Lección 8: “Escoge, pues, la vida” | Deuteronomio | Escuela Sabática 4T 2021
Lección 8: Para el 20 de noviembre de 2021
“ESCOGE, PUES, LA VIDA”
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Génesis 2:8, 9; Romanos 6:23; 1 Juan 5:12; Deuteronomio 30:1–20; Romanos 10:6–10; Deuteronomio 4:19; Apocalipsis 14:6–12.
PARA MEMORIZAR:
“A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia” (Deut. 30:19).
Una joven de 22 años
fue diagnosticada con una enfermedad mortal: tumor cerebral. Incluso con todas
las maravillas de la medicina moderna, no se podía hacer nada más que
prolongar la agonía hasta lo inevitable. Pero esta joven, Sandy, no quería
morir. Entonces, tuvo un plan. Después de su muerte, le pondrían la cabeza en
una tina de nitrógeno líquido congelado, para preservar sus células
cerebrales. Y allí esperaría, cincuenta años, cien años, mil años, hasta que
la tecnología hubiera avanzado lo suficiente y su cerebro, compuesto por
conexiones neuronales, podría cargarse en una computadora. Así, Sandy podría
“vivir”, tal vez incluso para siempre.
Triste historia, no solo porque una joven estaba a punto de morir, sino
también debido a dónde puso su esperanza. Como la mayoría, Sandy quería vivir.
Pero eligió un camino que, a fin de cuentas, seguramente no funcionará.
Esta semana, mientras seguimos en Deuteronomio, veremos la preferencia de vida
y la oportunidad que se nos da de elegir la vida, pero elegirla en los
términos que Dios, el Dador y Sustentador de la vida, nos ha ofrecido en su
misericordia.
Sábado
La historia de las naciones nos habla a nosotros hoy. Dios asignó a cada nación e individuo un lugar en su gran plan. Hoy los hombres y las naciones son probados por la plomada que está en la mano de Aquel que no comete error. Por su propia elección, cada uno decide su destino, y Dios lo rige todo para cumplir sus propósitos.
Al unir un eslabón con otro en la cadena de los acontecimientos, desde la eternidad pasada a la eternidad futura, las profecías que el gran YO SOY dio en su Palabra nos dicen dónde estamos hoy en la procesión de los siglos y lo que puede esperarse en el tiempo futuro. Todo lo que la profecía predijo como habiendo de acontecer hasta el momento actual, se lee cumplido en las páginas de la historia, y podemos tener la seguridad de que todo lo que falta por cumplir se realizará en su orden…
El momento actual es de interés abrumador para todos los que viven. Los gobernantes y los estadistas, los hombres que ocupan puestos de confianza y autoridad, los hombres y mujeres pensadores de todas las clases, tienen la atención fija en los acontecimientos que se producen en derredor nuestro. Observan las relaciones que existen entre las naciones. Observan la intensidad que se apodera de todo elemento terrenal, y reconocen que algo grande y decisivo está por acontecer, que el mundo se encuentra en víspera de una crisis estupenda (Profetas y reyes, pp. 393, 394).
El gran Capitán de nuestra salvación ha vencido en nuestro favor, para que a través de él podamos ser vencedores, si así lo queremos. Pero Cristo no salva a nadie en contra de su decisión; no obliga a nadie a obedecer. Hizo el sacrificio infinito para que podamos vencer en su nombre y para que su justicia nos sea imputada…
El alma que confía plena y enteramente en Dios nunca será confundida (Testimonios para la iglesia, t. 3, pp. 501, 502).
Cada alma tiene un cielo que ganar y un infierno que evitar. Y los seres angelicales siempre están dispuestos a venir en ayuda del alma probada y tentada. Él, el Hijo del Dios infinito, soportó la prueba y la aflicción en nuestro lugar. Delante de cada alma, se levanta vívidamente la cruz del Calvario. Cuando sean juzgados los casos de todos, y ellos [los perdidos] sean entregados para sufrir por haber desdeñado a Dios, por no haber tomado en cuenta el honor divino y por su desobediencia, nadie tendrá una excusa, nadie necesitará haber perecido. Dependió de su propia elección quién habría de ser su príncipe, Cristo o Satanás. Toda la ayuda que recibió Cristo la puede recibir cada hombre en la gran prueba. La cruz se levanta como una promesa de que nadie necesita perderse, de que se da abundante ayuda para cada alma. Podemos vencer a los mismos agentes satánicos, o podemos unirnos con los poderes que procuran contrarrestar la obra de Dios en nuestro mundo (Mensajes selectos, t. 1, p. 112).
EL ÁRBOL DE LA VIDA
Ninguno de nosotros pidió estar aquí, ¿verdad? No elegimos venir al mundo, ni
tampoco elegimos dónde ni cuándo nacer, ni quiénes serían nuestros padres.
Lo mismo sucedió con Adán y Eva. Al igual que una hoja, una roca, una montaña,
ellos no participaron en la decisión de Dios de crearlos. Como seres humanos,
recibimos no solo la existencia (una roca tiene existencia), y no solo vida
(una ameba tiene vida), sino vida como seres racionales libres hechos a imagen
de Dios.
Pero tampoco hemos elegido venir al mundo como seres racionales libres hechos
a imagen de Dios. No obstante, lo que Dios nos ofrece es la opción de seguir
existiendo; es decir, nos ofrece elegir la vida eterna en él, que es lo que
podemos tener gracias a Jesús y a su muerte en la Cruz.
Lee Génesis 2:8, 9, y 15 al 17; y 3:22 y 23. ¿Qué dos opciones le presentó
Dios a Adán con respecto a su existencia?
