Lección 11: Anhelo de más | Descanso en Cristo | Escuela Sabática 3T 2021
Lección 11: Para el 11 de septiembre de 2021
ANHELO DE MÁS
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: 1 Corintios 10:1–11; Levítico 4:32–35; Juan 1:29; Hebreos 4:1–11; Salmo 95:8–11.
PARA MEMORIZAR:
“Mas estas cosas sucedieron como ejemplos para nosotros, para que no codiciemos cosas malas, como ellos codiciaron” (1 Cor. 10:6).
El Museo de Arte de Queens, en Nueva York, Estados Unidos, alberga el modelo arquitectónico de la ciudad más grande del mundo, que muestra todos los edificios de Nueva York. En una escala de 1:1.200 (donde 2,5 cm, o 1 pulgada, corresponden a 33 metros, o 100 pies) cubre casi 870 metros cuadrados (9.335 pies cuadrados). Originalmente, cien artesanos que trabajaron por más de tres años para completar el proyecto lo terminaron en 1964. Este se actualizó a la década de 1990, por lo que no refleja el paisaje urbano de 2021. Es una copia asombrosamente intrincada y detallada del original.
Sin embargo, finalmente continúa siendo solo eso: una copia, un modelo, una representación de algo más imponente, más grande, más profundo y mucho más complejo que el modelo en sí.
En realidad, así son todos los modelos. No son los originales, sino que solo funcionan como símbolos de los originales. Un modelo nos ayuda a captar la esencia del original, pero nunca podrá reemplazarlo. Está allí para ayudar a las personas a comprender mejor de qué se trata el original.
Las Escrituras están llenas de modelos en miniatura de actividades e
instituciones que apuntan a realidades celestiales más grandes. Hebreos 4 nos
ayuda a descubrir una de estas realidades en lo que respecta a la cuestión
bíblica del descanso.
Sábado
Desde hacía varios siglos, las Escrituras estaban traducidas al griego, idioma extensamente difundido por todo el imperio romano. Los judíos se hallaban dispersos en todas partes; y su espera del Mesías era compartida hasta cierto punto por los gentiles. Entre aquellos a quienes los judíos llamaban gentiles, había hombres que entendían mejor que los maestros de Israel las profecías bíblicas concernientes a la venida del Mesías. Algunos le esperaban como libertador del pecado. Los filósofos se esforzaban por estudiar el misterio de la economía hebraica. Pero el fanatismo de los judíos estorbaba la difusión de la luz. Resueltos a mantenerse separados de las otras naciones, no estaban dispuestos a impartirles el conocimiento que aún poseían acerca de los servicios simbólicos. Debía venir el verdadero Intérprete. Aquel que fuera prefigurado por todos los símbolos debía explicar su significado.
Dios había hablado al mundo por medio de la naturaleza, las figuras, los símbolos, los patriarcas y los profetas. Las lecciones debían ser dadas a la humanidad en su propio lenguaje. El Mensajero del pacto debía hablar. Su voz debía oírse en su propio templo. Cristo debía venir para pronunciar palabras que pudiesen comprenderse clara y distintamente. Él, el Autor de la verdad, debía separar la verdad del tamo de las declaraciones humanas que habían anulado su efecto. Los principios del gobierno de Dios y el plan de redención debían ser definidos claramente. Las lecciones del Antiguo Testamento debían ser presentadas plenamente a los hombres (El Deseado de todas las gentes, pp. 24, 25).
Debemos tratar de seguir más estrechamente el ejemplo de Cristo, el gran Pastor, mientras trabajaba con su grupito de discípulos, estudiando con ellos y con la gente las Escrituras del Antiguo Testamento. Su ministerio activo consistía no solamente en sermonear, sino en educar a la gente. Cuando pasaba por las aldeas, entablaba relaciones personales con la gente en sus hogares, enseñando y ministrando a sus necesidades. Cuando las multitudes que lo seguían aumentaban, cuando llegaba a un lugar adecuado, les hablaba, simplificando sus discursos con el empleo de parábolas y símbolos (El evangelismo, pp. 151, 152).
La manera como Cristo enseñaba era bella y atrayente, y se caracterizaba siempre por la sencillez. Él revelaba los misterios del reino de los cielos por el empleo de figuras y símbolos con los cuales sus oyentes estaban familiarizados; y el común del pueblo lo oía gustosamente, porque podía comprender sus palabras. No usaba palabras altisonantes, para cuya comprensión habría sido necesario consultar un diccionario (Mente, carácter y personalidad, t. 2, pp. 595, 596).
El sistema de culto judaico, que llevaba la firma celestial, había sido instituido por Cristo mismo. Las grandes verdades de la redención se hallaban veladas tras los tipos y los símbolos. Sin embargo, cuando Cristo vino, no reconocieron a Aquel a quien señalaban todos los símbolos. Tenían la Palabra de Dios en su poder; pero las tradiciones que habían pasado de una generación a otra y la interpretación humana de las Escrituras, escondieron de su vista la verdad tal cual es en Jesús. La significación espiritual de los Sagrados Escritos se perdió. El lugar donde estaba atesorado todo el conocimiento les estaba abierto, pero no lo sabían (Palabras de vida del gran Maestro, pp. 76, 76).
BAUTIZADOS EN MOISÉS
Lee 1 Corintios 10:1 al 11. ¿Qué quería comunicar Pablo a sus lectores en
Corinto al referirse a los “ejemplos”?
El término griego que se utiliza en 1 Corintios 10:6 (y que también se adapta de forma similar en 10:11), traducido como “ejemplo” en la mayoría de las traducciones españolas, es typos. En español, la palabra tipo se basa en este sustantivo griego. Un tipo (o ejemplo) nunca es el original, sino una especie de símbolo o representación de este. Es un modelo de otra cosa.
