Lección 1: Titulo | Deuteronomio | Escuela Sabática 4T 2021
Lección 1: Para el 2 de octubre de 2021
PREÁMBULO DE DEUTERONOMIO
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Isaías 14:12–14; Ezequiel 28:12–17; Génesis 3:1–7; 12:1–3; Hechos 7:20–36; Éxodo 19:4–8.
PARA MEMORIZAR:
“El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor” (1 Juan 4:8).
El libro de Deuteronomio, por supuesto, no surgió de la nada. Como todo en la vida, Deuteronomio existe en un contexto; y –como todo en la vida– ese contexto juega un papel importante en la interpretación de lo que significa el libro y cuál es su propósito.
Lo precedió mucha historia, una historia que explica las circunstancias, no solo del libro en sí, sino también del mundo y el entorno que crean su contexto. Así como sería difícil entender el propósito y la función de un limpiaparabrisas fuera del contexto de un automóvil, sería difícil entender Deuteronomio –especialmente nuestro enfoque (Deuteronomio y la Verdad Presente)– fuera del contexto en el que surgió este documento bíblico.
Alguien leyó La guerra y la paz, del escritor ruso León Tolstói, unas mil quinientas páginas, en solo tres días. Cuando se le preguntó de qué trataba el libro, el lector respondió: “Se trata de Rusia”.
Abarcar en una lección semanal los miles de años de historia antes de llegar a Deuteronomio es hacer algo parecido. Pero, al centrarnos en los aspectos más destacados, podemos ver el contexto necesario para comprender mejor este libro, tan lleno de la “Verdad Presente”.
Sábado
A través de los siglos de persecución, lucha y tinieblas, Dios ha sostenido a su iglesia. Ni una nube ha caído sobre ella sin que él hubiese hecho provisión; ni una fuerza opositora se ha levantado para contrarrestar su obra, sin que él lo hubiese previsto. Todo ha sucedido como él lo predijo. Él no ha dejado abandonada a su iglesia, sino que ha señalado en las declaraciones proféticas lo que ocurriría, y se ha producido aquello que su Espíritu inspiró a los profetas a predecir. Todos sus propósitos se cumplirán. Su ley está ligada a su trono, y ningún poder del maligno puede destruirla. La verdad está inspirada y guardada por Dios; y triunfará contra toda oposición.
Durante los siglos de tinieblas espirituales, la iglesia de Dios ha sido como una ciudad asentada en un monte. De siglo en siglo, a través de las generaciones sucesivas, las doctrinas puras del cielo se han desarrollado dentro de ella. Por débil e imperfecta que parezca, la iglesia es el objeto al cual Dios dedica en un sentido especial su suprema consideración. Es el escenario de su gracia, en el cual se deleita en revelar su poder para transformar los corazones (Los hechos de los apóstoles, pp. 10, 11).
Descansaba sobre él el peso de la tristeza de los siglos. Vio los terribles efectos de la transgresión de la ley de Dios. Vio que en la historia del mundo, empezando con la muerte de Abel, había existido sin cesar el conflicto entre lo bueno y lo malo. Mirando a través de los años venideros, vio los sufrimientos y el pesar, las lágrimas y la muerte que habían de ser la suerte de los hombres. Su corazón fuetraspasado por el dolor de la familia humana de todos los siglos y de todos los países. Los ayes de la raza pecaminosa pesaban sobre su alma, y la fuente de sus lágrimas estalló mientras anhelaba aliviar toda su angustia (El Deseado de todas las gentes, p. 491).
El amor divino dirige sus más conmovedores llamamientos al corazón cuando nos pide que manifestemos la misma tierna compasión que Cristo mostró. Solamente el hombre que tiene un amor desinteresado por su hermano, ama verdaderamente a Dios. El verdadero cristiano no permitirá voluntariamente que un alma en peligro y necesidad camine desprevenida y desamparada. No podrá mantenerse apartado del que yerra, dejando que se hunda en la tristeza y desánimo, o que caiga en el campo de batalla de Satanás.
Los que nunca experimentaron el tierno y persuasivo amor de Cristo, no pueden guiar a otros a la fuente de la vida. Su amor en el corazón es un poder compelente, que induce a los hombres a revelarlo en su conversación, por un espíritu tierno y compasivo, y en la elevación de las vidas de aquellos con quienes se asocian. Los obreros cristianos que tienen éxito en sus esfuerzos deben conocer a Cristo, y a fin de conocerle, deben conocer su amor. En el cielo se mide su idoneidad como obreros por su capacidad de amar como Cristo amó y trabajar como él trabajó (Los hechos de los apóstoles, pp. 439, 440).
AMAR, SER AMADO
Primera de Juan 4:8 dice: “Dios es amor”. Por más sencillas que sean esas tres palabras (cuatro, en griego), la idea que está detrás de ellas es tan profunda, tan insondable, que apenas podemos captar sus implicaciones. No nos dicen que Dios ama, ni que Dios revela amor, ni que Dios es una manifestación del amor, sino que Dios es amor. Es amor, como si el amor fuese la esencia de la identidad de Dios mismo. Como seres humanos caídos, con solo unos pocos kilos de tejido y sustancias químicas en la cabeza con los que captar la realidad, simplemente no somos capaces de comprender plenamente lo que significa “Dios es amor”.
Pero, indudablemente, podemos comprender lo suficiente como para saber que es una muy buena noticia. Si en lugar de “Dios es amor”, dijera “Dios es odio” o “Dios es vengativo” o “Dios es indiferente”, esta revelación acerca de él podría haber sido algo de qué preocuparse.
