Lección 9: “Cuando te convirtieres con todo tu corazón” | Deuteronomio | Escuela Sabática 4T 2021
Lección 9: Para el 27 de noviembre de 2021
“CUANDO TE CONVIRTIERES CON TODO TU CORAZÓN”
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Deuteronomio 5:22–29; 4:25–31; 30:1– 10; Mateo 3:1–8; Marcos 1:15; Hechos 2:37, 38.
PARA MEMORIZAR:
“Mas si desde allí buscares a Jehová tu Dios, lo hallarás, si lo buscares de todo tu corazón y de toda tu alma” (Deut. 4:29).
Un simple hecho de la vida nos acompaña a todos: somos pecadores. De vez en cuando, algún “experto” se queja de la idea cristiana de la corrupción humana básica, pero todo lo que tenemos que hacer es mirar las noticias durante uno o dos días o hacer una revisión rápida de la historia de la humanidad, y la veracidad de esta doctrina cristiana se hace evidente. Sin ir más lejos, quien tenga el coraje de observar con atención en lo más hondo de su corazón (un lugar que puede resultar aterrador) conoce la veracidad de Romanos 3:9 al 23, que termina con las palabras: “por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Rom. 3:23).
Por supuesto, la parte positiva se encuentra en el versículo siguiente, que habla de ser “justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús” (Rom. 3:24). Para esta gran noticia, el arrepentimiento es fundamental: reconocer nuestro pecado, sentir pena por él, pedirle perdón a Dios y apartarnos de la maldad. Como somos pecadores, el arrepentimiento debe ser una parte esencial de nuestra existencia cristiana. Esta semana, veremos la idea del arrepentimiento según se expresa en Deuteronomio.
Sábado
Necesitamos depender continuamente y de todo corazón del Hijo de Dios para nuestra salvación, para tener sabiduría e influencia espiritual. A menos que haya mucho más amor a Dios y al hombre, y una continua dependencia de la gracia santificadora y renovadora de Cristo para transformar el carácter por medio de un cambio divino del corazón, que se manifestará visiblemente en palabras, espíritu y acción, fracasaremos en nuestro trabajo…
Si hemos de preparar el camino para él, necesitamos aumentar nuestra fe, tener menos confianza y seguridad en lo que podemos hacer, y mucho más confianza en lo que el Señor está deseando hacer por nosotros individualmente. Necesitamos, en mucho mayor medida de lo que tenemos ahora, el deseo del alma de estar en comunión con Dios. Debemos suplicar con más fervor. Si busca al Señor su Dios, ciertamente lo hallará si lo busca de todo corazón y con toda el alma…
Se necesita buscar a Dios, no… de vez en cuando, sino continua y fervorosamente, con confesión y humillación del alma ante Dios. Su pueblo debe presentarse en la sala de audiencias del Altísimo… Dios comprende que Usted lo necesita, y si lo pide, recibirá ayuda en las tentaciones y pruebas. Sus peticiones, manifestadas solo al Dios que escudriña el corazón, serán oídas y contestadas (Alza tus ojos, p. 331).
Los que reciben al Salvador, se convierten en hijos de Dios. Son sus hijos espirituales, nacidos de nuevo, renovados en justicia y verdadera santidad. Su mente se ha cambiado. Con visión más clara contemplan las realidades eternas. Son adoptados en la familia de Dios, y se transforman conforme a su imagen; son cambiados por el Espíritu de gloria en gloria. Han cultivado un supremo amor por el yo, pero llegan a albergar un supremo amor por Dios y por Cristo…
La santificación del alma se realiza contemplándolo [a Cristo] constantemente por fe como al unigénito Hijo de Dios, lleno de gracia y de verdad. El poder de la verdad debe transformar el corazón y el carácter. Su efecto no es como una pincelada de color aquí, y otra allí sobre la tela; todo el carácter debe ser transformado, la imagen de Cristo debe revelarse en palabras y acciones. Se imparte una nueva naturaleza. El hombre es renovado a semejanza de la imagen de Cristo en justicia y verdadera santidad… La gracia de Cristo es esencial cada día, cada hora. A menos que esté con nosotros continuamente, aparecerán las inconsecuencias del corazón natural, y la vida rendirá un servicio dividido. El carácter debe estar lleno de gracia y de verdad. Dondequiera que actúe la religión de Cristo, iluminará y dulcificará cada detalle de la vida con un gozo que es más que terrenal, y con una paz más elevada que la terrenal (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 6, p. 1117).
MI-YITTEN
El hebreo bíblico, como la mayoría de los idiomas, está salpicado de modismos:
cuando se utilizan palabras específicas para indicar algo diferente
de lo que realmente dicen. Una frase insignia del Antiguo Testamento es
“mi-yitten”. En hebreo, mi representa la pregunta “¿quién?”; y yitten significa
“dará”. Entonces, literalmente, mi-yitten equivale a “¿quién dará?”
Sin embargo, en el Antiguo Testamento, la frase expresa la idea de un
deseo, de un anhelo, de alguien que quiere algo con todas sus fuerzas.
Por ejemplo, después de su huida de Egipto, los hijos de Israel, al enfrentar
desafíos en el desierto, exclamaron: “Ojalá hubiéramos muerto por mano de
Jehová en la tierra de Egipto” (Éxo. 16:3). Aquí, la palabra “ojalá” se traduce
del hebreo mi-yitten.
En el Salmo 14:7, David dice: “¡Oh, que de Sion saliera la salvación de Israel!”
El hebreo no dice “Oh”; dice mi-yitten. En Job 6:8, cuando exclama: “¡Quién me
diera que viniese mi petición!”, “quién me diera” es –nuevamente– mi-yitten.