Hebreos 8:5 ofrece un buen ejemplo de esta clase de relación: “Los cuales [los sacerdotes del servicio del Templo del Antiguo Testamento] sirven a lo que es figura y sombra de las cosas celestiales, como se le advirtió a Moisés cuando iba a erigir el Tabernáculo, diciéndole: Mira, haz todas las cosas conforme al modelo que se te ha mostrado en el monte”.
Este pasaje de Hebreos destaca el vínculo directo entre las realidades celestiales y las terrenales, y luego cita Éxodo 25:9, donde Dios dijo a Moisés que construyera el Santuario en el desierto “conforme al modelo que se te ha mostrado en el monte”. La cuestión es que el Santuario terrenal, y todos sus rituales y procedimientos, eran “ejemplos”, símbolos, modelos de lo que está sucediendo en el cielo, con Jesús como nuestro Sumo Sacerdote en el Santuario celestial.
Con esto en mente, podemos entender mejor de qué estaba hablando Pablo en 1 Corintios 10. En estos versículos, Pablo revisa algunas de las experiencias clave del pueblo de Dios en el desierto camino a la Tierra Prometida. “Nuestros padres” se refiere a sus antepasados judíos que salieron de Egipto, que estuvieron bajo la nube, que atravesaron el mar y, por lo tanto, todos fueron bautizados a una nueva vida libre de esclavitud.
Pablo considera que estas importantes estaciones del viaje por el desierto son un tipo, o un ejemplo, de bautismo individual. Si seguimos los pasos de la lógica de Pablo, la referencia al “alimento espiritual” debe referirse al maná (comparar con Éxo. 16:31-35). Israel bebió de la Roca, que Pablo identifica como Cristo (1 Cor. 10:4). Piensa en Jesús, por ejemplo, como el “pan de vida” (Juan 6:48) y como el “agua viva” (Juan 4:10), y todo esto cobra mucho sentido. Por lo tanto, lo que vemos aquí es el uso que hace Pablo de la historia del Antiguo Testamento como un ejemplo de revelación de verdades espirituales que se pueden aplicar a los cristianos individuales de hoy.
■ Medita en la experiencia de los israelitas durante el Éxodo. ¿Qué lecciones espirituales podemos aprender de sus “ejemplos”, tanto buenos como malos, que nos dejaron?
Domingo
El ejemplo del antiguo Israel es dado como advertencia para el pueblo de Dios, a fin de que evite la incredulidad y escape a su ira. Si las iniquidades de los hebreos hubiesen sido omitidas del relato sagrado, y se hubiesen relatado solamente sus virtudes, su historia no nos habría enseñado la lección que nos enseña…
Los principios de la justicia exigían una narración fiel de los hechos para beneficio de todos los que hubiesen de leer el relato sagrado. En esto percibimos evidencias de la sabiduría divina. Se nos pide que obedezcamos la ley de Dios, y no solo nos instruye en cuanto a la penalidad de la desobediencia, sino que narra para nuestro beneficio y amonestación la historia de Adán y Eva en el paraíso, y los tristes resultados de su desobediencia a los mandamientos de Dios… Su ejemplo nos es dado como advertencia en lo que respecta a la desobediencia, a fin de que sepamos con seguridad que la paga del pecado es la muerte, que la justicia retributiva de Dios no se elude, y que él exige de los seres que ha creado una estricta obediencia a sus mandamientos…
Ante nosotros se expone la vida de los creyentes, con todos sus defectos e insensateces, que están destinados a ser una lección para todas las generaciones que los habían de seguir. Si hubiesen sido perfectos, habrían sido sobrehumanos, y nuestra naturaleza pecaminosa nos haría desesperar de llegar jamás a tal punto de excelencia. Pero al ver cómo lucharon y cayeron, cómo cobraron nuevamente ánimo y vencieron por la gracia de Dios, cobramos aliento para avanzar contra los obstáculos que la naturaleza degenerada coloca en nuestro camino (Testimonios para la iglesia, t. 4, pp. 15, 16).
El Antiguo Testamento es el Evangelio expresado en figuras y símbolos. El Nuevo Testamento es la realidad. El uno es tan esencial como el otro. El Antiguo Testamento presenta lecciones provenientes de los labios de Cristo, y esas lecciones no han perdido su fuerza en ningún detalle (Mensajes selectos, t. 2, p. 120).
Dios ordenó a Moisés respecto a Israel: “Hacerme han un santuario, y yo habitaré entre ellos”, (Éxodo 25:8) y moraba en el santuario en medio de su pueblo. Durante todas sus penosas peregrinaciones en el desierto, estuvo con ellos el símbolo de su presencia. Así Cristo levantó su tabernáculo en medio de nuestro campamento humano. Hincó su tienda al lado de la tienda de los hombres, a fin de morar entre nosotros y familiarizarnos con su vida y carácter divinos. “Aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad”. Juan 1:14 (El Deseado de todas las gentes, p. 15).
RITUAL Y SACRIFICIOS
El sistema de ritos y sacrificios del Antiguo Testamento, como el que se encuentra en Levítico, ofrece más ejemplos de lo que vimos ayer: símbolos del Antiguo Testamento que apuntan a las verdades del Nuevo Testamento. Estos contienen muchas verdades espirituales importantes que pueden ser de gran valor para quienes los estudian.
Lee las instrucciones para la ofrenda por el pecado de un típico israelita
en Levítico 4:32 al 35. ¿Qué podemos aprender de este rito, aunque no
tengamos un Santuario ni un Templo con un altar donde podamos ofrecer
sacrificios por nuestros pecados? Relaciona este rito con Juan 1:29 y 1 Pedro
1:18 al 21.