Y la verdad de que “Dios es amor” nos ayuda a comprender mejor la idea de que el gobierno de Dios refleja ese amor. El amor impregna el cosmos, quizás incluso más que la gravedad. Dios nos ama; y por eso nosotros podemos amarlo a él (ver Deut. 6:5; Mar. 12:30).
Sin embargo el amor, para ser amor, debe darse gratuitamente. Dios no puede forzar el amor; en el momento en que lo fuerza, ya no es amor. Por lo tanto, cuando Dios creó a seres inteligentes y racionales en el cielo y en la Tierra con la capacidad de amar, siempre existió el riesgo de que no lo amaran. Algunos no lo hicieron, y de allí los orígenes de lo que conocemos como el Gran Conflicto.
¿Por qué los siguientes textos tienen sentido solo en el contexto de la
libertad y el riesgo que implica el amor? Isaías 14:12-14; Ezequiel
28:12-17; Apocalipsis 12:7.
Especialmente perspicaz es Ezequiel 28:15, que muestra que aunque este ángel, Lucifer, era un ser perfecto creado por un Dios perfecto, se halló iniquidad en él. No fue porque él haya sido creado con esa iniquidad en un primer momento. Lucifer fue creado con la capacidad de amar; tenía verdadera libertad moral y, a pesar de todo lo que se le había dado (“de toda piedra preciosa era tu vestidura”), este ángel quería más. Una cosa llevó a la otra hasta que, bueno, hubo “batalla en el cielo”.
■ Existen los perros robot, que obedecen órdenes, nunca ensucian la alfombra ni mastican los muebles. Sin embargo, ¿tendrías algún tipo de relación significativa con este “perro”? ¿Cómo ayuda tu respuesta a comprender por qué Dios quería seres que realmente pudieran retribuirle su amor?
Domingo
La historia del gran conflicto entre el bien y el mal, desde que principió en el cielo hasta el final abatimiento de la rebelión y la total extirpación del pecado es también una demostración del inmutable amor de Dios.
Dios otorgó al mundo el don maravilloso de su Hijo unigénito. A la luz de este hecho, ningún habitante de los otros mundos podrá decir que Dios podía haber hecho más de lo que hizo para demostrar su amor hacia los hijos del hombre. Realizó un sacrificio que desafía todo cómputo (La fe por la cual vivo, p. 61).
Cristo ha mostrado su gran amor por nosotros al dar su vida para que no perezcamos en nuestros pecados, para que pueda revestirnos de su salvación. Si alimentamos este divino amor en nuestros corazones, él cimentará y fortalecerá nuestra unión con los que tienen la misma fe. “Y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él”. 1 Juan 4:16. El fortalecer nuestro amor por nuestros hermanos y hermanas fortalecerá nuestro amor por Cristo. Este principio del amor por Dios y por aquellos por los cuales Cristo murió necesita ser avivado por el Espíritu Santo y cimentado por la bondad fraternal, la ternura; necesita ser fortalecido por actos que testifiquen que Dios es amor. Esta unión, que une corazón con corazón, no es resultado del sentimentalismo, sino la obra de un principio saludable.
La fe obra por el amor y purifica el alma de todo egoísmo. Así el alma es perfeccionada en el amor. Y habiendo hallado gracia y misericordia mediante la sangre preciosa de Cristo, ¿cómo podemos dejar de ser tiernos y misericordiosos? (En los lugares celestiales, p. 112).
Era un ser de poder y gloria admirables el que se había levantado contra Dios. Acerca de Lucifer el Señor dice: “Tú echas el sello a la proporción, lleno de sabiduría, y acabado de hermosura”. Ezequiel 28:12. Lucifer había sido el querubín cubridor. Había estado en la luz de la presencia de Dios. Había sido el más alto de todos los seres creados y el primero en revelar los propósitos de Dios al universo. Después que hubo pecado, su poder seductor era tanto más engañoso y resultaba tanto más difícil desenmascarar su carácter cuanto más exaltada había sido la posición que ocupara cerca del Padre.
Dios podría haber destruído a Satanás y a los que simpatizaban con él tan fácilmente como nosotros podemos arrojar una piedrecita al suelo; pero no lo hizo. La rebelión no se había de vencer por la fuerza. Solo el gobierno satánico recurre al poder compulsorio. Los principios del Señor no son de este orden. Su autoridad descansa en la bondad, la misericordia y el amor; y la presentación de estos principios es el medio que quiere emplear. El gobierno de Dios es moral, y la verdad y el amor han de ser la fuerza que lo haga prevalecer (El Deseado de todas las gentes, pp. 706, 707).
LA CAÍDA Y EL DILUVIO
Casi todos los niños en edad escolar han escuchado la historia de una manzana que cayó sobre la cabeza de Isaac Newton, ¡y hete aquí! Newton descubrió la gravedad. El hecho de que le haya caído una manzana sobre la cabeza no es el aspecto central; la cuestión es que la gran percepción de Newton (él tampoco descubrió la gravedad; cualquiera que se haya caído antes ya conocía la gravedad) fue comprender que la misma fuerza que dejaba caer la manzana –la gravedad– también mantenía a la luna en órbita alrededor de la Tierra; la Tierra, en órbita alrededor del Sol; y así sucesivamente.
Esto era importante porque, durante milenios, muchos creyeron que las leyes que gobernaban los cielos eran diferentes de las leyes que gobernaban la Tierra. Newton demostró que esta creencia era errónea.
Y, aunque la contribución de Newton fue en el ámbito de las leyes naturales, el mismo principio se aplica a la ley moral. La misma libertad, la libertad inherente al amor que llevó a la caída de Lucifer en el cielo, también llevó a la caída de la humanidad en la Tierra.
