Lección 4: El costo del descanso | Descanso en Cristo | Escuela Sabática 3T 2021
Lección 4: Para el 24 de julio de 2021
EL COSTO DEL DESCANSO
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: 2 Samuel 11:1–27; 12:1–23; Génesis 3:1–8; 1 Juan 1:9.
PARA MEMORIZAR:
“Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí” (Sal. 51:10).
Muchos se desesperan por encontrar un poco de paz y tranquilidad. También están dispuestos a pagar por ello. En muchas grandes ciudades hay habitaciones sin Internet, que se pueden alquilar por hora. Las reglas son estrictas: nada de ruidos, nada de visitas. La gente está dispuesta a pagar para poder sentarse tranquila y simplemente pensar, o dormirse una siesta. Hay cápsulas para dormir que se pueden alquilar en los aeropuertos, y los auriculares con reducción de ruido son artículos habituales. Incluso hay capuchas de tela o protectores de privacidad plegables que se pueden comprar para colocarse sobre la cabeza y el torso, para un descanso rápido en el lugar de trabajo.
El verdadero descanso también tiene un costo. Si bien a los especialistas en
trucos de autoayuda les gustaría hacernos creer que podemos determinar nuestro
destino y que el descanso es solo una cuestión de decisión y planificación, no
obstante, cuando lo consideramos honestamente, nos damos cuenta de nuestra
incapacidad de darle verdadero descanso a nuestro corazón. Agustín de Hipona
(siglos IV-V d.C.), uno de los llamados “padres de la iglesia”, lo expresó de
manera sucinta en sus famosas Confesiones (Libro 1), al considerar la gracia
de Dios: “Nos has hecho para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que
descanse en ti”.
Sábado
Es imposible estimar en demasía la obra que el Señor quiere llevar a cabo mediante los que se consideran vasos o instrumentos suyos, para poner en acción sus pensamientos y propósitos…
El Espíritu Santo nunca se manifiesta… mediante ese ruido desconcertante. El Espíritu Santo nunca se manifiesta en esa forma, mediante ese ruido desconcertante… El ruido desconcertante aturde los sentidos y desnaturaliza aquello que, si se condujera en la forma debida, constituiría una bendición (Mensajes selectos, t. 2, p. 41).
Los que aceptan la palabra de Cristo al pie de la letra, y entregan su alma a su custodia, y su vida para que él la ordene, hallarán paz y quietud. Ninguna cosa del mundo puede entristecerlos cuando Jesús los alegra con su presencia. En la perfecta aquiescencia hay descanso perfecto. El Señor dice: “Tú le guardarás en completa paz, cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti se ha confiado”. Isaías 26:3. Nuestra vida puede parecer enredada, pero al confiarnos al sabio Artífice Maestro, él desentrañará el modelo de vida y carácter que sea para su propia gloria. Y ese carácter que expresa la gloria —o carácter— de Cristo, será recibido en el Paraíso de Dios. Los miembros de una raza renovada andarán con él en vestiduras blancas porque son dignos (El Deseado de todas las gentes, p. 298).
[C]uando está fatigado o perplejo… el enemigo obre para inducirlo a quejarse y a murmurar, mire a Jesús, confíe en su Salvador. Esta es la única cura… Si permite que su mente se explaye en estas cosas, el enemigo verá que se preocupa por ellas. Pondrá su vidrio de aumento ante sus ojos, y las pequeñas colinas de dificultades aparecerán como montañas…
Ud. necesita comprender cómo reposar en Dios. Es su privilegio tener un corazón sabio, modelado por el Espíritu Santo; y este es el fundamento de toda… felicidad…
Dios desearía que confiara en su amor, y que protegiera constantemente su alma cerrando las puertas de sus pensamientos, para que no se tornen ingobernables; porque cuando Ud. permite que la mente albergue esos sentimientos de compasión propia, el enemigo entra para sugerirle los pensamientos más desprovistos de bondad y poco razonables…
Escuche a Jesús, siga su consejo y no se extraviará del… Único que le puede traer paz, felicidad y plenitud de gozo… Cualquier cosa que los demás puedan pensar de nosotros, o puedan hacernos, no necesita interrumpir esta unidad con Cristo, esta comunión del Espíritu. Ud. sabe que no podemos encontrar reposo en ningún lugar fuera de Cristo (Hijos e hijas de Dios, p. 300).
AGOTADO Y CANSADO
En una cálida tarde primaveral, el inquieto rey David paseaba por la terraza de su palacio. Debía haber estado con su ejército al otro lado del Jordán. Debía haber estado guiando al pueblo de Dios para derrotar a los amonitas y finalmente llevar paz al reino.
El hecho de no estar donde debía haber estado abrió la puerta a la
tentación para David. Lee la historia en 2 Samuel 11:1 al 5. ¿Qué sucedió y
qué gran pecado cometió David?
David vio a una “mujer muy hermosa” que se estaba bañando en el techo de su casa. Sus impulsos pecaminosos se apoderaron de él esa tarde, y durmió con Betsabé, la esposa de un oficial de confianza del ejército. Como todos los reyes de la antigüedad, David tenía un poder absoluto. Como rey, no tenía que seguir las reglas que gobernaban a todos los demás. Y, sin embargo, la dolorosa historia de la familia de David después de este momento que cambió la historia nos recuerda el hecho de que, incluso como rey, él no estaba por encima de la Ley de Dios.
De hecho, la Ley existe como una protección, una salvaguarda, y cuando incluso el rey se desvió de ella, enfrentó terribles consecuencias. Tan pronto como David transgredió los límites de la Ley de Dios, comenzó a sentir sus efectos en todos los aspectos de su vida. David pensó que su apasionada aventura había pasado desapercibida; sin embargo, Betsabé ahora estaba embarazada... y su esposo estaba lejos.