Un rito es un excelente comunicador de valores e información, y debe entenderse en su contexto. Por lo general, requiere un tiempo específico, una ubicación particular y una secuencia predeterminada de acciones para que sea eficaz. De hecho, cuando leemos los preceptos bíblicos del Antiguo Testamento con respecto al sacrificio, queda en claro que Dios dio detalles muy específicos sobre lo que se podía sacrificar, y cuándo, dónde y qué ritual y procedimiento seguir.
La sangre y el derramamiento y la aspersión de sangre eran fundamentales para muchos de los ritos. Esto no es algo atractivo; ni se suponía que lo fuera, porque se trata de la cosa más fea del Universo, y eso es el pecado.
¿Qué papel exactamente desempeñaba la sangre y por qué tenía que colocarse en los cuernos del altar? Si bien la mayoría de los ritos relacionados con el Santuario aparecen en forma prescriptiva (es decir, dan instrucciones sobre cómo hacerlo), no siempre incluyen todas las explicaciones. Quizá sea porque el pueblo ya sabía lo que significaba todo. A fin de cuentas, el pueblo de Israel captaba el significado de la sangre (Lev. 17:11).
No obstante, el ejemplo tomado de Levítico 4:32 al 35 contiene una importante explicación en Levítico 4:35: “Le hará el sacerdote expiación de su pecado que habrá cometido, y será perdonado”. Por lo tanto, la sangre era clave en todo el proceso de expiación, el medio por el que los pecadores podemos ser justificados ante un Dios santo. Por lo tanto, lo que vemos con estos sacrificios es un tipo, un modelo, de la muerte y el ministerio de Cristo en nuestro favor.
■ Piensa cuán grave debe ser el pecado que hizo falta el sacrificio, el sacrificio propio, de un miembro de la Deidad, Jesús, para expiarlo. ¿Qué debería enseñarnos esto? ¿Por qué debemos confiar solo en la gracia, y nunca en las obras? Al fin y al cabo, ¿qué podríamos agregar a lo que Cristo ya ha hecho por nosotros?
Lunes
Hace casi dos mil años, se oyó en el cielo una voz de significado misterioso que, partiendo del trono de Dios, decía: “He aquí yo vengo”… Cristo estaba por visitar nuestro mundo, y encarnarse. Él dice: “Un cuerpo me has preparado”. Si hubiese aparecido con la gloria que tenía con el Padre antes que el mundo fuese, no podríamos haber soportado la luz de su presencia. A fin de que pudiésemos contemplarla y no ser destruídos, la manifestación de su gloria fue velada. Su divinidad fue cubierta de humanidad, la gloria invisible tomó forma humana visible.
Este gran propósito había sido anunciado por medio de figuras y símbolos. La zarza ardiente, en la cual Cristo apareció a Moisés, revelaba a Dios. El símbolo elegido para representar a la Divinidad era una humilde planta que no tenía atractivos aparentes. Pero encerraba al Infinito. El Dios que es todo misericordia velaba su gloria en una figura muy humilde, a fin de que Moisés pudiese mirarla y sobrevivir. Así también en la columna de nube de día y la columna de fuego de noche, Dios se comunicaba con Israel, les revelaba su voluntad a los hombres, y les impartía su gracia. La gloria de Dios estaba suavizada, y velada su majestad, a fin de que la débil visión de los hombres finitos pudiese contemplarla… Su gloria estaba velada, su grandeza y majestad ocultas, a fin de que pudiese acercarse a los hombres entristecidos y tentados (El Deseado de todas las gentes, pp. 14, 15).
Cada mañana y cada tarde, se ofrecía, sobre el altar un cordero de un año, con las oblaciones apropiadas de presentes, para simbolizar la consagración diaria a Dios de toda la nación y su constante dependencia de la sangre expiatoria de Cristo… Los sacerdotes debían examinar todos los animales que se traían como sacrificio, y rechazar los defectuosos. Solo una ofrenda “sin defecto” podía simbolizar la perfecta pureza de Aquel que había de ofrecerse como “cordero sin mancha y sin contaminación”. 1 Pedro 1:19.
El apóstol Pablo señala estos sacrificios como una ilustración de lo que los seguidores de Cristo han de llegar a ser. Dice: “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro racional culto”. Romanos 12:1 (Historia de los patriarcas y profetas, p. 365).
Cristo era el Cordero que fue muerto desde la fundación del mundo. Para muchos ha sido un misterio por qué se necesitaban tantas ofrendas ceremoniales en la dispensación antigua, por qué tantas víctimas cruentas eran llevadas al altar. Pero la gran verdad que debería haberse mantenido ante los hombres y haberse impreso en la mente y el corazón, eran esta: “Sin derramamiento de sangre no se hace remisión”. En cada víctima cruenta estaba simbolizado “el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”.
Cristo mismo fue el originador del Sistema judío de culto, en el cual se anticipaban las cosas espirituales y celestiales por medio de símbolos y sombras. Muchos olvidaron el verdadero significado de esas ofrendas, y se perdió para ellos la gran verdad de que solo mediante Cristo hay perdón de pecados (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 7, p. 944).
EL “EJEMPLO” DEL DESCANSO
Además de los ejemplos que ya hemos visto, esta idea de tipos y símbolos también se puede aplicar al concepto bíblico del descanso. Para ver esto, vayamos al libro de Hebreos, en el Nuevo Testamento.
Lee Hebreos 4:1 al 11. ¿A qué se refiere la promesa vigente de entrar en su
reposo? La experiencia de Israel durante el Éxodo y las peregrinaciones por
el desierto, ¿por qué ofrecen una perspectiva adicional a la idea de entrar
en el reposo de Dios?
El tema de la perseverancia y la fidelidad es muy importante aquí. Aunque aquí se habla del sábado, el principal objetivo de estos versículos (y los anteriores; ver Heb. 3:7-19) es realmente un llamado para que el pueblo de Dios persevere en la fe; es decir, a permanecer fiel al Señor y al evangelio.
