Lección 1 de Infantes
EL BEBÉ ESPECIAL DE ANA
Textos clave y referencias:
1 SAMUEL 1:1-18;
PATRIARCAS Y PROFETAS, CAP. 55, PP. 553-555.
Versículo para Memorizar:
“Dios [...] te conceda lo que has pedido”
Mensaje:
Servimos a Dios cuando ayudamos a otras personas.
1 SAMUEL 1:1-18;
PATRIARCAS Y PROFETAS, CAP. 55, PP. 553-555.
Versículo para Memorizar:
“Dios [...] te conceda lo que has pedido”
Mensaje:
Servimos a Dios cuando ayudamos a otras personas.
¿Te has sentido verdaderamente muy triste alguna vez? ¿Tan triste que lloraste? Así es como se sentía Ana.
—Es hora de alistarnos para nuestro viaje al tabernáculo de Silo —le dijo Elcana una mañana a su
esposa—. Ya casi es el tiempo de la fiesta.
—Voy a empacar todas las cosas que necesitaremos —dijo ella sonriendo.
Cada año Ana y Elcana viajaban a Silo para adorar en el tabernáculo. Pero cada vez que iban a Silo, Ana se sentía un poco triste.
Ana pensó que ella y Elcana habían sido muy felices en los primeros años de su matrimonio. Pero pasó el tiempo y Ana no había tenido un bebé. ¡Oh, cuánto les hubiera gustado tener un bebé!
Finalmente, Elcana y Ana iniciaron el viaje. En el camino se encontraron a muchas otras familias. Y parecía que todas tenían niños. ¡Cuánto deseaba Ana tener uno!
En Silo, adoraron en el tabernáculo. Cuando llegó el momento de la comida especial de la fiesta, Elcana le sirvió a Ana una porción extra. Quizá él quería compensarla por el hijo que no tenía. Aunque ella cerró sus ojos con fuerza, le salieron unas pequeñas lágrimas.
—Ana —le dijo Elcana—, no estés triste porque no tienes hijos. ¿No es mejor tenerme a mí que a diez hijos? —añadió bromeando.
Después de la comida, Ana fue al tabernáculo.
—Oh Señor —oró—, si tú me das un hijo, yo lo dedicaré a tu servicio. ¡Él te servirá toda su vida!
Elí, el anciano sacerdote, observaba a Ana con interés. Ell apretaba los brazos contra su pecho y se mecía hacia adelante y hacia atrás. Sus labios se movían pero no se escuchaban palabras.
Elí estaba seguro de que Ana estaba ebria a causa del vino.
—¿Qué haces viniendo aquí borracha? —la reprendió.
Ana estaba horrorizada.
—¡No estoy borracha! —exclamó—. Únicamente le contaba mi aflicción al Señor. El ceño fruncido de Elí desapareció.
—En ese caso, ¡ten confianza! —sonrió—. Dios ha escuchado tu oración. Que el Dios de Israel te conceda lo que le has pedido.
Inmediatamente Ana sintió que desaparecía la gran nube de tristeza que la agobiaba.
—¡Oh, gracias, gracias! —le dijo a Elí.
Ana caminó tranquilamente de regreso con Elcana. Sonreía a todos los que pasaban. ¡Ana sabía que Dios contestaría su oración dándole un hijo! Casi no podía esperar para contarle a Elcana el resultado de su visita al anciano sacerdote. Elí le había dado esperanzas y ella estaba segura de que Dios había escuchado su oración.
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Dios lo bendiga!!!
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