“En medio del Edén crecía el árbol de la vida, cuyo fruto tenía el poder de
perpetuar la vida. Si Adán hubiese permanecido obediente a Dios, habría
continuado gozando de libre acceso a ese árbol y habría vivido eternamente.
Pero, en cuanto hubo pecado, quedó privado de comer del árbol de la vida y
llegó a quedar sujeto a la muerte. La sentencia divina: ‘Polvo eres, y al
polvo volverás’ señala a la completa extinción de la vida” (CS 587, 588).
Por lo tanto, desde el primer momento, la Biblia nos presenta una de dos
opciones: o la vida eterna, que es lo que originalmente se suponía que
teníamos; o la muerte eterna, que en cierto sentido es simplemente regresar a
la nada de la que salimos en un principio.
También es interesante que el “árbol de la vida”, que las Escrituras dicen que
da inmortalidad, y que aparece por primera vez en el primer libro de la
Biblia, vuelva a aparecer en el último libro. Lee Apocalipsis 2:7; y 22:2 y
14. Quizás el mensaje sea que, aunque se suponía que teníamos acceso al árbol
de la vida, debido al pecado perdimos ese acceso; luego, al final, una vez que
el problema del pecado haya finalizado definitiva y completamente, gracias a
Jesús y al plan de salvación, los redimidos, aquellos que eligieron la vida,
tendrán acceso al árbol de la vida como se suponía que teníamos desde el
principio.
■ Piénsalo: con nuestras decisiones diarias, ¿cómo estamos eligiendo: para vida o para muerte?
Domingo
Aunque creados inocentes y santos, nuestros primeros padres no fueron puestos fuera de la posibilidad de obrar mal. Dios podía haberlos creado de modo que no pudieran faltar a sus requerimientos, pero en ese caso su carácter no se habría desarrollado; su servicio no hubiera sido voluntario, sino forzado. Les dio, por lo tanto, la facultad de escoger, de someterse o no a la obediencia. Y antes que ellos recibieran en su plenitud las bendiciones que él deseaba impartirles, debían ser probados su amor y su lealtad…
Dios quería que Adán y Eva no conocieran el mal. El conocimiento del mal —del pecado y sus resultados, del trabajo cansador, de la preocupación ansiosa, del descorazonamiento y la pena, del dolor y la muerte—, les fue evitado por amor (La educación, p. 23).
El fruto del árbol de la vida en el jardín del Edén poseía virtudes sobrenaturales. Comer de él equivalía a vivir para siempre. Su fruto era el antídoto de la muerte. Sus hojas servían para mantener la vida y la inmortalidad. Pero debido a la desobediencia del hombre, la muerte entró en el mundo. Adán comió del árbol del conocimiento del bien y del mal, cuyo fruto aun le había sido prohibido que tocara. Su transgresión abrió las compuertas de la maldición sobre la raza humana.
El Agricultor celestial trasplantó el árbol de la vida al paraíso del cielo después de la entrada del pecado; pero sus ramas cuelgan sobre la muralla hacia el mundo que está más abajo. Por medio de la redención comprada por la sangre de Cristo, aún podemos comer de su vivificante fruto.
De Cristo está escrito: “En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres”. Él es la fuente de vida. Obedecerle es el poder vivificante que alegra el alma (La segunda venida y el cielo, p. 164).
Lo que debéis entender es la verdadera fuerza de la voluntad. Esta es el poder gobernante en la naturaleza del hombre, la facultad de decidir o escoger. Todo depende de la correcta acción de la voluntad. Dios dio a los hombres el poder de elegir; a ellos les toca ejercerlo. No podéis cambiar vuestro corazón, ni dar por vosotros mismos sus afectos a Dios; pero podéis escoger servirle. Podéis darle vuestra voluntad, para que él obre en vosotros tanto el querer como el hacer, según su voluntad. De ese modo vuestra naturaleza entera estará bajo el dominio del Espíritu de Cristo, vuestros afectos se concentrarán en él y vuestros pensamientos se pondrán en armonía con él.
Desear ser bondadosos y santos es rectísimo; pero si no pasáis de esto, de nada os valdrá. Muchos se perderán esperando y deseando ser cristianos. No llegan al punto de dar su voluntad a Dios. No deciden ser cristianos ahora (El camino a Cristo, pp. 47, 48).
NO HAY TÉRMINO MEDIO
La Biblia, de principio a fin, nos presenta una de dos alternativas. Tenemos dos opciones.
Lee los siguientes versículos. ¿Qué dos opciones o alternativas se declaran abiertamente o están implícitas en estos textos y cómo se presentan estas opciones?
Juan 3:16
Génesis 7:22, 23
Romanos 6:23
Romanos 8:6
1 Juan 5:12
Mateo 7:24–27
En definitiva, no hay término medio para nosotros, los seres humanos. Antes
que el Gran Conflicto acabe por completo, el pecado, Satanás, la maldad, la
desobediencia y la rebelión serán erradicados. Después de que eso suceda, cada
uno de nosotros, individualmente, tendrá garantizada la vida; la vida eterna
que Dios originalmente había planeado que todos tuviéramos antes de la
creación del mundo; o afrontaremos la muerte eterna, es decir, “eterna
perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder” (2
Tes. 1:9). La Biblia no parece presentarnos otras opciones.
¿Cuál será nuestro destino? Esa respuesta, en última instancia, recae sobre
nosotros. Las opciones que tenemos ante nosotros son la vida o la muerte.
■ En el contexto de la vida eterna o la muerte eterna, la verdad bíblica de que el infierno no arde eternamente ni tortura a la gente para siempre ¿por qué es tan reconfortante? ¿Qué imagen daría del carácter de Dios si el tormento eterno consciente fuera en verdad el destino de los perdidos?