Lee Deuteronomio 5:22 al 29, y concéntrate especialmente en el versículo
29. ¿Qué significa que la frase traducida como “quién diera” provenga de
“mi-yitten”?
Aquí está el Señor, el Dios creador (quien hizo el espacio, el tiempo y la
materia, quien hizo que nuestro mundo existiera, quien insufló en Adán el
aliento de vida), pronunciando una frase que generalmente se asocia con las
debilidades y las limitaciones de la humanidad. ¡Qué ejemplo de la realidad
del libre albedrío! Aquí vemos que hay límites en lo que Dios puede hacer
en medio del Gran Conflicto. Este uso de mi-yitten revela que ni siquiera
Dios puede pisotear el libre albedrío; porque, en cuanto lo hiciera, ya no
habría libre albedrío.
Y así como los seres humanos somos libres para pecar, también somos
libres para elegir al Señor, para estar abiertos a su dirección, para decidir
arrepentirnos de nuestros pecados y seguirlo, respondiendo a su Espíritu.
En última instancia, la decisión es nuestra, y solo nuestra, y es una decisión
que tenemos que tomar día a día, momento a momento.
■ ¿Cuáles son algunas de las decisiones que afrontarás en las próximas horas o días? ¿Cómo puedes aprender a entregar tu voluntad a Dios para que, con su fuerza, puedas tomar las decisiones correctas?
Domingo
Un solo rasgo malo en el carácter, un solo deseo pecaminoso, persistentemente albergado, neutraliza con el tiempo todo el poder del evangelio. Cada vez que uno cede al pecado, se fortalece la aversión del alma hacia Dios. El hombre que manifiesta un descreído atrevimiento o una estólida indiferencia hacia la verdad, no está sino segando la cosecha de su propia siembra. En toda la Escritura no hay amonestación más terrible contra el hábito de jugar con el mal que estas palabras del sabio: “Prenderán al impío sus propias iniquidades”. Proverbios 5:22.
Cristo está listo para libertarnos del pecado, pero no fuerza la voluntad; y si esta, por la persistencia en la transgresión, se inclina por completo al mal, y no deseamos ser libres ni queremos aceptar la gracia de Cristo, ¿qué más puede él hacer? Al rechazar deliberadamente su amor, hemos labrado nuestra propia destrucción. “¡He aquí ahora es el tiempo acepto! ¡he aquí ahora es el día de salvación!” 2 Corintios 6:2. “¡Hoy, si oyereis su voz, no endurezcáis vuestros corazones!” Hebreos 3:7, 8 (El camino a Cristo, p. 34).
Los principios presentados en el libro de Deuteronomio para la instrucción de Israel deben ser seguidos por el pueblo de Dios hasta el fin del tiempo. La verdadera prosperidad depende de que continuemos fieles a nuestro pacto con Dios. Nunca podemos correr el riesgo de sacrificar los principios aliándonos con los que no le temen.
Existe un peligro constante de que los que profesan ser cristianos lleguen a pensar que a fin de ejercer influencia sobre los mundanos, deben conformarse en cierta medida al mundo. Sin embargo, aunque una conducta tal parezca ofrecer grandes ventajas, acaba siempre en pérdida espiritual. El pueblo de Dios debe precaverse estrictamente contra toda influencia sutil que procure infiltrarse por medio de los halagos provenientes de los enemigos de la verdad. Sus miembros son peregrinos y advenedizos en este mundo, y recorren una senda en la cual les acechan peligros. No deben prestar atención a los subterfugios ingeniosos e incentivos seductores destinados a desviarlos de su fidelidad (Profetas y reyes, p. 417).
Crear el alma de nuevo, sacar luz de las tinieblas, amor de la enemistad y santidad de la impureza, es una obra que solo corresponde al Omnipotente. La obra del Infinito, emprendida con el consentimiento de los seres humanos, para que la vida esté cumplida en Cristo, para infundir perfección al carácter, es la ciencia de la eternidad.
¿Qué honor se le ha conferido a Cristo? Sin emplear la coacción, sin usar métodos de violencia, funde la voluntad del ser humano con la de Dios. Esta es la ciencia de todas las ciencias verdaderas; porque efectúa un cambio extraordinario en la mente y el carácter: es la transformación que debería efectuarse en la vida de todos los que pasan por las puertas de la ciudad de Dios (Mi vida hoy, p. 351).
“ME BUSCARÉIS Y ME HALLARÉIS”
En toda la Biblia encontramos evidencias de la presciencia de Dios. Es decir, él sabe de antemano todo lo que sucederá; tanto el apogeo y la decadencia de los imperios mundiales (Dan. 7) como las acciones individuales apenas unas horas antes de que ocurran: “De cierto te digo que esta noche, antes que el gallo cante, me negarás tres veces” (Mat. 26:34). El Señor conoce el fin desde el principio. Su previsión –incluso de nuestras decisiones– no condiciona la libertad de esas decisiones. Por lo tanto, el Señor sabía antes de introducir a los hijos de Israel en la tierra lo que harían al entrar allí.
Lee Deuteronomio 4:25 al 28. ¿Qué dijo el Señor que harían después de
entrar en la Tierra Prometida?
En los versículos anteriores, el Señor les dice específicamente que no se
hagan ídolos y que no los adoren (Deut. 4:15-20). Sin embargo, los siguientes
versículos básicamente dicen que hacerse ídolos y adorarlos es exactamente
lo que van a hacer, a pesar de todas las advertencias.
Observa que, en Deuteronomio 4:25, Moisés aclara que no sucederá de
inmediato. Después de todo lo que acababan de experimentar, era probable
que no cayeran en la idolatría instantáneamente. Sin embargo, con el tiempo,
luego de una o dos generaciones, la tendencia a “olvidar” (Deut. 4:9) lo que el
Señor había hecho por ellos, y lo que les había advertido, los llevaría a hacer
exactamente lo que les advirtió.