Lee 2 Samuel 11:6 al 27. ¿Cómo trató David de encubrir su pecado?
Incluso los planes más intrincados de David de hacer volver a Urías a casa con su esposa, Betsabé, fracasaron. Urías era un hombre de reputación estelar, que responde a las sutiles insinuaciones de David: “El arca e Israel y Judá están bajo tiendas, y mi señor Joab, y los siervos de mi señor, en el campo; ¿y había yo de entrar en mi casa para comer y beber, y a dormir con mi mujer?” (2 Sam. 11:11). Finalmente, un David desesperado recurre al asesinato por “control remoto” para encubrir su pecado.
■ Es difícil creer que David, a quien Dios le había dado tanto, pudiera haberse rebajado tanto. Sin importar quiénes seamos, ¿qué advertencia deberíamos extraer todos de esta historia?
Domingo
[E]s peligroso alabar o ensalzar a los hombres; pues si uno llega a perder de vista su total dependencia de Dios, y a confiar en su propia fortaleza, caerá seguramente. El hombre lucha con enemigos que son más fuertes que él… Es imposible que nosotros, con nuestra propia fortaleza, sostengamos el conflicto; y todo lo que aleje a nuestra mente de Dios, todo lo que induzca al ensalzamiento o a la dependencia de sí, prepara seguramente nuestra caída…
El espíritu de confianza y ensalzamiento de sí fue el que preparó la caída de David. La adulación y las sutiles seducciones del poder y del lujo, no dejaron de tener su efecto sobre él… Todo esto tendía a aminorar en David el sentido de la perversidad excesiva del pecado. Y en vez de confiar humilde en el poder de Dios, comenzó a confiar en su propia fuerza y sabiduría.
Tan pronto como Satanás pueda separar el alma de Dios, la única fuente de fortaleza, procurará despertar los deseos impíos de la naturaleza carnal del hombre. La obra del enemigo no es abrupta; al principio no es repentina ni sorpresiva; consiste en minar secretamente las fortalezas de los principios. Comienza en cosas aparentemente pequeñas: la negligencia en cuanto a ser fiel a Dios y a depender de él por completo, la tendencia a seguir las costumbres y prácticas del mundo (Historia de los patriarcas y profetas, pp. 775, 776).
[David] cedió a las tentaciones de Satanás, y atrajo sobre su alma la mancha de la culpabilidad. El hombre designado por el Cielo como caudillo de la nación, el escogido por Dios para ejecutar su ley, violó sus preceptos…
[A]hora, culpable y sin arrepentimiento, no pidió ayuda ni dirección al Cielo, sino que buscó la manera de desenredarse de los peligros en que el pecado le había envuelto. Betsabé, cuya hermosura fatal había resultado ser una trampa para el rey, era la esposa de Urías el heteo, uno de los oficiales más valientes y más fieles de David. Nadie podía prever cuál sería el resultado si se llegase a descubrir el crimen. La ley de Dios declaraba al adúltero culpable de la pena de muerte, y el soldado de espíritu orgulloso, tan vergonzosamente agraviado, podría vengarse quitándole la vida al rey, o incitando a la nación a la revuelta.
Todo esfuerzo de David para ocultar su culpabilidad resultó fútil. Se había entregado al poder de Satanás; el peligro le rodeaba; la deshonra, que es más amarga que la muerte, le esperaba. No había sino una manera de escapar, y en su desesperación se apresuró a agregar un asesinato a su adulterio. El que había logrado la destrucción de Saúl, trataba ahora de llevar a David también a la ruina. Aunque las tentaciones eran distintas, ambas se asemejaban en cuanto a conducir a la transgresión de la ley de Dios. David pensó que si Urías era muerto por la mano de los enemigos en el campo de batalla, la culpa de su muerte no podría atribuirse a las maquinaciones del rey; Betsabé quedaría libre para ser la esposa de David; las sospechas se eludirían y se mantendría el honor real (Historia de los patriarcas y profetas, pp. 776, 777).
LLAMADO DE ATENCIÓN
En medio de uno de los momentos más oscuros de la vida de David, hay buenas noticias: Dios envía a su profeta. Natán y David se conocían bien. Anteriormente, Natán había aconsejado a David sobre sus planes para construir un templo (2 Sam. 7). Sin embargo, ahora el profeta viene con una tarea diferente que realizar para su rey.
¿Por qué crees que Natán decide contar una historia, en vez de mencionar a
David y avergonzarlo inmediatamente? Lee 2 Samuel 12:1 al 14.
Natán contó una historia con la que David, el expastor, podía identificarse. Sabía que David tenía un sentido de justicia e integridad sumamente desarrollado. Por ende, en cierta forma, se podría decir que Natán le tendió una trampa y que David cayó directo en ella.
Cuando David, sin saberlo, pronuncia su sentencia de muerte, Natán le dice: “Tú eres aquel hombre” (2 Sam. 12:7). Hay diferentes formas de decir “tú eres aquel hombre”: gritando, acusando a la otra persona y apuntándola con el dedo directamente a la cara, o expresando preocupación y cuidado. Las palabras de Natán debieron de haber estado mezcladas con gracia. En ese momento, David habrá sentido el dolor que Dios siente cuando uno de sus hijos conscientemente se aparta de su voluntad. Algo hizo clic en la mente de David. Algo le partió el corazón.