Lunes
La paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro. Romanos 6:23.
El Hombre estaba dotado originalmente de facultades nobles y de un entendimiento bien equilibrado. Era perfecto y estaba en armonía con Dios. Sus pensamientos eran puros, sus designios santos. Pero por la desobediencia, sus facultades se pervirtieron y el egoísmo sustituyó al amor. Su naturaleza se hizo tan débil por la transgresión, que le fue imposible, por su propia fuerza, resistir el poder del mal. Fue hecho cautivo por Satanás, y hubiera permanecido así para siempre si Dios no hubiese intervenido de una manera especial. El propósito del tentador era contrariar el plan que Dios había tenido al crear al hombre y llenar la tierra de miseria y desolación…
Dios no fuerza la voluntad de sus criaturas. Él no puede aceptar un homenaje que no se le dé voluntaria e inteligentemente… Él desea que el hombre, que es la obra maestra de su poder creador, alcance el más alto desarrollo posible. Nos presenta la gloriosa altura a la cual quiere elevarnos mediante su gracia. Nos invita a entregarnos a él para que pueda cumplir su voluntad en nosotros. A nosotros nos toca decidir si queremos ser libres de la esclavitud del pecado para compartir la libertad gloriosa de los hijos de Dios (God’s Amazing Grace, p. 313; parcialmente en La maravillosa gracia de Dios, p. 313).
A todo ser humano se le da libertad de elección. Debe decidir si permanecerá bajo la bandera negra de la rebelión, o bajo el estandarte ensangrentado del Príncipe Emanuel. Con gran afán el Cielo observa el conflicto entre el bien y el mal. Nadie sino el obediente puede entrar por las puertas de la ciudad de Dios. Sobre los que prefieren continuar en la transgresión se pronunciará al fin la sentencia de muerte. La tierra será purificada de sus malas obras, de su oposición obstinada a Dios…
Las reglas de vida que el Señor ha dado harán a los hombres puros, felices y santos. Solamente aquellos que obedecen estas reglas podrán escuchar de los labios de Cristo las palabras: “Sube más arriba”. Lucas 14:10 (In Heavenly Places, p. 361; parcialmente en En los lugares celestiales, p. 363).
Satanás dijo a sus ángeles que hiciesen un esfuerzo especial por difundir la mentira que le fue dicha por primera vez a Eva en el Edén: “No moriréis”. Y a medida que el error fuese recibido por la gente, y esta fuese inducida a creer que el hombre es inmortal, Satanás le haría creer que el pecador ha de vivir en tormento eterno. Entonces el camino quedó preparado para que Satanás obrase por medio de sus representantes y señalara a Dios ante la gente como un tirano vengativo, que hunde en el infierno a todos los que no le agradan, y… los mira con satisfacción. Satanás sabía que si este error era recibido, Dios sería odiado por muchos, en vez de ser amado y adorado; y que muchos se verían inducidos a creer que las amenazas de la Palabra de Dios no habían de cumplirse literalmente, porque sería contrario a su carácter de benevolencia y amor hundir en tormentos eternos a los seres a quienes creó (Primeros escritos, pp. 218, 219).
LA VIDA Y EL BIEN, LA MUERTE Y EL MAL, LA BENDICIÓN Y LA MALDICIÓN
Hacia el final del libro de Deuteronomio, después de un largo discurso sobre lo que le sucederá al pueblo si desobedece al Señor y viola las promesas del Pacto, Deuteronomio 30 comienza con la promesa de que, aun si caían en desobediencia y eran castigados con el exilio, no obstante, Dios los restituiría a la tierra. Es decir, si se arrepentían y se apartaban de sus malos caminos.
Lee Deuteronomio 30:15 al 20. ¿Cuáles son las opciones que se le presentan
al antiguo Israel? Estas opciones ¿cómo reflejan lo que hemos visto en la
Biblia, de principio a fin?
El Señor es muy claro: Él, Jehová, les ha presentado una de dos opciones,
básicamente lo que hizo con Adán y Eva en el Edén. De hecho, las palabras
hebreas para “bien” (tov) y “mal” (ra’) en Deuteronomio 30:15 son las mismas
palabras hebreas que se utilizan en Génesis para el árbol del conocimiento del
“bien” (tov) y del “mal” (ra’). Aquí, como en toda la Biblia, no hay término
medio, ni un lugar neutral donde estar. O servirán al Señor y tendrán vida, o
elegirán la muerte. Lo mismo ocurre con nosotros.
La vida, el bien, la bendición, ¿en contraste con qué? Con la muerte, el mal y
la maldición. Sin embargo, en definitiva, se podría argumentar correctamente
que Dios en realidad les ofrece solo el bien, solo la vida y solo la
bendición. Si se apartan de él, el resultado natural será la decadencia,
aparte de su especial sustento y protección.
Más allás de cómo entendamos este tema, el pueblo baraja estas opciones.
También está muy clara la realidad de su libre albedrío, su libertad de
elección. Estos versículos, junto con gran parte de la Biblia, no tienen
sentido sin el santo don del libre albedrío.
En otras palabras, el Señor les estaba diciendo: “Por lo tanto, con el libre
albedrío que les he dado, escojan la vida, escojan la bendición, escojan el
bien, no la muerte, el mal y la maldición”.
Parece demasiado obvio cuál sería la decisión acertada, ¿verdad? No obstante,
sabemos lo que pasó. El Gran Conflicto era tan real en aquel entonces como lo
es ahora, y debemos aprender del ejemplo de Israel lo que puede suceder si no
nos entregamos por completo al Señor y elegimos la vida y todo lo que esta
decisión implica.
