Lección 7: El descanso, las relaciones y la salud | Descanso en Cristo | Escuela Sabática 3T 2021
Lección 7: Para el 14 de agosto de 2021
EL DESCANSO, LAS RELACIONES Y LA SALUD
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Génesis 42:7–20; Mateo 25:41–46; Génesis 42:21–24; 45:1–15; Lucas 23:34; Génesis 50:15–21.
PARA MEMORIZAR:
“Ahora, pues, no os entristezcáis, ni os pese de haberme vendido acá; porque para preservación de vida me envió Dios delante de vosotros” (Gén. 45:5).
Un hombre había sido acusado de agredir sexualmente a una mujer. Ella lo identificó positivamente en una rueda de reconocimiento. Aunque las evidencias hacían que la culpabilidad de él fuera dudosa, la mujer insistió en que “Johnny” era el culpable.
Y así Johnny fue a la cárcel, donde se pudrió durante catorce años por un delito que no cometió. Recién cuando las evidencias de ADN lo exoneraron, la mujer, “Joan”, se dio cuenta de su terrible error.
Quería conocer a Johnny después de que lo liberaron. ¿Qué haría este hombre, que sufrió tanto, cuando se encontrara cara a cara con la mujer que le había arruinado la vida durante tantos años?
Ella lo estaba esperando en una habitación. Cuando él entró, se miraron a los ojos y Joan se largó a llorar.
“Johnny simplemente se inclinó y me tomó las manos, me miró y me dijo: ‘Te perdono’. Yo no podía creerlo. Allí estaba este hombre al que yo había odiado y solo le deseaba la muerte. Y sin embargo, ahora, aquí estaba él, diciéndome a mí, que le había hecho tanto mal, que me perdonaba. Recién entonces comencé a comprender de qué se trataba realmente la gracia. Y recién entonces comencé a sanar y a tener un verdadero descanso”.
Sábado
Este relato contiene lecciones de fe y aliento para los que están convencidos de pecado y abrumados por el sentido de su indignidad. La Biblia presenta fielmente el resultado de la apostasía de Israel; pero describe también su profunda humillación y su arrepentimiento, la ferviente devoción y el sacrificio generoso que señalaron las ocasiones en que regresó al Señor.
Cada verdadero retorno al Señor imparte gozo permanente a la vida. Cuando el pecador cede a la influencia del Espíritu Santo, ve su propia culpabilidad y contaminación en contraste con la santidad del gran Escudriñador de los corazones. Se ve condenado como transgresor. Pero no por esto debe ceder a la desesperación, pues ya ha sido asegurado su perdón. Puede regocijarse en el conocimiento de que sus pecados están perdonados y en el amor del Padre celestial que le perdona. Es una gloria para Dios rodear a los seres humanos pecaminosos y arrepentidos con los brazos de su amor, vendar sus heridas, limpiarlos de pecado y cubrirlos con las vestiduras de salvación {Profetas y reyes, p. 493).
El amor de Dios es algo más que una simple negación; es un principio positivo y eficaz, una fuente viva que corre eternamente para beneficiar a otros. Si el amor de Cristo mora en nosotros, no solo no abrigaremos odio alguno hacia nuestros semejantes, sino que trataremos de manifestarles nuestro amor de toda manera posible...
Cuando alguien que profesa servir a Dios perjudica a un hermano suyo, calumnia el carácter de Dios ante ese hermano, y para reconciliarse con Dios debe confesar el daño causado y reconocer su pecado. Puede ser que nuestro hermano nos haya causado un perjuicio aún más grave que el que nosotros le produjimos, pero esto no disminuye nuestra responsabilidad. Si cuando nos presentamos ante Dios recordamos que otra persona tiene algo contra nosotros, debemos dejar nuestra ofrenda de oración, gratitud o buena voluntad, e ir al hermano con quien discrepamos y confesar humildemente nuestro pecado y pedir perdón {El discurso maestro de Jesucristo, p. 53).
Si hemos defraudado o perjudicado en algo a nuestro hermano, debemos repararlo. Si hemos dado falso testimonio sin saberlo, si liemos repetido equivocadamente sus palabras, si hemos afectado su influencia de cualquier manera que sea, debemos ir a las personas con quienes hemos hablado de él, y retractarnos de todos nuestros dichos perjudiciales.
Si las dificultades entre hermanos no se manifestaran a otros, sino que se resolvieran francamente entre ellos mismos, con espíritu de amor cristiano, ¡cuánto mal se evitaría! ¡Cuántas raíces de amargura que contaminan a muchos quedarían destruidas, y con cuánta fuerza y ternura se unirían los seguidores de Cristo en su amor! (El discurso maestro de Jesucristo, pp. 53, 54)
ENFRENTAR EL PASADO
Finalmente, las cosas avanzaron en la dirección correcta para José, a lo grande. Salió de la cárcel y además lo nombraron primer ministro de Egipto después de interpretar los sueños del faraón (Gén. 41). Se casa y tiene dos hijos propios (41:50–52). Los almacenes de Egipto están llenos... y ha comenzado la hambruna predicha. Entonces, un día, los hermanos de José aparecen en Egipto.
Lee el primer encuentro entre José y sus hermanos en Génesis 42:7 al
20. ¿Por qué un plan tan elaborado? ¿Qué estaba tratando de lograr José
con esta primera reunión?
José tenía poder, y podría haberse vengado de sus hermanos sin tener que justificarse. Pero, en lugar de hacerlo, se preocupa por los miembros de su familia. Se preocupa por su padre. ¿Seguiría vivo o su familia disfuncional se había convertido en una familia sin patriarca? ¿Y su hermano Benjamín? Al ser el deleite y el gozo de su padre, Benjamín estaba ahora en la misma situación que estuvo José. ¿Habían transferido los hermanos sus peligrosos celos a Benjamín? José ahora está en condiciones de cuidar a estas personas vulnerables de su familia, y eso es lo que hace.