Lee Génesis 2:16 y 17; y 3:1 al 7. Estos versículos sobre gente perfecta,
en un ambiente perfecto, creado por un Dios perfecto, ¿cómo revelan también
la poderosa verdad sobre la libertad inherente al amor?
Después de la Caída, las cosas fueron de mal en peor, hasta el punto en que el Señor dijo acerca de la humanidad que “todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal” (Gén. 6:5). Y, si sus pensamientos eran malos, sus acciones seguramente también lo eran, hasta que las cosas se volvieron tan malas que el Señor destruyó el mundo entero con un diluvio, en cierto modo para darle a la humanidad la oportunidad de empezar de nuevo; una especie de segunda Creación. Sin embargo, como muestra la historia de la torre de Babel (Gén. 11:1-9), la humanidad todavía parecía decidida a desafiar a Dios. “Cuando la torre estuvo parcialmente completa, una parte de ella fue habitada por los edificadores; otras secciones, magníficamente amuebladas y adornadas, las destinaron a sus ídolos. La gente se regocijaba en su éxito, loaba a dioses de oro y plata, y se obstinaba contra el Soberano del cielo y la Tierra” (PP 113). Así, además de confundir su lenguaje, Dios esparció a la raza caída por la faz de la Tierra.
■ Toma nota mental de tus pensamientos durante el día. ¿Qué te enseña esto sobre el estado de tu corazón?
Lunes
Nuestros primeros padres, a pesar de que fueron creados inocentes y santos, no fueron colocados fuera del alcance del pecado. Dios los hizo entes morales libres, capaces de apreciar y comprender la sabiduría y benevolencia de su carácter y la justicia de sus exigencias, y les dejó plena libertad para prestarle o negarle obediencia. Debían gozar de la comunión de Dios y de los santos ángeles; pero antes de darles seguridad eterna, era menester que su lealtad se pusiese a prueba. En el mismo principio de la existencia del hombre se le puso freno al egoísmo, la pasión fatal que motivó la caída de Satanás. El árbol del conocimiento, que estaba cerca del árbol de la vida, en el centro del huerto, había de probar la obediencia, la fe y el amor de nuestros primeros padres. Aunque se les permitía comer libremente del fruto de todo otro árbol del huerto, se les prohibía comer de este, so pena de muerte. También iban a estar expuestos a las tentaciones de Satanás; pero si soportaban con éxito la prueba, serían colocados finalmente fuera del alcance de su poder, para gozar del perpetuo favor de Dios (Historia de los patriarcas y profetas, pp. 29, 30).
De los antediluvianos leemos: “Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal… Dijo, pues, Dios a Noé: He decidido el fin de todo ser, porque la tierra está llena de violencia a causa de ellos; y he aquí que yo los destruiré con la tierra”. Génesis 6:5, 13.
Dios advirtió a los habitantes del mundo antiguo de lo que se proponía hacer para limpiar la tierra de su impureza. Pero ellos se rieron con desprecio de lo que consideraron predicciones supersticiosas. Se burlaron del aviso de Noé sobre un diluvio próximo.
Cuando Cristo estuvo en la tierra amonestó sobre lo que le sucedería a Jerusalén porque el pueblo había rechazado la verdad, menospreciando los mensajes que Dios había enviado. Pero su advertencia fue desoída.
El Señor nos ha enviado, mediante sus embajadores, mensajes de advertencia declarando que el fin de todas las cosas se está acercando. Algunos escucharán esas amonestaciones, pero la gran mayoría no les prestará atención (En los lugares celestiales, p. 345).
El corazón en su estado natural es la habitación adecuada de pensamientos impíos y pasiones pecaminosas. Cuando se lo pone en sujeción a Cristo, debe ser purificado por el Espíritu, de toda contaminación. Esto no puede hacerse sin el consentimiento del individuo…
Solamente con su fortaleza pueden dominar las palabras y los actos. En la obra de guardar el corazón, debemos ser constantes en la oración y pedir ayuda al trono de la gracia incansablemente. Los que toman el nombre de Cristo debieran acudir a él con fervor y humildad, suplicando su ayuda. El Salvador nos ha dicho que debemos orar sin cesar. El cristiano no puede asumir siempre la actitud de la oración, pero sus pensamientos y deseos pueden dirigirse hacia arriba. Si habláramos menos y orásemos más, la confianza en el yo se desvanecería…
Los afectos debieran centrarse en Dios. Contemplad su grandeza, su misericordia y excelencia. Dejad que su bondad, su amor y perfección de carácter cautiven vuestro corazón (Sons and Daughters of God, p. 99; parcialmente en Hijos e hijas de Dios, p. 101).
EL LLAMADO DE ABRAM
Abram (que posteriormente se llamó Abraham) aparece por primera vez en la genealogía de Génesis 11, que viene inmediatamente después de la mención de la dispersión de Babel.
Lee Génesis 12:1 al 3, el llamado de Dios a Abram. Hoy, mirando hacia atrás
después de la Cruz, después de la muerte de Jesús y la difusión del
evangelio, ¿cómo entendemos lo que Dios prometió hacer a través de Abram?
Muchos siglos después, el apóstol Pablo, al tratar de oponerse a la herejía que estaba afectando a los Gálatas, señaló el llamado de Abraham, mostrándolo como una expresión temprana de lo que siempre habían sido las intenciones de Dios: el evangelio para el mundo. “Sabed, por tanto, que los que son de fe, éstos son hijos de Abraham. Y la Escritura, previendo que Dios había de justificar por la fe a los gentiles, dio de antemano la buena nueva a Abraham, diciendo: En ti serán benditas todas las naciones. De modo que los de la fe son bendecidos con el creyente Abraham” (Gál. 3:7-9).