Lee Deuteronomio 4:29 al 31. ¿Qué dice el Señor que hará por ellos en esta situación específica?
La gracia de Dios es asombrosa. Incluso después de caer en la terrible
maldad de la idolatría, incluso después de haber recibido las debidas consecuencias
de sus pecados, si se vuelven al Señor, él los perdonará y los
restaurará. En resumen, si deciden arrepentirse libremente, él aceptará su
arrepentimiento.
La palabra utilizada en Deuteronomio 4:30, que generalmente se traduce
como “volver” o “regresar”, implica que ellos irán al lugar de partida,
“regresarán al Señor” (NTV), adonde se suponía que debían haber estado
todo el tiempo. La palabra hebrea teshuvá, de la misma raíz que “volver”,
significa también “arrepentimiento”. Por lo tanto, en última instancia, todo
arrepentimiento es un regreso a Dios después de haber estado separados
de él por nuestros pecados.
Lunes
El ejercicio de la fuerza es contrario a los principios del gobierno de Dios; él desea tan solo el servicio de amor; y el amor no puede ser exigido; no puede ser obtenido por la fuerza o la autoridad. El amor se despierta únicamente por el amor. El conocer a Dios es amarle; su carácter debe ser manifestado en contraste con el carácter de Satanás…
El plan de nuestra redención no fue una reflexión ulterior, formulada después de la caída de Adán. Fue una revelación “del misterio que por tiempos eternos fue guardado en silencio”. Romanos 16:25. Fue una manifestación de los principios que desde edades eternas habían sido el fundamento del trono de Dios. Desde el principio, Dios y Cristo sabían de la apostasía de Satanás y de la caída del hombre seducido por el apóstata. Dios no ordenó que el pecado existiese, sino que previó su existencia, e hizo provisión para hacer frente a la terrible emergencia. Tan grande fue su amor por el mundo, que se comprometió a dar a su Hijo unigénito “para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. Juan 3:16 (El Deseado de todas las gentes, p. 22).
Jesús conoce las circunstancias que rodean a cada alma. Tú puedes decir: Soy pecador, muy pecador. Puedes serlo; pero cuanto peor seas, tanto más necesitas a Jesús. Él no se aparta de ninguno que llora contrito. No dice a nadie todo lo que podría revelar, pero ordena a toda alma temblorosa que cobre aliento. Perdonará libremente a todo aquel que acuda a él en busca de perdón y restauración…
A las almas que se vuelven a él en procura de refugio, Jesús las eleva por encima de las acusaciones y contiendas de las lenguas. Ningún hombre ni ángel malo puede acusar a estas almas. Cristo las une a su propia naturaleza divino-humana. Ellas están de pie junto al gran Expiador del pecado, en la luz que procede del trono de Dios. “¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aún, el que también resucitó, quien además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros”. Romanos 8:33, 34 (El Deseado de todas las gentes, pp. 521, 522).
La oración que brota del corazón ferviente, que expresa con sencillez las necesidades del alma así como pediríamos un favor a un amigo terrenal esperando que lo hará, ésa es la oración de fe. Dios no quiere nuestras frases de simple ceremonia; pero el clamor inaudible de quien se siente quebrantado por la convicción de sus pecados y su debilidad llega al oído del Padre misericordioso.
[Dios] mandó a Israel: “Rasgad vuestro corazón, y no vuestros vestidos, y convertíos a Jehová vuestro Dios”. Joel 2:13…
Arrepentirse es alejarse del yo y dirigirse a Cristo; y cuando recibamos a Cristo, para que por la fe él pueda vivir en nosotros, las obras buenas se manifestarán (El discurso maestro de Jesucristo, p. 75).
TESHUVÁ
A lo largo del libro de Deuteronomio, aparece un tema clave: obedece
al Señor, y serás bendecido; desobedece, y sufrirás las consecuencias. En
el Nuevo Testamento, no es diferente. “No os engañéis; Dios no puede ser
burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Porque el
que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra
para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna” (Gál. 6:7, 8).
Desgraciadamente, al menos después de la Caída, el pecado parece tan
fácil y natural como respirar. Y, a pesar de todas las advertencias y las promesas
(“Porque este mandamiento que yo te ordeno hoy no es demasiado
difícil para ti, ni está lejos” [Deut. 30:11]), muchos del pueblo hicieron precisamente
eso: cayeron en los pecados de los que Dios les había advertido.
E incluso así, Dios estaba dispuesto a recuperarlos si, al emplear su libre
albedrío, se arrepentían y regresaban a él.
Lee nuevamente Deuteronomio 30:1 al 10. ¿Qué dice el Señor que hará
por su pueblo, a pesar de todo el mal que hizo? No obstante, ¿cuál era la
condición sobre la que descansaban estas maravillosas promesas?
La idea es sencilla y al punto: si te equivocas, habrá consecuencias terribles
para ti y tu familia. Eso es lo que hace el pecado. Sin embargo, aún así
puedes arrepentirte, y el Señor te recibirá de vuelta y te bendecirá.
Varias veces la misma palabra raíz hebrea detrás de teshuvá aparece en
estos versículos. En Deuteronomio 30:2, el versículo dice: “y te convirtieres
a Jehová tu Dios”; en Deuteronomio 30:8, aunque a menudo se traduce –correctamente–
“volverás a obedecer al Señor” (NTV, NVI), también podría
traducirse, “volverás, y oirás la voz de Jehová” (RVR1960). Al final, en Deuteronomio
30:10, donde dice: “cuando te convirtieres a Jehová tu Dios con
todo tu corazón y con toda tu alma”, nuevamente la palabra “convirtieres”
es, en realidad, “si volvieres”.