¿Por qué David responde con “pequé contra Jehová”, en lugar de “pequé contra Betsabé” o “soy un homicida” (2 Sam. 12:13; ver también Sal. 51:4)?
David reconoció que el pecado, que inquieta nuestro corazón, es principalmente una afrenta contra Dios, el Creador y Redentor. Nos hacemos daño a nosotros mismos; afectamos a los demás. Acarreamos deshonra a nuestras familias o iglesias. Sin embargo, en última instancia, hacemos daño a Dios y clavamos otro clavo en el áspero madero que apunta hacia el cielo en el Gólgota.
“El reproche del profeta conmovió el corazón de David; se despertó su conciencia; y su culpa le apareció en toda su enormidad. Su alma se postró en penitencia ante Dios. Con labios temblorosos, exclamó: ‘Pequé contra Jehová’. Todo daño o agravio que se haga a otros se extiende del injuriado hacia Dios. David había cometido un grave pecado contra Urías y Betsabé, y se daba perfecta cuenta de su gran transgresión. Pero mucho más grave era su pecado contra Dios” (PP 781).
Lunes
El profeta Natán recibió órdenes de llevar un mensaje de reprensión a David. Era un mensaje terrible en su severidad. A pocos soberanos se les podría haber dirigido una reprensión sin que el mensajero perdiese la vida. Natán transmitió la sentencia divina sin vacilación, aunque con tal sabiduría celestial que despertó la simpatía y la conciencia del rey y le indujo a que con sus labios emitiera su propia sentencia de muerte. Apelando a David como al guardián divinamente designado para proteger los derechos de su pueblo, el profeta le relató una historia de agravio y opresión que exigía justicia y castigo…
El reproche del profeta conmovió el corazón de David; se despertó su conciencia; y su culpa le apareció en toda su enormidad. Su alma se postró en penitencia ante Dios. Con labios temblorosos exclamó: “Pequé contra Jehová”. Todo daño o agravio que se haga a otros se extiende del perjudicado a Dios. David había cometido un grave pecado contra Urías y Betsabé, y se daba cuenta perfecta de su gran transgresión. Pero mucho más grave era su pecado contra Dios (Historia de los patriarcas y profetas, pp. 779-781).
Los israelitas fueron inducidos al pecado, precisamente cuando se hallaban en una condición de ocio y seguridad aparente. Se olvidaron de Dios, descuidaron la oración, y fomentaron un espíritu de seguridad y confianza en sí mismos. El ocio y la complacencia propia dejaron la ciudadela del alma sin resguardo alguno, y entraron pensamientos viles y degradados. Los traidores que moraban dentro de los muros fueron quienes destruyeron las fortalezas de los sanos principios y entregaron a Israel en manos de Satanás. Así precisamente es cómo Satanás procura aún la ruina del alma. Antes que el cristiano peque abiertamente, se verifica en su corazón un largo proceso de preparación que el mundo ignora. La mente no desciende inmediatamente de la pureza y la santidad a la depravación, la corrupción y el delito. Se necesita tiempo para que los que fueron formados en semejanza de Dios se degraden hasta llegar a lo brutal o satánico. Por la contemplación nos transformamos. Al nutrir pensamientos impuros en su mente, el hombre puede educarla de tal manera que el pecado que antes odiaba se le vuelva agradable (Historia de los patriarcas y profetas, p. 490).
Deberían almacenar en la mente conocimientos útiles, memorizando pasajes enteros de las Escrituras, identificando el cumplimiento de las profecías y aprendiendo las lecciones que Cristo dio a sus discípulos… De esta manera se cerrará una puerta a miles de tentaciones. Si el rey David hubiese estado ocupado en algún empleo útil no habría sido culpable del asesinato de Urías. Satanás siempre está al acecho para emplear a aquél que no se emplea a sí mismo. La mente que continuamente lucha por alcanzar la altura de la grandeza intelectual no tendrá tiempo para perder en pensamientos fútiles, padres de las malas acciones (Testimonios para la iglesia, t. 4, p. 405).
¿PERDONADO Y OLVIDADO?
Después de que David, inadvertidamente, pronunció juicio sobre sí mismo (2
Sam. 12:5, 6), Natán lo confrontó con la enormidad de su pecado. El corazón de
David estaba destrozado, y confesó su pecado. Inmediatamente Natán le aseguró
que “Jehová ha remitido tu pecado” (2 Sam. 12:13) y que lo perdonó.
No hay un período de espera para el perdón de Dios. David no tiene que
demostrar que es realmente sincero antes de que se le extienda el perdón. Sin
embargo, Natán, quien ya predijo las consecuencias del pecado de David en 2
Samuel 12:10 al 12, a continuación declara que el niño por nacer morirá.
¿Qué significa que Dios haya quitado el pecado de David? ¿Acaba de hacer
borrón y cuenta nueva? ¿Todos nos olvidamos de eso? Lee 2 Samuel 12:10 al 23
mientras consideras estas preguntas.
David también debió haberse hecho estas preguntas al ver que su mundo se desmoronaba: la muerte del bebé, su familia sumida en el caos (las historias de Amnón y Absalón son dos buenos ejemplos de problemas familiares de la vida de la realeza), su futuro incierto. Y, sin embargo, a pesar de las consecuencias de su pecado, que afectó a personas inocentes como Urías y el bebé recién nacido, David también comienza a comprender que la gracia de Dios cubrirá esto y que algún día se acabarán todas las consecuencias del pecado también. Mientras tanto, puede hallar descanso para su conciencia atribulada en la gracia de Dios.
¿Qué cree David que necesita realmente? Lee Salmo 51:1 al 6.