Estos pasajes recuerdan al lector que debe tomarse en serio las lecciones aprendidas de la conducción de Dios en el pasado, “para que ninguno caiga en semejante ejemplo de desobediencia” (4:11). ¡Presta atención, esta es una oportunidad! El pasaje sigue diciendo que Israel oyó el evangelio, pero la palabra no le sirvió de provecho. En lugar de que su fe se fortaleciera con la confianza y la obediencia, eligieron la rebelión (comparar con 3:7-15) y, por lo tanto, nunca experimentaron el descanso que Dios quería para ellos.
Hebreos 4:3 apunta a la estrecha relación entre la fe y el descanso. Podemos entrar en el reposo de Dios solo cuando creemos y confiamos en aquel que prometió reposo y que puede cumplir esta promesa; y ese es, por supuesto, Jesucristo.
Vuelve a leer Hebreos 4:3. ¿Cuál fue el principal problema con las personas mencionadas? ¿Qué lección podemos aprender de esto nosotros, a quienes “se nos ha anunciado [la buena nueva] lo mismo que a ellos” (Heb. 4:2)?
La comunidad cristiana primitiva aceptó la revelación previa de Dios (lo que llamamos el “Antiguo Testamento”) y creyó que Jesucristo era el Cordero de Dios, el sacrificio por sus pecados. Y, por la fe en el sacrificio, pudieron experimentar la salvación en Jesús y el descanso que se nos ofrece en él.
■ Comprender lo que significa ser salvos por la sangre de Jesús, ¿cómo puede ayudarnos a entrar en la clase de descanso que podemos tener en Jesús, sabiendo que somos salvos por gracia, y no por obras?
Martes
Por tanto, queda un reposo para el pueblo de Dios. Porque el que ha entrado en su reposo, también ha reposado de sus obras, como Dios de las suyas. Procuremos, pues, entrar en aquel reposo, para que ninguno caiga en semejante ejemplo de desobediencia [Hebreos 4:9-11].
El reposo que aquí se menciona es el reposo de la gracia que se obtiene siguiendo la prescripción “Trabaja diligentemente”. Los que aprenden de Jesús su humildad y mansedumbre, encuentran reposo en la experiencia de practicar las lecciones de Cristo. No se obtiene reposo en la indolencia, el egoísmo y la búsqueda de placeres. Los que no están dispuestos a dar al Señor un servicio fiel, ferviente y amante, no encontrarán reposo espiritual ni en esta vida ni en la vendiera. El trabajo diligente es lo único que produce paz y gozo en el Espíritu Santo: felicidad en esta tierra y gloria en el más allá (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 7, p. 940).
El descanso se encuentra cuando se abandona toda justicia propia, todo razonamiento hecho desde un punto de vista egoísta. El reposo perfecto en su amor, está en una entrega completa, y en la aceptación de sus caminos… Haced lo que él os ha pedido, y estad seguros de que Dios hará todo lo que ha prometido… ¿Habéis acudido a él, renunciando a vuestros expedientes, a vuestra incredulidad y a vuestra justicia propia? Id tal como sois, débiles, desvalidos y listos para morir.
¿Cuál es el “descanso” prometido? Es la conciencia de que Dios es fiel, de que nunca chasquea a quien acude a él. Su perdón es pleno y gratuito, y su aceptación significa descanso para el alma, reposo en su amor (Nuestra elevada vocación, p. 99).
Seremos salvados eternamente cuando entremos por las puertas de la ciudad. Entonces podremos regocijarnos de que somos salvados, eternamente salvados. Pero hasta entonces necesitamos prestar oídos a la admonición del apóstol: “Temamos, pues, no sea que permaneciendo aún la promesa de entrar en su reposo, alguno de vosotros parezca no haberlo alcanzado”. Hebreos 4:1. Tener un conocimiento de Canaán, cantar los himnos de Canaán, regocijarse en la perspectiva de entrar en Canaán, no llevó a los hijos de Israel hasta las viñas y olivares de la tierra prometida. Tan solo podían hacerla suya en verdad ocupándola, cumpliendo con las condiciones, ejerciendo fe viviente en Dios, aferrándose de sus promesas…
Cristo es el autor y consumador de nuestra fe, y cuando nos entregamos en sus manos, creceremos continuamente en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador. Progresaremos hasta que lleguemos a la estatura plena de hombres y mujeres en Cristo. La fe obra por el amor y purifica el alma, eliminando el amor al pecado que conduce a la rebelión contra la ley de Dios y a su transgression (A fin de conocerle, p. 162).
NO ENDUREZCÁIS VUESTROS CORAZONES
Lee Hebreos 4:4 al 7 y Salmo 95:8 al 11. ¿Qué advertencia se da allí, tanto
en los Salmos como en Hebreos, y qué debería decirnos hoy?
Hebreos 4:4 al 7, al igual que Salmo 95:11, cita el relato de la Creación en el contexto donde se habla de la infidelidad de los israelitas y, por lo tanto, de su incapacidad para entrar en el reposo que Dios quería para ellos.
De hecho, Salmo 95:8 al 11 conecta la experiencia de Israel en el desierto con el reposo de Dios e incluye el juramento divino de que el Israel infiel no entraría en su reposo, originalmente asociado con la Tierra Prometida.
Por supuesto, Israel entró en la Tierra Prometida. Una nueva generación cruzó la frontera y, con la ayuda de Dios, tomó las fortalezas de la tierra y se estableció allí.
Sin embargo, muchos no entraron en el reposo de Dios. Es decir, muchos no experimentaron la realidad de la salvación en Jesús porque su falta de fe se manifestó mediante una desobediencia flagrante. Aunque el descanso se relacionaba con la tierra, incluía más que solo el lugar donde viviría la gente.
