Lección 8 de Primarios
¿AGUA DE LA ROCA?
—¡Mami! No hay agua. ¿Qué pasó? —Lo siento mucho, querida—contestó su mamá—. Seguramente se rompió nuevamente la tubería. Voy a llamar inmediatamente a la compañía de agua.
Hace muchos años, Dios le dijo a Moisés que sacara a los israelitas de Egipto. Moisés así lo hizo y tuvieron también un problema con el agua. Así fue como sucedió:
Números 20:1-13; Patriarcas y profetas, cap. 37; pp. 387-396.
“Confíen en el Señor para siempre, porque el Señor es una roca eterna”
(Isaías 26:4).
Adoramos a Dios cuando confiamos en él.
Al pueblo de Israel se le acabó nuevamente el agua. Así que comenzaron otra vez a quejarse contra Moisés, diciendo:
—¿Por qué nos sacaste de Egipto para morir en este desierto? No hay nada bueno
para comer aquí. Tampoco hay agua para beber.
No se quejaron solamente una o dos veces. Una y otra vez murmuraron y se quejaron cada vez más fuerte.
¿Cuántas veces había escuchado eso Moisés? De hecho, la gente se había quejado de no tener agua en ese mismo lugar, 40 años antes. En esa ocasión Dios le había dicho a Moisés que golpeara la roca y entonces había salido agua. Litros y litros de agua. Y siguió brotando de la roca todo el tiempo que el pueblo permaneció allí.
Y allí estaban nuevamente quejándose porque no tenían agua. En vez de confiar en que Dios supliría sus necesidades, murmuraron y se quejaron. Y Moisés, como siempre lo hacía, se volvió a Dios en busca de ayuda. Dios le dijo a Moisés que tomara su vara y llamara a su hermano Aarón. Entonces debían reunir al pueblo.
Dios le dijo entonces a Moisés: “Tú y tu hermano le ordenarán a la roca que dé agua. Así harán que de ella brote agua”. (Números 20:6-8).
Moisés había sido paciente por mucho, mucho tiempo. Pero después de 40 años de escuchar las quejas de los israelitas, se impacientó. Estaba enojado y cansado. Seguramente tenía demasiado calor y estaba también sediento. Cualquiera haya sido la razón, olvidó lo paciente que Dios había sido siempre con él. Olvidó cuánto le había perdonado Dios y la forma tan bondadosa como Dios lo había tratado.
Y en su enojo Moisés no estaba listo para mostrar bondad ni hacia el pueblo, ni hacia la roca.
Seguramente se sintió con ganas de gritar y dar patadas.
—¡Escuchen rebeldes! —gritó Moisés a la gente—. ¿Les hemos de sacar agua de esta roca?
Pero no le habló a la roca, como Dios le había mandado. En lugar de ello, alzó la mano y golpeó la roca dos veces con su vara. Y Dios hizo que brotara el agua.
Tal vez Moisés se sintió complacido consigo mismo por un momento. Tal vez hasta le habría gustado seguirle gritando a la gente por más tiempo. Y quizás hasta le haya agradado golpear la roca.
Pero Dios habló nuevamente con voz dulce y calmada.
—Moisés, no confiaste en mí. No me honraste ante los ojos de los israelitas. Por esa causa, no vas a llevar a este pueblo a la tierra que les voy a dar.
Inmediatamente Moisés se dio cuenta de lo que había hecho. Él también se había olvidado de confiar en Dios. Había olvidado la gracia perdonadora de Dios, su paciencia, su amor y su perdón. Hasta se había olvidado por un momento quién había enviado el agua.
Durante cuarenta años Moisés y Aarón habían luchado en el desierto. Durante cuarenta años habían guiado al pueblo de Dios. Pero Moisés y Aarón no podían ir a la tierra prometida. Todo porque se olvidaron de confiar en Dios. No habían honrado a Dios ante la gente.
Dios desea que lo honremos y lo adoremos. Desea que confiemos en él. Desea que
sepamos que estará con nosotros cada día. Adoramos a Dios cuando hacemos lo
que nos pide. Y lo adoramos cuando confiamos en que cuidará de nosotros.
📖 | L1 | L2 | L3 | L4 | L5 | L6 |
L7 | L8 | L9 | L10 | L11 | L12 | L13 |
Dios les bendiga!!!
Post A Comment:
0 comments:
Escribe tu comentario.