En otras palabras, a pesar de todo lo que les sucedió, a pesar de su absoluta
violación y transgresión del Pacto, el Señor no había terminado con este
pueblo, y si ellos no querían que él terminara con ellos, podían manifestar
ese deseo mediante el arrepentimiento.
■ ¿Cómo reflejan estos versículos cuán primordial es el verdadero arrepentimiento para nosotros como creyentes que, a veces, también violamos el pacto que hicimos con Dios?
Martes
Satanás está constantemente trabajando para conducir a los hombres a negar la luz. Hay apenas un paso desde el camino recto hasta la bifurcación, a la cual Satanás dirige el camino, y donde la luz es toda tinieblas y las tinieblas son luz. … Es una cosa peligrosa abrir el corazón a la incredulidad, porque aleja el Espíritu de Dios del corazón, y entran las sugestiones de Satanás… Debemos… evitar la primera admisión de duda y de incredulidad.
“Todo lo que el hombre sembrare, eso también segará”. Gálatas 6:7. Dios no destruye a ningún hombre. Cada hombre que sea destruido se destruirá a sí mismo. Cuando una persona rechaza las amonestaciones de la conciencia, siembra las semillas de la incredulidad, y estas producen una segura cosecha (Nuestra elevada vocación, p. 28).
Todos los que estudian la Palabra con el firme propósito de quitar el pecado de su vida, y que escudriñan las Escrituras para aprender qué es verdad, recibirán la verdad de la Palabra como un “así dice Jehová”. Se arrepentirán ante los severos reproches de la verdad bíblica… El que siembra verdadero arrepentimiento, cosechará la recompensa de las buenas obras. Si permanece en la fe cosechará la paz. Si es santificado y limpiado de su apetito por lo barato y pasajero cosechará justicia y amor perfecto. Persistir en hacer lo correcto y vencer el yo lo hará victorioso diariamente porque mantiene siempre delante de sí el ideal de la perfección de Cristo (That I May Know Him, p. 281; parcialmente en A fin de conocerle, p. 280).
Dios no será burlado. El alejamiento de él ha producido y siempre producirá inexorables resultados. La realización de actos que desagradan a Dios conducirá al impenitente paso a paso al engaño y al pecado abierto, a menos que decididamente se arrepienta y los abandone, en vez de procurar justificarlos. Todos los que quieran poseer un carácter que los haga obreros juntamente con el Altísimo y quieran recibir su encomio, deben separarse de los enemigos de Dios, y sostener la verdad que Cristo mostró a Juan [el Revelador] para que la diera al mundo (Alza tus ojos, p. 308).
Después que Adán y Eva hubieron comido de la fruta prohibida, los embargó un sentimiento de vergüenza y terror. Al principio, solo pensaban en cómo podrían excusar su pecado y escapar a la temida sentencia de muerte… El espíritu de justificación propia tuvo su origen en el padre de la mentira, y lo han manifestado todos los hijos e hijas de Adán. Las confesiones de esta clase no son inspiradas por el Espíritu divino, y no serán aceptables para Dios. El arrepentimiento verdadero induce al hombre a reconocer su propia maldad, sin engaño ni hipocresía. Como el pobre publicano que no osaba ni aun alzar los ojos al cielo, exclamará: “Dios, ten misericordia de mí, pecador”, y los que reconozcan así su iniquidad serán justificados, porque el Señor Jesús presentará su sangre en favor del alma arrepentida (El camino a Cristo, pp. 40, 41).
“DE TODO VUESTRO CORAZÓN”
Deuteronomio 30:1 al 10 revela la gracia y la bondad de Dios con los descarriados y los pecadores, aun cuando esos pecadores y descarriados hayan recibido la bendición de Dios de maneras únicas: “Porque ¿qué nación grande hay que tenga dioses tan cercanos a ellos como lo está Jehová nuestro Dios en todo cuanto le pedimos?” (Deut. 4:7). A pesar de todo lo que él había hecho por ellos, y a pesar del hecho de que no tenían ningún justificativo real por su pecado, ellos igualmente cayeron (¿alguien se siente identificado?).
En Deuteronomio 30:1 al 10, concéntrate en lo que implicaba el arrepentimiento
para su regreso (teshuvá) a Dios. ¿Qué se requería, y qué debería
enseñarnos esto sobre lo que significa el verdadero arrepentimiento?
Finalmente, tuvieron que tomar la decisión de volver a él y obedecerle
de todo corazón. En cierto sentido, el verdadero problema era su corazón,
porque si su corazón hubiese estado bien con Dios, sus acciones lo acompañarían:
es decir, serían obedientes.
Por eso se les dio la maravillosa promesa de que si “regresaban” al Señor,
si se convertían sinceramente a él, entonces él obraría en ellos y “circuncidaría”
su corazón. En medio de su cautiverio, tienen que tomar la decisión
de regresar a Dios, y él los llevará de regreso a sí mismo y a la tierra. Y luego
allí, en la tierra, los bendeciría. Y parte de la bendición es que él obraría en
ellos para cambiar su corazón y así atraerlos aún más hacia él, para que
ellos y sus hijos “ame[n] a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu
alma, a fin de que viva[n]”.
Por último, en respuesta a las impresiones de Dios (ver Hech. 5:31), tendrían
que arrepentirse verdaderamente de sus pecados. Elena de White,
si bien vivía en un contexto histórico diferente, escribió: “El pueblo se lamentaba
porque sus pecados le habían traído sufrimientos, pero no por
haber deshonrado a Dios y transgredido su santa Ley. El verdadero arrepentimiento
es algo más que pesar por el pecado. Consiste en apartarse
resueltamente del mal” (PP 600). Y esta es una verdad que podemos ver en
Deuteronomio 30:1 al 10.
