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Intermediarios | Lección 4: El muerto que resucitó | 2do Trimestre 2024 | Año A

Intermediarios | Lección 4: El muerto que resucitó | 2do Trimestre 2024 | Año A

Lección 4 de Intermediarios
EL MUERTO QUE RESUCITÓ


Intermediarios | Lección 4: El muerto que resucitó | 2do Trimestre | Año A

Textos clave y referencias:
Mateo 28:1-15; Lucas 24:1-12; Juan 20:1-18;
El Deseado de todas las gentes, caps. 80-82.)

Versículo para Memorizar:
“¿Por qué buscan ustedes entre los muertos al que está vivo?No está aquí, sino que ha resucitado”
(Lucas 24:5, 6).

Mensaje:
Podemos compartir con entusiasmo las buena nuevas de la muerte y la resurrección.



¿Has perdido alguna vez a un ser querido? ¿Deseas todavía ver a esa persona? ¿Piensas en ella, hablas de ella o sueñas con ella? Eso es lo que sucede cuando amas a alguien.

Estaba oscuro todavía cuando María Magdalena salió de su casa.
Llevaba unos vasos con especias aromáticas y un lienzo para ungir y envolver el cuerpo de Jesús. De pronto vio en el camino a otra mujer que esperaba con los mismos materiales.

—Buenos días, María —saludó María Magdalena a la esposa de Cleofas, que también se llamaba María.
—Buenos días —replicó la otra María—. ¿Descansaste bien?
—No muy bien. Anoche estaba demasiado cansada para dejar listos los materiales para ungir a Jesús.


Sabía que tendría que levantarme muy temprano. Además, no pude dormir pensando en nuestro Señor. ¡No puedo creer que esté muerto! —Dijo María Magdalena con voz triste.
—Tampoco yo —dijo María Cleofas con los ojos llenos de lágrimas—. Me alegra que José haya conseguido su cuerpo. Por lo menos podremos ungirlo y vestirlo en forma adecuada para que lo pongan en el sepulcro. ¿Traes los lienzos para envolverlo?
—Sí, los traigo —confirmó María Magdalena.

Las dos Marías continuaron su camino en silencio hasta la tumba de Jesús. Llegaron cuando el sol estaba comenzando a iluminar el paisaje.
—¡Qué bueno! —exclamó María Cleofas—. Juan y Pedro deben de haber venido y quitado la piedra del sepulcro para que entremos.

Las mujeres entraron en el sepulcro, listas para preparar el cuerpo de Jesús.

Cuando vieron el lecho mortuorio vacío y la sábana y los lienzos doblados y en orden, quedaron pasmadas y sin habla.
—¿Dónde lo habrán puesto? —Logró decir por fin María Magdalena.


De pronto una luz poderosa iluminó la tumba cuando aparecieron dos personajes con vestimentas refulgentes. Las dos mujeres cayeron en tierra llenas de miedo.

—¿Por qué buscan entre los muertos al que vive? —preguntó uno de ellos—. No está aquí, sino que ha resucitado. Acuérdense de lo que les dijo.
—¿Recuerdan que les dijo en Galilea que sería capturado por hombres malos y crucificado, y que resucitaría al tercer día? —añadió el otro personaje.

Las dos Marías se levantaron, se miraron y exclamaron al mismo tiempo: —¡Sí! —Se abrazaron y lloraron con alivio y alegría.
—¡Tenemos que avisar a los demás! —dijo María Magdalena.
—Esto es maravilloso —añadió María Cleofas.

Las mujeres salieron corriendo del sepulcro y fueron a la ciudad para contar a los discípulos que Jesús había resucitado de los muertos.

Cuando las dos Marías contaron lo que habían visto, algunos pensaron que estaban hablando disparates. Pero Pedro y Juan corrieron hacia el sepulcro. Juan corrió más rápido y llegó al sepulcro primero. Miró dentro y vio los lienzos doblados y en orden.

Pero Pedro, queriendo ver por sí mismo, entró en el sepulcro y exclamó:
—¡Es verdad! Después llegaron los demás discípulos. Finalmente todos regresaron pensativos a la ciudad.

María Magdalena, que lloraba, se quedó cerca del sepulcro. Pensaba que no volvería a ver a Jesús. Antes de irse miró por última vez dentro del sepulcro. María se sobresaltó de pronto cuando vio que los dos ángeles que había visto con la otra María habían vuelto y estaban sentados uno a la cabecera y el otro a los pies del lecho mortuorio.
—¿Por qué lloras? —le preguntó.
—Porque se han llevado el cuerpo de mi Señor —dijo María Magdalena—. No sé dónde lo han puesto.

María sintió la presencia de alguien. Vio a un hombre parado detrás de ella.
—¿Por qué lloras? —le preguntó bondadosamente—. ¿A quién buscas?
—Señor —dijo María pensando que hablaba con el hortelano—, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo lo llevaré.
—¡María! —dijo una voz familiar.
—¡Maestro! —exclamó María agachándose para abrazarle los pies.
—No me toques, porque aún no he subido a mi Padre —le dijo Jesús—. Pero vé a mis hermanos, y diles que subiré a ver a mi Padre, a mi Dios y a vuestro Dios.
—Sí, Señor. Así lo haré —dijo María.
—María, diles, además, que vayan a Galilea, donde nos encontraremos.


María corrió hasta donde se encontraban los discípulos. Golpeó la puerta mientras gritaba:
—¡He visto a Jesús, he visto a Jesús! ¡Ha resucitado, tal como dijo!

 

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Dios les bendiga!!!

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