El llamado de Abraham se expresó por primera vez en Génesis 12; el resto del Génesis es mayormente la historia de sus descendientes directos, una simiente disfuncional tras otra, que creaba una familia desordenada tras otra; y sin embargo, a través de ellos, la promesa finalmente se cumplió al llegar el momento crucial con el llamado de Moisés.
Lee Hechos 7:20 al 36, la descripción que hizo el mártir Esteban acerca Moisés y el Éxodo. ¿Cómo encaja esto con la promesa inicial de Dios a Abraham?
En un mundo inmerso en la ignorancia, el error y una generalizada falta de conocimiento de la verdad (las cosas no han cambiado mucho en más de tres mil años, ¿verdad?), el Señor llamó a un pueblo –a su pueblo–, la simiente de Abraham, a salir de Egipto. En él buscó no solo preservar el conocimiento de la verdad –es decir, el conocimiento de Jehová, y el plan de salvación– sino también difundir ese conocimiento al resto del mundo.
■ Hoy, ¿cómo nos vemos los Adventistas del Séptimo Día en relación con el resto del mundo? Es decir, ¿qué paralelismos existen entre nosotros y el antiguo Israel? Más aún, ¿qué responsabilidad nos asigna individualmente este paralelismo?
Martes
Durante más de mil años, los judíos habían esperado la venida del Salvador. En este acontecimiento habían cifrado sus más gloriosas esperanzas. En cantos y profecías, en los ritos del templo y en las oraciones familiares, habían engastado su nombre. Y sin embargo, cuando vino, no le conocieron. El Amado del cielo fue para ellos como “raíz de tierra seca”, sin “parecer en él ni hermosura;” y no vieron en él belleza que lo hiciera deseable a sus ojos. “A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron”. Isaías 53:2; Juan 1:11.
Sin embargo, Dios había elegido a Israel. Lo había llamado para conservar entre los hombres el conocimiento de su ley, así como los símbolos y las profecías que señalaban al Salvador. Deseaba que fuese como fuente de salvación para el mundo (El Deseado de todas las gentes, p. 19).
Cuando Abraham recibió el llamamiento a ser un sembrador de la simiente de verdad, se le ordenó: “Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré”. “Y salió sin saber dónde iba”. Hebreos 11:8. Así el apóstol Pablo, orando en el templo de Jerusalén, recibió el mensaje de Dios: “Ve, porque yo te tengo que enviar lejos a los gentiles”. Hechos 22:21. Así los que son llamados a unirse con Cristo deben dejarlo todo para seguirle a él. Las antiguas relaciones deben ser rotas, deben abandonarse los planes de la vida, debe renunciarse a las esperanzas terrenales. La semilla debe sembrarse con trabajo y lágrimas, en la soledad y mediante el sacrificio (Palabras de vida del gran Maestro, p. 19).
El trabajar por la salvación de las almas es un empleo digno del más alto honor. No importa cuál sea la forma de nuestra labor, ni entre qué clase se verifique, ora sea elevada o humilde. A los ojos de Dios estas distinciones no afectan su verdadero valor. El alma sincera, ferviente y contrita, por ignorante que sea, es preciosa a la vista del Señor. Él pone su propia señal sobre los hombres, juzgándolos, no por su jerarquía, ni por su riqueza, ni por su grandeza intelectual, sino por su unidad con Cristo (Obreros evangélicos, p. 347).
Dios escogió a un pueblo ante todo el mundo, no únicamente para adoptar a sus hombres y mujeres como hijos suyos, sino para que el mundo recibiese por ellos la gracia que trae salvación. Tito 2:11. Cuando el Señor eligió a Abraham, no fue solamente para hacerlo su amigo especial; fue para que transmitiese los privilegios especiales que quería otorgar a las naciones. Dijo Jesús, cuando oraba por última vez con sus discípulos antes de la crucifixión: “Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad”. Juan 17:19. Así también los cristianos que son purificados por la verdad poseerán virtudes salvadoras que preservarán al mundo de la completa corrupción moral.
La sal tiene que unirse con la materia a la cual se la añade; tiene que entrar e infiltrarse para preservar. Así, por el trato personal llega hasta los hombres el poder salvador del evangelio. No se salvan en grupos, sino individualmente. La influencia personal es un poder. Tenemos que acercarnos a los que queremos mejorar (El discurso maestro de Jesucristo, pp. 33, 34).
EL PACTO DEL SINAÍ
El Éxodo y todo lo que esto implicó, desde la sangre en el dintel de la puerta en Egipto hasta el drama en el Mar Rojo (¡qué experiencia!), sin duda impresionó a quienes lo vivieron (y a los que murieron, desde los primogénitos egipcios hasta los soldados en el fondo del mar, Dios los juzgará con justicia). Como dijo el Señor: “Vosotros visteis lo que hice a los egipcios, y cómo os tomé sobre alas de águilas, y os he traído a mí” (Éxo. 19:4).
¿Por qué el Señor hizo este rescate impresionante y dramático, concretamente sacando una nación de otra nación; o, como les dijo el mismo Moisés: “¿O ha intentado Dios venir a tomar para sí una nación de en medio de otra nación, con pruebas, con señales, con milagros y con guerra, y mano poderosa y brazo extendido, y hechos aterradores como todo lo que hizo con vosotros Jehová vuestro Dios en Egipto ante tus ojos?” (Deut. 4:34)?
Lee Éxodo 19:4 al 8. ¿Por qué llamó el Señor al pueblo a salir de
Egipto?