■ ¿Cómo podemos distinguir la diferencia entre lamentar las consecuencias de nuestros pecados, cosa que cualquiera puede hacer, y lamentarnos por los pecados en sí? ¿Por qué es tan importante esta distinción?
Miércoles
“Por una vianda”, con que satisfizo momentáneamente el apetito que nunca había reprimido, vendió Esaú su herencia; y cuando comprendió su locura, ya era tarde para recobrar la bendición. “No halló lugar de arrepentimiento, aunque la procuró con lágrimas”. Hebreos 12:16, 17. Esaú no quedaba privado del derecho de buscar la gracia de Dios mediante el arrepentimiento; pero no podía encontrar medios para recobrar la primogenitura. Su dolor no provenía de que estuviese convencido de haber pecado; no deseaba reconciliarse con Dios. Se entristecía por los resultados de su pecado, no por el pecado mismo (Historia de los patriarcas y profetas, p. 180).
Como Nicodemo, debemos estar dispuestos a entrar en la vida de la misma manera que el primero de los pecadores… Ni siquiera podemos arrepentirnos sin la ayuda del Espíritu de Dios. La Escritura dice de Cristo: “A este ha Dios ensalzado con su diestra por Príncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y remisión de pecados”. Hechos 5:31. El arrepentimiento proviene de Cristo tan ciertamente como el perdón.
¿Cómo hemos de salvarnos entonces?… La luz que resplandece de la cruz revela el amor de Dios. Su amor nos atrae a él. Si no resistimos esta atracción, seremos conducidos al pie de la cruz arrepentidos por los pecados que crucificaron al Salvador. Entonces el Espíritu de Dios produce por medio de la fe una nueva vida en el alma. Los pensamientos y los deseos se sujetan en obediencia a la voluntad de Cristo. El corazón y la mente son creados de nuevo a la imagen de Aquel que obra en nosotros para someter todas las cosas a sí (El Deseado de todas las gentes, pp. 147, 148).
La Sagrada Escritura no enseña que el pecador deba arrepentirse antes de poder aceptar la invitación de Cristo: “¡Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os daré descanso!” Mateo 11:28. La virtud proveniente de Cristo es la que nos induce a un arrepentimiento genuino… Tan imposible es arrepentirse si el Espíritu de Cristo no despierta la conciencia como lo es obtener el perdón sin Cristo.
Él es la fuente de todo buen impulso. Es el único que puede implantar en el corazón enemistad contra el pecado. Todo deseo de verdad y pureza, toda convicción de nuestra propia pecaminosidad evidencia que su Espíritu está obrando en nuestro corazón.
Jesús dijo: “Yo, si fuere levantado en alto de sobre la tierra, a todos los atraeré a mí mismo”. Juan 12:32. Cristo debe ser revelado al pecador como el Salvador que murió por los pecados del mundo; y mientras contemplamos al Cordero de Dios sobre la cruz del Calvario, el misterio de la redención comienza a revelarse a nuestra mente y la bondad de Dios nos guía al arrepentimiento. Al morir por los pecadores, Cristo manifestó un amor incomprensible; y a medida que el pecador lo contempla, este amor enternece el corazón, impresiona la mente e inspira contrición al alma (El camino a Cristo, pp. 26, 27).
“ARREPENTÍOS Y CONVERTÍOS”
En el Nuevo Testamento, por supuesto, la idea del arrepentimiento es una constante. De hecho, Juan el Bautista comenzó su ministerio con el llamado al arrepentimiento.
Lee Mateo 3:1 al 8. ¿Cómo se presenta la idea de “regresar” en estos versículos?
En otras palabras, ¿qué les dice Juan que hagan que refleja lo que
encontramos en Deuteronomio? ¿Por qué sus palabras tendrían especial
relevancia para los fariseos y los saduceos también?
Jesús también comenzó su ministerio con llamados al arrepentimiento.
Lee Marcos 1:15. ¿Qué dice Jesús y por qué relaciona el arrepentimiento con el evangelio?
Ya se trate de Juan hablando específicamente con los líderes religiosos o
de Jesús con la nación en su conjunto, la idea es la misma. Somos pecadores,
y –puesto que Cristo vino a salvar a los pecadores– debemos arrepentirnos
de nuestros pecados. Ese arrepentimiento (sea un cristiano fiel que cae en
el pecado, un apóstata, o un nuevo converso) incluirá un cambio de nuestras
antiguas costumbres inconversas. Debemos reconocer nuestra pecaminosidad
y, al expresar arrepentimiento por nuestros pecados (no solo por sus
consecuencias), necesitamos tomar la decisión consciente de apartarnos de
ellos. Confiando totalmente en los méritos de Jesús, necesitamos obedecer
“fielmente la voz de Jehová tu Dios” (Deut. 15:5).
Algunos eruditos bíblicos consideran que el Nuevo Testamento refleja
la idea de arrepentimiento expresada en Deuteronomio. Por ejemplo,
cuando Pedro acusa a la nación de haber crucificado a Jesús, muchos “se
compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones
hermanos, ¿qué haremos?” (Hech. 2:37). Es decir, al ser conscientes de su
pecado, estaban apenados (“se compungieron de corazón”) y querían saber
qué debían hacer ahora para estar bien con el Dios a quien habían ofendido.
¿No es esta prácticamente la misma situación con todos nosotros: pecadores
que hemos ofendido a Dios?
■ Lee Hechos 2:38. ¿Cómo respondió Pedro a su pregunta y cómo revela este episodio el principio que está detrás del verdadero arrepentimiento?
