Lección 6: “Porque ¿qué nación grande hay...?” | Deuteronomio | Escuela Sabática 4T 2021
Lección 6: Para el 6 de noviembre de 2021
“PORQUE ¿QUÉ NACIÓN GRANDE HAY...?”
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Deuteronomio 4:1–9; Mateo 15:1–9; Números 25:1–15; 1 Corintios 10:13; Deuteronomio 4:32–35; Mateo 5:13–16.
PARA MEMORIZAR:
“Y ¿qué nación grande hay que tenga estatutos y juicios justos como es toda esta ley que yo pongo hoy delante de vosotros?” (Deut. 4:8).
Los primeros tres
capítulos de Deuteronomio fueron básicamente una lección de historia, al
recordarle al pueblo lo que había pasado hasta ese momento. Para cuando
llegamos al capítulo 4, la lección de historia cambia más a un modo sermón,
con una finalidad: mostrar el poder y la gracia de Dios obrando entre el
pueblo y que, aunque cometieron errores, el Señor todavía iba a honrar su
pacto con ellos.
El capítulo 4 comienza con la palabra hebrea (una conjunción y un adverbio),
we‘attah, que puede traducirse como “Y ahora” o “Ahora, pues”. Acababan de
repasar su historia reciente, un recordatorio de lo que Dios había hecho al
guiarlos hasta este punto; entonces, o “ahora, pues”, deben hacer lo que Dios
les dice que hagan en respuesta (ver también Deut. 10:12).
El primer verbo hebreo que aparece después de “Ahora, pues” es shema’, el mismo verbo que se usa al principio de la oración Shemá, y significa “escucha”, “oye” u “obedece”, un verbo que se repite a lo largo de Deuteronomio. En otras palabras, es como si el capítulo comenzara diciendo: “Ahora, pues, Israel, debido a lo que hice por ti, debes obedecer lo siguiente…”
Sábado
Si ellos guardaban sus mandamientos, Dios prometía darles el mejor trigo, y sacarles miel de la roca. Habría de satisfacerlos con una larga vida, y mostrarles su salvación.
Por su desobediencia a Dios, Adán y Eva habían perdido el Edén, y debido a su pecado toda la tierra quedó maldita. Pero si el pueblo de Dios seguía su instrucción, su tierra había de ser restaurada a la fertilidad y la belleza. Dios mismo les dio instrucciones en cuanto a la forma de cultivar el suelo, y ellos habían de cooperar con él en su restauración. De modo que toda la tierra, bajo el dominio de Dios, llegaría a ser una lección objetiva de verdad espiritual. Así como en obediencia a las leyes naturales de Dios, la tierra había de producir sus tesoros, así en obediencia a sus leyes morales el corazón de la gente había de reflejar los atributos del carácter de Dios. Aun los paganos reconocerían la superioridad de los que servían y adoraban al Dios viviente (Palabras de vida del gran Maestro, pp. 231, 232).
¿Dónde encontraremos leyes más nobles, puras y justas que las presentadas en los libros de estatutos que registran las instrucciones de Moisés a los hijos de Israel? ¿Y de qué otra fuente podemos obtener tanta fuerza o aprender tan noble ciencia? ¿Qué otro libro enseñará a los hombres tan bien a amar, temer y obedecer a Dios? ¿Qué otro libro presenta a los estudiantes más ciencia ennoblecedora, más admirable historia? Presenta claramente la justicia y predice las consecuencias de ser desleales para con la ley de Jehová (Consejos para los maestros, p. 414).
El Señor ha dado grande luz y privilegios a su pueblo. “Mirad, yo os he enseñado estatutos y decretos —dice— Guardadlos, pues, y ponedlos por obra; porque esta es vuestra sabiduría y vuestra inteligencia ante los ojos de los pueblos, los cuales oirán todos estos estatutos, y dirán: Ciertamente pueblo sabio y entendido, nación grande es esta”. Deuteronomio 4:5, 6…
Como pueblo, hemos de colocarnos bajo el estandarte de Jesucristo. Debemos consagrarnos a Dios como un pueblo distinto, separado y peculiar. Él nos habla, y nos dice: “Inclinad vuestro oído, y venid a mí; oíd, y vivirá vuestra alma; y haré con vosotros pacto eterno, las misericordias firmes a David” (Fundamentals of Christian Education, p. 478).
Debería haber un conocimiento bien fundado acerca de la forma como acudir a Dios con reverencia, temor piadoso y amor devocional. Está aumentando la falta de reverencia hacia nuestro Hacedor, y está creciendo la desconsideración por su grandeza y majestad. Pero Dios nos habla en estos días finales…
En estos tiempos peligrosos, los que profesan ser el pueblo de Dios que observa sus mandamientos, deberían guardarse de la tendencia a perder su espíritu de reverencia y santo temor. Las Escrituras enseñan a los hombres cómo acercarse a su Creador: con humildad y reverencia, por medio de la fe en el divino Mediador. Que el hombre se aproxime dobladas las rodillas, como un súbdito de la gracia, un suplicante que comparece ante el trono de la misericordia. De ese modo dará testimonio de que toda su alma, todo su cuerpo y todo su espíritu están sujetos al Creador (La maravillosa gracia de Dios, p. 91).
NO AÑADIRÉIS NI DISMINUIRÉIS
Lee Deuteronomio 4:1 y 2. ¿Cuál fue la advertencia específica que el Señor
les dio con respecto a sus “estatutos y decretos”, y por qué les advierte de
inmediato acerca de esto? (Ver además Deut. 12:32.)
El Señor les dice que obedezcan los “estatutos y decretos” y que no les
añadan ni les quiten nada. ¿Por qué mencionar eso? Después de todo, ¿por
qué alguien querría cambiar la Ley de Dios?
Sabemos la respuesta, por supuesto.