Era tan simple como eso. Dios llamó a salir a la simiente, a los descendientes de los padres Abraham, Isaac y Jacob. Y con estos descendientes el Señor estableció su Pacto, y ellos serían, en verdad, “mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra” (Éxo. 19:5). Esta relación era fundamental para el Pacto.
No obstante, esta idea de un “especial tesoro” (heb., segullah), podría malinterpretarse fácilmente (y, de hecho, así fue). La peculiaridad de ellos no provenía de nada que fuese intrínsecamente santo ni justo en sí mismos. Era por la gracia de Dios que recibieron y por las maravillosas verdades que él les había otorgado, verdades que debían seguir y que, como un “reino de sacerdotes”, en última instancia esparcirían por el mundo.
Dios luego les dio también algunas de las estipulaciones del Pacto (la parte que les tocaba a ellos en el Pacto, por así decirlo), los Diez Mandamientos (Éxo. 20), y posteriormente este pacto se ratificó. Luego de rociar un altar recién construido con la sangre de las ofrendas, Moisés “tomó el libro del pacto y lo leyó a oídos del pueblo” (Éxo. 24:7). El pueblo volvió a declarar que obedecería.
■ “Habiendo anunciado Moisés todos los mandamientos de la ley a todo el pueblo, tomó la sangre [...] y roció el mismo libro y también a todo el pueblo, diciendo: Esta es la sangre del pacto que Dios os ha mandado” (Heb. 9:19, 20). ¿Qué significa la sangre y por qué es tan importante, incluso para nosotros hoy?
Miércoles
El pacto que Dios hizo con su pueblo e el Sinaí ha de ser nuestro refugio y defensa. El Señor le dijo a Moisés:
“Así dirás a la casa de Jacob, y anunciarás a los hijos de Israel: Vosotros visteis lo que hice a los egipcios, y cómo os tomé sobre alas de águilas, y os he traído a mí. Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra. Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa”…
Este pacto tiene tanta fuerza hoy día como la tuvo cuando el Señor lo hizo con el antiguo Israel…
Este es el voto que el pueblo de Dios ha de hacer en estos últimos días. Que Dios los acepte depende de un fiel cumplimiento de los términos de su convenio con él. Dios incluye en su pacto a todos los que le obedecen. Para todos los que hacen justicia y juicio, preservante su mano de hacer cualquier mal, la promesa es: “Yo les daré lugar en mi casa y dentro de mis muros, y nombre mejor que el de hijos e hijas; nombre perpetuo les daré, que nunca perecerá” (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 1, p. 1117).
Si los israelitas hubiesen obedecido los requisitos de Dios, hubieran sido cristianos prácticos. Habrían sido felices pues habrían estado siguiendo por los caminos de Dios y no las inclinaciones de sus propios corazones naturales. Moisés no los dejó que interpretaran erróneamente las palabras del Señor o que aplicaran mal sus requisitos. Escribió todas las palabras del Señor en un libro para que se pudiera hacer referencia a ellas después. En el monte las había escrito como las dictó Cristo mismo.
Valientemente los israelitas pronunciaron las palabras que prometían obediencia al Señor, después de escuchar el pacto divino leído a oídos del pueblo. Dijeron: “Haremos todas las cosas que Jehová ha dicho, y obedeceremos”. Entonces, el pueblo fue puesto aparte y sellado para Dios. Se ofreció un sacrificio al Señor. Se asperjó sobre el altar una porción de la sangre del sacrificio. Esto significaba que el pueblo se había consagrado —cuerpo, mente y alma— a Dios. Una porción fue asperjada sobre el pueblo. Esto significaba que mediante la sangre asperjada de Cristo, Dios bondadosamente los aceptaba como su tesoro especial. Así los israelitas entraron en un pacto solemne con Dios (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 1, p. 1121).
APOSTASÍA Y CASTIGO
“Todo lo que Jehová ha dicho, haremos” (Éxo. 19:8; ver también Éxo. 24:3; 24:7). Aunque indudablemente el pueblo era sincero cada vez que pronunciaba esas palabras, la historia bíblica muestra que, por desgracia, su accionar contradijo una y otra vez sus palabras. Aunque eran el pueblo elegido, aunque habían concertado libremente el Pacto con el Señor, no cumplieron con su parte del trato, que en realidad se reducía a una sola cosa.
¿Cuál era el componente esencial para Israel en relación con el Pacto?
(Éxo. 19:4, 5).
El llamado a obedecer a Dios, a guardar su Ley, no era más legalismo entonces que ahora (ver Mat. 7:24-27; Juan 14:15; Sant. 2:20; Rom 6:11, 12) y, sin embargo, una y otra vez los hijos de Israel no cumplieron con su parte del Pacto.
De hecho, desde el principio, incluso frente al mismo monte Sinaí, cayeron en una apostasía total (ver Éxo. 32:1–6). Desgraciadamente, la infidelidad parecía ser más la norma que la excepción y, por lo tanto, en lugar de entrar rápidamente en la Tierra Prometida, vagaron por el desierto durante cuarenta años.
Lee Números 14:28 al 35. ¿Cuál fue el castigo que recibió la nación por negarse a confiar en lo que el Señor les había dicho que hiciera?
Entonces, como ahora, muy a menudo la desobediencia surge no solo de una rebelión abierta (aunque eso, de hecho, también ocurre), sino de no confiar en lo que Dios nos dice. Lo que hizo que este pecado fuese aún más atroz para Israel es el hecho de que, como Dios mismo dijo, todos estos hombres “vieron mi gloria y mis señales que he hecho en Egipto y en el desierto, y me han tentado ya diez veces” (Núm. 14:22). Pese a todo lo que habían visto y vivido, todavía se negaban a obedecer al Señor y a tomar la tierra, a pesar de las promesas de Dios de que tendrían éxito (Núm. 13; 14).
