Lección 2: La lección de historia de Moisés | Deuteronomio | Escuela Sabática 4T 2021
Lección 2: Para el 9 de octubre de 2021
LA LECCIÓN DE HISTORIA DE MOISÉS
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Deuteronomio 1–3; Éxodo 32:29–32; Números 14; Efesios 3:10; Génesis 15:1–16; Juan 14:9.
PARA MEMORIZAR:
“Y todos comieron el mismo alimento espiritual, y todos bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo” (1 Cor. 10:3, 4).
“Estas son las palabras que habló Moisés” (Deut. 1:1). Así comienza el libro de Deuteronomio. Y, aunque Moisés y la presencia de Moisés dominan el libro, desde estas palabras iniciales hasta su muerte en la tierra de Moab (Deut. 34:5), Deuteronomio (como toda la Biblia) en realidad tiene que ver con el Señor Jesús. Porque él es quien nos creó (Gén. 1; 2; Juan 1:1-3), nos sostiene (Col. 1:15-17; Heb. 1:3) y nos redime (Isa. 41:14; Tito 2:14). Y, en un sentido más amplio de esas palabras, Deuteronomio revela cómo el Señor siguió creando, sosteniendo y redimiendo a su pueblo en este momento crucial en la historia de la salvación.
Básicamente, justo cuando los hijos de Israel están por entrar en Canaán, Moisés les da una lección de historia, un tema que se repite en toda la Biblia: recuerden lo que el Señor ha hecho por ustedes en el pasado. “No tenemos nada que temer del futuro, a menos que olvidemos la manera en que el Señor nos ha conducido, y lo que nos ha enseñado en nuestra historia pasada” (NB 193).
Sábado
El Señor ordenó a Moisés que refiriese a los hijos de Israel cómo los había librado del yugo de Egipto y les había conservado milagrosamente la vida en el desierto. Moisés debía recordarles su incredulidad, sus murmuraciones cuando fueron probados, así como la gran misericordia y tierna bondad del Señor que no los abandonaron nunca. Ello debía estimular su fe y fortalecer su valor. Al par que comprenderían su estado de debilidad y pecado, se darían cuenta también de que Dios era su justicia y fortaleza.
De igual importancia es hoy que el pueblo de Dios recuerde los lugares y circunstancias en que fue probado, en que su fe desfalleció, en que hizo peligrar su causa por su incredulidad y confianza en sí mismo. La misericordia de Dios, su providencia, sus libramientos inolvidables deben ser recordados uno tras otro. A medida que el pueblo de Dios repase así lo pasado, debe comprender que el Señor repite su trato. Debe prestar atención a las advertencias que le son dadas y guardarse de volver a caer en las mismas faltas. Renunciando a toda confianza en sí mismos, los hijos de Dios deben confiar en él para que los guarde del pecado que podría deshonrar su nombre (Testimonios para la iglesia, t. 7, p. 201).
El libro de Deuteronomio debiera ser cuidadosamente estudiado por los que viven hoy en la tierra. Contiene un registro de las instrucciones dadas a Moisés para que él las transmitiera a los hijos de Israel. En él se repite la ley…
La ley de Dios debía ser repetida con frecuencia a Israel. Para que no se olvidaran sus preceptos, debía ser mantenida delante del pueblo y siempre había de ser exaltada y honrada. Los padres debían leerla a sus hijos, enseñándosela línea tras línea, precepto tras precepto. Y en ocasiones públicas, la ley había de ser leída para que la oyera todo el pueblo.
La prosperidad de Israel dependía de su obediencia a esta ley. Si eran obedientes, les iba a dar vida; si eran desobedientes, muerte (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 1, p. 1131).
Satanás procura siempre pervertir lo que Dios ha dicho, a fin de cegar la mente y obscurecer el entendimiento, y así inducir a los hombres a pecar. Por esta razón es Dios tan explícito y presenta sus exigencias con tanta claridad que nadie necesita equivocarse. Dios procura constantemente atraer a los hombres a sí mismo y ponerlos bajo su protección, para que Satanás no ejerza sobre ellos su poder cruel y engañoso. Condescendió a hablarles con su propia voz, y a escribir con su propia mano los oráculos vivientes. Y estas palabras bienaventuradas, todas henchidas de vida y luminosas de verdad, son confiadas a los hombres como una guía perfecta. Debido a que Satanás está tan listo para arrebatar la mente y apartar los afectos de las promesas del Señor y sus exigencias, se necesita la mayor diligencia para grabarlas en la mente y el corazón (Historia de los patriarcas y profetas, p. 537).
EL MINISTERIO DE MOISÉS
En toda la Biblia se siente la presencia de Moisés. Y, aunque no se lo menciona hasta Éxodo 2:2, él escribió el libro de Génesis, la narración autoritativa y fundamental de Dios sobre quiénes somos, cómo llegamos aquí, por qué las cosas están tan mal y, aun así, por qué podemos tener esperanza de todos modos. La Creación, la Caída, la promesa de redención, el Diluvio, Abraham, el evangelio, todos tienen sus raíces en Génesis, y su autor fue el profeta Moisés. Es difícil medir adecuadamente la influencia que este hombre, para nada perfecto, pudo ejercer para Dios porque amaba al Señor y quería servirlo.
Lee Éxodo 32:29 al 32, que registra la conversación entre el Señor y Moisés
después del terrible pecado del becerro de oro. ¿Qué percepción nos da esta
historia sobre el carácter de Moisés y por qué, a pesar de los defectos que
tuvo, el Señor pudo usarlo de una manera tan poderosa?