Jueves
Al acudir a Juan [el Bautista], esos [Fariseos y Saduceos] no lo hacían por motivos rectos. Sus principios y procedimientos eran corruptos; sin embargo, no se daban cuenta de su verdadera condición. Llenos de orgullo y ambición, no vacilaban en echar mano de cualquier medio que los capacitara para exaltarse a sí mismos y fortalecer su influencia sobre la gente. Y el bautismo administrado por este joven y popular maestro podría ayudarles, según les parecía, a cumplir esos designios con más éxito.
Sus motivos no estaban ocultos para Juan, quien los enfrentó con esta escrutadora pregunta: “¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera?” Si hubieran escuchado la voz de Dios que hablaba a sus corazones, habrían dado evidencias de ese hecho mediante frutos dignos de arrepentimiento. Pero esos frutos no se veían. Habían escuchado la amonestación como si fuera solo la voz del hombre. Se sentían encantados con el poder y la osadía con que hablaba Juan, pero la convicción del Espíritu de Dios no llegaba a sus corazones, y como resultado cierto de ello la palabra hablada no daba frutos para vida eterna (Cada día con Dios, p. 195).
Nadie está más lejos del reino de los cielos que los formalistas llenos de justicia propia, saturados tal vez de orgullo por causa de sus logros, mientras están totalmente desprovistos del Espíritu de Cristo, y están dominados por la envidia, los celos, y el amor a la alabanza y la popularidad. Pertenecen a la clase a la cual Juan calificó de generación de víboras, hijos del maligno. Sirven a la causa de Satanás con más eficiencia que el más vil de los libertinos, porque este no disfraza su verdadero carácter, y se lo ve tal como es.
Nada menos que una vida enmendada: frutos dignos de arrepentimiento, cumplirá los requisitos divinos. Sin esos frutos, nuestra profesión de fe carece de valor (Cada día con Dios, p. 195).
Muchos formulan hoy la misma pregunta que hizo la multitud el día de Pentecostés, cuando, convencida de pecado, exclamó: “¿Qué haremos?” La primera palabra de la contestación del apóstol Pedro fue: “Arrepentíos”… “y volveos a Dios; para que sean borrados vuestros pecados”. Hechos 2:37, 38, 3:19.
El arrepentimiento comprende tristeza por el pecado y abandono del mismo. No renunciamos al pecado a menos que veamos su pecaminosidad. Mientras no lo repudiemos de corazón, no habrá cambio real en nuestra vida.
Muchos no entienden la naturaleza verdadera del arrepentimiento. Muchas personas se entristecen por haber pecado, y aun se reforman exteriormente, porque temen que su mala vida les acarree sufrimientos. Pero esto no es arrepentimiento en el sentido bíblico. Lamentan el dolor más bien que el pecado…
Pero cuando el corazón cede a la influencia del Espíritu de Dios, la conciencia se vivifica… La convicción se posesiona de la mente y del corazón. El pecador reconoce entonces la justicia de Jehová, y siente terror de aparecer en su iniquidad e impureza delante del que escudriña los corazones. Ve el amor de Dios, la belleza de la santidad y el gozo de la pureza. Ansía ser purificado y restituido a la comunión del cielo (El camino a Cristo, pp. 23, 24).
PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:
“En cada paso que demos en la experiencia cristiana se profundizará
nuestro arrepentimiento. A aquellos a quienes el Señor ha perdonado, a
aquellos a quienes reconoce como su pueblo, él les dice: ‘Ustedes se acordarán
de su mal proceder y de sus malas acciones, y se avergonzarán de ustedes
mismos y de las iniquidades y de los actos repugnantes que cometieron’
(Eze. 36:31). Y otra vez dice: ‘Mi pacto lo confirmaré contigo. Así sabrás que
yo soy el Señor. Cuando yo te perdone por todo lo que hiciste, tú te acordarás
y te avergonzarás, y tal será tu vergüenza que nunca más volverás a abrir
la boca’ (Eze. 16:62, 63). Entonces nuestros labios no se abrirán para autoglorificarnos.
Sabremos que nuestra suficiencia está únicamente en Cristo.
Haremos nuestra la confesión del apóstol: ‘Yo sé que en mí, esto es, en mi
naturaleza humana, no habita el bien’ (Rom. 7:18). ‘Yo solo me gloriaré en la
cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo está crucificado para
mí, como yo lo estoy para el mundo” (Gál. 6:14)’ ” (PVGM 125).
“ ‘Su benignidad busca llevarte al arrepentimiento’ (Rom. 2:4). La misericordia
y la compasión del amor divino, a manera de una cadena de oro,
rodea a cada alma en peligro. El Señor declara: ‘Te amo con amor eterno.
Por eso te he prolongado mi misericordia’ (Jer. 31:3)” (PVGM 159).
PREGUNTAS PARA DIALOGAR:
1. Aunque debemos arrepentirnos, ¿cómo podemos estar atentos para evitar la trampa de hacer del arrepentimiento algo meritorio, como si el acto de arrepentirnos en sí fuera lo que nos hace justos ante Dios? ¿Cuál es la única forma en que podemos permanecer justos ante Dios?
2. “Entonces Judas, el que le había entregado, viendo que era condenado, devolvió arrepentido las treinta piezas de plata a los principales sacerdotes y a los ancianos, diciendo: Yo he pecado entregando sangre inocente. Mas ellos dijeron: ¿Qué nos importa a nosotros? ¡Allá tú! Y arrojando las piezas de plata en el templo, salió, y fue y se ahorcó” (Mat. 27:3-5). Indudablemente, Judas se arrepintió de lo que le hizo a Jesús (después de todo, se suicidó). Sin embargo, ¿por qué sus acciones no se consideran un verdadero arrepentimiento?
3. Ante nuestra manifiesta pecaminosidad humana, ¿cuán humildes deberíamos ser frente a los demás (en el sentido de no juzgarlos)? ¿Qué nos dice sobre lo pernicioso del pecado el hecho de que se necesitara la Cruz –es decir, la muerte del Hijo de Dios– para salvarnos?