■ Piensa en lo dicho anteriormente: que muchas veces la desobediencia proviene de la falta de confianza en la Palabra de Dios para nosotros. ¿Por qué es así y cómo podemos, verdaderamente, aprender a confiar más en Dios?
Jueves
Aarón falleció en el monte Hor, porque el Señor había dicho que no entraría en la tierra prometida, porque como Moisés había pecado cuando salió agua de la roca en Meriba. Moisés y los hijos de Aarón lo sepultaron en el monte, para que la gente no cediera a la tentación de llevar a cabo una gran ceremonia en torno de su cuerpo, y cayera así en el pecado de la idolatría.
Moises pronto iba a morir. Se le ordenó entonces reunir a los hijos de Israel antes de su muerte para informarles acerca de todas las peregrinaciones de la hueste hebrea desde su partida de Egipto, y todas las grandes transgresiones de sus padres, que les habían acarreado los juicios de Dios, y habían obligado al Señor a decirles que no entrarían en la tierra prometida. Sus padres habían muerto en el desierto, de acuerdo con la palabra del Señor. Sus hijos habían crecido, y en ellos había de cumplirse la promesa de posesión de la tierra de Canaán. Muchos de ellos eran pequeños cuando se dio la ley, y no recordaban en absoluto la grandiosidad de ese evento. Otros nacieron en el desierto, y frente a la posibilidad de que no comprendieran la necesidad de obedecer los Diez Mandamientos y todas las leyes y reglamentos dados a Moisés, Dios lo instruyó para que recapitulara los Diez Mandamientos y todas las circunstancias relacionadas con la promulgación de la ley (La historia de la redención, pp. 173, 174).
No podemos sobreestimar el valor de la fe sencilla y de la obediencia que no cuestiona. El carácter se perfecciona cuando se camina por la senda de la obediencia con fe sencilla. A Adán se le exigió una obediencia estricta a los mandamientos de Dios y a los que desean la salvación actualmente no se les puede presentar una norma inferior. El Señor dice: “Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré. Si me amáis, guardad mis mandamientos. Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir”. Juan 14:13-17. El mundo está confabulado contra la verdad, porque no desea obedecer la verdad. ¿Habría yo, quien percibo la verdad, de cerrar mis ojos y mi corazón a su poder salvador, porque el mundo elige la oscuridad en lugar de la luz (Exaltad a Jesús, p. 133).
Dios desea que su pueblo se prepare para la crisis venidera. Esté preparado o no, tendrá que afrontarla; y solamente aquellos que vivan en conformidad con la norma divina, permanecerán firmes en el tiempo de la prueba. Cuando los gobernantes seculares se unan con los ministros de la religión para legislar en asuntos de conciencia, entonces se verá quiénes realmente temen y sirven a Dios. Cuando las tinieblas sean más profundas, la luz de un carácter semejante al de Dios brillará con el máximo fulgor. Cuando fallen todas las demás confianzas, entonces se verá quiénes confían firmemente en Jehová. Y mientras los enemigos de la verdad estén por doquiera, vigilando a los siervos de Dios para mal, Dios velará por ellos para bien. Será para ellos como la sombra de un gran peñasco en tierra desierta (Los hechos de los apóstoles, pp. 344, 345).
PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:
Para un estudio más profundo y bien elaborado sobre el tema del Gran Conflicto, basado en la idea de que Dios es amor, y escrito por un adventista del séptimo día, ver Theodicy of Love: Cosmic Conflict and the Problem of Evil, de John Peckham (Grand Rapids, MI: Baker Academic, 2018). El hecho de que esta obra haya sido publicada por una editorial no adventista muestra que una buena erudición bíblica puede revelar la realidad del Gran Conflicto descrita en las Escrituras.
“En resumen, sostengo que el amor de Dios (bien entendido) está en el centro de una disputa cósmica y que el compromiso de Dios con el amor brinda una razón moralmente suficiente para que Dios permita el mal, con ramificaciones significativas para entender que la providencia divina opera dentro de lo que yo llamo reglas de juego del Pacto” (J. C. Peckham, Theodicy of Love: Cosmic Conflict and the Problem of Evil, p. 4).
“El decreto de que Israel no entraría en Canaán por cuarenta años fue una amarga desilusión para Moisés, Aarón, Caleb y Josué; pero aceptaron sin murmurar la decisión divina. Por el contrario, los que habían estado quejándose de cómo los trataba Dios, y declarando que querían volver a Egipto, lloraron y se lamentaron grandemente cuando les fueron quitadas las bendiciones que habían menospreciado. Se habían quejado por nada, y ahora Dios les daba un motivo para llorar. Si se hubieran lamentado por su pecado cuando les fue presentado fielmente, no se habría pronunciado esta sentencia; pero se afligían por el castigo; su dolor no era arrepentimiento y, por lo tanto, no podían obtener la revocación de su sentencia” (PP 413).
PREGUNTAS PARA DIALOGAR:
1. Analicen el tema del libre albedrío y el amor. ¿Por qué el amor, para ser amor, debe darse libremente? En vista de todo el sufrimiento del mundo, algunos dirían que el amor no valía la pena. ¿Cómo responderías a ese desafío?
2. Ya que la obediencia es tan esencial en toda la Biblia, ¿qué es entonces el legalismo? ¿Qué factores pueden pervertir el intento de ser fieles a Dios, a su Palabra y sus mandamientos en la trampa del legalismo?