Con el Salmo 51, David reconoce todo esto públicamente al abrir el corazón y confesar sus pecados. El clamor de misericordia de David apela al amor inagotable de Dios y a su gran compasión. Anhela la renovación.
Cuando consideramos el costo del descanso en Jesús, primero debemos reconocer que necesitamos ayuda externa. Somos pecadores, y necesitamos un Salvador; reconocemos nuestros pecados y clamamos al único que puede lavarnos, limpiarnos y renovarnos. Cuando hacemos esto, podemos cobrar valor: aquí hay un adúltero, un manipulador, un asesino y alguien que transgredió al menos cinco de los Diez Mandamientos, que pide ayuda y reclama la promesa del perdón de Dios.
■ Si Dios perdonó a David por lo que hizo, ¿qué esperanza hay entonces para ti?
Martes
Esta experiencia fue muy penosa para David, pero también muy benéfica. De no haber sido por el espejo que Natán sostuvo delante de él, en el cual reconoció tan claramente su propia semejanza, no hubiera llegado a la convicción de su pecado atroz, y la ruina lo habría alcanzado. La convicción de su culpa fue la salvación de su alma. Se vio bajo otra luz, como el Señor lo veía, y a lo largo del resto de su vida se arrepintió de su pecado…
Aunque David se arrepintió de su pecado, y fue perdonado y aceptado por el Señor, cosechó la funesta mies de la siembra que él mismo había sembrado… En su propia casa se debilitó su autoridad y su derecho a que sus hijos le respetasen y obedeciesen. Cierto sentido de su culpabilidad le hacía guardar silencio cuando debiera haber condenado el pecado; y debilitaba su brazo para ejecutar justicia en su casa…
Los que señalando el ejemplo de David, tratan de aminorar la culpa de sus propios pecados, debieran aprender de las lecciones del relato bíblico que el camino de la transgresión es duro. Aunque, como David, se volvieran de sus caminos impíos, los resultados del pecado, aun en esta vida, serán amargos y difíciles de soportar (Conflicto y valor, pp. 179, 180).
Debemos recordar que todos cometen equivocaciones. Aun hombres y mujeres que han tenido años de experiencia a veces yerran. Pero Dios no los abandona a causa de sus errores: a cada descarriado hijo o hija de Adán, les da el privilegio de otra oportunidad.
“Jesús se complace en que vayamos a él como somos, pecaminosos, impotentes, necesitados. Podemos ir con toda nuestra debilidad, insensatez y maldad y caer arrepentidos a sus pies. Es su gloria estrecharnos en los brazos de su amor, vendar nuestras heridas y limpiarnos de toda impureza
Alejad la sospecha de que las promesas de Dios no son para vosotros. Son para todo pecador arrepentido. Cristo ha provisto fuerza y gracia para que los ángeles ministradores las lleven a toda alma creyente. Ninguno hay tan malvado que no encuentre fuerza, pureza y justicia en Jesús, que murió por los pecadores. Él está esperándolos para cambiarles los vestidos sucios y corrompidos del pecado por las vestiduras blancas de la justicia; les da vida y no perecerán (The Faith I Live By, p. 134; parcialmente en La fe por la cual vivo, p. 136).
La verdadera confesión es siempre de carácter específico y reconoce pecados particulares. Pueden ser de tal naturaleza que deben ser presentados solamente ante Dios, pueden ser ofensas que se deben confesar a individuos que han sido dañados por causa de ellos, o pueden ser de tipo general que deben ser presentados ante el pueblo. Pero toda confesión debe ser definida y al punto, reconociendo los pecados mismos de que sois culpables…
La confesión no será aceptable ante Dios sin un arrepentimiento y reforma sinceros. Han de haber cambios decididos en la vida; todo lo que ofende a Dios ha de ser puesto a un lado. Este será el resultado de una tristeza genuina por el pecado (Testimonios para la iglesia, t. 5, pp. 601, 602).
ALGO NUEVO
Después de que David confesó su pecado sin tratar de excusarlo ni pasarlo
por alto, a continuación rogó a Dios. ¿Qué le pidió? Lee Salmo 51:7 al
12.
La referencia de David a la purificación con hisopo utiliza terminología conocida por todos los israelitas que alguna vez visitaron el Santuario. Al referirse a los actos rituales de purificación descritos en la Ley de Moisés (Lev. 14:4), reconoció el poder de un sacrificio, el Sacrificio, que vendría en el futuro para quitar los pecados del mundo.
David también pidió “gozo” y “alegría”. Frente a la enormidad de su pecado, ¿no es esto un poco audaz?
Quizá sea útil escuchar esta paráfrasis: “Dime que me perdonas para que pueda entrar de nuevo al Santuario, donde puedo escuchar el gozo y la alegría de quienes te adoran”.
Cuando Adán y Eva pecaron, se escondieron de la presencia de Dios (Gén. 3:8). ¿Por qué crees que la petición de David, incluso después de su pecado, es tan diferente? Lee Salmo 51:11 y 12.
David no quiere perder el sentido de vivir en la presencia de Dios. Se da cuenta de que sin el Espíritu Santo no tiene poder. Sabe que podría volver a caer en el pecado tan fácilmente como cayó en el pecado con Betsabé. Su autoestima está hecha añicos.
David comprende que las victorias futuras no provendrán de él; vendrán solo de Dios mientras él dependa totalmente del Señor.
La vida cristiana victoriosa no depende solo de nosotros. Depende de Jesús. Anhelamos su presencia; ansiamos su Espíritu; queremos el gozo de su salvación. Reconocemos nuestra necesidad de renovación y restauración. Necesitamos su descanso: el acto divino de re-crear. El descanso de la Creación no está lejos del perdón. “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí” (Sal. 51:10) utiliza terminología de la Creación. En el Antiguo Testamento, solo Dios puede “crear” (bara’), y una vez que somos re-creados, podemos descansar.