Aunque Moisés no tuvo nada que ver con el pecado del pueblo, trató de interceder por este pueblo pecador, e incluso estuvo dispuesto a perder su alma por ellos. Curiosamente, en Éxodo 32:32, cuando Moisés le pide a Dios que “perdone” sus pecados, el verbo en realidad significa “cargar”. Por lo tanto, Moisés, al entender la gravedad del pecado y lo que se necesitaba para expiarlo, le pidió a Dios que “cargara” con el pecado de ellos. Y eso se debe a que esta es la única manera –en última instancia– en que cualquier pecado puede llegar a ser perdonado.
Por lo tanto, al principio de la Biblia tenemos una poderosa expresión de sustitución, en la que Dios mismo en la persona de Jesús llevará sobre sí todo el peso y el castigo de nuestro pecado; el camino predeterminado de Dios para la salvación de la humanidad mientras permanezca fiel a los principios de su gobierno y su Ley.
De hecho, muchos siglos después, Pedro escribió acerca de Jesús: “Quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados” (1 Ped. 2:24).
Mientras tanto, lo que vemos en esta historia de Moisés y su reacción ante el pecado del pueblo es a Moisés en el papel de intercesor en favor de un pueblo caído y pecador, un precursor de lo que Jesús también haría por nosotros (ver Heb. 7:25).
■ ¿Dispuesto a perder su propia alma por su pueblo? Reflexiona en las implicaciones de esas palabras. ¿Qué podemos aprender de ellas sobre lo que significa amar verdaderamente a los demás?
Domingo
Por medio de Moisés libró el Señor a los hijos de Israel de la esclavitud de Egipto. Fue Moisés un mediador entre Dios y su pueblo, y a menudo se interpuso entre ellos y la ira del Señor. Cuando Dios se irritó en extremo contra Israel por su incredulidad, sus murmuraciones y sus horrendos pecados, fue probado el amor de Moisés por los israelitas. Dios se propuso destruir al pueblo de Israel y hacer de la posteridad de Moisés una nación poderosa; pero el profeta demostró su amor por Israel intercediendo fervorosamente por ese pueblo. En su angustia suplicó a Dios que borrase su nombre de su libro o que aplacara su ira y perdonase a Israel (Primeros escritos, pp. 162, 163).
La de Cristo fue una vida de servicio abnegado, y su vida es nuestro libro de texto. Tenemos que continuar la obra que él comenzó. Al contemplar su vida de trabajo y sacrificio, ¿vacilarán los que profesan su nombre en negarse a sí mismos, tomar su cruz y seguirlo? Él se humilló a sí mismo hasta lo más profundo para que pudiéramos ser levantados a las alturas de la pureza, la santidad y la integridad. Se hizo pobre a fin de poder llenar con la plenitud de sus riquezas nuestras míseras almas. Sufrió la cruz de vergüenza para que pudiera darnos paz, descanso y gozo y hacernos partícipes de las glorias de su trono…
¿No deberíamos devolverle a Dios todo lo que él ha redimido, los afectos que ha purificado y el cuerpo que ha comprado para ser guardados en santificación y santidad?…
El verdadero cristianismo difunde el amor en el ser entero. Alcanza cada parte vital —el intelecto, el corazón, las manos ayudadoras, los pies— capacitando a los hombres a mantenerse firmemente donde Dios requiere que estén.
Podemos revelar la semejanza de nuestro divino Señor. Podemos conocer la ciencia de la vida espiritual. Podemos glorificar a Dios en nuestros cuerpos y en nuestro espíritu, los cuales son de él (En los lugares celestiales, p. 45).
El amor puro es sencillo en sus manifestaciones, y distinto de cualquier otro principio de acción. Debe albergarse y cultivarse el amor, porque su influencia es divina.
En Jesús usted puede amar con fervor, con sinceridad. Este amor puede aumentar su profundidad y expandirse hasta el infinito… El amor a Dios asegurará el amor al prójimo, y usted se dedicará a los deberes de la vida con interés profundo y abnegado. Los principios puros constituirán el fundamento de sus acciones. La paz interior conducirá aun sus pensamientos hacia corrientes más saludables…
La serenidad mental que usted puede poseer será una bendición para todos los que se relacionan con usted. Esta paz y esta calma llegarán a ser naturales con el tiempo, y reflejarán sus preciosos rayos sobre todos los que la rodean, para volver de nuevo a reflejarse sobre usted.
Mientras más guste de esta paz celestial y de esta serenidad de la mente, más aumentarán. Es un placer animado y viviente que no sume todas las energías morales en un estupor, sino que las despierta para llevar a cabo una actividad mayor. La paz perfecta es un atributo del Cielo que los ángeles poseen (Exaltad a Jesús, p. 88).
PROFECÍA CUMPLIDA
A pesar de algunos de los errores que la ciencia moderna trata de promulgar como verdad (como que nuestro Universo surgió de la “nada absoluta” por sí solo o que toda la vida en la Tierra surgió por casualidad a partir de sustancias químicas simples), la ciencia nos ha brindado algunas revelaciones asombrosas del poder creador de Dios. La armonía, el equilibrio, la precisión de muchos aspectos del mundo natural, incluso en su estado caído, continúan asombrando a quienes los estudian.
Y, si Dios puede ser tan preciso con las cosas físicas, sin duda también lo será con las cosas espirituales. Por lo tanto, en los primeros versículos de Deuteronomio, podemos ver más de la increíble precisión de Dios.
Lee Deuteronomio 1:1 al 6. ¿Cuál es el significado profético del hecho de
que Deuteronomio 1:3 hable de “los cuarenta años”?