“Satanás ha sido perseverante e incansable en sus esfuerzos por proseguir
la obra que comenzó en el cielo, para cambiar la Ley de Dios. Ha
tenido éxito en hacer creer al mundo la teoría que presentó en el cielo antes
de su caída, según la cual la Ley de Dios sería defectuosa y necesitaría
una revisión. Una gran parte de la profesa iglesia cristiana muestra por su
actitud, aunque no por sus palabras, que ha aceptado el mismo error” (MS
2:133, 134).
Cuando pensamos en la historia del antiguo Israel, vemos que de diversas
maneras se metieron en problemas porque no solo ignoraban ciertos
preceptos de la Ley, que a efectos prácticos era como quitarle palabras a
la Ley, sino además le añadían, en el sentido de introducir prácticas que
no estaban especificadas en la Ley y que, de hecho, llevaron finalmente a
transgredirla.
Lee Mateo 15:1 al 9. Aunque en otro contexto, ¿qué ejemplo vemos aquí de este principio del que Moisés les advirtió a los hijos de Israel?
Cuando los hebreos finalmente llegaron a la Tierra Prometida, con frecuencia
ignoraron las advertencias directas sobre la idolatría. Como resultado,
siguieron muchas prácticas paganas, a veces incluso como parte de su
supuesta adoración a Jehová. En la época de Jesús –no obstante–, se llegaron
a elaborar todo tipo de tradiciones humanas que, como dijo el mismo Jesús,
“invalida[ban] el mandamiento de Dios”.
Ya sea agregando o quitando, cambiaron la Ley, y la nación sufrió las
consecuencias.
■ ¿De qué maneras podemos tener cuidado de no añadirle ni quitarle nada a lo que Dios nos dice que hagamos?
Domingo
“No con solo el pan vivirá el hombre, sino con toda palabra que sale de la boca de Dios”, son las palabras de nuestro Salvador. Están multiplicándose los errores doctrinales y enroscándose con sutileza serpentina en torno a los afectos de la gente. No hay ni una doctrina bíblica que no se haya negado. Las grandes verdades proféticas, que nos indican dónde estamos en la historia del mundo, han sido despojadas de su belleza y poder por el clero, que toma estas verdades de suma importancia y procura hacerlas oscuras e incomprensibles. En muchos casos los niños se apartan de los antiguos hitos…
Aquellos que han visto la verdad y sentido su importancia, y han gozado de una experiencia en las cosas de Dios, han de enseñar sana doctrina a sus hijos. Deben familiarizarlos con los grandes pilares de nuestra fe, las razones por las cuales somos adventistas del séptimo día, por qué se nos ha llamado a ser, al igual que los hijos de Israel, un pueblo especial, una nación santa, separados y diferentes de toda la demás gente sobre la faz de la tierra. Estas cosas deben explicarse a los niños en lenguaje sencillo y fácil de entender; y, al ir aumentando en edad, las lecciones impartidas deberán adaptarse a su creciente capacidad, hasta que los fundamentos de la verdad hayan sido echados amplia y profundamente (Testimonios para la iglesia, t. 5, pp. 309, 310).
La vida religiosa de la nación judía se había convertido en una simulación. Cuando la voz de Dios proclamó la ley desde el Sinaí, todo el pueblo prometió obedecer. Dijeron: “Yo, Señor, voy”, pero no fueron. Cuando Cristo vino en persona para presentar delante de ellos los principios de la ley, lo rechazaron. Cristo había dado a los dirigentes judíos de su tiempo evidencia abundante de su autoridad y poder divinos, pero aunque estaban convencidos, no aceptaron la evidencia. Cristo les había mostrado que continuaban sin creer porque no tenían el espíritu que induce a la obediencia. Les había declarado: “Habéis invalidado el mandamiento de Dios por vuestra tradición… En vano me honran, enseñando doctrinas y mandamientos de hombres”. Mateo 15:6, 9 (Palabras de vida del gran Maestro, p. 276).
[Cristo] era leal a los mandamientos de Dios, poniendo a un lado las tradiciones y requerimientos humanos, que se habían ensalzado en su lugar. Por causa de esto fue aborrecido y perseguido. Esta historia se repite. Las leyes y tradiciones de los hombres son ensalzadas por encima de la ley de Dios, y los que son fieles a los mandamientos de Dios sufren oprobio y persecución. Cristo, por causa de su fidelidad a Dios, fue acusado como violador del sábado y blasfemo. Se declaró que él estaba poseído por un demonio, y se lo denunció como Beelzebub. De igual manera sus seguidores son acusados y calumniados. Así espera Satanás inducirlos a pecar y deshonrar a Dios (Palabras de vida del gran Maestro, pp. 134, 135).
BAAL-PEOR
En Deuteronomio 4:3 y 4, a los hijos de Israel se les imparte un poquito más de su lección de historia, que hará las veces de recordatorio del pasado y de cualquier verdad espiritual y práctica para que en lo posible aprendan de él.
Lee Números 25:1 al 15. ¿Qué sucedió y qué verdades espirituales y prácticas
debería haber sacado el pueblo de este fiasco?
Por más que nos sintamos incómodos con las historias de cómo Israel
arrasó con algunas de las naciones paganas que lo rodeaban, este relato sin
duda ayuda a explicar la lógica que está detrás del mandato. Israel debía
dar testimonio del Dios verdadero, el único Dios, ante las naciones paganas
que lo rodeaban. Debía ser un ejemplo para mostrar cómo era la adoración
del Dios verdadero. En cambio, al adherirse a los “dioses” paganos que lo
rodeaban, a menudo caía en abierta rebelión contra el mismo Dios a quien
debía representar ante el mundo.