Viernes
Mensajes selectos, t. 1, “El significado del nacimiento de Cristo”, pp. 293, 294;
La fe por la cual vivo, 29 de mayo, “El tiempo de la siembra”, p. 157.
"LA VERDAD PRESENTE, EN DEUTERONOMIO"
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Dios lo bendiga!!!
Lección 9
EL SÁBADO ENSEÑARÉ...
Parte I: RESEÑA
Texto clave: Deuteronomio 4:29.
Enfoque del estudio: Deuteronomio 30:1-10; 4:25-31; Mateo 3:1-8; Hechos 2:37, 38.
Introducción:
Cuando los israelitas están a punto de entrar en la Tierra Prometida, Moisés profetiza que un día, debido a su infidelidad, serán “vomitados” de la tierra (comparar con Lev. 18:25, 28). La imagen sugiere, o enseña, que el pueblo de Dios tiene una necesidad constante de arrepentimiento. Así como la tierra se arrepiente y devuelve a sus habitantes, ellos tendrán que arrepentirse para poder regresar a la tierra. La tentación de Israel al establecerse en la tierra es pensar que ha llegado a destino y que ya no necesita tener cuidado. Poco a poco, pueden perder el contacto con Dios y las exigencias de su Ley. Por consiguiente, al pensar que llegaron a destino, se aventurarán a salirse de las sendas antiguas. Esto es precisamente lo que le pasará a Israel, engañado por sus falsos profetas. Estos profetas le darán la ilusión de paz, diciendo: “paz, paz; y no hay paz” (Jer. 6:14). Por ende, el profeta Jeremías los instará a que se despierten y se arrepientan: “Preguntad por las sendas antiguas” (Jer. 6:16). Hay una ironía en la idea bíblica del arrepentimiento: el progreso significa desandar.
Temática de la lección:
En esta lección, estudiaremos la estructura del arrepentimiento, “regresar a Dios”, un principio importante en el libro de Deuteronomio, que nos confrontará con los siguientes temas:
- La búsqueda de Dios
- El perdón de Dios
- El regreso
- El cumplimiento de la profecía
Parte II: COMENTARIO
A las puertas de la Tierra Prometida, Moisés repite sus advertencias. El hecho de que Dios haya llevado a los israelitas hasta allí no significa que se quedarán en esta tierra para siempre. Moisés ve los posibles fracasos de Israel y, por lo tanto, sus exilios en el futuro, y quiere apuntalarlos. Cuando se descarríe y se sienta angustiado como resultado del juicio, Israel tendrá que buscar a su Señor, quien luego lo perdonará. Luego volverá a andar con Dios por las “sendas antiguas”. Entonces, Dios lo llevará de regreso a la Tierra Prometida.
La búsqueda de Dios
Este primer paso de estas “sendas antiguas” hacia Dios surge de una situación angustiante. Cuando el pueblo comprende que se encuentra en una situación desesperada como resultado de su infidelidad e idolatría, la única solución a su angustia es volverse a Dios “de todo [s]u corazón” (Deut. 4:29). No deben tener miedo de volverse a Dios y confiar completamente en él. ¿Por qué? Precisamente porque Dios está dispuesto a recibirlos. El principal argumento de Moisés para convencer a su pueblo consiste en describir el pensamiento profundo de Dios.
La frase hebrea mi yitten, traducida a veces como “Quién diera”, es una expresión idiomática, que significa literalmente “quién dará” (o “quién hará que suceda”), que a menudo se utiliza para introducir un deseo profundo, una especie de pregunta retórica para un resultado imposible. Dios desea en lo más profundo de su corazón que “tuviesen tal corazón, que me temiesen” (Deut. 5:29). Al revelar el deseo secreto de Dios, mostrando su buen carácter y, por lo tanto, su amor por ellos, Moisés anima al pueblo a buscar a Dios y arrepentirse. El problema de Israel es que se da cuenta de la gravedad de su pecado y, por lo tanto, teme acudir al Juez divino que acaba de quebrantarlos. El caso de Job ilustra perfectamente este misterioso proceso. Después de haber reconocido la mano dura de Dios sobre él, Job hace una increíble confesión de fe: “He aquí, aunque él me matare, en él esperaré” (Job 13:15). Job sabía que Dios era la única salida a su condición trágica. Paradójicamente, Job huye de Dios hacia Dios. Moisés anima al pueblo a hacer lo mismo.
Preguntas para analizar y reflexionar: ¿Qué aspecto del carácter de Dios se revela a través de la expresión idiomática mi yitten? La imposibilidad de que –humanamente– este deseo se concrete, ¿qué te enseña acerca de Dios? ¿Cuál es la condición que hace que Israel se sienta impulsado a buscar a Dios, y por qué? ¿Qué significa buscar a Dios? ¿Por qué Israel necesitaba buscar a Dios?
El perdón de Dios
Es por el carácter misericordioso de Dios que Israel será perdonado, no por méritos propios. No hay ninguna razón que justifique el perdón de Dios. Y, aun así, los perdonará en forma excepcional. Prueba de ello es que Moisés le recuerda al pueblo cómo Dios lo perdonó y cómo sobrevivió delante de él, a pesar de su naturaleza pecaminosa (Deut. 5:24, 25). En el capítulo anterior, Moisés había usado el mismo razonamiento (Deut. 4:33). Es la convicción de la gracia de Dios lo que ayudaría a Israel a atreverse a acercarse a Dios a pesar de su naturaleza pecaminosa.