Después del fiasco, cuando Moisés envió espías desde Cades-barnea para inspeccionar la tierra, y el pueblo rechazó el llamado para tomarla, ¿qué sucedió? Se les dijo que no entrarían en la Tierra Prometida como esperaban. Y ¿cuánto tiempo esperarían antes de entrar? “Conforme al número de los días, de los cuarenta días en que reconocisteis la tierra, llevaréis vuestras iniquidades cuarenta años, un año por cada día; y conoceréis mi castigo” (Núm. 14:34). Por lo tanto, Deuteronomio retoma en el año cuarenta, exactamente como Dios les había dicho. En otras palabras, la Palabra profética de Dios es tan confiable como Dios mismo, y lo que vemos aquí en los primeros versículos de Deuteronomio son más evidencias de esa fiabilidad; es decir, Dios hace lo que dice y lo hace cuando dice que lo hará.
Por supuesto, este no es el único período profético que se cumplió como Dios había dicho. Al mirar hacia atrás desde nuestro punto de vista actual, podemos encontrar en Daniel 9:24 al 27, por ejemplo, que el tiempo anunciado para el ministerio y la muerte de Jesús se cumplió tal como el Señor había dicho. Podemos ver también que el “tiempo, y tiempos, y medio tiempo” (Dan. 7:25; ver también Apoc. 12:6, 14; 13:5) se ha cumplido en la historia, así como los 2.300 días de Daniel 8:14.
Y, además de los elementos de tiempo precisos, las profecías de Daniel 2, 7 y 8, que predijeron con tanta precisión y exactitud la historia del mundo, nos han brindado evidencias abrumadoras de la presciencia, el control y la confiabilidad de Dios.
■ Podemos ver que el Señor cumplió fielmente estas profecías pasadas tal como predijo. ¿Por qué esto debería darnos la certeza de que podemos confiar en él en cuanto a las cosas que dijo que ocurrirán en el futuro?
Lunes
Dios no puede desplegar el conocimiento de su voluntad y las maravillas de su gracia ante el mundo incrédulo, a menos que tenga testigos esparcidos en toda la tierra. Es su plan que los que participan de esta gran salvación por medio de Jesucristo, sean sus misioneros, que sean como señales para la gente, cuerpos luminosos en todo el mundo, epístolas vivas, conocidas y leídas por todos los hombres, y que con su fe y sus obras testifiquen de la cercana venida del Salvador, y demuestren que no han recibido la gracia de Dios en vano. La gente debe ser advertida a que se prepare para el juicio venidero. A los que han estado escuchando solo fábulas, Dios les dará una oportunidad de oír la segura palabra profética, a la cual hacen bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro. Él presentará la segura Palabra de verdad al entendimiento de todos los que quieran atenderla, todos podrán comparar la verdad con las fábulas presentadas ante ellos por hombres que pretenden comprender la Palabra de Dios y estar capacitados para instruir a los que están en tinieblas (Testimonios para la iglesia, t. 2, p. 558).
Cuando el cristiano está esperando deberes y severas pruebas que anticipa que vendrán sobre él debido a su profesión de fe cristiana, es propio de la naturaleza humana contemplar las consecuencias y evadirlas y esto ocurrirá en forma decidida a medida que nos acercamos al fin de la historia de la tierra. Podemos ser animados por la veracidad de la Palabra de Dios, de que Cristo nunca defraudó a sus hijos como su seguro Dirigente en la hora de la prueba; pues tenemos el registro veraz, de que los que han estado bajo los poderes opresores de Satanás han tenido a su disposición una gracia proporcional a sus días. Dios es fiel y no permitirá que seamos tentados más de lo que podamos soportar (Mensajes selectos, t. 3, pp. 454, 455).
Han pasado más de mil ochocientos años desde que el Salvador dio la promesa de su venida. A través de los siglos sus palabras han llenado de ánimo el corazón de sus fieles. La promesa todavía no se ha cumplido … pero, no por eso es menos segura la palabra que ha sido hablada.
Cristo vendrá en su propia gloria, en la gloria del Padre, y en la gloria de los santos ángeles. Millones de millones y millares de millares de ángeles, los hermosos y triunfantes hijos de Dios, que poseen una inconmensurable hermosura y gloria, lo escoltarán en su camino. En lugar de la corona de espinas, él llevará una corona de gloria —una corona dentro de una corona. En lugar de ese antiguo manto de púrpura, estará vestido con un ropaje del blanco más puro, tanto que “ningún lavador en la tierra los puede hacer tan blancos”. Marcos 9:3. Y en su vestido y en su muslo habrá escrito un nombre: “Rey de reyes y Señor de señores”. Apocalipsis 19:16 (Nuestra elevada vocación, p. 369).
MIL VECES MÁS NUMEROSOS
Después del largo peregrinaje por el desierto, Moisés, hablando en nombre de Jehová (él era un profeta, aunque, a decir verdad, era más que un profeta), dijo: “Mirad, yo os he entregado la tierra; entrad y poseed la tierra que Jehová juró a vuestros padres Abraham, Isaac y Jacob, que les daría a ellos y a su descendencia después de ellos” (Deut. 1:8).
No obstante, fíjate lo que viene a continuación.
Lee Deuteronomio 1:9 al 11. ¿Cuál es el significado de estas palabras,
especialmente a la luz del hecho de que, en realidad, Dios los estaba
castigando por la rebelión de Cades-barnea?
Este es otro ejemplo de la gracia de Dios. Incluso en medio de las travesías por el desierto, fueron bendecidos: “Los sustentaste cuarenta años en el desierto; de ninguna cosa tuvieron necesidad; sus vestidos no se envejecieron, ni se hincharon sus pies” (Neh. 9:21).
Y Moisés, mostrando nuevamente su amor por el pueblo, le pidió a Dios que lo multiplicara mil veces más de lo que Dios ya lo había hecho.