■ Si no has experimentado el gozo y la alegría de la liberación de una conciencia culpable, ¿qué te detiene? Si sientes culpa, ¿qué podrías aprender de esta historia que debería ayudarte?
Miércoles
La oración de David después de su caída ilustra la naturaleza del verdadero dolor por el pecado. Su arrepentimiento fue sincero y profundo. No se esforzó él por atenuar su culpa y su oración no fue inspirada por el deseo de escapar al juicio que le amenazaba. David veía la enormidad de su transgresión y la contaminación de su alma; aborrecía su pecado. No solo pidió perdón, sino también que su corazón fuese purificado. Anhelaba el gozo de la santidad y ser restituido a la armonía y comunión con Dios. Este era el lenguaje de su alma: “…¡Purifícame con hisopo, y seré limpio; lávame, y quedaré más blanco que la nieve!… ¡Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio,
y renueva un espíritu recto dentro de mí!” Salmo 51:7, 10 (El camino a Cristo, p. 25).
El perdón de Dios no es solamente un acto judicial por el cual libra de la condenación. No es solo el perdón por el pecado. Es también una redención del pecado. Es la efusión del amor redentor que transforma el corazón. David tenía el verdadero concepto del perdón cuando oró…: “Cuanto está lejos el oriente del occidente, hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones”. Salmo 103:12…
Dejad que more en vosotros Cristo, la Vida divina, y que por medio de vosotros revele el amor nacido en el cielo, el cual inspirará esperanza a los desesperados y traerá la paz de los cielos al corazón afligido por el pecado. Cuando vamos a Dios, la primera condición que se nos impone es que, al recibir de él misericordia, nos prestemos a revelar su gracia a otro (El discurso maestro de Jesucristo, pp. 97, 98).
Descanse plenamente en los brazos de Jesús. Contemple su gran amor, y mientras medite en su abnegación, su sacrificio infinito hecho en nuestro favor para que creyésemos en él, su corazón se llenará de gozo santo, paz serena, y amor indescriptible. Mientras hablemos de Jesús y lo busquemos en oración, se fortalecerá nuestra confianza de que él es nuestro Salvador personal y amante, y su carácter aparecerá más y más hermoso… Esperemos con fe en el Señor. Él impulsa al alma a la oración, y nos imparte el sentimiento de su precioso amor. Nos sentimos cerca de él, y podemos mantener una dulce comunión a su lado. Obtenemos un panorama claro de su ternura y compasión, y nuestro corazón se abre y enternece al considerar el amor que se nos concede…
Nuestra paz es como un río, ola tras ola de gloria ruedan hacia el interior del corazón, y verdaderamente cenamos con Jesús y él con nosotros. Sentimos que comprendemos el amor de Dios, y descansamos en su amor. Ningún lenguaje puede describirlo; está más allá del entendimiento. Somos uno con Jesús; nuestra vida se esconde con Cristo en Dios. Tenemos la seguridad de que cuando él, que es nuestra vida, aparezca, entonces, también apareceremos con él en gloria. Con toda confianza podemos decir que Dios es nuestro Padre (La segunda venida y el cielo, pp. 167, 168).
REFLECTORES DE LA LUZ DE DIOS
Probablemente, lo más natural que podamos hacer después de superar un fracaso vergonzoso y experimentar el perdón sea tratar de olvidar que el hecho haya ocurrido alguna vez. Estos recuerdos pueden ser dolorosos.
¿Qué quiere hacer David con su dolorosa experiencia? Lee Salmo 51:13 al 19.
Cuando un cuenco o un jarrón precioso cae y se rompe en pedazos, normalmente suspiramos y tiramos los pedazos rotos, pues ya no sirven. En Japón existe un arte tradicional llamado kintsugi, que se especializa en recrear cerámica rota. Se utiliza un metal precioso, como el oro líquido o la plata, para pegar las piezas rotas y convertirlas en algo de gran belleza y valor. Cada vez que Dios perdona nuestras transgresiones y nos vuelve a crear, algo cambia. El precioso perdón de Dios une nuestros pedazos rotos con preciosidad, y las roturas visibles pueden llamar la atención sobre su gracia.
Podemos convertirnos en los altavoces de Dios: “Cantará mi lengua tu justicia” (Sal. 51:14). No pretendemos repararnos a nosotros mismos ni mejorar por nuestra cuenta (ni siquiera gradualmente). El espíritu quebrantado, el corazón contrito, son suficientes alabanzas para Dios, y son rayos de luz que el mundo puede ver a nuestro alrededor. Nuestra experiencia de ser perdonados atrae a otros en busca de perdón.
¿Qué relación hay entre el Salmo 51 y 1 Juan 1:9?
Primera de Juan 1:9 es un breve resumen del Salmo 51. Mientras David sabe que “al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios” (Sal. 51:17), Juan nos asegura que “si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9). Podemos confiar en lo que Dios dice.
Nuevamente, David no pudo reparar el tremendo daño que había causado a su familia con su accionar y su ejemplo. Sufrió las consecuencias de sus decisiones y acciones. Y, no obstante, David sabía que había sido perdonado. Sabía que necesitaba confiar en que un día el verdadero Cordero de Dios vendría a ocupar su lugar.
■ ¿Cómo puedes aprender ahora mismo a aplicar las promesas de 1 Juan 1:9 en tu vida? ¿Cómo deberías sentirte al saber que la promesa también es para ti?