■ Lee Deuteronomio 30:20. Presta atención al vínculo entre el amor y la obediencia. ¿Qué debe hacer Israel para ser fiel al Señor? ¿Cómo se aplican a nosotros los mismos principios hoy?
Martes
Mientras la vida es la heredad de los justos, la muerte es la porción de los impíos. Moisés declaró a Israel: “Mira, yo he puesto delante de ti hoy la vida y el bien, la muerte y el mal”. Deuteronomio 30:15. La muerte de la cual se habla en este pasaje no es aquella a la que fue condenado Adán, pues toda la humanidad sufre la penalidad de su transgresión. Es “la muerte segunda”, puesta en contraste con la vida eterna.
A consecuencia del pecado de Adán, la muerte pasó a toda la raza humana. Todos descienden igualmente a la tumba. Y debido a las disposiciones del plan de salvación, todos saldrán de los sepulcros. “Ha de haber resurrección de los muertos, así de justos como de injustos”. Hechos 24:15. “Porque así como en Adán todos mueren, así también en Cristo todos serán vivificados”. 1 Corintios 15:22. Pero queda sentada una distinción entre las dos clases que serán resucitadas. “Todos los que están en los sepulcros oirán su voz [del Hijo del hombre]; y los que hicieron bien, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron mal a resurrección de condenación”. Juan 5:28, 29. Los que hayan sido “tenidos por dignos” de resucitar para la vida son llamados “dichosos y santos”. “Sobre los tales la segunda muerte no tiene poder”. Apocalipsis 20:6 (El conflicto de los siglos, p. 532).
En todo el trato que Dios tuvo con su pueblo, se nota, entremezclada con su amor y misericordia, la evidencia más sorprendente de su justicia estricta e imparcial. Queda patente en la historia del pueblo hebreo. Dios había otorgado grandes bendiciones a Israel. Su amor bondadoso hacia él se describe de la siguiente manera conmovedora… ¡Y sin embargo, cuán presta y severa retribución les infligía por sus transgresiones!
El amor infinito de Dios se manifestó en la dádiva de su Hijo unigénito para redimir la familia humana perdida. Cristo vino a la tierra con el objeto de revelar al hombre el carácter de su Padre, y su vida rebosó de actos de ternura y de compasión divinas. Sin embargo, Cristo mismo declara: “Hasta que perezca el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde perecerá de la ley”. Mateo 5:18. La misma voz que suplica con paciencia y amor al pecador para que venga a él y encuentre perdón y paz, ordenará, en el juicio, a quienes rechazaron su misericordia: “Apartaos de mí, malditos”. Mateo 25:41. En toda la Biblia, se representa a Dios, no solo como un padre tierno, sino también como un juez justo. Aunque se deleita en manifestar misericordia, y “perdona la iniquidad, la rebelión, y el pecado”, de “ningún modo justificará al malvado”. Éxodo 34:7 (Historia de los patriarcas y profetas, p. 502).
Dios nos ha dado la facultad de elección; a nosotros nos toca ejercitarla. No podemos cambiar nuestros corazones ni dirigir nuestros pensamientos, impulsos y afectos. No podemos hacernos puros, propios para el servicio de Dios. Pero sí podemos escoger el servir a Dios; podemos entregarle nuestra voluntad, y entonces él obrará en nosotros el querer y el hacer según su buena voluntad. Así toda nuestra naturaleza se someterá a la dirección de Cristo (El ministerio de curación, p. 131).
“NO ES DEMASIADO DIFÍCIL PARA TI”
Al comienzo de Deuteronomio 30, el Señor señala lo que sucedería si el pueblo se arrepentía y se apartaba de sus malos caminos. ¡Qué promesas maravillosas recibieron también!
Lee Deuteronomio 30:1 al 10. ¿Cuáles son las promesas que Dios les dio, a
pesar de que este pasaje habla de lo que les sucedería si desobedecían? ¿Qué
nos enseña esto sobre la gracia de Dios?
Sin duda habrá sido reconfortante escuchar estas promesas. Aquí el punto no estaba en restarle importancia a la obediencia de ellos. El Señor no estaba ofreciendo una gracia barata. Al contrario, el propósito era mostrarles el amor de Dios y, por tanto, en respuesta, ellos lo amarían también; revelarían su amor en obediencia a lo que el Pacto requería que hicieran.
Lee Deuteronomio 30:11 al 14. ¿Qué les quiere decir el Señor allí? ¿Cuál es la promesa básica que se encuentra en estos versículos, y qué pasajes del Nuevo Testamento piensas que reflejan la misma promesa?
Presta atención a este llamado, con este hermoso lenguaje y una lógica
irrefutable. El Señor no les pide nada demasiado difícil. El mandato de Dios
no es “demasiado difícil” ni misterioso para que ellos lo entiendan. Tampoco
está demasiado lejos de su alcance para cumplirlo. No está muy arriba en el
cielo, tan lejos que algún otro se lo tenga que alcanzar; ni está al otro lado
del mar, para que alguien más tenga que llevárselo. Al contrario, el Señor
dice: “Porque muy cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón,
para que la cumplas” (Deut. 30:14). Es decir, parafraseando, “ustedes la
conocen lo suficientemente bien como para poder pronunciarla, y está en su
corazón, así que saben lo que deben hacer. Por lo tanto, no hay excusa para no
obedecer”. Como sintetiza Elena de White: “Todos sus mandatos son
habilitaciones” (PVGM 268).