Lee Deuteronomio 1:12 al 17. Como resultado directo de la bendición de Dios sobre ellos, ¿qué sucedió y qué pasos adoptó Moisés para afrontar la situación?
Así, incluso cuando el Señor ejercía una presencia tan poderosa entre ellos, existía la necesidad de organización, de estructura, de un sistema de rendición de cuentas. Israel era un qahal, una asamblea organizada (ver Deut. 31:30), un precursor de la ekklesia del Nuevo Testamento, que en griego significa “iglesia” (ver Mat. 16:18). Y, aunque trabajaba en un contexto diferente, Pablo nunca estuvo lejos de sus raíces judías, y en 1 Corintios 12 vemos claramente cómo delineó la necesidad de que haya gente calificada para asumir varios roles para el correcto funcionamiento del cuerpo, tal como lo vemos aquí en Deuteronomio y el qahal en el desierto. La iglesia de hoy, al igual que el qahal de aquel entonces, necesita ser un cuerpo unificado con personas que cumplan varios roles según sus dones.
Aunque a veces escuchamos que la gente arremete contra la religión “organizada” (¿acaso preferirán una religión “desorganizada”?), la Palabra de Dios, especialmente el Nuevo Testamento, no reconoce ninguna otra clase que la organizada.
Martes
El gobierno de Israel se caracterizaba por la organización más cabal, tan admirable por su esmero como por su sencillez. El orden tan señaladamente puesto de manifiesto en la perfección y disposición de todas las obras creadas por Dios se veía también en la economía hebrea. Dios era el centro de la autoridad y del gobierno, el soberano de Israel. Moisés se destacaba como el caudillo visible que Dios había designado para administrar las leyes en su nombre. Posteriormente, se escogió de entre los ancianos de las tribus un consejo de setenta hombres para que asistiera a Moisés en la administración de los asuntos generales de la nación. En seguida venían los sacerdotes, quienes consultaban al Señor en el Santuario. Había jefes, o príncipes, que gobernaban sobre las tribus. Bajo estos había “jefes de millares, jefes de cientos, y jefes de cincuenta, y cabos de diez” (Deuteronomio 1:15), y por último, funcionarios que se podían emplear en tareas especiales.
El campamento hebreo se ordenaba en exacta disposición. Quedaba repartido en tres grandes divisiones, cada una de las cuales tenía señalado su sitio en el campamento. En el centro estaba el tabernáculo, la morada del Rey invisible. Alrededor asentaban los sacerdotes y los levitas. Más allá de estos acampaban las demás tribus (Historia de los patriarcas y profetas, pp. 391, 392).
Los mismos principios de piedad y justicia que debían guiar a los gobernantes del pueblo de Dios en el tiempo de Moisés y de David, habían de seguir también aquellos a quienes se les encomendó la vigilancia de la recién organizada iglesia de Dios en la dispensación evangélica…
El orden mantenido en la primitiva iglesia cristiana, la habilitó para seguir firmemente adelante como disciplinado ejército revestido de la armadura de Dios. Aunque las compañías o grupos de fieles estaban esparcidos en un dilatado territorio, eran todos miembros de un solo cuerpo y actuaban de concierto y en mutua armonía. Cuando se suscitaban disensiones en alguna iglesia local, como ocurrió después en Antioquía y otras partes, y los fieles no lograban avenirse, no se consentía en que la cuestión dividiese a la iglesia, sino que se la sometía a un concilio general de todos los fieles, constituido por delegados de las diversas iglesias locales con los apóstoles y ancianos en funciones de gran responsabilidad. Así por la concertada acción de todos se desbarataban los esfuerzos que Satanás hacía para atacar a las iglesias aisladas, y quedaban deshechos los planes de quebranto y destrucción que forjaba el enemigo (Los hechos de los apóstoles, pp. 78, 79).
“Dios no es Dios de disensión, sino de paz; como en todas las iglesias de los santos” (1 Corintios 14:33), y quiere que hoy día se observe orden y sistema en la conducta de la iglesia, lo mismo que en tiempos antiguos. Desea que su obra se lleve adelante con perfección y exactitud, a fin de sellarla con su aprobación. Los cristianos han de estar unidos con los cristianos y las iglesias con las iglesias, de suerte que los instrumentos humanos cooperen con los divinos, subordinándose todo agente al Espíritu Santo y combinándose todos en dar al mundo las buenas nuevas de la gracia de Dios (Los hechos de los apóstoles, p. 79).
CADES-BARNEA
Un espectro ha estado frecuentando las primeras partes del libro de Deuteronomio, el espectro de Cades-barnea. Esta desafortunada historia, como hemos visto, establece el contexto inmediato del libro de Deuteronomio, y vale la pena analizarla detenidamente.
Lee Números 14. ¿Cómo reaccionó el pueblo al informe de los espías y cuáles
fueron los resultados de su reacción? (Ver también Deut. 1:20–46.)
Podemos extraer muchas lecciones importantes de esta historia, pero hay una que aparecerá nuevamente en el libro, y también se puede encontrar en Números 14.
Lee Números 14:11 al 20. Aunque vemos a Moisés nuevamente en el papel de intercesor, ¿qué tiene de relevante su línea de razonamiento con el Señor en cuanto a por qué el Señor no debería destruirlos?
Piensa en lo que Moisés le estaba diciendo a Dios: Si haces esto, fíjate qué pensarán los egipcios y las otras naciones de la zona cuando se enteren. Este argumento es importante porque, en última instancia, todo lo que Dios había querido hacer con Israel no era solo por el bien de Israel; también lo era para la humanidad en su conjunto. La nación de Israel iba a ser una luz para el mundo, un testimonio para los antiguos sobre el amor, el poder y la salvación que se encuentran en el Dios verdadero y no en los ídolos inútiles que estos pueblos adoraban.