Aunque la palabra “fornicar” (o “prostituirse”) a menudo tiene un significado
espiritual, ya que Israel iba tras los dioses y las prácticas paganos (ver
Ose. 4:12-14), en este caso el lenguaje (y el resto de la historia) sugiere que
era un pecado sexual, al menos al principio. Aquí nuevamente, Satanás se
aprovechó de la naturaleza humana caída, al utilizar a las mujeres paganas
para seducir a los hombres, quienes obviamente se dejaron seducir.
Sin duda, el acto de fornicación física degeneró también en fornicación
espiritual. Las personas involucradas a la larga quedaron atrapadas en
prácticas de adoración pagana en las que Israel se había “juntado con Baalpeor”;
es decir, de alguna manera se apegaron a este dios falso e incluso le
ofrecían sacrificios. A pesar de todo lo que se les había enseñado y dicho,
estaban dispuestos a tirar todo por la borda en su pasión y lujuria.
¿Cómo pudo pasar esto? Fácil. Al endurecer la conciencia con el primer
pecado, el físico, estaban listos para caer en el último, el espiritual, que
debió haber sido el objetivo final de Satanás. Se habían degradado tanto
que, según el pasaje, un hombre llevó a su mujer madianita directamente
al campamento, justo delante de Moisés y del pueblo que lloraba fuera del
Tabernáculo.
■ Nuestra mente y nuestro cuerpo están íntimamente relacionados. Lo que afecta a uno afecta al otro. ¿Qué podemos aprender de esta historia sobre lo peligrosa que nos puede resultar la indulgencia, desde una perspectiva espiritual?
Lunes
Al acercarse el fin de las peregrinaciones por el desierto, se repitieron las condiciones del pacto. En Baal-peor, en los lindes de la tierra prometida, donde muchos cayeron víctimas de la tentación sutil, los que permanecieron fieles renovaron sus votos de lealtad. Moisés los puso en guardia contra las tentaciones que los asaltarían en el futuro; y los exhortó fervorosamente a que permaneciesen separados de las naciones circundantes y adorasen a Dios solo…
Moisés explicó los males que resultarían de apartarse de los estatutos de Jehová. Invocando como testigos los cielos y la tierra, declaró que si, después de haber morado largo tiempo en la tierra prometida, el pueblo llegara a introducir formas corruptas de culto y a inclinarse ante imágenes esculpidas, y si rehusara volver al culto del verdadero Dios, la ira del Señor se despertaría y ellos serían llevados cautivos y dispersados entre los paganos (Profetas y reyes, pp. 219, 220).
En seguida [Satanás] tendió un lazo por el cual Israel quedaría seducido por las hermosas mujeres moabitas, quienes los inducirían a transgredir la ley de Dios. Así se hallaría iniquidad en el pueblo y la bendición de Dios no descansaría sobre los israelitas. Sus fuerzas quedarían grandemente debilitadas y sus enemigos ya no temerían su poder, porque la presencia del Señor de los ejércitos no estaría con ellos.
Esto está destinado a servir de advertencia para el pueblo de Dios que vive en los últimos días. Si busca la justicia y la verdadera santidad, si guarda todos los mandamientos de Dios, no se permitirá a Satanás ni a sus agentes que lo venzan. Toda la oposición de sus más acérrimos enemigos resultará impotente para destruir o desarraigar la vid plantada por Dios. Satanás entiende lo que Balaam aprendió por triste experiencia, a saber, que no hay encantamiento contra Jacob ni adivinación contra Israel mientras que la iniquidad no es albergada en su medio; por lo tanto, emplea siempre su poder e influencia para manchar su unidad y contaminar la pureza de su carácter. Tiende sus lazos de mil maneras para debilitar su poder en favor del bien (Testimonios para la iglesia, t. 5, pp. 564, 565).
Es cosa peligrosa albergar en el corazón un rasgo anticristiano. Un solo pecado que se conserve irá depravando el carácter, y sujetará al mal deseo todas sus facultades más nobles. La eliminación de una sola salvaguardia de la conciencia, la gratificación de un solo hábito pernicioso, una sola negligencia con respecto a los altos requerimientos del deber, quebrantan las defensas del alma y abren el camino a Satanás para que entre y nos extravíe. El único procedimiento seguro consiste en elevar diariamente con corazón sincero la oración que ofrecía David: “Sustenta mis pasos en tus caminos, porque mis pies no resbalen”. Salmo 17:5 (Historia de los patriarcas y profetas, pp. 481, 482).
SEGUID A JEHOVÁ VUESTRO DIOS
Miles murieron en pecado con Baal Peor. “Todo hombre que fue en pos
de Baal-peor” fue destruido. Sin embargo, muchos no siguieron en apostasía.
¿Quiénes eran?
“Mas vosotros que seguisteis a Jehová vuestro Dios, todos estáis vivos
hoy” (Deut. 4:4). ¿Cómo explica este versículo la diferencia entre los
que cayeron en pecado y los que no? ¿Qué mensaje importante hay para
nosotros aquí con respecto al pecado y la tentación, y el poder de Dios en
nuestra vida?
Observa el contraste entre la palabra “todos” en este versículo y el versículo
anterior. “Todos” los que siguieron a Baal-peor fueron destruidos;
pero “todos” los que siguieron al Señor estaban con vida. En aquel entonces
no había término medio, y tampoco lo hay ahora. Estamos a favor o en
contra de Jesús (Mat. 12:30).
La palabra hebrea para “seguisteis” (dabaq) a menudo indica un fuerte
compromiso de adhesión a algo externo a nosotros. La misma palabra raíz
en hebreo se utiliza en Génesis 2:24, cuando el hombre dejará a su familia y
se “unirá” a su esposa (ver además Rut 1:14). En este sentido aparece cuatro
veces más en Deuteronomio (Deut. 10:20; 11:22; 13:4; 30:20), y en cada caso
la idea era la misma: el pueblo debía seguir (aferrarse) a su Dios. Es decir,
debían entregarse a él y obtener poder y fuerza de él.