Jueves
Así en un himno sagrado [el Salmo 51] que había de cantarse en las asambleas públicas de su pueblo, en presencia de la corte, los sacerdotes y jueces, los príncipes y guerreros, y que iba a preservar hasta la última generación el conocimiento de su caída, el rey de Israel relató todo lo concerniente a su pecado, su arrepentimiento, y su esperanza de perdón por la misericordia de Dios. En vez de procurar ocultar la culpa, quiso que otros se instruyeran por el conocimiento de la triste historia de su caída (Historia de los patriarcas y profetas, p. 785)
Tenemos que ir a Dios con fe y derramar nuestras súplicas ante él, creyendo que obrará en nuestro favor y en el de otros a quienes tratamos de salvar. Hemos de dedicar más tiempo a la oración ferviente. Con la confiada fe de un niñito hemos de ir a nuestro Padre celestial para contarle todas nuestras necesidades. Él siempre está listo para perdonar y ayudar. Es inagotable la provisión de sabiduría divina, y el Señor nos anima para que nos sirvamos abundantemente de ella. El anhelo que debiéramos tener de las bendiciones espirituales se describe en las palabras: “Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía”. Necesitamos que nuestra alma sienta un hambre más profunda de los ricos dones que el cielo tiene para conferirnos. Debemos sentir hambre y sed de justicia.
Ojalá tuviéramos un deseo consumidor de comprender a Dios con un conocimiento experimental, de llegar a la cámara de audiencias del Altísimo con la mano de la fe levantada y dejando caer nuestra alma desvalida delante de Aquel que es poderoso para salvar. Su amante bondad es mejor que la vida (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 3, p. 1165).
Jesús, que mora en vosotros, quiere hablar a los corazones que no le conocen. Tal vez no leen la Biblia ni oyen la voz que les habla en sus páginas; no ven el amor de Dios en sus obras; pero si sois verdaderos representantes del Señor Jesús, es posible que por vosotros sean inducidos a conocer algo de su bondad y sean ganados para amarle y servirle.
Los cristianos son como portaluces en el camino al cielo. Tienen que reflejar sobre el mundo la luz de Cristo que brilla sobre ellos. Su vida y carácter deben ser tales que por ellos adquieran otros una idea justa de Cristo y de su servicio (El camino a Cristo, pp. 115, 116).
[N]ingún hombre puede impartir lo que él mismo no ha recibido. En la obra de Dios, la humanidad no puede generar nada. Ningún hombre puede por su propio esfuerzo convertirse en un portaluz de Dios… Es el amor de Dios continuamente transferido al hombre lo que lo capacita para impartir luz. En el corazón de todos los que están unidos a Dios por la fe, el áureo aceite del amor fluye libremente, para brillar en buenas obras, en un servicio real y sincero por Dios (Palabras de vida del gran Maestro, pp. 344, 345).
PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:
“El arrepentimiento de David fue sincero y profundo. No hizo ningún esfuerzo por aminorar su crimen. Lo que inspiró su oración no fue el deseo de escapar de los castigos amenazantes. [...] vio la depravación de su alma; aborreció su pecado. No solo oró pidiendo perdón, sino también pureza de corazón. [...] Vio la evidencia de su perdón y aceptación en la promesa hecha por Dios a los pecadores arrepentidos. [...] ‘Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios’ (vers. 16, 17).
“Aunque David había caído, el Señor lo levantó. [...]
“David se humilló y confesó su pecado, en tanto que Saúl menospreció el reproche y endureció su corazón en la impenitencia.
“Este episodio en la historia de David [...] es una de las ilustraciones más poderosas que se nos hayan dado de las luchas y las tentaciones de la humanidad, y de un arrepentimiento genuino [...]. A través de todos los siglos [...] miles de los hijos de Dios han sido los que, después de haber sido entregados traidoramente al pecado [...] recordaron [...] el arrepentimiento y la confesión sinceros de David [...] y también cobraron ánimo para arrepentirse y procurar nuevamente andar en los caminos de los mandamientos de Dios. “Quienquiera que [...] humille su alma con confesión y arrepentimiento, tal como lo hizo David, puede estar seguro de que hay esperanza para él. [...] Jamás rechazará el Señor a un alma verdaderamente arrepentida” (PP 785, 786).
PREGUNTAS PARA DIALOGAR:
1. ¿Cómo podemos encontrar el equilibrio entre reconocer nuestra pecaminosidad inherente y nuestra necesidad de perdón y, al mismo tiempo, vivir como hijos e hijas perdonados del Rey del Universo?
2. ¿Por qué todo pecado, en última instancia, es pecado contra Dios? ¿Qué significa pecar contra Dios?
3. ¿Qué podemos decirle a alguien que no es creyente que lucha con el sufrimiento de personas inocentes, como Urías o el hijo recién nacido de David y Betsabé? ¿Cómo explicamos el amor y la justicia de Dios en esa situación? El enfoque del Gran Conflicto ¿en qué medida ofrece una perspectiva útil?
4. ¿Por qué la Biblia dedicaría dos capítulos completos a la sórdida historia de David y Betsabé? ¿Para qué sirve contar esta historia?
5. Reflexiona en la idea de que el pecado nos separa de Dios, como se expresa en Salmo 51:11 y 12. En tu experiencia, ¿cómo sucede esto? ¿Cómo te sientes? ¿Cómo le explicarías a alguien cómo es esta separación y por qué es tan incómoda? ¿Por qué la promesa de gracia es el único remedio?