Hebreos 4:6 sugiere que quienes habían oído la promesa divina del verdadero descanso no entraron debido a su desobediencia. ¿Cuál es la conexión entre la desobediencia y el no entrar en el reposo de Dios?
“Hoy” expresa urgencia. “Hoy” significa que no hay más tiempo que perder. “Hoy” requiere una respuesta y una decisión ahora.
Pablo se aferra a la palabra sēmeron, “hoy”, y realmente enfatiza su importancia en el contexto del descanso. Salmo 95:7 y 8, por su parte, es una advertencia y una súplica al pueblo de Dios para que no repita los errores de sus antepasados y no renuncie a entrar en el verdadero reposo que se halla solo en la salvación que Dios nos ofrece.
■ ¿Qué debería significar para nosotros, ahora, cuando escuchemos las palabras: “Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones”? ¿Qué tiene de importante la palabra hoy? A fin de cuentas, en Salmos se la usó hace miles de años. Sin embargo, ¿por qué debería continuar siendo tan importante para nuestro “hoy” como lo fue para quienes lo escucharon hace miles de años?
Miércoles
Dios requiere pronta e implícita obediencia a su ley; pero los hombres están dormidos o paralizados por los engaños de Satanás, quien les sugiere excusas y subterfugios, y vence sus escrúpulos diciendo, como dijo a Eva en el huerto: “No moriréis”. Génesis 3:4. La desobediencia no solo endurece el corazón y la conciencia del culpable, sino que tiende a corromper la fe de los demás. Lo que les parecía muy malo al principio, pierde gradualmente esta apariencia al estar constantemente delante de sus ojos, hasta que finalmente dudan de que sea realmente un pecado, e inconscientemente caen en el mismo error…
Muchos son los obstáculos que hay en la senda de los que quieren obedecer a los mandamientos de Dios. Hay fuertes y sutiles influencias que los vinculan con los caminos del mundo. Pero el poder del Señor puede romper esas cadenas. Él suprimirá todo obstáculo delante de los pies de sus fieles, o les dará fuerza y valor para vencer toda dificultad si buscan fervientemente su ayuda. Todos los obstáculos se desvanecerán ante un ferviente deseo de hacer la voluntad de Dios y un esfuerzo persistente por cumplirla a cualquier costo, aun cuando se hubiere de sacrificar la vida misma. La luz del Cielo iluminará las tinieblas de aquellos que, en las pruebas y perplejidades, avancen mirando a Jesús como el autor y consumador de su fe (Testimonios para la iglesia, t. 4, pp. 146-148).
La frialdad del hielo, la dureza del hierro, la naturaleza impenetrable e inimpresionable de la roca, todo esto encuentra una equivalencia en el carácter de muchos cristianos profesos. Así fue como el Señor endureció el corazón de Faraón. Dios habló al rey egipcio por boca de Moisés, dándole las evidencias más notables del poder divino; pero el monarca tercamente rehusó la luz que lo hubiera conducido al arrepentimiento. Dios no envió un poder sobrenatural para endurecer el corazón del rey rebelde, pero, como Faraón resistió a la verdad, el Espíritu Santo se retiró, y quedó en las tinieblas y la incredulidad que había elegido.
Los hombres se separan de Dios al rehusar la influencia del Espíritu. Él no tiene en reserva agentes más poderosos para iluminar sus mentes. Ninguna revelación de su voluntad puede alcanzarlos en su incredulidad (Nuestra elevada vocación, p. 162).
Cristo dice: “Yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca”. Juan 15:16. Como embajadora de Cristo, ruego a todos los que leen estas líneas que presten atención mientras se dice hoy: “Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones”. Hebreos 3:15; 4:7. Sin un momento de dilación, pregúntense: ¿Qué soy yo para Cristo? ¿Qué es Cristo para mí? ¿Cuál es mi obra? ¿Cuáles son las características del fruto que debo dar? (Cada día con Dios, p. 49).
LA CONQUISTA DE UNA CIUDAD CELESTIAL
El desarrollo lógico de las ideas clave en Hebreos 4 se vuelve especialmente evidente al leer Hebreos 4:8 al 11. Josué no le dio descanso a Israel. Por consiguiente, dado que Dios no miente, debe haber otro “descanso” pendiente para el pueblo de Dios. Este grupo no está conformado exclusivamente por creyentes judíos. Incluye a todos aquellos que han aceptado a Jesús como su Salvador personal.
Lee Gálatas 3:26 al 29 y observa las características del pueblo del Pacto
de Dios después de la Cruz. ¿Qué significa que no haya ni judío ni griego, ni
esclavo ni libre, ni varón ni mujer en el contexto en el que escribe Pablo?
A veces, Hebreos 4 se ha utilizado para enfatizar la observancia del sábado, mientras que en otras ocasiones se lo ha utilizado para cuestionar la validez de este reposo sabático, a la luz del hecho de que hay otro reposo (del tiempo del fin). Ninguna de las dos posturas refleja bien el texto bíblico. El texto sugiere que el énfasis del tiempo del fin en el reposo especial de Dios ha estado presente desde la Creación y que la celebración del descanso sabático ofrece una pequeña muestra semanal de ese descanso del tiempo del fin. Por cierto, los judíos consideran que el sábado es un pequeño precursor del ‘olam haba’ (“el mundo por venir”).
El reposo que se asemeja al sábado y que está pendiente para el pueblo de Dios, que refleja el descanso de Dios en el primer sábado de la historia de la Tierra, significa que podemos cesar de nuestras obras y confiar en que él cumplirá su promesa de salvación en nuestro favor.