Practicar los principios bíblicos en nuestras relaciones no significa que podamos o debamos aceptar el abuso. Cada uno es precioso a los ojos de Dios. Jesús pagó el precio máximo en la Cruz por cada uno de nosotros.
¿Por qué Jesús se toma como algo tan personal el abuso y la desatención de los demás? Lee Mateo 25:41 al 46.
Todos hemos sido comprados con la sangre de Jesús, y legalmente todos somos suyos. Cualquiera que sea abusivo está atacando lo que pertenece a Jesús.
El abuso sexual y la violencia física o emocional nunca deben formar parte de la dinámica familiar. No se trata solo de una cuestión familiar privada que se resuelve internamente; esto requerirá ayuda externa e intervención. Si tú o alguien de tu familia están siendo abusados, busca ayuda con un profesional de confianza.
■ ¿Cuáles son algunos de los principios bíblicos que necesitas aplicar a cualquier relación familiar difícil que estés viviendo ahora?
Domingo
Habiendo oído hablar de la abundante provisión hecha por el rey de Egipto, diez de los hijos de Jacob se trasladaron allá para comprar granos. Al llegar, los llevaron a ver al virrey, y juntamente con otros solicitantes se presentaron ante el gobernador de la tierra. "E inclináronse a él rostro por tierra"...
Al ver a sus hermanos inclinándose y saludándole con reverencias, José recordó sus sueños, y las escenas del pasado se presentaron vivamente ante él. Su mirada penetrante, al examinar el grupo, descubrió que Benjamín no estaba entre ellos. ¿Habría sido él también víctima de la traicionera crueldad de aquellos hombres rudos? Decidió averiguar la verdad...
José deseaba saber si todavía tenían el mismo espíritu arrogante que cuando él estaba con ellos, y también quería obtener alguna información respecto a su hogar; no obstante, sabía muy bien cuán engañosas podían ser las declaraciones que ellos hicieran (Historia de los patriarcas y profetas, pp. 225, 226).
Los siervos de Cristo no han de actuar según los dictados del corazón natural. Necesitan tener una íntima comunión con Dios, no sea que, bajo la provocación, el yo se levante y ellos dejen escapar un torrente de palabras inconvenientes, que disten mucho de ser como el rocío y como las suaves gotas que refrescan las plantas agostadas. Esto es lo que Satanás quiere que hagan; porque estos son sus métodos. Es el dragón el que se aira, es el espíritu de Satanás el que se revela en la cólera y las acusaciones. Pero los siervos de Dios han de ser representantes suyos. Él desea que trafiquen únicamente con la moneda del cielo, la verdad que lleva su propia imagen e inscripción. El poder por el cual han de vencer al mal es el poder de Cristo. La gloria de Cristo es su fuerza. Han de fijar sus ojos en su hermosura. Entonces podrán presentar el Evangelio con tacto y amabilidad divina. Y el espíritu que se mantiene amable bajo la provocación hablará más eficazmente en favor de la verdad que cualquier argumento, por enérgico que sea (El Deseado de todas las gentes, pp. 319, 320).
Jesús es nuestra única esperanza. Podemos contemplarlo: Es nuestro Salvador. Podemos confiar en su palabra y depender de él. Sabe exactamente qué clase de ayuda necesitamos, y podemos confiar seguramente en él. Si dependemos únicamente de la sabiduría humana para conducirnos, nos hallaremos en el bando de los perdedores. Pero podemos acudir directamente al Señor Jesús, pues él ha dicho: "Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas". Tenemos el privilegio de aprender de Aquel...
Tenemos un auditorio divino al cual presentar nuestras peticiones. Nada nos impida, pues, ofrecer nuestras súplicas en el nombre de Jesús, creyendo con fe inquebrantable que Dios nos escucha y que nos responderá. Llevemos nuestras dificultades a Dios, humillándonos delante de él (Testimonios para los ministros, p. 486, 487).
PREPARACIÓN DEL TERRENO
José perdonó a sus hermanos. No sabemos exactamente cuándo los perdonó, pero obviamente pasó mucho tiempo antes de que aparecieran. José probablemente nunca habría prosperado en Egipto si no los hubiera perdonado, porque lo más probable era que la ira y la amargura hubiesen devorado su alma y perjudicado su relación con el Señor.
Varios estudios de sobrevivientes de tragedias que otros les infligieron resaltan el hecho de que, para las víctimas de los sufrimientos más espantosos, el perdón fue un factor clave para encontrar sanidad y recomponer su vida nuevamente. Sin perdón, continuamos siendo víctimas. El perdón tiene más que ver con nosotros mismos que con las personas que nos hayan hecho daño.
Si bien José perdonó a sus hermanos, no está dispuesto a retomar las relaciones familiares en el punto donde él las dejó; es decir, en el pozo seco de Dotán. Tiene que averiguar si cambió algo.
¿Qué escucha José? Lee Génesis 42:21 al 24. ¿Qué descubre de sus hermanos?
Toda la comunicación se ha venido realizando mediante un intérprete, por lo que los hermanos de José no saben que él entiende lo que ellos dicen.
José escucha la confesión de sus hermanos. Los hermanos habían pensado que, al deshacerse de José, este ya no los delataría con su padre. Creyeron que ya no tendrían que soportar sus sueños ni ver cómo se deleitaba en su papel de favorito de su padre. Pero, en lugar de hallar descanso, todos estos años se han visto acosados por una conciencia culpable. Su accionar había provocado inquietud y un temor paralizador en cuanto a la retribución de Dios. José realmente siente pena por el sufrimiento de ellos. Llora por ellos. José sabe que la hambruna aún durará varios años, por lo que insiste en que traigan a Benjamín con ellos la próxima vez que fueran a comprar grano (Gén. 42:20). También retiene a Simeón como rehén (42:24).
