Lección 11 de Primarios
¡DE NUEVO EN CASA!
¿Se ha ido lejos alguna persona que amas mucho, o se fue lejos de tu hogar? ¿Cómo te sentiste cuando se fue? ¿Regresó alguna vez de visita? Hace mucho tiempo un hijo que no se sentía feliz, se fue de su casa. Esta es su historia:
Lucas 15:11-32; Palabras de vida del gran Maestro, pp. 156-166.
"Porque este hijo mío estaba muerto, pero ahora ha vuelto a la vida; se había perdido, pero ya lo hemos encontrado" (Lucas 15:24).
Los miembros de la familia de Dios nunca dejan de cuidarse unos a otros.
—¡Padre, por favor dame mi parte del dinero de la herencia ahora mismo! —pidió firmemente un joven a su padre.
Quería irse muy lejos de su familia y no trabajar tan duramente.
—Ya me lo has pedido muchas veces —contestó el padre— ¿Estás seguro de que quieres irte? Tal vez ha llegado el tiempo en que debo darte tu herencia.
El hijo vio que su padre tenía lágrimas en sus ojos mientras hablaba.
Poco tiempo después de recibir el dinero de la herencia el joven preparó sus cosas y se fue de la casa. Se fue a otro país, lejos de la vida familiar en el campo donde había crecido. Tenía mucho dinero para gastar y eso era lo que quería hacer. Si quería algo, lo compraba. Organizó grandes fiestas y derrochó el dinero en cualquier cosa que deseaba. Pronto tuvo nuevos amigos que le ayudaron a gastar su herencia.
Pero cierto día, se dio cuenta de que ya no tenía dinero. Ya no pudo organizar ruidosas fiestas ni comprar todo lo que quería. ¡También se le acabaron los amigos! ¡Ya no tenía nada!
Empezó a buscar trabajo, pero el país a donde se había ido estaba en dificultades económicas. De hecho, la gente pasaba hambre. No había trabajo y no había alimento.
Finalmente, alguien le dio trabajo. Su trabajo era alimentar a los cerdos. Era un trabajo muy desagradable, como puedes imaginar, pero al menos era un trabajo. Pensó que se iba a morir de hambre. Hasta la comida que le daba a los cerdos le parecía buena para él.
De pronto reflexionó y se dijo a sí mismo: “¿Qué estoy haciendo aquí?
¿Cómo es que he llegado a esto? ¡Hasta los sirvientes de mi padre tienen en la casa alimento suficiente! De hecho, siempre tienen de sobra. ¡Ya sé lo que haré! Regresaré a mi casa y le pediré a mi padre que me dé trabajo como si fuera su sirviente”.
Y tan rápido como sus piernas pudieron llevarlo, el joven se dirigió a su casa. En el camino iba practicando lo que le iba a decir a su padre cuando llegara a casa. Pensó en decirle: “Padre, he pecado...”
Cuando el joven venía todavía muy lejos, el padre, que siempre lo estaba esperando, lo vio. “¿Podría ser? —pensó—. ¿Podría ser realmente mi hijo?” El padre corrió a su encuentro y le dio un fuerte y largo abrazo. Juntos lloraron y rieron. Entonces el joven comenzó a decir el discurso que había practicado:
—Padre, por favor, perdóname. He pecado contra Dios y contra ti. No merezco que me llames hijo...
Pero antes de terminar lo que había planificado decir, el padre llamó a sus siervos y les dijo:
—¡Pronto! traigan el mejor manto para cubrir a mi hijo. Pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Apresúrense a llegar a la casa y hagan una gran fiesta. Mi hijo ha regresado y vamos a celebrarlo. Este es mi hijo que estaba perdido. Yo pensaba que había muerto, ¡pero está vivo!
Hoy, en nuestra propia familia y en la familia de la iglesia, queremos ser como ese padre. Queremos cuidar de las personas aun cuando muchas de ellas hayan efectuado malas decisiones. Deseamos aceptar a todas las personas con amor. Y queremos celebrar cuando alguna de ellas viene a Jesús.
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Dios les bendiga!!!
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