3. En clase, analicen la pregunta que se formuló al final del estudio del martes sobre los paralelismos entre el antiguo Israel y la Iglesia Adventista del Séptimo Día. ¿Cuáles son esos paralelismos y por qué deberíamos prestarles atención?
Viernes
Exaltad a Jesús, 22 de enero, “Representa al Padre”, p. 30;
A fin de conocerle, 9 de enero, “El misterio del pecado”, p. 17.
"LA VERDAD PRESENTE, EN DEUTERONOMIO"
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Dios lo bendiga!!!
Lección 1
EL SÁBADO ENSEÑARÉ...
Parte I: RESEÑA
Texto clave: 1 Juan 4:8; Deuteronomio 4:37; 6:5.
Enfoque del estudio: Isaías 14:12-14; Ezequiel 28:12-17; Génesis 3:1-7; 12:1-3; Hechos 7:20-36; Éxodo 19:4-8; Deuteronomio 1:34.
Introducción:
El Libro de Deuteronomio es el quinto y último libro del Pentateuco, y contiene el discurso de despedida de Moisés para Israel antes de entrar en la Tierra Prometida. El libro está marcado por un sentido de urgencia. Moisés está a punto de morir y dejar a su pueblo, y el propósito de sus últimas palabras es recordarles las enseñanzas más importantes de Dios. Por ende, este libro es una exposición de la fe israelita: el libro de texto para los líderes del pueblo a fin de mantenerlos en la senda correcta.
Temática de la lección:
- El Dios de la historia. Cuando Moisés se dirige a su pueblo, le recuerda los acontecimientos de la historia pasada en los que Dios lo salvó de la esclavitud y lo sacó de Egipto atravesando las dificultades del desierto.
- El Dios de amor. Como Dios es amor, se acerca a su pueblo y lucha por él. En respuesta, el pueblo de Dios aprenderá a amar a su Dios.
- El Pacto de Dios. Esta relación recíproca entre Dios y su pueblo toma la forma de un contrato, un pacto entre Dios e Israel.
- El pueblo de Dios. Israel es el pueblo del Pacto. Esta designación no sugiere que sea superior a otros pueblos. Este pacto, que se inició con Abraham, implica la santidad de Israel y su compromiso, mediante el amor, de temer a Dios y obedecer sus mandamientos.
Parte II: COMENTARIO
Todo Israel
Este libro está pensado para “todo Israel” (Deut. 1:1), una expresión que se refiere a la totalidad del pueblo justo antes de su entrada en la Tierra Prometida (Deut. 34:12; 27:9; 31:1, 7). El apóstol Pablo utiliza esta expresión en un sentido escatológico para referirse a la totalidad del pueblo salvo, incluyendo a judíos y gentiles (Rom. 11:26). Aunque en boca de Daniel, la frase “todo Israel” parece referirse al pueblo exiliado en Babilonia que espera la restauración, está claro que tiene un alcance universal, que abarca a “los de cerca y los de lejos, en todas las tierras” (Dan. 9:7).
Preguntas para analizar y meditar: ¿Por qué el libro de Deuteronomio le habla al pueblo de Israel en su conjunto? ¿Por qué se comprenden mejor los mensajes de este libro cuando todo el pueblo está reunido? ¿Cómo se aplica el adagio “ningún hombre es una isla” a la iglesia de hoy?
Deuteronomio
La palabra “Deuteronomio”, el título del libro, deriva de la traducción griega (la Septuaginta) de una frase que se encuentra en Deuteronomio 17:18, “una copia de esta ley”, que significa literalmente “una segunda [es decir, una repetición] de esta ley”. La palabra hebrea para “ley” es Torá, que alude más que a nuestra palabra “ley” en un sentido jurídico; significa “enseñanza” en el sentido general del término e incluye todas las instrucciones de Dios. La frase Deuteronomio, “esta segunda ley”, de hecho describe el contenido del libro (Deut. 28:61; 29:21; etc.), no solo porque es la repetición de la ley recibida originalmente en el monte Sinaí, sino también porque es un repaso de las enseñanzas de Dios. Notablemente, el título hebreo del libro, Debarim (“palabras”, o “estas son las palabras”) (Deut. 1:1), se refiere a las palabras proféticas de Moisés, “conforme a todas las cosas que Jehová le había mandado acerca de ellos” (Deut. 1:3). Esto se asemeja a las últimas palabras del libro de Números, que dicen: “Estos son los mandamientos” (Núm. 36:13; comparar con Deut. 1:6).
Pregunta para reflexionar: ¿Por qué Moisés necesitaba repetir la Ley?
Cuatro discursos
Moisés se dirige a su pueblo en cuatro grandes discursos. Cada uno de ellos se presenta con la misma frase: “estas son las palabras”, o su equivalente (Deut. 1:1; 4:44; 29:1; 31:1). El primer discurso es un prólogo histórico (Deut. 1-4) en el que Moisés narra la experiencia pasada de Israel desde el Sinaí hasta Canaán (Deut. 1-3). El segundo discurso es un repaso de la Ley (Deut. 4:44-28:68). El tercer discurso es un llamado a guardar el Pacto (Deut. 29-30). Y el cuarto discurso es un llamado final a leer y recordar la Ley, seguido del cántico de Moisés y su bendición y despedida antes de morir (Deut. 31-34).