De hecho, el apóstol Pablo cita algunos de estos versículos en el contexto de
la salvación en Cristo; es decir, Pablo se refiere a ellos como un ejemplo de
justificación por la fe (ver Rom. 10:6-10). Entonces sí, después de estos
versículos en Deuteronomio, se les dice a los hijos de Israel que elijan la
vida o la muerte, la bendición o la maldición. Si ellos, mediante la gracia y
la fe, escogen la vida, la tendrán. Hoy no es diferente, ¿verdad?
Miércoles
Nadie es tan pecador que no pueda hallar fuerza, pureza y justicia en Jesús, quien murió por todos. Él está aguardando para quitarles sus vestiduras manchadas y contaminadas de pecado y ponerles los mantos blancos de la justicia; les ordena vivir, y no morir.
Dios no nos trata como los hombres se tratan entre sí. Los pensamientos de él son pensamientos de misericordia, de amor y de la más tierna compasión. Él dice: “¡Deje el malo su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá compasión de él, y a nuestro Dios, porque es grande en perdonar!” “He borrado, como nublado, tus transgresiones, y como una nube, tus pecados”. Isaías 55:7; 44:22 (El camino a Cristo, pp. 52, 53).
La fe que es para salvación no es una fe casual, no es el mero consentimiento del intelecto; es la creencia arraigada en el corazón que acepta a Cristo como a un Salvador personal, segura de que él puede salvar perpetuamente a todos los que acuden a Dios mediante él. Creer que él salvará a otros pero que no te salvará a ti, no es fe genuina. Sin embargo, cuando el alma se aferra de Cristo como de la única esperanza de salvación, entonces se manifiesta la fe genuina. Esa fe induce a su poseedor a colocar todos los afectos del alma en Cristo. Su comprensión está bajo el dominio del Espíritu Santo y su carácter se modela de acuerdo con la semejanza divina. Su fe no es muerta, sino una fe que obra por el amor y lo induce a contemplar la belleza de Cristo y a asimilarse al carácter divino. Se cita Deuteronomio 30:11-14 (Mensajes selectos, t. 1, pp. 458, 459).
Encomendemos a Dios la custodia de nuestra alma, y confiemos en él. Hablemos del Señor Jesús y pensemos en él. Piérdase en él nuestra personalidad. Desterremos toda duda; disipemos nuestros temores. Digamos con el apóstol Pablo: “Vivo; mas no ya yo, sino que Cristo vive en mí: y aquella vida que ahora vivo en la carne, la vivo por la fe en el Hijo de Dios, el cual me amó, y se dio a sí mismo por mí”. Gálatas 2:20. Reposemos en Dios. Él puede guardar lo que le hemos confiado. Si nos ponemos en sus manos, nos hará más que vencedores por medio de Aquel que nos amó.
Cuando Cristo se humanó, vinculó a la humanidad consigo mediante un lazo que ningún poder es capaz de romper, salvo la decisión del hombre mismo. Satanás nos presentará de continuo incentivos para inducirnos a romper ese lazo, a decidir que nos separemos de Cristo. Necesitamos velar, luchar y orar, para que nada pueda inducirnos a elegir otro maestro; pues estamos siempre libres para hacer esto. Mantengamos por lo tanto los ojos fijos en Cristo, y él nos preservará. Confiando en Jesús, estamos seguros. Nada puede arrebatarnos de su mano (El camino a Cristo, p. 72).
UNA CUESTIÓN DE ADORACIÓN
La adoración es fundamental para la relación de pacto entre el Señor e Israel. Lo que los diferenciaba de todo el mundo que los rodeaba era que solo ellos, como nación, adoraban al Dios verdadero, a diferencia de las diosas y los dioses falsos del mundo pagano, que en realidad no eran dioses en absoluto. “Ved ahora que yo, yo soy, y no hay dioses conmigo” (Deut. 32:39).
Lee Deuteronomio 4:19; 8:19; 11:16; y 30:17. ¿Cuál es la advertencia común
en todos estos versículos? ¿Por qué esta advertencia es esencial para la
nación de Israel?
Hace miles de años, al igual que hoy, el pueblo de Dios habitó en medio de
culturas y entornos con reglamentos, tradiciones y conceptos que a menudo
entraban en conflicto con su fe. Por lo tanto, el pueblo de Dios debía estar
siempre en guardia, para que los caminos del mundo, sus ídolos y sus “dioses”
no se convirtieran también en objetos de su adoración.
Nuestro Dios es un “Dios celoso” (Deut. 4:24; 5:9; 6:15), y solo él, como
nuestro Creador y Redentor, es digno de nuestra adoración. Aquí tampoco hay
término medio: o adoramos al Señor, que ofrece vida y bendiciones, o adoramos
a cualquier otro dios, que solo puede ofrecer maldiciones y muerte.
Lee Apocalipsis 13:1 al 15 y concéntrate en el aspecto de cómo se presenta la adoración allí. Luego compara esos versículos con Apocalipsis 14:6 al 12. ¿Qué sucede aquí en Apocalipsis que refleja la advertencia dada en Deuteronomio (y en todas las Escrituras, en realidad) sobre la adoración falsa?
No importa cuán diferente sea el contexto, la situación es la misma: ¿Adorará el pueblo al Dios verdadero, y tendrá vida; o sucumbirá a las presiones, ya sean visibles, sutiles o ambas, para retirar su lealtad de él y enfrentar la muerte? En última instancia, la respuesta está en cada corazón. Dios no obligó al antiguo Israel a seguirlo, ni nos obligará a nosotros tampoco. Como vemos en Apocalipsis 13, la fuerza es lo que emplearán la bestia y su imagen. Dios, en cambio, obra por amor.
■ ¿Cómo podemos cerciorarnos de que, siquiera sutilmente, no estamos retirando lentamente nuestra lealtad a Jesús por algún otro dios?
