Lección 10 de Primarios
ALIMENTO PARA UNO MÁS
Kerah tenía hambre. Su hermano y su hermana también tenían hambre. También su madre. No habían comido nada en tres días. Su padre había salido intentando encontrar algo para comer. Pero volvió sin nada.
—Lo siento mucho —dijo—. No queda nada de arroz en nuestra aldea. No ha llovido en muchos meses. Sin lluvia, las cosas no crecen. Quizá no tengamos alimento en mucho, mucho tiempo.
Precisamente cuando pensaban que morirían, Dios envió ayuda. Llegó al pueblo un camión con un cartel que decía ADRA.
—¡Arroz, arroz! —gritaba el conductor—. Cada familia recibirá una bolsa de arroz.
Rápidamente, la gente hizo una fila al lado del camión. Pronto todas las familias de la aldea tenían suficiente arroz para varios días. Vinieron más camiones durante los largos meses que siguieron. Dios había enviado ayuda a Kerah y a su pueblo. Dios siempre ha cuidado a sus hijos en los tiempos difíciles. Y siempre lo hará.
1 Reyes 17:7-24; Profetas y reyes, cap. 10; pp. 85-88.
“El Dios de toda gracia [...] los restaurará y los hará fuertes, firmes y estables”
(1 Pedro 5:10).
Aunque me sucedan cosas malas, yo sé que Dios me ama.
No había llovido en
Israel durante meses. Los campos estaban secos y muertos. Los árboles desnudos
parecían esqueletos contra el caliente cielo. Los ríos y los arroyos se habían
secado. Y finalmente, hasta el arroyo Querit donde Elías se escondía del rey
Acab, se secó. Pero Dios todavía estaba cuidando a Elías.
—Ve a Sarepta —dijo Dios—. Le he dicho a una viuda de allí que te cuide.
Así que Elías abandonó Israel y viajó más de ciento sesenta kilómetros, a otro país. Allí, en la puerta de Sarepta, una viuda estaba recogiendo leña.
—¿Me traería, por favor, un poco de agua en un jarro? —le pidió Elías—. Y por favor, ¿me traería algo de pan, también?
La mujer iba a buscar el agua. Pero se detuvo cuando Elías le pidió pan.
—No tengo pan dijo. Todo lo que tengo es un puñado de harina y un poquito de aceite. Estoy juntando leña para cocinar algo de pan para mi hijo y para mí. Y después que comamos eso, moriremos.
—No tengas miedo —dijo Elías—. Vuelve a casa y haz lo que pensabas hacer. Pero antes prepárame un panecillo con lo que tienes, y tráemelo; luego haz algo para ti y para tu hijo. Porque así dice el Señor, Dios de Israel: “No se agotará la harina de la tinaja ni se acabará el aceite del jarro, hasta el día en que el Señor haga llover sobre la tierra” (1 Reyes 17:14).
Esta mujer no era israelita. Pero creía en Dios y tuvo fe en él. Decidió confiar en que Dios se ocuparía de sus necesidades.
Sucedió tal como dijo Elías. Él fue a la casa de ella, y ella le preparó pan. Desde ese día, cada vez que iba a hacer pan, había suficiente harina y aceite. El aceite y la harina no se acabaron. El milagro que Dios hizo para salvar a Elías también salvó las vidas de esta mujer y de su hijo.
Un tiempo más tarde el hijo de esta mujer enfermó y murió. Su primer pensamiento fue que Dios la estaba castigando.
—¿Qué tienes contra mí?—exclamó en su dolor—. ¿Viniste a recordarme mi pecado y a matar a mi hijo?
Por supuesto, Dios no había causado la muerte del muchacho. La gracia de Dios trae el don de la vida. La gracia de Dios había evitado que los tres murieran durante el tiempo de hambre.
Elías había estado hospedándose en una habitación en el piso superior en la casa de la viuda. Llevó al niño a esa habitación y lo puso sobre la cama. Entonces se tendió sobre el muchacho. Tres veces Elías clamó a Dios.
—¡Oh Señor, mi Dios, permite que la vida de este niño vuelva a él! Dios respondió rápidamente la oración de Elías. De inmediato, el niño volvió a la vida.
Dios se interesa en los problemas de tu vida también. Aunque a veces suceden
cosas malas, Dios te ama. Quiere que confíes en él. Él se ocupará de tus
necesidades, así como cuidó a Elías y a la viuda de Sarepta.
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Dios les bendiga!!!
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