No obstante los argumentos de algunos intérpretes, el contexto no respalda la sugerencia de que el mandamiento del sábado se había cumplido en el reposo de la salvación que Cristo logró, por lo que no es necesario que los cristianos lo obedezcan. El descanso definitivo que se nos promete mediante lo que Cristo hizo por nosotros no reemplaza el sábado bíblico; al contrario, lo enaltece.
En un mundo que valora mucho a los autosuficientes, el trabajo arduo y a los emprendedores, descansar en Jesús y confiar en que su gracia es suficiente para salvarnos y transformarnos es verdaderamente contracultural.
■ ¿Cómo puedes ayudar a los demás a hallar descanso en Jesús cuando piensan que sus pecados han sido demasiado graves, que su corazón no puede cambiar y que sus casos son verdaderamente desesperados? ¿Qué referencia bíblica compartirías con ellos?
Jueves
Dios no reconoce ninguna distinción por causa de la nacionalidad, la raza o la casta. Es el Hacedor de toda la humanidad. Todos los hombres son una familia por la creación, y todos son uno por la redención. Cristo vino para demoler todo muro de separación, para abrir todo departamento del templo, para que cada alma pudiese tener libre acceso a Dios. Su amor es tan amplio, tan profundo, tan completo, que penetra por doquiera. Libra de la influencia de Satanás a las pobres almas que han sido seducidas por sus engaños. Las coloca al alcance del trono de Dios, el trono circuido por el arco de la promesa.
En Cristo no hay ni judío ni griego, ni esclavo ni libre. Todos son atraídos por su preciosa sangre. Gálatas ٣:٢٨; Efesios ٢:١٣.
Cualquiera que sea la diferencia de creencia religiosa, el llamamiento de la humanidad doliente debe ser oído y contestado. Donde existe amargura de sentimiento por causa de la diferencia de la religión, puede hacerse mucho bien mediante el servicio personal. El ministerio amante quebrantará el prejuicio, y ganará las almas para Dios (Palabras de vida del gran Maestro, p. 318).
Es imposible que escapemos por nosotros mismos del hoyo de pecado en el que estamos sumidos. Nuestro corazón es malo, y no lo podemos cambiar. “¿Quién podrá sacar cosa limpia de inmunda? Ninguno”. Job 14:4. “El ánimo carnal es enemistad contra Dios; pues no está sujeto a la ley de Dios, ni a la verdad lo puede estar”. Romanos 8:7. La educación, la cultura, el ejercicio de la voluntad, el esfuerzo humano, todos tienen su propia esfera, pero no tienen poder para salvarnos. Pueden producir una corrección externa de la conducta, pero no pueden cambiar el corazón; no pueden purificar las fuentes de la vida. Debe haber un poder que obre desde el interior, una vida nueva de lo alto, antes que el hombre pueda convertirse del pecado a la santidad. Ese poder es Cristo. Únicamente su gracia puede vivificar las facultades muertas del alma y atraer está a Dios, a la santidad (El camino a Cristo, p. 18).
Muchos cometen un grave error en su vida religiosa al mantener la atención fija en sus sentimientos para juzgar si progresan o si declinan. Los sentimientos no son un criterio seguro. No hemos de buscar en nuestro interior la evidencia de que Dios nos ha aceptado. No encontraremos allí otra cosa que motivos de desaliento. Nuestra única esperanza consiste en mirar a Jesús, “autor y consumador de nuestra fe”. Hebreos 12:2. En él está todo lo que puede inspirarnos esperanza, fe y valor. Él es nuestra justicia, nuestro consuelo y regocijo.
Los que buscan consuelo en su interior se cansarán y desilusionarán. El sentimiento de nuestra debilidad e indignidad debe inducirnos a invocar con humildad de corazón el sacrificio expiatorio de Cristo. Al confiar en sus méritos, hallaremos descanso, paz y gozo. Él salva hasta lo sumo a todos los que se allegan a Dios por él (Testimonios para la iglesia, t. 5, p. 186).
PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:
“No siempre estamos listos para venir a Jesús con nuestras pruebas y dificultades. A veces relatamos libremente nuestros problemas, confiándolos a oídos humanos, y compartimos nuestras aflicciones con los que no pueden ayudarnos, mientras que descuidamos el confiarle todo a Jesús, quien puede cambiar la tristeza en gozo y paz. La abnegación, el altruismo, le da gloria y victoria a la Cruz. Las promesas de Dios son muy preciosas. Debemos estudiar su Palabra si queremos conocer su voluntad. Las palabras inspiradas, si se las estudia con cuidado y se las obedece en la práctica, guiarán nuestros pies por una senda allanada, por donde podemos caminar sin tropezar. Oh, si todos, pastores y el pueblo, llevaran sus cargas y sus perplejidades a Jesús, quien espera para recibirlos, y darles paz y descanso. Nunca abandonará a los que depositan su confianza en él” (EJ 271; The Signs of the Times, 17/3/1887, p. 161).
“Queridos jóvenes: ¿podéis mirar hacia adelante con gozosa esperanza y expectación hacia el tiempo cuando el Señor, vuestro Juez justo, confiese vuestro nombre ante el Padre y los santos ángeles? La mejor preparación que podéis tener para la segunda venida de Cristo es descansar con fe firme en la gran salvación que nos trajo en su primera venida. Debéis creer en Cristo como en un Salvador personal” (NEV 370).
PREGUNTAS PARA DIALOGAR:
1. ¿Qué tiene de especial el día de reposo sabático que prefigura el descanso celestial de Dios para su pueblo? Es decir, ¿de qué manera el descanso sabático nos da un anticipo de la Eternidad?
2. Expiación significa reconciliación e indica el camino de regreso a Dios. Piensa en esta importante declaración que se encuentra en Romanos 5:11: “Y no solo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación”. Si alguien te pregunta: “¿Qué significa estar reconciliado con Dios y qué diferencia marcó esta reconciliación en tu vida?”, ¿qué responderías?