Jueves
Hay muchos que vienen al Salvador de una manera débil. Reciben el bautismo y aun así no hay cambio evidente en su carácter. Quisiéramos invitar a todos a venir, a permanecer en Cristo, a avanzar diariamente en la perfección del carácter permaneciendo en Cristo. A medida que lo hacen, encuentran ese descanso que puede venir solamente por medio de la obediencia perfecta.
Pero yo os amonesto, sed cuidadosos en cuanto a la forma en que os establecéis en la mitad del camino entre la espiritualidad y la mundanalidad. “No podéis servir a Dios y a las riquezas”. Mateo 6:24. Estaréis totalmente de un lado o del otro… Cristo atrae hacia su lado, Satanás enarbola toda atracción para atraer hacia el suyo. ¿A quién elegiréis? ¿Bajo qué bandera os pondréis? (En los lugares celestiales, p. 279).
Los cuatro primeros mandamientos presentan al hombre su deber de servir al Señor nuestro Dios con todo el corazón, y con toda el alma, y con toda la mente, y con todas las fuerzas. Esto abarca a todo el hombre. Esto requiere un amortan ferviente, tan intenso, que el hombre no pueda atesorar en su mente nada, ni ningún afecto, que rivalice con el que siente por Dios; y su obra llevará la firma del cielo. Todo es secundario frente a la gloria de Dios. Nuestro Padre celestial debiera ser amado como el primero, la alegría y la prosperidad, la luz y la suficiencia de nuestra vida, y nuestra porción eterna.
Que los hombres adoren y sirvan al Señor nuestro Dios, y a él solamente. No elevemos el orgullo para servirlo como a un dios. No hagamos del dinero un dios. Si no se mantiene la sensualidad bajo el dominio de las facultades superiores de la mente, las bajas pasiones dominarán el ser. Todo lo que sea objeto de pensamientos y admiración indebidos, que absorba la mente, es un dios puesto por encima del Señor (Hijos e hijas de Dios, p. 58).
Jehová, el eterno, el que posee existencia propia, el no creado, el que es la fuente de todo y el que lo sustenta todo, es el único que tiene derecho a la veneración y adoración supremas. Se prohíbe al hombre dar a cualquier otro objeto el primer lugar en sus afectos o en su servicio. Cualquier cosa que nos atraiga y que tienda a disminuir nuestro amor a Dios, o que impida que le rindamos el debido servicio es para nosotros un dios (Historia de los patriarcas y profetas, p. 313).
[El Señor] quiere que quienes vengan a adorarle se lleven pensamientos preciosos acerca de su amor y cuidado, a fin de que estén alentados en toda ocasión de la vida y tengan gracia para obrar honrada y fielmente en todo.
Debemos reunirnos en torno a la cruz. Cristo, y Cristo crucificado, debe ser el tema de nuestra meditación, conversación y más gozosa emoción. Debemos recordar todas las bendiciones que recibimos de Dios; y al cerciorarnos de su gran amor, debiéramos estar dispuestos a confiar todas las cosas a la mano que fue clavada en la cruz en nuestro favor.
El alma puede elevarse hacia el cielo en alas de la alabanza. Dios es adorado con cánticos y música en las mansiones celestiales, y al expresar nuestra gratitud nos aproximamos al culto que rinden los habitantes del cielo… Presentémonos, pues, con gozo reverente delante de nuestro Creador, con “acciones de gracias y voz de melodía”. Isaías 51:3 (El camino a Cristo, pp. 103, 104).
PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:
Tanto en aquella época como ahora, a todos se nos permite elegir. La palabra
clave aquí es elección. A diferencia de un sector del cristianismo que plantea
que, aun antes de que nazcan las personas, Dios predestinó a algunas de ellas
no solo a perderse sino incluso a arder en el Infierno para siempre, las
Escrituras enseñan que nuestro libre albedrío para vida o muerte, bendición o
maldición, el bien o el mal, determina qué tríada (vida, bien, bendición; o
muerte, mal, maldición) enfrentaremos en última instancia. Y, qué bueno es
saber que incluso si alguien toma la decisión equivocada, el resultado es la
muerte, la muerte eterna, no el tormento eterno en un lago de fuego
interminable.
“ ‘Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna
en Cristo Jesús Señor nuestro’ (Rom. 6:23). Mientras que la vida es la heredad
de los justos, la muerte es la porción de los impíos. Moisés declaró a Israel:
‘Hoy te doy a elegir entre la vida y la muerte, entre el bien y el mal’ (Deut.
30:15). La muerte de la cual se habla en este pasaje no es aquella a la que
fue condenado Adán, pues toda la humanidad sufre la penalidad de su
transgresión. Es ‘la muerte segunda’, puesta en contraste con la vida eterna”
(CS 599).
PREGUNTAS PARA DIALOGAR:
1. En clase, analicen la idea presentada en el estudio del martes, sobre si es Dios quien promueve directamente el castigo ahora mismo por la desobediencia o si ocurre como consecuencia natural de los actos de desobediencia. ¿O podrían ser ambas cosas? ¿Podría haber casos en los que sea uno u otro? ¿Cómo entendemos este tema?
2. Los versículos que vimos en la declaración de Elena de White hoy ¿qué nos enseñan acerca del poder de Dios que tenemos a disposición para vencer el pecado?
3. Lee Romanos 10:1 al 10, donde Pablo cita Deuteronomio 30:11 al 14 cuando expone la salvación por la fe en Jesús en contraste con la búsqueda de la salvación y la justificación por la Ley. ¿Por qué crees que usó estos versículos de Deuteronomio? Presta especial atención a Romanos 10:10: “Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación”. ¿A qué se refiere Pablo?