Viernes
Conflicto y valor, 21 de junio, "Un pecado conduce a otro", p. 178;
Hijos e hijas de Dios, 2 de marzo, "Aprendemos de Cristo" p. 70.
"DESCANSO EN CRISTO"
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Dios lo bendiga!!!
Lección 4
EL SÁBADO ENSEÑARÉ...
Parte I: RESEÑA
La lección de esta semana se centra en uno de los capítulos más tristes de la vida de David. El rey de Israel abusó de la autoridad que Dios le había conferido y condujo al pecado a la esposa de uno de sus soldados. Urías era un guerrero en el ejército de David que luchaba en una batalla por su rey. David aprovechó su ausencia.
Cuando Betsabé quedó embarazada debido al adulterio lascivo de David, el rey trató de encubrir su pecado. Llamó a Urías para que volviera del fragor de la batalla a pasar tiempo con su esposa. Urías reveló su excelente carácter cuando se negó a entrar en su casa y quedarse en paz, mientras su ejército luchaba contra el enemigo.
Cuando el plan inicial de David no funcionó, instó a Joab, el capitán del ejército del rey, a colocar a Urías en la primera línea de batalla para que enfrentara una muerte segura. La mirada lujuriosa de David condujo a un acto lujurioso, lo que llevó a un plan engañoso para matar a un hombre inocente. Las tentaciones del diablo están diseñadas para alcanzar a cada uno de nosotros en nuestro punto más débil. Si hay un punto vulnerable en nuestro carácter, el diablo explotará ese punto para llevarnos al pecado.
David reconoció su culpa gracias a una parábola que le contó el profeta Natán. Con el corazón roto, el rey rompió en agonizante confesión. Su arrepentimiento fue profundo, auténtico y sincero. El Salmo 51 es su sincera súplica de perdón y de un cambio de corazón. Dios respondió la oración de David: el rey fue perdonado. Pero el perdón no implica evitar las trágicas consecuencias del pecado. A lo largo de su vida, David experimentó, de una forma u otra, las terribles consecuencias de su acto pecaminoso. Como hijo perdonado de Dios, entró en el reposo del Cielo, pero aún experimentó la angustia de su acto pecaminoso.
Parte II: COMENTARIO
Una de las preguntas que inmediatamente nos viene a la mente cuando estudiamos la experiencia del romance ilícito y adúltero de David con Betsabé es por qué Dios colocó una historia tan sórdida en la Biblia. ¿Por qué revelar los detalles íntimos de la vida de David? ¿Por qué no decir simplemente que pecó y fue perdonado, y se acabó la historia? Exploremos lo que Dios nos quiere enseñar a través de esta narración.
Aquí hay al menos cuatro lecciones sumamente importantes. Segundo de Samuel 11:1 es un versículo revelador. En pocas palabras, el profeta señala un defecto en el carácter de David. Era la primavera del año e Israel estaba en un serio conflicto con sus enemigos. Los reyes llevan a sus ejércitos a la batalla, pero David envió a Joab, uno de sus capitanes, a ese enfrentamiento. El pasaje dice: “Pero David se quedó en Jerusalén”. Los reyes valientes luchan junto con sus ejércitos. Ellos inspiran a sus tropas cansadas y extenuadas por la batalla para seguir luchando. David optó por quedarse en el palacio, disfrutando de las delicias de la realeza, mientras que sus hombres sufrían y morían en una guerra. Esta es la primera lección de la caída de David. Cuando no cumplimos con nuestro deber, cuando cedemos a los deseos placenteros a expensas de hacer lo correcto, nos hacemos vulnerables a las seductoras tentaciones de Satanás.
La segunda lección viene inmediatamente después de la primera. Los ataques de Satanás llegan cuando menos los esperamos. David, al pasearse en la terraza de su palacio ese atardecer, no esperaba sentirse cautivado por la belleza de la esposa de otro hombre. La Nueva Traducción Viviente traduce Proverbios 4:23 de esta manera: “Sobre todas las cosas cuida tu corazón, porque este determina el rumbo de tu vida”. Salomón, el segundo hijo de David con Betsabé, escribió estas palabras. De adulto, debió de haberse enterado del pecado de David. Cuando bajamos la guardia, Satanás ataca. Por eso, Jesús dijo a sus discípulos: “Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil” (Mar. 14:38). Este era precisamente el problema de David. En un momento de descuido, la debilidad de la carne lo llevó a un pecado que cambiaría todo el curso de su vida.
Los pensamientos pecaminosos conducen a actos pecaminosos
El pecado comienza en la mente. La mirada lasciva de David lo llevó al siguiente paso, al complacer su fantasía lujuriosa. Se aventuró al terreno de Satanás cuando actuó de acuerdo con sus pensamientos y envió a sus sirvientes a preguntar por Betsabé. Sus impulsos, no controlados por el Espíritu Santo, llevaron a una indagación inapropiada para satisfacer sus deseos mediante un acto pecaminoso. Esto nos lleva a nuestra tercera lección. Aunque David trató de encubrir su relación adúltera con Betsabé, el pecado nunca podrá encubrirse por mucho tiempo. Las palabras de Moisés a los israelitas siglos antes se hicieron realidad en su experiencia: “Mas si así no lo hacéis, he aquí habréis pecado ante Jehová; y sabed que vuestro pecado os alcanzará” (Núm. 32:23). Los actos pecaminosos cometidos al amparo de la oscuridad alguna vez saldrán a la luz del día. Porque “todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta” (Heb. 4:13).