Sin embargo, como dijo Moisés, si eliminas a este pueblo, ¿qué sucederá entonces? Las naciones dirán: “Por cuanto no pudo Jehová meter este pueblo en la tierra de la cual les había jurado, los mató en el desierto” (Núm. 14:16).
En otras palabras, lo que vemos aquí es un tema que se encuentra en toda la Biblia: la idea de que Dios debe ser glorificado en su pueblo; que la gloria, la bondad, el amor y el poder de Dios deben revelarse en su iglesia, a través de lo que él hace mediante su pueblo. Por supuesto, su pueblo no siempre le facilita hacer esto, pero finalmente Dios será glorificado a través de sus actos en la Tierra.
■ Lee Efesios 3:10. ¿Qué está diciendo Pablo aquí y cómo se produce esto? ¿Cómo se manifiesta la “multiforme sabiduría” de Dios en el cosmos? ¿Qué papel tenemos individualmente para lograr esto?
Miércoles
Después de haber hablado de la fertilidad de la tierra, todos excepto dos [de los espías] dijeron palabras desalentadoras al respecto de su capacidad de conquistarla. Dijeron que las gentes que habitaban el país eran muy fuertes y las ciudades estaban rodeadas de murallas muy gruesas y altas. Aún más, habían visto a los hijos del gigante Anac. Luego explicaron cómo vivía la gente en Canaán y expresaron sus temores de que sería imposible que llegaran a conquistar esa tierra.
Cuando los israelitas hubieron escuchado este informe expresaron su decepción con amargos reproches y llantos. No se detuvieron a reflexionar y a pensar que el Dios que los había traído tan lejos también les daría esa tierra. Dejaron a Dios de lado. Actuaron como si para tomar la ciudad de Jericó, la llave de toda la tierra de Canaán, dependieran únicamente del poder de las armas. Dios había declarado que les daría el país y ellos deberían haber confiado plenamente que cumpliría su palabra. Pero sus corazones rebeldes no estaban en armonía con los planes de Dios; no reflejaban cuán maravillosamente había intervenido en su favor, sacándolos de la esclavitud de Egipto, abriendo paso a través de las aguas del mar y destruyendo el ejército de Faraón cuando los perseguía. Su falta de fe limitaba la obra de Dios y desconfiaban de la mano que los había guiado sanos y salvos hasta ese momento. En esa ocasión repitieron el mismo y antiguo error: murmuraron contra Moisés y Aarón. “Este es, por tanto, el fin de nuestras grandes esperanzas”, dijeron: “Esta es la tierra por cuya posesión hemos viajado desde Egipto”. Culparon a sus dirigentes por haber traído la tribulación a Israel y, una vez más, les imputaron el cargo de haber engañado al pueblo y haberlo llevado a perdición (Testimonios para la iglesia, t. 4, pp. 149, 150).
Dios no tuvo el propósito de que su pueblo, Israel, vagara cuarenta años por el desierto. Prometió guiarlos directamente a la tierra de Canaán, y establecerlos allí como un pueblo santo, lleno de salud y feliz. Pero aquellos a quienes primero se les predicó, no entraron “a causa de incredulidad”. Hebreos 3:19. Sus corazones estuvieron llenos de murmuración, rebelión y odio, y Dios no pudo cumplir su pacto con ellos.
Durante cuarenta años, la incredulidad, la murmuración y la rebelión impidieron la entrada del antiguo Israel en la tierra de Canaán. Los mismos pecados han demorado la entrada del moderno Israel en la Canaán celestial. En ninguno de los dos casos faltaron las promesas de Dios. La incredulidad, la mundanalidad, la falta de consagración y las contiendas entre el profeso pueblo de Dios nos han mantenido en este mundo de pecado y tristeza tantos años (Mensajes selectos, t. 1, p. 78).
El plan que Dios se propone llevar a cabo hoy mediante su pueblo, es el mismo que deseaba llevar a cabo mediante Israel cuando lo sacó de Egipto. Contemplando la bondad, la misericordia, la justicia y el amor de Dios revelados en la iglesia, el mundo ha de obtener una representación de su carácter… Es necesario que no tan solo a este mundo, sino que al universo entero le sean revelados los principios del reino divino (Testimonios para la iglesia, t. 6, p. 21).
LA INIQUIDAD DE LOS AMORREOS
En Deuteronomio 2 y 3, Moisés sigue relatando la historia de Israel y cómo derrotaron a sus enemigos con la bendición de Dios; cuando fueron fieles, Dios les dio la victoria, incluso sobre los “gigantes” (Deut. 2:11, 20; Deut. 3:13).
Por supuesto, esto trae a colación un tema difícil, que al menos debemos mencionar, con respecto a la destrucción de estos pueblos. Aunque a menudo los hijos de Israel primeramente negociaban la paz con una nación (Deut. 20:10, 11), si la gente no aceptaba esa oferta, a veces los israelitas entraban y los destruían, incluyendo a mujeres y niños. “Mas Jehová nuestro Dios lo entregó delante de nosotros; y lo derrotamos a él y a sus hijos, y a todo su pueblo. Tomamos entonces todas sus ciudades, y destruimos todas las ciudades, hombres, mujeres y niños; no dejamos ninguno” (Deut. 2:33, 34).
Algunos intentan eludir esto simplemente diciendo que estas historias no son ciertas. Sin embargo, debido a que creemos que “toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia” (2 Tim. 3:16), esa no es una opción viable para los Adventistas del Séptimo Día. Por tanto, nos cabe plantearnos la difícil cuestión de estos incidentes.
Lee Génesis 15:1 al 16. ¿Qué le dijo Dios a Abram en Génesis 15:16, y cómo
arroja algo de luz sobre este tema difícil?
