empleador-empleado, etc.).
Resumen: Dios nos creó a su imagen a fin de que pudiera existir una comunión amorosa entre él y nosotros. Aunque la entrada del pecado deshizo la unión original, Dios busca restaurar esa relación a través del Plan de Redención. Como criaturas dependientes, la vida adquiere verdadero significado y claridad solo cuando tenemos comunión con nuestro Creador.
Viernes
La educación, “La ciencia y la Biblia”, pp. 128, 129;
Historia de los patriarcas y profetas, pp. 48–57.
"LA PROMESA: EL PACTO ETERNO CON DIOS"
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Dios lo bendiga!!!
Lección 1
EL SÁBADO ENSEÑARÉ...
TEXTO CLAVE: GÉNESIS 1:26, 27
Parte I: RESEÑA
Dios creó a la humanidad a su imagen para que pudiera existir una relación profunda entre él y nosotros. El desprecio de Adán y Eva por la voluntad de Dios destrozó esa relación. Sin embargo, Dios tenía un plan de contingencia: la restauración de la relación quebrada a través de Jesús, su Hijo.
Parte II: COMENTARIO
La curiosidad irreverente es una trampa de fe diabólica en la que se intenta penetrar verdades que Dios nunca tuvo la intención de que se investigaran (ver Deut. 29:29). “Pero cuando Dios dijo a su Hijo: ‘Hagamos al hombre a nuestra imagen’ [Gén. 1:26], Satanás sintió celos de Jesús. Deseaba que se lo consultase con respecto a la formación del hombre, y porque no fue consultado, se llenó de envidia, celos y odio” (PE 17).
Tortugas hasta el fondo
En Génesis 1:1, el verbo hebreo especial bara (crear) expresa la habilidad de la Deidad para convertir energía en materia. Algunos creen que el verbo bara expresa la liberación divina de energías creadoras, las que produjeron algo de la nada. Bara se habría llevado a cabo con “absoluta originalidad, es decir [...] un comienzo y un surgimiento de la nada (ex nihilo), y no un mero moldeado de materia preexistente o de premateria” (H. Kuhn, “God Makes”, p. 481).
La fe perenne prospera en la medianoche de las cosas divinas desconocidas, y brilla como un faro golpeado por una tormenta, que se mantiene firme, a pesar de las olas de incredulidad. Una fe como esta es la que sobrevive a la neblina de los sistemas de creencias no bíblicos con respecto al origen de la humanidad.
“El espiritismo enseña ‘que el hombre es un ser susceptible de adelanto’ ” (CS 610). “El darwinismo social [...] sienta las bases para que los genetistas y biólogos, bajo el manto de la ciencia, categoricen a los seres humanos de una manera que apoye la superioridad racial, una idea que alcanzó su apogeo en la Alemania nazi” (C. E. Bradford, Sabbath Roots: The African Connection, pp. 66, 67).
A imagen del Creador
En la siguiente obra, se ha sugerido que “tselem (imagen) denota el contorno de la sombra de una figura, y damuth (semejanza), la correspondencia o la semejanza de esa sombra con la figura” (H. D. M. Spence y J. S. Excell, eds., The Pulpit Commentary, t. 1, Genesis-Exodus, p. 30).
“A semejanza de Dios, [el hombre] tenía la capacidad de escoger, es decir, la libertad de pensar y actuar con referencia a imperativos morales. De este modo, era libre de amar y obedecer o de desconfiar y desobedecer” (Asociación Ministerial de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día, Creencias de los Adventistas del Séptimo Día, pp. 116, 117).
Dios y la humanidad juntos
En el sentido bíblico, cuando “Dios bendice”, autoriza la función o el cumplimiento de la cosa bendecida. “Dios creó al hombre para la gloria divina, para que después de pasar por la prueba y la aflicción la familia humana pudiera llegar a ser una con la familia celestial. El propósito de Dios era repoblar el cielo con la familia humana, si hubiera demostrado obediencia a cada palabra divina” (Comentarios de Elena de White, CBA 1:1.096, énfasis añadido; ver además Isa. 43:7).
En el árbol
“Los seguidores de Satanás salieron a su encuentro, y él se levantó, asumiendo un aire arrogante, y les informó acerca de sus planes para apartar de Dios al noble Adán y a su compañera Eva. [...] Y si lograban tener acceso al árbol de la vida que estaba en medio del jardín, su fortaleza sería, según ellos, igual a la de los ángeles santos, y ni Dios mismo podría expulsarlos de allí” (HR 29, 30).