4. ¿De qué manera tu cultura, tu sociedad o tu grupo podrían tener puntos de vista que –si no estás atento– podrían conducirte a una adoración falsa?
Viernes
Alza tus ojos, 6 de mayo, “¿En la verdad o el error?”, p. 138;
La fe por la cual vivo, 6 de marzo, “¿La vida o la muerte?” p. 73.
"LA VERDAD PRESENTE, EN DEUTERONOMIO"
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Dios lo bendiga!!!
Lección 8
EL SÁBADO ENSEÑARÉ...
Parte I: RESEÑA
Texto clave: Deuteronomio 30:19.
Enfoque del estudio: Génesis 2:8, 9; 3:22; Deuteronomio 4:19; 30; Romanos 6:23; Apocalipsis 14:6-12.
Introducción:
La estructura del Pacto, en Deuteronomio, la parte que sigue a las bendiciones y las maldiciones (Deut. 27-28), que viene después de las estipulaciones (Deut. 5-26), culmina con la sección del llamado. Dios le recordó a Israel lo que hizo: todos sus actos de salvación desde el éxodo de Egipto. Luego avanzó al siguiente paso, y requirió de Israel obediencia a las leyes y compromiso con el Pacto. A continuación, en forma paralela a los antiguos tratados del Cercano Oriente, el discurso de Moisés invoca testigos (Deut. 30:19; 31:19; 32:1-43). El propósito de estos testigos es respaldar su alegato y darle a su llamado una nota universal.
Temática de la lección:
- El Gran Conflicto. Desde el comienzo de la historia, la Biblia trata de una lucha cósmica entre Dios, con su Ley de luz y vida, y Satanás, con su camino de muerte y oscuridad.
- La obligación de elegir. Como Adán y Eva en el Jardín del Edén, Dios desafía a Israel a elegir entre dos caminos. La paradoja es que, si eligen el camino equivocado, perderán su libertad y realmente no podrán elegir nada.
- El tema en juego. La vida es lo que está en juego.
Parte II: COMENTARIO
El llamado a elegir
Israel acaba de escuchar las bendiciones y las maldiciones, con énfasis en las maldiciones. Con estas opciones todavía frescas en su mente (Deut. 30: 1), Israel ahora está listo para tomar una decisión. Para preparar al pueblo a fin de que avance en la dirección correcta en la alianza del Pacto, Moisés utiliza dos argumentos. En primer lugar, estipula que todas las promesas condicionales de Dios se articulan en las conjunciones “si” o “cuando”: “Cuando hubieren venido sobre ti todas estas cosas […] y te convirtieres a Jehová tu Dios, y obedecieres a su voz” (Deut. 30:1, 2); “si es que obedecen al Señor su Dios y cumplen sus mandamientos y leyes escritos en este libro de la ley, y se vuelven a él con todo su corazón y con toda su alma” (Deut. 30:10, DHH; comparar con Deut. 30:17). En segundo lugar, Moisés le asegura al pueblo que guardar el mandamiento de Dios no está fuera de su alcance: “No está en el cielo […] porque muy cerca de ti está la palabra” (Deut. 30:12-14).
No solo le conviene a Israel obedecer a Dios debido a sus promesas, sino además porque la obediencia está a su alcance. Sin embargo, Dios no lo obliga. Tiene ante sí dos caminos: la vida y la muerte. Esta es prerrogativa suya: tomar una decisión. Moisés simplemente le está mostrando las buenas razones por las que el camino de vida es la decisión correcta, y lo insta a tomar esa decisión. Al igual que en las antiguas alianzas de pacto, hay testigos que respaldan la solemnidad de este llamado y garantizan la validez del Pacto. En este caso, los testigos son cósmicos, “los cielos” y “la tierra”, como si el destino, la salvación del mundo, estuviera en juego. Si Israel no toma la decisión correcta, todo el proyecto de la venida del Mesías, el Salvador del mundo, se ve comprometido.
Preguntas para analizar y reflexionar: ¿Por qué Dios quiere que elijamos? ¿Por qué la teología sola, el conocimiento de la verdad, no es suficiente para la salvación? Alguien dijo que la diferencia entre el filósofo y el profeta bíblico es que el filósofo te hace pensar, mientras que el profeta te hace elegir. Analiza la diferencia entre los dos llamados. Tomar una decisión ¿no implica pensar? Explica. El ejercicio de pensar ¿en qué medida ayuda o se convierte en una trampa a la hora de tomar la decisión correcta?
La decisión de Adán
Este llamado a elegir nos recuerda el otro llamado de Dios a elegir que también determinó el destino de la humanidad (Gén. 2:16, 17). Adán también se enfrentó a la misma disyuntiva entre los dos caminos, “la vida y la muerte”. Allí, Dios también hizo un pacto con un socio humano. El pacto se basó en la Ley de Dios. Fue el primer mandamiento de Dios a la humanidad. Allí Dios también le ofreció a la humanidad todos los buenos argumentos para guardar su Ley: el argumento de la promesa condicional de vida versus la muerte, al igual que el argumento de la posibilidad de obedecer, como vemos en el hecho de que Dios le dio a Adán todos los árboles de los que podía comer libremente.
Paradójicamente, cuando Adán utilizó su libertad para elegir el camino del mal, el bien se mezcló con el mal. Perdió la capacidad de distinguir claramente entre el bien y el mal y, por lo tanto, su libertad para elegir entre los dos caminos. Como dice Elena de White: “El hombre perdió todo porque prefirió oír al engañador en vez de escuchar a aquel que es la Verdad, el único que tiene entendimiento. Al mezclarse el mal con el bien, su mente se tornó confusa, y se entorpecieron sus facultades mentales y espirituales. Ya no pudo apreciar el bien que Dios le había otorgado tan generosamente” (Ed 25).