No cabe duda de que muchas de estas naciones paganas eran personas sumamente brutales y crueles que justificadamente podrían haber enfrentado la ira y el castigo de Dios mucho antes. Eso es cierto, y aunque Dios haya esperado pacientemente a que cambiaran sus caminos, y ellos no cambiaron, esto todavía no altera la dura realidad sobre la matanza de todos, incluidos los niños. (Por supuesto, probablemente murieron muchos más niños en el Diluvio que los que mataron los israelitas.)
El hecho es que, por ahora, dada la información limitada que tenemos sobre el contexto total de los acontecimientos, solo tenemos que aceptar esta dura realidad y confiar en la bondad de Dios, que se ha revelado de muchas otras formas. La fe no se trata solo de amar a Dios en un hermoso día en un hermoso bosque lleno de maravillosas vistas y sonidos. También implica confiar en él a pesar de lo que no entendemos completamente.
■ Lee 1 Corintios 10:1 al 4; y Juan 14:9. ¿Cómo nos ayudan estos versículos, y muchos otros similares, a aprender a confiar en el amor, la justicia y la bondad de Dios, aun cuando vemos cosas que parecen difíciles de conciliar con este conocimiento de Dios?
Jueves
[Dios les dijo a los israelitas] que las iniquidades de los amorreos no habían llegado todavía a su colmo, y su expulsión y exterminio no podían justificarse hasta que hubieran llenado la copa de su iniquidad. La idolatría y el pecado caracterizaban su conducta, pero la medida de su culpabilidad no era tal como para que pudieran ser entregados a la destrucción. En su amor y compasión, Dios iba a hacer que brillara la luz sobre ellos en forma de rayos más nítidos; les iba a dar la oportunidad de contemplar la obra de su maravilloso poder a fin de que no pudiera haber excusa para su conducta maligna. Así trata Dios a las naciones. A través de un cierto período de prueba, manifiesta magnanimidad para con las naciones, las ciudades y los individuos. Pero cuando es evidente que no recurrirán a él para que puedan tener vida, caen castigos sobre ellos. Llegó el tiempo cuando se descargó el castigo sobre los amorreos, y vendrá el tiempo cuando todos los transgresores de su ley sabrán que Dios de ninguna manera justifica al impío (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 1, p. 1107).
Muchos consideran que el Señor fue cruel al requerir que su pueblo guerreara contra otras naciones. Afirman que tal cosa es contraria a su carácter benevolente. Pero Aquel que hizo el mundo y formó al hombre para que morara sobre la tierra, ejerce un control ilimitado sobre la obra de sus manos, tiene el derecho de hacer como le plazca y lo que él quiera con la obra de sus manos. El hombre no tiene derecho de decir a su Hacedor: ¿Por qué haces tú esto? No hay injusticia en su carácter. Él es el Gobernante del mundo, y una gran parte de sus súbditos se han rebelado contra su autoridad y han pisoteado su ley… Empleó a su pueblo como el instrumento de su ira para castigar a las naciones impías que los habían perseguido y hecho caer en la idolatría (Mensajes selectos, t. 2, p. 384).
[T]odo seguidor de Cristo encontrará la oportunidad de manifestar amabilidad y amor cristianos; y al hacerlo probará que es poseedor de la religión de Jesucristo.
Esta religión nos enseña a ejercer paciencia y longanimidad cuando llegamos a ciertos lugares donde recibimos un trato duro e injusto… “No devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo, sabiendo que fuisteis llamados para que heredaseis bendición”. 1 Pedro 3:9… Cuando Cristo fue maltratado, no devolvió mal por mal… Su religión trae con ella un espíritu manso y humilde…
Se necesita constantemente de paciencia, bondad, abnegación y espíritu de sacrificio en el ejercicio de la religión bíblica. Pero si la Palabra de Dios se convierte en un principio permanente en nuestras vidas, todo lo que hagamos, cada palabra, cada acto por insignificante que sea revelará que estamos sujetos a Jesucristo… Si la Palabra de Dios es recibida en el corazón, vaciará el alma de suficiencia propia y de dependencia de sí mismo. Nuestras vidas serán un poder para el bien porque el Espíritu Santo llenará nuestras mentes con las cosas de Dios (La maravillosa gracia de Dios, p. 248).
PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:
Así es como un erudito trata de responder las preguntas difíciles sobre lo que hicieron los israelitas con algunas de estas naciones:
“Como Creador de todas las cosas y de todos los seres humanos y como soberano de todo, Dios puede hacer lo que quiera con quien quiera, y tiene razón al hacerlo. [...] Los caminos de Dios son un misterio. Dado que nunca lo entenderemos por completo, bien podríamos calmarnos con las preguntas en nuestra mente. Isaías 55:8 y 9 ofrece algún consuelo.
“Según la imagen bíblica de los cananeos, estos pueblos eran extremadamente malvados, y su aniquilación representaba el juicio de Dios por su pecado. La destrucción de los cananeos no fue la primera ni la última vez que Dios hizo esto. Las diferencias entre el destino de los cananeos y el destino de la humanidad (a excepción de la familia de Noé), como se describe en Génesis 6 al 9, engloban magnitud e intermediación [...].
“Dios nunca tuvo la intención de que los israelitas hicieran la política de herem [destrucción total] como una política general hacia los extranjeros. Deuteronomio 7:1 expresamente identifica (y, por lo tanto, delimita) a los pueblos-meta. Los israelitas no debían seguir estas políticas contra los arameos, los edomitas, los egipcios ni ningún otro (comparar con Deut. 20:10-18) [...].
“Los cananeos sufrieron un destino que finalmente todos los pecadores enfrentarán: el juicio de Dios [...].
