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Intermediarios | Lección 3: El amor en una cruz | 2do Trimestre 2024 | Año A

Intermediarios | Lección 3: El amor en una cruz | 2do Trimestre 2024 | Año A

Lección 3 de Intermediarios
EL AMOR EN UNA CRUZ


Intermediarios | Lección 3: El amor en una cruz | 2do Trimestre | Año A

Textos clave y referencias:
Mateo 27:27-66; Lucas 23:26-49;
El Deseado de todas las gentes, cap. 78.

Versículo para Memorizar:
“De veras este hombre era Hijo de Dios”
(Mateo. 27:54).

Mensaje:
Así como Jesús, podemos compartir el amor de Dios con cualquier persona y en cualquier lugar.



¿Has tenido dolores muy fuertes alguna vez? Solo deseabas que te dejaran solo, ¿verdad? ¿Qué necesitarías para poder comunicarte con alguien mientras soportas fuertes dolores?

Los seguidores de Jesús no querían saber nada de los horrores de la corte de Pilato. Jesús había sido azotado y los soldados se habían burlado de él y lo habían insultado. La gente hasta le había escupido en la cara. Y ahora moriría en la cruz. La gente que seguía a Jesús, a muchos de los cuales él había sanado, no podía creer lo que le estaba sucediendo. Y sin embargo, él no se había defendido de ninguna manera.

El grupo finalmente llegó a la cumbre del monte Gólgota, llamado Lugar de la Calavera. Los sorprendidos seguidores vieron a una gran multitud que se había congregado en el monte. Muchos de los seguidores de Jesús habían ido a verlo por última vez y estaban muy apenados. Pero había gente que se burlaba de él.

Ya había en el lugar dos malhechores que estaban siendo atados a sus cruces. Uno de ellos luchaba enfurecido por librarse de los soldados romanos. Cuando quedó atado firmemente, comenzó a maldecir a los presentes. El otro prisionero permanecía tranquilo y lloraba. Permitió que los soldados lo ataran a la cruz sin ofrecer resistencia.


Los soldados romanos prepararon la cruz donde crucificarían a Jesús. Luego lo extendieron sobre ella con aspereza, lo que hizo que las espinas de la corona le hirieran la frente y la cabeza. La sangre corrió por su cara ya magullada. Sin embargo, Jesús no se resistió mientras esperaba que los soldados romanos concluyeran su obra.

Dos soldados se arrodillaron uno a cada lado de los brazos de Jesús. Tenían unos clavos gruesos con los que le atravesaron las muñecas con varios golpes dados con un martillo. Los soldados a continuación hicieron lo mismo con los pies de Jesús, que colocaron uno encima del otro. Pero él no lanzó ni el menor quejido. ¡Cómo le habrá dolido a Jesús, quien había vivido resucitando muertos, sanando y ayudando a la gente!

Cuando el eco de los crueles martillazos se perdió en la ladera del monte, los presentes oyeron que Jesús decía:
—Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.


Los seguidores de Jesús se emocionaron cuando escucharon sus palabras de perdón para sus verdugos.

Cuando los soldados levantaron la cruz para plantarla en su lugar, la gente vio la espalda lacerada y sangrante de Jesús. Aunque la áspera madera lastimaba su carne desgarrada, Jesús no se quejaba.

El ladrón que se había rebelado maldecía a los soldados y gritaba malas palabras a la multitud. Estaba furioso y no moriría sin que todos se enteraran. De pronto se volvió hacia Jesús.
—¡He oído hablar de ti! —le gritó—. Una vez oí que hablabas a la gente de un lugar llamado cielo. ¿Dónde está tu cielo ahora?

Los amigos de Jesús vieron que volteaba la cabeza lentamente hacia el ladrón, que abría los ojos con dificultad y lo miraba con piedad.
—Si tú eres el Mesías —siguió diciendo el malhechor con voz burlona—, ¿por qué no te salvas a ti mismo? Y de paso también podrías salvarnos a nosotros dos.

El otro ladrón, que se retorcía de dolor, lo reprendió:
—¡Cállate! Nosotros merecemos la muerte porque hemos pecado. Pero este Hombre es inocente. ¡No lo molestes!

Luego miró a Jesús y le dijo:
—Creo en ti, Jesús. No me olvides cuando establezcas tu reino.

Jesús hizo un doloroso esfuerzo para tener aire suficiente para hablar, y dijo:
—De cierto te digo hoy, que estarás conmigo en el paraíso.


Los presentes escucharon asombrados esta plática. Aunque con mucho sufrimiento para hablar, Jesús todavía ofrecía palabras de amante consuelo, aunque él mismo agonizaba en la cruz.

 

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Dios les bendiga!!!

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