Después de ver que Benjamín todavía está vivo, organiza una fiesta; en la que obviamente muestra favoritismo hacia Benjamín (43:34) para ver si los viejos patrones de celos aún estaban vigentes en ellos. Los hermanos no muestran ninguna señal de celos, pero José sabe lo astutos que pueden ser. A fin de cuentas, engañaron a todo un pueblo (34:13), y seguramente él se imagina que debieron haberle mentido a su propio padre acerca de su suerte (37:31-34). Por ende, define una prueba más importante. (Vers. 44.)
■ Lee Génesis 45:1 al 15. ¿Qué nos dice esto acerca de los sentimientos de José por sus hermanos y el perdón que les había dado? ¿Qué lecciones debemos aprender de esta historia para nuestra vida?
Lunes
Sus hermanos [de José] permanecieron inmóviles, mudos de temor y asombro. ¡El gobernador de Egipto era su hermano José, a quien por envidia habían querido asesinar, y a quien por fin habían vendido como esclavo! Todos los tormentos que le habían hecho sufrir pasaron ante ellos. Recordaron cómo habían menospreciado sus sueños, y cómo habían luchado por evitar que se cumplieran...
Viendo su confusión, les dijo amablemente: "Llegaos ahora a mí", y cuando se acercaron, él prosiguió: "Yo soy José vuestro hermano el que vendisteis para Egipto. Ahora pues, no os entristezcáis, ni os pese de haberme vendido acá; que para preservación de vida me envió Dios delante de vosotros". Considerando que ya habían sufrido ellos lo suficiente por su crueldad hacia él, noblemente trató de desvanecer sus temores y de reducir la amargura de su remordimiento...
"Y echóse sobre el cuello de Benjamín su hermano, y lloró; y también Benjamín lloró sobre su cuello. Y besó a todos sus hermanos, y lloró sobre ellos: y después sus hermanos hablaron con él". Confesaron humildemente su pecado, y le pidieron perdón. Durante mucho tiempo habían sufrido ansiedad y remordimiento, y ahora se regocijaron de que José estuviera vivo (Historia de los patriarcas y profetas, pp. 233, 234).
Aunque José fue exaltado y llegó a ocupar el cargo de gobernante de toda la tierra, no se olvidó del Señor. Sabía que era extranjero en tierra extraña, que estaba separado de su padre y de sus hermanos que a menudo lo habían entristecido, pero creía firmemente que la mano del Altísimo había dirigido todo para que ocupara un puesto importante. A la par que dependía de Dios constantemente, cumplía con fidelidad los deberes de su cargo como gobernador de la tierra de Egipto...
Ellos [los hermanos de José] humildemente confesaron las faltas que habían cometido contra José, y le suplicaron su perdón, y se regocijaron grandemente al encontrarlo vivo, pues habían sufrido remordimiento y gran angustia mental desde el momento cuando lo habían tratado con crueldad. Y ahora, al saber que no eran culpables de su sangre, se aliviaron sus mentes turbadas.
Con gusto José perdonó a sus hermanos, y los envió de nuevo con amplias provisiones y carruajes, todo lo necesario para traer la familia de su padre y sus propias familias a Egipto. José dio a su hermano Benjamín regalos más valiosos que los de sus otros hermanos. Mientras los enviaba les encargó: "No riñáis por el camino". Temía que pudieran tener disputas, y culparse unos a otros en cuanto a su trato tan cruel con él mismo. Con gozo volvieron a su padre (Spiritual Gifts, t. 3, pp. 152, 167).
Jesús conoce las circunstancias que rodean a cada alma. Tú puedes decir: Soy pecador, muy pecador. Puedes serlo; pero cuanto peor seas, tanto más necesitas a Jesús. Él no se aparta de ninguno que llora contrito. No dice a nadie todo lo que podría revelar, pero ordena a toda alma temblorosa que cobre aliento. Perdonará libremente a todo aquel que acuda a él en busca de perdón y restauración {El Deseado de todas las gentes, pp. 521, 522).
¿PERDONAR Y OLVIDAR?
El perdón se ha definido como la disposición a abandonar nuestro derecho al resentimiento, la condena y la venganza hacia un delincuente o un grupo que actúa injustamente. La Dra. Marilyn Armour, terapeuta familiar que trabajó con sobrevivientes del Holocausto con el objetivo de averiguar qué habían hecho estos sobrevivientes para dar un sentido a lo que les sucedió, escribe: “La idea del perdón es un acto intencional de la víctima. No es algo que simplemente suceda”.
El perdón no significa que no habrá consecuencias. El perdón no significa dejar que un abusador continúe con sus patrones abusivos. El perdón significa que entregamos nuestro resentimiento y nuestro deseo de venganza a Dios. Si no, la ira, la amargura, el resentimiento y el odio harán que lo que esa persona o grupo nos hayan hecho resulte aún peor.
¿En qué nos beneficia el perdonar a los demás? Considera Mateo 18:21
al 35.
Sin duda, una de las claves para aprender a perdonar es captar cuánto
se nos ha perdonado en Cristo.
En efecto, todo pecado es un pecado en contra de nuestro Señor y Hacedor.
Sin embargo, en Jesús, podemos reclamar el perdón total por todos
esos pecados; no porque lo merezcamos (no lo merecemos), sino solo por
la gracia de Dios hacia nosotros. Una vez que podamos comprender esa
verdad sagrada, una vez que podamos hacer nuestro este perdón, una vez
que podamos experimentar por nosotros mismos la realidad del perdón
de Dios, podremos comenzar a soltar la amargura y perdonar a los demás.