“La eliminación de los cananeos por parte de Dios fue una medida necesaria en la historia de la salvación [...]. Aunque los cananeos en su conjunto eran blanco del juicio de Dios, tuvieron al menos cuarenta años de previo aviso (ver la confesión de Rahab en Jos. 2:8-11)” (D. I. Block, The NVI Application Commentary: Deuteronomy, pp. 98, 99).
PREGUNTAS PARA DIALOGAR:
1. Reflexiona en nuestra interpretación del milenio, en el que tendremos mil años para obtener respuestas a todas nuestras preguntas. ¿Cómo puede esta interpretación ayudarnos a aprender a confiar en Dios a pesar de las preguntas difíciles que tengamos ahora?
2. ¿Cuáles son algunas de las formas en las que Dios te ha guiado en el pasado que pueden ayudarte a aprender a confiar en él para el futuro? ¿Por qué es importante no olvidar cómo Dios ha obrado en nuestra vida?
3. En clase, repasen la pregunta que se encuentra al final del estudio del domingo sobre la voluntad de Moisés de perder su propia alma por el bien de su pueblo. ¿Es esa una actitud correcta? ¿Por qué vale la pena perder el alma, si es que vale la pena, especialmente considerando lo que cuesta redimirla?
Viernes
A fin de conocerle, 2 de abril, “Las bendiciones universales de Cristo”, p. 98;
Nuestra elevada vocación, 24 de febrero, “Un ejercicio superior de nuestras facultades”, p. 63.
"LA VERDAD PRESENTE, EN DEUTERONOMIO"
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Dios lo bendiga!!!
Lección 2
EL SÁBADO ENSEÑARÉ...
Parte I: RESEÑA
Texto clave: 1 Corintios 10:3, 4; Deuteronomio 1:30.
Enfoque del estudio: Deuteronomio 1-3; Éxodo 32:29-32; Números 14; Efesios 3:10; Génesis 15:1-16; Juan 14:9.
Introducción:
Conforme a la estructura contractual del libro, el discurso de Moisés comienza con un “preámbulo” (Deut. 1:1-5), que tiene dos funciones. En primer lugar, señala la naturaleza del contenido del libro, como lo indica la frase “estas son las palabras” (Deut. 1:1). Estas “palabras” se refieren no solo a las palabras de Moisés como profeta y líder de Israel, sino también a las “palabras” de Dios, sus mandamientos (comparar con Núm. 36:13), que Moisés explicará más adelante (Deut. 1:5), y a la acción de Dios a través de los sucesos de la historia de la salvación. En segundo lugar, sitúa el lugar y el tiempo del último testimonio de Moisés a su pueblo: “a este lado del Jordán” (Deut. 1:1), que es Transjordania, frente a la Tierra Prometida (Núm. 36:13), y “a los cuarenta años” (Deut. 1:3); es decir, el último año del viaje de Israel por el desierto.
Después del “preámbulo” viene un prólogo histórico que repasa los sucesos históricos de los que Moisés extrae lecciones para su pueblo.
Temática de la lección:
- Acuérdate y espera
- Dios lucha por ti
- Dios cumple sus palabras
- Gracia y justicia
Parte II: COMENTARIO
La reseña histórica de Moisés abarca los tres eventos principales del peregrinaje de los israelitas: el pacto de Dios con su pueblo en Horeb (Deut. 1:6-18), la rebelión del pueblo en el oasis de Cades-barnea (Deut. 1:19-46) y finalmente la conquista de Galaad (Deut. 2:1-3:29).
Dios hace un pacto en Horeb (Deut. 1:6-18)
Horeb es el lugar de la manifestación de Dios. Horeb y Sinaí se refieren al mismo lugar, el monte donde Dios se le reveló a Israel e hizo un pacto con el pueblo y le dio su Ley (Éxo. 3:1). Moisés enfatiza el estrecho vínculo personal entre Israel y Dios, llamado “Jehová nuestro Dios” (Deut. 1:6), un título que se usa a menudo en el libro de Deuteronomio. Moisés le recuerda al pueblo el llamado de Dios a trasladarse: “Habéis estado bastante tiempo en este monte” (Deut. 1:6).
Aunque este gran momento de adoración fue importante, Dios consideró que era hora de actuar. El Dios de Israel no es el Dios de los monasterios. No es el Dios de las oraciones y la meditación solamente; también es el Dios que insta a su pueblo a que vaya a poseer la tierra prometida a los patriarcas Abraham, Isaac y Jacob (Deut. 1:8; comparar con Gén. 12:7). Por esto, a Dios se lo llama “Jehová Dios de vuestros padres” (Deut. 1:11). Por lo tanto, este acontecimiento se presenta como el cumplimiento de las palabras de Dios. Esta idea se ve reforzada por la referencia de Moisés a la naturaleza del pueblo, que ahora se ha multiplicado mil veces y se volvió “como las estrellas del cielo” (Deut. 1:10), un prodigio que también es el resultado de la promesa de Dios (comparar con Gén. 15:5; 22:17). Esta tarea requiere no solo el arduo deber de prepararse para la guerra, sino también la necesidad de organizarse como nación; deben disponer de jueces sabios (Deut. 1:13) y justos (Deut. 1:16).
Preguntas para analizar y reflexionar: ¿Por qué Dios recibe el nombre de “Jehová Dios de vuestros padres”? ¿Qué importancia tiene actualmente el recuerdo de los antepasados, en nuestra religión? Este título, ¿implica una religión que se centra solo en el pasado? ¿Por qué?