Vale la pena recordar que el pueblo mismo es el sujeto del verbo: ellos
deben seguirlo. Deben tomar la decisión de mantenerse fieles a Dios y luego,
con su poder y su fuerza, evitar caer en pecado.
Lee Judas 24 y 1 Corintios 10:13. ¿Qué se dice aquí, en el Nuevo Testamento, que también se encuentra en Deuteronomio 13:4?
Dios es fiel; Dios puede evitar que caigamos. Pero tenemos que tomar la decisión consciente de aferrarnos a Dios, como hicieron los fieles en Baalpeor. Si es así, podemos estar seguros de que, sea cual fuere la tentación, podremos permanecer fieles.
■ Cosas tales como la oración, el estudio de la Biblia, la adoración y la confraternidad, ¿cómo nos ayudan a aferrarnos al Señor?
Martes
El antiguo Israel tenía la dirección especial de Dios para ser su pueblo y permanecer separado de todas las naciones. No tenían que estar sujetos a dar testimonio de la idolatría de aquellos que los rodeaban; de otro modo su corazón se corrompería y la confianza que mostraban con las prácticas impías los haría parecer menos malvados a sus ojos. Pocos se dan cuenta de su debilidad y de que la pecaminosidad natural del corazón humano paraliza demasiado a menudo sus más nobles propósitos.
La amenazadora influencia del pecado envenena la vida del alma. Nuestro único refugio está en la separación de aquellos que viven en sus tinieblas. El Señor nos ha ordenado que salgamos de entre ellos y nos mantengamos aparte, y que no toquemos nada impuro. Así nos recibirá y será nuestro Padre, y nosotros seremos sus hijos e hijas. Si queremos ser adoptados por la familia de Dios, ser hijos del Rey del cielo, tenemos que cumplir sus condiciones; tenemos que salir del mundo y mostrarnos ante el Señor como un pueblo peculiar, que lo sirve y obedece sus preceptos (Testimonios para la iglesia, t. 4, pp. 111, 112).
Los verdaderos seguidores de Cristo tendrán que hacer sacrificios. Rehuirán los lugares de diversión mundanal porque no hallan a Jesús allí, ni influencia alguna que los predisponga para el cielo y aumente su crecimiento en la gracia. La obediencia a la Palabra de Dios, los inducirá a abandonar todas estas cosas y a separarse de ellas.
“Por sus frutos los conoceréis” (Mateo 7:20), declaró el Salvador. Todos los que sigan verdaderamente a Cristo llevarán frutos para su gloria. Su vida testifica que el Espíritu de Dios ha realizado una buena obra en ellos, y dan fruto para la santidad. Su vida es elevada y pura. Las acciones correctas son el fruto inequívoco de la verdadera piedad y los que no llevan fruto de esta clase revelan que no tienen experiencia en las cosas de Dios. No son uno con la Vid. Dijo Jesús: “Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, este lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer”. Juan 15:4, 5 (Consejos para los maestros, pp. 312, 313).
[A]unque debemos comprender nuestra condición pecaminosa, debemos fiar en Cristo como nuestra justicia, nuestra santificación y redención. No podemos contestar las acusaciones de Satanás contra nosotros. Solo Cristo puede presentar una intercesión eficaz en nuestro favor. Él puede hacer callar al acusador con argumentos que no se basan en nuestros méritos, sino en los suyos…
Debemos dedicar toda energía del alma a la obra de vencer, y acudir a Jesús a fin de recibir fuerza para hacer lo que no podemos hacer nosotros mismos. Ningún pecado puede tolerarse en aquellos que andarán con Cristo en ropas blancas…. Su atención está fija en él, su esperanza y su fe se concentran en él (Testimonios para la iglesia, t. 5, pp. 446, 447).
“PORQUE ¿QUÉ NACIÓN GRANDE HAY...?”
Lo que sigue en los versículos que están después de Deuteronomio 4:4 son algunos de los textos más profundos y hermosos de todas las Escrituras (¡el texto hebreo es magnífico!). Se podría argumentar que, en esencia, el mensaje de Deuteronomio se encuentra aquí mismo, y todo lo demás es comentario. A medida que leas estos versículos, piensa en las diferentes formas en las que este principio también podría aplicarse a nosotros hoy.
Lee Deuteronomio 4:5 al 9. ¿Por qué será que el Señor, a través de Moisés,
dijo esto a Israel?
El Señor quiere que el pueblo se dé cuenta de que ha sido llamado y elegido
por una razón especial. Son una “gran” nación, tal como Dios le había
dicho a Abram desde el primer llamado a salir de los caldeos: “Haré de ti una
nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición”
(Gén. 12:2; ver además Gén. 18:18).
Pero, el propósito de hacerlos grandes era que pudieran ser una “bendición”
(Gén. 12:2) para “todas las familias de la tierra” (Gén. 12:3). Y, aunque la
máxima bendición sería que Jesús, el Mesías, vendría a través de su línea
de sangre, hasta entonces ellos serían la luz del mundo. “También te di por
luz de las naciones, para que seas mi salvación hasta lo postrero de la tierra”
(Isa. 49:6). No es que la salvación se encontrara en ellos, sino que, a través
de ellos, se revelaría el Dios verdadero, quien es el único que puede salvar.
Israel adoraba y servía al Dios que creó el cosmos, el Señor del cielo y de
la Tierra; los paganos adoraban rocas, piedras, madera y demonios (Deut.
32:17; Sal. 106: 37).
¡Qué gran diferencia! En estos versículos, Moisés señala dos cosas que
hacían especial a Israel. En primer lugar, el Señor estaba cerca de ellos, como
lo estaba de una manera única a través del Santuario; y en segundo lugar,
debido a los “estatutos y juicios justos como es toda esta ley”.