Perdonamos no porque los demás lo merezcan, sino porque es lo que hemos
recibido de Dios y lo que necesitamos nosotros mismos.
José ofreció también una segunda oportunidad para las relaciones familiares. No hay rencores aquí; no vuelve a las cosas que sucedieron en el pasado. Es casi imposible comenzar de nuevo en una familia cuando todos nos hemos convertido en expertos en aprender la mejor manera de lastimarnos unos a otros. Pero no es así como reacciona José. Quiere dejar atrás el pasado y seguir adelante con amor y aceptación. Si José hubiera tenido una actitud diferente, esta historia habría tenido un final diferente, no tan feliz.
■ “Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, y cuyos pecados son cubiertos. Bienaventurado el varón a quien el Señor no inculpa de pecado” (Rom. 4:7, 8). ¿Qué nos está diciendo Pablo acerca de lo que se nos ha dado en Jesús y cómo esta maravillosa promesa debería impactar en nuestra manera de relacionarnos con aquellos que nos han lastimado?
Martes
Pedro había venido a Cristo con la pregunta: "¿Cuántas veces perdonaré a mi hermano que pecare contra mí? ¿hasta siete?"... Cristo enseñó que nunca debemos cansarnos de perdonar. No "hasta siete — dijo él—, mas aun hasta setenta veces siete".
Luego mostró el verdadero fundamento sobre el cual debe concederse el perdón, y el peligro de albergar un espíritu no perdonador. En una parábola narró el trato de un rey con los funcionarios que administraban los asuntos de su gobierno. Algunos de ellos recibían grandes sumas de dinero que pertenecían al estado. Cuando el rey investigó la forma en que habían administrado ese depósito, fue traído delante de él un hombre cuya cuenta mostraba que debía a su señor la inmensa suma de diez mil talentos. No tenía nada con qué pagar, y, de acuerdo con la costumbre, el rey ordenó que fuera vendido con todo lo que tenía para que se pudiera hacer el pago. Pero el hombre, aterrorizado, cayó a sus pies y le suplicó diciendo: "Señor, ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo"...
"El señor, movido a misericordia de aquel siervo, lo soltó y le perdonó la deuda...
El perdón concedido por este rey representa un perdón divino de todo pecado. Cristo es representado por el rey, que, movido a compasión, perdonó al siervo deudor. El hombre estaba bajo la condenación de la ley quebrantada. No podía salvarse a sí mismo, y por esta razón Cristo vino a este mundo, revistió su divinidad con la humanidad, y dio su vida, el justo por el injusto. Se dio a sí mismo por nuestros pecados, y ofrece gratuitamente a toda alma el perdón comprado con su sangre (Palabras de vida del gran Maestro, pp. 190, 191).
Si tus hermanos yerran debes perdonarlos. Cuando vienen a ti confesando sus faltas, no debes decir: No creo que sean lo suficientemente humildes. No creo que sientan su confesión. ¿Qué derecho tienes para juzgarlos, como si pudieras leer el corazón? La Palabra de Dios dice: "Si se arrepintiere, perdónale. Y si siete veces al día pecare contra ti tu hermano, repréndele; y si se arrepintiere, perdónale". Lucas 17:3, 4...
No demos al que yerra ocasión de desanimarse. No permitamos que haya una dureza farisaica que haga daño a nuestro hermano. No se levante en la mente o el corazón un amargo desprecio. No se manifieste en la voz un dejo de escarnio. Si hablas una palabra tuya, si adoptas una actitud de indiferencia, o muestras sospecha o desconfianza, esto puede provocar la ruina de un alma. El que yerra necesita un hermano que posea el corazón del Hermano Mayor, lleno de simpatía para tocar su corazón humano. Sienta él el fuerte apretón de una mano de simpatía, y oiga el susurro: oremos. Dios les dará a ambos una rica experiencia. La oración nos une mutuamente y con Dios (Palabras de vida del gran Maestro, p. 195).
CÓMO PONERLO EN PRÁCTICA
A fin de poder perdonar, debemos admitir que nos han herido. Esto quizá sea difícil, ya que a veces nos sentimos más inclinados a enterrar nuestros sentimientos, en lugar de superarlos. Está bien reconocer ante Dios nuestros sentimientos no cristianos de resentimiento, e incluso de ira. Vemos que esto a menudo se expresa en los Salmos. Puedo sentirme libre de decir a Dios que no me gustó lo que pasó o cómo me trataron, y que esto me entristece, me enoja o ambas cosas.
En la historia de José, lo vemos llorar cuando ve a sus hermanos nuevamente, al revivir algunos de los sentimientos de su pasado.
¿Qué nos dice la declaración de Jesús en la Cruz sobre la oportunidad
del perdón? Lee Lucas 23:34.
Jesús no esperó a que nosotros pidiéramos perdón primero. Tampoco tenemos que esperar a que nuestro ofensor pida perdón. Podemos perdonar a los demás incluso sin que acepten nuestro perdón.
¿Qué enseñan Lucas 6:28 y Mateo 5:44 acerca de cómo relacionarnos con quienes nos hacen daño?
El perdón, como el amor, comienza con una decisión más que con un sentimiento. Podemos tomar la decisión de perdonar, aunque nuestras emociones quizá no concuerden con esta decisión. Dios sabe que es imposible tomar esta decisión con nuestras propias fuerzas, pero “todas las cosas son posibles para Dios” (Mar. 10:27). Por eso, se nos dice que oremos por aquellos que nos han herido. En algunos casos, quizás esta persona ya haya muerto, pero aún podemos orar pidiendo capacidad para perdonarla.