3. ¿Cómo podemos evitar especializarnos en cosas secundarias en nuestra vida cristiana? ¿Qué nos mantiene enfocados en el cuadro completo que se ofrece en la Palabra de Dios?
4. Vuelve a reflexionar en todos los errores y la falta de fe que los hijos de Israel manifestaron en el desierto. Aunque los detalles de sus desafíos son diferentes de los nuestros (no estamos vagando por un vasto desierto), ¿qué principios comunes existen? Es decir, en nuestra experiencia cristiana, ¿cómo podríamos enfrentarnos a los mismos desafíos que ellos y cómo podemos aprender de sus errores?
Viernes
Alza tus ojos, 2 de marzo, “Mezclar la fe con el oír”, p. 73;
La historia de la redención, “La eterna ley de Dios”, pp. 148-151.
"DESCANSO EN CRISTO"
📖 | L1 | L2 | L3 | L4 | L5 | L6 |
L7 | L8 | L9 | L10 | L11 | L12 | L13 |
Dios lo bendiga!!!
Lección 11
EL SÁBADO ENSEÑARÉ...
Parte I: RESEÑA
El Antiguo Testamento está lleno de tipos, sombras y rituales que los cristianos del siglo XXI a menudo ignoran, pero tienen un profundo significado espiritual. Entendidos correctamente, mejoran enormemente nuestra vida espiritual.
Toda la historia de Israel es un ejemplo de nuestro andar cristiano con Dios. Así como los israelitas fueron liberados milagrosamente de la esclavitud en Egipto, atravesaron el Mar Rojo, comieron maná en el desierto y bebieron de la roca en su viaje, nosotros también estamos en un viaje espiritual. Providencialmente, Cristo nos libera de la esclavitud del pecado, nos conduce a través de las aguas del bautismo, nos nutre con el maná de su Palabra y sacia nuestra sed terrible en el desierto de este mundo mediante su propia vida.
Dios instruyó a Israel para que construyera un santuario en el desierto a fin de que él habitara “en medio de ellos” (Éxo. 25:8). Este santuario debía construirse según el “modelo” de la realidad celestial (25:40). Todo lo relacionado con su construcción y sus servicios revela verdades eternas sobre el Cristo viviente. Jesús está representado en cada ofrenda. El sacerdocio, el mobiliario y el servicio, todo señala a Cristo. El sistema sacrificial con derramamiento de sangre presagia la sangre derramada de Cristo.
El objetivo de la liberación de Israel y su salida de Egipto era llegar a Canaán. La Tierra Prometida les brindaría el descanso celestial. El descanso sabático prefiguraba este descanso mayor en Cristo y era un precursor del descanso que Dios tenía previsto para ellos en la Tierra Prometida (Heb. 4:1-11).
Parte II: COMENTARIO
A menudo el apóstol Pablo se refirió a la experiencia de Israel en su viaje a la Tierra Prometida como un ejemplo para los creyentes cristianos. En 1 Corintios 10:11, declara: “Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos”. Los ejemplos del Antiguo Testamento ofrecen aportes valiosos para la vida cristiana.
Visitemos el Santuario con nuestra imaginación. Vemos a un hombre con un cordero acercarse al Altar y colocar la mano sobre el animal. Levítico 4:33 aclara el significado: “Y pondrá su mano sobre la cabeza de la ofrenda de expiación”. Poner la mano sobre el cordero implica confesión, y la auténtica confesión es específica. Levítico 5:5, en su descripción de la ofrenda por la culpa, señala esto: “Confesará aquello en que pecó”.
Simbólicamente, el pecado se transfería de la persona al cordero. Por ende, el cordero debía morir. ¿Por qué debía morir el cordero? ¿Qué mal hizo el cordero? Nada, absolutamente nada. Pero este es un mensaje central del Santuario: cuando confesamos nuestros pecados, en la práctica, estos se transfieren a Jesús, el Cordero de Dios. ¿Quién mata al sacrificio? El pecador arrepentido que ha transferido su pecado al sustituto. “Y la degollará [a la ofrenda] por expiación en el lugar donde se degüella el holocausto” (Lev. 4:33). Presta atención a los pasos que esto conlleva.
El libro El conflicto de los siglos describe la escena de esta manera: “Día tras día el pecador arrepentido llevaba su ofrenda a la puerta del Tabernáculo y, poniendo la mano sobre la cabeza de la víctima, confesaba sus pecados, transfiriéndolos así figurativamente de sí mismo a la víctima inocente. Luego, se mataba el animal” (CS 470).
Después, el sacerdote tomaba la sangre del animal sacrificado y la rociaba ante el velo en el Lugar Santo del Santuario. En algunos casos especiales, el sacerdote comía la carne y luego entraba en el Santuario. Así, el pecado se transfería al cuerpo del sacerdote que había comido la carne. La persona común, por supuesto, no podía entrar en el Santuario. Cuando los pecados de esa persona se transferían al Santuario, quedaban ocultos a la vista humana. Nadie podía verlos. La sangre de Cristo los cubría.
Por lo tanto, David exclama, en el Salmo 32:1: “Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado”. La palabra “bienaventurado” significa feliz, contento, realizado, en paz o en reposo. Cuando acudimos a Jesús y confesamos pecados específicos, nuestro corazón está en paz. Nuestros pecados realmente se transfieren al Santuario celestial. Por lo tanto, el salmista puede exclamar con alegría: “Cuanto está lejos el oriente del occidente, hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones” (Sal. 103:12). Ya no sobrellevamos la carga, la culpa, la vergüenza, la condenación del pecado; estas se transfirieron a nuestro Cordero moribundo. Nuestro Sacerdote viviente las lleva a través de su sangre al Santuario celestial.