El acto pecaminoso de David no se ocultaría por mucho tiempo. Betsabé estaba embarazada. Urías estaba muerto. Natán, el profeta, confrontó a David con el curso pecaminoso de sus acciones. La cuarta lección que descubrimos de esta primera parte de la historia es que, aunque David lloró, confesó su pecado, se arrepintió de su mal accionar y Dios lo perdonó, las consecuencias del pecado perdurarían.
El pecado es un cáncer que destruye todo lo que toca
“Edwin Cooper era famoso en todo Estados Unidos, pero casi nadie sabía su nombre real. Proveniente de una familia de payasos de circo, Cooper comenzó a actuar ante el público cuando tenía solo nueve años. Después de una temporada en el Barnum and Bailey Circus, se convirtió en un elemento fijo en la televisión en la década de 1950 como Bozo, el Payaso. Además de entretener tanto a jóvenes como a mayores, Cooper tenía un mensaje para sus “amigos y colegas” cada semana: háganse un chequeo de cáncer. Sin embargo, Cooper estaba tan ocupado trabajando que se olvidó de seguir sus propios consejos. Para cuando le detectaron cáncer, ya era demasiado tarde para tratarlo. Edwin Cooper murió a los 41 años a causa de una enfermedad de la que había advertido a muchos otros que tuvieran cuidado. El pecado es mucho más mortal que el cáncer maligno más agresivo. El pecado no toma prisioneros. El pecado mata y destruye todo lo que toca, desde la caída de Adán en el Jardín del Edén hasta ahora. Este es el propósito que está detrás de todo lo que hace Satanás. Jesús dijo: ‘El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir’ (Juan 10:10)” (“No Laughing Matter”).
El pecado de David tuvo consecuencias mortales
Los resultados del pecado de David se ven a lo largo de su vida y en su propia familia: el niño que Betsabé dio a luz, como resultado del adulterio de David, enfermó y murió; su hijo Amnón forzó a su media hermana Tamar y la deshonró; por enojo, dos años después, Absalón, el hermano de Tamar, hizo asesinar a Amnón. La vida de David estuvo llena de dolor, tristeza y decepción. Absalón, el tercer hijo de David, cuya madre era Maaca, era el gran favorito de su padre. Guapo, extrovertido, aventurero y encantador, conquistó el corazón de Israel. Finalmente, se rebeló contra el liderazgo de David y murió en batalla. El corazón de David estaba destrozado. El pecado, como un cáncer, había plagado su vida. Aunque Dios lo perdonó, las consecuencias del pecado pesaban sobre él. Una de las grandes lecciones de esta historia es que el pecado tiene consecuencias trágicas.
Sin embargo, a pesar de las consecuencias del pecado, Dios siempre está dispuesto a perdonar y reconstruir nuestra vida. Una de las oraciones más significativas de toda la Biblia se encuentra en el Salmo 51.
Análisis de las súplicas de perdón de David: Salmo 51
El Salmo 51 es el sincero llamado de David al perdón después de su pecado con Betsabé. Mientras leemos la oración, inmediatamente nos sorprende la autenticidad de la confesión de David. Es dolorosamente honesto. No da excusa por su pecado. Ruega a Dios por misericordia, perdón y restauración en el favor de Dios. Observa los verbos de la oración. Son indicadores poderosos de los motivos de David. Ora: “Ten piedad de mí […] borra mis rebeliones” (Sal. 51:1). “Lávame […] límpiame” (51:2). “Reconozco mis rebeliones, y mi pecado está siempre delante de mí” (51:3). “Purifícame”, “lávame” (51:7). “Hazme oír gozo y alegría” (51:8). “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio” (51:10). “No me eches de delante de ti” (Sal. 51:11). “Vuélveme el gozo de tu salvación” (51:12). Al leer la oración de David, casi podemos escuchar su sincera súplica. Nuestro corazón se conmueve por su sincera confesión. Lo maravilloso es que Dios honra el “corazón contrito y humillado” (51:17). Como dice Elena de White: “Jesús ama vernos ir a él tal como somos: pecadores, impotentes, dependientes. Podemos ir con todas nuestras debilidades, locuras y maldades, y caer arrepentidos a sus pies. Es su gloria estrecharnos en los brazos de su amor y vendar nuestras heridas, limpiarnos de toda impureza” (CC 46). David experimentó el poder purificador del perdón de Cristo. Su relación con Dios se restableció. Su espíritu se renovó. Una vez más puso su vida al servicio del Cristo que lo amaba, lo perdonó, lo limpió y lo transformó.
Parte III: APLICACIÓN A LA VIDA
El pecado es un arma de doble filo. Trae no solo culpa, vergüenza y condena, sino también desesperanza y desánimo. Una vez que el diablo nos conduce a la tentación y caemos en su trampa, su siguiente paso es hacernos sentir como si no hubiera esperanza. El desánimo es una de sus armas más poderosas. Aquí te presentamos tres hechos para recordar cuando hayas caído en tentación:
- Cristo anhela que vayas a él tal como eres. Si, como David, acudes con un corazón honesto, sin poner excusas por tu pecado, también experimentarás el perdón de Dios.
- Cristo nunca, nunca, echó fuera ni rechazó a nadie que haya ido a él sinceramente en busca de su gracia. De hecho, él nos asegura que “al que a mí viene, no le echo fuera” (Juan 6:37).
- Las promesas de perdón y restauración de Cristo son tan seguras como su Trono eterno. Tus sentimientos no son el criterio para recibir el perdón. Quizá no te sientas perdonado. Es posible que aún tengas sentimientos de culpa, pero incluso así puedes tener la seguridad, basada en la Palabra de Dios, de que tus pecados están perdonados y de que eres un hijo de Dios.
"DESCANSO EN CRISTO"
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Dios los bendiga!!
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