La rebelión del pueblo en Cades-barnea (Deut. 1:19-46)
Moisés describe esta región como el lugar que “Jehová nuestro Dios nos da” (Deut. 1:20). Moisés le recuerda a Israel que, a pesar del estímulo de Dios (Deut. 1:20, 21) y la seguridad de que Dios pelearía por ellos como lo hizo en Egipto (Deut. 1:30; comparar con Éxo. 14:14), el pueblo dudó, tuvo miedo y se negó a asumir riesgos (Deut. 1:32). El pueblo cometió dos errores:
En primer lugar, cuando enviaron espías para evaluar el poder de los habitantes y vieron que los nativos de la tierra eran gigantes robustos, se asustaron y se negaron a entrar. En segundo lugar, cuando Israel entendió que Dios estaba molesto por su falta de fe, decidió ir solo y luchar presuntuosamente contra el enemigo sin el apoyo de Dios. Como resultado, no solo perdió esta oportunidad de entrar en la tierra inmediatamente, sufriendo así una gran pérdida, sino además Dios “juró” que vagaría por el desierto durante cuarenta años (Deut. 2:14). La misma palabra, “juró”, se utiliza para referirse al juramento que Dios les hizo a sus padres. La fecha de “cuarenta años” es, irónicamente, otro recordatorio del cumplimiento de la palabra de Dios. Moisés utiliza todos estos eventos para recordarle a Israel la promesa de Dios y también para advertirle al pueblo, antes de cruzar el Jordán, que debe aprender una lección del pasado para poder afianzar su futuro.
Preguntas para analizar y reflexionar: ¿Qué lección de fe se encuentra en las palabras que repitió Moisés de que Dios “peleará por vosotros”? ¿Cómo explican estas palabras el método de conquista que Dios tenía en mente para su pueblo? ¿Por qué fracasaron los israelitas cuando fueron a luchar por su cuenta?
La conquista de Galaad (Deut. 2:1-3:29)
Después de haber pasado mucho tiempo en Cades-barnea, los israelitas, el pueblo de Israel, se dirigieron nuevamente hacia el norte en dirección a la Tierra Prometida, pero no conquistaron la tierra de inmediato. Es interesante que primero hayan tenido que atravesar pueblos y tierras que no estaban incluidos en la promesa que Dios les hizo, como Edom, Moab y Amón; y por lo tanto, no los confrontaron. En su viaje durante cuarenta años “por este gran desierto”, experimentaron cuánto Dios los protegió y cuidó de ellos (Deut. 2:7). Solo al final de la “generación rebelde” Israel comenzó a tomar posesión de la tierra. Uno por uno, los enemigos cananeos fueron derrotados y desposeídos de su tierra. Entonces, los israelitas tomaron posesión de la tierra y se organizó la distribución.
El problema de la conquista
La narración bíblica sobre la conquista de la Tierra Prometida se centra esencialmente en las victorias, sin abordar directamente los delicados y complejos problemas éticos asociados a ese proceso. Sin embargo, el texto bíblico proporciona una serie de pistas y principios para ayudar a abordar este problema:
- Dios da. Dios es el Dueño y Dador de la tierra. Este principio se manifiesta varias veces (Deut. 1:8, 20, 25, 35). Entonces, no toda la tierra les fue entregada a los israelitas. Dios le ha dado algunas partes de la tierra a Edom, por ser descendiente de Esaú (Deut. 2:5), y a Moab y Ammón, por ser descendientes de Lot (Deut. 2:9, 19).
- Dios quita. Dios no le dio la tierra a la generación rebelde de israelitas, que vagaron por el desierto durante cuarenta años. Ten en cuenta que ni siquiera Moisés pudo disfrutar de la tierra, por aquella dureza de corazón (Deut. 3:27). Dios les quitó la tierra a los amorreos porque habían alcanzado la plenitud de su iniquidad (Gén. 15:16). El impedimento de entrar en la tierra para los israelitas y su muerte en el desierto debe entenderse como el resultado del juicio de Dios, al igual que la destrucción o la expulsión de los cananeos de la tierra.
- Dios lucha. Este principio, que se le repite a Josué (Deut. 3:22), sugiere que Dios verdaderamente era el autor señalado para esta operación de juicio. Ten en cuenta que el juicio, que implica la erradicación del mal, también es un acto de gracia en favor del pueblo de Dios.
Perspectiva escatológica
Observa la aplicación escatológica y mesiánica de Elena de White de la visión profética de Abraham con respecto a la conquista de la Tierra Prometida en Génesis 15:16 al 18: “Y oyó [Abraham] la voz de Dios diciéndole que no esperase la inmediata posesión de la Tierra Prometida, y anunciándole los sufrimientos que su posteridad tendría que soportar antes de tomar posesión de Canaán. Le fue revelado el plan de la Redención, en la muerte de Cristo, el gran sacrificio, y su venida en gloria. También vio Abraham la Tierra restaurada a su belleza edénica, que se le daría a él por posesión perpetua, como el pleno y final cumplimiento de la promesa” (PP 131, 132, énfasis añadido).
Preguntas para analizar y reflexionar: ¿Por qué era necesario para el plan de salvación de Dios, en su aspecto más amplio, que los israelitas poseyeran la tierra de Canaán? ¿Por qué se describe la tierra de Canaán en términos que recuerdan el Jardín del Edén? ¿Por qué la santidad ideal requiere la erradicación total del mal?
Parte III: APLICACIÓN A LA VIDA
Un sabio dijo: “La mayoría de mis preocupaciones nunca sucedieron”. ¿Por qué esta reflexión es especialmente válida para el cristiano? Supón que estás luchando con un proyecto difícil y estás preocupado por eso. La promesa de que “Jehová vuestro Dios [...] luchará por vosotros” ¿cómo te ayuda a afrontar las preocupaciones? ¿Por qué la fe en el Señor realmente alivia tu estrés y facilita tus logros?
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Dios los bendiga!!
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