En términos sencillos, Dios le advirtió a la inocente pareja que evitara un árbol especial, que la Deidad se reservaba. “El Señor me dio un vistazo de otros mundos. Me dieron alas y un ángel me acompañó desde la ciudad hasta un lugar brillante [...]. La hierba del lugar era de un verde vivo y las aves gorjeaban un canto dulce. Sus moradores eran de todas las estaturas; eran nobles, majestuosos y hermosos. [...] Después vi dos árboles, uno de los cuales se parecía mucho al árbol de la vida en la ciudad. El fruto de ambos lucía hermoso, pero no debían comer de uno de ellos. Tenían derecho a comer de ambos, pero les estaba vedado comer de uno. Entonces mi ángel acompañante me dijo: ‘Nadie en este lugar ha probado del árbol prohibido’ ” (PE 70; ver además Gén. 2:15-17).
Fin de la relación
La teología de la rebelión humana está ligada al razonamiento impío de Adán, que ingirió el fruto prohibido del relativismo.
El relativismo, un nuevo paradigma del mal, por el cual el yo retiene la tendencia a decidir sus propios parámetros de moralidad, compite con la voluntad soberana de Dios, y es totalmente invencible, salvo mediante intervención divina (ver Juec. 21:25).
Los resultados fueron trágicos.
“Ambos comieron, y [...] obtuvieron [...] el conocimiento del pecado y un sentimiento de culpa. El manto de luz que los envolvía pronto desapareció y, presas del sentimiento de culpa y de haber perdido la protección divina, un temblor se apoderó de ellos” (HR 39, énfasis añadido).
Parte III: APLICACIÓN A LA VIDA
Para reflexionar: Vivimos con los efectos del pecado en todos los aspectos de nuestra vida. Existe una doctrina teológica llamada “Depravación total”. Aunque no significa lo que la frase implica comúnmente en la actualidad, no es muy diferente. Se trata de la idea de que todos los aspectos de la existencia humana han sido afectados por el pecado. Desafortunadamente, parece que así es.
1. ¿Cómo vemos que la realidad de esta “depravación total” se manifiesta en nuestra vida? ¿Qué podemos hacer al respecto? O, si no podemos hacer nada en cuanto a eso, dado que es nuestra naturaleza, ¿cómo podemos superar esa naturaleza? Y ¿hasta qué punto podemos?
2. La Caída nos impide tener una relación perfecta con Dios. Jesús murió para que nuestra relación con Dios pudiera restaurarse. ¿De qué manera el poder de la Cruz nos permite recuperar esa relación?
3. Nuestro Creador dedicó tiempo y cuidados extra para crear a Adán y a Eva. ¿Por qué crees que hizo de su creación un acontecimiento del que dará para hablar, maravillarse y debatir por toda la eternidad? Compara la creación de la humanidad por parte de Dios con los preparativos que hacen los futuros padres para su primogénito. ¿Cómo te ayudan estas similitudes a comprender el amor de Dios?
4. ¿Cómo nos ayuda el hecho de tener acceso al poder de Dios en nuestro crecimiento espiritual y en nuestra comprensión del plan de Dios para nosotros?
5. Debido a que es omnisciente, Dios estaba muy consciente del “riesgo” de crear a la humanidad a su imagen. Imagínate su corazón apesadumbrado cuando tuvo que recurrir al “Plan B: la muerte de su Hijo unigénito”. ¿Qué significa este Plan B para ti cuando sales de los límites de tu relación con Dios? ¿En qué se parecen tus distracciones y tentaciones a las que enfrentaron Adán y Eva?
6. Cuando Jesús vivió en la Tierra, su toque sanó a muchos que creyeron. Este fue un destello de su poder creador. Antes de irse, prometió que seguiríamos teniendo acceso a su poder creador (Juan 14:12-14). Esta promesa ¿es figurativa o literal? Explica. ¿Cómo puede esta promesa ser decisiva en tu vida diaria?
7. Génesis indica que originalmente la humanidad fue creada a imagen de Dios. Esto ¿se aplica solo al estado de existencia anterior a la Caída, o en cierto sentido continúa siendo así hoy? Si es así, ¿por qué?
8.Dios dijo a Adán y a Eva que señorearan y sometieran la Tierra y las fuerzas de la naturaleza. ¿Cómo deberíamos interpretar este mandato a la luz de la explotación irresponsable de la naturaleza de la que la humanidad ha sido a veces culpable?
9.Adán y Eva cayeron como resultado del ejercicio de su libre albedrío. Este libre albedrío, aunque Dios lo concibió como un don, se convirtió en una maldición. ¿Puedes pensar en ejemplos de otras cosas que son buenas en sí, pero que pueden pervertirse como resultado de las malas decisiones?
10. Adán, en lugar de seguir a Dios, siguió a Eva. ¿Qué nos dice esto sobre el peligro de permitir que otras personas o cosas nos distraigan de nuestro compromiso con Dios?
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