Sin duda, el perdón no siempre es fácil. El dolor y el daño que nos causan pueden ser devastadores; nos dejan heridos, paralizados, destrozados. Habrá recuperación si lo permitimos, pero aferrarse a la amargura, la ira y el resentimiento hará que la recuperación sea mucho más difícil.
La Cruz es el mejor ejemplo de lo que al mismo Dios le costó su perdón. Si el Señor pudo experimentar eso por nosotros, a pesar de que sabía que muchos aun así lo rechazarían, entonces no cabe duda de que nosotros también podemos aprender a perdonar.
■ ¿A quién necesitas perdonar, si no es por el bien de esa persona, al menos por el tuyo?
Miércoles
La cruz del Calvario nos atrae con poder, ofreciéndonos una razón por la cual deberíamos amar a nuestro Salvador y hacerlo el primero y el último y el mejor en todo. Deberíamos ocupar el lugar que nos corresponde como penitentes humildes al pie de la cruz. Allí, al contemplar la agonía de nuestro Salvador, al Hijo de Dios que muere —el Justo por los injustos—, podemos aprender lecciones de mansedumbre y humildad de mente. Contemplemos a Aquel a cuya sola palabra acudirían legiones de ángeles en su ayuda, transformado en un objeto de diversión y burla, de injurias y odio. El mismo se entrega como un sacrificio por el pecado. Al ser vilipendiado, no amenaza; cuando se lo acusa falsamente, no abre su boca. En la cruz, ora por sus asesinos. Al morir, paga un precio infinito por cada uno de ellos. Soporta sin murmurar el castigo por los pecados del hombre (Exaltad a Jesús, p. 227).
El Cielo contempló con pesar y asombro a Cristo colgado de la cruz, mientras la sangre fluía de sus sienes heridas y el sudor teñido de sangre brotaba en su frente. De sus manos y sus pies caía la sangre, gota a gota, sobre la roca horadada para recibir el pie de la cruz. Las heridas hechas por los clavos se desgarraban bajo el peso de su cuerpo. Su jadeante aliento se fue haciendo más rápido y más profundo, mientras su alma agonizaba bajo la carga de los pecados del mundo. Todo el cielo se llenó de asombro cuando Cristo ofreció su oración en medio de sus terribles sufrimientos: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen". Lucas 23:34 {El Deseado de todas las gentes, p. 708).
El Maestro del cielo, no menos un personaje que el Hijo de Dios, vino al mundo a revelar el carácter del Padre a los hombres, a fin de que lo adorasen en espíritu y en verdad. Cristo reveló a los hombres el hecho de que la adherencia más estricta a las ceremonias y rituales no los salvaría; porque el reino de Dios era espiritual en su naturaleza... Presentó a los hombres lo que era exactamente contrario a las representaciones del enemigo en cuanto al carácter de Dios, y buscó impresionar sobre los hombres el amor paternal del Padre, quien "de tal manera amó al mundo, que ha dado su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en él no se pierda, mas tenga vida eterna".
Instó a los hombres a reconocer la necesidad de la oración, el arrepentimiento, la confesión y el abandono del pecado. Les enseñó a ser honrados, tolerantes, misericordiosos y compasivos, recomendándoles amar no solo a quienes los amaban, sino a los que los odiaban y los trataban despectivamente. En todo esto estaba revelándoles el carácter del Padre, quien es longánime, misericordioso, lento para la ira y lleno de bondad y verdad. Los que aceptaron su enseñanza estaban bajo la custodia protectora de los ángeles, quienes eran comisionados para fortalecer, iluminar, a fin de que la verdad pudiera renovar y santificar el alma (Fundamentáis of Christian Education, p. 177)
CÓMO HALLAR DESCANSO DESPUÉS DEL PERDÓN
La familia de José finalmente llega a Egipto. No hay más secretos oscuros en la familia. Sus hermanos debieron de haber admitido que vendieron a José cuando le explicaron a su padre que el hijo que él pensaba que había muerto ahora era primer ministro de Egipto.
Si bien quizá no siempre sea posible o prudente restablecer las relaciones, esto no significa que no podamos perdonar. Probablemente no podamos abrazar a nuestro agresor ni llorar con él, pero es posible que deseemos expresar nuestro perdón verbalmente o por medio de una carta. Y luego es hora de soltar el dolor lo más posible. Quizá siempre quede algo de dolor, pero al menos podremos avanzar en nuestra recuperación.
Lee Génesis 50:15 al 21. ¿Qué les preocupa a los hermanos de José y por
qué? ¿Qué dice este temor acerca de ellos mismos?
Los hermanos de José habían estado viviendo en Egipto durante 17 años
(Gén. 47:28). No obstante, cuando Jacob murió, temieron que José se vengara.
Reconocieron nuevamente cuánto daño le habían causado a José. José les
vuelve a asegurar su perdón, ahora después de la muerte de su padre. Este
recordatorio probablemente fue bueno para José, al igual que para sus
hermanos.
Si la herida es profunda, probablemente tendremos que perdonar muchas
veces. Cuando sobrevengan a nuestra mente recuerdos del agravio,
tendremos que acudir a Dios inmediatamente en oración y tomar la decisión
de volver a perdonar.
Lee Génesis 50:20. ¿Cómo ayuda este versículo a explicar, al menos en parte, la disposición de José a perdonar el pecado de sus hermanos contra él?
José creía firmemente que su vida era parte del gran plan de Dios para ayudar a salvar de la hambruna a ese sector del mundo, y luego ayudar a su familia a cumplir la promesa de Dios de convertirse en una gran nación. El hecho de saber que Dios había anulado los planes malvados de sus hermanos con la intención de propiciar el bien, ayudó a José a perdonar.