Lee Deuteronomio 4:32 al 35. ¿Qué más les dijo el Señor que debería haberles hecho comprender el llamamiento especial que recibieron?
■ Indudablemente, Israel había recibido mucho. Ahora, ¿cómo responderían?
Miércoles
El plan que Dios se propone llevar a cabo hoy mediante su pueblo, es el mismo que deseaba llevar a cabo mediante Israel cuando lo sacó de Egipto. Contemplando la bondad, la misericordia, la justicia y el amor de Dios revelados en la iglesia, el mundo ha de obtener una representación de su carácter. Y cuando la ley de Dios quede así manifestada en su vida, el mundo reconocerá la superioridad de los que aman, temen y sirven a Dios por encima de todos los demás habitantes de la tierra.
Los ojos del Señor observan a cada uno de sus hijos; él tiene planes para cada uno de ellos. Él se propone que quienes practiquen sus santos preceptos constituyan un pueblo distinguido. Al pueblo de Dios de este tiempo, tanto como al antiguo Israel, se le aplican las palabras que Moisés escribió por inspiración del Espíritu: “Porque tú eres pueblo santo para Jehová tu Dios; Jehová tu Dios te ha escogido para serle un pueblo especial, más que todos los pueblos que están sobre la tierra”. “Mirad, yo os he enseñado estatutos y decretos, como Jehová mi Dios me mandó, para que hagáis así en medio de la tierra en la cual entráis para tomar posesión de ella. Guardadlos, pues, y ponedlos por obra; porque esta es vuestra sabiduría y vuestra inteligencia ante los ojos de los pueblos, los cuales oirán todos estos estatutos, y dirán: Ciertamente pueblo sabio y entendido, nación grande es esta . Porque, ¿qué nación grande hay que tenga dioses tan cercanos a ellos como lo está Jehová nuestro Dios en todo cuanto le pedimos? Y ¿qué nación grande hay que tenga estatutos y juicios justos como es toda esta ley que yo pongo hoy delante de vosotros?” Deuteronomio 7:6; 4:5-8.
Ni siquiera estas palabras alcanzan a expresar la grandeza y la gloria de lo que Dios realizará mediante su pueblo. Es necesario que no tan solo a este mundo, sino que al universo entero le sean revelados los principios del reino divino (Testimonios para la iglesia, t. 6, p. 21).
Solo discerniremos y daremos su justo valor a nuestro deber, cuando lo miremos a la luz que irradia de la vida de Cristo. De la misma manera como el sol se levanta en el este y cruza el cielo hacia el oeste, llenando el mundo de luz, así el verdadero seguidor de Cristo será una luz en el mundo. Saldrá al mundo a semejanza de una luz brillante y clara, para que los que están en tinieblas puedan ser alumbrados y puedan recibir el calor de los rayos que proceden de él. Cristo dice de sus seguidores: “Vosotros sois la luz del mundo”…
Cuando la gracia de Cristo se exprese en las palabras y obras de los creyentes, la luz brillará hacia los que están en tinieblas, pues mientras los labios pronuncien la alabanza de Dios, la mano se extenderá para ayudar a los que perecen (Sons and Daughters of God, p. 276; parcialmente en Hijos e hijas de Dios, p. 278, y en Ministerio de la bondad, p. 285).
Necesitamos más… cristianos radiantes. Nos encerramos demasiado en nosotros mismos. Con demasiada frecuencia privamos de alguna palabra de bondad y de aliento, o de alguna sonrisa alegre, a nuestros hijos o a los oprimidos y desalentados…
De todo hogar cristiano debería irradiar una santa luz. El amor debe expresarse en hechos. Debe manifestarse en todas las relaciones del hogar y revelarse en una amabilidad atenta, en una suave y desinteresada cortesía. Hay hogares donde se pone en práctica este principio, hogares donde se adora a Dios, y donde reina el amor verdadero. De estos hogares, de mañana y de noche, la oración asciende hacia Dios como un dulce incienso, y las misericordias y las bendiciones de Dios descienden sobre los suplicantes como el rocío de la mañana (El hogar cristiano, p. 31).
“VUESTRA SABIDURÍA Y VUESTRA INTELIGENCIA”
Deuteronomio 4:1 al 9, como vimos, era una expresión poderosa no solo del estatus especial de la nación, sino también de su llamado misionero. Entretejida en todos esos versículos está la idea de que deben obedecer, seguir, hacer lo que el Señor les ordenó hacer.
Vuelve a leer Deuteronomio 4:6. ¿Qué dice el Señor específicamente que es su “sabiduría” y su “inteligencia” a los ojos de estas naciones?
A primera vista, podría parecer que los estatutos y los decretos mismos
eran los que contenían la sabiduría y la inteligencia. Pero eso no es lo que
dice el texto. El Señor les había enseñado estatutos y juicios, sí; pero su
sabiduría y su inteligencia provenían de guardarlos, de obedecerlos. La obediencia,
esa era su sabiduría y su inteligencia.
Israel podría haber tenido el sistema de leyes, estatutos y decretos más
maravilloso que el mundo haya visto (de hecho, así era), pero ¿de qué serviría
todo si Israel no los seguía? En cambio, su sabiduría, su inteligencia,
provenía de la manifestación en tiempo real de las leyes de Dios en su vida.
Debían vivir las verdades que el Señor les había dado, y solo podían hacerlo
si las obedecían. Toda la luz y toda la verdad no les harían ningún bien a
ellos ni a los paganos que los rodeaban si Israel no vivía esa verdad. Así, vez
tras vez se los llama a obedecer, porque lo que importaba era su obediencia
a los estatutos y los juicios, no los estatutos y los juicios en sí, en función de
ser un testimonio al mundo.