Pregunta para analizar y reflexionar: Lee Génesis 3:22. ¿Cómo explicas el hecho de que, según esta traducción, la humanidad se volvió como Dios, en lo que respecta a la distinción entre el bien y el mal, porque pecó? ¿Qué quiere decir realmente este texto?
Considera el siguiente problema de traducción. Se utilizó exactamente la misma forma del verbo hayah, “era”, para describir la condición duradera de la serpiente, que incluye un tiempo anterior: “La serpiente era [hayah] astuta” (Gén. 3:1). En este versículo, el verbo “ser” también se utiliza en la misma forma perfecta (en hebreo) para describir una condición duradera y no algo que llegará a ser. De hecho, la serpiente ya ha expresado la misma idea: “Seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal” (Gén. 3:5). En este versículo, la forma de conocer implica discernimiento, saber la diferencia entre el bien y el mal. Este discernimiento fue posible solo cuando Adán era como Dios, totalmente sin pecado. La única manera de conocer el bien y el mal no es, como dijo la serpiente, conocer (experimentar) el mal y el bien, sino conocer solo el bien. De hecho, no bien los seres humanos conocieron el mal, perdieron su capacidad de discernir entre el bien y el mal y, por lo tanto, el sentido del “bien”. (J. B. Doukhan, en “Genesis”, SDA International Bible Commentary; ver Gén. 3:22.)
Adorar a Dios
Cuando Dios puso ante Adán e Israel la decisión entre la vida y la muerte, no solo estaba pidiendo un “Sí”. La decisión significaba más que una mera afirmación verbal. Esta elección implicaba primeramente la decisión de Adán y de Israel de “ama[r] a Jehová”. En ambos relatos, todo se reduce al tema de la adoración. El problema no es la Ley propiamente dicha. La religión no es por la religión en sí, sino por Dios. La religión separada de Dios es simplemente otra tradición de la cultura humana.
La obediencia a la Ley es válida en la medida en que sea una expresión del amor a Dios. La razón de esa decisión exclusiva es el hecho absoluto de que hay un solo Dios: “no hay dioses conmigo” (Deut. 32:39). Nuevamente, se confirma la afirmación del monoteísmo, que está en el corazón del libro de Deuteronomio. Para hacerlo aún más claro, el versículo aplica esta verdad a la realidad de la vida y la muerte: “Yo hago morir, y yo hago vivir” (Deut. 32:39). Sí, Dios da vida, pero ¿y qué sucede con la muerte? Si Dios se define como el Dios de la vida, ¿por qué esta referencia a la muerte? De hecho, esta afirmación no significa que Dios mate y dé vida, literalmente. Esta frase se refiere a los dos extremos opuestos (la vida y la muerte), que implica la totalidad, el alcance del poder de Dios.
Es un recurso del lenguaje para simbolizar el monoteísmo. Por eso la adoración solo puede afectar al Dios de la Creación, el Dios que dio la vida y creó todo. Solo con Dios tenemos la seguridad de la vida. Cuando Deuteronomio explica que Dios “es vida para ti, y prolongación de tus días” (Deut. 30:20), es para recordarle al pueblo que su vida depende enteramente de él. Por lo tanto, la única forma de sobrevivir, de seguir con vida, es “siguiéndole a él” (Deut. 30:20). No obstante, incluso este apego que tiene en mente el profeta hebreo no es el apego de los místicos. La respuesta de adoración al Dios de la Creación y a su amor no es sinónimo de sentimientos, de una confesión sentimental o de una alabanza; es un paso muy concreto en la realidad de la vida: “and[ar] en sus caminos” (Deut. 30:16).
Preguntas para analizar y reflexionar: investiga sobre la diferencia entre el misticismo oriental y la religión bíblica. ¿Cuál es la diferencia con respecto al lugar de Dios y la religión en la vida? Considera también la idea de la Evolución: ¿en qué medida afecta el concepto de adoración?
Parte III: APLICACIÓN A LA VIDA
Dos hermanos recibieron la misma educación y disfrutaron de los mismos privilegios; sin embargo, solo uno tuvo una vida plena con un trabajo fructífero y una familia gratificante. El otro fracasó rotundamente y terminó en la cárcel sin nadie que lo cuidara. Las decisiones de la vida ¿cómo influyen en los diferentes caminos de la vida? ¿Hasta qué punto la educación, la riqueza y el contexto de vida determinan las decisiones? Analiza la equidad de las alternativas con respecto a la condición de la justicia social.
Al comienzo del día, cuando hagas una pausa para tu meditación diaria, piensa en tu trabajo, tu cónyuge (si tienes) y tus colegas. Hazte las siguientes preguntas: ¿Cómo puedo hacer felices a las personas que me rodean? ¿Qué cambios de hábitos requeriría esa decisión para cumplir este deseo? Considera tu vida: ¿Qué malas decisiones tomaste que precipitaron tu fracaso? ¿Qué buenas decisiones tomaste que te han llevado al éxito? ¿Dónde estaba Dios en tus decisiones?
Estás a cargo de un culto de adoración. ¿Cuál es tu prioridad? ¿Tu amor por el Señor? ¿Tu cultura? ¿El amor de tus amigos? Teniendo en cuenta que todos estos componentes son esenciales en la vida de adoración, ¿qué elementos elegirás para adaptar la tensión entre la responsabilidad de la reverencia y la necesidad de disfrutar de la calidez de tu comunidad?
"LA VERDAD PRESENTE, EN DEUTERONOMIO"
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Dios los bendiga!!
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