■ La historia de José tuvo un final feliz. ¿Cómo respondemos cuando el final de una historia no es tan feliz? ¿O podríamos argumentar (es decir, a largo plazo) que cuando el pecado y el Gran Conflicto lleguen a su fin, cuando todos los problemas se resuelvan, será un final feliz? ¿Cómo podría esta esperanza ayudarnos?
Jueves
Sacado de una mazmorra, siervo de cautivos, donde fue víctima de la ingratitud y de la malicia, José se mantuvo fiel al Dios del cielo. Todo Egipto se asombró de la sabiduría del hombre a quien Dios había instruido. Faraón "lo puso por señor de su casa, y por gobernador de todas sus posesiones, para que reprimiera a sus grandes como él quisiese, y a sus ancianos enseñara sabiduría" Salmo 105:21, 22. Dios se manifestó por medio de José no solo a Egipto, sino a todas las naciones relacionadas con ese poderoso reino. Quiso hacerlo un portador de luz para todos los pueblos, y lo colocó en el segundo puesto, después del trono, en el mayor imperio del mundo; para que el beneficio de la iluminación celestial pudiera extenderse lejos y cerca. José representaba a Cristo, por su sabiduría y justicia, por la pureza y benevolencia de su vida diaria y por su devoción a los intereses de la gente, a pesar de que era una nación de idólatras. En su benefactor, por quien todo Egipto sentía gratitud y alabanza, ese pueblo pagano, y por su medio todas las naciones con las cuales se relacionaba, había de contemplar el amor de su Creador y Redentor (Testimonios para la iglesia, t. 6, pp. 223, 224).
El corazón en el cual reina el amor será guiado hacia un comportamiento bondadoso, cortés y compasivo hacia los demás, sean estos o no de nuestro agrado, sea que nos respeten o que nos traten mal. El amor es un principio activo; nos hace tener presente siempre lo bueno que hay en los demás, guardándonos de esta manera de las acciones desconsideradas para que no perdamos de vista nuestro objetivo de ganar almas para Cristo. El amor no procura lo suyo. No inducirá a las personas a que busquen su propia comodidad y complacencia. Es la pleitesía que le rendimos al yo lo que a menudo nos impide crecer en amor...
Otro punto sobresaliente en el carácter de José, digno de ser emulado por todo joven, es su profundo afecto filial. Al encontrarse con su padre, con sus ojos llenos de lágrimas, se abrazó afectuosa y amorosamente de su cuello. Al parecer sentía que todo lo que hiciera para brindarle comodidad a su padre no era suficiente, y lo cuidó durante sus últimos años con un amor tan tierno como el de una madre. No escatimó esfuerzo alguno para mostrarle respeto y amor en toda ocasión. José es un ejemplo de lo que debe ser un [hijo] {Testimonios para la iglesia, t. 5, pp. 116, 117).
[S]i nos allegamos a Dios sintiéndonos desamparados y necesitados, como realmente somos, y con fe humilde y confiada presentamos nuestras necesidades a Aquel cuyo conocimiento es infinito y que ve toda la creación y todo lo gobierna por su voluntad y palabra, El puede y quiere atender a nuestro clamor, y hará resplandecer la luz en nuestro corazón. Por la oración sincera nos ponemos en comunicación con la mente del Infinito. Quizás no tengamos al instante alguna prueba notable de que el rostro de nuestro Redentor se inclina hacia nosotros con compasión y amor; y sin embargo es así. Tal vez no sintamos su toque manifiesto, mas su mano se extiende sobre nosotros con-amor y piadosa ternura.
Cuando imploramos misericordia y bendición de Dios, debemos tener un espíritu de amor y perdón en nuestro propio corazón {El camino a Cristo, p. 97)
PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:
“Así como José fue vendido a los paganos por sus propios hermanos, Cristo fue vendido a sus enemigos más enconados por uno de sus discípulos. José fue acusado falsamente y arrojado en una prisión por causa de su virtud; asimismo Cristo fue menospreciado y rechazado porque su vida justa y abnegada reprendía el pecado; y aunque no fue culpable de mal alguno, fue condenado por el testimonio de testigos falsos. La paciencia y la mansedumbre de José bajo la injusticia y la opresión, el perdón que otorgó espontáneamente y su noble benevolencia hacia sus hermanos inhumanos representan la paciencia sin quejas del Salvador en medio de la malicia y el abuso de los impíos, y su perdón, que otorgó no solo a sus asesinos sino también a todos los que se alleguen a él confesando sus pecados y buscando absolución” (PP 244, 245).
“Nada puede justificar un espíritu no perdonador. Quien no es misericordioso hacia otros muestra que él mismo no participa de la gracia perdonadora de Dios. En el perdón de Dios, el corazón del que yerra se acerca al gran Corazón de amor infinito. La corriente de compasión divina fluye al alma del pecador, y de él hacia las almas de los demás. La ternura y la misericordia que Cristo ha revelado en su propia vida preciosa se verán en quienes lleguen a ser participantes de su gracia” (PVGM 196).
PREGUNTAS PARA DIALOGAR:
1. Alguien dijo una vez: “No perdonar es como beber veneno con la ilusión de que la otra persona muera”. ¿Qué significa esta declaración?
2. ¿Cuál era el propósito de todos los planes que elaboró José antes de revelar su identidad? ¿Qué hizo esto en favor de él y de sus hermanos?
3. El mayordomo de José debió de haber participado de algunos de los planes relacionados con los hermanos de José (p. ej., Gén. 44:1- 12). ¿Cómo afecta la experiencia del perdón a quienes solo son observadores?