“Su obediencia a la Ley de Dios los haría maravillas de prosperidad ante
las naciones del mundo. El que podía darles sabiduría y habilidad en toda
obra artesanal continuaría siendo su Maestro, y los ennoblecería y elevaría
mediante la obediencia a sus leyes. Si eran obedientes, serían preservados
de las enfermedades que afligían a otras naciones y bendecidos con vigor
intelectual. La gloria de Dios, su majestad y su poder, se revelarían en toda
su prosperidad. Serían un reino de sacerdotes y príncipes. Dios los había
provisto con toda clase de facilidades para que llegaran a ser la más grande
nación de la Tierra” (PVGM 230, 231).
■ Lee Mateo 5:13 al 16. En estos versículos, ¿qué nos dice Jesús que refleja lo mismo que le había dicho al antiguo Israel? ¿Cómo debería aplicarse esto especialmente a nosotros como adventistas del séptimo día?
Jueves
Hoy día, las personas a quienes el Señor ha dado gran luz únicamente estarán seguras caminando en la senda del Señor, colocándose donde él pueda llevar a cabo su voluntad por medio de ellas. Dios hará grandes cosas para los que aprendan de él sin depender de su propio consejo, sino de Aquel que nunca comete un error. Nuestra seguridad, nuestra sabiduría, dependen de reconocer las instrucciones de Dios y prestarles oídos. El conocimiento más valioso que podamos obtener es el conocimiento de Dios. Los que caminen humildemente delante de él, amándole soberanamente y obedeciendo su Palabra, recibirán la bendición de la sabiduría. Se les dará el conocimiento del cielo para impartirlo a otros. La sabiduría es un don de Dios que debe conservarse libre de toda contaminación. Su posesión hace que todo individuo a quien se confiera este don tiene la obligación de glorificar a Dios bendiciendo a sus prójimos. Siempre debe tener en cuenta el temor de Jehová, preguntándose a cada paso: “¿Es este el camino del Señor?” (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 2, p. 1026).
Tenemos que ir a Dios con fe y derramar nuestras súplicas ante él, creyendo que obrará en nuestro favor y en el de otros a quienes tratamos de salvar. Hemos de dedicar más tiempo a la oración ferviente. Con la confiada fe de un niñito hemos de ir a nuestro Padre celestial para contarle todas nuestras necesidades. Él siempre está listo para perdonar y ayudar. Es inagotable la provisión de sabiduría divina, y el Señor nos anima para que nos sirvamos abundantemente de ella. El anhelo que debiéramos tener de las bendiciones espirituales se describe en las palabras: “Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía”. Necesitamos que nuestra alma sienta un hambre más profunda de los ricos dones que el cielo tiene para conferirnos. Debemos sentir hambre y sed de justicia (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 3, p. 1165).
Se aprecia la sal por sus propiedades preservadoras; y cuando Dios llama sal a sus hijos, quiere enseñarles que se propone hacerlos súbditos de su gracia para que contribuyan a salvar a otros. Dios escogió a un pueblo ante todo el mundo, no únicamente para adoptar a sus hombres y mujeres como hijos suyos, sino para que el mundo recibiese por ellos la gracia que trae salvación. Tito 2:11…
El sabor de la sal representa la fuerza vital del cristiano, el amor de Jesús en el corazón, la justicia de Cristo que compenetra la vida. El amor de Cristo es difusivo y agresivo. Si está en nosotros, se extenderá a los demás. Nos acercaremos a ellos hasta que su corazón sea enternecido por nuestro amor y nuestra simpatía desinteresada. De los creyentes sinceros mana una energía vital y penetrante que infunde un nuevo poder moral a las almas por las cuales ellos trabajan. No es la fuerza del hombre mismo, sino el poder del Espíritu Santo, lo que realiza la obra transformadora (El discurso maestro de Jesucristo, pp. 33, 34).
PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:
“Desde el origen de la gran controversia en el cielo, el propósito de Satanás
ha sido destruir la Ley de Dios. Para realizarlo comenzó su rebelión contra
el Creador y, aunque fue expulsado del cielo, continuó la misma guerra en la
Tierra. Engañar a los hombres y así inducirlos a transgredir la Ley de Dios,
tal fue el objetivo que persiguió sin cejar. Sea esto conseguido haciendo a
un lado toda la Ley o descuidando uno de sus preceptos, el resultado será
finalmente el mismo. El que peca “en un punto” manifiesta menosprecio por
toda la Ley; su influencia y su ejemplo están del lado de la transgresión; y
viene a ser ‘culpable de todos’ (Sant. 2:10)” (CS 639).
En cuanto a Baal-peor, Elena de White escribió: “Se aventuraron a pisar
terreno prohibido y se enredaron en los lazos de Satanás. Hechizados por
la música y el baile, y seducidos por la hermosura de las vestales paganas,
desecharon su lealtad a Jehová. Mientras disfrutaban del júbilo y los festines,
el consumo de vino ofuscó sus sentidos y quebrantó las vallas del
dominio propio. Predominó la pasión en absoluto; y habiendo contaminado
su conciencia por la lascivia, se dejaron persuadir a postrarse ante los ídolos.
Ofrecieron sacrificios sobre los altares paganos y participaron en los ritos
más degradantes” (PP 484, 485).
PREGUNTAS PARA DIALOGAR:
1. Piensa en qué medida nosotros, los adventistas del séptimo día, estamos en el lugar donde estaba el antiguo Israel. Piensa en todo lo que hemos recibido en contraste con el mundo que nos rodea –e incluso en contraste con otras iglesias. La pregunta para nosotros, entonces, es la siguiente: ¿Cómo estamos respondiendo a lo que se nos ha dado? ¿Cuán bien estamos proyectando nuestra “sabiduría” e “inteligencia” ante el mundo?