Pacto
Un análisis más cuidadoso de la estructura del libro de Deuteronomio a la luz de la literatura del antiguo Cercano Oriente ha revelado una organización sofisticada que sigue el patrón de los antiguos tratados de pacto entre el soberano y su vasallo (egipcios y especialmente hititas, desde el segundo milenio a.C.), que exhibían las siguientes características:
• Preámbulo (Deut. 1:1-5)
• Prólogo histórico (Deut. 1:6-4:49)
• Estipulaciones: generales (Deut. 5-11); específicas (Deut. 12-26)
• Bendiciones y maldiciones (Deut. 27-28)
• Lealtad al Pacto y testigos (Deut. 29-30)
Dios en la historia
Esta estructura de pacto, que confirma la antigüedad del libro y su autoría mosaica, sugiere la intención de enfatizar el pacto de Dios con su pueblo. Los acontecimientos históricos, un recordatorio de las obras de salvación de Dios en favor de su pueblo, preceden y sientan las bases del Pacto desde Abraham y Egipto hasta la actualidad. Estos acontecimientos sugieren una teología bíblica de la historia que es esencialmente diferente de nuestras concepciones occidentales modernas de la historia. En la Biblia, la historia no es el flujo mecánico de acontecimientos de causa y efecto; más bien, es el resultado de la presencia y las acciones continuas de Dios. Dios inicia el Pacto mediante su accionar en la historia. Él es el primero que se mueve y actúa. Y estos actos de la historia son la base del Pacto. Dios hace el Pacto con su pueblo (Deut. 5:3) porque él es el Señor que los sacó de la tierra de Egipto (Deut. 5:6). La palabra hebrea debarim, “palabras”, el título hebreo del libro de Deuteronomio, también significa “acontecimientos” y se refiere a la historia sagrada de las obras de salvación de Dios. El libro de Crónicas, que narra esa historia en el Antiguo Testamento, en hebreo se llama dibrey hayammim, que significa “las palabras de los días”. Las palabras de Dios también deben leerse teniendo en cuenta estos hechos de la historia.
Pregunta para analizar y reflexionar: ¿Qué lecciones acerca de Dios podríamos aprender del hecho de que la misma palabra hebrea dabar se relacione con los sentidos de “palabra” y de “historia”?
El principio del amor
El principio fundamental del pacto de Dios con su pueblo es el amor. El verbo “amar” aparece con frecuencia en el libro, no solo para referirse al amor de Dios por su pueblo (Deut. 4:37; 7:8; 10:15; 23:5 y otros) sino también al amor de Israel en respuesta a Dios (Deut. 6:5; 7:9; 10:12). En Deuteronomio, el amor divino no se describe solo como una emoción o un sentimiento. El amor de Dios es intenso e infinito y se manifiesta a través de hechos que expresan la intensidad, la autenticidad y la naturaleza infinita de su amor. Debido a este amor, que creó los cielos y la Tierra (Deut. 10:14; 4:35), Dios también entró en la esfera de los acontecimientos humanos y salvó a su pueblo (Deut. 1:27-31; 4:20). Como consecuencia del amor divino, Dios exhorta a Israel, el pueblo del Pacto: “Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas” (Deut. 6:5). Por lo tanto, el amor implica que deben recordar a Dios (Deut. 7:18; 9:7, Deut. 24:9), escucharlo, esforzarse por entender y obedecer sus palabras (Deut. 4:1; 6:4; 20:3), temerlo (Deut. 4:10; 5:29; 17; 19; 31:12) y servirlo (Deut. 6:13; 28:47, 48).
Exhortación a estudiar
El libro de Deuteronomio es un poderoso llamado a estudiar y enseñar las palabras de Dios (Deut. 6:7), un libro que ha sido valorado tanto en la comunidad judía como en la cristiana como uno de los mejores libros de las Sagradas Escrituras. Este es el libro que contiene la Shemá Israel, “Oye, Israel” (Deut. 6:4), que dio forma a la identidad religiosa judía. Este es también uno de los libros del Antiguo Testamento más presentes en el Nuevo Testamento, en el que se lo cita ochenta veces. Por consiguiente, es uno de los libros más importantes de la Biblia. Es un libro de relevancia contemporánea para el pueblo de Dios del tiempo del fin, ya que está a punto de entrar en la Tierra Prometida que el Señor ha preparado para él (Juan 14:2). “El libro de Deuteronomio debería ser cuidadosamente estudiado por los que viven hoy en la Tierra” (Comentarios de Elena G. de White en CBA 1:1.131).
Pregunta para analizar y reflexionar: ¿Por qué el estudio de la Biblia debería ser un componente importante de la vida espiritual de los adventistas del séptimo día? Busca ejemplos bíblicos de personas que enfatizaron el valor de estudiar como un deber religioso.
Parte III: APLICACIÓN A LA VIDA
No alcanza con escuchar y estudiar las palabras de Dios. Tenemos que vivir de acuerdo con lo que hemos escuchado y entendido. Cuando era niño, yo (Jacques Doukhan) escuché de mi rabino una leyenda oral sobre un hombre que encontró una trompeta milagrosa en el mercado. El vendedor se jactaba de sus cualidades mágicas: “Esta trompeta”, dijo, “tiene un poder maravilloso. Si la soplas, el fuego de la casa quedará dominado de inmediato”. Tan pronto como el hombre llegó a casa, quiso probar el poder de la trompeta. Prendió fuego su casa y luego comenzó a tocar la trompeta. Y, cuanto más tocaba la trompeta, más crecía el fuego y se quemaba la casa. El hombre se enojó con la persona que le vendió la trompeta y volvió corriendo al mercado para quejarse. El vendedor le explicó entonces que la función de la trompeta no era apagar el fuego sino alertar a la gente de la ciudad que luego vendría a apagarlo.
Una de las diferencias más importantes entre Dios y los seres humanos es que cuando Dios habla suceden cosas. Busca casos en la Biblia que ilustren este principio. En comparación, busca en la historia, en la vida política y en tu propia existencia casos que ilustren las discrepancias entre las palabras y las acciones.
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