Lección 1 de Primarios
LA ROCA Y LA ARENA
¿Has construido alguna vez un castillo de arena en la playa? Aun cuando lo construyas muy bien y presiones la arena hasta que esté firme, el castillo se derrumba cuando lo bañan las olas. Hace mucho tiempo, Jesús contó una historia parecida.
Mateo 7:12-29;
Discurso maestro de Jesucristo, pp. 123-127.
verso
mensaje
Cierto día Jesús se
encontraba en la ladera de una montaña. Les estaba hablando a cientos de
personas que permanecían sentadas en la hierba frente a él. Jesús sabía mucho
sobre tempestades e inundaciones. Y también la gente que lo escuchaba conocía
bien el tema. Muchos de ellos habían vivido cerca del Mar de Galilea toda su
vida. Tal vez habían jugado en sus orillas cuando eran niños.
Jesús amaba mucho a la gente. Deseaba que supieran lo máximo posible acerca de Dios. Él quería que aprendieran a ser felices. Tal vez una historia acerca de construir a la orilla del mar les ayudaría a entender lo que deseaba enseñarles. Luego Jesús les contó la siguiente historia:
Cierta vez un hombre decidió construir una casa. Eligió para hacerlo una superficie lisa sobre una roca que estaba por encima del nivel del mar. El hombre trabajó mucho para colocar encima de la roca los materiales necesarios para que la casa fuera segura y los cimientos fuertes.
Después de terminada la casa, llegaron las lluvias. El viento sopló y sopló. Los arroyos comenzaron a crecer y se salieron de sus cauces. Hubo una gran inundación, pero la casa estaba segura. Aquel hombre la había construido sobre una base firme de roca sólida.
Eso era razonable. ¿No es cierto? Así lo pensó la gente. Todos asintieron moviendo cabeza y dijeron “Amén”. Luego Jesús les dijo:
—Si escuchan lo que Dios les dice y viven para él, estarán construyendo su casa sobre la roca.
Toda la gente volvió a asentir diciendo “Amén”, porque construir sobre la roca era razonable.
Entonces Jesús continuó; su historia no había terminado.
Otro hombre también construyó una casa. Aquel hombre eligió construirla sobre la arena, cerca de la orilla. Tal vez utilizó materiales sólidos. Probablemente también trabajó duro. Después de terminarla, cayeron fuertes lluvias. El viento sopló y sopló. Los arroyos crecieron y crecieron y se salieron de su cauce. Muy pronto inundaron aquella casa. Las olas golpearon la casa una y otra vez llevándose la arena de sus cimientos. De pronto la casa se derrumbó con un gran estruendo porque no tenía una base firme y profunda que sostuviera las paredes.
“¡Qué hombre tan insensato! —pensó la gente—. Debió de haber sabido eso”. Y es verdad, debió de haberlo pensado. Pero escucha lo que luego dijo Jesús.
—Cuando escuchan mis palabras pero no hacen nada al respecto, actúan como aquel hombre insensato. No pueden esperar ser felices. Una persona prudente no solamente escucha, sino que estará dispuesta a hacer lo que digo.
La gente estaba asombrada de las palabras de Jesús. Su enseñanza era diferente a la de los maestros de la ley. Algunas de esas personas tal vez recordaban lo que había escrito David en el Salmo 18:2: “El Señor es [...] el peñasco en que me refugio [...] ¡Mi más alto escondite!”.
Me pregunto cuántas personas de las que escucharon a Jesús aquel día
estuvieron dispuestas a edificar sus vidas sobre el cimiento que representa
Jesús. ¿Cuántos de ellos desearon estudiar la Palabra de Dios y obedecerla? ¿Y
tú?
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Dios les bendiga!!!
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