2. “Mas vosotros que seguisteis a Jehová vuestro Dios, todos estáis vivos hoy”. Una vez más, el sujeto del verbo “seguisteis” es el pueblo. El Señor no se aferrará a nosotros en el sentido de que no nos obligará a seguirlo. En cambio, al utilizar el don sagrado del libre albedrío, nosotros debemos elegir seguirlo a él. Una vez que tomamos esa decisión, ¿cómo lo seguimos y nos mantenemos fieles a él?
2. “Mas vosotros que seguisteis a Jehová vuestro Dios, todos estáis vivos hoy”. Una vez más, el sujeto del verbo “seguisteis” es el pueblo. El Señor no se aferrará a nosotros en el sentido de que no nos obligará a seguirlo. En cambio, al utilizar el don sagrado del libre albedrío, nosotros debemos elegir seguirlo a él. Una vez que tomamos esa decisión, ¿cómo lo seguimos y nos mantenemos fieles a él?
Viernes
La historia de la redención, “La ley de Dios”, pp. 140-153;
Reflejemos a Jesús, 15 de abril, “Aguardar, velar y orar”, p. 111.
"LA VERDAD PRESENTE, EN DEUTERONOMIO"
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Dios lo bendiga!!!
Lección 7
EL SÁBADO ENSEÑARÉ...
Parte I: RESEÑA
Texto clave: Deuteronomio 4:8.
Enfoque del estudio: Deuteronomio 4:1-8; 4:32-35; 12:32; Mateo 5:13-16; 15:1-9.
Introducción:
Lo que hace grande a una nación es lo que logra, su poder político, la superficie de su territorio, sus hazañas en la guerra o su riqueza. Nada de eso caracteriza a la nación de Israel cuando el pueblo escucha el cumplido de Moisés. La pregunta retórica de Moisés: “Y ¿qué nación grande hay?” (Deut. 4:8) implica que esta es la nación más grande de la Tierra. Este pueblo de exesclavos, de migrantes sin hogar, difícilmente se ajusta a la definición de “nación grande”. Lo que hace a Israel tan grande no es lo que hizo o dejó de hacer; es Dios. Una historia sobre el rey de Prusia Federico II capta este misterio. El rey le preguntó a su médico personal: “¿Podrías darme al menos una sola evidencia de la existencia de Dios?” El hombre respondió: “Su Majestad, Israel”. (S. Paas, Christian Sionism Examined). De hecho, la descripción de Moisés de la grandeza de Israel desconcierta nuestra mente. Tiene que ver con Dios y sus leyes.
Temática de la lección:
La lección de esta semana reflexionará sobre este misterio y girará en torno a tres temas principales:
- La Ley es perfecta. No hay nada que añadir ni nada que quitar.
- La Ley es sabia. La vida vibrante e inteligente del que guarda la Ley da testimonio del Creador.
- La Ley es divina. A menos que Israel se “aferre” a Dios, no se beneficiará de esa ley y no será una “nación grande”.
Parte II: COMENTARIO
Al estudiar el valor y la autoridad de las antiguas leyes de Moisés, consideraremos si todavía son relevantes para el mundo moderno. No entendemos la naturaleza de esta ley si la reducimos a un conjunto de quehaceres que alienarán a los seres humanos y los privarán de su juicio y su libertad. La razón por la que Israel debe volverse a Jehová su Dios, oír su voz (Deut. 4:30) y aceptar la Ley con toda su inteligencia es para que los israelitas vivan (Deut. 4:1), prosperen y se realicen como seres humanos. Dios, el Creador, ha dado la receta de la vida, a través de la Ley, precisamente porque, como Creador, conoce la fórmula de la existencia de Israel.
Una ley diferente
Dado que la Ley proviene del Cielo (Deut. 4:36), está diseñada para ser diferente de todas las demás leyes. Aunque hay algunos puntos en común entre la ley dada por Moisés y los códigos legales de las culturas circundantes, existen diferencias fundamentales. De hecho, investigaciones recientes han revelado muchas diferencias importantes entre los dos sistemas de leyes.
En Babilonia, se requería la pena de muerte para algunos robos, mientras que la Biblia solo requiere una compensación financiera equivalente. En la ley de Moisés, la vida humana prevalecía sobre los valores materiales y la Ley era la misma para todos. Más aún, las leyes de Moisés difieren de otras leyes orientales en que la ley mosaica siempre se remite a Dios. Mientras que en los documentos legales de Medio Oriente la referencia a Dios es rara, ocasional y solo formal, en la introducción, y a veces en la conclusión, las leyes bíblicas están imbuidas de esta referencia a Dios, que se utiliza como leitmotiv a lo largo del texto. La Ley no es el resultado de consultas y elaboraciones humanas. La Ley se recibe como un regalo; es una revelación de lo Alto.
La importancia en la Biblia de las llamadas “leyes apodícticas”, es decir, leyes que son absolutamente normativas, es notable. Las leyes bíblicas hablan con autoridad, y este estilo resulta aún más sorprendente porque la literatura jurídica del antiguo Cercano Oriente está dominada por leyes casuísticas. El mandamiento “no matarás” o “no cometerás adulterio” se erigen absolutos y tajantes. La Ley de Dios no se justifica sobre la base de un proceso lógico. Solo la experiencia de la obediencia nos permitirá verificar su rectitud. En las leyes casuísticas, sabemos por qué la ley es correcta antes de haberla experimentado, mientras que en las leyes apodícticas de Israel lo sabemos después. La respuesta de Israel al don de la Ley explica este proceso: “Haremos, luego entenderemos” (Éxo. 19:8; traducción del autor). Por lo tanto, la ley de Moisés es diferente de todas las demás porque implica una dimensión que está ausente en otros lugares. Israel obedecerá por fe.