4. “Dios nunca conduce a sus hijos de otra manera que la que ellos elegirían si pudiesen ver el fin desde el principio, y discernir la gloria del propósito que están cumpliendo como colaboradores suyos” (DTG 197). Piensa en tu propia vida al meditar en esta declaración. Entender esto, ¿cómo podría ayudarnos a superar muchas de las pruebas y las luchas que enfrentamos?
Viernes
Obreros evangélicos, “Cómo prepara Dios a sus obreros” pp. 284, 285;
Hijos e hijas de Dios, 26 de mayo, “En perdón”, p. 155.
"DESCANSO EN CRISTO"
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Dios lo bendiga!!!
Lección 7
EL SÁBADO ENSEÑARÉ...
Parte I: RESEÑA
La idea del perdón plantea interrogantes en muchas personas. Si perdonamos a alguien que nos ha hecho mucho daño antes de que se arrepienta, ¿estamos justificando su comportamiento? Si perdonamos a una persona, ¿significa eso que debemos establecer o restablecer una relación cercana con ella? El perdón ¿restablece siempre las relaciones?
La vida de José ilustra el poder del perdón. Es un excelente ejemplo de la gracia del perdón.
Durante la lección de esta semana, veremos cómo el perdón nos libera del veneno de la amargura. El perdón nos cambia. Nos libera de la esclavitud del resentimiento. El corazón de José se llenó de perdón antes de que sus hermanos se lo pidieran, porque sintió que Dios tenía un propósito primordial para su vida. Sus hermanos sufrieron la culpa de su accionar durante años. Estaban atormentados por el recuerdo de esa última mirada persistente en el rostro de su hermano cuando se lo llevaban como esclavo. Así como José necesitaba perdonar, ellos necesitaban el perdón. El perdón facilita el restablecimiento de las relaciones quebradas.
Jesús, pendiendo de la cruz con clavos en las manos y los pies, y la sangre fluyendo libremente de cada uno de sus miembros, clamó: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Luc. 23:34). Podemos perdonar a los demás porque Jesús nos perdonó a nosotros.
Parte II: COMENTARIO
El perdón es una actitud de gracia para aquellos que nos han hecho daño. Este no justifica su comportamiento pecaminoso; los libera de nuestra condena y los trata con amabilidad a pesar de lo que nos han hecho. El perdón auténtico no espera hasta que la persona que te ha hecho daño te pida que la perdones. El perdón auténtico opta por perdonar a los demás aunque no lo merecen, porque el amor de Dios llega a nosotros cuando no lo merecemos.
Cuando José se encontró con sus hermanos después de unos veinte años de separación, su actitud hacia ellos fue de perdón aun antes de que se lo pidieran. Jacob los había enviado a Egipto debido a la gran hambruna que había en la tierra; había oído que había alimento disponible en Egipto. Debido a que José supervisaba los suministros de alimentos, tenían que presentarse ante él para comprar grano. Él los reconoció inmediatamente. Después de ponerlos a prueba con una serie de preguntas sobre sus antecedentes y su familia, sintió que la aflicción de ellos por su pasado era auténtica.
Una vez que se convenció de la sinceridad de ellos, José se quebró y lloró incontrolablemente en presencia de ellos. Génesis 45:2 declara: “Entonces perdió el control y se echó a llorar. Lloraba con tanta fuerza que los egipcios podían oírlo, y la noticia pronto llegó hasta el palacio del faraón” (NTV). Su amor por ellos superó cualquier resentimiento por causa de lo que le habían hecho décadas antes. El perdón estuvo en su corazón todo el tiempo, porque el amor perdona. Una vez que José reveló quién era, sus hermanos temieron que pudiera buscar vengarse ahora que estaba en una posición de considerable poder. José veía el panorama más amplio. Entendía el propósito más amplio de Dios. Respondió a sus preocupaciones de esta manera: “Pero no se inquieten ni se enojen con ustedes mismos por haberme vendido. Fue Dios quien me envió a este lugar antes que ustedes, a fin de preservarles la vida” (Gén. 45:5, NTV). El diablo esperaba destruir el propósito de Dios para la vida de José, pero el Señor intervino milagrosamente. Incluso a través de los actos pecaminosos y traicioneros de los hermanos de José, Dios pudo cumplir sus propósitos. Al final de su vida, José volvió a asegurarle a su familia que no guardaba rencor contra ellos: “Pero José les respondió: ‘No me tengan miedo. ¿Acaso soy Dios para castigarlos? Ustedes se propusieron hacerme mal, pero Dios dispuso todo para bien. Él me puso en este cargo para que yo pudiera salvar la vida de muchas personas’ ” (50:19, 20).
Lo asombroso de la gracia de Dios es que donde abunda el pecado la gracia de Dios abunda mucho más. El mal puede herirnos, pero Dios es el gran Sanador. Dios venda nuestras heridas, sana nuestro corazón y restaura su imagen dentro de nosotros. El diablo no puede destruir el propósito de Dios en una vida consagrada a él.
Esto no justifica de ninguna manera un comportamiento abusivo. El comportamiento abusivo es terrible a los ojos de Dios. Recordarás que en Mateo 25:40 al 45 Jesús habla de los marginados, los desfavorecidos y los pobres. Abusar de cualquiera de los hijos de Dios es abusar de Cristo mismo. Por lo tanto, Jesús dijo: “De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis” (Mat. 25:40). La incapacidad de perdonar a quienes nos han hecho daño limita la capacidad de Dios para sanarnos. Si José no hubiera perdonado a sus hermanos, un espíritu de amargura se habría arraigado en su relación con los demás y le habría impedido cumplir el propósito de Dios para su vida.