Analicen esta historia verídica: Simon Wiesenthal, el cazador de nazis, cuenta la historia de su encuentro con un exoficial nazi que estaba muriendo en un hospital. El nazi le pidió a Wiesenthal que lo perdonara por los horribles crímenes que había cometido contra civiles judíos, sin lo cual, afirmó, no podría morir en paz. Wiesenthal, que guardó silencio durante todo el encuentro, se marchó sin responder a la petición del nazi. Wiesenthal concluye la historia con una pregunta: “Tú, ¿qué hubieses hecho?” (S. Wiesenthal, The Sunflower).
Preguntas para reflexionar: ¿Era posible que Wiesenthal perdonara? “Tú, ¿qué hubieses hecho?” Analicen la dimensión de la gracia en el perdón de la víctima. ¿Por qué el pecado se perdona solo cuando es imperdonable?
El regreso
Fíjate que el movimiento de regreso comienza solo después de que Israel encontró a Dios o, más bien, después que Dios le respondió. El verbo hebreo shuv, “volver”, consiste en prestar atención a la voz de Dios y obedecer sus mandamientos (Deut. 30:2, 8) y en “circuncidar”, o cambiar, su corazón (Deut. 10:16). Curiosamente, la raíz shuv combina ambos requisitos: alejarse del mal y volver a Dios, a quien encontrarán nuevamente en “las sendas antiguas”.
Esta acción paralela implica una mirada profunda: la mejor forma de resistir el mal es hacer el bien. Debido a que Israel se ha mostrado incapaz de circuncidar su corazón, Dios mismo es quien hará esa operación (Deut. 30:6). Él es quien cambiará el corazón de su pueblo y, por lo tanto, creará las condiciones para que se vuelva a él, escuche su voz y le obedezca “con todo [s]u corazón y con toda [s]u alma” (Deut. 30:2). Es este profundo arrepentimiento y esa conversión total lo que dará paso al gozo de Dios (Deut. 30:9). Estos pasajes del libro de Deuteronomio inspiraron el mensaje de los profetas posteriores de que el pueblo de Israel es incapaz de arrepentirse por sí mismo (ver Jer. 4:22; 13:23; Ose. 5:4).
Preguntas para analizar y reflexionar: ¿Por qué era imposible que los israelitas cambiaran su corazón y que realizaran la circuncisión del corazón por sí mismos? ¿Sobre qué base pudo decir Moisés que era imposible que Israel se arrepintiera? Si en verdad Moisés pensaba eso, ¿por qué los está instando a arrepentirse? ¿Es diferente la situación para los cristianos? Explica. Al analizar la historia de la iglesia y a ti mismo, ¿crees que los cristianos eran (son) más capaces de arrepentirse? ¿Por qué?
El cumplimiento de la profecía
Está claro que aquí tenemos una profecía mesiánica que hace referencia a la venida de Jesucristo, la encarnación de Dios, quien descenderá para iniciar el movimiento de arrepentimiento que traerá consigo el Nuevo Pacto al corazón del pueblo de Dios. Solo la llegada de Dios a nuestro corazón, a nuestra esfera, permitirá el milagro de la circuncisión del corazón, como explica Pablo: “En él también fuisteis circuncidados con circuncisión no hecha a mano, al echar de vosotros el cuerpo pecaminoso carnal, en la circuncisión de Cristo” (Col. 2:11). Solo la Cruz, que manifiesta “el poder de Dios” (Col. 2:12), mediante la gracia, hará posible lo imposible. Entonces se cumplirá el deseo de Dios implícito en la expresión idiomática mi yitten.
Preguntas para analizar y reflexionar: ¿Cómo se aplican estas promesas del libro de Deuteronomio a la primera venida de Jesús o a su segunda venida? ¿Por qué es necesario que el pueblo de Dios se arrepienta antes de la segunda venida de Jesucristo? La idea hebrea del arrepentimiento, que implica el regreso a las “sendas antiguas”, ¿en qué sentido arroja luz sobre la noción del arrepentimiento del pueblo de Dios en el tiempo del fin? Considerando las lecciones de Deuteronomio, ¿cómo se realizará la circuncisión de su corazón?
Parte III: APLICACIÓN A LA VIDA
Analiza tu verdadero arrepentimiento: ¿Cuántas veces le pediste perdón a alguien a quien lastimaste y le explicaste las razones por las que te comportaste de esa manera? Cuando dices “lo siento”, ¿agregas un “pero” acusando a la persona que lastimaste?
Analiza tu búsqueda de Dios: Si buscas y no encuentras, no creerás; si no buscas y encuentras, no creerás; solo si buscas y encuentras, creerás. ¿Cómo se aplica esta observación paradójica a la experiencia de buscar y encontrar a Dios? ¿Cuán cierta es? ¿Por qué aparentemente algunos encuentran a Dios mientras lo buscan, mientras que otros parecen encontrarlo aunque no lo busquen?
Practica el arrepentimiento:
- Ejercicio grupal: Busquen un compañero (su cónyuge, su hijo, su hija o un amigo íntimo). Seleccionen un día en particular en el calendario religioso (Navidad, Pascua, Santa Cena, sábado). Durante los siete días anteriores a ese día, registren sus fracasos, sus arrepentimientos y sus victorias. El último día antes de la hora señalada, informen a su compañero. Traten de ser lo más honestos posible y respondan las siguientes preguntas: ¿Cómo te cambiaron tus experiencias de arrepentimiento? ¿Con qué frecuencia repetiste el mismo error?
- Ejercicio personal: Lee el Salmo 51, la oración de arrepentimiento de David; ora pidiendo misericordia (Sal. 51:1); reconoce tu transgresión (Sal. 51:3); rinde cuentas ante aquel contra quien pecaste (Sal. 51:4); pídele a Dios un corazón nuevo (Sal. 51:7-12).
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Dios los bendiga!!
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