Lecciones del Cordero
En el servicio habitual, cuando el pecador contrito transfería su pecado al cordero inocente, este se convertía en el portador del pecado. Por lo tanto, con referencia a Cristo, las Escrituras declaran: “Quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero” (1 Ped. 2:24). Así como el pecador arrepentido llevaba un sustituto que moría en lugar de esa persona, así cada persona arrepentida puede ir por fe al Calvario y, mirando al Hijo de Dios crucificado, decir: “Me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gál. 2:20).
La gracia de Cristo es inmerecida. Jesús experimentó la muerte agonizante y dolorosa que sufrirán los pecadores perdidos. Experimentó la plenitud de la ira del Padre, o el juicio contra el pecado. Fue rechazado para que nosotros pudiésemos ser aceptados. Él murió la muerte que era nuestra con el fin de que nosotros pudiéramos vivir la vida que era suya. Llevó la corona de espinas para que nosotros pudiéramos llevar una corona de gloria. Fue clavado en posición vertical con un dolor tortuoso sobre una cruz, para que nosotros pudiéramos reinar en un trono con los redimidos de todas las edades, vistiendo las túnicas de la realeza para siempre. En nuestra vergüenza y culpa, Jesús no nos rechazó; se acercó con amor para aceptarnos. El cordero moribundo representa el cuerpo destrozado, magullado, golpeado y ensangrentado de nuestro Salvador. Habla de un amor tan maravilloso, tan asombroso, tan divino que prefirió asumir la condenación, la culpa y el castigo del pecado sobre sí mismo antes que perder siquiera a uno de sus hijos eternamente.
Elena de White explica el significado de la Cruz en El Deseado de todas las gentes, página 701: “Sobre Cristo como Sustituto y Garante de nosotros fue puesta la iniquidad de todos nosotros. Fue contado por transgresor, para que pudiese redimirnos de la condenación de la Ley”. Esta es la historia de la gracia. Esta es la historia del amor inconmensurable de nuestro Salvador.
El descanso sabático en Cristo
El verdadero reposo sabático es el reposo de la gracia en los brazos amorosos de aquel que nos creó, que nos redimió y que vuelve por nosotros. ¿Recuerdas esa frase única de Génesis 2:3: “En él [el sábado] reposó de toda la obra que había hecho en la creación”? El sábado es el reposo de Dios. Descansó el séptimo día como un reconocimiento divino de que su obra estaba completa.
Hebreos 4:9 y 10 compara el reposo de Dios al final de la semana de la Creación, cuando cesó de sus obras, con nuestro cese de las obras humanas, al entrar en el reposo salvífico de Cristo. Hebreos lo expresa de esta manera: “Por tanto, queda un reposo para el pueblo de Dios. Porque el que ha entrado en su reposo, también ha reposado de sus obras, como Dios de las suyas” (Heb. 4:9, 10). Según las Escrituras, nuestro descanso sabático es un acto de adoración suprema en el que descansamos totalmente en Jesús para nuestra salvación. El Comentario bíblico adventista hace esta perspicaz declaración sobre Hebreos 4:4: “Así como permanece inmutable el propósito original de Dios para este mundo –su ‘reposo’–, de la misma manera permanece inmutable el día de reposo o séptimo día, el día de ‘reposo’ que él estableció como un recordativo de la Creación para que no olvidáramos su propósito al crear este mundo. Por eso, la observancia del reposo del séptimo día testifica no solo de la fe en Dios como Creador de todas las cosas, sino también de la fe en su poder para transformar la vida y hacer idóneos a los seres humanos para que entren en ese ‘reposo’ eterno que originalmente fue para los habitantes de esta Tierra” (CBA 7:435).
Hay una gran riqueza en el concepto de descanso divino. El libro de Hebreos amplía el concepto de manera espectacular. Para el autor de Hebreos, el descanso divino implica una relación de fe con Jesús que nos lleva a descansar en aquel que nos creó, sabiendo que él nunca nos dejará ni nos desamparará. También incluye descansar en su obra completa de la Cruz. Descansar en Cristo es confiar en su gracia para nuestra salvación; pero el resto en Hebreos 4 incluye mucho más. La meta de Cristo para Israel era llevarlo a la Tierra Prometida. Su propósito no era que deambularan por el desierto durante cuarenta años. Sus corazones siempre estarían inquietos hasta que llegaran sanos y salvos a su tierra de origen. Cuando se cumpliera la promesa del Pacto, encontrarían paz duradera y descanso celestial. Cualesquiera que sean los desafíos que enfrentemos en esta Tierra, el descanso que ofrece Cristo no es temporal; el reposo sabático prefigura el descanso eterno que Jesús desea para nosotros en la Tierra Prometida celestial. Entonces, y solo entonces, nuestro corazón estará en paz permanente. Nuestro descanso en Cristo hoy precede al día glorioso en el que descansaremos con él por la eternidad.
Parte III: APLICACIÓN A LA VIDA
Pide que alguien lea en voz alta el siguiente poema anónimo en clase, teniendo en cuenta lo que estudiamos en la lección de esta semana.
sin luchas, sin preocupaciones, sin tensiones
contra el peso de los días
que me causan lágrimas y dolor.
Déjame recordar que tu mano
puede aligerar toda carga.
Y en tu presencia estaré seguro
en el camino más tenebroso de la vida.
Porque has dicho que cercano estás
a todos los que necesitan tu ayuda.
Entonces, torpe y mortal como soy,
¿por qué debería temer?
"DESCANSO EN CRISTO"
📖 | L1 | L2 | L3 | L4 | L5 | L6 |
L7 | L8 | L9 | L10 | L11 | L12 | L13 |
Dios los bendiga!!
COMENTARIOS