Lección 1 de Primarios
¡EN PRIMER LUGAR!
¿Qué decisiones tuviste que tomar antes de venir a la Escuela Sabática esta mañana? ¿Decidiste qué vestir o qué desayunar? ¿Hiciste una decisión en cuanto a cómo hablarle a tus padres o a tus hermanos y hermanas? ¿Qué otras decisiones tomaste? Cada nuevo día está lleno de decisiones. Cada día decidimos en diferentes formas si vamos a poner a Dios en primer lugar.
Daniel 6:1-16; Profetas y reyes, pp. 396-399.
"Daniel [...] se arrodilló y se puso a orar y alabar a Dios, pues tenía por costumbre orar tres veces al día" (Daniel 6:10).
Adoro a Dios cuando lo pongo en primer lugar en mi vida.
Cuando adoramos a Dios, lo que realmente estamos diciendo es: “¡Señor, te amo!” Hay muchas maneras de hacerlo. Daniel sabía cómo adorar a Dios. Y él deseaba poner a Dios en primer lugar cada minuto de cada día.
Era como un reloj de precisión. Mañana, tarde y noche, Daniel abría las ventanas que daban a Jerusalén y entonces se arrodillaba y oraba. No le importaba quién lo viera. No le importaba tampoco si había otras cosas que necesitaba hacer. Daniel siempre oraba a esas horas y muchas veces también a otras. Siempre lo hacía. Dios era su mejor amigo. Daniel se aseguraba de que el tiempo que pasaba con Dios fuera la hora más importante del día. La gente que quería a Daniel sabía acerca de este tiempo especial que pasaba en oración. La gente que no lo quería lo sabía también.
Cuando el rey Darío llegó a gobernar sobre Babilonia, decidió contar con algunos hombres que se encargaran de algunas partes del reino. Entonces nombró 120 gobernadores. Luego puso tres presidentes sobre esos gobernadores. Daniel era uno de los presidentes. Muy pronto el rey Darío puso a Daniel a cargo de los otros dos presidentes porque cumplía muy bien su trabajo. Este plan hizo que los otros dos presidentes y los gobernadores se pusieran muy celosos. Tan celosos, que trataron de encontrar una cosa, cualquier cosa, para quejarse de Daniel ante el Rey.
—No puedo creer cómo es este hombre —se quejó uno de los gobernadores—. Es leal, honrado y fiel. No hay nada de lo que pueda quejarme de él. ¡No puedo soportarlo!
—Mira, allí está orando otra vez a esta hora, —murmuró otro.
—Oh, amigos míos —dijo otro de los gobernadores—. Eso puede ser aquello que estamos buscando. Se me ha ocurrido un plan.
Entonces el gobernador comunicó su plan a los demás.
Los gobernadores se apresuraron a hablar con el rey Darío.
—Oh, grande y poderoso Rey —le dijeron—. Tenemos un plan para honrarte. Deseamos hacer una nueva ley. Una ley que diga que nadie puede orar a ningún otro sino a ti durante los próximos treinta días.
Al Rey le gustó mucho la idea. Seguramente que un rey importante como él debía ser adorado. Lo pensó por un momento y después preguntó:
—¿Y que le pasaría a la persona que desobedeciera esta ley?
—Bueno... —sus consejeros aparentaron que lo estaban pensando, aun cuando ya sabían el castigo que pensaban dar a Daniel—. ¿Qué te parece arrojar a esa persona a los leones?
El Rey se sorprendió, pero finalmente estuvo de acuerdo en seguir adelante con el plan.
Así que se promulgó esa ley. Y por supuesto Daniel lo sabía bien. Entendía también la razón por la que esos hombres habían solicitado esa ley. Pero ninguna ley hecha por los hombres cambiaría el amor de Daniel por Dios. Ninguna ley cambiaría su hábito de adorar a Dios.
¿Adoras tú a Dios? La verdadera adoración significa poner a Dios en primer lugar en tu vida. Daniel estaba decidido a seguir adorando a Dios, sin importar lo que pasara. ¿Adoras tú a Dios dándole el primer lugar en todas las cosas? ¿Decidirás que nada te va a impedir adorar a Dios?
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Dios les bendiga!!!
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