Una ley universal
La ley de Moisés no se describe como una expresión de la cultura y la sabiduría específicas de Israel. Moisés aclara ese asunto al referirse al horizonte cósmico y a la Creación pasada, incluso antes de que existiera Israel: “Investiga los tiempos pasados […] y examina la tierra de un extremo a otro del cielo” (Deut. 4:32). Esta intención universal de la Ley también se observa dentro de la Ley misma. Una de las señales más elocuentes de la invitación universal de esta ley es su referencia a la Creación. Es de destacar que, en el Decálogo, el sábado, el monumento conmemorativo de la Creación, se sitúa en su centro geométrico y temático. Ese es precisamente el lugar donde se ponía el sello en los antiguos documentos de pacto. Esta posición del sábado sugiere que la percepción de Dios como Creador se encuentra en el corazón de los Diez Mandamientos, que también reflejan las diez palabras de la Creación (ver las diez repeticiones de la frase “dijo Dios” en Gén. 1).
Asimismo, las leyes alimentarias kosher, que distinguen entre carnes limpias e inmundas, nos recuerdan a Génesis 1. De hecho, el lenguaje de Levítico 11, que registra estas leyes, utiliza las mismas palabras técnicas y las mismas expresiones estilísticas (bestias, reptil que se arrastra, según su especie, y otras). Además, la lista de animales de Levítico 11:2 al 8 sigue la misma secuencia que en Génesis 1:24 al 26 (el sexto día de la Creación). Por ejemplo, la creación de los seres humanos se relaciona sucesivamente con la creación de los animales acuáticos (Lev. 11: 9-12; comparar con Gén. 1:26), seguida de la creación de los animales que vuelan (Lev. 11:13-23; comparar con Gén. 1:26), y finalmente de los animales terrestres y de los reptiles (Lev. 11:24-43; comparar con Gén. 1:26). Por último, en Levítico 11, como en Génesis 1:24 al 26, la relación entre los seres humanos y los animales tiene su contraparte en la relación entre la humanidad y Dios. En Génesis 1:26, el deber de ejercer dominio sobre los animales se relaciona con el hecho de que los seres humanos fueron creados a imagen de Dios. Además, en Levítico 11, el deber de distinguir entre carnes limpias e inmundas está asociado con el hecho de que la santidad humana refleja la santidad divina: “Seréis santos, porque yo soy santo” (Lev. 11:44, 45).
Ley vigente
Debido a que están relacionadas con la Creación, las leyes religiosas y morales del Decálogo, así como las leyes alimentarias de las carnes limpias y las inmundas, son universales y, por lo tanto, siguen siendo aplicables a cualquier ser humano. Las llamadas leyes ceremoniales, que se relacionan con el Templo y los sacrificios, estaban destinadas a desaparecer con él. En cuanto a las leyes circunstanciales, que en su mayoría son casuísticas, también estaban destinadas a perder su carácter normativo en cuanto las “circunstancias” que las generaron dejaran de existir. Por ejemplo, este es el caso de las leyes relativas a los esclavos, la forma de vestir, de cultivar la tierra, de organizar y administrar la ciudad. Estas dos últimas categorías de leyes (ceremoniales y circunstanciales) no se hicieron para ser observadas para siempre. Por otro lado, el Decálogo y las leyes alimentarias no pertenecen a las leyes ceremoniales ni a las leyes circunstanciales. Estas leyes no tienen nada que ver con los sacrificios.
De hecho, cualquier ley que no sea ni ceremonial ni circunstancial mantiene su condición de ley absoluta. Este es el caso de las leyes de sexualidad, higiene, relaciones con el prójimo y demás; la mayoría de estas leyes amplían y explican las leyes ya comprendidas en el Decálogo. La Ley de Israel comprende, entonces, dos leyes: una ley absoluta y universal y una ley relativa, que depende de los tiempos y las circunstancias. Esta distinción se encuentra nuevamente en el Nuevo Testamento, donde los pasajes que hablan de la abolición de la Ley se equilibran con muchos otros textos que la exaltan.
Parte III: APLICACIÓN A LA VIDA
La prueba de la sabiduría
Lee Deuteronomio 4:6: “Guardadlos, pues, y ponedlos por obra; porque esta es vuestra sabiduría y vuestra inteligencia ante los ojos de los pueblos, los cuales oirán todos estos estatutos, y dirán: Ciertamente pueblo sabio y entendido, nación grande es esta”.
Preguntas para analizar y reflexionar: De lo que entendiste en el versículo anterior, ¿qué hay en ti que debería ser una evidencia de la providencia divina? ¿Dice la gente de ti que eres “pueblo sabio y entendido”? ¿Qué no dice la gente de ti? ¿Qué deberías hacer para que la promesa que se encuentra en Deuteronomio 4:6 se cumpla en ti? ¿Cómo explicas que la inteligencia y la verdadera sabiduría no son realmente valores en el cristianismo tradicional?
Cómo leer las Escrituras
Lee Deuteronomio 4:2.
1. Haz una lista de las nuevas tradiciones en otras confesiones cristianas que se han añadido a la Ley de Dios.
2. ¿Qué justificativos se han encontrado para fundamentar estas adiciones?
3. Nosotros, adventistas del séptimo día, ¿también creamos nuevos hábitos y principios que no han sido incluidos en la ley de Moisés? Enuméralos, si puedes, y explica por qué crees que tienes justificativos para observarlos, aunque no sean parte de los requerimientos bíblicos.
4. ¿Qué principio hermenéutico infieres de Deuteronomio 4:2? ¿Por qué es importante leer el texto bíblico por completo? ¿Qué pasajes bíblicos tiendes a descartar (por ejemplo, el Antiguo Testamento versus los evangelios, Eclesiastés versus el Pentateuco), y por qué? Busca razones por las que deberías incluirlos en tu lectura de las Escrituras.
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