Recordarás la pregunta que Pedro le hizo a Jesús: “Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete?” (Mat. 18:21). Una escuela de pensamiento rabínico enseñaba que debemos tener piedad y perdonar seis veces. Después de la sexta infracción, se debía hacer justicia. Pensando que agradaría al Maestro, Pedro preguntó si perdonar a alguien hasta siete veces era suficiente. En una respuesta clásica, Jesús le dijo: “No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete” (Mat. 18:22). Setenta veces siete es 490. Lo que Jesús estaba diciendo era simplemente esto: soporté mucho a Israel incluso en su apostasía y rebelión durante 490 años. Pedro, mi misericordia no tiene límites. Mi perdón está siempre presente.
Perdonar porque somos perdonados
Efesios 4:32 es la base de todo verdadero perdón: “Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo”. Perdonamos a los demás porque Cristo nos ha perdonado. Su perdón es la base de todo nuestro perdón. Recuerda su oración desde el monte Gólgota: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Luc. 23:34). Si Cristo pudo perdonar a sus enemigos cuando no lo merecían, nosotros podemos perdonar a otros aun si no lo merecen. Si él pudo perdonar a quienes le causaron tanto dolor, nosotros, por su gracia, podemos perdonar a quienes nos causan dolor.
A continuación hay tres maravillosas historias reales de perdón:
Perdón para los pródigos adventistas
Nuestra primera historia es sobre una familia adventista activa en la iglesia y muy conocida en la comunidad. Su hija se fue de la casa porque pensaba que la religión era aburrida. Para satisfacer su sed de placer, festejaba con su novio, se volvió adicta al tabaco, bebía mucho y pasaba gran parte de su tiempo en los clubes nocturnos de las ciudades. Como no podía llenar su vacío interior, finalmente recobró el sentido. Llamó a sus padres. “Mamá y papá, quiero volver a casa”. Los había avergonzado tanto. ¿Podrían aceptarla, perdonarla, darle la bienvenida a su regreso? A la luz de la Cruz, la recibieron en casa. Hoy ella está creciendo en la gracia.
Él era hijo de un pastor, pero se relacionó con las drogas cuando era adolescente. A la larga abandonó los estudios y llevó una vida sin propósito. Sus padres nunca dejaron de orar por él, amarlo, perdonarlo, y a la luz de la Cruz, lo recibieron en casa. Hoy es pastor.
Ella era una joven que tuvo una caída moral en un campamento juvenil de fin de semana. Se sintió culpable y avergonzada. ¿Sería condenada al ostracismo o perdonada? Los líderes de la iglesia se acercaron con amoroso perdón.
Muchas veces el perdón, aunque no siempre, restaura las relaciones. Hay momentos en que una relación está tan destrozada que aunque el perdón cura al que ha sido herido no puede restaurar la relación.
El perdón es básico en todas las relaciones humanas
El perdón es un atributo de Cristo que fluye del Calvario y es básico en todas nuestras relaciones. Es fundamental para las relaciones positivas entre esposos y esposas, padres e hijos, miembros de la iglesia y socios de trabajo. Si no puedes perdonar, tendrás un conflicto continuo en las relaciones humanas porque algún día alguien te va a ofender. Si guardas rencor, si estás resentido, si albergas amargura, tus relaciones se deteriorarán. Las personas resentidas e implacables arrojan su veneno a los que las rodean. Las personas perdonadas y que perdonan son una influencia positiva dondequiera que vayan. La atmósfera que las rodea es de paz, por lo que la gente se siente en paz en su presencia. Han experimentado un amor sin medida en la Cruz, para poder amar a quienes las rodean.
El perdón fluyó del monte Calvario ese viernes que Jesús pendía de la cruz al morir. Hay compasión en la Cruz. Hay gracia en el Gólgota. En la Cruz, el perdón triunfa sobre el miedo, el amor triunfa sobre el odio, la reconciliación triunfa sobre el resentimiento y la gracia vence a la culpa.
Parte III: APLICACIÓN A LA VIDA
Hay dos tipos de culpa: la culpa moral y la culpa psicológica. La culpa moral es la que experimentamos porque pecamos contra Dios y herimos a los demás. Cuando confesamos nuestros pecados a Dios, él nos perdona. Su Palabra declara: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados” (1 Juan 1:9). El perdón instantáneamente es nuestro cuando confesamos nuestros pecados. El perdón está escrito al lado de nuestro nombre en los libros de registros eternos del cielo. ¿Por qué a veces nos sentimos culpables después de haber confesado nuestros pecados? Una razón, por supuesto, es que a menudo Satanás no quiere que experimentemos el gozo del perdón.
Pero puede haber otra razón. Nuestra culpa moral desaparece cuando confesamos nuestros pecados, pero la culpa psicológica puede seguir. El apóstol Pablo oró por una conciencia “sin ofensa ante Dios y ante los hombres” (Hech. 24:16). Cuando Dios nos perdona y experimentamos su gracia, anhelamos hacer todo lo posible para restaurar las relaciones dañadas. A veces, esto significa acercarnos a quienes hemos herido y pedirles perdón. Puede significar una llamada telefónica, una carta o un mensaje de texto para iniciar la conversación.
¿Has ofendido a alguien recientemente? ¿Hay una relación rota que necesitas reparar? ¿Hay alguien que te haya lastimado a quien necesites perdonar? Si has ofendido o herido a alguien, ¿por qué no pedir a Dios que te ayude a saber cómo reparar esa relación? Ora pidiendo hacer algo muy específico para restaurar la relación. Si alguien te ha herido profundamente, pide a Dios que te dé la gracia de perdonar a esa persona. Tanto si necesitas pedir perdón como si necesitas perdonar, descubrirás que la gracia de Dios es suficiente para ti.
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